Los humanos son una especie inusualmente cooperativa y, de hecho, la supervivencia de la gente depende de su capacidad para cooperar con los demás. Comemos comida cosechada por otros, vivimos en edificios construidos por otros y vestimos ropa confeccionada por otros. Pero esto no es una característica de la época moderna, los cazadores recolectores obtienen la mayoría de su comida por medio de la caza cooperativa y la recolección o compartiendo recursos en un fondo común. La cooperación es una estrategia arriesgada porque los individuos que engañen y se aprovechen del trabajo de los demás pueden tener más éxito si no se toman precauciones y estas conductas antisociales pueden destruir los beneficios de la cooperación para los demás. Así que la gente usa diversas estrategias para evitar ayudar a individuos no cooperadores.
Hacer un seguimiento de la reputación es una de las estrategias por las que la gente incentiva la buena conducta y fomenta la cooperación. La reputación provee información acerca de las cualidades de una persona como compañero social y todos buscamos compañeros que tengan buena reputación. Se evita y castiga, por contra, a las personas que tengan mala reputación. Ser inmoral es una reputación especialmente mala de poseer porque la gente lo juzga peor que ser incompetente o tacaño probablemente porque señala que uno es capaz de engañar a los demás y de destruir las ventajas conseguidas por la cooperación.
Una buena reputación (o la ausencia de una mala) es como una llave que abre la puerta de los beneficios que ofrece la sociedad. Tener una mala reputación significa perder esa llave. Como la cooperación es la estrategia de supervivencia de la especie humana, perder esa llave es potencialmente devastador. Ser excluido de la sociedad significa la muerte, De hecho, los antiguos consideraban la exclusión un castigo peor que la muerte porque era una muerte prolongada e inevitable.
Debido a todo esto, es fácil predecir que todos luchamos por evitar una mala reputación y hay datos históricos de que la gente llega a sacrificios extremos por evitar una mala reputación. Tenemos como ejemplos los duelos de otras épocas, los suicidios rituales de los samurais o los asesinatos por honor en determinadas culturas en las que las familias matan a sus seres queridos que transgreden las normas para evitar el deshonor familiar.
A lo largo de la historia, se ha preferido a veces la muerte al deshonor, pero los que lo hacían ¿eran excepcionales o eran personas normales en circunstancias anormales que requerían ese sacrificio? Esto es lo que Vonasch y cols. han estudiado en cuatro experimentos. En el estudio 1 se trata solamente de preguntar a los sujetos el valor que dan a mantener una buena reputación y los datos proceden de 100 países. Los resultados son que la reputación es el valor más importante superado sólo por la seguridad física.
En el estudio 2 se pide a los participantes elegir entre unas situaciones hipotéticas como por ejemplo que se les tatúe una esvástica en la frente y todo el mundo crea que son unos nazis y no puedan explicarse y aclararlo. Otra situación es que fueran considerados abusadores de niños también sin poder de aclaración y para toda la vida. Para evitar esto las alternativas serían ir a la cárcel, la amputación de una mano o incluso la muerte(podéis ver la situaciones y las alternativas en la Figura 1). Los resultados son que algo más de la mirad prefiere la muerte antes que ser considerado toda la vida un abusador de niños. La edad media de los que eligieron la muerte era de 34,97 años lo que suponía renunciar a más de la mitad de su vida. Uno de los hallazgos es sorprendente: 31% de los participantes eligieron la muerte antes que una vida con una reputación normal pero en la que, después de morir ellos, se extendería la reputación de que eran unos abusadores infantiles. Es decir, que incluso cuando la reputación negativa no tendría impacto en la vida de la persona muchos eligieron la muerte para evitarla.
Estos dos estudios son muy limitados lógicamente porque se basan en preguntar a la gente lo que haría en escenarios hipotéticos. Así que los autores planearon dos experimentos más intentando recrear situaciones más reales. Pero por razones éticas es imposible diseñar experimentos en los que se dañe realmente la reputación de los participantes y se les presenten alternativas como la amputación o la muerte. En el estudio 3 lo que hicieron fue ofrecer a la gente la posibilidad de meter su mano en un recipiente lleno de gusanos para impedir la diseminación de información de que eran unos racistas (según resultados de un test de asociación implícita que se les pasaba previamente diciéndoles que habían puntuado alto y que lo iban a difundir por la Universidad). Un 30% de participantes metió la mano en el reciente con gusanos (Fig2). Como limitación de este estudio está que muchos de los estudiantes no se creyeron que realmente se fuera a difundir sus supuestas altas puntuaciones racistas por lo que si se lo hubieran creído tal vez habrían metido más de ellos la mano en el recipiente. El estudio 4 es similar al 3 pero en este caso lo que se les ofrece como alternativa a los sujetos es soportar un dolor. Estos cuatro estudios no se acercan a situaciones de la vida real y es muy difícil extraer conclusiones de ellos pero sí sugieren que las personas estamos motivadas para llegar muy lejos con tal de salvar nuestra reputación.
Una pregunta que se harán los lectores es por qué la gente no llega a estos extremos para salvar su reputación en la vida real cuando dicen en estos estudios que lo harían (las conductas inmorales y corruptas están a la orden del día). Una primera explicación es que no hace falta llegar a estos extremos de amputar una mano o la muerte porque la gente se comporta moralmente bien la mayor parte del tiempo y así se evita tener que llegar a situaciones extremas. Pero aún así la gente comete delitos, es infiel, etc. ¿Por qué se hacen estas cosas que son tan perjudicarles para la reputación? Por un lado, es posible que todo el mundo no esté igual de motivado para proteger la reputación pero con más frecuencia el problema puede ser que la gente no es capaz de prever el daño que algo va a hacer a su reputación o que falla el autocontrol necesario para evitar actos que dañan la reputación. El fallo en el autocontrol explica la mayor parte de la conducta delictiva y la incapacidad de prever y de anticipar las consecuencias es una razón de que falle el autocontrol. Puede que la gente no sea capaz de comprender cuándo sus acciones van a dañar su reputación y por eso no se controlen lo suficiente para evitar una desgracia. Algunos de los participantes en estos estudios pensaron que podrían explicar que no eran racistas o que la gente no iba a hacer caso a los emails por los que se comunicaría su racismo. Esta inconsciencia y este wishful thinking puede ser especialmente dañinos para el sujeto en las redes sociales, donde la capacidad de matizar es mínima y la facilidad para el linchamiento máxima.
Estos hallazgos tienen importancia para las teorías de la motivación humana. Cuando se hacen jerarquías de las necesidades humanas como la de Maslow se ponen las necesidades básicas como las primeras. Pero estos experimentos sugieren que la reputación es la base sobre la que luego se consiguen el resto de las necesidades de la jerarquía. Como la reputación es la base de todo, la gente está dispuesta a sacrificar las necesidades más básicas para salvar la reputación. A la larga preservar la reputación permite conseguir beneficios para el sujeto y los familiares mientras que satisfacer necesidades a corto plazo dañaría la reputación.
Por último, aunque parece que la muerte es el castigo máximo, desde el punto de vista evolucionista (si analizamos las cosas desde la perspectiva de los genes) vemos que puede haber castigos peores. Los genes son la moneda de cambio de la evolución, no el placer, ni el dolor, ni la felicidad. Si nuestra mala reputación mancha a nuestra familia puede dañar el éxito reproductor de nuestros genes más que la muerte porque no sólo es que no nos vayamos a reproducir nosotros sino que tampoco lo harán nuestros hijos o familiares con lo que nuestros genes (que también están en los familiares) no tendrían posibilidad de seguir adelante. Si la muerte puede restaurar la reputación de nuestro linaje sería entonces genéticamente ventajoso para el individuo elegir la muerte antes que el deshonor. Esto podría explicar que algunos participantes en los estudios eligieran la muerte antes que una mala reputación después de muertos. Uno puede estar muerto, pero su familia no.
@pitiklinov
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