domingo, 18 de junio de 2023

Contra la Revolución Sexual


Esta entrada es un pequeño comentario del libro Contra la Revolución sexual, de Louise Perry.Louise Perry es una activista, autora, podcaster y autodeclarada feminista con un discurso diferente al del feminismo al que estamos más habituados, hasta el punto de que podríamos decir que se trata de un feminismo antifeminista, por lo menos en muchos aspectos. El feminismo de Perry tiene puntos en común con el de su amiga Mary Harrington que define su feminismo como reaccionario. Vamos a ver por qué digo que es un feminismo antifeminista.
Para empezar, Perry acepta que hombres y mujeres son diferentes física y psicológicamente, es decir que son diferentes no sólo por debajo del cuello sino también del cuello para arriba. Y no sólo eso, sino que acepta que la psicología evolucionista es una aportación importante para entender esas diferencias y que no somos tablas rasas. Todo esto es ciertamente novedoso y contrario a la tradición feminista. Llega al punto de alabar un libro, Una Historia Natural de la Violación, de los psicólogos evolucionistas Randy Thornhill y Craig Palmer que fue tremendamente polémico en su momento y llevó a que los autores tuvieran que mirar debajo de su coche la posible existencia de bombas por las amenazas que recibieron. A ella dice que le cambió su visión de la realidad. Hay que decir que Perry ha trabajado como voluntaria en asociaciones que se dedican a ayudar a mujeres que han sido violadas y cuenta que había cosas en el discurso feminista estándar sobre este tema - que la violación va de poder y no de sexo- que no la convencían. Para Perry, la violación también va de sexo y este libro la ayudó a entenderlo mejor.

Otras diferencias con el feminismo hegemónico en la actualidad es su defensa de lo que podríamos considerar un estilo de vida y unos valores tradicionales: el matrimonio y la maternidad, por ejemplo, aunque deja claro que no quiere una vuelta atrás, a los años 50 como defienden algunos desde la derecha del espectro político.

Con respecto al matrimonio hay mucha teorización en la historia del feminismo -empezando por Simone de Beauvoir que critica el matrimonio como institución patriarcal que restringe la libertad de la mujer y perpetúa su subordinación al hombre- donde el matrimonio está íntimamente ligado a la prostitución, como una especie de contrato económico donde la mujer provee al hombre de sexo a cambio de protección y recursos para ella y sus hijos . El feminismo radical de orientación marxista suele considerar al matrimonio y la familia tradicional como la cuna de la opresión patriarcal así que es claro el choque con el feminismo de Perry. El consejo de Perry a las mujeres jóvenes es que se casen.

Con respecto a la maternidad, podríamos decir que es el elefante en la habitación del feminismo. No se puede generalizar porque hay muchos puntos de vista dentro del feminismo pero el feminismo no se ha caracterizado precisamente por animar a las mujeres a ser madres como hace Perry. Personalmente, sostengo la hipótesis de que el feminismo es una ideología que defiende que lo que son, tienen y hacen los hombres es más valioso que lo que son, tienen y hacen las mujeres. Creo que el feminismo adjudica más estatus a todo lo que hacen los hombres (ser CEOs y trabajar 24/7 y no tener tiempo para la familia y amigos, trabajar en STEM en vez de en enfermería, tener sexo sin compromiso como trata Perry en su libro, etc.) y niegan las diferencias biológicas entre hombres y mujeres para así reivindicar que las mujeres son iguales que los hombres y se merecen el mismo estatus. Pero Perry propone otra vía, (un feminismo maternal que en este artículo lo explica mejor) con la que simpatizo: otorgar y reivindicar estatus para la maternidad y los roles de cuidado. “El feminismo tiene que redescubrir a la madre, en todos los aspectos”, apuntala Perry.

Otra diferencia está en la critica a la cultura de sexo casual (hook-up), una cultura en la que las mujeres tienen sexo “como un hombre” y en la que muchas mujeres jóvenes participan pero, según sus propios testimonios, porque no quieren ser un bicho raro o porque si no lo hacen se quedan fuera del “mercado de parejas” porque otras mujeres lo van a hacer. Refiere que muchas mujeres se arrepienten de este tipo de sexo más adelante y se sienten utilizadas. Según ella, es un tipo de sexo que les va bien a muchas mujeres pero no a la mayoría. Cree que el feminismo ha engañado a las mujeres y que el sexo sin amor no empodera a las mujeres, como se las ha hecho creer.

Pero hay otras cosas en las que Perry coincide con el feminismo hegemónico y me interesa resaltar una de ellas: el feminismo de Perry sigue siendo un feminismo en el que las mujeres no tienen agencia, sólo los hombres la tienen. Se percibe por todo el libro pero sobre todo en el capítulo titulado “El consentimiento no es suficiente”. Hay que decir que Perry está en contra de la prostitución, el porno y el sadomasoquismo y no acepta que se le diga que ese tipo de prácticas son legítimas siempre y cuando haya un consentimiento. Perry lo rebate:

“Y la apelación del feminismo liberal al consentimiento no resulta suficientemente buena. No representa los modos en los que la sexualidad de jóvenes impresionables puede verse deformada por el porno o por otras formas de influencia cultural”.

Dice Kathleen Stock también en el prólogo: 

“Por supuesto lo que esto no tiene en cuenta es que una persona se puede ver presionada (por sus semejantes, sus parejas o fuerzas culturales mayores) a creer que quieren cosas que, más tarde, termina reconociendo como perjudiciales para ella”

No sé muy bien dónde nos deja esta postura de tratar a mujeres adultas como menores. Si el consentimiento no es suficiente me temo que el “solo sí es sí” ya no nos vale. El sí podría ser en realidad un no pero la mujer no lo sabe…o lo va a saber al día siguiente o años después…Tal vez el próximo eslogan va a ser “Sólo sí no es sí” o “Sí es no”.

Pero aquí veo un problema muy grave de fondo: si no nos podemos fiar de las decisiones de la propia persona, ¿de quién nos fiamos? Si una mujer que consiente a una relación sexual o a una práctica sadomasoquista no está en condiciones de consentir o de tener unos valores ¿quién es entonces el que decide? ¿o cuáles son los valores por los que nos tenemos que guiar? ¿Quién decide lo que está bien y lo que está mal? Porque si no podemos admitir que una mujer tome estas decisiones es porque pensamos que hay valores que están por encima de esa capacidad suya de decidir. Que hay cosas que están mal -objetivamente- como la prostitución, el porno, la gestación subrogada, etc.,  y que deben ser prohibidas. Pero esto nos supone un problema si lo aplicamos a otros campos, por ejemplo al del aborto. Puede haber personas que planteen que la decisión de una mujer de abortar no es libre porque está influida por otras personas o por una determinada cultura y que el valor de la vida del embrión está por encima de decisiones personales. Me parece que este enfoque nos lleva a terrenos muy resbaladizos, a saber: que hay alguien que está mejor posicionado que nosotros mismos para decirnos lo que podemos o no podemos hacer.

En resumen yo diría que el libro es interesante y merece la lectura por personas de todas las ideologías. Todos vamos a encontrar puntos de acuerdo y de desacuerdo pero es una aportación nueva que posiblemente refleja una realidad de cosas -o un clima cultural- que necesitaba un portavoz como Perry con la valentía de decirlas. Lo que no sé es el recorrido que este ¿nuevo? feminismo como el de Perry o el de Harrington pueda tener. El feminismo que tiene el micrófono no creo que esté dispuesto a perder protagonismo, aunque opino que incorporar algunas de las cosas que reivindica Perry podría refrescar un discurso que lleva tiempo anquilosado. El feminismo está ya lo bastante asentado como para atreverse a dar nuevos pasos.