Participación en la mesa El libre albedrío y la responsabilidad: implicaciones en el ámbito de la salud mental. Debate con el psicólogo Xavier Etxeberria moderado por Fernando Santander en las VII Jornadas de la Red de Salud Mental de Bizkaia. Publicadas las ponencias en la Revista Norte de Salud Mental nº 56.
En modo alguno creo en el libre albedrío en sentido
filosófico. Todo el mundo actúa no solo bajo compulsión externa sino también de
acuerdo a una necesidad interna. Lo que Schopenhauer decía “un hombre puede hacer lo que desee pero no
puede desear lo que quiera” ha sido para mí una verdadera inspiración desde mi
juventud, un consuelo constante frente a las dificultades de mi vida tanto como
la de los otros, ha sido una fuente incalculable de tolerancia.
-Albert Einstein
Antes de entrar en materia creo que conviene hacer una mínima
justificación de por qué este milenario problema filosófico tiene interés para
la Psiquiatria. Existe un discurso ampliamente aceptado, tanto en Psiquiatría
como en el Derecho, la que podemos considerar la hipótesis por defecto, que
plantea que los seres humanos somos libres pero que en determinadas
circunstancias perdemos esa libertad (1). Las enfermedades mentales, desde este
enfoque, son reconocidas como
enfermedades de la libertad, especialmente las psicosis porque ocurre en ellas
una distorsión de la realidad. Sin embargo, este discurso ha sido fuertemente cuestionado
por los descubrimientos en neurociencia en los últimos años (2,3) y también por
poderosos planteamientos filosóficos(4,5).
En este artículo yo voy a defender que ni los pacientes ni los
terapeutas (psiquiatras o psicólogos) somos libres y que nuestra creencia en el
libre albedrío influye en la forma en que entendemos y tratamos las
enfermedades mentales. Mi postura es que creer en el libre albedrío es erróneo
y tiene inconvenientes sociales e individuales y que no creer en el libre
albedrío tendría ventajas a nivel social y también en la concepción y
tratamiento de las enfermedades mentales.
La definición de libre albedrío que voy a usar es la capacidad de poder hacer otra cosa
(dado un estado del mundo determinado). Se le llama en filosofía la definición
contrafactual. Para la mayoría de autores, una voluntad libre implica también:
1) que hablamos de un poder racional,
es decir que el sujeto usa la razón para valorar un curso de acción y decide
racionalmente. Si alguien decide sin razones se supone que no es una elección
libre. Habitualmente, se acepta que los animales no tienen libre albedrío porque
no son racionales; y 2)una voluntad libre implica control, si las cosas ocurren
por razones sobre las que yo no tengo control,
no son mis actos y no se me pude pedir responsabilidad.
El libre albedrío está muy unido a la responsabilidad
moral. De hecho existe otra definición de libre albedrío que dice que el libre
albedrío es el poder que tiene un agente moral por el que se le puede
considerar digno de alabanza o castigo, es decir, responsable moral. Los
sistemas judiciales de todos los países del mundo se basan en la creencia en el
libre albedrío, se considera que la persona que ha actuado mal o ha cometido un
delito podía haber hecho otra cosa, y por lo tanto es responsable de sus
acciones
Antes de seguir, una matización porque toda definición es
imperfecta. Se ha discutido en filosofía si realmente la posibilidad de poder
hacer otra cosa es necesaria para la existencia del libre albedrío. En
concreto, el filósofo Harry Frankfurt (6) ha presentado unos casos hipotéticos
a modo de experimento mental en los que defiende que disponer de alternativas
no es necesario para considerar que una persona tiene libre albedrío y que es
responsable. Estos casos siguen el siguiente esquema: Un científico malo, Jack,
le ha puesto a una persona, Jones, un chip en el cerebro de manera que cuando
Jones va a tomar una decisión, pongamos votar demócrata o republicano, el chip
puede detectar lo que va a hacer. Entonces, si Jones quiere votar demócrata le
deja continuar pero si quiere votar republicano el chip cambia la acción de
Jones y le haría votar demócrata. En este escenario, supongamos que Jones
quiere realmente votar demócrata. Aunque no puede hacer otra cosa porque el
chip no le permitiría la otra alternativa, Frankfurt plantea que Jones es
responsable de su acto.
Estos ejemplos de Frankfurt son en realidad variaciones de un
ejemplo anterior de John Locke, que es el caso del hombre en la habitación. Locke pone el ejemplo de un hombre que es
sedado y llevado a una habitación. El hombre se despierta y no sabe que la
puerta de la habitación está cerrada. A pesar de ello, el hombre desea
continuar en la habitación por sus propias razones. Para Locke el hombre sería
responsable de su decisión, aunque en realidad no podría haber hecho otra cosa.
Lo que hace Frankfurt en sus ejemplos es pasar la limitación o coerción situada
en el mundo exterior (la puerta cerrada) al mundo interior (un chip en el
cerebro).
Creo que las personas escépticas del libre albedrío podemos
rebatir de una manera bastante contundente estos ejemplos porque el problema de
la libertad es anterior a que la puerta esté abierta o cerrada o el chip entre
en acción o no. Lo que tenemos que preguntarnos es por el origen de la decisión
inicial del hombre de quedarse en la habitación o de votar demócrata. La
intuición de los escépticos del libre albedrío es que si seguimos la historia
causal de esa decisión de estar en la habitación siempre nos va a remitir a
causas de esa acción que no están bajo el control de la persona y por lo tanto
esa decisión (independientemente de chips y puertas) no es libre. Veremos esto
a continuación.
A pesar de que no voy a tratar el tema de una manera filosófica,
sino más bien desde la fenomenología psicológica y psiquiátrica creo que
conviene resumir brevemente las principales posiciones filosóficas ante el
problema del libre albedrío. El tema es muy complejo y hay casi tantas posturas
como filósofos, los tres grandes grupos serían:
1-
Libertarios: creen que las
leyes del Universo no son deterministas (no reconocen el determinismo causal
que implica que toda causa tiene una causa previa y así hasta el origen del
Universo) y que tenemos libre albedrío.
2-
Compatibilistas: reconocen
que el determinismo causal es cierto (o puede serlo) pero creen que el libre
albedrío es compatible con un Universo donde las leyes son deterministas.
3-
Escépticos del libre albedrío
o incompatibilistas duros (Pereboom): son los que creen que no existe el libre
albedrío. Consideran que las leyes del universo son deterministas y que el
determinismo es incompatible con el libre albedrío. Tanto los libertarios como
los escépticos del libre albedríos son incompatibilistas, es decir creen que
determinismo y libre albedrío no pueden existir a la vez. La diferencia es que
los libertarios creen que lo que no existe es el determinismo mientras que los
escépticos del libre albedrío creen que lo que no existe es el libre albedrío.
Según encuestas, la mayoría de la gente de la calle en todo el
mundo piensa a) que nuestro universo es indeterminista y b) que la
responsabilidad moral no es compatible con el determinismo (7). Por el
contrario, la postura mayoritaria entre los filósofos es el compatibilismo(8). Según
el estudio de Bourget y Chambers el 59,1% son compatibilistas, 13,7%
libertarios, 12,2% no creen en el libre albedrío y 14,9% quedarían en la
categoría “Otros”.
Decía Borges que el futuro es un jardín de caminos que se
bifurcan. Esa es la intuición que todos tenemos, que en muchos puntos de
nuestra vida llegamos a bifurcaciones donde podemos elegir un camino u otro,
que reflexionamos y, tras esa reflexión, de una manera racional optamos. A
partir de este punto voy a intentar convencer al lector de que esas bifurcaciones
que vemos tan claras son en realidad ilusorias, que no existen más que en
nuestra imaginación, y que el hecho de que podamos imaginar opciones no quiere
decir que realmente las tengamos a nuestro alcance. Sé que dicho así el lector
va a pensar que mi objetivo es imposible y que estoy fuera de la realidad pero
espero que, si tiene la paciencia de seguir conmigo, no llegue al final con la
misma certeza de que estoy equivocado de la que tiene ahora. Por todas estas razones
que ahora voy a analizar creo que no es posible sostener la idea de que la
voluntad es libre. Al final plantearé los inconvenientes de la creencia en el
libre albedrío para la sociedad y para la Psiquiatría.
Origen y control de
nuestras acciones
"Las decisiones de la mente no son nada salvo
deseos, que varían según varias disposiciones puntuales". "No hay en
la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear
esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su
vez por otra causa, y así hasta el infinito."
-Baruch Spinoza
Los seres humanos no elegimos cosas tan importantes como nuestra
inteligencia, nuestra orientación sexual, nuestros pensamientos, nuestros
deseos, nuestras creencias, nuestra personalidad, nuestra emociones (de quién
nos enamoramos, p.ej.),etc. Dado que a la hora de elegir elegimos en base a
nuestras creencias, deseos, preferencias, carácter, etc., es evidente que no se
nos puede pedir responsabilidad por actuar con facultades que no hemos elegido
nosotros y de las que no hemos tenido el control. Esto en terminología del filósofo
Bernard Williams se llama constitutive luck (9). Básicamente que no somos
responsables de ser lo que somos.
Quiero hacer hincapié en dos
de las cosas que he dicho que no elegimos porque son bastante contrarias
al sentido común (el lector interesado puede estudiar el tema en más profundidad
en 4). Una de ellas es que no elegimos nuestros deseos, nuestras preferencias,
las cosas que nos gustan. Cuando yo como cerezas porque me gustan más que las
naranjas yo no he decidido racionalmente que me gustaran las cerezas y no las
naranjas. Recordad que en la definición de libre albedrío he dicho que era un
poder racional. Yo no me encuentro en ningún momento en una bifurcación en la
que racionalmente elijo entre que me guste Honky Tonk Women o me guste La
Macarena. Hay una música o una fruta que me gusta y eso no es en ningún momento
una elección racional. De igual manera, yo no decido de quién me enamoro. Para
verlo más claro fijaos en que los niños pequeños, de meses incluso, tienen
preferencias y les gusta más una comida que otra y no son todavía capaces de
elegir racionalmente. Lo mismo ocurre con los animales. Si le doy a elegir a mi
perra entre un trozo de carne o una manzana es claro que tiene preferencias.
Vamos ahora
con algo mucho más interesante: no elegimos nuestras creencias. Imaginemos
que yo me enfrento por primera vez a la homeopatía, no sé nada de ella y quiero
saber qué es, en qué consiste, es decir, conocerla y por lo tanto forjarme una
creencia acerca de ella. Entonces me pongo a leer y me voy enterando de que
dice que si diluimos un supuesto medicamento va ganando en potencia, que en
cierto momento no queda ni una molécula del producto original pero que el agua
tiene el recuerdo de la sustancia que estuvo en contacto con ella, etc. Dada mi
naturaleza escéptica y mis conocimientos de medicina y de física (tampoco
muchos), automáticamente se va formando en mí la idea de que eso no tiene ni
pies de cabeza y que no hay un mecanismo científico conocido que pueda
sustentar las afirmaciones de la homeopatía. Si lo que dice la homeopatía es
cierto se merecen varios premisos Nobel, los de Medicina, Física y Química, por
lo menos. Entonces, si analizamos fenomenológicamente lo que ocurre en mi mente
cuando estoy formando una creencia acerca de la homeopatía es que en ningún
momento se produce una bifurcación en la que tengo dos opciones: 1) creer que
la homeopatía es un tratamiento con base científica 2) creer que la homeopatía
no es un tratamiento con base científica, y que entonces con mi voluntad libre
elijo una u otra. En mi mente sólo hay una posibilidad, yo sólo puedo pensar
que la homeopatía no tiene base científica.
Cuando formo una creencia yo trato
de encontrar la verdad sobre el estado del mundo en ese momento. Lo que hago se
parece más a una percepción que a otra cosa. Es como si veo que el cielo es
azul, yo no puedo elegir entre verlo azul o verlo verde. Con la homeopatía me
ocurre lo mismo: yo no elijo entre creer que tiene base científica y creer que
no. Para mí el cielo es azul y la homeopatía no es más que efecto placebo.
Pero esto que estoy comentando vale
para todas las creencias. Si intento saber la verdad acerca de la existencia de
Dios vuelve a ocurrir lo mismo. No tengo la opción de creer en Dios o no creer
y entonces decido, con mi voluntad libre, que voy a creer. Y si hablamos de ser
de derechas o de izquierdas, o nacionalista o no-nacionalista, etc., ocurre
exactamente lo mismo. Si el lector cree que no tengo razón y cree que él sí
puede elegir sus creencias, le desafío a que cambie sus creencias con su
voluntad, a que elija otra cosa. Si por ejemplo es creyente, le desafío a que
cambie sus creencias y se convierta en ateo; o si es de izquierdas le desafío a
que cambie sus creencias y pase a tener las creencias de la derecha…
Sencillamente no se puede. Bifurcaciones ilusorias.
Así que estamos muy orgullosos de
nuestra ideas y vamos por ahí presumiendo de nuestras creencias pero presumir
de nuestras creencias es como presumir
de nuestra altura o del color de nuestros ojos y discriminar a los demás por
sus ideas tiene la misma lógica que hacerlo por el color de su piel o por su
sexo, es decir, por algo que no está bajo su control.
Así que resumo el punto principal de este apartado: si mis
acciones se deben a mi carácter, motivaciones, deseos, preferencias y creencias
y yo no he elegido nada de todo ello, ¿cómo puedo decir que soy libre y
responsable de mis actos? Imaginaos que en vez de ser la naturaleza la que me
ha otorgado mi carácter, mi inteligencia, mis creencias, etc., hubiera sido un
científico loco quien hubiera programado todas esas cosas, como ocurre con los
replicantes en la película Blade Runner. Programa todas esas facultades en mi
mente y me suelta en el mundo. Si yo actúo según una programación sea
artificial o natural que yo no he elegido ¿se puede decir que soy libre? A mi
modo de ver, no. En cualquier caso, creo que la respuesta que demos para esos
androides replicantes vale para nosotros.
La existencia del
inconsciente.
"Los
Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y
deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al
deseo y a la esperanza."
-Baruch
Spinoza
Si nuestros actos se deben en una medida mayor de la que creemos a
razones que no conocemos, a factores inconscientes que no controlamos, esto
mina las condiciones de racionalidad y de control que forman parte del concepto
de libre albedrío. Sólo voy a dar un dato: se calcula que el cerebro humano
maneja 11 millones de bits de información por segundo y que de esos 11 millones
sólo 16-50 bits de información son conscientes. Creo que el dato es lo
suficientemente elocuente. Hay toda una literatura en psicología sobre el implicit bias y la que se llama situacional (10) en la que se ve que
por ejemplo los jueces dictan condenas más leves a personas guapas y a mujeres o
que no dan libertad condicional antes de la comida y la dan en un 60 por ciento
después de comer con el estómago lleno (11). Los jueces creen que están
decidiendo en base a los datos del expediente pero está influyendo un factor,
que ellos desconocen y no controlan, y están decidiendo influidos por esos
factores inconscientes. Hay miles de ejemplos de estos sesgos y no abundaré en ellos, creo
que mi punto está suficientemente argumentado.
La suerte. La hipótesis del mundo justo.
La suerte es un factor del que nuestra cultura no quiere hablar. Existe la llamada “hipótesis del mundo justo” (para una
revisión ver 12) que plantea que el mundo es justo y que a la gente buena le
pasan cosas buenas y a la gente mala le pasan cosas malas. Y que si te pasa
algo malo pues será porque algo malo habrás hecho. Es la filosofía del “si
quieres puedes”, de que todo el mundo puede llegar a presidente de Estados
Unidos y de que si te esfuerzas triunfas, y si eres pobre es porque eres un
vago. Evidentemente esto es absolutamente falso. Es verdad que la gente que
triunfa se ha esforzado pero también lo es que la mayoría de los que se
esfuerzan no triunfan. Pero no podemos dar ese mensaje a la gente porque
cundiría el pánico. No podemos decir a la gente que la pobreza se hereda, que
tus ingresos y riqueza dependerán del país del mundo en el que hayas nacido y de
la clase social en la que hayas nacido.
Hay estudios que demuestran que existe una relación entre
ambientes pobres e inestables y la delincuencia (13). La precariedad da lugar a
estrategias vitales cortoplacistas: conductas antisociales, experiencias sexuales
tempranas, consumo de drogas, más promiscuidad sexual y menos inversión
parental, y mortalidad temprana. La pobreza da lugar a impulsividad, falta de autocontrol y
delincuencia pero también a una alteración del desarrollo del cerebro y de sus
funciones cognitivas que algunos han estimado equivalente a una pérdida de 13
puntos en el Cociente Intelectual(14).
Auto-control.
Puedo
hacer lo que deseo: Si puedo, si lo deseo, dar todo lo que tengo a los pobres y
por lo tanto hacerme pobre yo mismo -si lo deseo. Pero yo no puedo desear esto,
porque los motivos opuestos tienen demasiado poder sobre mí para poder hacerlo.
Por otro lado, si tuviera un carácter distinto, al extremo de que yo fuera un
santo, podría desearlo. Pero entonces no podría dejar de desearlo por lo que
tendría que hacerlo... tampoco como una bola en una mesa de billar no se puede
mover antes de recibir un impacto, tampoco puede un hombre levantarse de su
silla antes de ser jalado o impulsado por un motivo. Pero el pararse es tan
necesario e inevitable como el rodar de una bola después del golpe. Y esperar
que alguien haga algo a lo que absolutamente ningún interés lo impulsa... Es lo
mismo que esperar que un trozo de madera se mueva hacia mí sin ser jalado por
una cuerda...
-Schopenhauer
Quiero tocar este punto porque para muchos autores (el eminente
psicólogo Roy Baumeister, por ejemplo) libre albedrío es equivalente a
autocontrol o “fuerza de voluntad”. Los animales actúan por instinto, hacen sus
necesidades sin ninguna reflexión, o sin tener en cuenta otras consideraciones,
pero nosotros no, nosotros controlamos nuestros instintos. En mi opinión, lo
que llamamos auto-control es en realidad
hetero-control y es muy dudoso que implique libertad. Cuando yo no hago
algo que quiero hacer y aplico un veto (algunos llaman free won´t a esta capacidad de veto que supuestamente implica
libertad) nunca lo hago desde una voluntad libre sino que lo hago por fuerzas y
razones que actúan sobre esa libertad como contrapeso , inclinándola a frenar
una acción que quería realizar en primera instancia. Por ejemplo, si no me como
un trozo de tarta de chocolate porque tengo miedo a engordar y a que mi novia
me deje o a que la gente se ría de mí y me llame gordo, no creo que a eso se le
pueda llamar libertad. Si no robo un reloj por miedo a ir a la cárcel o si no
le robo 50 euros a mi abuela por miedo a lo mal que me voy a sentir luego y a
los dolorosos sentimientos de culpa que me asaltarán, tampoco creo que eso sea
la actuación de una voluntad no determinada por nada. En estos casos la
voluntad no es libre sino que actúa por unas razones que muchas veces son los
intereses de los demás más que los míos. Sin embargo, consideramos
habitualmente que mi verdadero yo es el que se pliega ante lo aceptado como “bueno o moral”. Un ejemplo:
hace calor y me gustaría ir al trabajo en pantalón corto y chanclas. Pero como
eso no está aceptado voy con traje y corbata. En teoría, estoy ejerciendo mi
autocontrol y mi voluntad libre. Según mi visión estoy siendo hetero-controlado
por los intereses del grupo y es muy dudoso llamar a eso libertad.
En moral siempre lo bueno es lo que beneficia al grupo. Si existe
la moral es porque somos criaturas sociales, no existe ninguna necesidad de
moral en seres no sociales porque no existe el daño al otro. La moral son,
simplificando mucho, las normas de tráfico para vivir en sociedad. Podríamos
decir que la moral es una aplicación que el grupo instala en nuestro polo
prefrontal para que nos sujetemos a los intereses del grupo y no trastornemos
la convivencia social. Los psicópatas serían, según esta visión, personas que
no tienen esta aplicación instalada en su polo frontal. Voy a poner para cerrar
este apartado lo que le dice un psicópata a Kevin Dutton , autor del libro The
Wisdom of Psycopaths. Dutton se dedicó a entrevistar a psicópatas encarcelados
y uno de ellos le hace esta inquietante pregunta:
“No dejes
que te engañe tu cerebro, Kev, con todos esos exámenes que no te dejan ver la
realidad. Solo hay una diferencia entre tú y yo: Yo lo quiero y voy a por ello,
tú lo quieres y no vas a por ello. Estás asustado Kev, tienes miedo. Tienes
miedo de todo, lo veo en tus ojos. Miedo de las consecuencias. Miedo de que te
cojan. Miedo de lo que pensarán. Miedo de lo que te harán cuando vengan a
llamar a tu puerta. Tienes miedo de mí. Mírate. Tienes razón, tú estás fuera y
yo estoy aquí dentro. Pero...¿quién es libre, Kev? Libre de verdad, quiero
decir. ¿Tú o yo? Piensa en ello esta noche. ¿Dónde están los barrotes de verdad
Kev? ¿Ahí afuera ?( señala la ventana). ¿O aquí dentro?” (y se toca la sien)”
Dualismo.
El cuadro que emerge del análisis
científico no es el de un cuerpo con una persona dentro, sino el de un cuerpo
que es una persona.
-BF Skinner
Creer en el libre albedrío implica seguir manteniendo un dualismo,
es seguir creyendo que hay algo “espiritual” “mental”, etc., que está al margen
del cuerpo. Todo tiene causas previas pero si creemos en el libre albedrío
pensamos que hay algo que no es afectado por genes, ambiente y azar; algo que
está ahí “flotando” valorando todo fría y racionalmente y decidiendo al margen
de la historia causal previa que tienen los actos. Esto es científicamente
imposible, la neurociencia no ha encontrado ningún homúnculo en el cerebro,
ningún núcleo que no este conectado con todos los demás y que por lo tanto no
se vea influido por todas las causas previas.
Meseta Moral,
diferencias y limitaciones psicológicas.
Creer que tenemos free will es juzgar a todas las personas por
igual. Es creer que a partir de cierta edad todos alcanzamos un grado de
desarrollo moral en el que somos iguales, es decir, subimos a una meseta moral
(es un concepto de Bruce Waller, ver 15) donde todos tenemos las misma
capacidades de hacer lo moralmente correcto. La realidad es que no todos
tenemos las mismas capacidades y condiciones que sabemos que influyen en la
conducta moral como el autocontrol o “fuerza de voluntad”, control de impulsos,
intensidad del deseo sexual, etc. Esto
no se hace en otras esferas de la vida. Si Ronaldo mete 50 goles o Usain Bolt
corre los 100m en menos de 10´ no pensamos que todos lo podemos hacer. Pero si
yo no robo me creo que alguien nacido en Vallecas o en las favelas de Río de
Janeiro, hijo de unos padres traficantes y drogadictos, también puede no robar.
Existen datos para pensar que existe un cerebro moral o, por lo
menos, que muchas cualidades que tienen que ver con nuestra capacidad moral
(control de impulsos, disposición al riesgo, gusto por la novedad, fuerza de
voluntad o capacidad de esfuerzo, etc.) pueden variar de forma natural y por lo
tanto dar lugar a capacidades morales que no son iguales en todas las personas.
Esto lo podemos demostrar en casos extremos. Es un clásico el caso de Phineas
Gage que tras sufrir un accidente que afectó a su polo prefrontal cambió de ser
una persona formal y cumplidora a ser un informal incapaz de mantener un
trabajo. Antonio Damasio ha estudiado casos de personas con tumores o
accidentes cerebrovasculares en la región ventromedial del polo prefrontal y se
puede apreciar en ellos que aunque la inteligencia es normal y no se ve
afectada, su conducta se psicopatiza: juego patológico, inconstancia en el
trabajo, violaciones de normas, incapacidad de asumir sus responsabilidades
como padres o maridos, la mayoría se divorcian, pierden el trabajo, etc. Si esto ocurre por alteraciones posteriores
al nacimiento es lógico pensar que esas mismas variaciones pueden venir implementadas
de “fábrica” y que lo mismo que hay una
variación en la altura también la hay en la capacidad de cumplir las normas
sociales.
La evolución.
Aunque nos resulta profundamente antipático, la teoría de la
evolución nos dice que somos vehículos diseñados por nuestros genes para hacer
copias de sí mismos. El cerebro lo crean los genes para hacer copias de sí
mismos. El cerebro no es libre, no es una tabla rasa y nacemos con una serie de
reglas, programas, y algoritmos implementados. No voy a extenderme porque el
tema es vastísimo pero voy a poner un ejemplo simple: nosotros no elegimos
querer vivir, la decisión de querer vivir no es fruto de una decisión razonada
y libre. Existe el llamado sesgo optimista(16), como todo ser vivo queremos
vivir y eso no es una decisión racional. Otro ejemplo: las chicas quieren estar
delgadas, aparentar juventud, una cintura estrecha… Todo ello son signos de
fertilidad y es precisamente lo que atrae a los hombres. Ellas dirán que
quieren estar delgadas porque se les ha ocurrido a ellas pero qué casualidad que
sea lo que los genes de una mujer necesitan que haga esa mujer para hacer más copias
de sí mismos. Y a las chicas les gustan los chicos fuertes, listos y guapos. Y
esto también indica buenos genes y un individuo del otro sexo con el que es
buena idea intercambiar genes porque tiene las condiciones necesarias para que
sus hijos sobrevivan mejor y se reproduzcan.. De nuevo qué casualidad que les
guste lo que sus genes precisan…En todas las culturas el grupo más violento de
la población son los hombres jóvenes, nuca las mujeres postmenopáusicas…es
decir, hay leyes biológicas que determinan nuestros deseos
y las cosas que podemos incluso pensar o no pensar. Somos marionetas
manejadas por los genes (y por el ambiente, somos gentes y ambiente pero no
elegimos ninguno de los dos)
Lo Posible Adyacente.
Tú
puedes hacer lo que siempre haces, pero en algún momento de tu vida sólo podrás
hacer una actividad definida, y no podrás hacer absolutamente nada que no sea
esta actividad.
-Schopenhauer
A mi modo de ver, si existiera el libre albedrío la sociedad sería
muy diferente. Por ejemplo, no habría obesidad, no habría drogadictos, no
habría jugadores patológicos , ni personas que no pueden dejar de fumar, ni
habría depresiones. La persona obesa usaría su libre albedrío para hacer
ejercicio y cuidar la dieta y así quedaría solucionado el problema de su
obesidad. Y lo mismo en muchos otros casos y situaciones. Pero no es esto lo
que vemos, lo que vemos es que en cada momento la gente no puede querer otra
cosa que lo que quiere y que, como dice Schopenhauer, sólo hay una posibilidad
a su alcance.
El físico Stuart Kauffman ha puesto en circulación la idea de lo Posible Adyacente. En cada momento,
la biosfera, el Universo y cada uno de nosotros, se expande hacia lo posible
adyacente. Un reptil no puede desarrollar alas de golpe o en la Edad Media no
era posible inventar un iPhone. Todo debe seguir una evolución: primero se
descubre la electricidad, luego los transistores, luego los ordenadores y luego
el iPhone. Esto explica el hecho de que muchos descubrimientos se han realizado
a la vez por diferentes personas, los ejemplos son miles. La explicación sería
que ese descubrimiento ya estaba en el posible adyacente. La propia selección
natural es un ejemplo. Tanto Darwin como Wallace la descubrieron casi a la vez
y podemos estar seguros de que si no hubieran sido ellos algún otro científico
la habría descubierto, pero el mundo no se habría quedado sin conocer la teoría
de la selección natural.
Los cambios en la vida de las personas siguen también esta regla.
Ocurren cuando son posibles, no cuando quiere la voluntad. Voy a poner un
ejemplo. El psicólogo Walter Mischel, autor del famoso experimento del test de
la golosina, era un empedernido fumador que no conseguía dejar de fumar. En los
años 50 se publicó el informe del Cirujano General de USA confirmando la
relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, pero Mischel no dejó de fumar.
Sin embargo, un día que estaba de visita en un hospital vio a un enfermo
pintado de verde al que iban a radiar por un cáncer de pulmón y el impacto de
esta visión hizo que dejara de fumar. ¿Dejó Mischel de fumar por un acto libre
de su voluntad? A mi modo de ver, desde luego que no. Dejó de fumar por una
razón que antes no se había presentado en su vida. Si todo dependiera de una
voluntad libre su voluntad podría haber conseguido dejar de fumar 5 o 10 años
antes pero, según el concepto de Kauffman, en aquel entonces dejar de fumar no
se encontraba en el posible adyacente de
Mischel. Creo que este es un concepto que psicólogos y psiquiatras deberían
entender y aplicar en su práctica. Sería muy importante conocer si los cambios
que queremos conseguir en los pacientes están o no en su posible adyacente
(desgraciadamente, no existe un método científico para hacerlo). Empeñarnos en
conseguir algo que no está al alcance de los pacientes sólo va a provocar
frustración y desesperanza.
A un nivel filosófico el
concepto de Posible Adyacente nos transmite una idea del Universo como un todo,
como un único suceso. Creo que cuestiona el concepto de causalidad como tal, la
propia existencia de causas y efectos. Entendido de esta manera, sólo existe un
único suceso en el Universo, el propio Universo que se va “desplegando” y va
cambiando y evolucionando. Nada es causa de nada.
Consecuencias negativas
de la creencia en el libre albedrío
Los del norte no debemos sentirnos demasiado
moralmente superiores a los esclavistas del sur porque si estuviéramos
situados donde ellos están actuaríamos y sentiríamos como ellos; y si ellos
estuvieran situados como estamos nosotros actuarían y sentirían como nosotros;
y no debemos perder de vista este hecho al tratar este asunto
-Abraham Lincoln
Una vez expuestas todas estas razones, creo que la creencia en el
libre albedrío es no sólo errónea sino perjudicial para la sociedad por su
asociación con la hipótesis del mundo justo, entre otras razones. Creer en el
libre albedrío ayuda a mantener el statu quo y a que las élites sigan
disfrutando de su privilegios. Según esta visión, la causa de los problemas y
desigualdades son individuales, no sociales. Ayuda a que las mayorías sean
dominadas por las minorías, encima con su beneplácito haciendo creer a los más
desfavorecidos que ellos tienen la culpa de su situación. Una sociedad sin la
creencia en el libre albedrío sería más solidaria y se esforzaría más en repartir
la mala suerte y en no ab andonar a su suerte a los más pobres y
desfavorecidos, tanto económica como psicológicamente.
No creer en el libre albedrío promovería un sentido mayor de
solidaridad, igualdad y empatía con los menos favorecidos así como un sentido
de gratitud por la posición de uno en la vida. A la hora de resolver los
problemas y las diferencias partiríamos de una posición totalmente diferente,
mucho más tolerante y abierta de la que partimos ahora, como vemos en la cita
de Lincoln, conocido por su determinismo. Los problemas derivados de un choque
de ideologías seguirían siendo muy difíciles de resolver, pero sería un avance
partir desde otra visión del mundo totalmente diferente.
Consecuencias negativas
de la creencia en el libre albedrío en Psiquiatría
Algunas consecuencias derivadas de la creencia en el libre
albedrío que afectan al campo de la Psiquiatría y Psicología serían las
siguientes:
1-
Impide que se reconozcan las enfermedades mentales como
enfermedades. Si yo soy libre puedo cambiar mi
conducta, esforzarme, poner de mi parte y salir de la depresión o de la
adicción. Desde la visión de la creencia en el libre albedrío estas situaciones no son enfermedades sino
debilidades morales. Los enfermos y familias no buscarán ayuda si no creen que
esto es una enfermedad
2-
Aumenta el estigma de la enfermedad mental, o de otras enfermedades en general. Ahora estamos viendo el
estigma de la Obesidad: son unos vagos y perezosos que no se esfuerzan y se
ponen morados a chocolate. Se lo merecen y les vamos a cobrar más en los
aviones y van a pagar una parte de la atención sanitaria porque ese gasto es
evitable si cambian su conducta y es evidente que pueden cambiarla
3-
Aumenta la culpa y la vergüenza de los enfermos mentales. Les hace sufrir doblemente: por su enfermedad y por ser los
causantes de su enfermedad. Esto puede dificultar su atención y su búsqueda de
ayuda también.
4-
Entorpece la relación médico-enfermo:
Si creemos en el libre albedrío es más fácil que juzguemos a los pacientes, y
que les juzguemos negativamente por sus conductas inadecuadas y por no
corregirlas. No creer en el libre albedrío ayudaría a aceptar al paciente, a
darnos cuenta de que está haciendo todo lo que puede hacer. Se sentiría más
escuchado y atendido. Veríamos sus limitaciones
psicológicas, que normalmente no se ven y esto disminuiría el sufrimiento
de los pacientes.
Conclusiones
Toda la teoría está en contra del libre albedrío; toda la
experiencia a favor
-Samuel Johnson
Creo que el debate acerca de la existencia o no del libre albedrío
sigue sin resolverse porque diferentes
sistemas psicológicos dan diferentes respuestas al mismo problema; chocan dos
intuiciones profundas e incompatibles de la mente humana. Escojamos la respuesta
que escojamos una mitad de nosotros no queda satisfecha, por lo que básicamente
el dilema no tiene solución. Una parte lógica, abstracta o “fría” nos
dice que todo efecto tiene causas previas y que el universo es determinista,
pero cuando hay un daño y alguien comete un asesinato, por ejemplo, el sistema
“caliente” se dispara y nos dice que el sujeto es responsable y se merece el
castigo.
Estos
sistemas psicológicos tienen su origen en la selección natural y es lógico
pensar que la creencia en el libre albedrío es adaptativa para el ser humano y
está cableada por tanto en nuestra mente. Tenemos unos instintos retributivos
que nos llevan a castigar las acciones que causan un daño; estas acciones
despiertan en nosotros unas “emociones reactivas”, como las llamaba el filósofo
P. F. Strawson padre de Galen Strawson, como la ira y el deseo de castigo y de
reparación, y en estas emociones podemos trazar el origen de nuestra creencia
en el libre albedrío. En este sentido es significativo que atribuyamos más
libre albedrío a las acciones malas que a las buenas(17), algo que demuestra
también el llamado efecto Knobe(18).
A pesar
de ello, creo que la pérdida de la
creencia en el libre albedrío es la próxima frontera en la evolución moral
humana. Las neurociencias la están poniendo en cuestión y este cambio en la
forma de pensar ya está empezando a tener repercusiones en el sistema legal y
en la aplicación de la justicia. Cambiar la creencia en el libre albedrío
supone una reestructuración de la sociedad en muchos sentidos y es de esperar
que las resistencias van a a ser muy fuertes. También se decía que si dejábamos
de creer en Dios no existiría la moral y nos comeríamos los unos a los otros.
Vemos que esta profecía no se ha cumplido. Podemos construir un mundo sin la
creencia en el libre albedrío, un mundo mejor y más habitable para todos, y en
especial para los enfermos mentales.
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