Toda la teoría está en contra del libre albedrío, toda la experiencia a favor
- Samuel Johnson
He terminado hace poco The Cultural Animal, Human Nature, Meaning, and Social Life, de Roy F. Baumeister, y os voy a hacer una reseña o pequeño resumen de lo que ofrece el libro. Se trata de una obra monumental, un trabajo impresionante, de casi 400 páginas, muy denso y que lleva su tiempo leer, pero en conjunto creo que merece la pena. Lo que Baumeister intenta hacer es un resumen de la naturaleza humana: qué somos, qué queremos, cómo pensamos, cómo sentimos, cómo actuamos y cómo interactuamos, una empresa bastante ambiciosa.
La tesis central del libro es que la naturaleza nos diseñó para la cultura, que la mente humana está diseñada por la selección natural para permitirnos pertenecer a la cultura. Baumeister defiende que la cultura ha influenciado la naturaleza y creo que esa idea es perfectamente defendible. Ya hemos hablado aquí del Efecto Baldwin, del ejemplo de la intolerancia a la lactosa como cambio genético debido a un cambio cultural, así que me parece un planteamiento válido en principio. La cultura, a su vez ha sido seleccionada porque aporta ventajas reproductivas al ser humano. Cosas como el lenguaje, la acumulación de conocimiento, la división del trabajo y el intercambio y cooperación aportan ventajas para la especie humana, y la prueba es que hemos llegado a los 7000 millones de individuos en el planeta, mientras que nuestros más cercanos parientes, los primates, se enfrentan a la extinción.
En el primer capítulo Baumeister distingue entre un mundo físico, un mundo social y un mundo cultural. Muchos animales viven en el mundo físico, viven solos e interactúan con el ambiente físico para conseguir todo lo que necesitan. Otros animales viven en el segundo mundo, el mundo social.Trabajando juntos consiguen cosas que no podrían conseguir por separado. La interacción social es por tanto una estrategia biológica cuyo éxito puede medirse en base a los criterios biológicos de supervivencia y reproducción. Y la cultura es el tercer ambiente. Baumeister acepta que existe un rudimento de cultura en chimpancés y otros primates, pero nada comparable a la cultura humana. Algunos animales encontraron que podían sobrevivir y reproducirse con más éxito utilizando la cultura. La cultura para Baumeister es conducta aprendida, un conjunto de creencias, prácticas, instituciones, costumbres y mitos construidos por un grupo humano, y que son pasados de una generación a la siguiente. Baumeister da mucha importancia al sentido o significado, el mundo cultural es un mundo compartido de sentidos o significados. La cultura es un sistema basado en la información que permite a la gente vivir junta y satisfacer sus necesidades. A diferencia de otros psicólogos sociales, Baumeister admite que la cultura tiene su base en la biología y que, a pesar de las diferencias, son más importantes las semejanzas entre todas las culturas que las diferencias. Reconoce que la cultura no puede moldear al ser humano como le de la gana, que el ser humano no es una tabla rasa y que la cultura tiene unas limitaciones en lo que puede conseguir. Habla de los ejemplos del comunismo, de los kibbutz israelíes donde se intentó saltar por encima del núcleo familiar, por ejemplo, y tuvieron que dar marcha atrás. También comenta como ejemplo de ello el caso conocido de Bruce Reimer, un niño que sufrió un problema en el pene tras una operación de fimosis y que fue criado como una niña pero al final apareció su naturaleza masculina. La cultura puede influir la conducta, pero hasta cierto punto.
En el segundo capítulo Baumeister toca unos temas muy interesantes aunque un tanto filosóficos. Desarrolla lo del sentido que he comentado antes. Dice que la cultura está hecha para el sentido, solo por medio del sentido puede uno almacenar y comunicar información, y que, sobre todo, el lenguaje codifica sentidos. Dice que el mundo cultural no es un mundo físico pero que, a pesar de ello, la causalidad social o cultural es real. El test básico, nos dice, para ver si una persona cree en la realidad social es este: “¿ crees que las ideas pueden mover moléculas?”. En otras palabras, ¿la distribución física de la materia en el universo puede ser alterada, aunque sea levemente, por realidades que no son físicas? Se refiere a las ideas. Las ideas son reales pero son independientes de los cerebros particulares. Aunque unos cerebros desaparezcan pueden seguir existiendo en otros cerebros. Según Baumeister, la conducta responde al sentido, que no es una realidad física, sino que depende de unos supuestos compartidos por un grupo cultural. Como ejemplo de realidad no física pone el dinero. El dinero no es una realidad física sino un acuerdo compartido. Un billete de 1000 pesetas ya no es nada, es una realidad física, un papel, pero al perder el sentido ya no sirve. Otro ejemplo serían las leyes. En toda esta reflexión Baumeister adopta una postura bastante platónica. Dice que los números por ejemplo ya existían antes de que existiera el hombre y antes de que se llegaran a utilizar. Plantea que 7x 4 ya eran 28 en la época de los dinosaurios. Mucha gente no estaría de acuerdo con esto, y lo dejo ahí para el que quiera romperse la cabeza. Pero sí quiero marcar un punto en el que creo que tiene razón, en que el ser humano responde al sentido, a cosas que no existen o que no se ven, más incluso que a las cosas reales. Creo que es efectivamente una de las características diferenciales del ser humano.
En el tercer capítulo habla Baumeister de las cosas que quiere la gente. Habla de unos deseos heredados del mundo animal: comida, evitar el dolor y seguir el placer, evitar las heridas y la muerte, control ( la gente quiere tener control de las situaciones), dinero ( aunque decía que el dinero era un significado, se traduce en libertad de hacer o tener cosas y en recursos), poder, territorio y posesiones. Luego hay unos deseos heredados del animal social: el sentido de pertenencia, que es uno de las necesidades más básicas y poderosas del ser humano, el sexo ( más plástico y variable en humanos que en otros animales), la agresión. En este tema de la agresión comenta que cuanto más cultural es un animal, la agresión cada vez ofrece menos beneficios que en animales inferiores, como medio instrumental de conseguir recursos. Me parece que Baumeister es otro más de los autores que sufren un ataque de optimismo, como Steven Pinker que dice que cada vez hay menos violencia, o Matt Ridley y su optimismo racional. No digo que no tengan razón, pero Baumeister se olvida de que la cultura genera a su vez formas nuevas de violencia o de agresión, que no existen en animales inferiores. Me refiero por ejemplo a la ideología. Los animales no se matan entre ellos por cosas que no existen nada más que en sus cabezas ( ideas religiosas o políticas...). Otros deseos del ser humano son el de cuidar, el de ayudar. Por último Baumeister habla de motivaciones humanas creadas por la cultura. Reconoce que la cultura no crea motivaciones o deseos nuevos sino que modifica los ya existentes. Habla de autoestima, culpa, el lenguaje y el deseo de hablar y compartir ( cotilleo), el éxito y llevar una vida con sentido.
En el capítulo cuatro habla de cómo piensa la gente. Habla de por qué pensamos, de la inteligencia ( que busca patrones), del lenguaje, de las expectativas, de cómo entendemos la causalidad, del inconsciente y la mente automática, de la memoria, del razonamiento, y del razonamiento moral también. Un repaso amplio pero no realiza grandes aportaciones, a mi modo de ver.
En el capítulo cinco habla de las emociones, y aquí sí aporta una matización que tiene su interés. Define lo que son, reconoce con Damasio que son una de las motivaciones básicas de la conducta y que sin emociones no podemos pensar y no podemos decidir, sin ellas el pensamiento giraría en el vacío. Pero luego nos dice que las emociones son para la vida social, que si se acompañan de unas manifestaciones físicas bastante claras, que los demás pueden ver, es porque son formas de comunicación, que si no, las sentiríamos exclusivamente por dentro. También explica que decidimos nuestras acciones en base a las emociones que esperamos sentir al actuar. Esta tarde yo puedo ir a ver a mi abuela, o a ver un partido de fútbol, o trabajar en una presentación que tengo que hacer, o ir a charlar con unos amigos, por mencionar solo algunas de las miles de cosas que podría hacer. Las emociones que anticipadamente espero sentir me permiten comparar entre estas diferentes acciones y probablemente elegiré la opción que me promete el mejor resultado emocional. La emoción sería la moneda de las decisiones, el mínimo común denominador de esas aciones o posibilidades tan diferentes. Es decir, nuestra conducta perseguiría las emociones. También nos sirven para aprender. Si yo hago algo que disgusta a mi abuela me sentiré culpable por ello y aprenderé a no volverlo a hacer porque no quiero sentirme mal, culpable, de nuevo. Esta es la razón, según Baumeister de que no podamos controlar las emociones. Si yo pudiera sentirme mejor a voluntad, si pudiera dejar de sentirme culpable por lo que he hecho a mi abuela y sentirme feliz, no tendría necesidad de cambiar mi conducta. Puedo seguir comportándome mal con ella (y con cualquiera, no solo con mi abuela) sin consecuencias negativas para mí. Pero de esta manera la vida social sería imposible. Si yo quiero dejar de sentirme mal tengo que cambiar mi conducta, tengo que pedir perdón a mi abuela y tengo que evitar comportarme así en el futuro. Todo ello hace que la vida social sea posible.
En el capítulo seis Baumeister habla de cómo actuamos y trata fundamentalmente del libre albedrío. Baumeister cree que tenemos libre albedrío y le da mucha importancia para defender su postura al hecho de que podemos diferir o retrasar nuestras conductas, a que no actuamos al primer impulso. En este punto difiero bastante frontalmente de Baumeister. Reconoce que la conducta surge de procesos automáticos inconscientes, no es necesaria consciencia ni razonamiento para producir conducta, y los animales inferiores así nos lo demuestran, pero Baumeister plantea que el sistema consciente puede puntualmente alterar el flujo de esos procesos inconscientes y dirigirlos en un sentido u otro. Reconoce que son efectos pequeños pero significativos. Pensando, uno podría actuar de una manera diferente a como habría actuado en el primer impulso, o automáticamente. El problema que le veo a este planteamiento es que si yo tengo un impulso a hacer una cosa, la necesidad de pensar y cambiar ese primer impulso tiene que venir de otras motivaciones, de otras causas o razones, y no solo de la razón o la reflexión. Lo ilustro con un ejemplo del propio Baumeister. Entran unos ladrones en mi casa y me piden mi dinero, o puede incluso que a mi mujer. Mi primer impulso natural es resistir agresivamente en cuyo caso me matarían. La capacidad de superar ese primer impulso ( y darles lo que quieren) me permitiría sobrevivir. Impecable el razonamiento pero yo no veo libertad por ningún sitio. Mi idea de la libertad no es precisamente entregar mis posesiones a punta de pistola.
Tiene razón Baumeister en que lo que llamamos libre albedrío -esa capacidad de retrasar o diferir un acto- ha sido seleccionado por la selección natural porque es adaptativo. Si yo tengo sed y voy a ir a beber a una charca y veo que hay un tigre, me viene bien poder esperar y aguantarme la sed hasta que el tigre se vaya. Efectivamente esa capacidad ha sido seleccionada por la selección natural, pero habría mucho que discutir si eso implica libertad. Al final estoy obligado a beber y si el tigre no se va o busco otra charca (si la hay) o tendré que jugármela o morir de sed. Por otra parte, esto lo hacen también los animales. Un chimpancé tampoco iría a beber si hay un tigre y también puede retrasar su conducta. Os puedo poner otro ejemplo: dormir. Yo puedo retrasar la hora de ir a dormir o puedo incluso no dormir una noche pero al final tengo que dormir o me muero, yo no puedo elegir no dormir. Tal y como yo lo veo no soy libre de elegir no dormir.
Baumeister hace casi sinónimo al libre albedrío del auto control. Los humanos nos podemos autocontrolar y eso es señal de nuestro libre albedrío. Pone otro ejemplo como que yo puedo tener un primer impulso a beber o a comer algo, pero que luego me lo pienso y me doy cuenta de que esa comida viola un principio religioso, o que no tengo dinero para comprar el agua, y no voy a entrar a un restaurante y cogerla, u otro tipo de limitaciones...Y yo sigo sin ver libertad por ningún sitio. ¿Por qué no hago una cosa que quiero hacer? como Baumeister plantea tiene que haber limitaciones o inconvenientes que me lo impidan porque de otra manera lo haría. Evidentemente si no tengo dinero para comprar la comida me arriesgo a ir a la cárcel si la robo...¿eso es libertad? El propio Baumeister reconoce que la moralidad es una de las formas que tiene la cultura o la sociedad para controlar al individuo, para hacer que no actúe de modo egoísta y conforme así su conducta a las normas del grupo. Sin moralidad la vida social sería imposible, esto es evidente, y la moral es un producto de los animales sociales, no existe en animales que viven de forma aislada. Dice Baumeister que las reglas morales y leyes existen para impedir que la gente haga lo que quiere hacer, y que obedecer las leyes requiere que la persona reprima sus impulsos iniciales. El autocontrol hace precisamente esto. Pero a mí me parece que el autocontrol es en realidad heterocontrol interiorizado, llamamos autocontrol al control social de nuestra conducta. Un ejemplo. Un hombre casado sale una noche, se toma unas cervezas y tiene la oportunidad de tener relaciones con una mujer que no es su esposa. El hombre se lo piensa, se da cuenta de que si tiene relaciones sexuales se va a sentir culpable. Hay que decir que normalmente sentimos más culpa por acciones que tienen que ver con las personas con las que tenemos más vínculos emocionales que con extraños. Si yo no devuelvo una llamada de mi esposa o hijo me voy a sentir mal, pero no si no devuelvo la llamada de un extraño. Este hombre valora que no quiere sentir esa emoción aversiva que es la culpa, y que tampoco quiere correr el riesgo de que le abandone su mujer. La culpa es un aviso de que podemos perder una relación o vínculo valioso, por eso no la sentimos por un extraño. Valora también que si se divorcia va a tener que pasar una pensión, su calidad de vida se va a resentir, y al final decide no acostarse con la mujer que ha conocido. ¿Podemos concluir que eso es un acto libre? Yo personalmente no lo veo así. Este hombre no ha realizado su primer impulso porque hay un montón de cosas que se lo impiden, por lo tanto, no me parece una decisión libre. Si a hacer lo que quiere la sociedad lo llamamos libre albedrío, pues entonces estaría de cuerdo. Y la persona tiene que hacer lo que quiere la sociedad o el grupo porque fuera del grupo estamos perdidos, no podemos existir. De manera que este hombre lo que está haciendo es seguir la misma programación de todos los seres vivos, que es mirar por su propia supervivencia y bienestar , y en este caso tiene que ceder a presiones sociales, lo mismo que en otro caso cedería a presiones físicas y no se acercaría a beber a una charca en la que hay un tigre.
Decía E.O. Wilson que el ser humano seguía atado por la naturaleza, por los genes, por una correa, aunque esa correa sea más larga que en otros animales. Como esta correa es más larga podemos tener la impresión de que somos libres y podemos saltar y movernos a derecha e izquierda, pero a fin de cuentas estamos atados. Pero reconozco que a la hora de pensar sobre el libre albedrío influye mucho la personalidad del pensador, algunos por temperamento se fijan más en la botella medio llena y otros en al botella medio vacía. Por eso es muy difícil que nos pongamos de acuerdo. Algunos siempre ven que hay un margen de maniobra. Incluso si me arruino y tengo que ir a vivir debajo del puente, como se dice, puedo elegir entre un puente u otro, así que sigo teniendo libertad de elección. Para otros sin embargo eso no es capacidad de elección, según esa otra visión tener libertad es poder elegir entre dormir en casa o en un hotel, o debajo de un puente.
El capítulo siete y último lo dedica Baumeister a hablar de cómo interactúa la gente, de la familia, de la violencia y agresión, de la ayuda y cooperación, del poder y de las relaciones entre grupos. En conjunto creo que es un libro interesante, que recoge casi todos los conocimientos de la Psicología Social. Aparte de cosas en las que se pueda o no estar de acuerdo con el autor, como el problema del libre albedrío, creo que hay otro fallo global que el propio Baumeister reconoce. Me refiero a que Baumeister no habla apenas de las cosas malas que nos ha traído la cultura. Ya hemos hablado del éxito reproductor evidente, de los 7000 millones de personas que poblamos el planeta. Pero tampoco sabemos si este éxito va a continuar, se puede morir de éxito. Demasiada cultura podría ser tan mala como unos cuernos demasiado grandes y pesados como los del alce irlandés, que se extinguió aparentemente por eso. Habla Baumeister del poder de las ideas, de lo irreal o no material. Y yo comentaba el problema de la ideología. El ser humano es capaz de matar millones de semejantes como hemos visto el siglo pasado en base a cosas tan absurdas como querer crear un hombre nuevo, en la URSS socialista, o a si Dios es uno o es trino, en tiempos de las herejías. Estas barbaridades no las haría ningún animal. Tenemos el grave problema de que no podemos ponernos de acuerdo en cuál es la realidad; la realidad se define socialmente y si un grupo decide que lo real es tal cosa, eso es real aunque no lo sea. A mi modo de ver esta gran ventaja del ser humano es también su principal talón de Aquiles y no sabemos todavía de qué lado se inclinará la balanza. Podríamos estar caminando tranquilamente hacia nuestra extinción.