Sólo aquellos tan autoengañados como para pensar que su propio juicio es infalible prohibirían a otros ser expuestos a puntos de vista diferentes
- John Stuart Mill
Uno de los más patéticos -y peligrosos- signos de nuestros tiempos es el creciente número de individuos y grupos que creen que nadie puede estar en desacuerdo con ellos por una razón honesta.
-Thomas Sowell
La ciencia está convencida de que debe buscar la verdad, la religión está convencida de que ya la tiene
-Jorge Wagensberg
El Paradigma de Género
El paradigma de género es el concepto o la visión de que la violencia de pareja íntima (VPI) es perpetrada por los hombres contra las mujeres para defender el patriarcado, una estructura social jerárquica que otorga el poder a los hombres. Según los defensores de este paradigma, si queremos entender la violencia doméstica debemos entender primero que la estructura de poder de la sociedad es una en la que los hombres son política, social y económicamente dominantes sobre las mujeres. Esta estructura de poder social se refleja en las relaciones interpersonales y los hombres mal-usan el poder que tienen en sus relaciones porque han sido socializados para creer que tienen el poder de controlar a las mujeres, incluso por medios violentos. Por tanto, argumenta el feminismo, la violencia doméstica es un problema de género, de violencia de los hombres contra las mujeres.
Su formulación inicial está en trabajos como los de Dobash y Dobash (1979) o MacKinnon (1989) que se adhieren al punto de vista de la sociología funcional, es decir, que la VPI es un acto político para preservar el patriarcado y el poder masculino. Esta teoría, que es la que maneja el feminismo radical, tiene un origen neomarxista viendo todas las relaciones como relaciones de género y poder donde los hombres (que juegan el papel de la burguesía en la ideología marxista) tienen el poder sobre las mujeres (que juegan el papel del proletariado) y la VPI sólo tiene dos fuentes: o es abuso de los hombres para defender el poder o es violencia defensiva de las mujeres para autoprotegerse. En definitiva, los hombres son los perpetradores de la VPI y las mujeres las víctimas. Las mujeres nunca son violentas excepto en defensa propia.
Esta visión es el paradigma dominante actualmente para entender la VPI en los ámbitos de nuestra sociedad que realmente importan: prensa, universidad, sistema judicial, partidos políticos, etc. En esta entrada voy a explicar los problemas que tiene esta visión y a concluir que este paradigma es un dogma ideológico sin base científica ni poder explicativo para entender la conducta humana. Vamos a empezar por mostrar los datos que tenemos que no apoyan este paradigma.
Los Problemas del Paradigma de Género
Una primera cuestión sería que desde esta visión no está claro cómo podríamos hacer responsables a los hombres de forma individual de sus actos si la culpa la tiene el patriarcado y los hombres simplemente han sido adoctrinados y educados en él. Tampoco está clara la explicación de por qué la mayoría de los hombres logran sustraerse a esta socialización, ya que la mayoría de los hombres no agreden a sus mujeres ni a otras personas ni consideran que a violencia contra la mujer es aceptable (Simon,2001). Pero vamos a ver algunos datos. Los voy a agrupar en varios bloques aunque, evidentemente, todos están relacionados:
1- La mayor parte de la violencia de pareja es simétrica
Aquí tocamos un tema que todavía se debate y en el que es fácil entrar en una guerra de cifras. Los datos varían mucho según la procedencia de las muestras. Cuando se usan muestras representativas de la población general y se pregunta por actos de violencia, encontramos que la violencia de pareja es recíproca y que las mujeres agreden tanto o más que los hombres (Archer,2000). La frecuencia en la población general puede llegar hasta un tercio de la población pero la gravedad de esta violencia es baja. Martin Fiebert recoge bibliografía sobre este tema y lleva ya recogidas más de 200 referencias que lo confirman, (Fiebert,2012). Un estudio reciente en 6 países europeos encuentra que la violencia bidireccional o recíproca es la más frecuente, con tasas similares de victimización y perpetración en hombres y mujeres (Costa y cols., 2015). En muestras de población general se encuentra que un 25% de la violencia es iniciada sólo por la mujer, un 25% sólo por el hombre y un 50% mutuamente (Satel, 1997). En una muestra de jóvenes de 18-28 años del National Longitudinal Study of Adolescent health de 2001 Whitaker encuentra que en el 24% de las relaciones hay algún tipo de violencia y la mitad de ella es violencia recíproca (49,7%); en la violencia que no es recíproca, las mujeres son las perpetradoras en el 70% de los casos (Whitaker, 2007)
Pero lo que también es verdad es que la violencia de los hombres tiene consecuencias más negativas que la de las mujeres en el sentido de que las mujeres resultan heridas con más frecuencia y la violencia masculina genera más miedo de la pareja, aunque los datos concretos dependen mucho de las muestras (Kar y O´Leary, 2010). Cuando en las encuestas se pregunta por delitos violentos (crime), agresiones que la gente considera como delitos, las frecuencias cambian porque mucha gente no considera ciertas agresiones como delitos y encontramos por ejemplo en Walby y Towers, 2018 que las mujeres son el 74% de las víctimas, y los hombres el 26% y encuentran sólo 300.000 víctimas de delitos violentos domésticos, un 0,7% de la población adulta de Inglaterra y Gales, que es donde se lleva a cabo el estudio. En este estudio, en los casos de violencia repetida grave el 80% de las víctimas son mujeres.
Aún así, la gravedad de la violencia que sufren los hombres no se puede obviar. En el estudio de Archer (2000) las mujeres resultaban heridas con más frecuencia en una proporción de 1/6 de una desviación estándar y requerían asistencia médica con mayor frecuencia en una proporción de 1/12 de una desviación estándar. En este estudio, (Weiss, 2010) las heridas significativas ocurren en un 12,6% de mujeres y un 8,5% de hombres. Las diferencias son menores también cuando se controla para tamaño y fuerza física (Felson, 1996). En el British Crime Survey, actos agresivos menores llevaron a heridas físicas en el 49% de los casos en mujeres y en un 36% cuando las víctimas eran hombres; en el caso de actos graves la diferencia fue 77% y 56%, respectivamente (Walby y Allen, 2004). Por supuesto, no se trata de una competición a ver quién es más víctima. Toda violencia contra cualquier persona debe ser combatida y todas las víctimas merecen nuestra empatía, solidaridad y esfuerzo. Aunque las mujeres resulten heridas con mayor frecuencia, los hombres también lo son (Straus, 2010) por lo que no se les debería negar protección.
Además, no hay que pasar por alto las consecuencias negativas de la violencia de las mujeres para ellas mismas y para la familia. Si la mujer introduce la violencia en la relación está mandando el mensaje al hombre de que es una estrategia válida para resolver los problemas y éste va a responder con violencia con consecuencias probablemente más graves. Y también muy graves son las consecuencias para la familia. Los hijos e hijas de padres donde existe violencia de pareja tienen más riesgo de perpetrar ellos mismos VPI. Una madre que dé un sopapo a su marido en el transcurso de una discusión o conflicto está mandando a sus hijos el mensaje de que la agresión es una manera de resolver conflictos.
Son de gran calidad los trabajos prospectivos que forman parte del estudio Dunedin (hay también otros), del grupo de Terrie Moffitt, que encuentran que el abuso es un proceso diádico y ambos sexos participan en él (Moffitt y cols, 2001). Algunos de sus hallazgos, aparte de que las mujeres usan la violencia por lo menos tanto como los hombres (Moffitt y cols. 1997), son que tener padres de clase alta y crecer en un hogar con los dos padres presentes se asocia a bajo riesgo posterior de VPI; que dejar la escuela, un bajo C.I. y problemas de lectura se asocia a alto riesgo de VPI; que trastornos de conducta y delincuencia a los 15 años se asocia a alto riesgo de VPI; que jóvenes que tienen un largo historial de resolver los problemas interpersonales de una manera coercitiva usarán una táctica similar posteriormente en sus relaciones de pareja; que el uso de drogas en adolescencia predice VPI posteriormente; que la perpetración de VPI y el ser víctima de VPI están altamente correlacionados (Magdol y cols, 1998), solapamiento agresor/víctima que han encontrado otros (Beckley y cols, 2017) (Barnes y Beaver, 2012) (Vaske y cols 2012); y que existe un emparejamiento selectivo (assortative mating), es decir, que chicos y chicas con trastornos de personalidad y riesgo de VPI tienden a emparejarse entre sí (Moffit y cols.,2001). Capaldi y cols.(2004) concluyen también en su estudio en jóvenes que “la agresión parece bidireccional y basada en el emparejamiento selectivo, es decir, la gente agresiva se escoge mutuamente”.
También encontraron que el 10% de la muestra Dunedin que presentó conductas antisociales desde la niñez fue el responsable del 62% de las condenas por violencia contra las mujeres a los 26 años (Moffit y cols 2002). Que la presencia de trastornos de personalidad medidos 10 años antes predicen la posterior perpetración de VPI (Ehrensaft y cols., 2006). Con respecto a las chicas en concreto, Moffit y cols. encuentran que rasgos antisociales a los 15 años predicen la elección posterior de un hombre abusivo así como la perpetración de violencia de pareja por parte de estas chicas sobre sus parejas (aún descontando la violencia cometida por la pareja). Características como aprobación del uso de la agresión, excesivos celos y suspicacia, tendencia a experimentar emociones intensas y rápidas y pobre autocontrol predicen la perpetración de VPI, características que se encuentran también en los hombres abusadores. En un estudio prospectivo a 40 años, su grupo encuentra que la violencia en la pareja es mutua y que existe una relación entre conductas antisociales en la adolescencia y posterior VPI por lo que la prevención de la violencia de pareja debe empezar ya en la adolescencia (Lussier y cols., 2009). En conjunto, todos estos hallazgos cuestionan la visión de que la psicología y la psicopatología no importan y que todo se explica con el Patriarcado; es más, los trastornos de personalidad tienen mayor poder predictivo que el sexo. En este video Terrie Moffit explica que cuando salieron estas conclusiones por primera vez fueron rechazadas por las criminólogas feministas y que tuvieron muchas dificultades para publicar sus artículos y que después de publicados nunca les invitaron a presentar los resultados en ninguna conferencia. Y estamos hablando de una investigadora de un gran prestigio que ha recibido premios al máximo nivel en psicología y criminología.
2-Las mujeres también son perpetradoras de la violencia
Cada vez hay más evidencia de que se ha subestimado el papel de la mujer como perpetradora de la violencia de pareja. Ver artículo divulgativo en el Scientific American o en The Atlantic así como los artículos originales, (Lara Stemple,2017) (Lara Stemple,2014) basados en datos del Bureau of Justice Statistics (JBS) y del Centers for Disease Control and Prevention (CDC). En estos estudios las muestras no se refieren sólo a violencia de pareja o domestica sino a instituciones para jóvenes o cárceles y la frecuencia de perpetración de violencia por parte de las mujeres es elevada . Otras referencias: (Carney y cols 2006) (Hines y Douglas, 2009)
3- Los hombres también son víctimas
Los hombres son también víctimas. Hay también muchas referencias. Por citar algunas: Hines,2007, Perryman y Appleton 2016, (Nowinski y Bowen, 2012) (Dutton y White, 2013) (Wright, 2016) (Cook, 2009). Los hallazgos principales son que un número significativo de hombres informan ser víctimas de abuso doméstico, que los hombres son reacios a informar o denunciar este abuso, que cuando lo hacen se encuentran con barreras y estigma y que la victimización masculina está infraestudiada. Según datos de la Office for National Statistics británica entre 2012-2013 un 7% de mujeres y un 4% de hombres fueron víctimas de abuso doméstico (Wright, 2016). Como dice Hines, con respecto al reconocimiento de este hecho estamos todavía en una situación similar a la que se estaba en los años 70 del siglo pasado con respecto al reconocimiento de la violencia contra las mujeres en el matrimonio.
4- La violencia en parejas homosexuales y heterosexuales ocurre con una frecuencia similar.
La violencia en parejas homosexuales ocurre con una frecuencia similar a la que ocurre en parejas heterosexuales. Las mujeres agreden a las mujeres en parejas lesbianas y los hombres a los hombres en parejas gay. La bibliografía en este tema es también muy clara. Por citar algunas referencias: Battered gay men: an exploration of abuse, help seeking, and why the stay (Merril y Wolfe,2014) y Shattering Illusions: same-sex domestic violence (Pam Elliott,1996).
5- Maltrato infantil
Las mujeres perpetran violencia contra los niños, incluyendo filicidio e infanticidio, con una frecuencia similar a los hombres: Filicidio, infanticidio y neonaticidio: estudio descriptivo de la situación en España entre los años 2000-2010, (Alba Company Fernandez y cols, 2015), Child Homicide perpetrators worldwide: a systematic review (Heidi Stöckl y cols. 2017).
Bien. Con esto es suficiente para poner en entredicho los presupuestos del paradigma de género en el sentido de que los hombres siempre son perpetradores de la violencia y las mujeres las víctimas. Vamos a ver ahora si el paradigma de género puede explicar estos datos.
¿Puede el Paradigma de Género acomodar estos datos?
Los datos expuestos anteriormente cuestionan la visión de la violencia que nos presenta el paradigma de género. ¿Puede el paradigma de género acomodar estos datos? Se observan varias maneras en las que sus defensores intentan hacerlo, a mi modo de ver de forma infructuosa:
1- Argumentar que la violencia heterosexual es diferente al resto de violencias de pareja y/o domésticas.
Un primer intento de solución que se observa sería defender que la violencia del hombre contra la mujer, la violencia heterosexual, es diferente a todas las demás y argumentar que se debe al patriarcado y a una violencia “estructural” mientras que las otras violencias se deben a la psicología humana o a otras causas. Ya he tratado este tema al hablar del feminismo y la violencia en parejas homosexuales. La violencia en parejas homosexuales y heterosexuales tiene las mismas manifestaciones y los mismos mecanismos: celos, necesidad de control de la pareja, rechazo e ira por el abandono; factores como la presencia de trastornos de personalidad o abuso de alcohol y sustancias son también similares y las razones por las que las personas permanecen en la relación también son el amor y la ilusión de que el otro miembro de la pareja va a cambiar.
Si describiéramos los casos clínicos con iniciales no hay forma de diferenciarlos. Si yo os digo que el señor P agredió a su mujer y la arrojó contra una mesa y le dijo: “antes de que me dejes te mato yo, yo decido cuándo vas a vivir o morir”, y que entonces la agredida le dijo que la relación había terminado y que recogiera sus cosas… y entonces el hombre pegó fuego a las ropas de la cama y a la casa y se marchó a tomar una copa al bar, seguro que muchos pensarías que estamos ante un ejemplo de libro de patriarcado y de violencia estructural, de socialización en que las mujeres son posesión de los hombres y que se las puede pegar si es necesario. Pero si os digo que este es un caso real y que la agresora es una mujer a su pareja lesbiana, entonces muchos cambiarían el discurso para explicar que esto no es violencia estructural…
¿Qué queremos decir con violencia estructural? ¿que es más frecuente? ¿y cómo de frecuente? ¿la violencia contra los niños es estructural?¿la violencia contra los mayores? ¿la violencia filio-paternal lo es?
2- Argumentar que todas las violencias se deben al género/sexismo/socialización
Un segundo argumento para salvar al paradigma de género sería explicar todas las violencias con el sexismo y la socialización: si lo que tenemos es un martillo pues vamos a convertir todos los problemas en clavos…El inconveniente es que hay que hacer muchos malabarismos dialécticos para convertir la violencia de hombre contra hombre, de mujer contra mujer, de mujer contra hombre, de mujeres contra niños, de niños contra padres, etc., en clavos. Y en el proceso hay que cargarse también todo lo que sabemos sobre la agresión y la violencia en otros animales y todo lo que sabemos sobre la psicología y la naturaleza humana.
Sabemos, por ejemplo, que la agresión y la violencia son anteriores a la existencia del ser humano y al patriarcado. Los celos, la vigilancia y control de la pareja o la coerción sexual no las ha inventado el patriarcado, están ya en nuestros primos mamíferos y primates: Sexual coercion in animal societies (Clutton-Brock y Parker, 1995), When Violence pays: a cost-benefit analysis of agresivo behavior in animal and humans (Georgiev y cols,2014), Sexual coerción in primates and humans: an evolutionary perspectiva on male aggression against females (Muller y Wrangham, 2009), The phylogenetic roots of human lethal violence (Jose María Gómez y cols.,2016). Como dice Marta Iglesias en este artículo, tenemos datos para pensar que la agresión es un comportamiento humano regulado por la selección sexual.
El cuadro que aparece estudiando la filogenia de la violencia lo resumen Gómez y cols: “la agresión en los mamíferos, incluyendo los humanos, tiene un componente genético con alta heredabilidad. Consecuentemente, está ampliamente reconocido que la evolución ha moldeado también la violencia humana. Desde esta perspectiva, la violencia puede verse como una estrategia adaptativa que favorece el éxito reproductivo del perpetrador en términos de parejas, estatus o recursos. Sin embargo, esto no significa que la violencia es invariable o incluso adaptativa en todas las situaciones. De hecho, dado que las condiciones bajo las que la violencia beneficia el éxito reproductivo dependen del contexto ecológico y cultural, los niveles de violencia tienden a variar entre las poblaciones humanas”.
Desde una perspectiva funcional, la agresión puede entenderse como la expresión de una competición. Los miembros de una misma especie compiten por una serie de recursos como hemos comentado: parejas, comida, territorio…y la mayoría de las veces no utilizan la agresión porque la agresión tiene un coste elevado y los organismos tienden a utilizar la estrategia con la relación beneficio/coste más alta. Pero, como decimos, es evidente que las personas no tienen los mismos intereses: los padres no tienen los mismos intereses que los hijos y los dos miembros de una pareja no tienen tampoco los mismo intereses. La convivencia humana implica conflicto, diferencias en cuanto a la frecuencia del sexo, en cuanto a dónde ir de vacaciones, en qué gastar el dinero, etc. Y en el contexto de ese conflicto de intereses, un miembro de la pareja puede recurrir a la violencia. En que recurra a ella influyen muchos factores, que van desde su C.I. hasta traumas infantiles, psicopatología, factores genéticos y también, por supuesto, factores culturales.
Hay un recurso muy importante para unos animales ultrasociales como somos los humanos: la conducta de los demás. La conducta de los demás es un recurso como el agua, la comida o el territorio. Gran parte de nuestra actividad y conducta va dirigida a manipular a los demás para que su conducta favorezca nuestros intereses. En el mundo social en el que nos movemos los humanos esto es esencial. Y cuando nuestros hijos o pareja no muestran la conducta que necesitamos o esperamos existe el riesgo de recurrir a la violencia, a la agresión, para conseguir que cambien de conducta.
Ignorar la psicología y la naturaleza humana y considerar que los seres humanos somos tablas rasas sobre las que escribe la socialización es algo que no sostiene la ciencia actual. Entre otras cosas, implicaría asumir que toda esa herencia filogenética habría desaparecido de forma misteriosa y los seres humanos habrían vivido en un mundo feliz hasta que nuestra maravillosa cultura, única en el Universo, va y vuelve a reinventar lo que ya estaba inventado en nuestros primos primates: la violencia y la agresión.
3- Argumentar que no es una cuestión de género sino de poder
Hay una tercera posibilidad. En boca de Pam Elliott (Elliott,1996) : “El fenómeno de la violencia doméstica intrasexual ilustra que la intimidación rutinaria, intencional, por medio de actos abusivos y palabras no es un asunto de género, sino de poder”. Bien, a continuación hablo del poder, pero esto implica abandonar ya el paradigma de género. Si la violencia de pareja no es un asunto de género pues pasemos a llamarla “violencia de poder” en vez de la denominación más habitual de violencia de género.
¿Pero es realmente una cuestión de poder? ¿A qué tipo de poder nos referimos, económico, físico, psicológico…? El poder es multidimensional. Porque si un hombre como Harvey Weinstein usa el poder estaría confirmando este argumento -en realidad se suele encontrar una relación inversa entre VPI e ingresos y nivel educativo, Gage y Hutchinson, 2006- pero si, como ocurre muchas veces, los hombres (o mujeres) que perpetran VPI son los que tienen menos poder (Babcock y cols, 1993) se suele explicar entonces como que utilizan la violencia para compensar su falta de poder y recursos…o se habla de deseo de poder. Es decir, que tanto el poder como la falta del mismo sirven para explicar la violencia, lo cual suena un poco a la estrategia: “cara yo gano, cruz tú pierdes”. Pero es que en el fondo decir que la violencia se debe a un desequilibrio de poder es una pseudoexplicación, una tautología: el que ejerce la violencia es porque puede pegar, por lo tanto es evidente que la violencia existe porque alguien puede ser violento contra otro. Esto explica desde la violencia de un león sobre otro león hasta la de una cuidadora a una persona con demencia, la de un hijo a su padre más débil, la de una madre a su niño recién nacido, la de un compañero de trabajo sobre otro o la del dueño a su mascota. Pero si entendemos la agresión como un mecanismo adaptativo psicológico, entenderemos que los que usan muchas veces la agresión para conseguir sus objetivos son las personas con menos poder y recursos, las que no tienen otras vías y entonces, por ejemplo ante el miedo a ser abandonados, recurren a la fuerza para intentar retener a su pareja.
La conclusión de este apartado es que los argumentos para conseguir que el paradigma de género dé cuenta de los datos que tenemos sobre la violencia de pareja y doméstica no funcionan. La primera vía era decir que la violencia heterosexual se debe al patriarcado y las otras a la psicología humana. La segunda vía es defender que todo se debe al patriarcado y nada a la psicología y naturaleza humana. Y la tercera vía es recurrir al poder.
Pero quiero añadir algo más. Los defensores del paradigma de género son conscientes de estas deficiencias lógicas. No es casualidad que no tengamos datos oficiales acerca de las violencias que no encajan con el paradigma de género: datos de violencia de mujeres contra hombres, de violencia en parejas homosexuales, de violencia contra los niños. Creo que no es casualidad que las ausencias de datos vayan todas en la misma dirección (invisibilizar a las mujeres como perpetradoras y a los hombres como víctimas) y los datos que se airean sean los que refuerzan el paradigma.
La realidad científica sobre la violencia de pareja
Frente a la concepción del paradigma de género de que la VPI no es un problema psicológico, hay que decir que la realidad es que se trata de un problema multifactorial donde entran factores genéticos, experienciales, psicológicos y también sociales y culturales. La violencia es un problema humano (y animal), no un problema de género.
Algunos de los factores que se han implicado en la VPI son:
- factores genéticos, hay predisposiciones genéticas a verse envuelto en relaciones agresivas (Hines y Saudino, 2004), (Barnes y cols., 2012). La influencia genética es probabilística, no determinista, es decir, la manipulación del ambiente puede prevenir la expresión completa de cualquier predisposición genética.
- Educación secundaria, alta clase social y matrimonio formal son factores protectores frente a la VPI, según el estudio en varios países de la ONU (Abramsky y cols., 2011)
- Según este mismo estudio, el abuso de alcohol, edad más joven, actitudes que apoyan el golpear a la mujer, experimentar maltrato y abuso infantil, crecer en un hogar donde ocurre VPI y ejercer otras formas de violencia de adulto aumentan el riesgo de VPI (Abramsky y cols, 2011).
- Unos bajos ingresos familiares se asocian a aumento de riesgo de VPI tanto para hombres como para mujeres (Ahmadabadi y cols., 2017). La pobreza aumenta el riesgo de violencia familiar, tanto de maltrato infantil como de violencia de pareja (Maurer,2015) (Jewkes, 2002)
- Traumatismos craneoencefálicos, trastornos de personalidad, sobre todo el antisocial y el borderline (Chester y DeWall, 2017) y la depresión (Dutton y Karakanta, 2013).
- Estudios citados aquí (Sherman y cols, 2018) encuentran que el mejor predictor disponible de homicidio doméstico es la anterior conducta suicida del agresor (intentos, amenazas, ideación o auto lesiones).(Bridger y cols, 2017) La depresión y la ideación suicida son especialmente importantes en el tipo de homicidio de pareja que se caracteriza por homicidio seguido de suicidio.
- Problemas de apego. Si las necesidades de apego del niño/a no se ven satisfechas, por ejemplo por la existencia de abusos o maltrato infantil, se pueden producir trastornos en los patrones de apego en las relaciones de adulto. Varios investigadores han encontrado una correlación entre estos trastornos del apego y VPI y se cree que el mediador pueden ser los trastornos de personalidad. Es decir, la secuencia podría ser: maltrato infantil > patrones de apego inestable> trastornos de personalidad borderline/dependiente> VPI (Mauricio y cols, 2007) (Ali y Neylor,2013) (Holtzworth-Munroe y cols., 1997) (Henderson y cols, 2005) (Bartholomew y cols, 2000) (Bartholomew y Allison, 2006)
- Factores culturales: sociedades que aprueban la dominación y el uso de la fuerza sobre las mujeres tienen más violencia de pareja y hombres con ideas que denigran el estatus social de las mujeres es más probable que las maltraten (Jewkes, 2002)
Con esto es suficiente para llegar a la conclusión de que es absurdo dejar a la psicología humana fuera de la explicación para entender la VPI. Como decía más arriba, la vida es conflicto y las personas tienen conflictos de intereses. Los intereses del marido no coinciden al 100% con los de su esposa ni los intereses de un padre coinciden por completo con los de sus hijos. Toda persona (sea del sexo, orientación o identidad sexual que sea) quiere controlar a su pareja, tiene celos de su pareja, tiene diferencias de intereses con ella y tienen conflictos por muchas cosas de forma continua. Algunas personas (de todo sexo, orientación e identidad) recurren a la agresión para intentar conseguir sacar adelante sus intereses y objetivos y controlar ese recurso tras importante que es la conducta de los demás. En que hagan esto influyen muchos factores, que van desde su C.I. hasta traumas infantiles, psicopatología, factores genéticos y también, por supuesto, factores culturales, sociales y económicos.
Podemos explicar sin el Patriarcado que una persona (de cualquier sexo/orientación/identidad sexual) que está enamorada de su pareja y a la que ésta le dice que la va a abandonar, tenga reacciones de suplicar, de pedirle que no la abandone, de mandarle mensajes, de acosarla e incluso, en determinados casos y dependiendo de la personalidad y otras circunstancias referidas antes, que recurra a la violencia para intentar conservar a esa pareja. Y lo entendemos porque se ponen en marcha mecanismos psicológicos que todos tenemos: el sufrimiento por el abandono y el rechazo, el amor, los celos, etc. Ocurren en niños pequeños cuando su madre se separa de ellos y lloran gritan y patalean para que vuelva (antes de ser socializados). Y estos mismos comportamientos los vemos en otros primates y mamíferos. No necesitamos el Patriarcado para explicar esto. De la misma manera, podemos entender que una persona con un Trastorno Borderline de Personalidad (altamente relacionado con la violencia de pareja), que tiene dificultad en el control de impulsos y que es muy inestable emocionalmente, y que consume alcohol y drogas con frecuencia, puede tener un día una discusión con su pareja y puede perder el control y reaccionar con agresividad (que nadie confunda explicar o entender con justificar moralmente, ninguna violencia ni de pareja ni de otro tipo está justificada: ver Armenti y Babcock, 2018 para conocer su hipersensibilidad al rechazo y sus reacciones de ira). No necesitamos tampoco el Patriarcado para explicarlo. Para entender esto nos basta la naturaleza humana y la psicología humana, cosas que no ha inventado el Patriarcado, sino que son previas y las ha diseñado la selección natural. La literatura psicológica demuestra claramente que la convivencia íntima genera estados emocionales, como ansiedad e ira, que pueden dar lugar a abuso, sobre todo si existen trastornos de personalidad, y esto ocurre independientemente del sexo. En palabras de Naomi Eisenberger y cols.: “hay algo en la exclusión por parte de los demás que es percibido como perjudicial para nuestra supervivencia, como algo que físicamente duele y nuestro cuerpo sabe esto automáticamente…Puedes imaginar que esta parte del cerebro está activa cada vez que somos separados de nuestros compañeros más cercanos. Estaría desde luego activa cuando experimentamos una pérdida (tal como la muerte o el final de una relación)”(Eisenberger y cols., 2003)
Esto no quiere decir que los factores culturales no tenga también su importancia y debamos incluirlos en la explicación de la VPI. Una determinada cultura que denigre a las mujeres, que admita el uso de la violencia contra ellas como algo normal, etc. por supuesto que va a ser un factor que agravará el riesgo y la frecuencia de presentación de la VPI. Pero lo que no podemos es reducir todo a este factor. Una visión más razonable es la que podemos ver en la figura.
¿Por qué es el paradigma de género el dominante en nuestra sociedad?
Para finalizar una cuestión importante. Si el paradigma de género tiene tan poca base científica, ¿entonces por qué es el modelo hegemónico desde hace por lo menos 30 años? Hay varias posibles explicaciones:
1- Razones morales
Creo que una probable explicación es que fueron las feministas de los años 60 y 70 del siglo pasado las que llamaron la atención y cambiaron la concepción de la sociedad sobre la violencia contra las mujeres, una violencia que ha sido ignorada durante siglos, y todavía lo es en muchos lugares del mundo. Esto les ha colocado en una posición de superioridad moral y se confunde criticar la posición científica del feminismo en el tema de la VPI con criticar su posición moral. También esta historia previa innegable otorga el papel de víctima a las mujeres lo cual confiere un mayor estatus moral. Pero creo que es fundamental separar ciencia y moral. Considero que la batalla moral esta ganada, todo el mundo admite -salvo excepciones- que todo tipo de violencia contra mujeres u hombres, hijos o padres, y también fuera del ámbito doméstico, es absolutamente condenable desde el punto de vista moral y que tenemos que hacer todos los esfuerzos por conseguir una sociedad donde esa violencia no tenga cabida. En esta condena moral no hay vuelta atrás.
Una segunda razón, unida a lo anterior, es probablemente el miedo a que reconocer que la violencia es simétrica y que los hombres también son víctimas pueda suponer un retroceso en las medidas o en los fondos económicos dedicados a combatir la violencia contra las mujeres (hogares, ayudas económicas, etc.). También puede existir incluso el miedo a que los estudios científicos sobre que la violencia es simétrica (y que las mujeres también son perpetradoras y los hombres víctimas) puedan aportar munición a ciertos grupos políticamente retrógrados que defienden falsamente que la agresión contra las mujeres no es un problema. Creo que este planteamiento es comprensible pero erróneo. La empatía y la solidaridad con las víctimas no es un recurso finito. De la misma manera que reconocer que los niños son víctimas de violencia y que hay que tomar medidas contra el maltrato infantil es una necesidad y un campo en el que la sociedad debe aumentar sus esfuerzos, también lo es reconocer que muchos hombres son víctimas y necesitan ayuda y muchas mujeres son perpetradoras y también la necesitan para abandonar la violencia.
Imaginemos, como la crítica al paradigma de género plantea, que el feminismo está equivocado al explicar la violencia de pareja sólo por el paradigma de género y supongamos que factores de la psicología, la biología y la naturaleza humana son importantes. Nada de eso cambia la naturaleza moral, condenable e inadmisible de la violencia contra cualquier persona (sea del sexo, orientación o identidad sexual que sea) por parte de su pareja, familiar o extraño. Sea el “machismo” la causa o no lo sea, eso no cambia absolutamente ni una coma el objetivo común de disminuir todo lo posible todo tipo de violencia. El feminismo no tiene ninguna necesidad de comprometerse con una teoría o ideología porque corre el riesgo de perder credibilidad si esa teoría o ideología se demuestra errónea. Todos los conocimientos científicos que podamos obtener serán ayudas en la consecución de ese objetivo y nunca un obstáculo. Cuanto mejor conozcamos el origen y el funcionamiento de la agresión y violencia humana en mejores condiciones estaremos para combatirla.
El feminismo tiene una autoridad moral, como decía, pero la ciencia no la deben hacer las autoridades morales a no ser que queramos volver a los tiempos de Galileo. La Iglesia estaba equivocada y lo acabó reconociendo siglos después. El feminismo tampoco tiene por qué comprometerse necesariamente con una teoría o una ideología o con un tipo de terapia concreto y tampoco tiene por qué prefijar lo que los investigadores de la agresión la violencia humana tienen que encontrar. Que deje ese trabajo a los científicos para que podamos conocer de la mejor manera posible la agresión y la violencia humana y así tener las mejores herramientas para combatirlas.
2- Instintos coalicionales.
Es un error y un desastre politizar la ciencia. Los seres humanos tenemos unos fuertes instintos de mantener y defender las coaliciones (los grupos) a los que pertenecemos (John Tooby los llama instintos coalicionales). En los tiempos ancestrales el ser humano que no tuviera una coalición estaba desnudo y a expensas de los que sí formaron coaliciones. Por eso somos descendientes de los humanos que tuvieron fuertes instintos de coalición. Por ello, formar coaliciones alrededor de temas científicos es un desastre. Y lo es porque enfrenta dos instintos básicos del ser humano: el de buscar la verdad y el de no traicionar al grupo, el de ser un buen miembro de una coalición. Si moralizamos una cuestión científica el proceso científico está herido de muerte porque nadie quiere ser un traidor a su grupo y si publicar ciertos datos va a causar un daño al grupo, la mayoría de científicos e investigadores lo van a evitar. En la mayoría de personas pesa más el instinto de defender su grupo que la búsqueda de la verdad y esto puede dar lugar a comportamientos científicos poco éticos que a continuación describo.
3-Falta de ética
Las dos explicaciones anteriores han dado lugar a comportamientos de mala práctica científica (pero realizados con la convicción de que era lo moralmente correcto) que han ayudado y ayudan a la perpetuación del paradigma de género. Los defensores del paradigma de género han utilizado -y utilizan- un arsenal de medidas absolutamente condenables para impedir el avance científico en este campo. Algunas son las siguientes:
- Amenazar y atacar personalmente a investigadores que han defendido paradigmas alternativos como el modelo de violencia familiar, como se hizo con Murray Straus o Susan Steinmetz. También se ha amenazado a investigadores de que si se metían en este campo no iban a conseguir puestos en la universidad.
- Ocultar la evidencia de que la violencia es simétrica y que las mujeres también son perpetradoras y los hombres víctimas
- Evitar que se consigan datos sobre que las mujeres son perpetradoras de la violencia negando la concesión de becas para estudios que investiguen la violencia femenina, por ejemplo.
- Bloquear la publicación de estudios al respecto, como comentaba Terrie Moffitt en el vídeo que citaba más arriba
- Afirmar en los estudios sobre VPI conclusiones que contradicen los propios datos del estudio. Es decir, en muchos estudios uno mira las tablas y ve que la violencia es simétrica pero los autores en los conclusiones hablan solo de la violencia ejercida por el hombre. Hay ejemplos en (Straus 2010).
- Ofrecer en los medios de comunicación una visión sesgada dando publicidad a la violencia que encaja con el paradigma de género (la masculina) y ocultando la violencia ejercida por la mujer.
- Ocultar, como he dicho más arriba, desde instancias oficiales toda la violencia que no encaja con la del paradigma de género, evitando recoger datos sobre la misma para invisibilizarla: la violencia ejercida por la mujer contra el hombre o contra los niños, la violencia en parejas homosexuales, etc.
Conclusiones y perspectivas futuras
El paradigma de género debe ser abandonado. Su función original fue generar cambio social en una dirección que corrigiera el desequilibrio contra las mujeres. El resultado, sin embargo, ha sido desinformar las políticas sociales así como a jueces, policías, etc., ocultar datos que le contradicen y desorientar las medidas terapéuticas para cambiar la conducta de los perpetradores de VPI. Sorprenderá saber que en algunos estados de los EEUU como Georgia, Oregon o Alabama han estado prohibidas terapias como la de pareja o de familia, el tratamiento de adicciones, de la psicopatología o intervenciones psicodinámicas en el caso de los abusadores (Dutton, 2006 pp296-298). El paradigma de género es un modelo simplista que no refleja la complejidad de la mente humana y que nos obliga a tirar a la basura conocimientos sólidos sobre la psicología humana.
No hay ninguna duda de que las mujeres han sufrido una historia de maltrato amparado por instituciones legales y religiosas y que incluso se les ha culpado de esa violencia ejercida sobre ellas. En respuesta a esta historia de opresión, el péndulo ha girado hacia una posición igualmente simplista de considerar que todo es culpa de los hombres. La posición actual y mayoritaria en nuestra sociedad es que la violencia no es una solución válida para resolver problemas independientemente del sexo, edad, orientación o identidad sexual de la persona que la ejerza. Existe una gran evidencia de que tanto hombres como mujeres ejercen violencia y nuestros modelos tienen que incorporar esos datos y buscar soluciones para todas las personas implicadas en la violencia de pareja y familiar. Queda mucho todavía por hacer para prevenir la violencia contra hombres, mujeres y niños. Dejemos a los científicos que estudien y debatan en libertad las causas y soluciones de la violencia humana y dejemos de lado los dogmas que fijan de antemano lo que deben encontrar. Toda la sociedad saldrá ganando empezando por las víctimas.
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