Esta entrada es un comentario del libro Men who beat the men who love them, de David Island y Patrick Letellier, un libro del año 1991…el primer libro que se publicó sobre violencia en parejas gays. Island y Letellier no son psicólogos, ni investigadores, ni académicos, sino básicamente dos personas afectadas por este problema: Patrick ha sido víctima de violencia de pareja y cuando escribe el libro han pasado apenas 3 años desde que abandonara a su maltratador, Stephen, y David es la persona que más le ayudó a salir adelante llegando a alojarle en su casa durante 4 meses. Dado que en aquellos momentos la violencia en parejas gays era algo absolutamente desconocido, David y Patrick se leen todo lo que existe sobre la violencia de pareja en heterosexuales y lo poquito que hay en homosexuales y con la experiencia de Patrick como guía y mucho sentido común y honestidad se lanzan a dar su visión del problema.
El libro tiene unas partes más teóricas acerca de la forma de entender la violencia de pareja y otras eminentemente prácticas. Creo que, aunque hayan pasado 27 años, sigue siendo una lectura interesante para profesionales relacionados con este campo, pero creo que puede resultar todavía más interesante para las víctimas de violencia de pareja, tanto homosexuales como heterosexuales. El libro tiene consejos detallados y finos sobre cómo prepararse para abandonar a una pareja maltratadora, como mantenerse fuera de la relación, cómo hay que ayudar a una víctima de violencia de pareja, consejos para amigos y familiares, etc. El análisis del estado psicológico por el que irá pasando la víctima, sus diferentes estados de ánimo y cómo ir enfrentándose a cada etapa creo que puede ser de gran valor para cualquier persona afectada. Al final termina con una serie de propuestas legislativas, políticas y sociales para publicitar, educar a la sociedad y combatir la violencia en parejas gays. Pero voy a centrarme en su visión o encuadre del problema en diversos aspectos, sobre todo aquellos en los que difiere del paradigma de género, el enfoque imperante. Empezaré por una serie de mitos que ellos intentan combatir desde el primer momento y que, aunque van a alargar un poco la entrada, creo que merece la pena señalar porque todavía circulan por ahí (a lo largo de la entrada voy a utilizar la expresión violencia doméstica (VD) porque es la que ellos emplean).
Mitos sobre la violencia en parejas gay
Mito 1: Sólo las mujeres heterosexuales son maltratadas; los hombres gays no son nunca víctimas de VD. Sobre esto dicen:
“Este mito es una de las piedras angulares de la negación acerca de la VD en hombres gays: que los hombres nunca son víctimas. Esta idea es a la vez sexista y peligrosa. Así como el maltrato en lesbianas nos fuerza a admitir que algunas mujeres pegan a sus parejas, la VD en hombres gays nos fuerza a algunos hombres como víctimas, lo que contradice los estereotipos en nuestra sociedad acerca de los hombres. La VD no usen asunto de género. Es un asunto de poder, un asunto legal y asunto de salud mental. La verdad es que los hombres pueden ser víctimas de violencia doméstica”.
Mito 2: La VD es más común en relaciones heterosexuales que en relaciones de hombres gays. Dicen que esto no es cierto y como prueba presentan unas estimaciones que ellos realizan sobre la posible frecuencia. Hay que decir que en aquellos años no había estudios epidemiológicos ni encuestas fiables sobre la prevalencia de VD en parejas homosexuales. Hoy en día sí los hay y dan la razón a David y Patrick.
Mito 3: La VD de los hombres gays es una “pelea”, y cuando dos hombres pelean es una lucha justa entre iguales. Dicen que esto es falso y poniendo como ejemplo el caso de Patrick señalan que claramente hay una víctima. También enfatizan que este mito se olvida del abuso psicológico y la destrucción de objetos. No es necesario ser golpeado para ser una víctima de VD y no se debe subestimar el daño que el abuso psicológico puede causar.
Mito 4: No es realmente violencia cuando dos hombres se pelean, es normal, se trata de chicos siendo chicos. Este mito, según ellos, transluce una actitud que existe en la sociedad: que es aceptable que los hombres sean violentos, que es normal. Escriben:
“No hay nada normal en la VD. La idea de que “los chicos son chicos” puede ser inofensiva cuando tenemos 6 años de edad, pero cuando un hombre tiene 26 y está en el hospital con los huesos rotos, y se los ha roto su amante, ¡esto no es normal! Esto es mucho más que “chicos siendo chicos”. Es violencia. Desafortunadamente, este mito está muy extendido en la comunidad gay”.
Mito 5: La VD entre gays es sólo una pelea entre amantes. Según los autores, hay una tremenda diferencia entre una pelea entre amantes y la VD. La violencia nunca es aceptable. Este mito ignora de nuevo la violencia psicológica: “que te acosen por teléfono en el trabajo, que te amenacen con suicidarse si le dejas, o que te estén gritando continuamente son algunas de las fuerzas psicológicas destructivas que intervienen en la VD y que la convierten en mucho más que una pelea entre amantes”
Mito 6: El maltratador siempre será más grande y fuerte; la víctima siempre será más pequeña y débil. Esto no es cierto porque un hombre más pequeño pero propenso a la violencia y airado puede hacer un gran daño a alguien más grande. Otra vez, este mito se olvida de la violencia psicológica. Como dicen los autores, no hace falta ser un gigante para romper tu colección de discos, cortar tu ropa o amenazarte con revelar que eres homosexual.
Mito 7: Los hombres que maltratan bajo los efectos del alcohol no son responsables de sus acciones. Luego veremos que para Island y Letellier las drogas y el alcohol son excusas para la violencia que no disminuyen de ninguna manera de la responsabilidad.
Mito 8: La VD doméstica en gays ha aumentando como resultado de la epidemia de SIDA, el alcoholismo y las drogas. Argumentación similar a la anterior.
Mito 9: La VD en gays es una conducta sexual, una versión de sadomasoquismo, a la víctima en realidad le gusta. El argumento de los autores, como es lógico, es que el sadomasoquismo no tiene nada que ver con la VD.
Mito 10: La ley no protege a las víctimas gays de VD. Este mito es verdad en parte pero la postura de Patrick es que el sistema judicial y la policía en general le han resultado de gran ayuda y le han tratado bien cuando ha puesto denuncias porque Stephen quebrantaba la orden de alejamiento o lo que fuera.
Mito 11: Las víctimas a menudo provocan la violencia. Reciben lo que merecen. Sin comentarios.
Mito 12: Las víctimas exageran la violencia que sufren. Si fuera para tanto, sencillamente se marcharían. Para mucha gente, una de las cosas que más les cuesta comprender acerca de la VD en general es que la víctima no se marche. David y Patrick explican muy bien cómo no es tan fácil romper con la persona que amas, con tus amigos y cómo el propio maltrato convierte al maltratador en la fuente de apoyo de la víctima, algo más frecuente en gays porque suelen carecer de otros apoyos, como los familiares.
Mito 13: Es más fácil para los gays víctimas de VD abandonar a su pareja que para las mujeres heterosexuales. Esto no es cierto porque muchos gays dependen financieramente de sus parejas, o están criando hijos o pueden vivir el fracaso de la relación como un fracaso personal. Como decía en el mito anterior, muchos gays están alejados de sus familias debido a homofobia o heterosexismo y esto hace que pongan mucho más valor en la relación de pareja (es un poco un sentimiento de “nosotros contra el mundo”), que muchas veces es su única familia. La verdad es que las razones por la que los gays se quedan en la relación son muy similares a las de las mujeres heterosexuales o lesbianas y a las de los hombres heterosexuales maltratados.
Mito 14: La VD en gays ocurre sobre todo en hombres que andan mucho por bares, son pobres o de color. La VD no tiene límites de raza, religión, educación ni clase.
Mito 15: Las víctimas de VD son “co-dependientes”. Esto de la “co-dependencia” sale bastante por el libro, debía ser una cosa de moda en las consultas de psicología de la época y a David y Patrick les pone enfermos.
Género.
Ya desde la introducción y en distintos puntos a lo largo del libro exponen su concepción de que la VD no es un problema de género:
“La violencia doméstica no es un asunto de género, dado que tanto hombres como mujeres pueden ser maltratadores o víctimas. La violencia doméstica es un delito y los perpetradores son criminales. Los actos individuales de violencia doméstica no son causados por una provocación de la víctima, ni por una sociedad patriarcal violenta, ni por el alcohol o cualquier otra excusa o racionalización que podamos imaginar. La violencia domestica es causada por individuos, gente violenta. Porque la violencia doméstica es una decisión tomada por el maltratador, unas acciones violentas y premeditadas del agresor. Los abusadores quieren hacer daño a sus amantes. Por lo tanto, la violencia doméstica es un enorme problema mental en América.”
Más adelante hablaré de la relación que ellos ven entre salud mental y violencia de pareja pero en esta declaración de intenciones que aparece en la introducción vemos ya algunos de los temas que ya nos ha salido en los mitos y que son recurrentes. Tal vez el más importante -y que repiten hasta la saciedad- es que el responsable, el causante, el origen de la VD es el agresor: “La única causa de la violencia domestica de los hombres gay son los hombres violentos”. No van a admitir ninguna excusa, ni el alcohol, ni trastorno mental, ni provocaciones, etc., que pueda desplazar la responsabilidad de la persona que actúa violentamente.
¿Y cuál es la alternativa que ellos defienden? En algún momento reconocen que no se conoce la causa de la violencia de pareja pero ellos creen que primariamente la VD es un problema de poder, el perpetrador adopta el papel del que tiene el poder y la víctima el rol del que no tiene poder. Mucha otra gente dedicada hoy en día a la violencia de pareja en homosexuales defiende esta postura de que se trata de un problema de poder y control. Para David y Patrick, además es un problema de salud mental.
Salud mental y VD
La postura de los autores en este tema es doble. Por un lado no aceptan que los abusadores sufran ningún trastorno mental en el sentido de disminuir su responsabilidad, pero sí plantean que los maltratadores no son normales, que sí tienen un trastorno mental, que es tratable (porque según ellos la violencia es una conducta aprendida y se puede desaprender…no dan ningún margen a la posibilidad de una heredabilidad de la conducta violenta o delictiva) y reversible y los maltratadores se pueden recuperar.
Para ellos, que rompas los huesos de tu pareja es un signo claro de disfunción mental. Proponen el siguiente experimento mental. Imaginemos que un extraterrestre llega a la Tierra y nos pregunta cómo puede ser un miembro mentalmente sano de nuestra sociedad. ¿Le diríamos a este alienígena que tiene que aprender las “cualidades de maltratar”, que tiene que crear una atmósfera de intimidación y miedo en casa con su pareja para ser considerado normal? Evidentemente, no, por mucho que admitamos que nuestra cultura es violenta. Para los autores la VD no es normal y es un delito.
Es muy curioso que llegan a proponer algo así como el Trastorno de Maltrato Progresivo para incluir a los maltratadores en el DSM y enumeran la lista de criterios correspondiente.
Causas Sociales versus individuales
Hay mucha gente que piensa que las raíces de la VD están en los procesos de socialización de nuestra cultura. Según ellos, se enseña a los jóvenes a ser violentos por lo que la culpa es de la sociedad. Para David y Patrick es igual de erróneo culpar a la sociedad por los actos violentos de un hombre contra su pareja como culpar a la víctima. Es el estado mental del abusador la causa de su conducta y es un mito ilógico creer que la sociedad causa los actos individuales de violencia doméstica. Estas teorías del aprendizaje y sociopolíticas que intentan explicar el desarrollo de hombres violentos son incapaces de dar cuenta del desarrollo de mujeres violentas que maltratan a sus maridos, de mujeres violentas que abusan de niños y mayores y de mujeres lesbianas que pegan a sus amantes. Ademas, estas teorías no pueden explicar el hecho de que la mayoría de los hombres y mujeres no son abusadores. ¿Cómo surge la gente no-violenta de la misma sociedad de la que emerge la gente violenta? ¿De la misma familia incluso que el agresor? Es una minoría de individuos la que se convierte en abusadores domésticos en nuestra sociedad.
David y Patrick señalan el doble mensaje que se les da a los maltratadores en los programas de tratamiento habituales:
Mensaje Uno: “Vamos a trabajar primero contigo como un maltratador individual para arreglar tu terrible psicología y cambiar tu conducta extraordinariamente desviada pero no ten vamos a decir que eres un desviado.”
Mensaje Dos: Te vamos a decir que tu violencia es inaceptable y que eres responsable de ella pero también te diremos que eres normal y que es nuestra enferma sociedad la causa de que te comporte como lo haces”.
El silencio de la comunidad gay
Según Island y Letellier, la comunidad gay evita el problema. Algunos miembros de la comunidad gay piensan que si se conociera el problema de la VD en gays aumentaría la discriminación anti-gay por parte del mundo heterosexual. Otros creen que las malas noticias hay que suprimirlas. Otros creen que los gays tienen una imagen que mantener, alguno creen que ellos son más ricos, mejor educados que los heterosexuales y que se esfuerzan más en llevar una vida más ilustrada. Pierce J. Reed resumía la situación de entonces: “en cuanto a la violencia en las relaciones gays hay incluso más silencio y negación que la que hay acerca del maltrato en lesbianas. Con la importante excepción de algunos programas en San Francisco y New York la comunidad gay tiene todavía que responder al problema del maltrato gay”.
Bueno, es imposible recoger todos los aspectos del libro así que habrá que ir concluyendo. Voy a cerrar la entrada volviendo a la cuestión del género con un extracto que aparece ya en la parte final del libro:
“La VD se explica mejor como causada por perpetradores, de cualquier género, que tienen serios problemas psicológicos, así como problemas de poder y control. Es una persona con proclividad a conductas abusadoras la que se convierte en abusador y cualquier persona en America, hombre o mujer, lesbiana o gay, puede haber aprendido a ser un maltratador.
El aprendizaje social y las teorías sociopolíticas y género-económicas son adecuadas para explicar los mecanismo por los que algunos individuos adquieren las actitudes y conductas controladoras, manipulativas, intimidatorias y explotadoras propias de los abusadores. Pero es absurdo aplicar estas teorías sólo a hombres. Una persona abusiva trata de controlar y manipular a otra gente en la que cree que el control puede funcionar. Lógicamente, las madres abusivas pegan a los niños por la misma razón que los maridos abusivos pegan a las esposas: como personas trastornadas que intentan controlar a otros seres. Lo hacen porque pueden, no por su género. Y “pueden” porque tú y yo no les paramos. Nosotros aprobamos y sancionamos su conducta por la inacción. Los roles estereotípicos de sexo que nuestra cultura asigna a hombres y mujeres no son adecuados para explicar la dinámica de la VD de lesbianas y gays ni otras formas de violencia doméstica que no sean el abuso de la esposa.
Es también imposible aplicar las mismas teorías anti-hombre sociológicas y basada en el género a todo el mundo. Todos crecemos y nos desarrollamos en la misma cultura general. Las teorías, que intentan mostrar cómo se desarrolla un hombre violento son sencillamente incapaces de explicar cómo todos los demás, hombre o mujer, la mayoría de ambos, termina siendo no violento.
Todas las teorías que dicen que la sociedad es la única causa de la conducta violenta deben someterse al test de la “aplicación inversa”: si la teoría no puede explicar cómo emergen hombres y mujeres no violentos de la misma cultura que los hombres y mujeres violentos, entonces esa teoría es defectuosa. De hecho, también, es errónea. Las característica del agresor, no su género, son los mejores predictores de si un niño se convertirá en víctima de abuso infantil o si un adulto será una víctima de abuso de pareja.
Finalmente, creemos que mientras que hombres y mujeres víctimas no comparten un perfil de personalidad, hay considerable evidencia de que los abusadores hombres y mujeres tienen muchas características en común y que sus diferencias (el género, específicamente) son menos importantes que su parecidos en predecir sus proclividades abusivas.
La violencia doméstica no es un asunto de género.
@pitiklinov