martes, 29 de octubre de 2013

Teoría de la Reactancia Psicológica

Comentamos en la entrada sobre el libro Influence, de Robert Cialdini, que uno de los principios utilizados por los vendedores para llevarnos a comprar sus productos es el de la escasez, nos atrae especialmente todo lo que es escaso y lo que sentimos que podemos perder para siempre. Cuando el vendedor pone una fecha límite o sabemos que un producto es el ultimo y no quedan más unidades nos sentimos impulsados a comprarlo. Pero hay otra razón por la que funciona el principio de la escasez: a medida que las oportunidades están menos disponibles, nosotros perdemos libertades. Odiamos perder libertades de las que ya disfrutábamos. Este deseo de preservar nuestras prerrogativas establecidas es la piedra angular de la Teoría de la Reactancia Psicológica, desarrollada por el psicólogo Jack Brehm.
Jack Brehm

Según esta teoría, siempre que una elección libre es limitada o amenazada, la necesidad de mantener nuestras libertades nos hace desearlas (así como los bienes y servicios asociados a ellas) mucho más que antes. Por lo tanto, cuando aumentar la escasez -o cualquier otra cosa- interfiere con nuestro anterior acceso a un objeto, “reaccionaremos en contra” de la interferencia deseando y tratando de poseer el objeto más que antes. Aunque es una teoría muy simple, podría ser aplicable a una gran parte de nuestra conducta y sería también interesante saber cuándo empieza la gente a mostrar ese deseo de luchar contra las restricciones de sus libertades.

Los psicólogos infantiles han rastreado esta tendencia hasta la edad de los dos años, una edad que muchos padres llaman “los terribles dos”. Muchos padres dicen que observan esta conducta en sus hijos alrededor de esta edad. Los niños de dos años parecen ser unos maestros en el arte de la resistencia a la presión externa, especialmente la de los padres. Diles una cosa, y harán la contraria. Dales un juguete y quieren otro, cógeles en brazos en contra de su voluntad y se retuercen hasta que les vuelves a dejar en el suelo, ponles en el suelo en contra de su voluntad y lucharán para que les lleves…

Hay un estudio en niños de 24 meses de edad de media que capta muy bien el estilo psicológico de los terribles dos. Se introduce a los niños acompañados de sus madres en una sala que contenía dos juguetes igual de atractivos. Los juguetes se colocaban siempre de la misma manera, uno estaba disponible y el otro detrás de una barrera transparente de plexiglás. En un caso la barrera de plexiglás era baja y no impedía para nada el acceso al juguete, pero en la otra situación la barrera era más alta y lees impedía el acceso, de manera que tenían que dar toda la vuelta a la barrera para acceder a él. Los resultados fueron muy claros. Cuando el juguete estaba disponible, los niños no mostraban una preferencia especial por él, pero cuando la barrera suponía un obstáculo, los niños iban directos hacia ese juguete contactando con él tres veces más rápido que con el juguete sin obstáculos. los niños mostraron la clásica respuesta de los “terribles dos”: desafío abierto. Hay que decir que las niñas no mostraron en este estudio la misma respuesta de resistencia a las barreras que los niños. Otro estudio sugiere que no es que las niñas no se opongan a las limitaciones de sus libertades sino que ellas muestran reactancia cuando las restricciones vienen de personas y no del medio físico.

¿Por qué emerge la reactancia psicológica a los dos años? Quizás la respuesta tenga que ver con un cambio crucial que la mayoría de los niños sufren en este periodo. Es entonces cuando se reconocen a sí mismos como individuos, como seres separados. Este concepto de autonomía, en desarrollo, trae de forma natural con él el de libertad. Un ser independiente es un ser que realiza elecciones. Un niño con esta nueva comprensión de que es un ser independiente quiere explorar el alcance de sus opciones. La tendencia a luchar por sus libertades y en contra de las restricciones podría entenderse como una búsqueda de información. Buscando los límites de sus libertades los niños descubren en qué parte del mundo van a ser controlados y en qué parte de él ellos son los que pueden controlar. Y los padres sabios son los que les van a proporcionar una información consistente.

Aunque los dos años sea una época de mucha reactancia psicológica, mostramos tendencia a reaccionar a las restricciones  de nuestras libertades durante toda nuestra vida. Otra edad que destaca porque la reactancia toma una forma especialmente rebelde es la adolescencia, los teenagers. Cialdini comenta que un vecino le dijo una vez que “si quieres que un adolescente haga algo tienes tres opciones: hacerlo tú mismo, pagarle por que lo haga, o prohibirle que lo haga”. Igual que a los dos años, este periodo se caracteriza por una emergencia del sentido de individualidad. Es el paso desde niño, sometido a control parental, a adulto, con todos los derechos y deberes correspondientes (bueno, ellos se fijan más en los derechos y menos en los deberes). No es sorprendente por tanto que imponer la tradicional autoridad paterna en esta edad se a menudo contraproducente, los adolescentes lucharán y se resistirán a estos intentos de control.

Nada ilustra mejor el efecto boomerang de la presión paterna en la adolescencia que el “Efecto Romero y Julieta”: como en el caso de Romeo y Julieta, cuanto más se oponga la familia a la relación, más apasionamiento van a mostrar los jóvenes. La interferencia paterna provoca una reactancia psicológica, como se pudo observar en un estudio con 140 parejas de Colorado. Cuando la interferencia paterna disminuía, también lo hacían los sentimientos amorosos. Esto no quiere decir que la moraleja del efecto Romeo y Julieta es que hay que aceptar las elecciones de los adolescentes. Este inicio de los mismos en el delicado juego amoroso les puede llevar a cometer graves errores pero el consejo para los padres es que utilicen herramientas de influencia de adulto (preferencia y persuasión) y no las formas tradicionales de control parental (prohibiciones y castigos). Aunque el caso de Romeo y Julieta es una ficción extrema, sí se  puede producir en la realidad el recurso de los jóvenes a la clandestinidad, la mentira y el engaño.

Hay un matiz interesante en este hecho de la reactancia psicológica. Como estamos comentando, cuando por la pérdida de una libertad previa algo -lo que sea- está menos disponible, lo deseamos más. Pero nosotros no somos conscientes de ello. Es decir, no nos damos cuenta de que nuestro deseo aumentando se debe precisamente a su escasez, a la restricción. Entonces, como notamos que lo queremos más, que lo deseamos más, para dar cuenta de ese deseo aumentado lo que hacemos es atribuir cualidades positivas al objeto (lo cual no es real, porque el objeto es el mismo de antes y no ha cambiado en absoluto). Y esto ocurre no solo con objetos, sino también con la información. Es muy interesante lo que ocurre cuando se censura información.

Casi siempre, de forma invariable, nuestra respuesta ante una información prohibida es que queremos recibir esa información a toda costa y, además, somos más favorables a la misma. Lo intrigante no es que la audiencia quiera recibir la información más que antes, esto parece natural. Lo sorprendente (y tiene implicaciones muy importantes) es que la gente cree más en esa información, aunque no la haya recibido todavía. Se ha observado que si prohibes una conferencia sobre cualquier tema, la gente se vuelve más favorable a ese tema, aunque  no haya oído la conferencia. La ironía de este asunto es que para alguna gente (ciertos grupos políticos marginales, teorías pseucientíficas, etc.), la estrategia más efectiva para extender sus opiniones no es , paradójicamente, dar publicidad a sus puntos de vista, sino conseguir que sean censurados y dar publicidad entonces a la censura de los mismos. Hay algunos datos de que la reactancia psicológica es la causa de que algunas personas hayan derivado hacia un tipo de acción o ideas políticas que no habrían tomado de no ser por ella.

Y no son sólo las ideas políticas las que son susceptibles de sufrir este efecto de la restricción, sino por ejemplo las limitaciones de acceso a material sexual. La censura de material educativo sexual tiene efectos contraproducentes también. En un estudio se mostró a estudiantes unos anuncios de una nueva novela, pero a la mitad de ellos se añadió la frase: “Libro sólo para adultos, restringido a mayores de 21 años”. Cuando los investigadores preguntaron a los estudiantes encontrar la reacción que ya hemos comentado frente a otras prohibiciones: los que habían visto la frase de censura tenían más ganas de leer el libro y pensaban que les iba a gustar más. En opinión de Cialdini, prohibiciones oficiales de materia sexual podrían llevar a fines contrarios a los deseados ya que la censura va a aumentar el deseo de los jóvenes por ese material y les va a llevar a verse a sí mismos como el tipo de individuos que desean ese material.

Resumiendo, el fenómeno de la reactancia psicológica ocurre a lo largo de toda la vida, aunque es especialmente llamativo a los dos años y en la adolescencia, y tiene importantes consecuencias prácticas en muchas esferas de nuestra vida.

Referencia

Brehm J.W. A theory of psychological reactance. New York: Academic Press. 1966

Burgoon, M, Alvaro E, Granpre J,& Voulodakis M (2002) Revisiting the theory of psychological reactance. In JP Dillard and M Pfau (Eds) The persuasion handbook:Theory and Practice (pp213-232). Thousan Oaks, CA:Sage


Robert B Cialdini. Influence. Science and Practice. Pearson Education 2009 (páginas 203-213)

miércoles, 23 de octubre de 2013

Los Orígenes del Igualitarismo

Christopher Boehm es profesor de antropología y tiene también formación en primatología ya que estuvo con Jane Goodall en el parque nacional de Gombe, estudiando a los chimpancés. Es autor de numerosos artículos y libros y dirige el centro de investigación Jane Goodall de la Universidad del Sur de California.

En su libro Hierarchy in the forest se plantea la evolución de la conducta igualitaria y trata de responder a la pregunta de si el hombre es por naturaleza jerárquico o igualitario. El problema que trata de responder es el siguiente: si observamos la evolución humana desde nuestros ancestros primates comunes vemos que la evolución del igualitarismo traza una U jerárquica. Es decir, venimos de especies fuertemente jerárquicas, luego aparecen los cazadores recolectores que son considerados igualitarios y luego aparecen reinos, imperios y otros tipos de orden social fuertemente jerárquicos (esclavitud, siervos, etc). Si nuestra naturaleza es jerárquica ¿cómo pudo surgir el igualitarismo?

Primero habría que revisar si esta visión es correcta. Boehm analiza a nuestros primos primates chimpancés, gorilas y bonobos e incluso reconstruye la conducta del ancestro común a todos ellos, hace 7-9 millones de años (humanos incluidos). Su conclusión es que era un animal jerárquico como lo son los primates actuales. En cuanto a las sociedades de cazadores recolectores, aunque no cae en una fantasía hippie de paz y amor sí que es verdad que reconoce que eran sociedades francamente igualitarias, con toma de decisiones en común y con un control por parte del grupo de la conducta de los líderes, que en ningún momento puede actuar tiránicamente a su antojo. Los datos antropológicos y el estudio de cazadores recolectores actuales confirman estas conclusiones. Esto no quiere decir que todos los individuos de estas sociedades fueran  iguales y desde luego había competición y asesinatos, sobre todo por mujeres.

Por eso, Boehm nos plantea que no es que en los cazadores-recolectores desaparezca la jerarquía sino que ocurre lo que el llama una “jerarquía inversa”, es decir, una coalición de los individuos subordinados para controlar a los machos alfa deseosos de mandar y dominar. Las causas de que se produjera esa inversión son diversas. Por un lado está la costumbre de comer carne. La caza siempre se ha compartido entre todos los individuos de un grupo de cazadores-recolectores y esto es algo que se ha observado en todas estas culturas. Tampoco es un compartir amoroso e incondicional, sino un compartir “vigilante” en el sentido de que se llevaban las cuentas de quién compartía y quién no y se castigaba al que no cumplía con las normas. Este hecho de que surgiera una “comunidad moral” es también importante porque el que no cumplía las normas iba sufriendo una serie de castigos “in crescendo” desde cotilleos a exclusión, ostracismo e incluso la ejecución. Las normas se referían a temas como el incesto, el adulterio, el asesinato, etc., y en cierto momento también incluyeron el comportamiento del lider.

Estamos hablando de la formación de coaliciones y esto es algo que ya ocurre en primates. Los chimpancés hacen por un lado coaliciones de dos o varios machos para deponer al macho alfa, pero también se han observado coaliciones más amplias como un caso descrito por De Waal  de coalición de todas las hembras contra un macho alfa que estaba comportándose de manera inadecuada. El macho tuvo que ceder. También los chimpancés forman patrullas para controla el perímetro de su territorio y atacar a bandas rivales.

Otro elemento que pudo llevar a una inversión de la jerarquía es la invención de las armas. Aunque las armas se inventaran para cazar, está claro que desde el principio se usaron contra otros seres humanos. Y las armas cambiaron la relación de poder porque ya no se basaba todo en la fuerza física. Era posible matar a alguien más fuerte en una emboscada o mientras dormía. La invención de las armas habría llevado también a una disminución del dimorfismo sexual, ya que, desde su introducción, los seres humanos ya no necesitarían las armas naturales de lucha (caninos, mandíbulas, etc). El mismo Darwin era de esta opinión y Washburn llega a proponer que las armas son también las responsables de la pérdida del pelo corporal porque ya no tenia sentido hacer las demostraciones de fuerza que hacen los chimpancés poniendo todo el pelo de punta para aumentar su tamaño e intimidar al oponente. A ello se habría unido la selección sexual al preferir las hembras a individuos con menos pelo. A Boehm le parece que esta hipótesis tiene mérito y que es  bastante creíble, progresivamente se redujeron los caninos, la cantidad de pelo y la erección del mismo, de la que nos ha quedado como vestigio la piel de gallina.

Por medio de las armas, y de la unión, los grupos podían dominar a cualquier individuo dominante. ¿Cuando fue esto posible? Boehm dice que las armas pudieron transformar la conducta política hace 500.000 años. Esto son unas 20.000 generaciones, un tiempo suficiente para que la selección natural actúe sobre el tamaño corporal, la dentición, el pelo, e incluso la eficacia de la bipedestación. Pero junto con ello tuvo que ocurrir una evolución cognitiva, es decir un desarrollo de las capacidades cognitivas y de comunicación (lenguaje). Para Boehm estas adaptaciones y mejoras cognitivas deberían haber ocurrido previamente a la inversión de la jerarquía para que esta fuera posible. En la estimación más conservadora, Boehm dice que la conducta igualitaria apareció ya hace 100.000 años con total seguridad. Una vez de que apareciera esta conducta igualitaria en alguna tribu seguro que no pasó desapercibida a sus vecinos y se iría extendiendo por contagio y difusión cultural.

En cuanto a la naturaleza humana, Boehm cree que tenemos un deseo subyacente de dominar y que cuando nos sometemos (o nos someten) siempre queda un resentimiento, dado que preferiríamos dominar. Es decir, que queda un deseo de cambiar esa situación si fuera posible (siempre a la espera de que las cosas cambien), y este resentimiento cree que es universal. Si, además, el sometimiento, o la dominación, es dura o injusta el deseo de revertir la jerarquía - deponer al tirano- va a ser mayor. Hay una ambivalencia entre el deseo de dominar y el miedo a meterte en la pelea equivocada y desaparecer. El poder colectivo de los subordinados resentidos estaría en la base de la sociedad igualitaria, y ya tenemos trazas de estas conductas en chimpancés. Los seres humanos han vivido y viven siempre en algún tipo de jerarquía, pero son sensibles al abuso de poder. Según Boehm, nunca podremos vivir en sociedades igualitarias “relajadas” como las de los monos ardilla porque estos monos tienen disposiciones internas muy diferentes a nuestras tendencias primates inherentemente despóticas.

Para concluir, una cuestión colateral. En este contexto, es muy interesante plantearnos la evolución del trastorno antisocial de la personalidad (los psicópatas), cosa que no parece fácil de entender a primera vista. Si estamos hablando de que las sociedades igualitarias eran capaces de castigar al aprovechado, al asesino, al que no coopera y no devuelve favores, ¿cómo es posible la existencia de psicópatas, de individuos antisociales? Se supone que serían expulsados del grupo, o ejecutados, con lo que su capacidad de dejar descendencia disminuiría. En sociedades grandes como la nuestra es fácil entender la existencia de sujetos parásitos que se aprovechen de los instintos de cooperación de los demás. Si en un sitio son detectados y excluídos siempre pueden emigrar a otro lugar y engañar a otra gente. Pero en los pequeños grupos de cazadores recolectores se conocían todos y esto sería imposible. Me parece muy difícil entender la existencia de psicópatas en bandas de cazadores recolectores. 

Podríamos pensar que estos individuos más violentos fueran buenos cazadores o guerreros y que el grupo les consintiera conductas desviadas a cambio de sus aportaciones en la guerra, por ejemplo. Pero Boehm estudia este asunto con detenimiento y pone muchos ejemplos de pueblos donde hay muchos mecanismos para evitar precisamente que líderes guerreros, o buenos cazadores, se beneficien de esa situación. Otra posibilidad es que la psicopatía sea de origen reciente, que pareciera junto con las ciudades y el crecimiento de los grupos sociales, es decir desde la aparición de la agricultura. No sé cuál es la respuesta pero me inclino por esta última posibilidad como mejor forma de entender la proliferación de individuos parásitos. 

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Referencia







martes, 15 de octubre de 2013

Ciencia y Práctica de la Influencia (Las distintas formas de influenciar a las personas)



Es más fácil resistir al principio que al final
-Leonardo da Vinci

Robert Cialdini se ha dedicado a estudiar las diversas formas en que se puede influenciar a las personas y conseguir de ellas lo que queremos. Resume sus hallazgos en su libro Influence: Science and Practice, que es un libro serio y práctico a la vez, muy útil desde luego si te dedicas a las ventas o el márketing, pero también para psicólogos o terapeutas porque pueden encontrar ahí trucos para ayudar a sus pacientes a cambiar y mejorar. Vamos a ver por encima lo que nos cuenta Cialdini en este libro.
Robert Cialdini

Aunque hay miles de tácticas para conseguir que una persona te diga sí, la mayoría de ellas se pueden agrupar dentro de seis categorías básicas. El libro está organizado alrededor de esos seis principios que son: reciprocidad, compromiso y consistencia, prueba social, gustar o caer bien, autoridad y escasez. Del primero, la regla de la reciprocidad, ya hemos hablado aquí, así que vamos a ver someramente los demás. Cialdini explica el principio, da ejemplos de cómo se utiliza para engañar a la gente y en cada caso nos dice también cómo podemos defendernos de esta estrategia de influencia.

Compromiso y Consistencia

Estudios de varios tipos han encontrado que una vez que tomamos una decisión, o tomamos una posición, nos vamos a encontrar presiones personales e interpersonales para comportarnos consistentemente con ese compromiso o decisión. Por ejemplo, en un estudio, los que apostaban en las carreras de caballos tenían más confianza, después de apostar, en que ese caballo iba a ganar. También se ha comprobado que la gente valora más los objetos, una vez que los ha comprado y que les cuesta más desprenderse de ellos. Por otro lado, Leon Festinger y otros teóricos han visto que el deseo de consistencia es una motivación central en la conducta humana. El impulso a ser y comportarse de forma consistente es un arma importante de influencia social y a veces nos puede llevar a comportarnos de forma contraria a nuestros intereses. Para ilustrar el principio, para ver hasta qué punto la gente estaba dispuesta a arriesgarse por los demás se hizo un estudio en una playa que consistía en que un sujeto se tumbaba  a tomar el sol y luego dejaba sus objetos personales en la toalla mientras iba a bañarse. Momentos después aparecía otro actor haciendo de ladrón y robaba esos objetos. De 20 ocasiones sólo en cuatro la persona que estaba al lado salió corriendo o se enfrentó al supuesto ladrón. Pero la cosa cambiaba radicalmente cuando el bañista le decía al individuo de al lado si le cuidaba por favor los objetos mientras iba al agua. En ese caso en 19 de 20 ocasiones defendieron las posesiones del bañista. Parece que los compromisos son también más eficaces cuando se hacen en público, delante de los demás.


¿Cómo utilizan este instinto los vendedores? Bueno pues del truco es conseguir que el cliente haga un compromiso o tome una posición, y a partir de ahí tiene que llegar al final. Hay muchos trucos pero uno muy conocido es lo que en inglés se llama “lanzar una bola baja” y que utilizan mucho los vendedores de coches. Se le ofrece al cliente un descuento muy bueno, supongamos de 500€, que en realidad es una trampa. El vendedor no tiene la intención de cumplirlo pero su propósito es que el cliente  realice la decisión de comprarlo. Después, cuando van a formalizar la compra alguien (el propio vendedor, el jefe, el departamento financiero...) le dice al cliente que ha habido un error y que no se puede hacer ese descuento, o algo similar. Otra variante sería decirle que se le va a dar mucho por su coche usado y luego el departamento de tasaciones le dice que ese precio es imposible.

En cuanto a la defensa ya os adelanto que es siempre muy difícil porque estos principios de influencia tocan teclas de nuestra naturaleza humana, que son adaptativas y que es bueno seguir la mayoría de las veces. En este caso concreto Cialdini nos recomienda fijarnos en nuestras sensaciones corporales, cuando nos han atrapado ( cuando nos vienen al final con que no hay descuento) notamos algo en el estómago y “sentimos” que no queremos hacerlo. Cialdini nos propone preguntarnos: “Sabiendo lo que sé ahora sobre el precio del coche -o lo que sea- , si pudiera ir atrás en el tiempo, ¿haría la misma elección? ¿habría elegido este coche?” Si la respuesta es no, deberíamos negarnos.

Me parece que a este principio recurren, de manera intuitiva, los niños cuando nos insisten o bombardean con una petición hasta que les digamos que sí, que se lo vamos a comprar, sabiendo que si lo prometemos no vamos a echarnos atrás.

Prueba Social

El principio de la prueba social dice que determinamos lo que es correcto fijándonos en qué es lo que otra gente piensa que es correcto. Consideramos una conducta correcta en una situación dada según el grado en que otras personas muestran esa conducta en la misma situación. Y cuanto más confusa o poco familiar sea una situación más nos fijaremos en los demás para saber lo que tenemos que hacer. También vamos a imitar más a la gente que es parecida a nosotros. No hace falta dar muchas pruebas de este principio: compramos los libros, discos, ropas, o lo que sea, que todo el mundo compra. Son famosos los experimentos de Milgram en Central Park donde ponía a una persona mirando a un edificio y la gente pasaba sin más, pero si 5-6 personas miraban hacia el edificio, toda la gente se paraba a mirar. Cuanta más gente piense que una idea es correcta más probabilidades hay de que un individuo concreto la perciba como correcta.

¿Cómo utilizan este principio para vendernos cosas? Pues de múltiples maneras. Por ejemplo están las risas enlatadas en la TV. Muchos vendedores piden al cliente nombres de amigos y luego les dicen que su amigos Pedro y María y Carlos y Sonia han comprado también una enciclopedia.. Simplemente publicitar las cifras de ventas de libros, etc. ¿Y cómo podemos defendernos? Pues vuelve a ser difícil porque hacer lo que la gente hace suele ser una buena regla la mayoría de las veces, pero si funcionamos con el piloto automático y nos dejamos llevar nos podemos equivocar. Por un lado, hay casos en lo que la evidencia de apoyo social a una cosa es falsa. Cialdini dice que debemos sospechar siempre que observemos una manipulación. Hemos hablado de las risas enlatadas y ese truco ya se utilizaba en la ópera con aplaudidores profesionales a los que se les pagaba por aplaudir. También vemos en TV testimonios personales que sabemos que son de actores o de profesionales pagados para decir que usan determinados productos. Propone que cada vez que observamos eso que desconectemos el piloto automático. 

Por otro lado, propone algo evidente: que la verdad no es cuestión de número y cuenta el caso de un banco de Singapur que tuvo que cerrar porque la gente se puso a sacar el dinero todos a la vez. Cuando se investigó el asunto resulta que una huelga de autobuses había hecho que se acumulara mucha gente en la parada justo delante del banco y la gente interpretó que la cola eran clientes del banco y se puso a sacar el dinero. Cialdini propone que chequeemos el funcionamiento de nuestro piloto automático pero me temo que eso no es suficiente.

Gustar. Caer bien

Esta es un arma también muy conocida. El típico vendedor que se hace nuestro amigo o que busca puntos de similitud con nuestros gustos o preferencias. Nos pregunta de dónde somos y si le decimos que de León pues resulta que su mujer también es de León, o cosas por el estilo. Si ve que llevamos palos de golf en el maletero nos dice que cuando acabe de trabajar va a ir a hacer unos hoyos, etc. El principio o regla en que se basan estos trucos es que preferimos decir sí a individuos que nos gustan y que conocemos. Nos influencia el atractivo de una persona, su similitud con nosotros y la familiaridad, el contacto repetido con una persona.

La defensa, de nuevo complicada, consiste en captar si nuestra simpatía por una persona es demasiada, dadas las circunstancias. Deberíamos preguntarnos: “en los 25 minutos que conozco a este tipo, ¿me gusta más de lo que sería esperable? Si la respuesta es positiva sería que somos víctimas de una manipulación y deberíamos reconsiderar nuestra decisión de compra o lo que fuera.

Autoridad

El poder de la autoridad para influenciar a las personas es algo también evidente. Cialdini dedica mucho espacio a los famosos experimentos de Milgram y no nos vamos a extender en ello. El instinto de obediencia forma parte de nuestra naturaleza y tendemos a confiar en personas de autoridad. Lo gracioso es que a veces bastan los símbolos de autoridad, como un uniforme, para que cumplamos con lo que nos dicen, o la simple apariencia de autoridad. Ha habido actores que han interpretado a médicos en la pantalla (como Robert Young Sanka que interpretaba al Dr. Marcus Welby) que han realizado anuncios recomendando un producto, y a pesar de que la gente sabe que es un actor y no es verdaderamente médico, los anuncios han resultado un éxito de ventas.

Como defensa, Cialdini nos plantea hacernos dos preguntas: ¿es verdaderamente un experto esta persona? y ¿realmente podemos esperar que este experto sea sincero? Si el experto se está lucrando o beneficiando de ese consejo, hay que dudar de que realmente sea sincero.

Escasez

Según el principio de escasez, la gente asigna más valor a oportunidades u objetos cuando están menos disponibles. El principio de escasez funciona por dos razones. Primero, porque las cosas difíciles de conseguir son típicamente más valiosas, de manera que la disponibilidad de un objeto es un buen atajo para informarnos de su calidad. Segundo, cuando las cosas son más escasas perdemos libertades y la teoría de la reactancia psicológica dice que respondemos a la  pérdida de libertades queriendo esas cosas más que antes. Las estrategias de los vendedores para aprovecharse de esta inclinación psicológica son múltiples, como poner un fecha límite para comprar una cosa, recortar a un número limitado, etc. Cialdini cuenta una anécdota personal. Él vive en Mesa, una ciudad con una gran población mormona que tiene un gran templo mormón. A Cialdini nunca le había interesado el templo hasta que leyó en el periódico que una zona especial del templo que no pueden visitar más que los fieles iba a estar abierta al público. Resulta que cuando se construye un templo mormón durante unos días se puede visitar esa zona. Y si se hacen trabajos de reparación de gran magnitud -como era el caso- se considera que el templo es nuevo y se aplica esa costumbre. Resulta que a Cialdini le entraron unas ganas enormes de ir y se puso a llamar a sus amigos que con buen juicio le pararon los pies. Cuando Cialdini se paró a pensar se dio cuenta de que ese sector especial del templo le interesaba simplemente porque iba a dejar de estar disponible.

La defensa contra este principio es muy difícil porque el atractivo de lo escaso es algo emocional y no es racional. Precisamente esta es la clave que Cialdini nos da para intentar resistirnos: darnos cuenta del alto grado de excitación y de alteración emocional que sufrimos. Una vez conscientes de esto, deberíamos valorar fríamente los méritos y cualidades del objeto en cuestión, independientemente de su disponibilidad.

Conclusiones

Cialdini hace una interesante reflexión al final del libro. Decimos (no es del todo cierto, pero bueno) que los animales inferiores tienen unas capacidades cognitivas limitadas y se guían por reglas fijas para actuar. Por ejemplo, un pájaro dará de comer a una cría si está en su nido sin pararse a mirar que igual esa cría no es suya sino de un cuco. Es evidente que nosotros también nos guiamos por atajos para tomar decisiones, como se demuestra a lo largo del libro. Pero es que, según Cialdini, aunque nosotros tenemos una potencia cognitiva mucho mayor que los animales, hemos usado ese sofisticado aparato mental para crear un mundo  tan complejo, que cambia tan rápido, tan lleno de información que al final tememos que tratar con él de la misma manera que los animales tratan con su mundo más simple. Es como la famosa ley de Moore, pero aplicada a la Biología. Nosotros tenemos más potencia mental que un chimpancé pero el mundo que hemos creado, la información que manejamos, es tan grande que, en proporción, estamos igual de indefensos que ellos.

Vivimos en un mundo en el que la mayor parte de la información tiene menos de 15 años de antigüedad. En algunos campos de la ciencia (en Física, por ejemplo) la información se dobla cada 8 años. Los investigadores bombean información que llena unas 400.000 revistas científicas en todo el mundo. Toda esta avalancha de información es posible por el progreso tecnológico. Pero el resultado es que nuestra capacidad de procesar información  es inadecuada para manejar esa abundancia de datos de la vida moderna. Al contrario que los animales, cuyos poderes cognitivos siempre han sido deficientes (según Cialdini, yo me inclino a pensar que han sido lo que necesitaban), nosotros nos hemos creado nuestra propia deficiencia construyendo un mundo radicalmente más complejo.

La consecuencia de esta nueva deficiencia es que, a la hora de tomar una decisión, cada vez será menos frecuente que podamos realizar un análisis completo de la situación. En respuesta a esta “parálisis de la decisión” nos centraremos en una característica de la situación, relativamente fiable, para valorar toda la situación. Esto deja la puerta abierta a la manipulación.

Para acabar, una anécdota personal. Justo ayer (después de haber leído el libro de Cialdini ya hace un tiempo obviamente) me “limpiaron” dos euros de una manera que me da vergüenza reconocer. Se acercó una chica en la calle que se dirigió a mí por medio de gestos y vi que llevaba unas hojas de esas típicas de recogida de firmas y en el encabezado pedían un centro para sordomudos. Normalmente suelo pasar de esas cosas pero, probablemente por tratarse de un colectivo de minusválidos, me puse a rellenar los datos y firmar la petición, pero resulta que al final había una casilla para aportar una colaboración económica, y figuraba lo que las personas anteriores habían donado. Principio de la coherencia: dado que estaba pidiendo un centro para ellos no podía negarme a colaborar en la empresa, así que le di dos euros. Luego me comentaron que eran unos timadores, que ni eran sordomudos ni nada. Ahora veo muy claro que el principio que utilizaron (entre otros) fue el del compromiso  y la coherencia pero eso no me devuelve los dos euros. Lo que quiero decir es que si buscas conocimiento en el libro de Cialdini lo vas a encontrar, pero si te va a servir en la práctica o no eso ya es otra cuestión. A mí parece que no me ha servido de mucho :-).

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domingo, 13 de octubre de 2013

El problema Micro-Macro y la conducta de masas

Duncan Watts cuenta en su libro Everything is obvious once you know the answer un experimento mental muy interesante. Watts está hablando de lo que en Sociología se conoce como el problema Micro-Macro, que consiste en que los resultados que los sociólogos tratan de explicar son en esencia “macro”, es decir, que implican a gran número de personas, o a grupos de gente. El éxito de un libro , la popularidad de una canción, el comportamiento de los mercados, empresas, gobiernos, etc., todo ello requiere grandes números de individuos. Pero, a la vez, es evidente que todos esos resultados están producidos por acciones “micro” de individuos humanos concretos, que están tomando sus decisiones sobre qué canción oír o qué acciones comprar, o lo que sea.
Duncan Watts

Este problema ocurre en otros campos de la ciencia, donde se le conoce por el nombre de “emergencia”. Un conjunto de átomos da lugar a una molécula, un conjunto de moléculas da lugar a un aminoácido, un conjunto de aminoácidos y otras sustancias químicas da lugar a la célula, y así sucesivamente. Generalmente no es posible derivar las leyes que rigen a una escala a partir de las leyes que rigen en la escala inferior. En genética, se está viendo que los genes interactúan con otros genes en complejas cadenas de activación e inhibición para expresar unos rasgos fenotípicos y que no se puede reducir ese fenotipo a las propiedades de un solo gen. De la misma manera, en temas sociales, los individuos son influídos por lo que otra gente está vistiendo, haciendo o diciendo.

La solución que se suele dar a este problema en el campo social es utilizar “actores sociales”, colectivos, como familias, mercados, partidos políticos, estados-nación, etc. Las familias “deciden” dónde ir de vacaciones, las empresas “deciden” entre diferentes estrategias comerciales o los partidos políticos “persiguen” sus agendas. Pero todo el mundo reconoce que ni las corporaciones, ni los partidos políticos ni incluso las familias  tienen sentimientos, creencias, o imaginan el futuro de la misma manera que lo hacen las personas individuales (sólo hay que pensar lo complicado que es decidir dónde ir de vacaciones en una familia, y que cada individuo tiene fuertes convicciones al respecto :))

En este contexto explica un modelo de Mark Granovetter sobre la producción de disturbios en las ciudades que tiene su gracia, aunque no deja de ser un modelo matemático basado en unos supuestos muy simples, y no hay que tomarlo al pie de la letra. 

Pongamos que tenemos cien estudiantes que se han reunido en la plaza de la ciudad protestando por el incremento de las tasas universitarias por parte del gobierno. Los estudiantes están enfadados y frustrados por su falta de influencia en el proceso político y hay un riesgo de que la situación se descontrole. Pero, a la vez, son gente civilizada y educada que entiende que es preferible el diálogo y la razón a la violencia. Cada individuo de la masa se ve arrastrado por dos instintos diferentes: uno de romper y quemar cosas para que se le escuche, y otro de mantener la calma y protestar pacíficamente. Cada uno tiene que tomar una decisión entre estas dos opciones. Pero no están tomando esa decisión independientemente, sino que la están realizando, por lo menos en parte, en respuesta a lo que otros individuos están, a su vez, haciendo. Cuantos más individuos generen un disturbio, más posibilidades hay  de que el gobierno se de por enterado del descontento y también más riesgo  de que se altere nuestra percepción del riesgo, menos riesgo de que un individuo concreto sea detenido, más posibilidades de que toda la masa se vuelva loca y  se destruyan cosas. En definitiva, cuanta más gente participe más riesgo de que un individuo concreto se sume al tumulto.

Sin embargo, en la masa, como en todo en la vida, cada individuo tiene una tendencia diferente a la violencia. Tal vez los que tienen menos problemas económicos van a verse menos afectados por las medidas, otros pueden pensar que la violencia tiene utilidad política, otros pueden estar en contra de la policía o de los políticos, o lo que sea. Es decir, que podemos ver a cada individuo de la masa como que tiene un umbral, un punto, a partir del cual se uniría a la revuelta. Este umbral representa la susceptibilidad a la influencia por parte de otras personas. Y aquí podemos tener desde un “loco” que provocaría disturbios aunque nadie los provocara hasta un “ghandi” que no provocaría disturbios aunque todo el mundo los provocara. Para ilustrar lo que podría pasar vamos a suponer que cada individuo de la masa tiene un umbral diferente. Un sujeto tiene un umbral de cero, mientras otro tiene un umbral de una persona para añadirse a la revuelta; un tercero tiene un umbral de dos individuos que se sumen previamente para embarcarse él, etc., hasta llegar  a la persona más conservadora que sólo se uniría a la revuelta si los otros 99 lo han hecho.

¿Qué pasaría? Bueno, el señor “loco” - el del umbral cero- empezaría a romper cosas y lanzar objetos a propósito de nada. Entonces se le uniría el del umbral uno y juntos harían que se les sumara una tercera persona, etc. Al final, la masa en su conjunto entraría en la revuelta y se generaría el caos, intervención policial incluida y demás. Pero imaginemos ahora que en la ciudad de al lado se ha convocado una manifestación exactamente igual, del mismo número, cien estudiantes. Pero en este caso no hay ninguna persona que tenga un umbral 3, aunque sí existen dos personas que tienen un umbral 4. Para un observador exterior la diferencia es tan diminuta que sería inobservable. ¿Qué pasaría en esta ciudad? Bien, el señor “loco” empezaría exactamente igual que en la otra a romper cosas, se le uniría un segundo, y luego un tercero. Pero, al no haber nadie con un umbral de 3 la revuelta se pararía ahí justo nada más empezar.

Ahora imaginemos lo que unos observadores exteriores en estas ciudades observarían. En la ciudad A  verían unos disturbios gordísimos, con cristales de establecimientos rotos, coches quemados, etc. En la ciudad B verían una masa ordenada, civilizada. Y se preguntarían que es lo que había de diferente en la gente, o en las circunstancias, para que el resultado fuera tan diferente. Tal vez los estudiantes de la ciudad A estaban más enfadados o desesperados que los de la B. Tal vez las tiendas estaban menos protegidas o la policía fue más agresiva, o tal vez la masa de la ciudad A tuvo un portavoz más convincente que encendió sus ánimos de manera más eficaz. Estas son el tipo de explicaciones que el sentido común generaría, obviamente algo tiene que ser diferente o no  podríamos explicar las divergencias. Pero nosotros sabemos que , aparte del nivel del umbral de un solo individuo, no había ninguna otra circunstancia diferente entre la gente.

Para entender los diferentes resultados tienes que tener en cuenta las interacciones entre los individuos, lo que requiere que sigas la cadena completa de decisiones individuales. Este es el problema Micro-Macro. En el momento que intentas saltarte  esa secuencia micro y la sustituyes por un agente para la conducta de todo el colectivo estamos perdiéndonos la esencia de lo que ha ocurrido realmente, independientemente de lo que asumas acerca del agente colectivo. 

Se trata de un planteamiento simplista y seguro que hasta erróneo, pero ilustra muy bien la dificultad de entender los fenómenos sociales y las diferencias según nos situemos a escala individual o colectiva. La mayoría de las veces va a ser necesario que tengamos en cuenta la configuración de la red total de personas y las interacciones entre todas ellas, más que las características o propiedades de cada individuo concreto.

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jueves, 10 de octubre de 2013

Orígenes evolucionistas del Estigma


Estigma, según el diccionario de la RAE, significa marca o señal en el cuerpo, y en Medicina sería la lesión o síntoma funcional que indica enfermedad. Contra las personas estigmatizadas, bien por razones físicas o psicológicas, mostramos una conducta de rechazo o de discriminación. Es algo de sobra conocido, pero ¿es el estigma un fenómeno exclusivamente humano o tiene precedentes filogenéticos? Como ocurre con muchos otros fenómenos y características, vamos a ver que el estigma no es un invento humano y que ocurre en animales inferiores.

Una conducta similar a la que nosotros mostramos con personas a las que hemos marcado de alguna manera se ha observado en muchas especies de animales, y ha recibido diferentes nombres según los autores. Una denominación que se le ha dado es la de Conspecific Mobbing (Acoso al congénere), o Anstossnehmen (ofenderse, sentirse ofendido por algo). Goethe en 1939 ya describió el “fenómeno del pájaro pintado”: una gaviota cubierta de pintura era furiosamente atacada por sus semejantes. Goethe llamó a esta reacción Anstossnehmen. Bilz en 1967 informa del caso de un cuervo, cuyas alas estaban paralizadas por una poliomielitis que fue atacado por la bandada de cuervos. También llamó a esta conducta contra el pájaro enfermo Anstossnehmen.

Jane Goodall describe el caso de McGregor, un chimpancé afectado de polio que perdió la movilidad de las piernas y el control de la vejiga. Sus congéneres ni se le acercaban y cuando lo hacían era a veces dando muestras de agresividad y nadie quería despiojarle. Burton y Burton en 1977 describen el mismo tipo de conductas en un conejo con una pierna deforme. En algunas ocasiones, investigadores que han anestesiado a un mono para algún procedimiento médico y le han devuelto a la jaula sin estar completamente recuperado de la anestesia han visto que era atacado por sus compañeros, y han tenido que rescatarlo rápidamente y esperar a que se recuperara y que su conducta fuera totalmente normal. Animales como las ratas evitan emparejarse con individuos que den muestras de padecer algún tipo de infección. 

En definitiva, hablamos de una conducta discriminatoria, una agresión colectiva, dirigida contra un semejante percibido como extraño o diferente. Otros autores lo han llamado Discriminación contra los no-conformistas, discriminación contra miembros del grupo que difieren considerablemente en apariencia, o en conducta, de lo que es usual en ese grupo o especie. Aparte de observaciones casuales como las que he relatado, el fenómeno se ha estudiado en experimentos con mamíferos y pájaros.

La explicación evolucionista de esta conducta parece bastante clara. Por un lado, un individuo con un comportamiento anómalo puede pone en riesgo la cohesión y el funcionamiento del grupo. Pero, por otro lado, los estigmas físicos y la conducta anómala pueden indicar que ese individuo padece una enfermedad y esa enfermedad podría ser contagiosa. Por lo tanto se trataría de un mecanismo defensivo, probablemente en origen un mecanismo defensivo contra infecciones. Es muy interesante en este contexto el concepto de Sistema Inmunitario Conductual, de Schaller y Duncan, que plantean que los animales, ser humano incluido, han desarrollado una capacidad para detectar síntomas de infecciones en sus semejantes y para responder ante ellos con determinadas conductas: el rechazo social y la evitación.

Los parásitos de todo tipo, principalmente bacterias y virus, existen en el planeta  mucho antes que los primates y el ser humano y por ello hemos desarrollado un Sistema Inmune para combatirlos. Pero el Sistema Inmune es un sistema caro, desde el punto de vista económico, supone un gasto muy grande para el organismo, y además sólo actúa dentro de los límites del organismo. Sería lógico pensar que la Selección Natural estaría interesada en diseñar un sistema de prevención de las infecciones que evitara que el Sistema Inmune tuviera que actuar, es decir una capa previa, conductual, antgerior a las tres capas de la Figura 1. A esto es a lo que se refieren Schaller y Duncan con el Sistema Inmunitario Conductual,a mecanismos de detección y de respuesta que evitan que el individuo llegue  a ser contaminado y sufra la infección. Los mecanismos de detección utilizan los sentidos. Muchos animales detectan olores y señales químicas que indican enfermedad y es posible que nosotros lo hagamos en cierta medida también, pero nuestro funcionamiento es principalmente visual. El sistema visual nos permite detectar a distancia una serie de señales y signos, como manchas en la piel, erupciones, tos, espasmos musculares y otros comportamientos, que anuncian la presencia de una infección.
Figura 1

La respuesta principal es la evitación y el rechazo, motivada por emociones básicas como el miedo. Del asco hemos hablado bastante en este blog y, probablemente, evolucionó como una manera de inhibir la ingestión de venenos y tóxicos y el contacto con materiales (heces, vómitos, heridas contaminadas, etc.) que podrían contener gérmenes. Pero juega un papel importante en las relaciones interpersonales. Las personas que se consideran ofensivas o peligrosas generan asco,repugnancia y el distanciamiento físico, pero en ocasiones podemos llegar al rechazo, el ostracismo o, incluso, la agresión.

El artículo de Schaller y Duncan es muy interesante porque exploran las derivaciones de este Sistema Inmunitario Conductual  y su relación con otras conductas como la Xenofobia. Sería lógico que este sistema conductual responda ante señales que indiquen que un sujeto es forastero y solo hay que pensar en los millones de nativos muertos en América tras la llegada del hombre blanco para entender la lógica subyacente: los extranjeros pueden traer consigo enfermedades para las que no tenemos una inmunidad adecuada. Pero, por otro lado, esos extranjeros no conocen las costumbres locales y es posible y es posible que violen normas higiénicas personales, o en la preparación de la comida, que actúan de barrera contra las infecciones.

Schaller y Duncan no pretenden explicar la xenofobia, que es un proceso complejo y multideterminado con importantes factores culturales, con este único parámetro del Sistema Inmunitario Conductual, ni podemos explicar el estigma tampoco a partir exclusivamente de la Discriminación contra los No-conformistas, o del Acoso al Semejante. Pero una explicación del Estigma que pretenda ser completa tampoco puede ignorar estas conductas presentes ya en animales, y debería tenerlas en cuenta. De lo contrario, caeremos en explicaciones simplistas y buenistas que llevan a planteamientos como que el problema de la estigmatización es cuestión de educación y que se arregla con psicoeducación y buenas intenciones. En los años 80 del siglo pasado pudimos comprobar cómo la epidemia de SIDA dio lugar a un rechazo enorme de los pacientes de SIDA, y no sólo de los pacientes, sino de sus familiares e incluso de los médicos encargados de tratarles. No exagero en absoluto cuando os cuento que en lo más crudo e incierto de aquellos años los médicos de Infecciosas de un hospital cercano a donde me encuentro tenían que comer solos, porque hasta el resto del personal sanitario les evitaba. Hechos similares volverán a producirse en el momento en que se produzca cualquier epidemia de cierta gravedad, pero es muy probable que mientras tanto sigamos sobreestimando nuestra capacidad racional.

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martes, 1 de octubre de 2013

Creencias e Identidad

Los hombres dan más valor a sus opiniones que a su propia vida, cosa que nunca he podido comprender, tanto más cuanto tales opiniones no les pertenecen, ya que ellos no son ni creadores ni dueños de las mismas. Las han comprado o las han tomado a préstamo o las han heredado. Cualquier casualidad puede arrebatárselas.- Remy de Gormount



El tema de las ideas/creencias es un tema fascinante, con infinitos abordajes y derivaciones. Yo voy a centrarme en este post en tratar un aspecto concreto: que las ideas generan identidad grupal, y en las posibilidades de entender cosas que este concepto nos aporta. Resulta por ejemplo, muy difícil atacar las ideas de una persona sin descalificar a la vez a la persona que las sustenta. Y resulta también muy difícil no sentirse criticado y atacado personalmente cuando cuestionan nuestras ideas. Esto sugiere que existe una relación o vínculo muy estrecho entre nosotros y nuestras ideas. Las ideas o creencias no es algo accesorio, como la ropa, de lo que nos podemos desprender con facilidad o que podemos incorporar en cualquier momento.

Un problema que todo ser vivo tiene que resolver es identificar una pareja sexual y , si es un animal social, identificar a los de su grupo. De lo que voy a hablar en este post es de que las ideas sirven para generar identidad grupal. En animales inferiores este problema se resuelve de diferentes maneras, pero una muy frecuente es la vía olfativa, por medio de olores, feromonas y demás. Estas indican tanto la identidad grupal como la sexual. En el ser humano esta vía olfativa está bastante atrofiada y se ha sustituido por otras alternativas como la vía visual y la auditiva: el lenguaje. En este paquete identificador entrarían también las ideas y las creencias.

No suele haber una vía directa de identificación genética, por lo menos en animales superiores, sino que normalmente se recurre a una vía indirecta , a un marcador, o como dicen los anglosajones, un proxy. Voy a explicar brevemente el efecto Westermarck, para entender mejor, lo que luego voy a explicar sobre las ideas. Parece que la mayoría de animales (y también plantas) evitan la endogamia por el riesgo de aumento de enfermedades recesivas en la descendencia. Pero los humanos no tenemos una manera directa de saber quiénes comparten los mismos genes que nosotros para evitarlos. Entonces la regla que parece que seguimos es: si se cría conmigo, es familiar mío y no es una pareja sexual conveniente. Todos sabemos que la experiencia de los kibbutz en Israel y los matrimonios Simpua en Taiwan confirman que la gente muestra un rechazo asexual a la personas del sexo opuesto con las que te has criado de niño, efecto que descubrió Westermarck.
Edvard Westermarck

Las ideas serían un marcador de este tipo. No puedo saber qué individuos pertenecen exactamente a mi tribu, o comparten genes conmigo pero, si cree en los mismo dioses y tiene las mismas costumbre que yo, es muy probable que sea de mi tribu, porque los de la tribu de al lado tienen otros dioses u otras costumbres. Entonces, las ideas son un indicador fiable de similitud genética.

Esta idea relativamente simple creo que ayuda a entender un fenómeno intrigante que es el poder de las ideologías para imponerse a los genes. Me explico. La religión, por poner un ejemplo, crea una nueva identidad, una nueva familia, que se impone por encima de identidades familiares, de tribu, e incluso de nación. No es muy habitual, pero en ocasiones la gente pone a su familia ideológica (esto mismo puede pasar con la ideología política), por encima de su familia real genética. Yo creo que es fácil de entender si aplicamos la idea anterior. Así, veríamos que la religión secuestra un mecanismo, o una regla anterior, en su propio beneficio. De hecho es muy frecuente que las ideologías, tanto religiosas, como políticas , como patrióticas utilicen muchos términos familiares: dios-padre, virgen-madre, hermanos en la fe, hermanos de sangre en el caso patriótico, etc. Creo que no es dar un salto demasiado grande pensar que las ideologías lo que hacen es basarse en reglas y mecanismos creados por la inclusive fitness - o kin selection- para conseguir sus objetivos. En tiempos ancestrales los que compartían genes con nosotros también compartían mitos y creencias. Por eso, ahora pensamos que los que comparten ideas son de nuestra familia o tribu. El individuo se deja llevar por unos mecanismos proximales, que normalmente indican similitud genética. Este análisis requiere que las diferencias culturales y genéticas evolucionaran en paralelo en las sociedades primitivas, lo cual es muy probable, de manera que las diferencias culturales se convirtieron en mecanismos indicativos proximales basados en diferencias genéticas entre grupos.
Erik Erikson

Los biólogos a mecanismos de este tipo lo llaman Badging (badge: distintivo, etiqueta, insignia). Las ideas son un marcador. Los grupos tienen muchos marcadores o distintivos: la lengua o dialecto, el arte, la indumentaria, las pinturas corporales, los rituales y símbolos religiosos, costumbres sexuales o sociales, y otras diferencias culturales. Para algunos autores, incluso, la mayoría de las diferencias culturales sirven para señalar, para diferenciar. Según ellos, en lugares cercanos, con una ecología muy similar, y con un desarrollo tecnológico parecido, las diferencias culturales cumplen principalmente una función de etiquetaje, o de marcador de identidad, más que ser la respuesta de cada tribu a los retos ecológicos o ambientales ( ¡ojo, muy interesante esto de que las ideas sirvan más para separar a la gente que para explicar el mundo!).

Un punto de vista coincidente con todo lo que estamos tratando es el del psicoanalista atípico Erik Erikson, creador del concepto de pseudoespecie cultural o pseudoespeciación. La pseudoespeciación para Erikson es la tendencia de los grupos a separarse de otros grupos, y a considerarse superiores con respecto a ellos. Con frecuencia, muchas tribus se llaman a sí mismos “los seres humanos” o “los verdaderos seres humanos”, dando a entender así que las demás tribus no son seres humanos. El término elegido por Erikson es muy acertado porque es como si los humanos no vieran a todos los seres humanos como individuos de la misma especie. Lógicamente, esta pseudoespeciación es un mecanismo que lleva al etnocentrismo, el conflicto y la guerra.

Para terminar, una idea de Luis P Villarreal muy interesante. Plantea Villarreal que para cumplir su función de aportar identidad grupal las ideas/creencias tienen que ser estables. Es evidente. Si mi grupo un día cree en Manitu, otro en Odín y otro en Zeus, no hay manera de saber quiénes somos ni quién soy. No podemos estar cambiando de ideas continuamente. Pero siguiendo este hilo es lógico pensar que tienen que existir mecanismos que nos impidan cambiar de creencias con facilidad. No voy a entrar en ello, pero estos mecanismos podrían ser tanto sociales (ostracismo, presión del grupo, discriminación de los no-conformistas) como psicológicos individuales. Es lógico pensar que existan sesgos cognitivos diseñados para hacernos difícil cambiar de opinión. Ambos mecanismos (sociales y psicológicos) estarían ahí para hacernos dificultoso y costoso cambiar de opinión. Quizás por eso somos todos tan cabezotas :-).

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