sábado, 27 de agosto de 2016

¿Tienen los padres un estilo parental?

Volvemos en esta entrada al libro de Nurture Assumption de Judith Rich Harris para comentar una de las cosas que ella trata. Vamos a hablar de si los padres tienen un método de criar a los hijos uniforme. En un estudio típico de socialización los investigadores empezarían reclutando un grupo de niños de la misma edad (procedentes de un colegio o guardería) y a sus padres. Entonces procederían a recoger datos sobre el método de crianza de los padres por medio de cuestionarios o tal vez observando sus interacciones con sus hijos. Sin embargo, el método de crianza es valorado con respecto a un único hijo habitualmente ya que sólo participa un niño por familia en estos estudios. Este procedimiento estaría muy bien si los padres tuvieran un estilo de crianza uniforme, algo que fuera estable, como el color de los ojos o el C.I. 

Pero los padres no tienen un estilo de crianza uniforme y fijo. La forma en que un padre actúa con un hijo concreto depende de la edad del hijo, su aspecto físico, su conducta, su inteligencia, su salud, etc. Los padres adaptan su estilo parental al niño individual. Criar un hijo no es algo que un padre hace a un niño, es algo que padre e hijo hacen juntos.

Harris lo ilustra con una anécdota personal. Un día estaba en su jardín con su perro y pasó una madre con sus dos hijos, un niño y una niña. El perro de Harris, que está entrenado para no salir a la calle, corrió hacia el límite de la casa y se puso a ladrar. Los dos niños reaccionaron de forma diferente. La niña se fue directa hacia el perro y le preguntó a la madre si podía acariciarlo, a pesar de que el perro no se estaba comportando de forma muy amigable. La madre le dijo rápidamente: “No, Audrey, no creo que quiera que le acaricies”. Mientras tanto, el niño se había retirado al otro extremo de la acera y se había quedado allí quieto, con cara de asustado,  sin atreverse a pasar por delante del perro, aunque les separaba una acera muy ancha. “Vamos, Mark, dijo la madre, el perro no te va a hacer nada” (para entonces Harris ya estaba por si acaso sujetando al perro por el collar). Mark tardó en decidirse pero al final continuó y la familia siguió su camino con Audrey riéndose del miedo de Mark.

Harris se sintió muy identificada porque ella también ha criado a dos hijas muy diferentes y criar a la primera fue fácil pero la segunda le dio más rompederos de cabeza. ¿Tratamos igual a todos nuestros hijos? ¿pero cómo vamos a tratarles igual si son diferentes? ¿Puede la madre de Audrey y Mark tratarles igual? ¿qué queremos decir con eso? ¿tenía que haberle dicho a Audrey que el perro no le iba a hacer daño (lo que le dijo a Mark) y que acariciara a un perro desconocido con cara de pocos amigos? 

Si Mark y su madre hubieran participado en un estudio de socialización los investigadores probablemente habrían sacado la impresión de que la madre de Mark era sobreprotectora. Pero si hubiera sido Audrey la que hubiera participado en el estudio los investigadores habrían concluido que es una madre que pone límites de manera sensata y razonable. Cada grupo de investigadores habría sacado una impresión diferente del estilo de crianza o parental de la madre. En el caso de Harris habrían dicho que era permisiva con su primera hija y autoritaria con la segunda. 

La relación entre padre e hijo, o entre dos personas cualquiera, es un camino de doble sentido en el que los que uno hace es en parte una reacción a lo que hace el otro. Incluso niños de dos meses ya contribuyen de forma activa a la relación con miradas y sonrisas. Todo padre que ha tenido dos hijos se da cuenta de que los niños son diferentes unos de otros, y los tratan de forma diferente porque tienen características diferentes, al atrevido hay que enseñarle precaución y al miedoso hay que tranquilizarle y animarle. A un niño sonriente se le hacen cosas y se juega con él, a un niño que no responde se le acaba haciendo menos caso; a un niño agradable se le abraza más, a un niño  desagradable se le abraza menos o se le acaba pegando incluso en ciertos casos. Hay estudios, que no gustarán a algunos padres, que demuestran que a niños guapos se les trata mejor que a niños feos. 

Estos efectos explican cosas que se observan en los estudios de gemelos. La timidez de Mark tiene un sustancial componente genético y si Mark hubiera tenido un hermano gemelo monocigótico es muy probable que su hermano fuera tímido también. Y aunque se hubiera criado en la otra punta del mundo, con otra madre, es muy probable que las dos madres hubieran reaccionado de la misma manera, habrían sido empáticas y tal vez algo impacientes. Los padres habrían sido probablemente un poco menos empáticos y más impacientes y los compañeros de colegio habrían hecho bromas a costa de Mark y su hermano gemelo.

Esto es lo que Harris llama efectos indirectos de los genes. La timidez es un efecto directo de los genes pero las reacciones que provoca en los demás serían un efecto indirecto. Un niño tímido causa que la madre lo tranquilice, que su hermana se ría de él y que los compañeros del colegio abusen de él. Un niño guapo hace que los padres le abracen y quieran mucho y que los amigos del colegio le admiren. Los gemelos idénticos tienen a veces muchas semejanzas en su vida debido a estos efectos genéticos indirectos. Aunque técnicamente forman parte del ambiente, en realidad son consecuencia de los genes del niño.

En definitiva, no queda otro remedio que tratar a cada hijo de forma diferente porque cada hijo es diferente. El estilo parental no es una característica de los padres, es una característica de la relación entre un padre y un hijo, las dos partes contribuyen a ella. 

@pitiklinov






viernes, 19 de agosto de 2016

El Error de Descartes y de la Terapia Cognitiva


La razón es y sólo debe ser la esclava de las pasiones, y nunca puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas
-David Hume

En entradas anteriores he llamado la atención sobre el hecho de que muchos puntos que se usan para criticar a la Psiquiatría son compartidos por la Psicología: conflicto de intereses, sesgo de publicación, eficacia frente a placebo… Otro aspecto que se ha criticado  a la Psiquiatría es que algunos de los mecanismos de acción propuestos para los psicofármacos no están demostrados, crítica que es básicamente correcta y acertada. Por ejemplo, la hipótesis monoaminérgica de la depresión, según la cual la causa de algunos trastornos mentales sería la deficiencia o exceso de neurotranmisores como la serotonina (supuesto déficit en la depresión) o la dopamina (supuesto aumento en la psicosis) no tiene una evidencia científica suficiente que la sostenga.

Por ello, en esta entrada voy a examinar cómo les va a las psicoterapias en cuanto a los mecanismos de acción que proponen para los trastornos que tratan y para su eficacia a la hora de abordarlos. Voy a centrarme para ello en la Terapia Cognitiva, que es la psicoterapia más recomendada a todos los niveles, y una de las más utilizadas también, así como una de las que tiene tradición en someterse al proceso de evaluación de su eficacia lo que le da un marchamo de “científica” (en este artículo se dice por ejemplo que es “ciencia aplicada”). Me voy a referir especialmente a la terapia cognitiva según fue propuesta por Beck, que probablemente es el paradigma o la referencia en este campo.

La idea principal de la Terapia Cognitiva de Beck (cito de la referencia anterior) es que las personas sufren por la interpretación que realizan de los sucesos y no por estos en sí mismos. Bien, creo que  este núcleo teórico de la Terapia Cognitiva tiene problemas de toda índole. Voy a analizar algunos de ellos: problemas desde el punto de vista filosófico, desde el punto de vista de la (neuro)ciencia y problemas desde el punto de vista clínico y psicopatológico.


Filosofía

El núcleo del pensamiento de Beck se basa en la filosofía griega, en concreto en Epícteto y los estoicos. Epícteto contempla todos los estados mentales, incluidas las emociones, como condicionadas por los juicios que hacemos. Cómo experimentamos el mundo y a nosotros mismos depende de esos juicios. La idea crucial es que no experimentamos el mundo sin la mediación de nuestras valoraciones. No nos afectan los acontecimientos directamente sino a través de la opinión o valoración que hacemos de ellos.

Pero en filosofía esta visión ha sido contestada, entre otros autores por David Hume, del que es famosa la frase con la que abre esta entrada. Hume pone en duda el poder de la razón con planteamientos como que la razón por sí sola nunca puede ser motivo de una acción de la voluntad o que la razón no puede oponerse a las pasiones en cuanto a la dirección de la voluntad. La tesis central de la ética de Hume es que la razón está subordinada, en el plano práctico, a las pasiones: “la razón, en un sentido estricto, significando el discernimiento de la verdad y la falsedad, no puede nunca por sí misma ser un motivo para la voluntad, y no puede tener influencia alguna sino en cuanto afecte a alguna pasión o afección. En otras palabras, la razón es incapaz de motivar nuestra conducta”.

No voy a entrar a un análisis filosófico del asunto porque no estoy capacitado para ello pero el aspecto que quiero señalar es que la terapia cognitiva es racionalista, hace un énfasis en la razón frente a la emoción hasta el punto de considerar al paciente como un científico que, guiado por el terapeuta busca hacer copias más precisas y válidas de la realidad. Esto nos lleva al viejo problema que existe en psicología sobre la relación entre razón y emociones (entre emoción/afecto y cognición) y no está nada claro que la razón sea la que se lleva el gato al agua, sino que más bien parece que es al contrario como vamos a ver a continuación.

Neurociencia

Un autor clave es Antonio Damasio que en su libro el Error de Descartes postula la hipótesis del marcador somático, un mecanismo mediante el cual las emociones guían (o sesgan) el comportamiento y la toma de decisiones, y que la racionalidad requiere una aportación emocional. 

Aparte de Damasio tenemos otros muchos indicios de que el hombre no es un animal racional sino un animal racionalizador, que no es lo mismo. Uno de ellos son los famosos experimentos de Gazzaniga en pacientes con cerebro dividido donde los pacientes explican una conducta de la que no conocen las causas con razonamientos a posteriori. Gazzaniga llamó el intérprete a ese narrador a posteriori de nuestra vida. Si se le muestra una imagen atemorizadora solo al hemisferio derecho (el más verbal) el paciente siente miedo pero entonces su hemisferio izquierdo intenta explicar  el sentimiento y se inventa una explicación incorrecta, al desconocer (por no haber comunicación entre ambos) la causa real. Un paciente cuyo hemisferio izquierdo era desconocedor de que el derecho había visto una imagen de dar miedo explicó su sentimiento de miedo como debido a que Gazzaniga parecía estar de mal humor ese día. Yo veo este tipo de racionalizaciones en pacientes depresivos y bipolares, de los que luego hablaremos.

Casi todas las entradas de este blog apuntan en esta misma dirección de que no somos tan racionales como queremos, porque un tema central de este blog ha sido combatir precisamente esa visión racionalista de la mente humana. La existencia de sesgos cognitivos con origen en nuestra historia evolutiva (sesgo optimista, de negatividad, etc), la existencia del inconsciente, tanto el antiguo como el nuevo, los sistemas I y II de Kahneman, etc., todo ello nos ofrece una visión de los mecanismos psicológicos de la mente humana que no se compadece muy bien con la visión  que propone la terapia cognitiva. 

Otro autor relevante es Joseph Ledoux, el experto en la amígdala, condicionamiento del miedo y trastornos de ansiedad. Nos dice en su libro El Cerebro Emocional que hay más vías que van desde la amígdala a la corteza cerebral que al revés, por eso es muy difícil que el pensamiento racional controle la emoción y no conseguimos dejar de preocuparnos cuando queremos. Aquí tienes una entrevista donde opina que la emoción es más fuerte que la razón.

Por último, para cerrar este apartado señalar que la terapia cognitiva no tiene mucho que ver con la psicología cognitiva, aparte de la palabra “cognitiva”. A la terapia cognitiva le ha beneficiado el boom de la psicología cognitiva de los años 60 y 70 para asociarse a ella pero la relación entre ambas es muy débil si es que hay alguna. Si te interesa este tema es precisamente al que más tiempo dedica el artículo que cito en la bibliografía.

Clínica y Psicopatología

En los centros de salud mental las personas que más vemos son las que tienen problemas depresivos y ansiosos adaptativos, y la mayoría de ellos tienen que ver con la situación laboral: paro, acoso por jefes o compañeros, malas condiciones de trabajo… A ellos se suelen unir problemas económicos o personales todo lo cual lleva al sujeto a una situación de atrapamiento con angustia, insomnio, bajo ánimo, etc.  

Pretender que el problema de estas personas son sus cogniciones y olvidarnos de su realidad me parece que es errar el tiro. Si yo no tengo dinero para dar de comer a mis hijos no creo que la solución sea cambiar mis cogniciones, creo que es más cuestión de dinero que de cogniciones.
La prueba de lo que estoy diciendo es que la mitad de los psicólogos del Reino Unido dicen estar deprimidos. Y la causa de su depresión son precisamente sus condiciones de trabajo. No parece que su capacidad para detectar distorsiones cognitivas les sirva de mucho. Creo que intentar convertir en un problema individual lo que es un problema político, social o laboral es un error.

En el otro extremo tenemos depresiones graves donde efectivamente aparece la triada cognitiva de Beck: una visión negativa del yo, del mundo y del futuro. ¿Pero esto es causa o consecuencia de la depresión? En muchas ocasiones los antidepresivos revierten los cuadros y desaparecen las ideas y pensamientos negativos del paciente. Si un cambio biológico cambia unos pensamientos determinados ¿cuál es la causa de esos pensamientos? Lo mismo ocurre en el Trastorno Bipolar. Con la misma situación personal, los mismos problemas y el mismo esquema cognitivo, el paciente un día lo ve todo de color de rosa y al día siguiente todo negro. De nuevo, el cambio en su estado biológico y emocional parece marcar su ritmo cognitivo.

Pero aún concediendo los planteamientos de los terapeutas cognitivos, si acercamos más el zoom vemos que los terapeutas no controlan el cambio cognitivo ni en ellos ni en sus pacientes. Es decir, no sabemos cómo funcionan las terapias cognitivas, mediante qué mecanismos y qué pasos un paciente genera conclusiones más válidas y viables…nuestro conocimiento de la maquinaria psicológica implicada es muy precario ya que no podemos conseguir lo que queremos cuando queremos. Se aplican unas técnicas y a veces ocurre el cambio y otras no. Como se ve en el chiste del encerado, unas veces ocurre el milagro y la evolución clínica va bien y otras no.



Conclusiones:

Para concluir mi argumentación voy a copiar un párrafo de David Healy de su libro The Creation of Psychopharmachology, página 290:

“Había llamativas similitudes en términos de una lógica errónea entre los modelos construidos por los psicólogos académicos para dar cuenta de la eficacia de la terapia cognitiva y las teorías sobre las catecolaminas y la dopamina construidas por los psicofarmacólogos académicos para dar cuenta de la eficacia de los nuevos agentes psicotropos. Los respectivos argumentos fueron que dado que estas terapias funcionaban sobre ciertas cogniciones o aminas entonces estas cogniciones o aminas deberían ser disfuncionales en el caso de los trastornos en cuestión. Una cosa no se sigue de la otra.”

Este planteamiento de Healy abre un melón muy interesante. Los psicofarmacólogos mantienen que como los psicofármacos actúan sobre las aminas éstas deben estar alteradas y los terapeutas cognitivos sostienen que como sus terapias actúan (eso proponen por lo menos) sobre las cogniciones éstas deben ser disfuncionales en los trastornos mentales. Pero, como dice Healy, eso hay que demostrarlo. Y si miramos a la población general vemos que las distorsiones cognitivas son ubicuas: padres que no vacunan a sus hijos, gente que cree en la homeopatía…Y a estas personas se les da información y datos y no cambian su ideas o cogniciones. Aquí entramos en un terreno muy resbaladizo. ¿Cuál es la verdadera realidad? ¿Cómo podemos hacer que gente con unas ideas pseucocientíficas abrace la ciencia? ¿Pero cuál es la diferencia entre ciencia y pseudociencia? Aparece de nuevo el tema de que no somos racionales, la base de nuestras creencias no es la mayoría de las veces la lógica y no puedes convencer a alguien con razones de algo a lo que no ha llegado por la vía del razonamiento, como dijo Jonathan Swift. La diferencia entre ciencia y pseudociencia, por ejemplo, parece más una cuestión de consenso social que de pruebas.

Eso por el lado de las distorsiones cognitivas en personas que se supone no tienen trastornos mentales pero hay otra cuestión en la que la terapia cognitiva se ha querido parecer al modelo médico, en la de la especificidad. Pero la terapia cognitiva (al igual que los antidepresivos) no es tan especifica como se supone y además de trabajar las cogniciones hace muchas otras cosas. Así que una cosa es que un psicofármaco o una psicoterapia funcione y otra que funcionen por las razones que los psiquiatras o psicólogos ofrecen.

Esto no lleva de nuevo al problema de cómo conseguir que alguien cambie sus ideas, tema que no está resuelto, como decía más arriba; y tal vez tenemos que decir que  afortunadamente. Si aplicando el chiste del encerado a nuestro tema consideramos como milagro el momento en que se produce el cambio de ideas creo que al que consiga controlar ese milagro hay que: 1) entregarle el premio Nobel, por su aportación a la ciencia y  2) ingresarle en prisión inmediatamente por el peligro que supone por su capacidad para controlar a la humanidad ;)

En fin, la conclusión que se impone de esta reflexión es que la base teórica que sustenta la aplicación de la Terapia Cognitiva es mucho más débil de lo que sus practicantes preconizan. A día de hoy no hay ciencia suficiente que soporte sus presupuestos teóricos. Así que la terapia cognitiva no puede sacar pecho y mirar por encima del hombro a la psiquiatría. No es imposible intervenir  en un trastorno mental actuando sobre las cogniciones pero el margen de actuación es seguramente mucho más pequeño del que la terapia cognitiva propone. La intervención, además (y en esto vuelve a haber un paralelismo con lo que ocurre con los psicofármacos) tampoco es tan especifica como suponemos y en realidad estamos actuando a otros muchos niveles por lo que en el fondo no sabemos por qué se producen los cambios que apreciamos en el estado mental de la persona. 

PS- Interesante artículo que revisa el tema de si la terapia cognitiva realmente funciona por lo que dice que funciona: el cambio en las cogniciones. Conlcusión: no hay evidencia de que sea así:
Richard Longmore y Michael Worrell: Do we need to challenge thoughts in cognitive behavior therapy?

Agradecimientos:

Gracias a @Mertxe, @JcamiloVazquez, @divandeivan, @RaguadoR, @PsicJon, @DavidMartnz, @carmordaz por sugerencias y comentarios para la realización de esta entrada y a @MelricMelribone por la referencia bibliográfica. 
La responsabilidad de mis opiniones es sólo mía.


Referencia: 







domingo, 14 de agosto de 2016

¿Importan los padres?


Las culturas se transmiten de la generación antigua a la nueva vía el grupo de iguales, no en casa
- Judith Rich Harris

Mi comentario-resumen del libro The Nurture Assumption, de Judith Rich Harris llega con muchos años de retraso (se publicó en 1998), lo que es un motivo de vergüenza para mí pero, como suele decirse, nunca es tarde si la dicha es buena. El libro se tradujo al castellano como El Mito de la Educación, supongo que porque la traducción literal al castellano, “La suposición del ambiente”, “la suposición de la crianza” o algo así, no dice gran cosa. Sinceramente, es el mejor libro de psicología que he leído en mucho tiempo y creo que es lectura obligada para todo psicólogo, y que sus ideas deberían ser más divulgadas entre los maestros y los padres. No quiero decir con esto que haya que aceptar el 100% de lo que dice Harris pero sí que es un libro que nos hace pensar y que nos ayuda a ser críticos con ideas que tenemos muy asumidas y que pueden ser erróneas en buena medida. Lo que ella planteaba en 1998 sigue siendo igual de contraintuitivo, ignorado y “resistido” actualmente. 

Está muy bien escrito y repleto de finas observaciones sobre el desarrollo de los niños y los adolescentes. Harris observa a los niños igual que un ornitólogo a los pájaros o un entomólogo a las hormigas, pero a la vez nos cuenta su experiencia como madre con sus dos hijas. Repasa un montón de bibliografía sobre el tema del desarrollo infantil -no en vano fue escritora de libros de texto sobre el tema- pero encima la analiza con rigor revelándonos lo que hay detrás de correlaciones que a primera vista nos pueden llevar a conclusiones erróneas…una delicia.

El 1% del libro sería que en la forma en que resultan los hijos, su carácter o personalidad,  tiene muy poca importancia la educación recibida en casa proveniente de los padres mientras que las influencias determinantes son: 1) los genes recibidos de los padres y 2) los amigos o “iguales” (peers): el grupo en el que se integre el niño o adolescente. Los padres no tienen prácticamente efecto a largo plazo en el desarrollo de la personalidad del niño.

En el origen de la “suposición del ambiente” le podemos echar la culpa, además de al sentido común, a todas las teoría psicológicas principales, tanto la de Freud y su visión de las experiencias en el núcleo familiar (papá, mamá y el niño) como determinantes para toda la vida posterior, como al conductismo (por ejemplo, el famoso dicho de Watson de que le dieran una docena de niños y que podía hacer de ellos lo que quisiera). En el fondo está también la idea de que los niños son tablas rasas en los que se puede escribir lo que se quiera.

La entrada va a ser un poco larga porque voy a intentar resumir las principales pruebas o argumentos a favor de la idea de Harris y en contra de la suposición por defecto en nuestra sociedad:


1- Los niños acaban tendido el acento a la hora de hablar de sus amigos, no el de los padres. Harris cuenta el caso de unos niños polacos cuyos padres hablaban inglés con mucho acento polaco pero sin embargo los niños hablaban inglés exactamente igual de bien que todos los niños de su barrio, sin ningún tipo de acento extranjero. Los niños inmigrantes toman más cosas, además del acento, de la cultura de su amigos y no de casa porque las de casa no les valen en su ambiente. 

2- Los niños no pueden aprender cómo tienen que comportarse imitando a sus padres porque la mayoría de las cosas que les ven hacer (conducir coches, encender fuego, dar órdenes a otra gente, irse a la cama cuando quieren, etc.) son cosas prohibidas a los niños. Desde el punto de vista de los niños, la socialización implica aprender que se supone que un niño no puede comportarse como los padres. 

Los niños (y los adolescentes) no perciben a los adultos como pertenecientes al mismo grupo que ellos. Hay una división Ellos/ Nosotros y los adultos son Ellos. Y los niños (y los adolescentes) quieren dejar bien claro que no son uno de Ellos, de los adultos. Los modelos de los niños son otros niños, especialmente los que son un poco más mayores porque a estas edades la edad va ligada al estatus. También hay una imitación por sexo y se imita preferentemente a los del mismo sexo, incluso antes de que los niños sepan lo que es el sexo. Como dice Harris, el objetivo de un niño no es ser un adulto exitoso, el objetivo de un niño es ser un niño exitoso. Los adolescentes tampoco intentar ser como los adultos, intentan distinguirse de los adultos. En concreto, tanto los niños como los adolescentes intentar parecerse a los niños o adolescentes de su grupo más exitosos, a los que tienen más estatus.

3- La herencia: los padres proveen a los hijos de genes y de un ambiente, las dos cosas van juntas. Pero el tipo de ambiente que montan para el niño es debido al tipo de padres que son, es decir a sus genes. La mayoría de estudios de las ciencias sociales no valen de nada porque no controlan para la herencia, se olvidan de los genes. Un ejemplo: este es un estudio sobre el fracaso de las adopciones, podéis ver que no aparece la palabra genes. Ya sé que los genes son impopulares pero no están ahí de adorno. Todos los estudios de genética de conducta y todos los que se han publicado después concluyen de forma machacona lo mismo: que el 50% de la variación en cualquier rasgo psicológico o de conducta se debe a los genes y que el otro 50% se debe prácticamente en su totalidad a lo que se llama ambiente no compartido, que es una cosa muy misteriosa, pero que no es el ambiente compartido, es decir, el hogar y los padres. Ver esta entrada sobre personalidad y ambiente

En la práctica, podemos pensar en el ambiente no compartido como todo lo que diferencia a dos hermanos gemelos que viven juntos: algo que ha en el ambiente de uno y no en el del otro. Se suele pensar en cosas como que uno cogió una enfermedad y el otro no, a uno le mordió un perro pero no al otro, o que un maestro favoreció a uno y no al otro, pero no se ha encontrado nada claro. Steven Pinker en este inteligente comentario propone otra cosa, ese ambiente no compartido puede ser ruido o azar: mutaciones somáticas ocurridas tras el nacimiento, influencias prenatales diferentes, ruido en el desarrollo cerebral…sucesos estocásticos en definitiva.

En muchos casos se tiene en cuenta el mal ambiente familiar la hora de explicar la conducta de un niño pero no se va más atrás y no vemos que el mal ambiente familiar puede deberse, por ejemplo, a que los padres sean unos psicópatas, circunstancia que se explica en una proporción sustancial por los genes. Padres agradables suelen tener hijos agradables, pero no por la educación que les han dado sino por los genes que les han pasado.

Gemelos monozigóticos criados juntos no son más iguales que gemelos monozigóticos criados por separado…Tienen los mismos genes, el mismo ambiente, la misma casa, los mismos padre, el mismo colegio y maestros…y no tiene la misma personalidad. Hijos adoptivos  de diferente origen biológico no se parecen entre sí cuando son criados en la misma casa con los mismos padres. Si los padres tuvieran influencia, hijos adoptivos de diferente origen biológico deberían ser más iguales. Tanto en C.I., como en personalidad la correlación entre hijos adoptados de origen diferente criados en la misma casa es prácticamente cero. Hermanos no gemelos criados en la misma casa no se parecen entre sí más que lo que corresponde a los genes que comparten…Crecer en la misma casa no hace que los hermanos se parezcan.

Hay otra alternativa a la de que los padres pintan poco: que los padres tengan diferentes efectos en cada hijo, es decir, que prefieran a un más que a otro, no se trata igual a todos los hijos…Cierto. ¿Pero cómo podemos saber que no se les trata de forma diferente porque los padres están reaccionando a diferencias previas? A un niño bueno se le abraza más y a uno malo se le va a pegar más…No hay que confundir causa con consecuencia, los padres tratan a los niños de forma diferente porque son diferentes. 

4- Los famosos experimentos de Harry Harlow en monos Rhesus. Todos sabemos que los monitos preferían la madre de felpa a la de alambre pero lo que es menos conocido es la continuación de esos experimentos en los que se aprecia que si lo monos se crían sólo con la madre (sin un grupo) los monos son disfuncionales mientras que si los monitos se crían sin madre pero con otros compañeros su desarrollo es normal. Harlow concluyó que las madres no eran necesarias para la socialización, simplemente facilitaban la interacción de las crías con otros monos. Por supuesto, esto ya no encaja con la teoría de Freud y tampoco con la del vínculo de Bowlby, aunque Bowlby se dio cuenta de ello y concibió su apego de una manera más amplia que centrado sólo en un cuidador. En sociedades de cazadores-recolectores y más tradicionales los niños, en cuanto se destetan, son criados por hermanos mayores y otros niños. La madre no puede sustituir a los iguales pero los iguales sí pueden sustituir a la madre.

5- Orden de nacimiento. Siempre se ha dicho que los hijos mayores, los primogénitos,  tienen personalidad diferente a los pequeños o a los que vienen después y que los últimos también son diferentes. Pues bien, todos los estudios que han intentado encontrar estas diferencias han fracasado. Todos los que se había hecho cuando Harris escribió su libro y todos los que se han hecho después, como este más reciente. Tampoco hay diferencias entre hijos únicos e hijos con más hermanos. Es verdad que dentro de la familia, el hermano mayor puede tener más autoridad, por ejemplo, pero esos rasgos de personalidad no se traducen fuera de casa. Es decir, cuando la familia se junta en Navidad puede haber un estatus determinado pero en la vida de los hermanos en el trabajo, en sus familias, etc., no se aprecian diferencias de personalidad fuera del ambiente familiar debidas al orden de nacimiento. Es verdad que los padres pueden señalarlas porque ven el comportamiento en casa pero observadores neutrales que ven los hermanos en su vida normal no las observan. Si un hermano es el rey del mambo en casa pero es el último mono en el colegio lo que va dejar una mayor influencia en su personalidad y desarrollo una vez que sea adulto es su estatus y su trato en el colegio o en el grupo. La personalidad pública es la que el niño adopta cuando no está en casa y es esa personalidad la que se transforma en la personalidad adulta. Ser aceptado o rechazado en el grupo es lo que tiene consecuencias en la personalidad adulta.

Esto nos introduce el tema de que tenemos muchos “yos” y que nos comportamos de forma diferente en diferentes contextos. Aprender con mami lo que hay que hacer está muy bien pero eso no quiere decir que el niño lo transfiera a otros contextos como la escuela.  Precisamente porque lo que vale en casa con mami  no vale en otros sitios. ¿Cuantas veces van los padres a hablar con el maestro del niño y les parece que el maestro les está hablando de otro niño? Y con frecuencia se comporta mejor en clase que en casa…¡pero si en casa es un obstinado! Y aprovecho para decir que si los niños se comportan de forma diferente o disocial en la calle a como se comportan en casa se suele culpar a los padres. Pero los padres no tienen la culpa de que  los niños no transfieran esas conductas a otros contextos.

6- Transmisión de la cultura. A su hipótesis de que es el grupo el que socializa a los niños Harris lo llama “Teoría de socialización de grupo” y Harris tiene sus propias ideas sobre cómo se transmite la cultura. La idea estándar es que la cultura se transmite de padres a hijos. La vía que propone Harris es grupo de los padres > grupo de los niños > hijos. Los niños pueden imitar a los padres, pueden imitar a todos los adultos o pueden imitar a otros niños. Lo que ocurre es que en la vida normal no podemos separar estas diferentes influencias porque están correlacionadas: la cultura de los amigos de los padres es la misma que los padres y es la misma que la del grupo de los hijos. Pero hay casos excepcionales donde estas culturas no coinciden. Harris estudia el caso de inmigrantes, el caso de la cultura de los sordos y la aristocracia inglesa de otros siglos en la que los padres no veían apenas ni educaban a sus hijos. En estos casos se ve que los niños toman la cultura de otros niños. Por ejemplo, cuando empezó el lenguaje de signos los niños sordos lo aprendían de otros niños sordos porque ni sus padres ni los maestros lo hablaban. También hay casos de niños que han inventado su propio lenguaje, como un caso de pidgin estudiado en Hawai. 

Es por esto que impedir por ejemplo que un niño vea la TV no va a proteger al niño de su influencia si todos sus amigos la ven. El impacto de la TV no es sobre el niño individual sino sobre el grupo. Y si el grupo del niño no es influenciado por la TV tampoco lo será el niño. Lo que aparece en TV afectará al niño sólo si se incorpora a la cultura de su grupo. Hay experimentos donde los niños realizan las mismas elecciones morales o inmorales que sus amigos y hermanos y no lo que les han enseñado sus padres. Muchas veces lo que los niños aprenden sobre moralidad de sus padres no va más allá de la puerta de casa. Difícil de creer pero digno de tener en cuenta. Los niños no son receptores pasivos de la cultura de los padres, tienen su propia cultura.

En este sentido Harris sí atribuye un papel más importante a los maestros porque los maestros están a cargo o controlan a un grupo de niños y pueden influenciar las actitudes de todo el grupo y así la de cada niño. Hay que tener cuidado con las subcategorías y con lo que se llama efecto de contraste de grupo: si formamos dos grupos diferentes estos tienden a diferenciarse (sea chicos y chicas o por razas o por inteligencia). Por ejemplo, si hacemos un grupo de los que leen bien y los que leen mal automáticamente los buenos lectores van a mejorar y los malos lectores van a empeorar. El maestro es un líder, aunque no forme parte del grupo infantil, y puede influenciar al grupo de muchas maneras. 

Los líderes influencias a los grupos de tres formas. La primera es que el líder influencia las normas del grupo. La segunda es que el líder define los limites del grupo, quiénes son ELLOS y quienes somos NOSOTROS. Y la tercera es que un líder puede definir la imagen, el estereotipo, que el grupo tiene de sí mismo. No podemos entrar en detalle pero Harris analiza el caso de varios maestros excepcionalmente buenos que educaron grupos muy exitosos de alumnos y todos ellos supieron crear una fuerte cohesión de grupo, darles un objetivo común, crear la sensación de que todos iban en el mismo barco. 

Los niños no pueden cambiar la cultura, no tienen la suficiente independencia. Los adultos tampoco cambian la cultura, son los que mantienen el estatus quo. Los que cambian la cultura son los adolescentes en la segunda-tercera década de la vida porque el sentimiento de grupo les motiva a ser diferentes de la generación de su padres y maestros. ¿Que nuestros padres fuman marihuana? Vale, tendremos que buscar algo nuevo que fumar nosotros.

Los adolescentes “majos” se suelen llevar bien con sus padres, los adolescentes que son miembros de grupos delincuentes se llevan mal con sus padres. Los psicólogos estándar interpretan que eso es culpa de los padres: los adolescentes majos han sido bien influidos por sus padres porque han utilizado un estilo de crianza adecuado, los adolescentes malos lo son porque los padres han utilizado un estilo malo de crianza. Harris no lo ve así. Para ella tanto los adolescentes buenos como los malos han sido influenciados por su grupo  sólo que cada uno ha caído en un grupo diferente. Por ejemplo, la investigación dice que el mejor predictor de si un adolescente fumará es si fuman sus amigos. Es mejor predictor que el hecho de que fumen sus padres. Y aquí entran los genes. Un niño con mayor tendencia a la búsqueda de novedades o apertura a la experiencia (rasgos determinando en buena parte genéticamente) tenderá a buscar un grupo de amigos que experimenta más con drogas.

Harris bromea sobre cuál sería el mejor anuncio publicitario para que los adolescentes dejaran de fumar¿Cuál sería la mejor manera de convencer a los adolescentes de no fumar? Una campaña que dijera que fumar es un complot de los adultos contra los adolescentes, mostrar que es algo que los adultos quieren que hagan en vez de que es algo que ellos quieren hacer.

Merece la pena repetir de nuevo una de las ideas centrales de Harris: la personalidad que adquirimos en nuestra niñez y adolescencia -por la influencia del grupo-  es la que nos acompaña el resto de nuestra vida. Es el “yo” que sigue mirándonos a los ojos incluso cuando usamos bifocales.

Es imposible resumir un libro de 400 páginas así que tenemos que dejarlo en algún punto. Pero aquí nos interesa el enfoque evolucionista de la mente humana así que podemos preguntarnos: ¿Tiene sentido desde el punto de vista evolucionista todo lo que dice Harris? Os transcribo un párrafo de Joseph Henrich de su libro The Secret of our success:

“Para los niños centrarse en aprender de los niños más mayores les permite aprender de individuos más experimentados mientras que al mismo tiempo les provee un sistema de “auto-andamiaje” de ir gradualmente de capacidades menos complejas a más complejas. La idea es que aunque el que aprende puede localizar y aprender del más exitoso o experimentado de su comunidad, los muy jóvenes o inexpertos no tienen todavía las capacidades para beneficiarse de matices y cosas que los mejores cazadores hacen. Por contra, al centrarse en niños más mayores los más jóvenes toman un modelo que opera a un nivel de complejidad algo mayor que el suyo. esto crea un proceso suave y gradual de adquisición de capacidades y los que están aprendiendo pueden ir hacia delante y atrás, es decir a ver lo que hacen los más mayores y a practicar ellos y repetir el proceso según van creciendo. Esta es la razón por la que los niños más jóvenes a menudo se muestran desesperados por estar con sus “primos mayores” o hermanos mayores, y por qué los grupos mixtos de edades para jugar son la norma en las sociedades pequeñas.”

@pitiklinov

PS_ Recomiendo este video en el que sale la propia Rich Harris:
https://www.youtube.com/watch?v=TdPSQDEYXz4&feature=youtu.be





















jueves, 4 de agosto de 2016

¿Quién reprime la sexualidad de las mujeres? Quinta Parte, Influencias distales

Voy a ir concluyendo el resumen de este interesante artículo de Baumeister y Twenge y, lógicamente, muchas cosas se van a quedar en el tintero porque es muy extenso. De todo lo que hemos visto se deduce que la Teoría del control femenino es la que mejor encaja en general la mayoría de los datos (y esa es la conclusión del artículo), aunque según qué cosas también pueden ser acomodadas por algunas de las otras teorías o incluso algunos fenómenos pueden ser explicados mejor por una combinación de dos de las teorías. La fuerza de la evidencia es moderada y tampoco vamos a concluir que el tema  está más que claro y que ya nos podemos ir a ver la película de la noche. Pero vamos a conceder para efectos de esta entrada que la teoría del control femenino es la que mejor da cuenta de la mayoría de los fenómenos. Aún así, queda un último argumento para defender la teoría del control masculino: no podemos descartar la posibilidad de una influencia distal. De acuerdo, las madres son las que controlan a sus hijas adolescentes o las mujeres son las que más a favor están de las intervenciones de cirugía genital, pero detrás de esta influencia directa puede esconderse la influencia indirecta de los hombres.

Pero antes de tratar esa objeción quería decir algunas cosas sobre un último asunto, el de la revolución sexual. La revista Time proclamó la revolución sexual con un artículo de portada en 1964 y la dio por concluida con otra portada en 1984. Esta demarcación de fechas que hace Time es aproximada, y se puede discutir que empezó o acabó un par de años antes o después, pero nos puede servir como orientación. Lo que sí parece claro es que la que cambió principalmente fue la conducta sexual de las mujeres y que el cambio consistió en una permisividad mayor de las mujeres. Esto implica que la revolución sexual fue una derrota para las fuerzas que conspiraban para suprimir la sexualidad de las mujeres. Si eran los hombres los que buscaban suprimir la sexualidad femenina lo lógico sería esperar que los hombres se comportaran como la parte derrotada: tendrían que mostrar malestar y tener nostalgia de los buenos tiempos en que la sexualidad de las mujeres estaba reprimida.

Pero la evidencia sugiere que han sido las mujeres las que han expresado más remordimientos y dudas acerca de la revolución sexual y son las mujeres las que han mostrado en encuestas una visión más negativa de esa permisividad sexual. Pero entonces ¿por qué ocurrió? Lógicamente es un fenómeno que tuvo muchas causas y es muy difícil extraer una de ellas como la principal. Una evidente fue la disponibilidad de la píldora anticonceptiva (esto no explica el no realizar previamente sexo oral u otras prácticas que no conducen al embarazo). Hay también quien dice que se debió a la penicilina y no a la píldora. No vamos a entrar en profundidad pero sí quería señalar que una de las posibles razones a meter en la coctelera causal es el cociente de sexos de la época. Si este artículo tiene razón, en aquella época había (hablo de EEUU, claro, no es tal vez aplicable a otros países) 80 hombres en edad de casamiento por cada 100 mujeres y ya hemos comentado en la segunda parte de esta serie lo que ocurre con la conducta sexual de las mujeres cuando hay pocos hombres.

Pero vamos ya al tema principal de esta entrada. Decíamos que los hombres podrían llevar el control en la sombra. Podemos pensar en la religión como ejemplo. La religión suele transmitir un mensaje de restricción sexual y los líderes religiosos y sacerdotes en las principales religiones son o han sido hombres. Un primer problema es que en todo el mundo las mujeres son más religiosas que los hombres y van más a misa (muchos hombres que van a misa suelen ir llevados por sus mujeres). Históricamente, durante el imperio romano fueron las mujeres las que lideraron la conversión al cristianismo superando a los hombres en número en las primeras congregaciones y fueron las que llevaron a sus maridos y otros hombres a la nueva fe. En algunos estudios se ve también que la que transmite la influencia de la iglesia a las mujeres es la madre.

¿Pero es creíble la influencia en la sombra de los hombres en general? La verdad es que no lo parece. Para empezar, acabamos de comentar lo que ocurre cuando el cociente sexual favorece a los hombres: cuando los hombres pueden ejercer un control directo de la sexualidad femenina optan por más sexo, no por menos. Por otro lado, creer que millones de mujeres en el mundo reprimen su sexualidad por los grandes poderes mentales de los hombres que las convencen con ideas y las realizan un lavado de cerebro de manera que no son capaces de pensar por sí mismas creo que es tratar de tontas a las mujeres y es muy poco creíble. 

Una variante de este argumento la podemos ver por ejemplo en este artículo sobre las diferencias de sueldos entre los sexos. Las autoras reconocen que parte de esas diferencias se deben a las elecciones de las propias mujeres pero vienen a decir que esas decisiones no son libres por las normas culturales y el “lavado de cerebro” que sufren desde pequeñas (estoy resumiéndolo mucho y a mi manera). Es decir, si una joven elige hacer enfermería eso sería producto del lavado de cerebro educativo desde pequeña y del estereotipo de que la enfermería es una profesión femenina y que las mujeres son cuidadoras, etc. Lo libre, por lo visto, habría sido elegir filosofía o matemáticas.

Bien, me parece que ese planteamiento (correcto o no) es aplicable también a los hombres. David Alexander, El Terry, era un joven boxeador que falleció a los 23 años en 2015 por los golpes recibidos en un combate que le generaron un hematoma cerebral y un coma. Este boxeador nicaragüense había peleado 3 veces en 50 días para poder ganar así 149$ por combate… ¿Tenemos que concluir que si una chica elige ser enfermera no es una decisión libre y si El Terry decide ser boxeador sí lo es? Los que seguís el blog ya sabéis que no creo en la existencia del libre albedrío pero hasta ahora no había leído nunca que la solución a este milenario problema fuera que las mujeres no tiene libre albedrío y los hombres sí. Es una solución original pero, francamente, no me parece riguroso. Si las mujeres están condicionadas por educación, normas, expectativas, etc., los hombres también. Creer que las mujeres son un agente pasivo sin influencia propia no parece plausible.

Así que plantear influencias ocultas creo que no nos lleva muy lejos. Además…¿dónde nos paramos? ¿Y si los líderes religiosos, por ejemplo, fueron inspirados o influídos por mujeres de su entorno y crearon la ideología porque vieron que había una demanda? En cualquier caso, el artículo de Baumeister y Twenge es una lectura muy recomendable que toca cantidad de temas y que nos da mucha materia sobre la que pensar y reflexionar.



@pitiklinov


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