sábado, 29 de mayo de 2021

El Suicidio de Occidente y el Cristianismo.


"Seguimos siendo lo que el cristianismo ha hecho de nosotros, y en muchos aspectos el Occidente posmoderno es más cristiano que nunca”.

-Don Cupitt



Existen bastantes libros que se titulan el suicidio de Occidente (Suicide of the West). En esta entrada voy a hablar del de Richard Koch y Chris Smith que veis en la imagen -publicado en 2006- y me voy a centrar en el papel que el cristianismo tiene, según los autores, en la cultura occidental, un papel que, dicen, ha sido mal interpretado. 


Tengo que confesar que para mí han sido una sorpresa las ideas de Tom Holland en Dominio de que una de las razones de que la ciencia se haya desarrollado en Occidente como en ningún otro lugar del mundo es precisamente la visión cristiana. Yo manejaba la típica narrativa de que la razón y la ciencia eran de origen griego, que quedaron sepultadas durante la Edad Media tras la llegada del cristianismo y la caída del Imperio Romano y que se recuperaron en el Renacimiento y posteriormente en la Ilustración. Parece que esta narrativa era demasiado simplista. En lo esencial, y en particular en el papel del cristianismo en el desarrollo de la ciencia, este libro coincide con el de Holland. Me parece muy interesante intentar comprender el impacto histórico y filosófico del cristianismo en tiempo real, es decir, cómo afectó a las personas que vivieron su expansión.


La tesis del libro es que existe una crisis en Occidente y que esta crisis se ha generado internamente; reside en el colapso de la autoconfianza de Occidente y está en nuestras cabezas, es decir, en nuestras ideas. En 1900 Occidente tenía una gran confianza y orgullo en su civilización pero ya no es el caso; el inicio del cambio puede situarse en 1914, en la Gran Guerra. Hemos perdido la fe en nuestros valores y ya no creemos en las ideas que cimentaron el éxito de Occidente que son seis principalmente:


  • Cristianismo
  • Optimismo
  • Ciencia
  • Crecimiento económico
  • Liberalismo
  • Individualismo


Cada una de estas ideas tiene su capítulo en el libro pero yo voy a hablar sólo del cristianismo. Las preguntas que se hacen los autores en el libro son ¿Tiene algo especial la civilización occidental? ¿Por qué ha tenido tanto éxito?¿Por qué está ahora amenazada? ¿Sobrevivirá? Para responder estas preguntas analizan las seis ideas principales y diagnostican en base a este análisis cómo se encuentra nuestra civilización y emiten su pronóstico final.


Según Koch y Smith, el cristianismo no fue una religión normal. Fue original en tres aspectos: 


-hizo a Dios personal y disponible para los individuos

-hizo a la gente ordinaria suprema y peligrosamente importante.

-hizo de la automejora de los individuos, de acuerdo con los propósitos divinos, la base y el fin del universo. 


El cristianismo fue la primera religión que hizo de la salvación individual y la transformación de la conducta personal sus principios centrales, la primera en predicar que la salvación estaba disponible para todos en el mundo, la primera en basar su expansión en una evangelización indiscriminada de todo el mundo. En este sentido, fue un movimiento de autoayuda individualizado de una manera en la que ninguna otra religión lo había sido antes y en sus primeros 300 años se propagó de una forma nunca vista. El cristianismo es la principal razón por la que los occidentales (seamos agnósticos, ateos o incluso miembros de otras religiones) vemos el mundo de  una manera diferente a los no-occidentales. 


El cristianismo fusionó dos corrientes de pensamiento previas: una judía y otra griega. Los judíos creían que la historia se movía hacia delante, que Dios actuaba en la historia para conseguir un propósito en la Tierra, y que ellos eran el Pueblo Elegido, actores esenciales en la obra de Dios. Yahveh, el dios judío, estaba profundamente implicado en la historia humana impulsándola hacia un futuro dorado, utilizando a los judíos para llegar a él. Los hebreos creían que su historia tendría inmensas consecuencias espirituales para todo el mundo. Disfrutaban de una línea directa única con el Dios omnipotente. La conciencia de este vínculo implicaba una seriedad moral inusual, las acciones humanas determinaban el futuro. En los siglos anteriores a Cristo, una sucesión de elocuentes profetas llamaron a la regeneración moral, la justicia social y la compasión por los pobres empezando a sugerir que los individuos eran responsables ante Dios de sus actos.


Casi al mismo tiempo que los profetas del Antiguo Testamento, los filósofos griegos desarrollaron una visión diferente del papel de la humanidad en el Cosmos, una visión más abstracta, científica, pero también profundamente espiritual. Pensaban que el mundo era una especie de supermente, un cosmos ordenado regido por una inteligencia omnipresente, evidente en el diseño de la naturaleza y accesible para la mente humana. La base de la verdad debía encontrarse en el mundo presente de la experiencia humana y no en algún mundo no-humano e inverificable. Aunque la visión de los griegos era diferente a la de los judíos, implicaba una conclusión activista similar: los humanos debían ser autónomos y hacerse cargo de sus destinos, los propósitos humanos y divinos se podían armonizar.


Los primeros cristianos eran prácticamente todos judíos; seguían los ritos judíos en cuanto al culto, los rituales o la comida. En la década posterior a la muerte de Cristo el culto a Jesus parecía una más de las sectas judías. Pero entonces es cuando recibe la influencia griega y se convierte en la idea más poderosa de la Tierra. ¿Quiénes fueron responsables de ponerle el turbo, por así decirlo, al culto a Jesús y de crear, en buena medida, el cristianismo? Pues tres hombres que vivieron en la segunda mitad del primer siglo: San Pablo, un judío con educación griega, Lucas, que no era judío, y  Juan, el autor del cuarto evangelio.


Pablo estuvo activo en los años 40, 50 y 60 del primer siglo y fue el primer cristiano en escribir acerca de la nueva religión, la cual cambió y modeló. Pablo nunca conoció a Jesús y mostró poco interés por la vida de Jesús. Fue la idea de Cristo la que llamó su atención. Para él, Cristo no fue un hombre normal sino el Hijo eterno de Dios. El evangelio de Lucas fue escrito para los griegos y los romanos y, al igual que la predicación de Pablo, movió al cristianismo más allá de su herencia judía para ser una religión universal. Por último, el evangelio de Juan, un autor misterioso del que se sabe poco -se cree que escribió también desde Efeso, como Lucas, hacia el final del siglo- comienza con “En el principio era el Logos”. Cualquier griego o romano educado conocía la idea del Logos y podía conectar con la historia. Estos autores producen la síntesis judeo-griega (ideas judías se integran en un marco conceptual griego) y el cristianismo empieza a explotar.


El Cristianismo queda constituido, según los autores, por una creencia general y cuatro implicaciones de acción práctica. 


La creencia global es que Dios se hizo hombre, vivió, sufrió, murió y se reincorporó al reino divino. Esto une a la humanidad con Dios. El Logos se hizo carne, Todos los hombres y mujeres pueden acceder a la naturaleza divina; el espíritu de Dios puede habitar en ellos.


La primera implicación de acción práctica es una elevación masiva de la responsabilidad y desarrollo personal individual. La responsabilidad está en el individuo y no en la familia o la tribu. Cada individuo debe asumir la responsabilidad de su liberación interior. La idea de la individualidad se enfatiza de una nueva manera. También es difícil para nosotros darnos cuenta de lo rompedor que fueron estas ideas de obligaciones y potencialidades individuales en su tiempo. La idea de que Dios todopoderoso está profundamente interesado en el bienestar de cada individuo en el mundo es totalmente original, sorprendente y contraintuitiva para la época. Tanto amaba Dios al mundo que mandó a su único hijo a la Tierra para sufrir y salvar a la humanidad, pero no a un nivel colectivo sino al nivel de cada persona. Por primera vez, los cristianos creían en un Dios personal capaz de relacionarse con cada individuo. El Dios cristiano tenía un interés directo y profundo en los asuntos humanos y en cada ser humano, de cualquier estatus y nacionalidad.


Para los griegos y los romanos, el concepto de que Dios -cualquier dios- se preocupara de los individuos, y menos incluso de lo que hacían, era sencillamente increíble. Incluso muchos cristianos de la primera época que no eran judíos tenia problemas para tragar esto. Pero la visión cristiana de la responsabilidad personal ante Dios prevaleció y transformó el curso de la historia occidental.


La segunda implicación es el poder que se encuentra detrás de la automejora, la sorprendente afirmación de que todos los creyentes pueden acceder directamente al amor de Dios. Pablo insiste que nadie se queda fuera de esa aceptación de Dios, ni el pecador, ni el marginado, ni siquiera los asesinos de Cristo. Pablo tenía un gran sentimiento o de culpa e inventó la idea de la rendición al amor incondicional de Dios. Era inútil mejorar por nuestros propios esfuerzos, sólo rendirse al amor de Dios podía funcionar. 


Lucas da el mensaje de una forma diferente, que el Espíritu Santo entra en los discípulos el día de Pentecostés. Lo humano y lo divino se pueden fusionar. Bajo influencia griega, esta idea se convirtió en la idea del alma, la idea de que todo el mundo posee en su interior un yo personalizado y eterno que le conecta con lo divino y le permite mejorar. Atanasio, en el siglo IV lleva esta idea a su lógica conclusión: “Dios se hizo hombre para que el hombre pueda convertirse en Dios”. Los cristianos vieron más tarde el despliegue del poder de Dios en los logros de la ciencia, la medicina y la civilización liberal.


La tercera implicación fue un compromiso sin precedentes con los pobres, los desposeídos y los marginados. Jesús se centró en buena mediad en pecadores, prostitutas, los oprimidos, los enfermos…todos eran amados por Dios y dignos de respeto. Pablo realiza la primera afirmación registrada de la igualdad y fraternidad de los seres humanos: “no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús”. Es verdad que todas las religiones hacen énfasis en la justicia social y en la preocupación por los pobres, pero el cristianismo primitivo fue el más radical, igualitario e inclusivo, rompiendo todas las barreras entre las personas e incluso la barrera entre los individuos y Dios. No es casualidad que Occidente fuera la primera civilización en abolir el tráfico de esclavos y luego la esclavitud, en disponer servicios sociales para los ciudadanos, en aceptar la igualdad de todos los hombres y luego de las mujeres, en luchar contra la discriminación de minorías, etc. 


La cuarta implicación es menos bonita. Los primeros cristianos tenían la ardiente sensación de que la conversión a la cristiandad marcaba la diferencia ente la felicidad eterna  y la tortura eterna y de ahí que se convirtiera en la religión misionera más exitosa. “Desde su inicio, la cristiandad es a la vez universal -cualquiera puede salvarse- y divisiva -los salvados frente a los condenados-. Hay una apasionada intolerancia, limitando con la violencia, implícita en los genes cristianos desde el principio, en tensión con el otro énfasis cristiano en el amor y el auto-sacrificio.” Dicen los autores:


“La tendencia a imponer las ideas correctas por la fuerza, a dividir el mundo en ovejas y cabras, a las Cruzadas contra los infieles y a la violencia contra los judíos, a los asesinatos en masa en busca de la venganza de Dios, a la imposición de un código "cristiano" a los paganos recalcitrantes, a la intolerancia y la crueldad en busca de un fin superior, a la Inquisición y a la intromisión en los pensamientos privados mediante la tortura, forman parte del legado cristiano de Occidente. Estos temas discordantes siguen resonando entre algunos fundamentalistas cristianos. Sin embargo, en general, durante al menos un siglo y medio, la intolerancia extremista ha sido extirpada del cristianismo. Sin embargo, sigue apareciendo en formas seculares, en el terror revolucionario, el nacionalismo extremo, el comunismo y el nazismo, y en las perversiones de otras religiones. Estas formas también provienen en gran medida del cristianismo y de Occidente”.


Bien, tendríamos que matizar miles de cosas y hacer un largo recorrido histórico para entrar más a fondo y lógicamente este no es el lugar. Por ejemplo, podemos señalar que una cosa es la teoría y otra la práctica. Que el el cristianismo se pervirtió cuando se convirtió en la religión del imperio romano, que la Iglesia acumuló riquezas y el énfasis en los pobres y desheredados se diluyó en muchos momentos, convirtiéndose la jerarquía eclesiástica en un poder, que la esclavitud persistió durante siglos, que los perseguidos se convirtieron en perseguidores y se persiguió a los herejes, etc. Pero, a pesar de todas estas contradicciones e imperfecciones, los ideales cristianos no desaparecieron del todo, la búsqueda del alma, la autocrítica, la conciencia, la creatividad individual, los intentos de restablecer la relación con Dios, emergieron en diferentes momentos como en la Reforma protestante.


Estas ideas han tenido un impacto en toda la visión occidental del mundo, son la base de las otras ideas que analiza el libro: el optimisimo, la ciencia, el crecimiento económico, el liberalismo, y el individualismo. Sin olvidar el lado oscuro de la intolerancia divisiva, la agresión y la imposición, un gen que sigue siendo una amenaza potente para Occidente no sólo desde fuera sino de forma más amenazante desde dentro.  


Como decía más arriba con respecto a la ciencia, los autores de este libro coinciden con Tom Holland en señalar que la idea de un Dios creador racional cuya creación es también racional y que funciona sobre unos principios que pueden ser descubiertos, favoreció lanzarse a descubrir cosas y buscar respuestas (es verdad que esta idea podría provenir en mayor medida de la corriente griega del cristianismo).


Señalan los autores que no nos damos cuenta de que esta visión no existía en otros lugares del mundo. Por ejemplo, en la cultura china no se cree que el mundo fuera creado sino que es eterno. Lo sobrenatural era una esencia -inaccesible, impersonal, sutil, compleja y paradójica- y no existe ese ímpetu hacia una ciencia empírica porque no existe el concepto de un universo lógico. Hay que decir que esa fe en un mundo lógico se quebró en el siglo XX cuando la ciencia llegó a las fronteras de la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre, etc.,que ponen en duda que el universo sea tan lógico y comprensible (al mismo Einstein no le gustó que “Dios jugara a los dados”). La bomba atómica, las consecuencias negativas de la tecnología, la destrucción del planeta, etc. han minado también la fe en la ciencia pero no abundaré en ello.


Al final del libro, los autores hacen una valoración de cómo se encuentran actualmente esas seis ideas fundamentales de Occidente y puntúan con luces de semáforo (verde, amarillo o rojo) el estado de cada una de ellas. Dada la importancia que el cristianismo a la que acaba de referirme, era lógico pensar que una de las razones de laposible decadencia de Occidente fuera el declive de la religión organizada en Occidente. Pues bien, a pesar de que Dios ha muerto y la religión tradicional o institucional está en crisis, los autores le dan una luz verde al aspecto del cristianismo. De nuevo, por la misma razón que Holland en Dominio: porque los valores cristianos siguen vivos en la sociedad seglar occidental y no hay alternativa a la vista. El espíritu de la cristiandad sigue impregnando la sociedad occidental. Como ya comentamos al hablar de la nueva religión de la Justicia Social Crítica, el principal movimiento ideológico de izquierdas es en esencia un nuevo despertar protestante


Donde ellos ven el problema principal y adjudican el color rojo (siento el spoiler) es en el liberalismo y acabo con ello. Según Koch y Smith, se ha extendido un sentimiento iliberal o anti-liberal y existe el riesgo de una deriva totalitaria tanto de derecha como de izquierda. Cuando una civilización llega al final de su recorrido puede colapsar y desaparecer o puede transformase en otra cosa diferente. No sabemos lo que va a ocurrir pero el suicidio de Occidente es una posibilidad, según los autores, aunque no es necesariamente inevitable. 


@pitiklinov




 

  


sábado, 22 de mayo de 2021

Bio-Potenciación Moral: ¿necesita prótesis morales la especie humana para enfrentar los retos del futuro?


En este blog he defendido repetidamente que nuestra moralidad tiene un lado oscuro y que muchas veces nos lleva a hacer el mal pensando que hacemos el bien. Hemos tratado consecuencias negativas de nuestra mente moral como la Violencia Moralista o los problemas que supone para la ciencia o la democracia. Si este enfoque es acertado, sería deseable poder intervenir para reducir ese lado negativo de nuestras capacidades morales humanas. En esta entrada voy a tratar un planteamiento futurista o de neurociencia-ficción sobre la posibilidad de mejorar o de reforzar la moralidad humana con diferentes tecnologías. Vemos lo que proponen los autores de esta atrevida postura y qué caminos nos abre.

Ingmar Persson y Julian Savulescu han planteado que existe un imperativo urgente para reforzar o potenciar el carácter moral de la humanidad. Su planteamiento lo podemos sintetizar en tres puntos:


1- La dotación moral normal de la especie humana (producto de la evolución por selección natural) no es suficiente para desarrollar las disposiciones, motivos y conductas morales que se necesitan para hacer frente a los desafíos a los que nos enfrentamos en el mundo actual y futuro.


2- No se trata por tanto de remediar un “fallo moral” sino de elevar nuestras capacidades morales a un nivel que no ha existido nunca.


3- Se concluye de lo anterior que se necesitan nuevas herramientas para producir elecciones y conductas morales de un nivel mucho más elevado de lo que la evolución por selección natural nos ha donado. Estas herramientas son posibles hoy en día -o lo serán un futuro- por medio de biotecnologías como la ingeniera genética, los psicofármacos, la estimulación magnética transcraneal o la estimulación cerebral profunda (colocación de electrodos en el cerebro). Estamos hablando de neurotecnologías y de refuerzos biomédicos que podrían producir estados mentales que se traducirían en una conducta moral que pensamos que es más adecuada. Esa mejor conducta moral consistiría principalmente en un mayor altruismo y un mayor sentido de la justicia.


¿Por qué dicen Persson y Savulescu que nuestra moral normal no es suficiente para hacer frente a los retos del mundo moderno? Su argumento es el siguiente


“Durante la mayor parte de la historia de la especie humana, los seres humanos han vivido en sociedades comparativamente pequeñas y unidas, con una tecnología primitiva que les permitía afectar sólo a su entorno más inmediato. Su psicología moral se adaptó para que pudieran vivir en estas condiciones. Esta psicología moral es "miope", se limita a la preocupación por las personas del entorno y el futuro inmediato. Pero a través de la ciencia y la tecnología, los seres humanos han cambiado radicalmente sus condiciones de vida, mientras que su psicología moral ha permanecido fundamentalmente igual a lo largo de esta evolución tecnológica y social, que continúa a una velocidad acelerada. El ser humano vive ahora en sociedades con millones de ciudadanos y con una tecnología científica avanzada que le permite ejercer una influencia que se extiende por todo el mundo y muy lejos en el futuro. Esto está conduciendo a una creciente degradación del medio ambiente y a un cambio climático perjudicial. La avanzada tecnología científica también ha dotado a los seres humanos de armas nucleares y biológicas de destrucción masiva que pueden ser utilizadas por los Estados en guerras por recursos naturales menguantes o por terroristas. Las democracias liberales no pueden superar estos problemas desarrollando tecnología novedosa. Lo que se necesita es una mejora de las disposiciones morales de sus ciudadanos, una extensión de su preocupación moral más allá de un pequeño círculo de conocidos personales, incluyendo los que existen más allá  o en el futuro. La expansión de nuestros poderes de acción como resultado del progreso tecnológico debe equilibrarse con una mejora moral por nuestra parte. De lo contrario, nuestra civilización, argumentamos, está en peligro. Es dudoso que esta mejora moral pueda lograrse por medio de la educación moral tradicional. Por lo tanto, hay muchas razones para explorar las perspectivas de mejora moral por medios biomédicos”.


Aceptada esta necesidad, ¿cómo se define la potenciación moral (moral enhancement)? A un nivel muy básico, potenciación moral es un cambio en algún aspecto de la moralidad de una persona que resulta en una persona moralmente mejor. Esta definición está bien pero es muy poco precisa. Earp y cols. la desarrollan un poco más:


Neuropotenciación moral (Moral neuroenhancement): Cualquier cambio en un agente moral, A, efectuado o facilitado de alguna manera significativa por la aplicación de una neurotecnología, que resulta, o se espera razonablemente que resulte, en que A sea un agente moralmente mejor.


Hay otras definiciones más específicas, como la de Lavazza:


“La biomejora moral es una intervención en el sistema nervioso o en los genes precursores del sistema nervioso destinada a hacer que el fenotipo y/o el perfil de comportamiento del individuo sean más altruistas (entendiendo por altruismo la disposición a considerar los intereses de los demás como iguales a los propios) y más orientados a la justicia (entendida como el tratamiento igualitario de casos similares), en comparación con antes del tratamiento. Esto significa que la disminución de las emociones/disposiciones antimorales también forma parte de la biomejora moral”.


¿En qué tipo de neurotecnologías están pensando los autores que participan en este debate sobre la biomejora moral? Persson y Savulescu están de acuerdo con la tesis evolucionista de que nuestra capacidad moral es resultado de la evolución por medio de la selección natural, lo cual implica que nuestro tribalismo o nuestro sentido de la justicia tiene un componente genético, junto con otros más culturales y relacionados con el aprendizaje. Por tanto, teóricamente, hay una posibilidad de intervención a nivel de ingeniería genética; otra cuestión es si esto es por ahora posible en la práctica dado que cualquier característica física o psicológica se ve influida por cientos miles de genes con un efecto pequeño cada uno.


Otra posibilidad es el empleo de psicofármacos. Esto no es del todo nuevo. Desde tiempos ancestrales se han empleado psicofármacos como la psilocibina, la ayahuasca y otros psicodélicos  buscando reforzar capacidades artísticas e intelectuales y también para facilitar el aprendizaje de las enseñanzas de los chamanes con elementos religiosos. No es del todo igual a la biopotenciación moral pero se aproxima en cierta medida. En nuestras propias sociedades estamos utilizando antiandrógenos para el tratamiento de sujetos que han cometido agresiones sexuales o se han utilizado también los antidepresivos para mejorar el control de los impulsos sexuales. En Israel parece que se recetaron antidepresivos a jóvenes ultraortodoxos para provocarles una disminución de la libido y obtener así una conducta más acorde con sus ideales religiosos. Esto sí lo podríamos considerar claramente como un ejemplo de biopotenciación moral. Otros fármacos potencialmente utilizables serían el litio, el metilfenidato o la oxitocina. A nivel neurológico hay estudios que  encuentran que la estimulación magnética de ciertas regiones cerebrales produce cambios en los juicios y valoraciones morales de los sujetos y esto abre la puerta a intervenciones como la estimulación cerebral profunda. 


Por ahora estamos hablando de neuroética-ficción porque muchas de estas intervenciones no están disponibles o no tenemos todavía la ciencia moral necesaria para controlarlas, pero no podemos descartar que esto sea posible en un futuro. Un aspecto que merece la pena señalar es que este refuerzo moral debería ser aplicado a toda las personas, es decir, debería ser universal. Sin la convergencia de la mayoría de la población no serviría de nada e, incluso, la existencia de una minoría activa podría sabotear todos los esfuerzos.


Las ideas de Persson y Savulescu han recibido críticas a muchos niveles, desde que suponen una pérdida de la libertad y agencia de los sujetos hasta que nos podría salir el tiro por la culata. Por ejemplo, la empatía se ha demostrado que es muy parroquiana. Por tanto, reforzarla podría aumentar el favoritismo con el propio grupo y dejar fuera a los miembros de otros grupos. Pero no voy a entrar en esas críticas en detalle.


Lo que sí me parece es que, por un lado, lo que Persson y Savulescu plantean no deja de ser una paradoja o contradicción. Su argumento es que la ciencia y las nuevas tecnologías (como la energía nuclear y otras) nos han puesto en una situación de posible extinción y resulta que proponen que la solución son nuevas neurotecnologías o intervenciones biomédicas, en este caso para utilizarlas sobre nuestras capacidades morales. Pero ¿por qué no podría descarrilar o pervertirse también esta tecnología? Ellos parten de que el empleo de esta potenciación moral es voluntaria o consentida en un sistema democrático pero imaginemos que esta neurotecnología moral fuera utilizada por un estado totalitario. Como hemos repetido en este blog, la moral es un arma de doble filo y tiene una parte negativa como decíamos pero, por otro lado, la moral es necesaria para el funcionamiento de las sociedades ya que se trata de una herramienta biológica y cultural para la cooperación. En este sentido es imprescindible, por ejemplo, que los individuos reaccionen de una forma firme ante las injusticias o ante situaciones que se consideran moralmente negativas. Un dictador o un sistema totalitario podría manipular la mente moral de los ciudadanos o insertar en sus cerebros las prótesis morales necesarias para facilitar su  sumisión de manera que los ciudadanos vivieran felices y tranquilos bajo las condiciones impuestas por el régimen en cuestión.


Pero dejando estos problemas aparte, la postura de Persson y Saveluscu parte de la premisa -que no comparto- de que más moral es siempre mejor. Mi visión es que más moral no equivale a un mundo necesariamente mejor, porque potenciaríamos las dos caras de la moneda, la positiva y la negativa. Lo que realmente necesitaríamos es desarrollar el lado positivo de la moral y reducir su lado oscuro, lo cual es realmente complicado porque ambos aspectos están fuertemente ligados, como las dos caras de una moneda. Si aumentamos el sentido de la justicia, puede que esto haga que la gente se ofenda por injusticias cada vez más insignificantes y que reaccione con violencia moralista ante, digamos, infracciones cada vez más nimias. 


Pero, aunque sea por razones contrarias a las que ellos proponen, tal vez sea digna de tener en cuenta su propuesta de usar la neurotecnología para reducir el lado oscuro de la moral. Igual merece la pena dejar una  puerta abierta a la posibilidad de que algún día dispongamos de una pastilla contra el tribalismo.