jueves, 28 de septiembre de 2017

Libre albedrío y necesidad de castigar

Volvemos de nuevo al eterno tema del libre albedrío, pero en este caso de una manera indirecta. No vamos a entrar en el debate filosófico de si existe o no existe sino de cuál puede ser su función u origen. En un reciente artículo, Clark y cols. proponen que el libre albedrío sirve para justificar los impulsos a castigar al hacer a los que infringen las normas moralmente responsables, y así justificamos su castigo sin sufrir el estrés que hacer daño a un semejante implica.

Castigar es a menudo aversivo porque es hacer daño a una persona y hay una norma moral universal que dice que hacer daño a los demás está mal. Hay datos de que tenemos una aversión innata a hacer daño a un semejante y que hacer daño, o simplemente pensar en ello, produce reacciones negativas fisiológicas y emocionales. Incluso los nazis tuvieron que buscar estrategias para conseguir superar la empatía innata que despierta en nosotros el sufrimiento humano. Los soldados que participaban en los asesinatos de judíos sufrían ansiedad grave, pesadillas, trastornos gastrointestinales, etc. y las autoridades recurrían a estrategias como administrarles alcohol. Posteriormente se buscaron mecanismos que pusieran distancia entre el verdugo y la víctima para que los asesinatos fueran más fáciles de llevar a cabo. Hay también testimonios de cómo incluso en las guerras a los soldados les costaba disparar contra el enemigo. Es muy famosa la anécdota que cuenta George Orwell de la guerra civil española en la que en una ocasión descubrió a un enemigo subiéndose los pantalones después de hacer sus necesidades y que no fue capaz de disparar porque no pudo ver en él a un fascista sino a una criatura semejante a él mismo.

En el caso del castigo, que es una forma de daño, nos encontramos con una situación de ambivalencia. Por un lado, es absolutamente necesario para la supervivencia de una sociedad que  castigue a los individuos que se saltan las normas y en este caso la sociedad invalida esa norma universal que comentábamos de no hacer daño al prójimo. El castigo es un daño justificado moralmente por lo que podríamos pensar que no produce reacciones aversivas, pero esto no es así. Por un lado, es verdad que se dice que “la venganza es dulce” y que castigar a alguien que ha hecho algo malo activa el circuito de recompensa del cerebro, es decir, que produce placer. Pero también es cierto que aunque teóricamente sepamos que hay que castigar, hacerlo cara a cara no resulta fácil. Sabemos que personas que han participado en un jurado que ha sentenciado a muerte al acusado sufren pesadillas y problemas emocionales que duran meses. Verdugos que han realizado ese trabajo en nombre de la sociedad también tienen con frecuencia problemas mentales. Castigar a otros se ha asociado a depresión, estrés y menor satisfacción con la vida. Por lo tanto, el castigo supone un dilema que hay que solucionar.

Los autores del artículo lo que plantean es que hay que hacer el castigo más aceptable y que el libre albedrío sirve precisamente para eso, para facilitar el castigo y para aliviar el malestar que produciría hacer daño a otro ser humano. A pesar de que filósofos y psicólogos llevan siglos sin ponerse de acuerdo, la gente de la calle lo tiene muy claro: el libre albedrío existe. ¿Por qué la gente normal está de acuerdo y tiene resuelto el debate filosófico más complicado de todos los tiempos? Clark y cols. proponen que una de las causas de ese consenso es la necesidad de castigar. Para poder castigar tiene que estar justificado hacerlo y es de sentido común que no se puede castigar a la gente por cosas de las que no son responsables, por conductas que no han elegido libremente. A los niños o a enfermos mentales no se les considera responsables y si no creyéramos en el libre albedrío habría que extender esa inocencia a todo el mundo. La creencia en el libre albedrío permite ver a los demás como responsables de sus acciones. Por eso decíamos más arriba que castigar puede producir placer pero para ello tiene que estar justificado  y en ese caso sí puede producir una gran satisfacción.

En el artículo que comentamos los autores realizan cinco experimentos en los que no vamos a entrar. Algunos de ellos son sólo correlacionales y otros son experimentos de laboratorio en los que utilizan un juego económico en los que alguien hace algo injusto pero se manipula el grado de libertad o intencionalidad con el que lo hace. Resumiendo, lo que se observa es que la gente sufre malestar y ansiedad cuando castiga pero sólo si  el agredido no eligió libremente su acción. Cuando de diversas maneras se aumenta la creencia en el libre albedrío se disminuye el malestar que produce castigar.

Si los resultados de este estudio son ciertos parece que podría tener razón Nietzsche que fue el primero en avanzar esta hipótesis como vemos en la figura. Desde el punto de vista evolutivo, estos resultados sugieren que los humanos han podido desarrollar una propensión para creer en el libre albedrío porque permite a la gente superar la aversión a hacer daño a la hora de castigar, siendo el castigo una necesidad de los grupos humanos. En otras palabras, la gente que creyó en el libre albedrío tenía más deseos de castigar a los demás y esto impidió que los delitos y el desorden se extendieran por el grupo. Los grupos en los que no se creyó en el libro albedrío habrían tenido un menor éxito reproductivo y habrían desaparecido.

@pitiklinov

Referencia:








jueves, 21 de septiembre de 2017

La indignación moral en la era digital

Hablábamos en la entrada anterior de la epidemia moralista que recorre Occidente, de esa especie de Olimpiada moral en la que cada día hay que batir los récords morales del día anterior y decíamos que era un fenómeno digno de estudio. El artículo que voy a comentar en esta entrada creo que nos da cuando menos una explicación parcial de este fenómeno. Se trata de un artículo de Molly Crockett, una investigadora especializada en temas relacionados con la moralidad, que se titula como esta entrada. La indignación moral es una poderosa emoción que motiva a la gente para avergonzar y castigar a los que se portan mal. Tiene un lado positivo: aumentar la cooperación y controlar a los malos. Pero el castigo tiene también un lado negativo: empeora el conflicto social al deshumanizar a los otros y lleva a una escalada en las contiendas. La indignación moral es tan antigua como la civilización pero lo que Crockett  plantea es que los medios digitales, Internet y las redes sociales, han cambiado por completo la expresión de la indignación moral de tres maneras principales: a) exacerban la expresión de la indignación moral al inflar los estímulos que la desencadenan, b) reducen los costes de la expresión de la indignación moral, y c) amplifican los beneficios personales

Disparadores de la indignación moral

La gente se indigna cuando piensa que una norma moral ha sido violada. Pero en la vida diaria no se observan muchas violaciones de las normas. Un estudio en EEUU y Canadá encuentra que en menos del 5% de las experiencias de la vida diaria se experimenta o presencia un acto inmoral. Pero Internet nos expone a grandes cantidades de actos inmorales, desde las prácticas corruptas de Wall Street, al tráfico de niños en Asia o al genocidio en Africa y la lista sería interminable. El bombardeo de actos inmorales es continuo. Antes de Internet era el cotilleo el que extendía las noticias de las malas acciones pero su alcance era limitado. Hay estudios de que en Internet se comparten más las noticias que disparan emociones morales como la ira por lo que compartir ese tipo de material genera beneficios en el sentido de likes y retuits. 

Me voy a detener en un tema que toca Molly en este punto porque creo que es muy interesante, el de los estímulos supernormales porque es un concepto evolucionista muy potente que nos ayuda a entender muchas cosas de nuestra cultura. Está explicado en esta entrada pero lo resumo brevemente. Un estímulo supernormal es un estímulo artificial que exagera las características del estímulo natural haciéndolo irresistible y mucho más atractivo para el animal que el estímulo natural. Por ejemplo, a un ave que incuba huevos azules se le pone un huevo más grande y más azul y el ave se esfuerza por incubar el huevo artificial abandonando su propio huevo y sus crías. Un donuts de chocolate es un estímulo supernormal que exagera los rasgos dulces por los que nos sentimos atraídos de forma natural. Unos pechos de silicona son un estímulo supernormal y el programa Gran Hermano es un estímulo supernormal que sacia nuestro gran apetito por la información social. 

Lo que Molly plantea es que las redes sociales son estímulos supernormales para la indignación moral y disparan una indignación moral mayor de la que dispararían los estímulos de la vida diaria. No uso otras redes sociales aparte de Twitter pero está claro que a Twitter esta consideración de estímulo supernormal para la indignación moral le viene como anillo al dedo. Resumiendo, los medios digitales transforman la indignación moral al cambiar tanto la naturaleza como la prevalencia de los estímulos que la disparan

La experiencia y expresión de la indignación moral

La violación de las normas morales hace que la gente experimente indignación moral y la exprese vía cotilleo, culpabilización y castigo. Los medios digitales pueden alterar esta expresión de maneras contrapuestas. Por un lado, es posible que se produzca una fatiga  al estar expuesto continuamente a los estímulos de actos inmorales pero por otro lado, hay estudios de que dar rienda suelta a la ira engendra más ira, es decir, la expresión de indignación moral favorece la subsiguiente expresión de más indignación moral. Hacen falta más estudios para saber cuál de estas dos posibilidades predomina.

La gente exprese su indignación moral de diversas maneras según el esfuerzo que se requiera y las limitaciones que existan. En la vida real hay que cotillear o enfrentarse a los malos o incluso llegar a la agresión física, lo que implica riesgos. Pero en el mundo digital se puede expresar la ira tecleando una frases en un momento desde la comodidad de nuestra habitación. Por tanto, el umbral para expresar la ira es seguramente mucho más bajo que en el mundo real. Por otro lado, expresar la indignación en persona requiere una proximidad física, pero en Internet la expresión de la indignación no está limitada por la ubicación geográfica, la hora ni otras consideraciones. Un caso paradigmático es el de Justine Sacco

Esta facilidad plantea la intrigante posibilidad de que la gente pueda expresar indignación moral incluso sin sentirla, es decir, sin que experimenten realmente la indignación que su conducta en la red implica. Por supuesto, es también posible que  la gente busque simplemente señalar virtud ante los demás de forma interesada. Igual que hay gente que picotea continuamente sin tener hambre se podría expresar indignación moral sin sentirla. También se da otra circunstancia interesante y es que las recompensas en las redes (en forma de likes, retuits, etc.) ocurren de forma impredecible y es conocido que ese patrón  de refuerzo promueve las conductas adictivas

Costes y beneficios de la indignación moral

Como decíamos, la expresión de la indignación moral implica riesgos. En la vida real al castigar puede haber una retaliación pero en el mundo digital es diferente. La gente suele estar aislada en cámaras donde intercambia información principalmente con gente de su misma cuerda y además uno se pierde en la masa cuando son muchos los que muestran la indignación. 

Otro coste de la expresión de la indignación es el malestar empático: culpar y castigar a los demás implica hacer daño a otro ser humano lo que es desagradable para nosotros de forma natural. El mundo digital reduce este estrés al presentar a las personas  por iconos bidimensionales y así su sufrimiento es menos visible. Es más fácil castiga a un avatar que a alguien cuya cara y dolor estamos viendo personalmente.

A pesar de los costes, la gente está motivada para castigar. Una razón es que expresar indignación beneficia al sujeto ya que señala su calidad moral a los demás. El hecho de que uno está más dispuesto a castigar cuando otros están mirando indica una preocupación por la reputación que alimenta nuestro apetito por la indignación moral. Obviamente, las redes amplifican enormemente el efecto sobre la reputación porque en el mundo real sólo van a observar nuestra virtud unas pocas personas mientras que en Internet será toda la red social e incluso más allá. Un simple tuit puede llegar a millones de personas. 

Expresar indignación moral no sólo beneficia a los individuos sino que puede beneficiar a toda la sociedad al señalar a todo el mundo las conductas que son inaceptables. Pero los medios digitales limitan los beneficios potenciales de la indignación moral de varias maneras. Primero, la separación en cámaras que decíamos hace que el mensaje no llegue a las dianas deseadas y que cambien su conducta porque ellos están en otro submundo digital. Segundo, al bajar el umbral para la expresión de la indignación se puede perder la distinción entre lo meramente desagradable y lo realmente odioso. Tercero, expresar indignación on-line puede hacer que la gente se implique menos en las causas sociales en el mundo real, por ejemplo con donaciones o con voluntariados. 

Por último, existe el serio riesgo de que la indignación en la era digital profundice las divisiones. Un reciente estudio encuesta que el deseo de castigar a otros les hace menos que humanos, los deshumaniza. Por ello, si los medios digitales exacerban la indignación moral pueden aumentar la polarización social al deshumanizar a los del otro bando, a las dianas de nuestra indignación. La polarización está aumentando a un ritmo alarmante en EEUU y en muchos otros lugares con una disminución asociada en la confianza. Si los medios digitales aceleran este proceso, corremos un gran riesgo si lo ignoramos.

A modo de conclusión es muy probable que la indignación moral sea un fuego e Internet su gasolina. Creo que el análisis de Crockett es muy acertado y que los medios digitales nos explican en parte la gran explosión moral que estamos presenciando y de la que hablábamos en la entrada anterior. Evidentemente, no explica el fenómeno en su totalidad pero no olvidemos que aunque toda esta explicación se refiera al mundo digital, el mundo real es cada vez más una extensión del mundo digital y no al revés. Lo que ocurre en el mundo real se ha cocinado antes en Internet, se retransmite mientras ocurre y se cuenta y analiza después de que ha ocurrido en las redes. Cada vez vivimos más en y para el mundo digital. Todos estos datos que hemos comentado deberíamos utilizarlos para entender que las nuevas tecnologías pueden transformar las ancestrales emociones sociales de ser fuerzas para el bien común a convertirse en herramientas para la autodestrucción colectiva.

@pitiklinov

Referencia:



martes, 19 de septiembre de 2017

Del Nuevo Ateísmo a las Nuevas Religiones


El cerebro segrega pensamiento como el hígado segrega bilis.
- Pierre-Jean-George Cabanis (1802)

Hubo un tiempo en que se decía -y algunos todavía lo dicen- que Dios era el soporte de la moral y que si Dios desaparecía, el mundo se convertiría en una nueva Sodoma y Gomorra, en un lugar de depravación e inmoralidad inhabitable. En esta entrada propongo que lo que estamos viviendo hoy en día demuestra bien a las claras que esto no es cierto. Hace tiempo que Dios ha muerto pero la moralidad goza de una salud excelente, yo diría que excesiva.

Hace unos años se puso de moda el Nuevo Ateísmo de la mano de los famosos cuatro jinetes del apocalipsis: Richard Dawkins, Daniel Dennett, Christopher Hitchens y Sam Harris. Aparecían con frecuencia en los medios pero Hitchens falleció, Dawkins desde sus problemas de salud tiene un perfil muy bajo, Dennett está desparecido en combate y el único que sigue activo es Sam Harris. Llegaron a tener un impacto en la sociedad pero su influencia ha desaparecido. Su lugar ha sido ocupado, paradójicamente, por Nuevas Religiones como el feminismo, el altruismo efectivo, los guerreros por la justicia social, lo políticamente correcto, etc.

Una religión es una estructura compleja  con muchos componentes. Uno de los ingredientes más obvios es la creencia en seres sobrenaturales. No es en ese sentido en el que hablo de nuevas religiones. Sabemos también que la religión cumple otras funciones sociales como unir al grupo (se dice que religión viene de religare -unir- pero no sé si es cierto) y favorecer la colaboración entre los miembros de una sociedad. También sienta las normas de conducta por la que deben regirse sus miembros y sabemos que ese papel de control social se potenció cuando las sociedades se hicieron más grandes y había que interactuar con desconocidos. Los dioses de los cazadores recolectores no se metían en la vida de la gente pero lo que apareció con la época de los reinos y los imperios posteriores a la agricultura fueron unos grandes dioses que sí tenían una agenda moral y se encargaban de vigilar que todo el mundo hiciera el bien y de castigar los actos moralmente ilícitos.

Es en este sentido en el que hablo de religión, en el de un sistema de creencias y de normas morales que no pueden ser discutidas, en el de la existencia de un dogma, de una ortodoxia y de unos mecanismos dedicados a vigilar y castigar al que viola las normas. Es en ese sentido en el que parecen estar surgiendo nuevas religiones como hongos. Por poner un ejemplo de dogma referido al feminismo, hace un tiempo el Pais informaba de un estudio coordinado por la Secretaría de Estado de Seguridad, en el que participa un equipo de criminólogos y psicólogos, para averiguar las causas de los homicidios de pareja. Muchas feministas protestaron la conveniencia de ese estudio dado que ya sabemos la causa (el machismo) así como la solución (más feminismo). Jesús Zamora Bonilla trató de forma excelente este tema.

La búsqueda de la virtud y de la santidad es una característica de nuestra época. Por ejemplo, si hablamos del altruismo efectivo, hay gente que se ha dedicado a una carrera en bolsa (en lugar de algo que personalmente les atraía más) porque eso les permite tener más ingresos y donar así más dinero a las organizaciones benéficas más eficaces y hacer así el mayor bien posible, que es el objetivo (aunque ahora se cuestiona si trabajar para Wall Street y así donar más dinero es bueno) . Ha aparecido un nuevo derecho que es el derecho a no ser ofendido pero como no todos pensamos igual siempre existe la posibilidad de decir algo que sea ofensivo para alguien así que la mejor manera de no ofender es no decir nada. Y en EEUU está en todo su esplendor un debate sobre la libertad de expresión y sus límites, libertad que se quiere restringir. Dios no existirá pero no dejan de aparecer nuevos pecados: comer carne, fumar, ir en coche a trabajar…

No entro a discutir la calidad moral o no de todas estas cosas, sólo describo una situación que a mi modo de ver se caracteriza por una hipertrofia de la moral, por un boom moral que afecta a cada vez más esferas de la vida y que puede llegar un momento en que sea asfixiante. En las universidades americanas la gente tiene ya miedo de hablar y va por los pasillos mirando al techo para no hacer algo que sea malinterpretado aunque también no mirar a la gente puede ser probablemente una ofensa.

Parodiando la cita de cabecera, podemos decir que el cerebro humano produce religión, dioses, y normas morales igual que el hígado produce bilis. Está claro que Dios no es la causa de las normas morales  sino más bien una consecuencia. Porque Dios ha muerto pero cada vez menos cosas están permitidas. Dios ha muerto pero cada vez hay más mandamientos, dogmas e Inquisición. Dios ha muerto pero cada vez hay más pecados. Un fenómeno digno de estudio.

@pitiklinov


domingo, 17 de septiembre de 2017

Lo frecuente es bueno

Las normas morales son las nociones compartidas en una sociedad acerca de lo que está bien y lo que está mal y sirven para regular las conductas sociales en todos los aspectos de la vida humana. Como hemos visto con frecuencia en el blog, la teoría de la evolución nos da explicaciones convincentes de la existencia de la moralidad y las normas morales, pero hay un aspecto que es menos comprendido y es el del cambio de los juicios morales a lo largo del tiempo. En esta entrada vamos a comentar un artículo que hace una aportación interesante a este problema. Lindström y cols proponen la existencia de un heurístico que consiste en deducir el valor moral de una conducta a partir de su frecuencia, lo llaman “lo frecuente es bueno” (common is moral). 

Un heurístico es un procedimiento, algoritmo o regla que nos ayuda a tomar una decisión cuando encontrar la solución óptima a un problema es muy complicado. Digamos que es un atajo que nos permite llegar a una buena decisión en la mayoría de las ocasiones, aunque no sea perfecto. Un ejemplo sería el “heurístico de la disponibilidad”, por ejemplo cuando queremos saber el tamaño de una ciudad. Si nos preguntan las ciudades más grandes de Alemania deduciremos que los nombres que nos vienen a la cabeza son los de las ciudades más grandes y en general acertaríamos. Lo que hacemos es sustituir el atributo tamaño por el atributo nombres que nos vienen a la cabeza. En el caso del heurístico “lo frecuente es bueno” sustituimos “valor moral” por “frecuencia conductual”.

Las normas morales cambian en el tiempo. Por ejemplo, un estudio realizado en Sudáfrica ha encontrado que la evasión de impuestos se considera en 2014 un 48% más justificable que en 1981. Sin embargo, en Méjico en el mismo período la evasión de impuestos se considera un 35% menos justificable. Hace años fumar se consideraba una preferencia personal y ahora se considera en muchos sitios y por muchas personas como moralmente malo. Las relaciones prematrimoniales se consideraban antes como la violación de una norma moral y ahora se consideran totalmente normales. Es decir, hay cosas que antes eran moralmente neutras que se moralizan y otras que están moralizadas y dejan de estarlo. Este proceso se llama moralización, lo ha estudiado Rozin y ya hemos hablado de él

Pero este proceso de moralización y de cambio de normas morales es muy interesante porque da lugar a tensiones y conflictos en las sociedades al no producirse en todos los individuos a la misma velocidad. Actualmente estamos viendo cómo algunos individuos o sectores han moralizado el consumo de carne o los eventos taurinos mientras otros sectores de la población son todavía refractarios a este cambio de normas morales. Estas diferentes velocidades morales son peligrosas por el riesgo de aparición de conflictos cuando las personas pertenecen a universos morales diferentes como vimos en esta entrada sobre el genocidio. No vamos a entrar ahora en ese tema porque lo que nos interesa simplemente es que las normas morales cambian y que sabemos poco sobre esos cambios.  

Los autores de este trabajo plantean que la gente utiliza la frecuencia de las conductas como base para deducir su valor moral. Esta conjetura se basa en todo un cuerpo teórico que es el de la influencia social por el que sabemos que la gente cambia su conducta debido a la influencia de personas con otras conductas diferentes. Un campo de esta influencia social es el de la conformidad, estudios que ya inició el pionero Solomon Asch, en los que se ve que la gente se deja influir por lo que dice la mayoría, el número importa. Expertos en evolución cultural como Richerson y Boyd han demostrado que los humanos imitamos lo que hace la mayoría y también imitamos lo que hacen las personas de éxito, las de alto estatus y prestigio. Lo que en este trabajo se demuestra es que la conformidad afecta también a las normas morales.

No vamos a entrar en la metodología de la investigación de estos autores que consiste en nueve estudios diferentes basados en el Public Good Games donde los participantes tienen que juzga la moralidad de acciones egoístas y altruistas mientras los investigadores tienen la capacidad de manipular las frecuencias de estas conductas. Lo que los investigadores encuentran es lo siguiente:

  • La frecuencia relativa de las conductas afecta a su valoración moral

  • Las conductas frecuentes se ven como más buenas moralmente y menos merecedoras de castigo. Las conductas egoístas se ven siempre como más merecedoras de castigo pero menos si son frecuentes.

  • Los juicios de conductas frecuentes se hacen de forma más rápida que los de conductas raras.

  • El heurístico “Lo frecuente es bueno” explica tanto la estabilidad de las norma morales como el cambio de estas normas. Si un número suficiente de individuos empiezan a realizar conducta que violan las normas morales esta conducta se verá cada vez como más buena moralmente y si pasa de cierto umbral se generalizaría y se produciría el cambio de valores. Vemos la existencia de un mecanismo de retroalimentación: a más frecuencia más bondad lo que lleva a su vez a mayor frecuencia de la conducta y así sucesivamente.

  • La influencia social se debe a la frecuencia de las conductas (esto lo demuestran con una simulación de un modelo y su análisis estadístico)

  • La gente es conformista no solo a nivel conductual sino a nivel moral

  • El heurístico “Lo frecuente es bueno” es suficiente para explicar el cambio de normas morales. Si un número suficiente de individuos entra en ese mecanismo de retroalimentación que hemos descrito. Los autores no dicen que “lo frecuente es bueno” sea la única causa de los cambios morales (hay otras como razonamiento moral, percepción de daño, etc.) pero la fuerza de este heurístico es tal que en sus modelos es suficiente para generar el cambio.


Este heurístico “lo frecuente es bueno” es una aportación importante por otra razón además de la de explicar el cambio de normas morales y es porque nos ayuda a entender la Falacia naturalista. La Falacia naturalista consiste en creer que lo que “es”, lo que es natural, es también lo que “debe ser”. Es decir, que de un hecho deducimos un valor moral. Lo “frecuente es moral” nos proporciona un mecanismo psicológico por el que conductas que son frecuentes se transforman en conductas buenas. Se mezclan dos planos lógicos distintos (el de la realidad y el de los valores), lo que es evidentemente un error, pero la existencia de este heurístico nos explica lo tremendamente frecuente que es este error de mezclar valores y hechos. Hay un sesgo similar al que estamos tratando aquí que se conoce como sesgo de la existencia (existence bias), según el que la gente prefiere las cosas que existen, las ven de forma más favorable que las alternativas. Por tanto, lo que existe, el statu quo, se asume como bueno, atractivo y deseable. Realmente, estos sesgos cognitivos parece que sí nos abren el camino hacia una explicación psicológica de la existencia de la Falacia naturalista.

Sin embargo, creo que “lo frecuente es bueno” nos ayuda a entender la causa próxima del cambio de valores o normas morales, pero no nos ayuda a explicar la causa última. Es decir, la pregunta última sería “¿por qué algo se hace frecuente?” “¿por qué algo se moraliza?”. Los autores sugieren que sí, que este heurístico puede explicar la moralización, que de dos cosas neutras moralmente, una de ellas se puede hacer más frecuente al azar y establecerse como un valor moral. Personalmente no lo veo claro. Una vez que algo se hace frecuente es verdad que este mecanismo psicológico de imitar lo más frecuente y de considerarlo bueno nos aclara muchas cosas. Pero no todo lo frecuente se considera bueno ni todo lo raro malo. ¿Por qué unas cosas se moralizan y otras no? ¿por qué algunas cosas consiguen extenderse en la población y pasar ese umbral crítico para conseguir reemplazar unos valores por otros y otras conductas no lo consiguen? ¿Podemos coger cualquier conducta y hacerla frecuente y por tanto que sea considera buena? Mi impresión es que “lo frecuente es bueno” no puede llegar tan atrás. 
Creo que esos cambios iniciales responden a un cambio en la realidad social y que no son aleatorios. Por ejemplo, en el caso que hemos comentado al principio del cambio en la valoración de la evasión de impuestos en Sudáfrica y Méjico en distintas direcciones creo que eso se deberá probablemente a cambios sociales en esos países. Pero es un campo muy interesante para nuevas investigaciones.

Nos faltaría, para acabar, decir algo sobre el origen evolutivo de este mecanismo psicológico que nos lleva a pensar que lo frecuente es bueno. Las normas sociales sirven para coordinar las acciones de un grupo y para favorecer la colaboración. Para coordinar la acción de un grupo en caso de conflicto hay que decidir en qué bando se pone uno y decidirlo rápido para evitar una parálisis a la hora de actuar. Estar en el lado equivocado de un conflicto puede tener unos costes muy elevados y ésta parece la explicación del “lo frecuente es bueno”. A la postura más frecuente se le adjudicaría un mayor valor moral y así el grupo podría coordinar su acción de manera rápida y eficaz. Los hallazgos del estudio de que  los juicios morales de conductas frecuentes se hacen con mayor rapidez apoya esta idea de que escoger bando sería más rápido cuanto más grande es la mayoría y así se evitaría el coste de estar en el lado equivocado.

@pitiklinov

Referencia:







lunes, 11 de septiembre de 2017

Estudios genéticamente informativos

Un gran número de estudios de sociología y de psicología son una pérdida de tiempo y dinero porque no controlan los genes en sus diseños. El típico diseño al que me refiero es el siguiente: medimos algo en los niños, medimos algo que hacen los padres biológicos y luego concluimos que la causa de lo que les pasa a los niños es lo que hacen los padres. Por ejemplo, los padres que tienen muchos libros en casa tienen hijos más inteligentes, luego hay que comprarles libros a los niños y hacerles leer para que sean inteligentes.

El problema es que los padres pasan dos cosas a sus hijos: unos genes y un ambiente y todos los rasgos psicológicos tienen una influencia genética (heredabilidad) lo que quiere decir que padres ansiosos tienen hijos ansiosos y padres inteligentes tienen hijos inteligentes. Así que en el ejemplo anterior lo que puede ocurrir es que los hijos de padres que leen y tienen muchos libros no son más inteligentes porque han heredado la biblioteca familiar sino porque han heredado los genes paternos, y eso parece que es lo que ocurre. También la biblioteca (el ambiente) puede tener un efecto, pero si no mido el efecto de los genes no puedo saber cuánto corresponde al ambiente. Para evitar esta confusión genética (genetic confounding) hay que diseñar un estudio genéticamente informativo y así tendré una idea más clara de la causalidad.

Este error ocurre especialmente en sucesos relacionados con la infancia por ese papel tan especial que atribuimos a la infancia, tema del que ya hemos hablado en el Mito de la Infancia. Es muy intuitivo pensar que lo que viene antes es causa de lo que viene después pero no tiene por qué ser así. El día no es la causa de la noche aunque venga antes que ella. Tanto el día como la noche se deben a una tercera cosa que es la rotación de la Tierra. De la misma manera, un suceso en la infancia no tiene por qué ser causa de un suceso en la edad adulta, ambos sucesos pueden ser causados por un tercero: una influencia genética. 

Vamos a ver ejemplos. Según este estudio, niños que ven a sus padres tener sexo de pequeños (la famosa escena primaria de Freud) van a tener una mayor afición al sexo ocasional de mayores, una sociosexualidad menos restringida. Pero claro, si los padres son más aficionados al sexo y tienen una sociosexualidad menos restringida es más probable que sus hijos les pillen haciéndolo. Así que es posible que padres aficionados al sexo tengan hijos aficionados al sexo. No digo que sea así, pero hay que tenerlo en cuenta.

Aquí tenemos otro ejemplo de este error: ¿quieres tener hijos más inteligentes?, pues retrasa la edad de tener hijos. Resulta que se se ha observado que las madres más inteligentes que se dedican a sus carreras están retrasando la edad para tener los hijos y los hijos de estas madres lógicamente son también más inteligentes. Pero, evidentemente, la causa no es que nazcan cuando las madres son más mayores sino que heredan los genes de inteligencia de sus madres.

Otro ejemplo donde puede haber problema de confusión genética son estudios donde se relaciona el castigo físico a los niños con conducta agresiva o trastornos mentales en la edad adulta como en este caso o este otro donde a hijos de padres más duros les va peor en la escuela. Son estudios que piden obligatoriamente controlar los genes. 

Para acabar, un caso muy curioso. Resulta que se ha detectado una “brecha de palabras” entre niños de alto y bajo nivel socioeconómico. Los niños de familias con bajos ingresos escuchan menos palabras que los de familias privilegiadas que se cuantificar en 30 millones de palabras menos para la edad de 3 años. Según los autores, esto va a dar lugar a un peor funcionamiento en tests de vocabulario y lenguaje de mayores. El caso es que, para arreglarlo, varias ciudades han puesto en marcha programas para mejorar este “problema” con unos aparatos que miden el número de palabras que escuchan los niños en casa, un “pedómetro de palabras” y se ha visto que los niños de estos programas escuchan un 60% de palabras más que los controles, lo que se supone tendrá grandes ventajas en su desarrollo. No hace falta que insista en que hay una relación entre inteligencia y nivel socioeconómico y entre inteligencia y genes y que si no controlamos los genes este tipo de programas son un gasto de dinero absurdo.

Podríamos poner muchos más ejemplos de correlaciones que son tomadas por causalidad, incluso de revistas de primera línea, pero vamos a ver algunos de estudios genéticamente informativos. En estos estudios lo que se hace es separar genes y ambiente. Muchos de ellos se hacen en gemelos con diferente grado de similitud genética (monocigóticos, heterocigóticos) para ver si las consecuencias de la intervención que estudiamos son diferentes en ellos. Otra posibilidad es estudios de adopción en los que se aplica la intervención a hijos biológicos y no biológicos.

Éste es un estudio  genéticamente informativo donde se investiga si el maltrato infantil se asocia a trastornos del neurodesarrollo como Autismo o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Se encuentra que efectivamente los niños maltratados tienen mayor número de trastornos del neurodesarrollo pero cuando se comparan gemelos monocigóticos (iguales genéticamente) de los cuales uno ha sufrido maltrato y el otro no, lo que se observa es que el número de trastornos del neurodesarollo es igual. Es decir, el maltrato no es la causa de los trastornos del neurodesarrollo y esto nos alerta también de que niños con múltiples trastornos del desarrollo tienen mayor riesgo de sufrir maltrato.

Un tema también polémico es el de la influencia del divorcio en los hijos. Hay datos de que los niños que viven el divorcio de su padres se divorcian con más frecuencia de mayores. Esto nos podría llevar a la conclusión de que el divorcio de los  padres afecta a los niños psicológicamente y es la causa de sus futuros divorcios. Pero claro, también es muy posible que ciertos rasgos de personalidad (impulsividad, baja responsabilidad, consumo de tóxicos, etc.), hacen más probable que una persona se divorcie y los rasgos de personalidad son heredables en un 50% de media. Este estudio controla los genes   y concluye que la transmisión intergeneracional del divorcio (inestabilidad familiar) se debe en un 66% al divorcio como tal y en un 34% a los genes.

Vamos a ver otro ejemplo con el caso de la lactancia materna y su supuesto efecto beneficioso sobre la inteligencia de los hijos. Según ese estudio, los hijos que son criados con lactancia materna tienen mayor C.I., mayor rendimiento escolar, mejor memoria de trabajo y mejor función motora. Sin embargo, cuando se corrige para múltiples variables el efecto desaparece. Es interesante este otro estudio de la relación entre lactancia materna y trastornos de conducta en los hijos que sí es genéticamente informativo. En este trabajo se valora a madres que dan pecho a hijos biológicos y a  hijos no biológicos (por diferentes técnicas de reproducción asistida) y la conclusión es que los hijos que reciben lactancia materna tiene menos trastornos de conducta descontando los efectos genéticos.

Resumiendo, es muy importante para que podamos establecer una relación de causalidad y no solo de correlación que el estudio controle la posible influencia de los genes por medio de un diseño que sea genéticamente informativo. Hay que recordar que los seres humanos no somos tablas rasas en las que se empieza a escribir al nacer. Evidentemente, esto complica el diseño pero es que, si no lo hacemos, todos los estudios que produzcamos no dejan de ser un brindis al sol y un derroche si es que encima se usan para informar guías y políticas de salud pública sin fundamento científico.

@pitiklinov


Referencias:



viernes, 1 de septiembre de 2017

Nosotros contra Ellos

(Publicado originalmente el 11-08-2014 en la Nueva Ilustración Evolucionista)

Formar grupos obteniendo un confort visceral y orgullo de los compañeros familiares, y defender al grupo entusiásticamente contra los rivales, están entre los universales absolutos de la naturaleza humana y por tanto de la cultura.
- Edward O. Wilson

Marek Kohn
La revista Aeon Magazine se caracteriza por producir unos artículos de una calidad media bastante alta. En esta entrada quiero comentar un artículo reciente titulado Us and Them que revisa de una manera bastante completa el delicado tema del universal antropológico Ellos/Nosotros, es decir, la tendencia del ser humano a diferenciar entre un “Nosotros” y un “Ellos”, y la consiguiente facilidad que esa tendencia supone para generar divisiones y enfrentamientos entre grupos. Marek Kohn, el autor del mismo, revisa temas e investigaciones muy interesantes, como los siguientes:

  • La idea de la división Ellos/Nosotros es del sociólogo William Graham Sumner y aparece en su libro de 1906 Folkways. La idea de Sumner es la de un Nosotros contra Ellos: “los miembros de un grupo “Nosotros” están en una relación de paz, orden, ley, gobierno y demás. Sin embargo, la relación con los grupos externos es de guerra y expolio salvo acuerdos. Sumner introdujo también el término etnocentrismo para hacer referencia al hecho de que el propio grupo se considera el centro de todo, y todos los demás se miden por referencia con él. En muchos pueblos primitivos se observa una tendencia a considerarse ellos mismos como “seres humanos”; los demás son otra cosa no bien definida pero no “seres humanos” de verdad

  • Cuando a niños blancos de tres meses se les muestran caras de estudiantes de diversos grupos étnicos, los niños son capaces de diferenciarlas, de diferenciar los individuos de grupos étnicos distintos. Sin embargo, esta habilidad se pierde a los 9 meses. A partir de entonces, todos los de otros grupos les parecen iguales. Niños recién nacidos miran con igual atendión caras de diferentes etnias, pero a los 3 meses los niños prefieren mirar caras de su propio grupo étnico. Estos hallazgos son turbadores porque indican que el sesgo Nosotros/Ellos está muy relacionado con la forma de nuestro cerebro de organizar el mundo y porque se pierde la capacidad de ver a la gente que no nos es familiar como individuos.

  • Existen muchos experimentos donde se consigue enfrentar a unos grupos contra otros en base a diferencias absolutamente ridículas. Desde luego, el más famoso es el de Sherif de 1954 en el campamento scout Robbers Cave State Park , donde dos grupos absolutamente artificiales, los Rattlers y los Eagles acabaron enfrentados. Se consiguió resolver la situación haciendo trabajar a los dos grupos en una tarea común. Existen muchos otros estudios y los resultados no dejan lugar a dudas: la gente se va a escindir en grupos por menos que cante un gallo, por muy arbitraria que sea la división ( así que no digamos si las divisiones tienen una base real…). El lema parece ser “Ayuda a los que son como tú, ataca al resto”.

  • La hipótesis del “Altruismo Parroquial” de Samuel Bowles y Herbert Gintis, dos teóricos de la cooperación. Sus análisis de datos prehistóricos y de simulaciones de ordenador les llevaron a la conclusión -a la que se resistieron ellos mismos durante tiempo- de que la guerra pudo haber extendido el altruismo entre la humanidad, jugando un papel crítico en la evolución de la especie cooperativa que somos los humanos. El conflicto y la guerra puedo ser la “matrona” dice Bowles de valores e instituciones humanas muy queridas como la democracia, el imperio de la ley y la propensión a ayudar a los demás. Es decir la cooperación entre hombres siempre fue para derrotar a los hombres de otros grupos. Esto ya lo adelantó el propio Darwin en un pasaje muy famoso:

    “Una tribu que incluya muchos miembros que - poseyendo un alto espíritu de patriotismo, fidelidad, obediencia, coraje y simpatía-, estén siempre listos para ayudar al otro, y a sacrificarse por el bien común, resultará victoriosa sobre la mayoría de otras tribus; y esto sería selección natural. En todas las épocas unas tribus han desplazado a otras; y como la moralidad es un elemento importante en este éxito, el estándar de moralidad y el número de hombres bien dotados en él tenderá a crecer y aumentar”

Aquí nos metemos en un tema controvertido ya que para muchos autores (Wilson, Haidt…) a nivel del grupo se selecciona “honor, virtud y lealtad” mientras que a nivel individual se selecciona “egoísmo, cobardía e hipocresía”. Otros autores sin embargo (Pinker) no aceptan la selección a nivel del grupo.

  • Estudios con la Oxitocina, la llamada “molécula moral” o “péptido del amor” indican que la moralidad llega hasta los límites del grupo. En diversos estudios la oxitocina promueve el etnocentrismo, el favoritismo hacia el endogrupo, el grupo propio, ya que ayuda a ver a los miembros del propio grupo como más humanos. Estudios de decisiones morales con los famosos tranvías así como juegos económicos en los que los participantes toman oxitocina indican que la oxotocina ayuda a favorecer laos del propio grupo.

En definitiva, a medida que nuestro sentido del yo y del “Nosotros” al que pertenecemos, se desarrolla, se difumina el de “Ellos”. El amor y cooperación con los nuestros parece llevar unido la distancia y el desprecio de los que no son como nosotros. Ellos/Nosotros, Cooperación/Conflicto son dos caras de la misma moneda. Y las más pequeñas e intrascendentes diferencias van a ser capaces de disparar ese reflejo de nuestra mente. Desgraciadamente es mucho más fácil enfrentar a la gente que unirla. Pero, por lo que sabemos hasta ahora, existe por lo menos una solución al problema, que es la que encontraron en Robbers Cave: trabajar juntos por un objetivo común. Es también la que encontraron Kurzban y Cosmides y Tooby para superar las diferencias de raza.

@pitiklinov