Todavía veo en muchos sitios preguntar si el ser humano es bueno o es malo, si es egoísta o es altruista. Creo sinceramente que esta pregunta está respondida, y bien respondida, hace tiempo. No hay tal disyuntiva: el ser humano es bueno y es malo, es egoísta y es altruista. Y esta respuesta no es salirse por la tangente, es la conclusión a la que se llega simplemente mirando la historia evolutiva de la especie humana. Todo ser vivo quiere seguir vivo y reproducirse. Esto implica poner los propios intereses por encima de los de otros seres vivos. Pero en algún momento, algunos seres vivos se convierten en grupales y en sociales. Su propia supervivencia depende del buen funcionamiento del grupo y entonces aparecen una serie de mecanismos (emociones y conductas, entre ellas la moralidad) para adaptar el funcionamiento individual a la vida social y grupal. La vida social y grupal requiere conductas de colaboración, el diferir las satisfacciones egoístas, o el altruismo porque dan beneficios a la larga, aunque supongan un coste a corto plazo para el individuo. Pero no hay que perder de vista que dentro de un grupo el individuo está también compitiendo con sus semejantes por los mismos recursos: comida y parejas sexuales. En ciertas circunstancias, aparecerá el egoísmo y la agresividad, porque son adaptativos y porque fuimos animales, antes de ser animales sociales y grupales. El egoísmo es filogenéticamente más antiguo que el altruismo. Dentro de las múltiples capas de nuestro cerebro las altruistas son más superficiales que las egoístas.
Esta idea es la que subyace en el concepto de pirámide moral flotante de Frans de Waal, una idea sencilla, pero interesante y digna de recordar. Refiere de Waal que resulta difícil cuidar de los demás sin antes cuidar de uno mismo. Es evidente que no podemos esperar mucha ayuda de alguien que está mal de salud y que carece de los medios básicos para sobrevivir. Por lo tanto, paradójicamente, el altruismo empieza con una obligación para con uno mismo.
Después vendría un altruismo que es el más cercano al egoísmo: el cuidado de la familia más próxima. En todas las especies vemos indicios de la selección familiar, los individuos se muestran desproporcionadamente más altruistas con sus familiares. Los humanos no son una excepción. Un padre que vuelve a casa con una barra de pan no se inmutará por las penurias de cualquiera que se cruce por su camino, ya que su primera obligación es dar de comer a su familia. Si su familia estuviera bien alimentada y todos los demás se murieran de hambre, la cosa sería muy diferente; pero si su familia tiene tanta hambre como las demás, el hombre no tiene elección.
El círculo formado por el altruismo y la obligación social se amplia para abarcar a la familia más lejana, luego el clan y el grupo, hasta llegar a incluir la tribu y la nación. La benevolencia disminuye a medida que aumenta la distancia entre las personas. El que actúa de una manera contraria a esta tendencia natural se enfrentará con una severa desaprobación. Los espías son despreciados precisamente porque ayudan a un grupo exterior a expensas del propio. Si el padre antes mencionado hubiera llegado a casa con las manos vacías por simpatía con los extraños, su familia se habría mostrado muy poco comprensiva. No vemos bien que alguien dejara morir a sus hijos de hambre para alimentar los hijos de los vecinos (independientemente de que es algo que ninguna persona normal haría).
El altruismo está limitado por lo que uno puede permitirse. El círculo de la moralidad se extiende sólo si la salud y la supervivencia de los más íntimos están aseguradas. Por eso, en lugar de un círculo que se expande (el famoso concepto de círculo moral de Peter Singer), De Waal prefiere la imagen de una pirámide flotante. La fuerza que eleva la pirámide del agua -su flotabilidad- procede de los recursos disponibles. El tamaño que asoma por encima del agua refleja la amplitud de la inclusión moral. Cuanto más se eleva la pirámide, más amplia será la red de ayuda y obligaciones. La gente que está a punto de morirse de hambre sólo puede permitirse una pequeña punta de la pirámide moral: cada uno irá a la suya.
En cuanto desaparece la amenaza de supervivencia, los miembros de nuestra especie cuidan de sus familiares y crean redes de intercambio con otros seres humanos que están dentro o fuera de su grupo. En comparación con otros primates, somos una especie notablemente generosa. Pero la inclusión moral no implica que se valore a cada persona exactamente igual. En principio, puede que todas sean iguales, pero, en la práctica, nuestra generosidad y nuestra tendencia a cooperar disminuyen a medida que nos alejamos de la familia y la comunidad
Según De Waal, el ideal de una fraternidad universal no es muy realista, ya que no distingue entre los círculos de obligación internos y los externos. El ecólogo humano norteamericano Garret Hardin alude despectivamente a la generosidad indiscriminada tachándola de “altruismo promiscuo”. Si el altruismo evolucionó a causa de una necesidad de cooperar en la defensa de las fuerzas hostiles, la solidaridad con los que están cerca frente a los que están lejos forma una parte integral del mismo. Como observó hace más de un siglo el anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon: “Si todo el mundo es mi hermano, no tengo hermanos”.
Por lo tanto, en función de lo que pueda permitirse cada sociedad, la pirámide moral puede hincharse hasta alcanzar un tamaño gigantesco , abarcando en principio a toda la humanidad, pero sin perder su forma original. Es posible incluir otras formas de vida además de la nuestra, y ya hay personas y grupos reclamando incluir dentro de nuestro círculo o pirámide moral a algunos animales, como los primates.
Pero no hay que perder de vista que actuaremos según lo que podamos permitirnos. Y en esta época de crisis ya hemos podido comprobar que la pirámide se está hundiendo por falta de recursos que la mantengan a flote. Los países están restringiendo ayudas sociales que antes otorgaban a emigrantes y las personas están centrándose en ayudar a los más cercanos. Son malos tiempos para el altruismo. No es fácil ser altruista cuando estás con el agua al cuello.
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