sábado, 30 de julio de 2016

El Mito de Thomas Szasz

Si hay una figura que se pueda considerar una referencia en el mundo de la antipsiquiatría ese es Thomas Szasz y su libro clave sería probablemente El mito de la enfermedad mental, título que ya expresa en sí mismo la esencia del pensamiento antipsiquiatrico: que la enfermedad mental no existe y es una invención. Si la enfermedad mental no existe, la consecuencia lógica es que no está justificado nada de lo que hacen los psiquiatras, ni siquiera su propia existencia.

Thomas Szasz fue profesor emérito de psiquiatría de la Universidad de Siracusa y todos dábamos por supuesto que sabía de lo que estaba hablando y de que tendría experiencia clínica con enfermos graves. Pero ayer James Coyne publica el tuit que veis en la Fig. 1. Le pregunto a ver si sabe si Szasz trató paciente psicóticos y me dice que cree que no pero que le pregunte a Allen Frances. Es lo que hago, como veis en la Fig.2 y Allen Frances me remite a este artículo suyo. En dicho artículo podéis leer este párrafo:
Figura 1

“La aversión de toda la vida de Szasz a la “psiquiatría coercitiva” le llevó a evitar cualquier experiencia práctica o de formación en situaciones que pudieran forzarle a violar (o reconsiderar) sus principios. El Dr. Szasz nunca ha estado frente a frente con un paciente que necesite desesperadamente protección ante el riesgo de autoagresión o de hacer daño a otra persona. Yo he evaluado pacientes así cientos de veces. Aunque nunca es agradable obligar a nadie a someterse a tratamiento, a veces es la única opción responsable y segura, y puede salvar vidas. El ingreso involuntario nunca debe hacerse a la ligera pero tampoco debería rechazarse a la ligera en base a cuestionables principios teóricos, por idealistas que no entienden la realidad clínica. La “psiquiatria coercitiva”, aunque desagradable, debe existir como un necesario último recurso cuando ninguna otra cosa funciona”.

Si no he contado mal en su página de Wikipedia, Szasz ha publicado 33 libros, a veces más de uno por año, pero parece que nunca trató a ningún psicótico ni paciente suicida grave. Veo muy bien que en su práctica privada elija dedicarse a pacientes neuróticos o a los que le gusten más, pero lo que ya no me parece honesto es no dejar que la realidad clínica te estropee unos bonitos principios. Es muy fácil decir que la enfermedad mental es una alucinación colectiva de los pacientes, sus familias y de los psiquiatras pero, por si acaso, mirar donde no te la puedas encontrar. Evitar el trastorno mental grave pero, a la vez, pontificar sobre él es sencillamente hacer trampa. Y también hacer daño. Hay una parte positiva en el trabajo de Szasz y de la antipsiquiatría que es la de criticar excesos y puntos débiles, la autocrítica es positiva y necesaria. Pero distorsionar la realidad para que encaje en unos principios asumidos previamente es sencillamente un fraude. Parece que nos ha estado hablando de Bali un señor que nunca estuvo allí. 


@pitiklinov

Posdata: C. González-Blanch me pasa por Twitter esta entrevista a Thomas Szasz de 2.000 donde dice que algunos de sus pacientes sí habrían sido diagnosticados de psicóticos. Pero también dice que nunca vio a ningún paciente que no quisiera verlo a él. El paciente que no sólo quiere ir a la consulta  sino encima pagar por ello no es precisamente el prototipo de paciente al que hay que aplicar "psiquiatría coercitiva".

jueves, 28 de julio de 2016

¿Quién reprime la sexualidad de las mujeres? Tercera Parte, las adolescentes

Baumeister y Twenge dedican un apartado bastante largo de su artículo a estudiar las influencias directas en la sexualidad de las adolescentes. Para ellos estos datos son muy importantes porque la adolescencia es el momento en que la mujer se convierte en un ser sexual y puede empezar a realizar elecciones acerca de la actividad sexual. Si alguna fuerza de la sociedad desea suprimir la sexualidad femenina, la sexualidad adolescente debería ser uno de sus principales objetivos. Por ello, la cuestión central es si son las fuentes femeninas o las masculinas las que refrenan la actividad sexual de las adolescentes. La teoría del control masculino predeciría que son las influencias masculinas las esenciales mientras que la teoría del control femenino pronosticaría que son las influencias femeninas las que dominarían.

Analizan primero a los padres. ¿Qué padre tiene mayor influencia para restringir la sexualidad femenina? La respuesta es que parecen ser las madres la principal fuente de mensajes anti-sexuales para sus hijas. Citan artículos que no detallo, como los de Libby y cols. que encuentran que las madres son la principal fuente de influencia sobre la conducta sexual tanto de hijos como de hijas. Delamater encuentra que las hijas son influídas sobre todo por las madres y los hijos por los padres. Werner-Wilson encuentra relación entre la actitudes sexuales de las madres y las de las hijas pero no entre las de las hijas y los padres.

Varios estudios examinan los patrones de comunicación entre padres y adolescentes en cuestiones sexuales y sugieren que las madres tienen más influencia que los padres. Por ejemplo, Nolin y Petersen observan que cuando sólo uno de los padres habla con la hija de sexo, suele ser la madre. 61% de las madres han hablado solamente ellas con las hijas acerca de control de la natalidad, 35% sobre el embarazo, 37% sobre la moralidad sexual. Las cifras correspondientes para los padres son: 2%, 0% y 2% (hay casos adicionales en los que ambos padres han hablado con la hija). 

DuBois-Reymond y Raveslot encuentran que las madres hablan mucho con las hijas de sexo y tratan de “negociar” mientras que los padres se ven incapaces de tratar el asunto y simplemente lo evitan. Un estudio de 300 parejas de Kahn encuentra que la madres comunican más con las hijas que lo que lo hacen los padres. Las madres también comunican más con las hijas que con los hijos. La forma de comunicación acerca de sexo más común fue la de madre con hija y la más rara la de padre con hija. Otro estudio de Kahn y cols. encuentra que cuanto más comunica la madre con la hija más tarde se inicia la actividad sexual de la hija. O sea, que la influencia materna parece retrasar la actividad sexual de la hija. La cantidad de comunicación con el padre no tiene relación con la actividad sexual de la hija.

En un estuvo de Lewis el “no estar cerca de la madre" durante el periodo de la enseñanza secundaria (high school) se asociaba de forma significativa a promiscuidad en las hijas. El parámetro “no estar cerca del padre” no se relacionaba con promiscuidad. La madre, por tanto, parece ser la figura parental que más restringe la sexualidad de las hijas. Lógicamente, el motivo puede ser que las madres restringen la sexualidad de sus hijas como una forma de protegerlas.

La única excepción a este patrón de influencia maternal que estamos describiendo es un estudio de novelas de adolescentes, es decir de ficción, de Christian-Smith. En estas descripciones de ficción los padres y hermanos son los que ejercen el principal control sobre las mujeres jóvenes. Así que parece que se percibe a los hombres como fuentes de control cuando en realidad son las mujeres.

Pasan luego a estudiar a las compañeras de las adolescentes (en inglés “peers” o iguales). Hay pocos estudios pero los resultados muestran algo muy conocido: los grupos de iguales son los más importantes e influyentes para los adolescentes (más que los padres). Y los datos parecen apoyar la teoría del control femenino. Un estudio de Rodgers y Rowe encuentra que la conducta sexual de las chicas se solapa con las de sus amigas (explica un 22% de la varianza), mientras que la relación de amistad chico-chica sólo explica un 5%. Examinando los pactos sexuales de vacaciones entre grupos del mismo sexo, Maticka-Tyndale y cols. encuentran que los pactos entre chicos están orientados a conseguir sexo y a apoyarse unos a otros en ese esfuerzo mientras que los pactos entre chicas son para refrenar el sexo y ayudarse entre ellas a conseguirlo (por ejemplo pactan salvar a una amiga bebida de los avances de un chico). El grupo de chicas adolescentes parece ayudar a impedir que vayan muy lejos sexualmente.

En el estudio de Du Bois-Reymond mencionado antes encuentran también que las chicas adolescentes hablan fundamentalmente de sexo con sus amigas y con su novio, pero que otras influencias masculinas son despreciables. Las amigas presionan para frenar el sexo y encuentran muy importante mantener una buena reputación. Muchas chicas cuentan que sus amigas desaprobarían y se pondrían celosas si tuvieran mucha actividad sexual. Los chicos, por contra, informan que son presionados por sus amigos para buscar oportunidades sexuales y experimentar actividades sexuales. Otros estudios confirman un punto de la teoría del intercambio social, que los grupos de mujeres operan para mantener un nivel de actividad sexual relativamente uniforme entre sus miembros. El estado sexual de la mejor amiga en el punto 1 predice el propio estado sexual en el punto 2. 

Hay datos anteriores a la revolución sexual de los 60 que son interesantes porque indican cómo eran las cosas cuando la represión sexual se considera que era mayor. En ellos se enfatiza la importancia de una buena reputación y los grupos de chicas rechazaban a las chicas que dispensaban favores de forma muy liberal. Los chicos también rechazaban a estas chicas que iban demasiado lejos pero a muchos de ellos no les importaba que una chica fuera muy “avanzada”. Así que la presión para mantener una buena reputación parece provenir de las chicas. 

En cuanto a los novios (boyfriends), que hemos comentado que es la única figura masculina que pinta algo como influencia masculina en las adolescentes, los escasos datos que hay indican que toda la influencia de los novios es para tener más actividad sexual y no menos. Tanto los chicos con los que las adolescentes tienen citas como los novios intentan de forma consistente que haya más actividad sexual y varios estudios encuentran que muchas chicas lamentan haber cedido a esa influencia. Ningún estudio encuentra que los chicos presionen a sus novias para refrenar la actividad sexual.

Resumiendo, los estudios sugieren que la supresión de la sexualidad femenina durante los años adolescentes proviene de fuentes femeninas: la madre y el grupo de amigas. Los padres y otros hombres tienen poca influencia. La única fuente masculina es el novio cuya influencia opera para aumentar el sexo. Todo ello apoya la teoría del control femenino. La hipótesis nula del auto-interés racional (la 4), puede ser relevante. Las madres pueden reprimir a las hijas para evitar un embarazo o también para que su hija no sea excluida del grupo de amigas o castigada por ir demasiado lejos en su sexualidad. Por ello, la madre estaría inculcando un control en su hija para que su estatus suba dentro del grupo de iguales. Por lo tanto, una combinación de la teoría del control femenino (2) y de la del autocontrol racional (4) podría ser la mejor explicación de los datos.


@pitiklinov


Referencia:




miércoles, 27 de julio de 2016

Schopenhauer y la crisis de la mediana edad

En esta entrada voy a comentar el análisis de la crisis de la mediana edad que hace el filósofo Kieran Setiya y de la solución que propone para la misma. La crisis de la mediana edad es un punto en la vida de muchas personas (hacia la mitad de lo que se espera que dure la vida: los 30-40) en el que, aunque han completado muchas de las cosas que se propusieron conseguir en la vida y que pensaban que eran valiosas, estas personas sienten un vacío existencial y que no han conseguido dar sentido a su vida.

El enfoque de Setiya, que se basa en lo que le ocurrió en su propia crisis personal,  parte de una paradoja que señalaba el filósofo Arthur Schopenhauer: “si quieres cosas entonces te encuentras en un estado en el que no tienes lo que quieres y esto es muy doloroso, por lo que tal vez desearía evitarlo. Pero si  no tienes deseos entonces no tienes un objetivo en la vida, no tienes nada que hacer y entonces te encuentras en un estado de aburrimiento terrible. O sea, que estás en un dilema: o aburrirte o tener deseos, pero entonces tienes que sufrir el hecho de no tener las cosas que deseas.

Si tienes un deseo por algo y tu vida se guía por él esto es lo que da sentido a tu vida porque tu vida se dirige a cumplir ese objetivo. Pero si finalizas ese proyecto lo que ocurre es que eliminas ese proyecto de tu vida. Ya lo has conseguido y por lo tanto eliminas la fuente del sentido de tu vida. De manera que, paradójicamente, perseguir proyectos tiene una cualidad autodestructiva que consiste en que las cosas que dan sentido a nuestra existencia  son precisamente las mismas cosas que al perseguirlas y conseguirlas se extinguen, destruyendo así el sentido de nuestra vida. 

Es incluso peor que esto porque lo malo no es sólo cuando llegamos al final y conseguimos lo que queremos sino que todo el proceso va eliminado lentamente, una a una, las fuentes de sentido en nuestra vida. No es que al llegar al final aparezca lo malo sino que lo que estamos haciendo ya ahora mismo, en el presente, es antagónico con el deseo de llevar una vida con sentido.

Una de las formas que toma la crisis de la mediana edad es la de la persona conseguidora, que persigue proyectos que parecen valiosos y con sentido vaciando así su vida poco a poco de sentido. De acuerdo, a veces puedes inventar o pueden aparecer nuevos proyectos pero esto no cambia el hecho de que nuestra forma de querer llevar una vida valiosa es una forma destructiva que quita valor a la vida.

¿Existe una solución? Setiya cree que sí. La solución pasa por distinguir entre actividades télicas y atélicas. Las actividades télicas son las que tienen un punto final claro en el que se realizan y son completadas, como volver a casa o realizar una entrevista; estas actividades se completan cuando llego a casa o se termina la entrevista. Las actividades atélicas son cosas que puedes hacer pero que no tienen un punto final en el que se completan, como hablar con filósofos o salir a pasear. Entonces, el problema sería centrarse en actividades télicas y la solución invertir en actividades atélicas. De esta manera lo que consigues es que lo que tú quieres no es algo que se encuentre más adelante, a una distancia en el futuro de donde te encuentras ahora porque, como decimos, las actividades atélicas se realizan en el presente tanto como se van a poder realizar en el futuro o, dado la vuelta, no se realizan en el futuro más que en el presente…ahora mismo ya las estás completando todo lo que se pueden realizar…Por ello, no inspiran ese sentimiento de que su capacidad de dar sentido se extinguirá.

Bueno, tampoco hay que creer que esta solución es la bomba pero si tienes la suerte de no haber llegado todavía a esa peligrosa edad de la vida y quieres tomar medidas preventivas para evitar la crisis que puede acompañarla igual te sirve de algo darle una vuelta a esta enseñanza de Kieran Setiya.

@pitiklinov






martes, 26 de julio de 2016

¿Quién reprime la sexualidad de las mujeres? Segunda Parte, las diferencias de poder



Si no existieran las mujeres todo el dinero del mundo no tendría ningún sentido 
-Alexander Onassis

Vamos a empezar la confrontación de las cuatro hipótesis presentadas en la primera parte analizando las diferencias de poder entre los sexos y cómo repercuten en la sexualidad femenina. Y vamos a empezar con el estudio clásico de Reiss de 1986. Weiss usó una muestra de 186 culturas y en todas ellas encontró una correlación entre indices de mayor poder masculino y supresión de la sexualidad femenina. Cuanto mayor el desequilibrio de poder, mayor supresión de la sexualidad femenina. Estos hallazgos fueron interpretados por Reiss como favorables a la teoría del control masculino de la sexualidad femenina: cuando los hombres tienen el poder no dejan a las mujeres disfrutar de la sexualidad. Y como estas diferencias culturales no afectan al nivel de deseo sexual innato las hipótesis nulas no quedan apoyadas por estos datos.

Pero correlación no implica causalidad como nos olvidamos frecuentemente. Los datos de Reiss pueden ser explicados tan bien por la teoría del control femenino como por la teoría del control masculino. Cuando las mujeres no tienen poder político  y económico necesitan utilizar el sexo para controlar a los hombres y los recursos y por ello restringirían su sexualidad en gran medida. Por contra, cuando las mujeres tienen otras fuentes alternativas de poder que no sea el sexo entonces tienen menos necesidad de restringir el acceso de los hombres al sexo y por ello pueden relajar los controles sobre la sexualidad femenina. El propio Reiss reconoció en comunicación personal a Baumeister y Twenge que esta interpretación es también viable para explicar sus hallazgos pero que no propuso la teoría del control femenino de la sexualidad en la discusión en 1986 porque no había sido propuesta en aquel tiempo.

Es decir, nos falta aclarar en qué sentido va la flecha de la causalidad en esta correlación. Igual es que a los hombres no les queda otro remedio que conseguir poder y dinero si quieren tener relaciones sexuales. La evidencia intercultural no nos aclara si la sexualidad la inhiben los hombres o las mujeres. Para aclarar la dirección de la causalidad tenemos otros datos. Uno muy interesante es el estudio de lo que ocurren en las sociedades cuando hay desequilibrios en el cociente de sexos, es decir, cuando en una sociedad hay más hombre que mujeres o viceversa. Este estudio lo hicieron Guttentag y Secord en 1983.  Por ejemplo, si hay el doble de hombres que de mujeres los hombres deben competir duramente por las mujeres y las mujeres dictan los términos de la interacción. Si hay un exceso de mujeres entonces los hombres dictan las normas. Petersen informa de lo que pasó durante la II Guerra Mundial en EEUU y comenta cómo al no haber hombres en las universidades americanas llegaron a aparecer anuncios en los que las chicas ofrecían lavar el coche y pagar los gastos de las citas a los hombres.

Pues bien, el patrón que aparece en la investigación de Guttentag y Secord es muy claro: hay más  actividad sexual cuando los hombres (no las mujeres) están en minoría. Cuando hay pocas mujeres y muchos hombres los hombres tienen que proveer compromiso y recursos si quieren tener sexo. El sexo prematrimonial y extramarital disminuye. Por contra, cuando hay muchas mujeres y pocos hombres el sexo aumenta. Es decir, cuando los hombres ponen las reglas el sexo es libre y fácil , cuando mandan las mujeres el sexo es escaso y caro. 

Estos hallazgos encajan mejor con la teoría del control femenino. Si las mujeres no dan sexo el hombre lo puede encontrar fácilmente en otro sitio, el precio baja por así decir. El peligro de embarazo no varía por la diferencia de cociente de sexos así que la segunda hipótesis nula ( la 4) no queda confirmada. Sin embargo, la hipótesis 3, la de que las mujeres tienen un menor deseo sexual innato sí explica los hechos y no necesitaríamos una represión cultural. La teoría del control masculino no encaja con los hechos porque predice que si los hombres cortan el bacalao reprimirían la sexualidad femenina y los datos lo contradicen directamente. En particular la versión de la teoría feminista que enfatiza el caos social secundario a un sexo excesivo es la que peor parada sale. Es interesante que Guttentag y Secord encuentran que los movimientos feministas son más fuertes cuando los hombres son minoría. Resumiendo, ser minoría les da los hombres poder sexual pero les quita poder en la esfera política, y no parece que les importe tanto.

Hay un trabajo también llevado a cabo en diferentes culturas (N. Barber 200) que encuentra que los embarazos en adolescentes están correlacionados con el cociente sexual, es decir, irónicamente los embarazos aumentan cuando hay menos hombres. La posible explicación es que  la conducta de las chicas cambia. Como hay pocos hombres, cada chica debe competir duramente por ellos y bajar el precio del sexo (requerir menos compromiso, menos inversión en afecto, tiempo, etc). De nuevo, cuando los hombres mandan en el mercado de parejas la sexualidad femenina se libera contrariamente a lo que dice la teoría del control masculino.

Otro estudio que investiga el patrón de relaciones sexuales en parejas conflictivas (DeMaris 1997) encuentra que en estas parejas las relaciones sexuales están disminuidas, el conflicto es contrario al sexo, pero cuando la violencia física la ejerce el hombre hay más actividad sexual. La explicación de DeMaris es que las mujeres tienen sexo para aplacar al hombre y evitar la violencia. Cuando la violencia la ejerce la mujer no aumenta el sexo. Esto sugiere de nuevo que más poder masculino lleva a más sexo  y no a menos.

La violencia en las relaciones íntimas suele ser debida a la sospecha de celos e infidelidad. En este sentido esta violencia parece consistente con la teoría del control masculino pero el castigo de la infidelidad es un patrón muy amplio que se encuentra incluso en las relaciones entre lesbianas (Renzetti 1992: Violent betrayal: partner abuse in lesbian relationships)  así que no parece especial del control masculino de la sexualidad femenina. La posesividad sexual parece ser universal y tanto hombres como mujeres quieren que su parejas les sean fieles. Los hombres no restringen la sexualidad de la mujer en general sino que quieren que el sexo sea con ellos. En esto no se diferencian de las mujeres en parejas hetero u homosexuales.

Resumiendo este apartado hemos visto diferentes situaciones en las que los hombres tienen el poder y vemos que el sexo aumenta, no disminuye. La teoría del control femenino explica bastante bien todas ellas pero la teoría del control masculino y la del control racional por el autointerés (4) tiene problemas para acomodar los datos. También explicaría los datos la teoría del menor deseo sexual innato de las mujeres según la cual las mujeres restringen el sexo siempre que pueden.

@pitiklinov

Posdata: creo que es relevante para el tema de la entrada esta gráfica que recoge las diferencias sexuales en los ingresos mínimos aceptables en una pareja romántica a lo largo de la relación. Procede de este artículo:





Referencia:




lunes, 25 de julio de 2016

¿Quién reprime la sexualidad de las mujeres? Primera parte

Voy a resumir un largo, y sospecho que polémico, artículo de Roy Baumeister y Jean Twenge en el que analizan la represión de la sexualidad de las mujeres. Proponen cuatro hipótesis para explicarla y luego analizan la evidencia disponible para ver cuál de las cuatro hipótesis explica mejor los datos. Como es muy largo voy a dividir el comentario en varias entradas por lo que te resumo en una frase sus conclusiones por si quieres dedicarte a hacer otra cosa: los datos sugieren que las que reprimen la sexualidad de las mujeres son las propias mujeres. En esta entrada voy a describir las posibles respuestas a la pregunta de la entrada y  dejaré para otras entradas los datos disponibles y su valoración a la luz de las hipótesis explicativas.

Los autores entienden por supresión de la sexualidad femenina un patrón de influencia cultural por el que las mujeres y las chicas son inducidas a evitar sentir deseo sexual y a refrenar su conducta sexual. Las hipótesis para explicar esta represión de la sexualidad femenina son cuatro, divididas en dos grupos. En el primer grupo van las hipótesis que implican que de verdad hay represión cultural de la sexualidad femenina. La primera es que los hombres, especialmente los maridos, son los represores y la segunda es que son las propias mujeres. Además de estas dos hipótesis, los autores contemplan otras dos hipótesis “nulas”, es decir dos hipótesis que no requieren que exista una represión cultural. Una es que las mujeres tienen naturalmente un menor deseo sexual sin que nadie se lo reprima y la otra es que, como los costes del sexo son mayores para las mujeres que para los hombres, las mujeres individuales han aprendido a suprimir sus deseos sexuales por un autointerés racional. Vamos a detallarlas:

1- La Teoría del control masculino: Según esta visión, los hombres han buscado impedir que las mujeres sientan placer sexual. La principal ventaja que desde un punto de vista evolucionista obtendrían los hombres es la certeza de paternidad. Si la mujer no tiene deseo sexual tendría menos riesgo de relacionarse con otros hombres. Según esta teoría los hombres solteros no tendrían ninguna razón para que las mujeres no tuvieran deseo sexual; al contrario, a ellos les interesa que las mujeres tengan deseo sexual si quieren conseguir sexo. Se podría matizar que sí les interesa presionar a las mujeres a la moderación para que cuando ellos se casen no tengan problemas de infidelidad. La cruz de esta visión evolucionista es que si las mujeres no desean sexo el propio marido va a tener problemas para dejarla embarazada pero como no se requiere demasiado sexo para conseguir el embarazo con que la mujer deseara sexo de vez en cuando sería suficiente. En resumen, este enfoque propone que los hombres prefieren mujeres sin interés sexual a cambio de fidelidad. A esta teoría le veo el problema de que sugiere que a los hombres les interesa más la cuestión distal o última (dejar copias de su genes) que la proximal (tener sexo) y creo que hay datos de que a los hombres les gusta tener sexo en el matrimonio.

Dentro de este apartado estarían también las teorías feministas de las que hay muchos tipos pero que suelen converger en que un supuesto “patriarcado” hecho por y para los hombres se dedica a coartar la sexualidad de las mujeres para que no tengan sexo con otros hombres. Este análisis se parece a la versión evolucionista que hemos descrito en el párrafo anterior. Alguna variante como la de Sherfey plantea que la sexualidad de las mujeres era al principio insaciable, similar a la de otras hembras primates copulando 50 veces al día, y que esto crearía un caos social por lo que hay que reprimirla. Esta versión del caos social sostiene que los hombres desean una vida social tranquila y ordenada y supone que la promiscuidad es más aversiva para los hombres que para las mujeres, es decir que supone que los hombres desean la paz y el orden más que el sexo, lo cual es mucho suponer…

Otras lineas de argumento proponen que el deseo sexual insaciable de las mujeres sería una amenaza para los hombres por las mayores limitaciones físicas sexuales de los hombres: periodo refractario, no orgasmos múltiples, etc. El problema de este enfoque es que no hay muchos datos de que los hombres no estén encantados de satisfacer las demandas sexuales de las mujeres, o de intentarlo al menos. Hay experimentos donde un buen número de hombres está dispuesto a tener sexo incluso con desconocidas.

Resumiendo la teoría del control masculino: la condición natural de las mujeres es desear mucho sexo, incluyendo muchas cópulas con mucha parejas. Entonces los hombres se unen para reprimir la sexualidad femenina. La motivación de los hombres para hacer esto son los celos y la certeza de paternidad y la envidia del gran potencial sexual de las mujeres que llevaría a un caos social si no se limita.

2- La Teoría del control femenino: Esta teoría propone que son las mujeres las que cooperan para limitar la sexualidad femenina. ¿Y por qué querrían hacer esto las mujeres? La teoría del intercambio social analiza la conducta humana en base a costes y recompensas y considera las interacciones como un intercambio donde las diversas partes dan recompensas para obtener lo que quieren. Bajo este enfoque, el sexo es un recurso que los hombres quieren y que tienen las mujeres. Para obtener sexo los hombres dan a cambio dinero, recursos, compromiso, seguridad, atención, etc. El que tiene menos interés o deseo por algo es el que tiene el poder en la negociación. Si la mujer tiene menos deseo de relaciones sexuales, el hombre tendrá que darle muchos beneficios para que acepte tener sexo con él. Si lo que uno tiene para negociar es sexo le interesa que el precio del sexo sea lo más alto posible.  Si el sexo fuera gratis para los hombres las mujeres no podrían pedir nada a cambio. Además de esta ventaja relacionada con las leyes de la oferta y la demanda, limitar la sexualidad de las mujeres en general tiene la ventaja de que cada una de ellas tiene menos riesgo de que su hombre la deje por otra mujer. 

Esta hipótesis lleva a varias predicciones. La primera es que las mujeres castigarían a otras mujeres que otorgaran sexo a los hombres de una manera fácil. A estas mujeres promiscuas se las suele llamar “baratas” porque dan el sexo a un precio más bajo que el de mercado. A estas mujeres se las presionaría para que suban el precio. Otra predicción es que las mujeres estarían en contra de otros tipos de satisfacción sexual para los hombres como la pornografía, la prostitución y otras formas de entretenimiento sexual. Otra predicción es que se produciría una situación tipo “tragedia de los comunes” para las mujeres en general. Cada mujer se beneficiaría de ofrecer sexo un poco más fácil que las demás (con menos compromiso o gasto para el hombre) porque podría así atraer al hombre más deseable. Pero esto supondría deslealtad a la causa de las mujeres en general. La que hiciera eso impone un coste a las demás porque las obliga a ofrecer lo mismo para mantenerse en la competición. Es lo que ocurre en los monopolios, el grupo de empresas está mejor si todos mantiene el precio pero cada empresa  individual se beneficiaría si bajara el precio.

En resumen, la teoría del control femenino se basa en la teoría del intercambio social. El sexo es un recurso que quieren los hombres pero que está controlado por las mujeres y a éstas les interesa que su precio sea alto. Por ello, suprimen la actividad sexual en general para mantener una escasez crónica y de ahí los altos precios. Las mujeres, de una manera conjunta, actúan para refrenar la sexualidad femenina. Como vemos, la teoría del control masculino se centraría más en reprimir la sexualidad de esposas y parejas y la del control femenino en reprimir la sexualidad de las solteras que buscan pareja.

3- Las mujeres tienen menos deseo sexual: según esta teoría no hace falta suprimir la sexualidad femenina porque por naturaleza las mujeres tienen menos deseo sexual que los hombres. Si esta idea es verdadera o falsa es un tema muy controvertido pero Baumeister y Twenge creen que no puede explicar todo el rango de datos y fenómenos  que observamos. Un dato que no podría explicar es la revolución sexual que tuvo lugar en los años 60 del siglo pasado. El aumento en sexualidad femenina que produjo la revolución sexual sugiere que, efectivamente, antes había ocurrido una represión cultural. Es un argumento potente pero luego hablaremos de la revolución sexual y puede haber explicaciones que Baumeister no ha considerado (en concreto la influencia en esta revolución del cociente de sexos, la diferencia en el número de hombres y mujeres disponibles en el mercado de parejas).

Aunque no pueda explicar todos los datos, esta hipótesis puede operar de manera conjunta con la teoría del control femenino. Si las mujeres desearan el sexo más que los hombres entonces los actos sexuales implicarían que los hombres hacen un favor a las mujeres y las mujeres tendrían que compensar a los hombre por tener sexo con ellas. Por contra, si el deseo sexual femenino es menor esto obliga a que sean los hombres  los que tienen que dar algo a cambio a las mujeres. La combinación de las dos teorías puede funcionar mejor que cada una por separado. 

Por contra, la noción de que las mujeres tienen menos deseo sexual que los hombres contradice muchas versiones de la teoría del control  masculino, ya que se basan en que la sexualidad femenina es mayor que la de los hombres.

4- Elección racional por los costes del sexo: las mujeres ejercen un autocontrol de su sexualidad por los costes y peligros del sexo. Tener sexo al hombre no le supone más que la perdida de unos espermatozoides y gastar unas calorías pero a la mujer le puede suponer un embarazo y cambiarle radicalmente la vida. También, dar a luz ha supuesto ancestralmente el riesgo de muerte en el parto. Es decir, cada cópula podía implicar embarazo y cada embarazo la muerte (antes de 1800 un 1,3% de partos acababan en muerte de la madre). Esta hipótesis podría explicar mejor que la del bajo deseo sexual natural la revolución sexual. Al aparecer la píldora anticonceptiva , la legislación a favor del aborto y otros cambios sociales,  habrían hecho que la mujer pudiera tomar más riesgos con su sexualidad. 

Pero esta hipótesis tiene problemas para explicar la represión de conductas sexuales distintas a la del sexo vaginal y que no implican riesgo de embarazo: masturbación, sexo oral, etc. No habría razón para suprimir los deseos sexuales en estas esferas aunque se puede argumentar que mejor no hacer nada porque una cosa podría llevar a la otra. Tampoco explica otros fenómenos como que las mujeres frenan su actividad sexual por miedo al cotilleo y a una mala reputación más que por el miedo al embarazo. Esto sugiere que sí hay represión cultural y que no es sólo una decisión racional por el auto-interés. A pesar de todo hay que tener esta posibilidad en cuenta al analizar los datos. 

Más adelante vamos a ir viendo los datos disponibles y su interpretación a la luz de estas hipótesis explicativas

Referencia:




sábado, 23 de julio de 2016

Éxito y suerte. El mito de la meritocracia.


Tendemos a subestimar el papel de la buena suerte en el éxito pero aceptamos el de la mala suerte en el fracaso
- Robert Frank

Del economista Robert H Frank ya hemos hablado en este blog a propósito de las emociones y el problema del compromiso, una hipótesis muy interesante sobre la función de las emociones, que abordaba en su libro Passions within Reason. En esta entrada voy a comentar su libro Succes and Luck. Good Fortune and the Myth of Meritocracy. Lo que Frank propone en este libro es que, aunque nos gusta pensar que vivimos en un mundo justo donde la gente consigue lo que se merece la mayor parte del tiempo, la suerte juega un gran papel en el éxito económico y profesional (y en todo en la vida). Por ello cree que las políticas sociales hay que diseñarlas con la convicción de que nadie escribe su propio destino.

¿Cómo es de importante la suerte en el éxito económico? Esta es una cuestión en la que la izquierda y la derecha están divididas. Los conservadores señalan, correctamente, que los triunfadores son gente con talento y muy trabajadora. Pero los liberales (hablamos de USA) señalan también correctamente que hay mucha gente talentosa y trabajadora que no triunfa. Robert Frank describe en el libro cómo la suerte influye y cómo pequeñas ventajas de partida son definitivas cuando se vive en un mundo en el que “el ganador se lo lleva todo” (este es precisamente el tema de otro libro co-escrito por Frank con Phillip Cook: The Winner take-all society). Para Frank la retórica de la meritocracia ha causado un daño enorme porque camufla el grado en el que el éxito y el fracaso dependen de factores que están por completo fuera del control del sujeto.

Los ricos y triunfadores no quieren oír hablar de que su éxito se debe a la suerte, todo se debe a trabajar duro e inteligencia (no hay que olvidar que uno no elige su inteligencia ni su capacidad de esfuerzo). No quieren reconocer que han nacido en familias estables, que han ido a buenas universidades , etc. Son ciegos para las ventajas de las que han disfrutado pero también para las desventajas que han sufrido los menos afortunados. También, como señala Nicholas Kristof, los niños ricos toman un montón de malas decisiones, lo que ocurre que en ellos no tienen las mismas consecuencias que en otros.

Las cualidades personales proceden en última instancia de una combinación de genes y ambiente que ninguno de nosotros elegimos. Como señala el economista Alan Krueger la correlación entre los ingresos de padres e hijos es de 0.5, la misma que hay entre la altura de padres e hijos. Por lo tanto si quieres ser inteligente y alto el paso más importante que puedes dar es elegir los padres adecuados. El economista Branko Milanovic observa también que la mitad de la varianza en los ingresos de las personas a nivel mundial se explican por dos factores: el país de residencia y la distribución de ingresos dentro de ese país (y como es sabido sólo los de Bilbao pueden nacer donde quieren :)).

El problema con las sociedades donde el “ganador se lo lleva todo” es que antes el que trabajaba un 1% más duro que los demás ganaba un 1% más. Pero ahora, con los nuevos métodos de producción y comunicación, el que es 1% mejor gana miles de veces más. Triunfar implica suerte porque para triunfar todo tiene que salir bien y para eso, para que algo no se tuerza, hay que tener suerte. 

¿Por qué no se reconocen el papel de la suerte? Pues en parte porque si las personas de éxito reconocen el papel de la suerte sentirían que tienen menos derecho a reclamar para sí el dinero que han ganado y los demás también se negarían a reconocer su derecho a quedarse con ese dinero. Así que les conviene vender que todo se debe a trabajo y esfuerzo. Pero hay que reconocer también que negarse a aceptar el papel de la suerte hace que la gente se esfuerce más, luche más y así consigan el éxito que buscan. Si transmitiéramos que todo se debe a la suerte tal vez la gente no se esforzaría. Es decir, la persona que cree que el éxito depende sólo de talento y esfuerzo (insisto en señalar que no elegimos ni nuestro talento ni nuestra capacidad de esfuerzo) puede manejar mejor el tipo de esfuerzos que son necesarios para el éxito. Por lo tanto, las falsas creencias de que todo se debe a éxito y trabajo podrían ser adaptativas. Seré mal pensado pero creo que la primera explicación, la de que esta falsa creencia en el mérito hace que la gente acepte mejor las desigualdades sociales me parece más importante que la segunda.

Un caso del que habla con cierta extensión Frank es el de Bill Gates. Bill Gates acudió a uno de los pocos colegios privados que ofrecía a los estudiantes acceso ilimitado  a tiempo de ordenador. En aquellos terminales los programadores podían por primera vez correr inmediatamente sus programas y corregir así errores de sintaxis. Cuando Robert Frank aprendió programación 10 años antes era no era posible. Gates nació en un momento y lugar que le convirtió en uno de los primeros norteamericanos (y por lo tanto personas  del mundo) que obtenían feedback inmediatos de su esfuerzos de programación. Cuando se le preguntó a Bill Gates una vez cuántos adolescentes de su época tuvieron una formación similar a la suya antes de ir a la universidad contesto que “ si hubiera 50 en el mundo me sorprendería. Tuve una mejore exposición a desarrollo de software en una edad temprana de la que nadie tuvo en ese periodo de tiempo y todo por una increíble afortunada sucesión de eventos”. 
Robert H. Frank

Pero el éxito de Bill Gates no se debió exclusivamente a su maestría escribiendo software. Fue afortunado en muchas otras cosas. Por ejemplo, IBM se acercó a Gates en 1980 para pedirle a ver si su compañía (la que  había formado con Paul Allen y se convertiría en la exitosa Microsoft) les podía ayudar a crear un sistema operativo para el nuevo ordenador personal que estaban desarrollando. Gates se mostró reacio al principio y le sugirió a IBM que contactara con Digital Research, otra compañía de software que había desarrollado un sistema operativo llamado CP/M. IBM habló con el fundador de Digital Research  y, aunque los testimonios varían sobre cómo se desarrollaron las cosas, el caso es que no se pusieron de acuerdo. Entonces Jack Sams, de IBM le dijo a Gates que estaban pensando en comprar QDOS que era un sistema operativo desarrollado por Tim Patterson. Patterson había basado su sistema operativo en CP/M pero era lo bastante diferente como para ganar una batalla legal por plagio. Y en un determinado momento Gates le dice a Sams si quiere comprar QDOS o quiere que lo compre Microsoft. Y entonces Sams tomó una decisión que le costó a IBM millones de dólares y supuso el éxito para Microsoft. Le dijo que la comprara él. Microsoft compró QDOS, lo llamó MS-DOS y IBM aceptó pagarles royalties por cada nuevo PC de IBM que llevara sus sistema operativo. El éxito de Gates se debió a las pesimistas estimaciones de ventas de PCs que tenía IBM. Si IBM hubiera previsto la explosión de ventas de PCs nunca habría permitido a Microsoft quedarse con la propiedad de MS-DOS.

Esto no quiere decir, por supuesto, que Bill Gates no sea un tío inteligente y se lo haya currado pero todos los agentes que se movían en ese mundo trabajaron tanto o más que él; sin embargo, los acontecimiento salieron como salieron y todo debido una buena dosis de suerte. Hay una forma fácil de entender esto y es que el tiempo y energía de los que disponemos las personas es limitada, es decir, el día tiene 24 horas. Si yo soy atleta o soy empresario no puedo entrenar o trabajar 428 horas al día y así esforzarme más que los competidores que sólo invierten 243…Descontando las horas de sueño todo atleta o emprendedor dedica a su trabajo un tiempo máximo que es igual para todos: todo el que dispone. A partir de ahí las diferencias en resultados necesariamente las marcan las diferencias en inteligencia, talentos, capacidades y factores no controlables como estar en el momento adecuado en el lugar adecuado.

La segunda parte del libro la dedica Robert Frank a defender una medida política o económica que sería la de un impuesto progresivo al consumo (progressive consumption taxes). El razonamiento de Frank es el siguiente: nacer en un buen ambiente es la mejor suerte que podemos tener, por lo tanto vamos a crear un buen ambiente para el mayor número de gente (buenas escuelas, acceso a ordenadores, etc). Nuestro objetivo debe ser creer y mantener ambientes que soporten la buena suerte de las generaciones futuras: aumentar los niveles de vida de toda la sociedad para que haya más personas con suerte en el futuro. ¿Cómo podemos conseguir esto? con mayores impuestos a los más ricos para que se redistribuya la riqueza. Vale, pero los ricos no van a estar de acuerdo con esto. Frank cree que la idea es aceptable también para los más ricos y sus argumentos son sensatos. Lo que Frank plantea es que lo importante no es el poder adquisitivo absoluto sino el relativo. Veamos.

Si hacemos lo que Frank propone el miedo de los ricos puede ser que no se puedan comprar las cosas que quieren: una casa con embarcadero en el lago, un Ferrari, etc. Para conseguir esas cosas tienen que competir con gente que tiene los mismo gustos e ingresos que ellos. Pero si el gobierno sube los impuestos sube los impuestos de todos esos ricos también. Los que van a conseguir esas cosas de lujo van a ser los mismos sólo que el precio de esos bienes de lujo bajará algo. Si sólo los ingresos de un rico disminuyeran no podría  comprar lo que quiere pero si son los ingresos de todos ellos las cosas no cambian en absoluto. Es el poder adquisitivo relativo, no el absoluto, el que determina quién consigue las cosas que son escasas. 

Como dice Frank, es mejor conducir un Porsche por buenas carreteras que un Ferrari por unas carreras mal asfaltadas y llenas de baches. Una redistribución del dinero que beneficie a la mayoría también beneficiaría a los más ricos. Bueno, a mí el libro de Robert Frank me ha convencido y te lo recomiendo. A los ricos no estoy tan convencido de que les guste, aunque si lo piensan bien verán que no les perjudica en absoluto.

@pitiklinov

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sábado, 16 de julio de 2016

Los toros, la carne y el proceso de moralización


La intolerancia no es una cosa del pasado, es mucho más una cosa del futuro
- Karen Stenner

Del proceso de moralización ya hemos hablado anteriormente pero me anima a volver sobre este asunto los sucesos que han ocurrido esta última semana tras la muerte del torero Victor Barrio y la polémica subsiguiente. Creo que entender el proceso de moralización nos puede ayudar a comprender lo que hemos vivido, estamos viviendo y lo que nos va a tocar vivir más adelante.

La moralización es el proceso por el que una actividad que previamente se consideraba fuera del campo moral entra dentro del mismo. Y el campo moral es el que tiene que ver con el bien y el mal, con lo que se debe y no se debe hacer. Y ocurre que la moralización tiene una característica que la hace única, a saber, que cuando algo es moral no se deja al criterio de cada uno que haga lo que quiera en ese tema, sino que se impone. Por ejemplo, si yo creo que abortar está mal porque es matar una persona entonces no puedo permitir que cualquiera haga en el tema del aborto lo que quiera sino que impondré o lucharé para que nadie aborte. Si yo creo que llevar minifalda o cualquier otra conducta es un insulto a Dios pues no me quedaré cruzado de brazos y esperaré a que Dios castigue a la que vista minifalda, sino que atacaré o coartaré la libertad de la chica que la lleve. Son sólo ejemplos. Creo que ya os vais dando cuenta del enorme peligro que tiene la moralización…

Por otro lado, para tener una visión más completa del cuadro necesitamos entender dos cosas más. La primera es que somos una especie que divide el mundo en Ellos y Nosotros y que mostramos hostilidad hacia los que se han convertido en uno de ellos y ya no son uno de los nuestros. La segunda es que las creencias e ideas generan identidad y dividen a los seres humanos en subespecies, las creencias dividen en “Ellos” y Nosotros”. Dentro de las creencias, por supuesto, la creencias morales en concreto producen este efecto de forma muy marcada. Con estos ingredientes ya tenemos todo lo necesario para preparar el cóctel de la violencia moralista o virtuosa (las identidades tienen mucha tendencia a convertirse en asesinas, en frase de Amin Maalouf). Como veíamos en esa entrada, la mayor parte de la violencia en el mundo es moralista, es decir, la comete gente que está convencida de que es buena y hace el bien. Y la violencia moralista es terrible.

Pues bien, ocurre que en las últimas décadas hemos moralizado el sufrimiento animal. En otros tiempos el sufrimiento animal simplemente no se tenía en cuenta pero progresivamente nuestro círculo moral, como dice Peter Singer, se ha ido ampliando, la neurociencia nos dice también que los animales tienen un Sistema Nervioso Central muy similar al nuestro y, por lo tanto, experimentan dolor y de forma progresiva cosas que antes no nos parecían mal moralmente ahora sí nos lo parecen. Pero ocurre que este proceso de moralización no lleva una misma velocidad en todas las personas, hay personas que han adoptado ya estas nuevas creencias morales mientras que otras siguen en el universo moral previo. Es decir, que tenemos una división “Ellos/Nosotros”

Al igual que yo, seguro que habéis oído a propósito del problema del toro de la Vega que algún residente en Tordesillas argumenta -más o menos- que al que no le guste esa fiesta que no vaya por ahí, que les deje en paz y que cada uno haga lo que crea que tiene que hacer. Pues bien, este argumento, que es un argumento bastante razonable en general, no funciona cuando hablamos de una cosa que está moralizada. Insisto, cuando algo cae en el campo de la moral yo me siento autorizado, legitimado moralmente - y hasta obligado-  a imponerlo, por la sencilla razón de que “se debe” o “no se debe” hacer eso (vuelvo a señalar, y la historia es testigo, el peligro que esto conlleva).

Hasta aquí el diagnóstico, creo que lo que he descrito explica bien la violencia moralista que hemos vivido estos días, pero…¿qué hay del tratamiento? ¿hay alguna solución? Pues soy muy pesimista al respecto, creo que nos encontramos ante un problema de diseño de la especie humana y le veo difícil solución. Es imposible permanecer indiferente y ser tolerante cuando hablamos de cosas moralizadas, es imposible que yo no me tome mis creencias morales en serio y si me las tomo en serio nos pueden llevar a todos a un infierno (porque, por supuesto, cada uno estamos convencidos de estar en el lado correcto de la división, de que yo/Nosotros tenemos razón y los demás están equivocados).  A modo de test, ¿cuántos os sentís cómodos o estaríais de acuerdo con esta frase: “hay gente muy razonable que está a favor del matrimonio homosexual y hay también gente muy razonable que está en contra del matrimonio homosexual”? Es muy probable que si estás a favor del matrimonio homosexual creas que los que están en contra no son nada razonables y viceversa. Creo que en estas cuestiones morales rozamos los limites de la tolerancia.

Las creencias, las ideas , son un arma de doble filo porque las necesitamos para vivir, para que nuestra vida tenga sentido necesitamos tener fe en ciertas cosas. Pero al mismo tiempo, como decía antes, las creencias nos dividen en grupos, en subespecies diferentes con el enorme riesgo que ello supone, literalmente el riesgo de matarnos unos a otros. Creerse en posesión de la verdad es peligroso pero, a la vez, no puedo ir por la vida pensando que lo que creo es mentira. ¿Un callejón sin salida?

Un problema que se nos está acercando es el de la moralización del consumo de carne. Al igual que el de los toros, va a asociado a la moralización del sufrimiento animal y cada vez hay más gente que considera que comer carne está mal moralmente. Se está creando también una división “Ellos/Nosotros” con el riesgo de violencia moralista que comento. Y seguro que  otras cosas que ahora no nos podemos imaginar serán moralizadas en el futuro mientras que algunas otras seguirán el camino inverso que se llama de amoralización, es decir, de salida del campo moral. ¿Cómo podemos manejar estos retos que tenemos por delante? La verdad es que no lo sé. Soy todo oídos…

@pitiklinov