El amor es una locura temporal curable por el matrimonio
-Ambrose Pierce
Que el amor es una locura, un estado de enajenación mental transitorio, o que funciona como una droga o una adicción, es algo que forma parte de la sabiduría popular desde hace siglos, y estas ideas las podemos encontrar en poesías, canciones y leyendas populares. También es muy vieja la idea de un remedio o cura para el amor, el intento de manipular el amor por medio de pócimas y filtros (tanto para producirlo, como para borrarlo o eliminarlo). Pero, ¿Por qué íbamos a querer borrar el amor? ¿Es perjudicial el amor? ¿Existen amores que son perjudiciales y sería mejor tratar? ¿Qué problemas éticos tendrían la intervenciones o tratamientos dirigidos a hacer desaparecer el amor?
Este es el tema del artículo de Brian D. Earp y cols. en la revista The American Journal of Bioethics, que voy a comentar. George Bernard Shaw decía que el amor es la “más violenta, loca, delirante y transitoria de las pasiones” y se mofaba de la idea moderna de que los matrimonios deberían estar basados en una emoción tan volátil y etérea (como en Occidente estamos muy orgullosos de este concepto irracional del matrimonio por amor, no es políticamente correcto discutirlo así que no lo haré)
Dejando a un lado el peligro del matrimonio y todo lo que conlleva, ¿existen amores peligrosos? Una primera situación que viene a la cabeza es la de las mujeres maltratadas que continúan en la relación por amor a su maltratador. En el artículo lo ilustran con el caso clínico real de Bonnie, pero hay muchos casos similares. El psicólogo Joseph Carver ha usado incluso el término “Síndrome de Estocolmo” para referirse a este vínculo que las víctimas crean con sus maltratadores lo que hace que no quieran cortar la relación, y que defiendan incluso al agresor cuando otras personas quieren intervenir. Hay casos de mujeres que han dejado la relación pero el enganche es tal que vuelven a ella, u otros ejemplos donde, después incluso de meses, las mujeres tienen que seguir luchando contra la atracción que ejerce en ellas el abusador para no volver. Este parece un caso claro de amor que interesaría tratar. Otros podrían ser:
Un amor romántico por una persona que no es nuestro esposo/esposa
Un amor no correspondido que lleva a pensamientos y conductas suicidas
Un amor delirante, como la Erotomanía
Un amor rechazado que lleva ala violencia, como el abuso de niños durante una separación matrimonial
La atracción sexual de una persona adulta por un niño/a
El amor incestuoso
El amor por el líder de una secta
Apoyándose en estos casos los autores defienden que utilizar “tecnología antiamor” (como ellos lo llaman) de manera voluntaria está justificado moralmente. Es más, sería inhumano, en algunos casos, denegar su uso. Así que, concedido que existen casos de amor peligroso y que es moral utilizar tecnología (vacunas, tratamientos, etc) que pueda combatir esos casos de amor peligrosos vamos a ver ahora qué tipos de tratamientos tenemos contra el amor. Earp y cols. agrupan las intervenciones antiamor en tres categorías, siguiendo a Helen Fisher: intervenciones contra la lujuria o deseo sexual, contra la atracción y contra el vínculo.
Intervenciones anti-deseo
Esta “tecnología” ya está disponible y se está utilizando así que no hablaré mucho de ella. En esta categoría tenemos, por ejemplo, los antidepresivos, especialmente del tipo inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que producen una disminución de la libido e incluso un pasotismo o aplanamiento emocional que puede dificultar caer enamorado. Están los antiandrógenos “castración química” e incluso la naltrexona oral, usada para tratar dependencias. El problema de estas intervenciones, desde el punto de vista de lo que nos interesa ahora, que es borrar un amor por una determinada persona, es que son inespecíficos, disminuyen el deseo sexual en general, pero no por una persona en particular.
Intervenciones anti-atracción
Estas intervenciones son más hipotéticas, podrían llegar en el futuro, pero, de momento, son experimentales. Por ejemplo, Marazziti y cols. han demostrado que el amor tiene muchas características similares al Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Por lo tanto, las intervenciones para el tratamiento del TOC podrían servir contra el amor. En el TOC se usan también los ISRS que acabamos de comentar.
Otro enfoque teórico que abre vías de posibles intervenciones en el futuro es el efecto Westermarck, que consiste en que los individuos no se sienten atraídos sexualmente ni emocionalmente por personas con las que se han criado en los primeros años de vida. Parece que se produce un fenómeno de “imprinting” aunque el mecanismo biológico exacto de este efecto no se conoce. Pero, si se descubriera la neurobiología subyacente a este fenómeno, podría ser utilizada contra el amor.
Intervenciones anti-vínculo
En este apartado tampoco disponemos de momento de intervenciones que puedan romper un vínculo ya formado, pero existen estudios en animales que son prometedores. Me refiero a las investigaciones en los perros de las praderas (prairie vole y mountain vole) que demuestran la implicación de oxitocina, vasopresina y dopamina en la formación de un vínculo monogámico o duradero. En uno de estos estudios se administraba fármacos antioxitocínicos y antidopaminérgicos a las hembras y entonces no formaban vínculo después de la copulación. A pesar de la insistencia del macho, no forman vínculo, tienen relaciones sexuales y a otra cosa mariposa. De la misma manera administrando antidopaminérgicos en machos, directamente en el núcleo accumbens, hacía que estos no mostraran la conducta de vigilancia de la pareja y se seguían sintiendo interesados por otras hembras. No existen de momento estudios midiendo el efecto de los bloqueantes de dopamina, oxitocina y vasopresina en el vínculo romántico humano pero la evidencia disponible sugiere que podrían funcionar.
Por otro lado, existen muchas líneas de investigación ( ananatómica, neuroquímica, fenomenológica y conductual) que destacan el paralelismo entre las adicciones y el amor. Por tanto, los tratamientos utilizados en el tratamiento de las adicciones podrían ser dirigidos contra el amor también. Para muchos autores el vínculo social es una clara conducta de adicción en la que el sujeto se vuelve “adicto” a otro individuo, y los mecanismos anatómicos y funcionales del amor, la implicación del centro de recompensa, etc., se solapan con los mecanismos de las adicciones a drogas. Según Burkett y Young los tratamientos para el craving por drogas podrían ser eficaces en una ruptura amorosa.
Una última tecnología que podría ser relevante para nuestro tema es la de borrar memorias. Podría borrarse el recuerdo de una persona tras romper con ella, o intervenciones similares. Aquí también nos movemos todavía en el terreno de lo hipotético.
Consideraciones éticas
Tomado en su conjunto vemos que tal vez en un futuro cercano dispongamos de tecnologías antiamor, pero, ¿sería ético utilizarlas? Los ejemplos de la violencia doméstica, pedofilia, adulterio, suicidio, asesinato,amor por el líder de una secta, etc., comentados anteriormente, sugieren que una intervención estaría justificada. Pero existe el peligro de que otros tipos de amor , el amor homosexual, el amor entre castas, o el amor interracial, quisieran ser tratados en determinados países o culturas. ¿Está justificado que alguien tome un medicamento para apagar un sentimiento de amor, deseo, o atracción, que es “natural”? Imaginemos el caso de los malos tratos: ¿Quién administraría la medicación? Porque lo más probable es que la propia persona no quiera hacerlo…¿la familia o grupo estarían autorizados a utilizar el tratamiento, supuestamente por el propio bien del sujeto? Vemos que empezamos a pisar terreno resbaladizo…¿Podemos decir que una persona enamorada ha perdido el juicio, que está fuera de la realidad? ¿Tenemos derecho a intervenir en contra de su voluntad a ignorar sus propios deseos? ¿Sería un amor perjudicial motivo de incapacitación legal? ¿No es esto paternalismo rancio?
Ante todas estas dificultades Earp y cols. proponen una serie de condiciones para utilizar la tecnología antiamor:
que el amor en cuestión sea claramente perjudicial ( claro que en este tema habría que aclarar perjudicial para quién…)
que la persona quiera utilizarla, y, en caso de que no quiera, que no haya problemas de violación de consentimiento.
que la tecnología antiamor ayude a la persona a conseguir sus propios fines elevados
que no sea posible vencer los peligrosos sentimientos amorosos por otras vías
Como veis, el tema está muy verde, pero tal vez esta tecnología está ya a la vuelta de la esquina.
@pitiklinov
Referencias
Brian D. Earp, Olga A. Wudarcyk, Anders Sandberg y Julian Savulescu. If I could just stop loving you: anti-love biotechnology and the ethics of a chemical breakup. The American Journal of Bioethics, 13: 11, 3-17 (disponible en abierto)
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