sábado, 18 de septiembre de 2021

El Conflicto entre la Compasión y la Justicia en nuestra sociedad

Vuelvo, por lo menos parcialmente, a las ideas de Josua Mitchell y su planteamiento sobre la diferencia entre suplementar y sustituir. Un ejemplo que él pone en su libro es el del conflicto entre la compasión (mercy) y la justicia pero no lo mencioné entre los que cité en la entrada anterior porque me pareció que merecía ser tratado con algo más de profundidad. 

Mitchell habla de ello en el contexto de la emigración. Se nos plantea un conflicto entre nuestros deseos de que las personas que han tenido que abandonar sus países por persecución política o por unas condiciones deplorables de vida puedan tener acceso a una vida digna y por otro lado la necesidad de los países de tener fronteras y unas leyes con respecto a la emigración. Pero podemos encontrar ejemplos de este conflicto en muchos sitios. Un ejemplo podría ser las políticas relacionadas con la ley de violencia de género. Queremos ayudar a las mujeres que son víctimas de violencia pero estamos saltándonos principios de la justicia que hasta ahora habían sido esenciales, como la presunción de inocencia o la igualdad ante la ley. Es famosa la frase de Carmen Calvo “a las mujeres hay que creerlas sí o sí”. Otro ejemplo podría ser el que se plantea con las mujeres trans en el deporte. Por un lado, queremos que esas personas no sufran, queremos integrarlas a todos los niveles en la sociedad, incluido el deporte, y que vivan una vida lo más acorde con su deseos e intereses. Pero por otro lado surgen dudas sobre la justicia de que compitan en la categoría femenina dadas las ventajas biológicas que tienen. Este artículo aborda los aspectos científicos y éticos de esta difícil cuestión.

La postura de Mitchell es que la justicia es el plato principal y la compasión el suplemento, que la compasión no puede ser un sustituto de la justicia. Si no hay justicia, si la destruimos, no puede haber compasión. En definitiva, la compasión debe suplementar a la justicia  pero no sustituirla. Un mundo sin la justicia de la ley nos devolvería a un estado sin derechos y libertades en el que la convivencia no es posible.


Desde el punto de vista de la psicología moral hay otra manera de enfocar el problema. En su libro la Mente de los Justos, Jonathan Haidt compara la moralidad con el sentido del gusto. Lo mismo que existen cinco sabores básicos (amargo, ácido, dulce, salado y umami o cárnico), nuestra moral sería también múltiple, un sentido con varios pilares o fundamentos, seis en concreto (en un inicio eran cinco pero luego añadió el fundamento de la Libertad/Opresión), y dos de ellos son el del cuidado/daño y el de la justicia. El principio del cuidado/daño se corresponde aproximadamente con la compasión: la capacidad de sentir empatía ante el sufrimiento de otros, el no hacer daño y el de cuidar a los demás y no querer que la gente sufra. El principio de la justicia tiene que ver con el altruismo recíproco, la igualdad y la imparcialidad, los derechos individuales y la autonomía. Otros autores como Oliver Scott Curry con su Teoría de la Moral como Cooperación, o Michael Tomasello, tienen teorías un poco diferentes pero coincidentes en muchos aspectos.


Si estas teorías evolucionistas tienen razón, se desprende de ellas una consecuencia muy importante con implicaciones prácticas. Lo que estas teorías nos dicen es que la moral es múltiple y consistiría en un racimo de módulos con entradas y salidas diferentes que pueden entrar en conflicto entre ellas. Según ellas, las decisiones morales humanas son tomadas por diferentes “voces morales” dentro de nosotros o por diferentes mecanismos psicológicos que responden a diferentes tipos de problemas de cooperación y en un momento dado el principio de ayudar a la familia puede chocar con el de la justicia o el de respetar la propiedad. ¿Debo robar o perjudicar a otros para salvar a mi amigo, a mi hermano o a un compañero que lo necesita? Tenemos normas y predisposiciones para no robar comida a los otros, pero ¿qué pasa si mi hijo o mi amigo se están muriendo de hambre? Muchas situaciones morales en el mundo real contienen complejas combinaciones de todos estos intereses o preocupaciones y a veces crean dilemas morales. Esta situación es la que describe precisamente el dilema de Heinz, utilizado por Kohlberg que dice, de forma muy simplificada, que una mujer se está muriendo de cáncer pero una farmacia tiene un medicamento que la puede salvar. Su marido, Heinz, no tiene suficiente dinero para pagarlo, ¿deber robar el medicamento o no debe hacerlo?


El resultado de este conflicto entre los diversos principios que componen nuestra moralidad sería que, escojamos la respuesta que escojamos, una mitad de nosotros no queda satisfecha, por lo que básicamente no tienen solución porque la complejidad de la moralidad humana genera unas contradicciones que seguramente son inevitables. Sus múltiples fundamentos y capas nunca van a a ser aplicados de forma consistente en todas las situaciones debido a la complejidad e imprevisibilidad de la vida social humana, que además va cambiando con el tiempo en las diferentes épocas. Fenómenos como la globalización o el desarrollo tecnológico, y otros, cambian nuestra vida social y hacen que las estrategias de cooperación que teníamos previamente no sean adecuadas ya para los nuevos tiempos. Como dice Tomasello, “la moralidad humana no es un monolito sino una miscelánea que se ha ido uniendo a retazos a partir de una variedad de fuentes diferentes, bajo condiciones ecológicas diferentes, en diferentes periodos, durante los varios millones de años de evolución humana”.


Sea como sea, y lo enfoquemos el problema desde la posición teórica que lo enfoquemos, creo que tiene toda la razón Mitchell en que uno de los retos más importantes que tenemos en estos tiempos en nuestras sociedades es encontrar una relación sana y eficaz entre la compasión y la justicia. Está por ver cómo va a resolver la sociedad este problema.


@pitiklinov

viernes, 10 de septiembre de 2021

El Mundo Post-Pandémico: cuando los suplementos se convierten en sustitutos.



De Josua Mitchell ya he hablado en el blog cuando tratamos el tema de que la ideología de la Justicia Social Crítica es considerada por muchos autores como un movimiento religioso. Mitchell es uno de ellos y mencioné su libro American Awakening. Pues bien, este libro tiene una segunda parte donde habla de otro tema que es el que traigo ahora aquí. Me parece que es un esquema o encuadre que puede ser interesante para pensar acerca de las cosas. Creo que se le pueden buscar mucha pegas pero me parece que hace pensar. Voy a intentar resumirlo lo mejor que pueda y vosotros decidiréis si tiene algún mérito o no. El título del apartado donde trata el tema del que voy a hablar se titula: Adicción: cuando los suplementos se convierten en sustitutos. Es conocido el grave problema de la epidemia de sobredosis de opiáceos en EEUU pero Mitchell plantea que existe un problema de sobredosis y dependencia a mayor escala en la sociedad. Vamos a ver cómo lo encuadra.


La idea de que una sustancia puede salvar vidas a una dosis y producir daño a otra dosis diferente es muy antigua. En la República de Platon, Sócrates distingue entre dos tipos de médicos: los que administran una dosis reducida de medicina para ayudar a sus pacientes a restablecer la salud que tenían antes de caer enfermos y aquellos otros doctores cuya cura requiere que sus pacientes tomen una medicina indefinidamente porque dicen que volver a una situación de salud libre de medicina es imposible. Estos médicos entenderían mal el uso adecuado de la medicina que sería el de un suplemento que se toma para curar una enfermedad tras lo cual el paciente recupera su salud y su vida. Si se usa como sustituto -siempre siguiendo a Mitchell- la medicina ya no funciona como un tratamiento porque los pacientes dependen de una dosis regular (y a veces creciente) para seguir vivos. En este caso la medicina es un sustituto de la salud. Los pacientes siguen vivos pero no recuperan su vida normal porque la muerte está siempre esperando a la vuelta de la esquina si dejan su medicación. Sócrates se refiere a esos pacientes como que llevan una vida de “muerte lenta” (lingering death). El uso adecuado de la medicina (como suplemento) debería llevarnos de vuelta a una vida sin medicina; el uso inapropiado de la medicina conduce a una “muerte lenta”. El paciente que vive a base de sustitutos vive siempre de prestado.


Mitchell pone otro ejemplo sacado del Discurso sobre las ciencias y las artes de Rousseau. Rousseau compara a los antiguos guerreros con los “soldados modernos científicamente entrenados” (supongo que hoy en día Rousseau todavía tendría más argumentos que los que tuvo en su época para utilizar esta expresión). Los antiguos eran valientes, dice Rousseau. Sus armas eran prótesis que complementaban su valor y esto es lo que les hacía fieros. Los soldados modernos, dice, tienen armas más poderosas pero, faltándoles el valor, no saben usar sus armas bien. En muchos sentidos, los soldados modernos son mejores que los antiguos porque tienen mejores armas. Pero el punto de Rousseau es que las armas son un suplemento al valor pero que en la época moderna se han convertido en un sustituto del valor. Si las armas se convierten en sustituto del valor los soldados vivirían de prestado. En un momento dado, los soldados que conocen el uso adecuado de las armas (como suplementos del valor) derrotarán a los soldados que no lo conocen. Al igual que los médicos de Platón, los soldados deben entender que no pueden convertir los suplementos en sustitutos sin pagar un precio. Cuando los complementos se convierten en sustitutos nos volvemos adictos. Tendemos a limitar la categoría de adicción para sustancias como drogas, alcohol, etc.,  aunque también hablamos de adicciones sin sustancia como el juego, sexo, videojuegos, etc. Aquí Mitchell considera estas adicciones de las que hablamos normalmente como ejemplos específicos de suplementos que se han convertido en sustitutos y expande la categoría de adicción a todos los casos de suplementos que se convierten en sustitutos. 


Otra forma de entender esta idea es fijarnos en el tema de la comida y las vitaminas. Se supone que la comida es lo importante y que tomar unas vitaminas en un momento dado es un suplemento. Cuando Rousseau hablaba del valor y de las armas, el valor sería la comida y las armas las vitaminas o el suplemento a la comida. La comida sería el “orden natural de las cosas” y a suplantar ese orden - es decir convertir a los suplementos en sustitutos o a las vitaminas en el plato principal- Mitchell lo llama “Sustituismo”. Es como cuando el adicto a los opioides sustituye el orden natural de las cosas por sus dosis continuas del opiáceo. La tesis de Mitchell es que el “Sustituismo” es una patología debilitadora de la vida americana, una enfermedad y el proceso pasa por tres fases: la vida sin el suplemento, la vida con suplemento y la vida con el suplemento convertido en sustituto. Bueno, espero haber explicado fielmente la idea de Mitchell, su plantilla de pensamiento, y ahora vamos a ver cómo aplica este esquema a diferentes temas y aspectos de la vida moderna. Ahí van algunos de los ejemplos de Sustituismo que pone Mitchell:


  • El consumo de agua de botella, los cientos de millones de botellas de plástico de agua que consumimos al año en lugar del agua de grifo.
  • La comida basura. La comida basura en su origen era un sustituto de la comida principal. Se consumía cuando la familia estaba fuera de casa, en el cine o de viaje, pero cuando se regresaba a casa la familia volvía a la comida conjunta en la mesa. En muchos lugares la comida a la mesa ha desaparecido y se ha sustituido por la comida basura.
  • Facebook tiene unos 3.000 millones de usuarios pero la gente cada vez se siente más aislada y hay una epidemia de soledad. Las relaciones cara a cara serían la comida y Facebook sería el suplemento. De la misma manera que el referente de la comida basura era la comida todos juntos al a mesa, el referente de los amigos de Facebook eran los amigos de la vida real. Pero ahora los amigos on-line han sustituido a los reales a los cuales vemos menos o no les vemos en absoluto. La soledad y el aislamiento ha aumentado. Las redes sociales en general están sustituyendo nuestro mundo social real. 
  • Comercio electrónico frente a comercio de barrio. Las tiendas de “ladrillo” serían la comida real y el comercio on-line serían en principio un suplemento o complemento a las tiendas tradicionales. Lo que está ocurriendo es que Amazon y otras empresas están sustituyendo a las tiendas de toda la vida.
  • La educación on-line está sustituyendo a la educación presencial. Todo esto se ha agravado, por supuesto, con la pandemia, de lo que hablaremos al final.
  • El GPS y los coches autónomos. Ya no somos capaces de ir a ningún sitio sin el GPS y estamos perdiendo competencias que antes teníamos. De nuevo, una cosa es utilizarlos como suplemento mientras que otra cosa es que al final dependamos de estas aplicaciones y sepamos incapaces de funcionar por nosotros mismos. Podríamos poner más ejemplo similares a los últimos que he mencionado pero todos ellos caen bajo un paraguas común que es que estamos sustituyendo el mundo real por una pantalla, la sustitución del mundo analógico por el digital o virtual, el tremendo impacto que está teniendo la tecnología en nuestras vidas. Me parece que esto es algo evidente. Por supuesto que tiene muchos aspectos positivos pero estamos hablando del lado negativo que Mitchell le encuentra. Podríamos hablar del mundo de la música moderna y digital donde muchos productores ya no utilizan una ejecución con instrumentos reales sino que se basan en samples y otras tecnologías que sustituyen a los músicos. 
  • El papel del gobierno cada vez es mayor, en opinión de Mitchell y se refiere a Estados Unidos. Cada vez el gobierno se mete en esferas de nuestra vida donde antes no se metía y nos dice lo que tenemos que hacer o lo hace por nosotros. Cosas que antes hacían las propias sociedades o comunidades, las familias, las asociaciones de vecinos o las instituciones religiosas ahora las está sumiendo el gobierno y muchas veces tratando a los ciudadanos como niños. Antes el estado suplementaba a esas instituciones pero ahora las está sustituyendo.


Antes he hablado de la pandemia Covid y Mitchell la aborda al final del libro porque es evidente que la pandemia ha acelerado este proceso de Sustituismo: el teletrabajo ha sustituido al trabajo, las entrevistas por Zoom a las entrevistas caras a cara, los congresos virtuales a  los presenciales, el comercio electrónico al tradicional, la atención médica cara a cara por la atención telefónica, la gestión en oficinas de ladrillo ha sido sustituida  por gestiones en la web a todos los niveles, se ha agrandado el papel del gobierno decidiendo acerca de cosas sobre las que nunca antes había decidido, etc. Incluso, volviendo al punto de partida con Sócrates y los dos tipos de médicos y el problema de la dependencia- y esto es un desarrollo mío, no de Mitchell-, hemos visto un fenómeno de sustitución de la inmunidad natural por la inmunidad por medio de las vacunas que se ha manifestado en las dudas desde un principio sobre la eficacia y duración de dicha inmunidad natural, en la presión para vacunar a todo el mundo incluías las personas que ya habían pasado la enfermedad y en el desprecio de esta inmunidad en algunos tipos de pases y pasaportes, etc. Por último se está produciendo el paso de suplemento a sustituto con la administración regular y periódica de la vacuna. Israel ya está administrando la tercera vacuna y está preparando a los ciudadanos para una cuarta, y no sabemos cuántas más serán necesarias. 


Hay muchos puntos débiles en el planteamiento de Mitchell. Lo natural no tiene por qué ser bueno y gran parte del progreso tecnológico, médico y social consiste precisamente en esa sustitución de “lo natural” por elementos artificiales. Ya sustituimos válvulas cardiacas, caderas y rodillas y con el avance de la ciencia podemos pensar en escenarios transhumanistas en los que órganos de nuestro cuerpo sean sustituidos por prótesis biónicas, etc. Pero tal vez debemos preguntarnos si corremos el peligro de renunciar a vivir para seguir vivos.


Mitchell plantea que detrás de este afán por sustituir está nuestro miedo a la muerte. Tenemos tanto miedo a la muerte que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de mantenerla lejos. Históricamente habíamos aceptado que no existía un lugar seguro a salvo de la muerte pero en esta pandemia hemos llegado a pensar por primera vez que podemos evitar la muerte, que podemos mantenerla a raya…Si nos encerramos, si nos aislamos socialmente, si nos vacunamos continuamente estaremos a salvo y no moriremos nunca. Dice Mitchell: "Hay más de una forma de morir. La muerte física es una de ellas. Un futuro distópico es otra”…"Lo que está ocurriendo a nuestro alrededor en estos momentos excede ampliamente el prudente deseo de proteger. Se trata nada menos que de un esfuerzo por encender la brasa del miedo a la muerte y convertirla en un infierno furioso que lo consuma todo, en una búsqueda inútil por crear un mundo sin mancha ni defecto, un mundo liberado de la maldición de la muerte"




@pitiklinov







jueves, 19 de agosto de 2021

La Guerra contra la desinformación y la pérdida de libertades


"Una sociedad que antepone la igualdad -en el sentido de igualdad de resultados- a la libertad, acabará sin igualdad y sin libertad. El uso de la fuerza para lograr la igualdad destruirá la libertad, y la fuerza, introducida con buenos propósitos, acabará en manos de personas que la utilizan para promover sus propios intereses.”

-Milton Friedman


“La ciencia está convencida de que debe buscar la verdad, la religión está convencida de que ya la tiene”.

- Jorge Wagensberg

"De todas las tiranías, una tiranía ejercida sinceramente por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva. Sería mejor vivir bajo barones ladrones que bajo omnipotentes entrometidos morales…La crueldad del barón ladrón puede a veces dormir, su avidez puede en algún momento ser saciada; pero los que nos atormentan por nuestro propio bien nos atormentarán sin fin, pues lo hacen con la aprobación de su propia conciencia.”

-C.S.Lewis


Aprovecho un interesante artículo de Joseph Bernstein para abordar uno de los temas más importantes de nuestro tiempo, aunque en el fondo se trata de una variante del eterno dilema entre libertad y seguridad. El artículo de Bernstein se titula “Vendiendo la Historia de la Desinformación” y en esencia viene a decir que la desinformación y la mala información (la Big Disinfo, como la llama) se están vendiendo como un grave problema y que hay que hacer algo al respecto en la forma de censura y de control. A lo largo del texto se mencionan distintas alternativas que se han propuesto como solución para este problema. El Instituto Aspen ha creado, por ejemplo, la Comisión sobre el Trastorno de la Información, para ayudar al gobierno, al sector privado y a la sociedad a responder a la moderna crisis de fe en las instituciones. La Big Tech (Youtube, Facebook, Twiter, etc) están controlando lo que se puede decir en ellas sobre diferentes temas (lo relacionado con la covid, ideología de género, etc.) y han proliferado los fact-chequers. La web de noticias Recode ha informado de una iniciativa llamada el Proyecto para la Buena Información. Otros ejemplos serían la petición en febrero en un artículo del New York Times se pedía el nombramiento de un “zar de la realidad” y en diferentes ámbitos institucionales se han pedido “Ministerios de la Verdad” que controlen la información que se difunde.

A lo largo del artículo, Bernstein defiende que la amenaza real de la desinformación no es tan grande como nos quieren hacer creer y aporta algunos datos sobre el hecho de que la eficacia de los anuncios o de la propaganda no es tan cierta como nos lo pintan. Por ejemplo, un estudio de 2019 de miles de usuarios de Facebook encontró que compartir noticias falsas era una rara actividad y más del 90% de los usuarios no lo hace. Ya hemos hablado en el blog de que no somos tan crédulos como se piensa  a propósito de la obra de Hugo Mercier -que defiende esa postura con datos en artículos y libros- y ahí tenéis más datos al respecto.

Igual que el tabaco causa cáncer, los promotores de la amenaza que supone la desinformación  establecen la relación causal de que consumir mala información genera falsas creencias y al final también cuesta vidas. Biden dijo, por ejemplo, que la desinformación sobre la Covid en Facebook mata gente, pero esto esta lejos de haber sido demostrado. La Big Tech ha dado un giro en este terreno y está de acuerdo con Biden. En 2016 Mark Zuckerberg dijo que era una idea loca pensar que malos contenidos de Facebook hubieran persuadido a un número suficiente de votantes de cambiar su voto en las elecciones a la presidencia de 2016. Dijo: "Hay una profunda falta de empatía al afirmar que la única razón por la que alguien pudo votar como lo hizo es porque vio noticias falsas". Un año más tarde, repentinamente escarmentado, se disculpó por ser simplista y se comprometió a hacer su parte para frustrar a los que "difunden información errónea”.

Sin embargo, es muy difícil establecer esa relación causal. Sólo ciertos tipos de personas responden a ciertos tipos de propaganda en ciertas situaciones. Ciertas personas buscan determinada información porque ya tienen unas creencias previas y no al revés. Es verdad que han pasado cosas sorprendentes o inexplicables en su momento en los últimos años, como la victoria de Trump o el Brexit, y se detecta una pérdida de  confianza en las instituciones en los países occidentales, pero la causa de todo ello está lejos de ser evidente. Una solución a esa ignorancia es echar la culpa a las redes sociales con lo que tenemos un fácil modelo de causa efecto que nos tranquiliza. Como decía H.L. Mencken, para todo problema complejo hay una solución clara, simple y equivocada y solemos preferir una mala explicación a reconocer que no sabemos y habitar en la incertidumbre.

Imaginemos que fuera verdad algo como que si la gente oye al presidente Trump decir que beber lejía es bueno para combatir la Covid la gente va a ser tan ingenua como para ponerse a beberla. De entrada, esto no es cierto porque, como dice Mercier, desde un punto evolucionista, que fuéramos tan crédulos e influenciables no tiene lógica y disponemos de unos mecanismos que se llaman de vigilancia epistémica. La credulidad implica costes graves para el receptor, porque acepta una información errónea o engañosa contraria a sus intereses y en la medida en que la comunicación es adaptativa, los humanos no deberían ser crédulos por defecto. 

Pero, como decía, imaginemos que realmente esto pudiera ocurrir. Pues entonces tenemos un grave problema, si nuestras sociedades producen individuos que pueden creer estas cosas, no me parece que la solución sea crear un Ministerio de la Verdad que vigile que nadie diga que beber lejía cura la Covid. Parece más lógico producir de entrada unos individuos que no tuvieran la vulnerabilidad de creer cualquier cosa que se les diga.

Hemos estado oyendo mucho durante esta pandemia que hay que seguir la ciencia. Pero la ciencia no son unos resultados, creencias o afirmaciones concretas. La ciencia es un proceso por el que se hacen hipótesis, se realizan experimentos y se comprueba si los datos respaldan las hipótesis o teorías. Lo que tenemos que defender y mimar no son unas determinadas creencias que los científicos o la sociedad tengan en un momento dado. Lo que tenemos que cuidar es el proceso de crítica y de comprobación ya que nunca podemos estar seguros de conocer la verdad y de tener la última palabra. Si matamos el proceso, dependeremos siempre de una autoridad que nos diga cuáles son las verdades finales. Pero esos censores ¿cómo van a saber cuál es la verdad? ¿por ciencia infusa? ¿Cómo van a llegar a ellas si ya no disponemos del proceso que produce el conocimiento? Estaríamos en el terreno de la religión y no en el de la ciencia. Prohibir la expresión de opiniones sería perfectamente lógico si ya supiéramos cuál es la verdad pero la historia nos demuestra que muchas cosas que creíamos ciertas eran totalmente erróneas y hemos tenido que actualizar constantemente nuestros conocimientos. Por tanto, nadie tiene un poder especial para decidir lo que es verdad o lo que es mentira.

Como decíamos en el comentario del libro Kindly Inquisitors, suprimir los errores tiene más riesgos y peligros que no suprimirlos, básicamente porque para llevarlo a cabo hay que crear una autoridad que dice lo que es verdad y lo que no lo es. Una vez creada esa autoridad, lo falso será cualquier cosa que las autoridades no quieren oír. Un chiste sobre la URSS decía que en la URSS por supuesto que había libertad de expresión, lo único que ocurría es que no se permitía decir mentiras… Henry Ford cuando sacó el Ford T, el primer modelo fabricado en una cadena de montaje, sólo lo fabricaba en color negro y la publicidad decía: “puede usted escogerlo en cualquier color siempre que sea negro”. ¿Queremos ir a un mundo donde podamos decir cualquier cosa siempre que sea los que nos deja decir Facebook o el gobierno? Es verdad que las noticias falsas son un problema pero si creamos una institución que tenga el enorme poder necesario para controlarlas igual lo que estamos haciendo es saltar de la sartén al fuego. Como suele decirse, a veces es peor el remedio que la enfermedad.


@pitiklinov



sábado, 31 de julio de 2021

La Tiranía del Mérito


Esta entrada es un pequeño resumen del libro de Michael J. Sandel del mismo título. Es un libro que aborda un tema enormemente complejo sobre el que es imposible dar soluciones tajantes de blanco o negro porque implica cuestiones muy difíciles sobre cómo deberíamos organizar nuestras sociedades. Pero creo que aporta ideas y reflexiones interesantes y abre un debate que merece sin duda la pena.


La meritocracia y sus problemas


El término meritocracia se refiere al gobierno por parte de los mejores y en general a la adjudicación de las jerarquías en base al mérito. La palabra fue inventada por Michael Young, un sociólogo británico afiliado al partido laborista en su libro de 1958 The Rise of the Meritocracy. Sandel plantea en el libro que la meritocracia tiene un lado positivo y un lado negativo. El lado positivo es que es evidente que si buscamos un fontanero o un dentista nos interesa que la persona que nos atienda sea competente y esté cualificada y haya sido elegida para desempeñar su profesión por sus méritos y capacidades. En ningún lugar del libro se muestra Sandel contrario a considerar que los méritos y los talentos merecen un reconocimiento y la valoración de la sociedad. También va unida a la meritocracia una filosofía de la vida que valora el esfuerzo, que anima a estudiar y a trabajar para conseguir el éxito en la vida. Esta filosofía tiene una parte inspiradora y positiva.


¿Cuál es entonces el lado oscuro de la meritocracia? Según Sandel, la meritocracia tiene dos problemas, más un tercero del que luego vamos a hablar en otro apartado. El primer problema es que la situación de partida no es igual para todos y todas las personas no tienen las mismas oportunidades en la vida. Por ejemplo, los padres adinerados son capaces de transmitir sus privilegios a sus hijos dándoles ventajas educativas y culturales que les permiten ser admitidos en las universidades con respecto a los alumnos de clases más pobres. Por citar sólo un dato de los muchos que da Sandel sobre el sistema educativo estadounidense, en las universidades de la denominada Ivy League (que incluye a las universidades de Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale, algunas de las más prestigiosas de Estados Unidos) hay más estudiantes que pertenecen al 1% de las familias con más ingresos del país que al 60% con menos ingresos. 


El segundo problema lo sintetiza el propio Sandel en esta entrevista:


“El segundo problema de la meritocracia tiene que ver con la actitud ante el éxito. La meritocracia alienta a que quienes tienen éxito crean que éste se debe a sus propios méritos y que, por tanto, merecen todas las recompensas que las sociedades de mercado otorgan a los ganadores.


Pero si los que tienen éxito creen que se lo han ganado con sus propios logros, también tienden a pensar que los que se han quedado atrás son responsables de estar así.


Así que el segundo problema de la meritocracia es un problema de actitud ante el éxito que lleva a dividir a las personas en ganadores y perdedores. La meritocracia crea arrogancia entre los ganadores y humillación hacia los que se han quedado atrás”.


Esa filosofía que he mencionado antes conduce a lo que se llama la Falacia del Mundo Justo de la que ya hablé en esta otra entrada. Básicamente se trata de la idea de que todos tenemos lo que nos merecemos y que la pobreza y el fracaso es responsabilidad de los propios pobres y fracasados. Esto genera un mundo de vencedores y ganadores que quiebra la solidaridad necesaria en toda sociedad. Si todo el que trabaja duro triunfa, los que no triunfan no pueden culpar a nadie más que a ellos mismos y no tenemos que preocuparnos de la desigualdad ni de ayudar a los que fracasan: es su problema. Este es el lado duro de la meritocracia.


Pero esta división no es un problema sólo para los desfavorecidos o los que se quedan atrás sino que es algo que favorece la aparición de populismo y genera tensiones que ponen en riesgo a la sociedad en su conjunto.  Se generan tensiones entre las élites (con títulos universitarios) y las clases trabajadoras (sin ellos): si no has ido a la universidad y estás pasándolo mal en la nueva economía, la culpa de tu fracaso es sólo tuya. Esto resulta insultante para muchos trabajadores y se encuentra detrás, según Sandel, del apoyo a líderes populistas como Donal Trump. Dice Sandel en la entrevista:


“Y una de las formas más potentes y poderosas de reaccionar contra eso es la acción violenta y populista contra las élites. Muchos trabajadores sienten que las élites los desprecian, que no los respetan, no respetan el tipo de trabajo que hacen…


…ese sentido de humillación que surge al sentir que las élites te menosprecian, que consideran que tú eres el culpable de tu propio fracaso y que si ellos tienen éxito es porque se lo han ganado. Eso creó la ira y el resentimiento al que apelaron figuras populistas autoritarias como Donald Trump”.


¿Merecemos nuestros talentos?


Aparte de los dos problemas mencionados, existe un problema filosófico de fondo que es el del estatus moral de los talentos o las capacidades de cada uno. Asumimos que nuestros talentos determinan nuestra trayectoria en la vida y que nos merecemos las recompensas que obtengamos por ellos pero, ¿es esto justo?


Las capacidades que cada uno de nosotros tengamos (inteligencia, belleza, talento musical, creatividad, etc) son producto de la suerte. Si no nos parece justo que nos beneficiemos de la suerte de haber nacido en una familia rica, tampoco deberíamos considerar justo beneficiarnos de la suerte de tener un talento que la sociedad valora. Nada de eso es mérito nuestro. La meritocracia se basa en la idea de que el éxito es mérito nuestro pero reconocer que nuestros talentos no son méritos nuestros complica mucho el cuadro. 


Una forma de salir de este laberinto sería apelar al esfuerzo, el famoso “si quieres, puedes”, si te esfuerzas y trabajas, tú también puedes ser Messi, Usain Bolt, un compositor como Mozart o Paul McCartney, o LeBron James. Esto sencillamente no es cierto y hablamos de ello en la entrada sobre la Parábola de los Talentos. Por otro lado, la propia capacidad de esfuerzo es un rasgo de personalidad, no algo que se enseña. La capacidad de autocontrol también es altamente heredable. 


Así que aunque partamos de una igualdad de condiciones económicas y sociales, los vencedores serían los que tienen un mayor talento (deportivo, intelectual, artístico, etc.) y estas diferencias en talento son tan arbitrarias desde el punto de vista moral como las diferencias de clase. Así que ni en esas circunstancias estaríamos en una sociedad justa ya que nos quedarían por resolver las diferencias en las capacidades naturales. ¿Qué hacemos con este problema?


Una alternativa es la que propone Kurt Vonnegut en su relato “Harrison Bergeron” donde imagina un futuro distópico en el que los que tienen mayor inteligencia, fuerza física, o belleza tienen que vestir disfraces y ocultar sus ventajas naturales. El filósofo John Rawls es uno de los autores que ha tratado este asunto y él propone una redistribución de las ganancias desde los que tienen mayores talentos naturales a los menos favorecidos. Propone que la sociedad valores esos talentos porque sus productos son muy beneficiosos para la sociedad en su conjunto pero que se produzca una redistribución de los que ha tenido más suerte hacia los que han tenido menos.


Soluciones a la Tiranía del Mérito


Si la meritocracia es un problema, ¿cuál es la solución? ¿Tenemos que contratar a la gente por el parentesco, la amistad o cualquier otra consideración en lugar de por su capacidad para realizar el trabajo? No. Superar la tiranía del mérito no significa que el mérito no deba jugar ningún papel  en la adjudicación de puestos de trabajo o de roles sociales. Se trataría más bien de repensar la manera en la que concebimos el éxito y Sandel propone dos campos en los que esta reflexión es especialmente necesaria: la educación y el trabajo.


Con respecto a la educación voy a decir muy poco. Es evidente por los datos que da Sandel -como el que ya hemos mencionado- que la Universidad perpetúa las diferencias de clase y las desigualdades. Resumiendo mucho el capítulo que Sandel dedica a este dominio, lo que el autor propone es que las admisiones a las universidades se realicen por sorteo o lotería. Esta propuesta no ignora el mérito por completo ya que sólo los cualificados son admitidos pero trata el mérito como un umbral y no como un ideal que hay que maximizar. La mayoría de los alumnos que aspiran a ingresar en la universidad están cualificados y cumplen unos requisitos mínimos por lo que las plazas se adjudicarían por sorteo. Esto favorecería el que nadie se creyera superior a nadie porque todos sabrían que están ahí por la suerte de una lotería.


Con respecto al mundo laboral me ha parecido muy interesante la propuesta de Sandel de recuperar la dignidad del trabajo y me voy a extender un poco más. Hubo un tiempo -desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años 70 del sigo pasado- en el que era posible sin un título universitario encontrar un buen trabajo, mantener una familia y llevar una vida confortable de clase media (estamos hablando de EEUU pero, aunque las fechas pueden variar, creo que es aplicable a otros lugares). En las últimas cuatro décadas, lo que los economistas llaman el “premio universitario” se ha doblado. En 1979 los graduados universitarios ganaban un 40% más que los graduados de escuela secundaria (high school); en la década de los años 2000 ganaban un 80% más.


La globalización ha beneficiado a las personas con estudios superiores y ha perjudicado a los que no los tienen. De 1979 a 2016, los empleos en la industria manufacturera en EEUU han caído de los 19,5 a los 12 millones. En los años 70 el CEO de una gran compañía ganaba 30 veces más que un trabajador medio; en 2014 ganaba 300 veces más. Los ingresos medios de los trabajadores varones se han estancado en el último medio siglo.


Así que no es extraño que los trabajadores estén descontentos. Pero el problema económico no es la única fuente de este malestar. Hay un problema más grave e insidioso que esta meritocracia educativa ha traído consigo: la erosión de la dignidad del trabajo. Al valorar los estudios -el “cerebro”… el trabajo intelectual o de ordenador frente al manual- se desvaloriza a los trabajadores que no los tienen. Se les está diciendo que el trabajo que ellos realizan es menos valioso y contribuye  menos al bien común que el de las personas con estudios superiores y se merece por tanto menos reconocimiento social y menos estima. Los que se han quedado atrás por culpa de la globalización no sólo es que estén peor económicamente sino que sienten que el trabajo que realizan ya no es fuente de estima social y que no contribuyen al bien común. Muchos de estos trabajadores son, como decíamos, los que votaron a Trump. Han aumentado lo que se llaman muertes por desesperación (suicidio, sobredosis y alcohol) y a Trump en 2016 le fue muy bien en lugares con las tasas más altas de muertes por desesperación. 


La forma en la que una sociedad valora y recompensa el trabajo es esencial para la forma en la que define el bien común. Y esto lo hemos visto precisamente en este pandemia. Han sido los trabajadores esenciales (cajeras, transportistas, etc.) las que han mantenido la sociedad funcionando y tal vez no hemos sido muy conscientes de este problema de reconocimiento y dignidad del trabajo del que habla Sandel. Decía Martin Luther King Jr.:


“Algún día nuestra sociedad llegará a respetar a los trabajadores de la limpieza si quiere sobrevivir, ya que la persona que recoge nuestra basura es, en última instancia, tan importante como el médico, ya que si no hace su trabajo, las enfermedades proliferan. Todo trabajo tiene dignidad”.


Dice Sandel en la entrevista:


“La experiencia de la pandemia proporciona una posible apertura para un debate público sobre lo que realmente es una contribución valiosa al bien común, más allá del veredicto del mercado laboral. Aquellos de nosotros que tenemos el lujo de poder trabajar desde casa nos hemos dado cuenta de lo mucho que dependemos de algunos trabajadores a los que a menudo pasamos por alto. No se trata sólo de aquellos que trabajan heroicamente en los hospitales cuidando a los pacientes de Covid, sino también de los trabajadores de reparto, los empleados en almacenes, el personal de supermercados, los conductores de camiones, los proveedores de atención médica a domicilio, los cuidadores de niños… Ninguno de esos trabajos es de los mejor pagados.

Y, sin embargo, ahora reconocemos a los que los hacen como trabajadores esenciales, como trabajadores clave. Así que la experiencia de la pandemia podría ser el comienzo de un debate público amplio sobre cómo reconocer la importancia del trabajo y las contribuciones a la sociedad que esas personas hacen.


Lo que Sandel propone es crear un mercado de trabajo con unos sueldos que permitan vivir de forma digna a los trabajadores, crear una familia, etc., y que reconozca la dignidad de todos los puestos de trabajo porque eso genera cohesión social mientras que no hacerlo genera división y enfrentamiento. La meritocracia nos hace creer que todo lo que tenemos es mérito nuestro e impide que nos sintamos todos miembros de una comunidad con la que estamos en deuda. No nos hacemos a nosotros mismos ni somos autosuficientes. Como dice al final de la entrevista:


“No debemos convertir la educación sólo en un instrumento de progreso económico, porque eso privará a nuestros hijos del amor por el aprender por el placer de aprender. Y otro aspecto importante que debemos inculcarles es que si tienen éxito el día de mañana será en parte gracias a su propio esfuerzo, pero en parte gracias también a sus maestros, a su comunidad, a su país, a los tiempos en que viven, a las circunstancias, a las ventajas de las que hayan podido disfrutar...

Enseñar a nuestros hijos que su éxito sólo es resultado de su propio esfuerzo podría hacerles olvidar que están en deuda con los demás, incluida su comunidad. Debemos criar niños que tengan un sentido de gratitud y humildad cuando tengan éxito”.


@pitiklinov

















 





sábado, 19 de junio de 2021

Filicidio por venganza: una perspectiva internacional a través de 62 casos

En las últimas semanas hemos sido testigos de dos casos de filicidio por venganza que han conmocionado a la opinión pública. En esta entrada voy a hacer un resumen de un artículo publicado en febrero de este año sobre el filicidio por venganza (en estos momentos el artículo está disponible en abierto) porque es el primer estudio sistemático que se centra específicamente en el filicidio por venganza. Primero, vamos a señalar algunas definiciones. Filicidio es el homicidio de un hijo por su padre, madre, padrastro o figura paterna. Se suele diferenciar dentro de él dos grupos más concretos: el neonaticidio que es cuando el homicidio ocurre en las primeras 24 horas de vida del neonato; y el infanticidio cuando el menor tiene menos de un año. Por otro lado, como dicen los autores, “sigue siendo enigmático cómo pueden los padres eludir el cableado instintivo para proteger y alimentar a sus hijos, y en su lugar elegir asesinarlos”.


Según algunos estudios que se citan en el trabajo y que no voy a detallar, los filicidios son un 2,5-7% de todos los homicidios y aproximadamente un 5% de los filicidios serían filicidios por venganza. Es decir, estamos hablando afortunadamente de algo muy raro dentro de un fenómeno muy poco frecuente también. Los motivos que se han recogido para cometer filicidio incluyen: 1) que los hijos sean ilegítimos o no deseados; 2) que ocurra involuntariamente durante el maltrato infantil; 3) por razones altruistas o por piedad (por ejemplo, niños con discapacidades); 4) debido a una enfermedad mental (por ejemplo, delirios); 5) en estado de embriaguez; 6) por venganza; 7) para evitar que el niño testifique contra el padre; 8) para obtener un beneficio económico (por ejemplo, para eludir las obligaciones de manutención de los hijos); (9) de acuerdo con creencias religiosas o culturales (por ejemplo, para remediar la deshonra familiar provocada por el comportamiento inaceptable de un hijo); 10) para obtener una gratificación sexual; y 11) para obtener simpatía o atención (por ejemplo, trastorno facticio por poderes, antes síndrome de Munchausen por poderes).


Es bastante conocida y utilizada la clasificación propuesta por Resnick en 1969 que diferencia cinco tipos de Filicidio: 1) Filicidio Altruista, 2) Filicidio por psicosis aguda, 3) Filicidio por hijo no deseado, 4) Filicidio accidental (por maltrato físico), y 5) Filicidio por venganza. Dicen los autores del estudio con respecto al filicidio por venganza:


“El filicidio por venganza, que se cree que es un tipo de filicidio poco común, es aún menos conocido que los otros tipos. Se produce cuando un progenitor asesina a uno o varios de sus hijos para causar dolor y sufrimiento emocional al otro progenitor del niño, normalmente su actual o anterior pareja sentimental…”.


“Para poner esto en perspectiva, la Oficina Federal de Investigación estimó que hubo 16.425 asesinatos en Estados Unidos en 2019. Si el 2,5% de estos asesinatos fueron filicidios, y aproximadamente el 5% (4%-9%) de estos filicidios fueron motivados por la venganza, entonces podemos estimar que se produjeron unos 21 filicidios por venganza en 2019, lo que representa aproximadamente uno de cada 800 homicidios (0,125% de todos los asesinatos)”.


“Estos filicidios por venganza se llevaron a cabo normalmente en respuesta a sentimientos de ira, dolor, rechazo, desvalorización y/o amenaza de pérdida de acceso a sus hijos. Los agresores presumiblemente creían que el filicidio les ayudaría a restaurar su sentido de integridad, autoestima y/o honor. Las dificultades en las relaciones, incluyendo la separación/divorcio y la infidelidad real o percibida, son factores comunes que predisponen a la indignación y la furia que conducen al deseo de venganza (por ejemplo, Wilczynski, 1995). La amenaza de separación de la pareja o de los hijos puede ser de especial importancia en los casos de filicidio por venganza. El espectro del abandono puede suscitar temores intolerables de soledad, vacío, pérdida de identidad y pérdida de estatus social. Otros factores estresantes de la vida, como las dificultades financieras, el bajo estatus socioeconómico y el desempleo, pueden ser factores exacerbantes. Carruthers (2016) postuló que existe una deficiencia patológica en la capacidad de empatía de estos agresores o en la percepción de la personalidad del otro, por lo que perciben a su hijo como un mero objeto”.


El artículo hace un pequeño recorrido por la historia y la mitología comenzando por el caso de Medea que ha hecho que se denomine también a estos filicidios como “Síndrome o Complejo de Medea”.  Resumiendo mucho la historia, Medea asesinó a dos de sus hijos en un acto de represalia contra su marido Jasón que, tras recibir la ayuda de Medea para obtener el vellocino de oro, la abandonó para casarse con la hija del rey Creonte. Hay más casos como la historia de Procne y Filomena que cuenta Ovidio en la Metamorfosis o el de Hércules que mata a su mujer  Megara, sus tres hijos y dos de sus sobrinos en un ataque de locura provocado por Hera.


Pero vamos ya a los resultados concretos del estudio. La muestra son 62 casos de filicidio por venganza de 9 países de los que 10 proceden de la práctica psiquiátrica forense de los autores y otros 52 son casos publicados de los que hay buena documentación sobre los motivos: documentos y transcripciones de los juicios, informes policiales, confesiones de los autores en notas o declaraciones, información sobre las condenas, etc., todo ello de fuentes fiables. 


La edad media de los perpetradores fue 36,5 años y en cuanto al sexo, 33 (53%) de los perpetradores fueron hombres y 29 (47%) mujeres. En cuanto a la presencia de trastornos psiquiátricos, 35 (56%) tenían algún trastorno mental activo de algún tipo. El diagnóstico más frecuente fue el de algún tipo de trastorno de personalidad en 21 (34%) especialmente trastorno antisocial de personalidad que estuvo presente en siete (33%) de los que tenían trastorno de personalidad. El siguiente diagnóstico más frecuente fue depresión que se encontró en 13 (21%) de los perpetradores. Dos de estos casos fueron depresiones post-parto. Esto fue seguido de 6 (10%) que tenían un trastorno por uso de sustancias, dos (3%) con un trastorno de ansiedad, uno con trastorno esquizoafectivo y otro con trastorno por ideas delirantes (celotipias) y otro con Trastorno Bipolar.


Se revisó si había historia de perpetración de violencia de pareja previa al filicidio y se documentó en 22 (35%) de la muestra: 55% de los hombres (18 de 33) y 14% de las mujeres (4 de 29). En 33 casos (53%) los padres estaban todavía legalmente casados, aunque estaban teniendo serios problemas matrimoniales o en proceso de divorcio. En 4 (6%) los padres estaban en una relación sin estar casados y también tenían serios problemas de pareja. En 12 (19%) los padres se habían divorciado y en 13 (21%) unos padres que no habían estado casados se habían separado.


En cuanto a las víctimas, la edad media de los 101 niños fue 6,1 años. 54 (53%) eran varones y 47 (47%) mujeres. En 50% de los casos (31 de 62) sólo fue asesinado un niño y en la otra mitad fueron asesinados más de uno (rango de 2-4). Las categorías de edad de los niños fueron:

-menos de un año: 9 (9%)

-1-2 años: 14 (14%)

-3-5 años: 35 (35%)

-6-12 años: 31 (31%)

-13-17 años: 9 (9%)

-mayores de 18 años: 3 (3%)


El método utilizado con más frecuencia fue la asfixia y los autores señalan que algunos padres mostraron conductas que pueden tal vez considerarse compasivas como drogar primero a los niños o engañarles de diversas maneras para que no fueran conscientes de lo que les esperaba (aviso de que alguno de los casos que se describen en el artículo son terribles por su crueldad).


En cuanto a la causa del motivo de la venganza los autores diferencian cuatro grupos principales:


1- La razón más frecuente, encontrada en 24 casos (39%), fue que el perpetrador/a había sido abandonado o rechazado por su pareja. Lo llamaron el tipo Rechazo.


2- El segundo tipo más frecuente, en contrato en 20 casos (32%) fue la disputa sobe la custodia o sobre el régimen de visitas. A veces esto implicaba el miedo o amenaza de no volver a ver a los hijos, justificado o no,  y con frecuencia implicaba una acalorada batalla en los juzgados. A este tipo lo llamaron Disputa Custodia/Visitas.


3- En 11 casos (18%) el perpetrador/a buscó venganza debido a la creencia de que su pareja había sido infiel o a que su pareja actual o anterior había encontrado otra pareja e iba a ser abandonado. Como aquí los celos era la emoción principal se categorizó como tipo Infidelidad/Celos.


4- Por último, en 7 casos (11%) los asesinatos por venganza estaban motivados por una intensa discusión o por un conflicto en curso y este último tipo se denominó Discusión/Conflicto


El trabajo estudia también la conducta de los perpetradores después del asesinato. Refieren los autores: “En el período posterior al delito, un total de 39 (63%) agresores tuvieron un comportamiento suicida, y 20 de ellos (32% de toda la muestra de 62) se suicidaron. Así, aproximadamente la mitad (51%) de estos intentos de suicidio fueron mortales. Los hombres y las mujeres tenían aproximadamente la misma probabilidad de intentar suicidarse (el 66% de las mujeres y el 61% de los hombres de toda la muestra). Sin embargo, los hombres eran mucho más propensos a completar el suicidio. En total, el 42% (n = 14) de los agresores masculinos que tuvieron un comportamiento suicida murieron como resultado, una tasa de finalización del 70%. En comparación, el 21% (n = 6) de los agresores femeninos que lo hicieron murieron, una tasa de finalización del 32%. El porcentaje de hombres y mujeres que utilizaron un arma de fuego para suicidarse fue esencialmente el mismo, 64% (9/14) y 66% (4/6), respectivamente. Cabe destacar que todos los hombres y mujeres que murieron por heridas de bala autoinfligidas eran casos estadounidenses”.


Con respecto a las condenas judiciales, de los 40 perpetradores supervivientes 39 fueron considerados culpables y condenados. La mayoría (n=24, 62%) recibió una (o más) pena de cadena perpetua. Ocho (21%) recibieron penas de 5 a 30 años. Cinco fueron sentenciados a pena capital (todos en USA). En 4 casos se alegó defensa por enfermedad mental, 3 de una disminución de responsabilidad y una de inocente por trastorno mental pero sólo se aceptó en un caso la responsabilidad disminuida y recibió una condena reducida de 16 años de cárcel. 


Ningún estudio es perfecto y todos tienen problemas y limitaciones. El principal problema de este estudio es que la muestra no es necesariamente representativa de la población general. Los autores han seleccionado una muestra accesible para ellos y los casos que ellos han estudiado puede que no sean iguales a los que no han estudiado. Se suele llamar a esto una muestra de conveniencia. Para que la muestra fuera representativa de la población general debería ser una muestra aleatoria extraída de esa población. Esto no es posible en un evento tan raro como el filicidio por venganza. La solución es que hubiera un registro de filicidios con datos como edad de perpetradores y víctima, sexo, motivos, etc. Esto no está disponible en la mayoría de los países, ni siquiera en los países occidentales más avanzados. Por ejemplo, no existe en España aunque parece que la Ley de Infancia preve crear dicho registro. Este problema de ausencia de datos lo destaca, por ejemplo, uno de los estudios de homicidios de niños más completo a nivel mundial, el de Stöckl y cols de 2017:


“La escasa disponibilidad de datos sobre las relaciones víctima-perpetrador de los homicidios de niños en muchas regiones, incluso en países con sistemas de vigilancia de homicidios bien establecidos, es preocupante”.


La contrapartida es que los datos de esta muestra están muy bien documentados y son más amplios y detallados de lo que es habitual en un registro básico de homicidios. Otras dos limitaciones del estudio serían que la presencia de enfermedad mental puede estar subestimada, al fallecer el perpetrador y no poder examinado así como por la probable ausencia de datos clínicos previos. La segunda es que la presencia de violencia de pareja puede estar también subestimada porque no se denuncia en muchas ocasiones. Finalizo con el último apartado del artículo:


DIRECCIONES FUTURAS Y CONCLUSIÓN


Los clínicos, el personal de protección de menores, los profesionales del derecho y los agentes de la ley que interactúan con los padres implicados en relaciones agrias y deterioradas, en divorcios muy conflictivos o en disputas por la custodia o las visitas deben ser conscientes del riesgo de filicidio por venganza como posible resultado, especialmente cuando las intervenciones terapéuticas son escasas o ineficaces. No se debe subestimar hasta dónde puede llegar una parte profundamente agraviada en cualquiera de estos escenarios para vengar lo que percibe como maltrato por parte de su pareja o ex pareja infiel, rechazadora o litigante. Sobre la base de los presentes hallazgos, aunque preliminares, parece que el riesgo de filicidio por venganza aumenta significativamente cuando existe la presencia de un trastorno de la personalidad en una o ambas partes, un historial de violencia de pareja, odio o celos intensos hacia el otro progenitor tras la ruptura matrimonial o de la relación, infidelidad y/o guerra en los tribunales de familia. Es necesario seguir investigando sobre el filicidio por venganza para comprender mejor los factores que contribuyen a él, mejorar la detección y las medidas preventivas, y fundamentar la toma de decisiones legales”.



@pitiklinov



Referencias:


COMPANY FERNANDEZ, Alba; ROMO, Julieta; PAJON, Laura  and  ANGEL SORIA, Miguel. Filicidio, infanticidio y neonaticidio: estudio descriptivo de la situaciónen España entre los años 2000-2010. Rev. Crim. [online]. 2015, vol.57, n.3 [cited  2021-06-19], pp.91-102. Available from: <http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1794-31082015000300007&lng=en&nrm=iso>. ISSN 1794-3108.

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1794-31082015000300007


Myers, W.C., Lee, E., Montplaisir, R., Lazarou, E., Safarik, M., Chan, H.C.(. and Beauregard, E. (2021), Revenge filicide: An international perspective through 62 cases. Behav Sci Law, 39: 205-215. https://doi.org/10.1002/bsl.2505


Resnick, P. J. (1969). Child murder by parents: A psychiatric review of filicide. American Journal of Psychiatry, 126, 325–334.


Stöckl H, Dekel B, Morris-Gehring A, Watts C, Abrahams N. Child homicide perpetrators worldwide: a systematic review. BMJ Paediatr Open. 2017 Aug 11;1(1):e000112. doi: 10.1136/bmjpo-2017-000112. PMID: 29637138; PMCID: PMC5862181.






sábado, 29 de mayo de 2021

El Suicidio de Occidente y el Cristianismo.


"Seguimos siendo lo que el cristianismo ha hecho de nosotros, y en muchos aspectos el Occidente posmoderno es más cristiano que nunca”.

-Don Cupitt



Existen bastantes libros que se titulan el suicidio de Occidente (Suicide of the West). En esta entrada voy a hablar del de Richard Koch y Chris Smith que veis en la imagen -publicado en 2006- y me voy a centrar en el papel que el cristianismo tiene, según los autores, en la cultura occidental, un papel que, dicen, ha sido mal interpretado. 


Tengo que confesar que para mí han sido una sorpresa las ideas de Tom Holland en Dominio de que una de las razones de que la ciencia se haya desarrollado en Occidente como en ningún otro lugar del mundo es precisamente la visión cristiana. Yo manejaba la típica narrativa de que la razón y la ciencia eran de origen griego, que quedaron sepultadas durante la Edad Media tras la llegada del cristianismo y la caída del Imperio Romano y que se recuperaron en el Renacimiento y posteriormente en la Ilustración. Parece que esta narrativa era demasiado simplista. En lo esencial, y en particular en el papel del cristianismo en el desarrollo de la ciencia, este libro coincide con el de Holland. Me parece muy interesante intentar comprender el impacto histórico y filosófico del cristianismo en tiempo real, es decir, cómo afectó a las personas que vivieron su expansión.


La tesis del libro es que existe una crisis en Occidente y que esta crisis se ha generado internamente; reside en el colapso de la autoconfianza de Occidente y está en nuestras cabezas, es decir, en nuestras ideas. En 1900 Occidente tenía una gran confianza y orgullo en su civilización pero ya no es el caso; el inicio del cambio puede situarse en 1914, en la Gran Guerra. Hemos perdido la fe en nuestros valores y ya no creemos en las ideas que cimentaron el éxito de Occidente que son seis principalmente:


  • Cristianismo
  • Optimismo
  • Ciencia
  • Crecimiento económico
  • Liberalismo
  • Individualismo


Cada una de estas ideas tiene su capítulo en el libro pero yo voy a hablar sólo del cristianismo. Las preguntas que se hacen los autores en el libro son ¿Tiene algo especial la civilización occidental? ¿Por qué ha tenido tanto éxito?¿Por qué está ahora amenazada? ¿Sobrevivirá? Para responder estas preguntas analizan las seis ideas principales y diagnostican en base a este análisis cómo se encuentra nuestra civilización y emiten su pronóstico final.


Según Koch y Smith, el cristianismo no fue una religión normal. Fue original en tres aspectos: 


-hizo a Dios personal y disponible para los individuos

-hizo a la gente ordinaria suprema y peligrosamente importante.

-hizo de la automejora de los individuos, de acuerdo con los propósitos divinos, la base y el fin del universo. 


El cristianismo fue la primera religión que hizo de la salvación individual y la transformación de la conducta personal sus principios centrales, la primera en predicar que la salvación estaba disponible para todos en el mundo, la primera en basar su expansión en una evangelización indiscriminada de todo el mundo. En este sentido, fue un movimiento de autoayuda individualizado de una manera en la que ninguna otra religión lo había sido antes y en sus primeros 300 años se propagó de una forma nunca vista. El cristianismo es la principal razón por la que los occidentales (seamos agnósticos, ateos o incluso miembros de otras religiones) vemos el mundo de  una manera diferente a los no-occidentales. 


El cristianismo fusionó dos corrientes de pensamiento previas: una judía y otra griega. Los judíos creían que la historia se movía hacia delante, que Dios actuaba en la historia para conseguir un propósito en la Tierra, y que ellos eran el Pueblo Elegido, actores esenciales en la obra de Dios. Yahveh, el dios judío, estaba profundamente implicado en la historia humana impulsándola hacia un futuro dorado, utilizando a los judíos para llegar a él. Los hebreos creían que su historia tendría inmensas consecuencias espirituales para todo el mundo. Disfrutaban de una línea directa única con el Dios omnipotente. La conciencia de este vínculo implicaba una seriedad moral inusual, las acciones humanas determinaban el futuro. En los siglos anteriores a Cristo, una sucesión de elocuentes profetas llamaron a la regeneración moral, la justicia social y la compasión por los pobres empezando a sugerir que los individuos eran responsables ante Dios de sus actos.


Casi al mismo tiempo que los profetas del Antiguo Testamento, los filósofos griegos desarrollaron una visión diferente del papel de la humanidad en el Cosmos, una visión más abstracta, científica, pero también profundamente espiritual. Pensaban que el mundo era una especie de supermente, un cosmos ordenado regido por una inteligencia omnipresente, evidente en el diseño de la naturaleza y accesible para la mente humana. La base de la verdad debía encontrarse en el mundo presente de la experiencia humana y no en algún mundo no-humano e inverificable. Aunque la visión de los griegos era diferente a la de los judíos, implicaba una conclusión activista similar: los humanos debían ser autónomos y hacerse cargo de sus destinos, los propósitos humanos y divinos se podían armonizar.


Los primeros cristianos eran prácticamente todos judíos; seguían los ritos judíos en cuanto al culto, los rituales o la comida. En la década posterior a la muerte de Cristo el culto a Jesus parecía una más de las sectas judías. Pero entonces es cuando recibe la influencia griega y se convierte en la idea más poderosa de la Tierra. ¿Quiénes fueron responsables de ponerle el turbo, por así decirlo, al culto a Jesús y de crear, en buena medida, el cristianismo? Pues tres hombres que vivieron en la segunda mitad del primer siglo: San Pablo, un judío con educación griega, Lucas, que no era judío, y  Juan, el autor del cuarto evangelio.


Pablo estuvo activo en los años 40, 50 y 60 del primer siglo y fue el primer cristiano en escribir acerca de la nueva religión, la cual cambió y modeló. Pablo nunca conoció a Jesús y mostró poco interés por la vida de Jesús. Fue la idea de Cristo la que llamó su atención. Para él, Cristo no fue un hombre normal sino el Hijo eterno de Dios. El evangelio de Lucas fue escrito para los griegos y los romanos y, al igual que la predicación de Pablo, movió al cristianismo más allá de su herencia judía para ser una religión universal. Por último, el evangelio de Juan, un autor misterioso del que se sabe poco -se cree que escribió también desde Efeso, como Lucas, hacia el final del siglo- comienza con “En el principio era el Logos”. Cualquier griego o romano educado conocía la idea del Logos y podía conectar con la historia. Estos autores producen la síntesis judeo-griega (ideas judías se integran en un marco conceptual griego) y el cristianismo empieza a explotar.


El Cristianismo queda constituido, según los autores, por una creencia general y cuatro implicaciones de acción práctica. 


La creencia global es que Dios se hizo hombre, vivió, sufrió, murió y se reincorporó al reino divino. Esto une a la humanidad con Dios. El Logos se hizo carne, Todos los hombres y mujeres pueden acceder a la naturaleza divina; el espíritu de Dios puede habitar en ellos.


La primera implicación de acción práctica es una elevación masiva de la responsabilidad y desarrollo personal individual. La responsabilidad está en el individuo y no en la familia o la tribu. Cada individuo debe asumir la responsabilidad de su liberación interior. La idea de la individualidad se enfatiza de una nueva manera. También es difícil para nosotros darnos cuenta de lo rompedor que fueron estas ideas de obligaciones y potencialidades individuales en su tiempo. La idea de que Dios todopoderoso está profundamente interesado en el bienestar de cada individuo en el mundo es totalmente original, sorprendente y contraintuitiva para la época. Tanto amaba Dios al mundo que mandó a su único hijo a la Tierra para sufrir y salvar a la humanidad, pero no a un nivel colectivo sino al nivel de cada persona. Por primera vez, los cristianos creían en un Dios personal capaz de relacionarse con cada individuo. El Dios cristiano tenía un interés directo y profundo en los asuntos humanos y en cada ser humano, de cualquier estatus y nacionalidad.


Para los griegos y los romanos, el concepto de que Dios -cualquier dios- se preocupara de los individuos, y menos incluso de lo que hacían, era sencillamente increíble. Incluso muchos cristianos de la primera época que no eran judíos tenia problemas para tragar esto. Pero la visión cristiana de la responsabilidad personal ante Dios prevaleció y transformó el curso de la historia occidental.


La segunda implicación es el poder que se encuentra detrás de la automejora, la sorprendente afirmación de que todos los creyentes pueden acceder directamente al amor de Dios. Pablo insiste que nadie se queda fuera de esa aceptación de Dios, ni el pecador, ni el marginado, ni siquiera los asesinos de Cristo. Pablo tenía un gran sentimiento o de culpa e inventó la idea de la rendición al amor incondicional de Dios. Era inútil mejorar por nuestros propios esfuerzos, sólo rendirse al amor de Dios podía funcionar. 


Lucas da el mensaje de una forma diferente, que el Espíritu Santo entra en los discípulos el día de Pentecostés. Lo humano y lo divino se pueden fusionar. Bajo influencia griega, esta idea se convirtió en la idea del alma, la idea de que todo el mundo posee en su interior un yo personalizado y eterno que le conecta con lo divino y le permite mejorar. Atanasio, en el siglo IV lleva esta idea a su lógica conclusión: “Dios se hizo hombre para que el hombre pueda convertirse en Dios”. Los cristianos vieron más tarde el despliegue del poder de Dios en los logros de la ciencia, la medicina y la civilización liberal.


La tercera implicación fue un compromiso sin precedentes con los pobres, los desposeídos y los marginados. Jesús se centró en buena mediad en pecadores, prostitutas, los oprimidos, los enfermos…todos eran amados por Dios y dignos de respeto. Pablo realiza la primera afirmación registrada de la igualdad y fraternidad de los seres humanos: “no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús”. Es verdad que todas las religiones hacen énfasis en la justicia social y en la preocupación por los pobres, pero el cristianismo primitivo fue el más radical, igualitario e inclusivo, rompiendo todas las barreras entre las personas e incluso la barrera entre los individuos y Dios. No es casualidad que Occidente fuera la primera civilización en abolir el tráfico de esclavos y luego la esclavitud, en disponer servicios sociales para los ciudadanos, en aceptar la igualdad de todos los hombres y luego de las mujeres, en luchar contra la discriminación de minorías, etc. 


La cuarta implicación es menos bonita. Los primeros cristianos tenían la ardiente sensación de que la conversión a la cristiandad marcaba la diferencia ente la felicidad eterna  y la tortura eterna y de ahí que se convirtiera en la religión misionera más exitosa. “Desde su inicio, la cristiandad es a la vez universal -cualquiera puede salvarse- y divisiva -los salvados frente a los condenados-. Hay una apasionada intolerancia, limitando con la violencia, implícita en los genes cristianos desde el principio, en tensión con el otro énfasis cristiano en el amor y el auto-sacrificio.” Dicen los autores:


“La tendencia a imponer las ideas correctas por la fuerza, a dividir el mundo en ovejas y cabras, a las Cruzadas contra los infieles y a la violencia contra los judíos, a los asesinatos en masa en busca de la venganza de Dios, a la imposición de un código "cristiano" a los paganos recalcitrantes, a la intolerancia y la crueldad en busca de un fin superior, a la Inquisición y a la intromisión en los pensamientos privados mediante la tortura, forman parte del legado cristiano de Occidente. Estos temas discordantes siguen resonando entre algunos fundamentalistas cristianos. Sin embargo, en general, durante al menos un siglo y medio, la intolerancia extremista ha sido extirpada del cristianismo. Sin embargo, sigue apareciendo en formas seculares, en el terror revolucionario, el nacionalismo extremo, el comunismo y el nazismo, y en las perversiones de otras religiones. Estas formas también provienen en gran medida del cristianismo y de Occidente”.


Bien, tendríamos que matizar miles de cosas y hacer un largo recorrido histórico para entrar más a fondo y lógicamente este no es el lugar. Por ejemplo, podemos señalar que una cosa es la teoría y otra la práctica. Que el el cristianismo se pervirtió cuando se convirtió en la religión del imperio romano, que la Iglesia acumuló riquezas y el énfasis en los pobres y desheredados se diluyó en muchos momentos, convirtiéndose la jerarquía eclesiástica en un poder, que la esclavitud persistió durante siglos, que los perseguidos se convirtieron en perseguidores y se persiguió a los herejes, etc. Pero, a pesar de todas estas contradicciones e imperfecciones, los ideales cristianos no desaparecieron del todo, la búsqueda del alma, la autocrítica, la conciencia, la creatividad individual, los intentos de restablecer la relación con Dios, emergieron en diferentes momentos como en la Reforma protestante.


Estas ideas han tenido un impacto en toda la visión occidental del mundo, son la base de las otras ideas que analiza el libro: el optimisimo, la ciencia, el crecimiento económico, el liberalismo, y el individualismo. Sin olvidar el lado oscuro de la intolerancia divisiva, la agresión y la imposición, un gen que sigue siendo una amenaza potente para Occidente no sólo desde fuera sino de forma más amenazante desde dentro.  


Como decía más arriba con respecto a la ciencia, los autores de este libro coinciden con Tom Holland en señalar que la idea de un Dios creador racional cuya creación es también racional y que funciona sobre unos principios que pueden ser descubiertos, favoreció lanzarse a descubrir cosas y buscar respuestas (es verdad que esta idea podría provenir en mayor medida de la corriente griega del cristianismo).


Señalan los autores que no nos damos cuenta de que esta visión no existía en otros lugares del mundo. Por ejemplo, en la cultura china no se cree que el mundo fuera creado sino que es eterno. Lo sobrenatural era una esencia -inaccesible, impersonal, sutil, compleja y paradójica- y no existe ese ímpetu hacia una ciencia empírica porque no existe el concepto de un universo lógico. Hay que decir que esa fe en un mundo lógico se quebró en el siglo XX cuando la ciencia llegó a las fronteras de la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre, etc.,que ponen en duda que el universo sea tan lógico y comprensible (al mismo Einstein no le gustó que “Dios jugara a los dados”). La bomba atómica, las consecuencias negativas de la tecnología, la destrucción del planeta, etc. han minado también la fe en la ciencia pero no abundaré en ello.


Al final del libro, los autores hacen una valoración de cómo se encuentran actualmente esas seis ideas fundamentales de Occidente y puntúan con luces de semáforo (verde, amarillo o rojo) el estado de cada una de ellas. Dada la importancia que el cristianismo a la que acaba de referirme, era lógico pensar que una de las razones de laposible decadencia de Occidente fuera el declive de la religión organizada en Occidente. Pues bien, a pesar de que Dios ha muerto y la religión tradicional o institucional está en crisis, los autores le dan una luz verde al aspecto del cristianismo. De nuevo, por la misma razón que Holland en Dominio: porque los valores cristianos siguen vivos en la sociedad seglar occidental y no hay alternativa a la vista. El espíritu de la cristiandad sigue impregnando la sociedad occidental. Como ya comentamos al hablar de la nueva religión de la Justicia Social Crítica, el principal movimiento ideológico de izquierdas es en esencia un nuevo despertar protestante


Donde ellos ven el problema principal y adjudican el color rojo (siento el spoiler) es en el liberalismo y acabo con ello. Según Koch y Smith, se ha extendido un sentimiento iliberal o anti-liberal y existe el riesgo de una deriva totalitaria tanto de derecha como de izquierda. Cuando una civilización llega al final de su recorrido puede colapsar y desaparecer o puede transformase en otra cosa diferente. No sabemos lo que va a ocurrir pero el suicidio de Occidente es una posibilidad, según los autores, aunque no es necesariamente inevitable. 


@pitiklinov