En esta entrada voy a poner sobre la mesa el problema que supone el avance de la neurociencia para nuestro actual sistema de justicia. Son varios los autores que vienen llamando la atención sobre este asunto y voy a seguir fundamentalmente a David Eagleman en su clásico artículo, The Brain on Trial de 2011. La conclusión sería que nuestro sistema legal no sólo es erróneo sino injusto por tratar a la gente como si todos fuéramos iguales. Reconozco, sin embargo, que todavía no estamos en condiciones de articular una alternativa al sistema actual.
Charles Whitman fue un joven de 25 años, uno de estos asesinos múltiples que se llenan de armas hasta los dientes, que se fue a la universidad de Texas Tower en Austin y se puso a disparar contra todos y asesinó a 13 personas e hirió a 32. Es interesante, sin embargo, que Whitman había dejado unas notas donde indicaba que quería que se le hiciera la autopsia porque se sentía raro y con unos impulsos violentos que no había sentido nunca. De hecho, antes de marchar a disparar a la universidad había asesinado a su madre y a su esposa a la que amaba, sin ninguna razón. El resultado de la autopsia fue un glioblastoma, un tumor cerebral, que afectaba al tálamo, al hipotálamo y a la amígdala, siendo esta última una región especialmente relacionada con el miedo y la agresión.
Es famoso también el caso de un hombre de 40 años, llamémosle Alex, que empieza a desarrollar unas preferencias sexuales que no había tenido nunca. Se empieza a interesar por la pornografía infantil, hasta el punto de que empieza a realizar acercamientos sexuales a su hijastra, lo que alarma a su esposa. Se le encuentra culpable de molestar a niños, se le echa de casa y se le condena a rehabilitación en vez de prisión. Sin embargo, estando en rehabilitación realiza acercamientos sexuales inapropiados al personal y a otros clientes y acaba en prisión. A la vez que ocurría todo esto, Alex se quejaba de dolores de cabeza y estando en prisión son tan insoportables que le llevan a Urgencias. Se le realiza un TAC craneal y se le encuentra un tumor en la región orbitofrontal. Se le opera a Alex y su sexualidad vuelve a la normalidad. Un año después de la operación Alex empieza otra vez con conductas pedofílicas. Se le vuelve a realizar scanner y se descubre un trozo de tumor que no había sido extirpado en la intervención inicial y había crecido. Se le reopera y la sexualidad de Alex se normaliza.
Cambios en la química cerebral dan lugar a cambios en la conducta. Si la biología cambia, cambian nuestros deseos, impulsos y la capacidad de controlarlos y de tomar decisiones. Por ejemplo, algunos pacientes de Parkinson a los que se les da agentes dopaminérgicos como el pramipexol desarrollan juego patológico, hipersexualidad y un aumento del apetito. Si los polos frontales se afectan, como en la decencia froto-temporal o en ACV o tumores en la zona, aparecen conductas desinhibidas, inmorales y cambios de personalidad.
Lo que estos ejemplos nos indican es que la conducta humana no puede ser separada de la biología. La mayoría de nosotros pensamos que todos los adultos tenemos la misma capacidad para realizar elecciones morales, pero esto es erróneo. Los cerebros de las personas son muy diferentes. Creemos que existe una especie de Pepito Grillo en nuestro cerebro, una voluntad inamovible o una conciencia, que es independiente de nuestros genes y de nuestro ambiente. Nada de eso le afecta, es un brújula que marca el bien y siempre sabemos cuál es el bien y podemos elegir libremente hacerlo. Los que no lo hacen son malos y tienen que ir a la cárcel, punto. Pero esto no es así. Pepito Grillo está hecho de instintos, motivaciones, capacidad de autocontrol y de inhibición de impulsos, etc.; Pepito Grillo no está al margen de genes y ambiente sino que está constituido por los genes y el ambiente de cada persona.
Voy a poner más ejemplos. Veamos el caso de Robert Alton Harris, un asesino condenado a muerte en San Quintin en 1992. Los dos padres de Harris eran alcohólicos y probablemente psicópatas, por lo menos el padre que estuvo dos veces en prisión por abusar sexualmente de sus hijas. Parece que Harris nació con síndrome fetal alcohólico y prematuro por una patada que el padre dio a la madre. Harris fue torturado por su sádico padre porque pensaba que no era hijo suyo sino fruto de un affair de su esposa. La madre odiaba a Harris porque le consideraba culpable de las palizas que recibía a manos de su padre. Harris fue objeto de bullying aunque pronto ingresó en una cárcel para menores donde fue violado repetidamente desde la edad de 14 años.
Bien. Con lo hablado hasta aquí todavía podemos intentar sacar la conclusión de que tenemos una capacidad moral que funciona bien pero que se altera en casos muy extremos y muy especiales de tumores cerebrales, accidentes cerebro-vasculares, demencias y en psicópatas graves, o en gente a los que les damos determinados medicamentos. Pero esto es usar la técnica del avestruz y esconder la cabeza. Porque es sólo cuestión de tiempo que la tecnología sea capaz de hacer distinciones más finas que las que hacemos ahora a nivel de tumores o ACVs. En el futuro detectaremos patrones y detalles a nivel microscópico y en circuitería que se correlacionan con problemas de conducta con implicaciones morales. Un poco más abajo pongo otro ejemplo un poco diferente. No hay distinción entre la biología y la persona con su capacidad de tomar decisiones, son la misma cosa.
A la hora de metabolizar productos en el hígado una personas somos metabolizadores rápidos y otras son lentos. Todos no metabolizamos a la misma velocidad un bocadillo de chorizo porque no tenemos la misma cantidad de jugos gástricos, enzimas, ni la misma flora bacterian. Es sólo cuestión de tiempo encontrar diferencias similares en el cerebro y la línea que separa a los “responsables” de los que no lo son se va a hacer más borrosa. En cualquier eje que midamos - inteligencia, control de impulsos, agresión, empatía, etc.-, nos encontramos con una distribución variable. No somos iguales. Y muchas de estas variables afectan a la conducta moral.
Lo voy a ilustra con otro ejemplo. Existe una hipótesis que plantea que el Trastorno Borderline de Personalidad (luego se ha ampliado también al Trastorno Antisocial de la Personalidad) se debe a una alteración en el sistema de opiáceos del cerebro, y que los síntomas de estos pacientes son intentos incontrolables e inconscientes de estimular su sistema opiáceo defectuoso y su sistema dopaminérgico. Las conductas de las que hablo son conductas agresivas, hipersexualidad, autolesiones, abusos de sustancias…, es decir, conductas con repercusiones morales y legales. Personalmente, puedo comentar el caso de una paciente borderline con impulsos a robar en tiendas (cleptomanía o shop-lifting) que me dice que la necesidad que tiene de robar va aumentando a medida que pasa el tiempo hasta convertirse en una necesidad urgente que se alivia con el acto, para volver luego a aumentar progresivamente. Suponiendo que esta teoría y otros hallazgos similares en el futuro se demuestren, ¿sería justo meter en el mismo saco legal a personas con el sistema opioide alterado y personas que no lo tienen alterado? ¿Es justo juzgar igual a alguien como Robert Harris, que ha heredado esos genes de psicopatía y ese ambiente, y a alguien que no los ha heredado? ¿Es acertado suponer que esas dos personas tienen el mismo Pepito Grillo? Creo que no, y que sostener la existencia de una “voluntad libre” que no se ve afectada por la lotería de los genes y el ambiente es mantener un estatus quo que perjudica a los más desfavorecidos, a los que peor suerte han tenido en la vida.
A medida que avance la neurociencia descubriremos que la gente se distribuye en un continuo y no en categorías simples. No podremos mantener que todos los cerebros responden igual y todos merecen el mismo castigo. El sistema legal supone que todos somos iguales ante la ley, que todos somos igual de capaces de controlar nuestros impulsos, de tomar decisiones y de comprender sus consecuencias. Este mito es admirable en espíritu y era lógico mantenerlo hace siglos. Pero sencillamente no es cierto.
Mi intención con este post ha sido señalar que tenemos un problema. Davig Eagleman aventura cómo podríamos realizar los cambios necesarios para el futuro pero creo que todavía no tenemos una alternativa factible, porque la ciencia no ha avanzado lo suficiente. Pero es muy importante empezar por reconocer que tenemos un problema, es el primer paso para buscar soluciones.
@pitiklinov
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