sábado, 29 de septiembre de 2012

Cómo nos cambia la excitación sexual (por lo menos a los hombres)


Dan Ariely cuenta en su libro Predictably Irrational un interesante y atrevido experimento que realizó con su colaborador George Loewenstein. Querían entender hasta qué grado gente inteligente y racional puede predecir cómo cambiarán sus actitudes cuando se encuentren en un estado de excitación sexual, porque este tema es muy importante desde el punto de vista social: SIDA, embarazos en adolescentes...Decidieron hacer el estudio solo con varones heterosexuales mayores de 18 años porque en opinión de los investigadores el cableado sexual del hombre es mucho más simple que el de la mujer ( en el equipo investigador había hombres y mujeres) y también cuenta algunos problemillas que tuvieron para que el estudio fuera aprobado por la comisión ética.

El experimento constaba de dos fases. Se les daba a los sujetos ( brillantes universitarios varones) un portátil y en la primera fase tenían que imaginarse que se encontraban en un estado de excitación sexual y entonces el ordenador empezaba a hacerles preguntas primero sobres sus gustos, del tipo: “¿ disfrutarías del sexo con alguien que odias?”,  “¿ te resultan atractivos los zapatos de mujer?” “¿te sentirías atraído por una mujer de 50 años?” ...Después les hacía otro grupo de preguntas relacionadas con conductas inmorales como violación en una cita ( date rape)...”¿dirías a una mujer que la quieres para aumentar las probabilidades de tener sexo con ella?” “¿animarías a una mujer a beber para tener sexo con ella?” “¿drogarías a una mujer para poder tener relaciones sexuales con ella?” “insistiría en tener sexo después de que la chica con la que has quedado dijera que no?” Y el último grupo de preguntas trataba sobre el sexo inseguro: “¿disminuye un preservativo el placer sexual? “¿usarías siempre un condón?”

Unos días después de realizar este cuestionario “en frío” los estudiantes realizaban el mismo cuestionario pero “en caliente”. Es decir, en esta ocasión utilizando unas imágenes tenían que masturbarse y llegar a un punto de excitación sexual, pero sin eyacular ( es gracioso que los portátiles, unos IBook de Apple estaban forrados por un plástico para esta fase, por si acaso...) Las conclusiones del estudio son muy claras, terriblemente claras. En el estado de calentón los sujetos respondieron las preguntas de forma totalmente diferente a cuando tenían la “cabeza” fría. Por ejemplo, en el tema de enfrascarse en actividades bizarras, el sexo con animales era una de las preguntas, el deseo de hacerlo aumentó más del doble ( 136% más) Lo mismo ocurrió con la posibilidad de pasar del uso del preservativo. Los resultados mostraban que cuando los estudiantes estaban en su estado frío y racional ( y pone como ejemplo a Roy un chico inteligente y sensible) respetaban a las mujeres, no se sentían atraídos por actividades bizarras, tenían muy en cuenta la moral ,y esperaban usar siempre el preservativo. Pensaban que se conocían a sí mismos, sus preferencias y de lo que eran capaces, pero en realidad subestimaron sus reacciones, pero además por un largo margen. Los datos cantan que no sabían en lo que se convertirían una vez excitados...sencillamente la prevención, la protección, el conservadurismo, y la moral desaparecían de la pantalla del radar. Sencillamente fueron incapaces de predecir hasta qué punto les cambiaría la pasión. En palabras de Ariely, era un cambio similar al del Dr. Jekyll y Mr Hide. Incluso la persona más brillante y racional, en el calor del momento, se divorcia completamente de la persona que creía que era. No solo es que hagan malas predicciones acerca de sí mismo, sino que el margen de error es muy grande ( pongo los datos al final para los que estén interesados)

La mayor parte del tiempo Roy y el resto de estudiantes son decentes, razonables, amables y fiables, los polos frontales les funcionan bien y controlan su conducta. Pero en el estado de excitación el cerebro reptiliano toma el mando y se vuelven irreconocibles. Durante el calentón se borran los límites entre el bien y el mal, se atreverían a arriesgarse a sufrir una enfermedad de transmisión sexual o un embarazo. 

¿Podemos hacer algo al respecto? Ariely da algunos consejos con respecto a algunos temas. En lo que respecta al sexo seguro dice que muchos padres creen que la mera promesa de abstinencia- lo que se conoce como “Just say no”, ver post anterior con respecto a las drogas o a la decisión de seguir dieta o hacer ejercicio- es suficiente para protegerse de enfermedades sexuales y embarazos. Los abogados del “Just say no” no ven necesidad de llevar encima un condón, por ejemplo, pero los resultados del estudio muestran que en el calor del momento los jóvenes ( y no tan jóvenes, claro) pasarán del “Just say no” al “Yes”, y si no hay un preservativo disponible tirarán para adelante a pesar de los peligros. ¿qué sugiere el estudio? Primero, que la disponibilidad de preservativos es esencial. Que no deberíamos decidir en “frío” si vamos a llevar un preservativo, deben estar ahí por lo que pueda pasar. Segundo, no vamos a ser capaces de predecir nuestra transformación y , por ello, Ariely sugiere que la educación sexual a teenagers debería hacer menos énfasis en la fisiología y biología del aparato reproductor y más en las estrategias para manejar las emociones que acompañan la excitación sexual. Tercero, a pesar de todo tenemos que admitir que llevar condones y entender la tormenta emocional de la excitación sexual puede no ser suficiente, tal es la fuerza de ese estado.

Habrá muchas situaciones en las que los teenagers no van a ser capaces de lidiar con sus emociones. Sería mejor mantenerse alejados del fuego de la pasión, antes de que se acerquen tanto como para ser engullidos por él, pero este consejo es muy difícil de seguir. A pesar de ello, el estudio sugiere que es más fácil combatir la tentación antes de que surja que vencerla una vez que ha empezado a encantarnos. En otras palabras, evitar por completo la tentación es más fácil que vencerla.

En parte, parece que este último consejo coincide con lo que dicen los partidarios del “Just say no” pero  los primeros asumen que se puede desconectar la pasión a voluntad mientras que Ariely plantea que ese supuesto es totalmente falso. Si queremos ayudar a los jóvenes tenemos dos opciones: o les enseñamos a decir no antes de que aparezca cualquier tentación, antes de que una situación sea imposible de resistir, o, como alternativa, les preparamos para las consecuencias de decir Sí en el calor del momento ( llevando encima preservativos, por ejemplo).

Todo esto que estamos hablando tiene implicaciones para el tema de la conducción segura y accidentes de tráfico ( Ariely es partidario de limitaciones electrónicas en lo coches que se puedan activar en el estado “frío”, como limitaciones de velocidad ya programadas previamente que el adolescente no pueda saltarse en caliente), pero también en muchos otros temas como el testamento vital o la decisión de usar anestesia en el parto. No tiene sentido tomar decisiones sobre lo que haremos en un estado determinado sin habernos encontrado nunca en él. Ariely pone como ejemplo la decisión de su mujer de no utilizar epidural en el parto, que era una decisión tomada en frío. Dice que su matrona le pidió hacer la prueba de meter las manos en agua helada durante 2 minutos ( lo que según ella le produciría un dolor similar al del parto) y decidir después. Tras hacer la prueba la mujer de Ariely decidió utilizar la epidural.

Otro caso es el testamento vital. Es imposible predecir las ganas de vivir o las decisiones que vamos a tomar cuando se nos diagnostique por ejemplo un tumor. Mirar desde un estado emocional a otro es muy difícil. Para tomar decisiones informadas, necesitamos experimentar y entender el estado emocional en el que estaremos en el otro lado de la experiencia. Aprender a rellenar ese hueco es esencial para tomar algunas de las decisiones más importantes de nuestra vida.

¿Qué nos sugieren en el fondo estos experimentos? Pues que hay que repensar los  modelos  que tenemos acerca de la conducta humana. Tal vez no existe tal cosa como un ser humano completamente integrado. Podríamos ser en realidad una aglomeración de múltiples “yos”. Como decía W.D. Hamilton, tal vez seamos embajadores enviados al exterior por una frágil coalición de facciones enfrentadas entre sí, de un imperio dividido. En nuestro interior corren procesos paralelos y contradictorios que tenemos que conciliar, tenemos que actuar en el mundo real, dar una respuesta, y darla rápido. Pero no somos una unidad, somos una mezcla de hombre con mujer, de padre con hijo, albergamos muy dentro de nosotros segmentos diferentes de cromosomas que se han entrelazado durante millones de años, cada uno de los cuales tiene su propia agenda, sus propios intereses.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Una breve historia de la relación entre Moralidad y Salud


El culto de la salud es un ideología poderosa que, en las sociedades modernas y laicas, ha llenado el vacío dejado por la religión. Como cualquier sucedáneo de la religión, tiene un amplio poder de convocatoria, especialmente entre las clases medias, que han perdido sus lazos con las cultura tradicional y se sienten cada vez más inseguras en un mundo que cambia con rapidez. La salud puede llegar a ser un camino para lograr la salvación. Si la muerte es el punto final, quizás lo inevitable pueda posponerse indefinidamente. Y si la enfermedad puede conducir a la muerte, se debe prevenir mediante rituales propiciatiorios.  Los justos se salvarán y los mezquinos perecerán.
Skrabanek P. 


         En la cultura occidental coexisten dos formas de ver la enfermedad. Una es la tradición de la antigüedad clásica,  del Corpus Hipocrático y de la obra de Galeno, según la cual la enfermedad es puramente un fenómeno natural explicable en términos físicos y tratable de la misma manera. Según esta tradición la enfermedad se debía a un desequilibrio en los humores, mientras que las grandes epidemias y las enfermedades endémicas eran resultado del miasma: la corrupción del aire causada por las aguas estancadas, las exhalaciones humanas, materias putrefactas e incluso la influencia maligna de las estrellas. Las enseñanzas de Galeno fueron transmitidas por los árabes en la Alta Edad Media y recuperadas en el Renacimiento, pero al lado de esta tradición y eclipsándola durante 15 siglos tenemos la  tradición cristiana basada en el enlace bíblico entre pecado y enfermedad. Vamos a dar en este post un breve repaso a la alternancia entre una y otra visión según las épocas históricas, pero adelanto que estamos en la época actual en un momento donde esa asociación se ha visto reforzada y volvemos a ver a los pacientes como responsables de su enfermedad.
         Históricamente la salud ha estado asociada con la moralidad de la misma manera que la inmoralidad lo ha sido con la enfermedad. El estigma que en los tiempos modernos se asocia a aquellos que se dan gusto a sí mismos a costa de su salud es la última versión de una viejísima asociación entre enfermedad y pecado. En muchas sociedades primitivas la enfermedad es una de las muchas formas de desgracia que pide una explicación en términos de la culpabilidad moral de alguien. Como ocurría entre los antiguos israelitas, romper las prohibiciones rituales se pensaba que vendría seguido de enfermedades y epidemias. Las reglas sanitarias de Moisés o Mahoma tenían una fuerza que era a la vez moral, religiosa y prudente. Durante la Edad Media se esperaba que, así como los santos curaban enfermedades, los pecadores serían castigados por enfermedades  apropiadas a su respectiva forma de delincuencia. Así por ejemplo, en la literatura homilética (sermones y homilías) cada uno de los siete pecados capitales se asociaba a una condición patológica del cuerpo. El orgullo (inflarse uno mismo) se simbolizaba por tumores e inflamaciones. La pereza conducía a parálisis y gangrenas.  La gula significaba obesidad y ascitis. La lujuria producía flujos, descargas, piel leprosa y a partir del siglo XVI la sífilis. La avaricia  se asociaba con la gota y la hidropesía. La envidia con la ictericia, venenos y fiebre. La ira con el bazo, el frenesí y la locura. Todo esto es muy alegórico y poético, por supuesto, pero la gente se lo tomaba literalmente como indicaciones de los males que caerían sobre los pecadores.

         Esta visión de que la enfermedad viene del pecado se mantiene en los siglos siguientes prácticamente en toda Europa. Pero también existía la variante de que la enfermedad era una prueba de la fe del individuo, como en el caso de Job. La reacción más frecuente en todos estos siglos ante una enfermedad grave ha sido: “¿qué he hecho yo para merecer esto?” Y en este sentido la enfermedad física se ha visto también como un contexto en el que mostrar la fortaleza espiritual. La enfermedad, supuestamente, purifica el alma y  acerca al enfermo a Dios. Cuando Thomas Hobbes declara que “es una ley de la naturaleza que el hombre tiene prohibido hacer lo que es destructivo para su vida u omitir aquello que mejor la preserva” esta dando una nueva formulación a un principio religioso bien establecido. Cuando los protestantes condenan el suicidio lo hacen bajo la premisa de que una persona no debe hacer nada que acorte su vida cuando Dios le ha dado los medios de salvarla o prolongarla. Lo mismo cuando declaran: aquellos que ponen en riesgo su salud por autoindulgencia, exceso de trabajo o exceso de pasiones son culpables de autoasesinato de forma indirecta y lo mismo los que evitan buscar ayuda médica. Aunque claro, la prohibición del suicidio no es un invento protestante sino que forma parte de la tradición católica.
         Pero no son solo los curas los que enseñaban que los individuos tienen el deber moral de cuidar su salud. Los modernos estados-nación tenían un interés obvio en asegurar que la población podía proporcionar ejércitos eficientes cuando fueran necesarios. Tampoco hay que perder de vista que la propia tradición galénica conllevaba la obligación del autocuidado, de buscar una vida saludable y que la enfermedad era también, aunque no un pecado, sí un castigo por no seguir las reglas de la salud. Los propios términos médicos tienen connotaciones morales. El aire malo está corrupto, las casas están contaminadas y las epidemias son pestilentes.
         Pero dentro de este esquema, algunas enfermedades son objeto de reprobación moral con más facilidad que otras porque se ven como “sucias” más repulsivas o más asociadas con el vicio. En este grupo tenemos evidentemente las enfermedades venéreas, sífilis, gonorrea. Tal es así que, en su momento, el descubrimiento de la penicilina fue lamentado por algunos como un estímulo a la promiscuidad sexual. Se recomendaba evitar la actividad sexual excesiva (no hace falta recordar la condena de la masturbación hasta tiempos recientes) y se recomendaba el ejercicio físico. La gota en el siglo XVIII se asociaba a comer demasiado, a la glotonería y por tanto era “culpa del paciente” El uso del tabaco, por ejemplo, fue controvertido desde su introducción en Europa siendo defendido por unos y atacado por otros.

         A finales del siglo XIX, con el descubrimiento de los gérmenes (Robert Koch y sus postulados) se produce un giro hacia el modelo galénico de nuevo, aceptando que existen unas causas naturales biológicas de la enfermedad, unos microorganismos “causales” para cada enfermedad. La revolución bacteriológica tuvo el efecto de “despersonalizar” la enfermedad. Bajo el microscopio, ya no podían tener la misma “carga” moral que en el  pasado. El microorganismo era la causa de la enfermedad y se desconectaba así la enfermedad de su asociación histórica con el pecado. Seguía habiendo unas enfermedades con un significado moral poderoso, como la enfermedad mental, el alcoholismo o las enfermedades venéreas, pero la enfermedad ya no reflejaba necesariamente los atributos personales del individuo enfermo. Se produjo por así decirlo, durante las primeras décadas del siglo XX, una “desmoralización” de la enfermedad, se redujo la responsabilidad individual y la enfermedad empezó a verse como un fenómeno científico y laico, libre de lazos morales. Y esto trajo de la mano un aumento en el estatus, y autoridad de la profesión médica, cuyo prestigio aumentó enormemente con respecto al nivel anterior al descubrimiento de los microbios.
         Pero a lo largo del siglo XX el panorama volvió a cambiar poco a poco. La promesa de Paul Ehrlich de las “balas mágicas”, de una solución para cada enfermedad,  empezó a desvanecerse porque los problemas persistentes del cáncer, las enfermedades cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes, y otras enfermedades crónicas no tienen una única causa y poco a poco se convirtieron en la principal causa de muerte en USA y en los países desarrollados. Este cambio de las enfermedades infecciosas a las enfermedades crónicas produjo un nuevo giro en las ideas morales acerca de la enfermedad. Surgió una “nueva” epidemiología”. De rastrear microbios que se pensaba que eran la “causa” de la enfermedad, se pasó a identificar “riesgos” y a hablar de “factores de riesgo” y de la relación de la enfermedad con el ambiente del huésped y con sus conductas. Esta nueva epidemiología tenía un enorme potencial para la categorización moral de un amplio rango de conductas y fenómenos sociales. Uno de los primeros factores de riesgo identificado fue el tabaco, aunque su aceptación médica y social tardó en llegar (el informe del Servicio Federal de Sanidad de 1964), pero pronto se incluyeron otros como el trabajo, la dieta, el ejercicio, y los  investigadores empezaron a recomendar tres comidas al día, un desayuno fuerte, no picar entre comidas, dormir mucho, consumir poco alcohol, etc., como claves para una vida larga y saludable.

         La responsabilidad de la salud y la longevidad se depositó sobre los individuos. Opiniones como las de John Knowles, presidente de la Fundación Rockefeller, fueron calando poco a poco en la sociedad: “La mayoría de la gente no se preocupa de su salud hasta que la pierde...” “el derecho a la salud hay que sustituirlo por la obligación de preservar la propia salud”. La enfermedad dejó de verse como fruto del azar para considerarse un fallo en tomar las precauciones adecuadas, un fallo del control individual, una falta de autodisciplina, un fallo moral intrínseco, en definitiva. ¿Hay un derecho  a la salud o un deber de estar sano?
         El compromiso y la entrega al ejercicio, por ejemplo,  prometían no solo salud sino una auténtica “salvación” o “renacimiento” en palabras de George Sheehan. No se hacía énfasis en los deportes de equipo, sino en la batalla  individual: correr, el jogging, footing, el ejercicio aérobico, y la dieta, es decir, autodominio, autonegación, tenacidad... (da igual que Jim Fixx, un defensor del running muriera de un infarto al corazón mientras corría). La nueva ética podría resumirse así: “Los individuos pueden y deben ejercer un control fundamental sobre su salud por medio de una evitación cuidadosa y racional de los factores de riesgo”. Y según esta nueva ética aquellos que siguieran asumiendo factores de riesgo deberían ser responsables y asumir las consecuencias.

         Sin embargo, identificar simplemente conductas individuales como el principal vehículo de riesgo, niega el hecho de que la propia conducta está muchas veces más allá del alcance del individuo. La conducta está modelada por poderosas corrientes -culturales y psicológicas así como biológicas- que no están bajo el control del individuo. Conductas como fumar cigarrillos son fenómenos socioculturales no meramente individuales o necesariamente elecciones racionales. El énfasis en la responsabilidad individual es negar que unos grupos son más susceptibles que otros a ciertas conductas de riesgo (por ejemplo en 1985 los negros fumaban más que los blancos), que la conducta no es simplemente un asunto de elección. Sin embargo los individuos que “eligen” esos riesgos son considerados ignorantes, estúpidos y autodestructivos. El supuesto es que la enfermedad puede evitarse siguiendo una serie de recomendaciones, es decir, que los individuos podemos tener el control de nuestras vidas y de nuestra salud. Tomemos como ejemplo la campaña antidroga “Just say no” (Simplemente di no) de los años 80 en USA. Implícita en esta campaña educativa está la asunción de que la autonegación, el resistir y decir no, puede solucionar un complejo problema social. El problema del abuso de drogas ya no refleja ciertas condiciones sociales sino que radica dentro del individuo. Simplemente di no y arreglado. Y, de igual manera, simplemente haz ejercicio y come lo justo y arreglado...


         Una ilustración clarísima de lo que estamos hablando es la epidemia de SIDA. Los que se infectaron eran responsables de su enfermedad, el SIDA estaba causado por un fallo moral del individuo. Los fantasmas medievales resurgieron en pleno siglo XX. Si los individuos toman riesgos de forma voluntaria, entonces, según este modelo, entonces deben ser responsables de las enfermedades que padezcan...y este discurso fue asumido por las compañías de seguro y por las agencias nacionales de salud, incluso.
         Y esta es la situación que estamos viviendo en los tiempos actuales. Podríamos esperar que, a medida que la ciencia avanza, los conceptos morales jugarán cada vez un menor papel en la identificación y tratamiento de la enfermedad, pero podría ocurrir también justamente lo contrario. Con el envejecimiento de la población y el predominio de las enfermedades crónicas, muchas de las cuales se desarrollan lentamente en el tiempo, aumentan las oportunidades de atribuir la culpa a aquellos que no tomen medidas protectoras. El enfoque epidemiológico de identificar factores de riesgo, muchos de los cuales son conductuales, y teóricamente voluntarios, ofrece nuevas oportunidades de atribuir responsabilidad y culpa. A medida que la Medicina crece y asume la responsabilidad de problemas que antes eran territorio de la familia, de la Iglesia, o de los vecinos, la medicina se está entrelazando cada vez más con valores sociales y sistemas morales.
         La pareja enfermedad-pecado sigue tan unida como siempre.
Referencias
Skrabanek P. La muerte de la Medicina con rostro humano. Madrid: Díaz de Santos, 1999

domingo, 23 de septiembre de 2012

De adopciones y cerditos valientes


Cuando hablas de evolución con la gente, de cómo la moneda que maneja la Selección Natural es la del éxito reproductivo y que  esa ley es tan fuerte en Biología como lo es E= mc2 , uno de los temas sobre los que me suelen preguntar es el tema de la adopción: “¿y entonces cómo explicas que la gente adopte niños, que no están genéticamente relacionados con ellos, y les den todo su amor y recursos?

Primero, la adopción no es una conducta exclusiva de la especie humana. En muchas especies, familiares o incluso otros miembros del grupo se hacen cargo, a veces, de los bebes si la madre fallece por alguna razón. Existen también casos descritos de adopción incluso entre especies diferentes ( en la naturaleza también, no solo en zoos o en animales en contacto con humanos). Frans de Waal cuenta en The Ape and the Sushi Master el caso de unos tigres que fueron criados por una perra en el zoológico de Lop Buri, en Tailandia. Dice que es la exhibición animal más rara que ha visto en la vida: dos perros de tamaño mediano en una jaula con tres enormes tigres. Los perros pasaban por encima de los tigres y hacían todo tipo de “perrerías” sin ningún miedo, cuando cualquiera de los tigres se los podía comer de un bocado. Entonces le explicaron que uno de los perros era en realidad la madre que había amamantado al otro perro y a los tigres y que toda la “familia” vivía tranquila y feliz desde entonces.

El sacrificio de esa perra criando tres tigres encaja dentro de la definición biológica de altruismo, es decir, incurrir en un coste para uno mismo por el beneficio de otros. La perra no lo hizo por ella, ni por su familia, ni por su especie, entonces ¿por qué lo hizo? Una explicación del altruismo en la naturaleza es la selección de parentesco. Somos amables o generosos con otros individuos si comparten nuestros genes, es decir, en el fondo estamos ayudando a la replicación de nuestros propios genes. Pero es evidente que este tipo de altruismo no nos sirve para explicar la conducta de esta perra. Otra posibilidad es el llamado altruismo recíproco: “ tú rascas mi espalda y yo rasco la tuya” , es decir, yo te hago un favor pero sé que tú me lo acabarás devolviendo. ¿Explica esto la generosidad de esta madre? Pues claramente tampoco, si hubiera rechazado a los cachorros de tigre se habría ahorrado un montón de energías así como el riesgo de enfrentarse a la peligrosidad de estos tigres cuando crecieran. ( en este video vemos otro ejemplo de perra amamantando a cachorros de tigre de un zoo en China)

¿Significa esto que el paradigma evolucionista está equivocado? Pues no, pero para ello tenemos que entender la diferencia entre función y motivación. La función original del cuidado materno es obviamente criar a los propios hijos pero la motivación para proveer al cuidado va más allá de la función. La motivación es lo suficientemente fuerte y flexible como para extenderse a otros pequeños, incluso de otras especies sin tener en cuenta las repercusiones para la madre. Los motivos a veces adquieren vida propia, siguen sus propias reglas, buscan sus propios objetivos y, por lo tanto, no siempre encajan con esas metáforas dominantes en Biología que enfatizan la más dura y cruda competencia. En el fondo, se trata de la distinción que hacen los biólogos entre causas últimas y causas próximas y que no suele utilizarse en otras disciplinas. No tenemos hijos porque estemos pensando directamente en transmitir nuestros genes a la generación posterior, sino porque nos atraen y nos gustan los niños. Pero nos atraen y nos gustan también los gatitos, o los perritos, los  cuales  despiertan en nosotros los instintos maternales. Las hembras de macaco cuando llega la estación de la cría se sienten locamente atraídas por los bebes, todas quieren tener uno, y llegan incluso a robarlos. No están pensando en sus genes, se están moviendo por causas próximas, igual que cuando buscamos relaciones sexuales no pensamos en hacer copias de nuestros genes sino que nos mueve el placer sexual.

Volviendo al ejemplo de la perra, es fácil reconocer en su conducta una psicología compleja modelada por una larga historia de dependencia en el cuidado materno. La tendencia a alimentar y limpiar a pequeños dependientes está bien establecida por excelentes razones. Al mismo tiempo, la arraigada naturaleza de esta tendencia, la hace vulnerable a la explotación, como cuando la gente le da a una perra cachorros de tigre para criar. Desde un punto de vista evolucionista el cuidado de una prole ajena puede ser maladaptativo, pero, desde un perspectiva psicológica, sigue siendo una conducta totalmente auténtica y ajustada para la especie.

Existen casos descritos de delfines que han defendido a personas de tiburones y aquí hemos hablado también de otros ejemplos como el de la gorila Binti Jua del zoo Brookfield de Chicago. Recientemente ha tenido mucho éxito en Internet el video que pongo abajo en el que un cerdito ayuda a una cabrita  a salir del agua. Todas estas repuestas de ayuda hacia extraños evolucionaron en el contexto de una vida en grupos muy cerrados donde la mayoría de las veces estas acciones beneficiarían a familiares o a compañeros que devolverían el favor. El impulso a ayudar, por lo tanto, tenía un valor de supervivencia para el que lo mostraba. Pero, como pasa muchas veces, el impulso se disoció de las consecuencias que modelaron su evolución lo que permitió que fuera expresado cuando la recompensa era muy improbable.


sábado, 22 de septiembre de 2012

Amor y Distancias




En esta ocasión me gustaría comentar un artículo muy interesante que sostiene que la población de EEUU, y por extensión la de todo el mundo, se va a ir homogeneizando y que todos vamos a acabar luciendo como los brasileños.

Pero el artículo comienza contando la historia de cómo en las montañas de Kentucky vivía una población donde todos tenían la piel azul. Cuando los hematólogos estudiaron el caso descubrieron que padecían una enfermedad llamada Metahemoglobinemia, que es una enfermedad recesiva. En esta rara enfermedad hay un exceso de metahemoglobina, que es azul, en la sangre, por un defecto enzimático. El primer hombre azul del lugar fue un inmigrante francés llamado Martin Fugate, pero durante seis generaciones de endogamia entre primos carnales y demás, se había ido extendiendo a toda la población. Dennis Stacy, un lugareño cuyo tatarabuelo por parte materna y paterna era la misma persona, Henley Fugate, da una explicación muy simple de la causa de esa endogamia: No había carreteras

Y aquí está lo simpático del artículo, los comentarios de Stephen Stearns sobre el progresivo incremento de la distancia de cortejo entre parejas desde la invención de la bicicleta. Según este profesor de ecología y biología evolucionista de Yale, antes de la invención de la bicicleta la distancia media entre los lugares de nacimiento de los esposos en Inglaterra era de una milla ( 1,6 km.). En la segunda mitad del siglo XIX las bicicletas aumentaron la distancia que los hombres recorrían para cortejar hasta 30 millas ( 48 km.), de media. Un patrón similar ocurrió en otros lugares de Europa. El uso generalizado de las bicicletas estimuló la pavimentación de las carreteras y desde entonces los horizontes del amor no han hecho más que expandirse (es divertida esa visión de la bicicleta como un instrumento de diseminación genética). La distancia entre los lugares de nacimiento de los padres ha continuado aumentando desde la invención de la bicicleta haciendo que ahora sea habitual, aunque no lo más frecuente, que los padres hayan nacido incluso en continentes diferentes. Desde que existe Internet, además, la distancia de cortejo es el mundo

Stearns dice que la globalización, la inmigración, la difusión cultural y la facilidad para viajar en la actualidad van a homogeneizar gradualmente la población humana, los rasgos recesivos van a ser cada vez más raros y los dominantes serán la norma. Por ejemplo, en EEUU ahora sólo uno de cada 6 estadounidenses blancos, no hispánicos, tiene ojos azules cuando hace 100 años eran el 50%. La gente ya no se casa solo con los individuos de su grupo étnico ancestral sino que hay más intercambio genético y los ojos azules no desaparecerán pero se estabilizarán a un nivel bajo que refleje las posibilidades de emparejamiento de dos individuos que tengan genes recesivos de ojos azules. Dado que la mayoría de inmigrantes vienen de Africa y Asia se supone que ocurrirá lo mismo con otros rasgos como el pelo rubio o pelirrojo, o las pecas.

Mientras tanto, otras características se mezclarán: el color del pelo, su rizado, el color de la piel, los rasgos faciales, la forma de los ojos...Según Stearns una homogeneización total no se producirá nunca pero, en general, la Tierra será cada vez más un crisol. Según él, en unos siglos todos seremos una mezcla de americanos, europeos y africanos, un poco como los brasileños.

Es graciosa la constatación de cómo los sentimientos amorosos que mueven el mundo( y los genes que los gobiernan) -no una versión nueva, sino los mismos de siempre desde que el mundo es mundo- se han ido adaptando a los nuevos sistemas de comunicación -desde la bici a Internet-  para seguir sobreviviendo como sea, pero sin transformarse. Como si, ahora que los humanos hemos inventado nuevas tecnologías de relaciones, a ellos, más que mutar, les hubiera bastado adaptarse a los nuevos medios disponibles, apareciendo así también hoy día a través de los cables o las ondas pero sin alterar su esencia. Empezaron montando en bici y han acabado utilizando Facebook.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Introducción a la Evolución de las Emociones


         INTRODUCCIÓN A LA EVOLUCIÓN DE LAS EMOCIONES

       Pablo Malo. Juan Medrano. Jose Juan Uriarte


En 1872 Charles Darwin publicó La expresión de las emociones en el hombre y los animales donde trata del origen del hombre y también de las emociones. Darwin describió las similitudes entre las expresiones humanas y las de otras especies, aportó argumentos acerca del posible origen de algunas expresiones faciales y corporales y hasta realizó una encuesta entre misioneros que vivían en otras culturas para investigar si la expresión de las emociones era universal y ocurría de forma similar en todas las poblaciones humanas. Su conclusión, que se mantiene hoy en día, es que algunas expresiones son universales mientras que otras son más variables.
Sin embargo, durante unos 100 años nadie se preocupó mucho de continuar esta vía y las emociones quedaron olvidadas hasta la aparición a partir de los años 60 del siglo pasado de las obras de autores como Plutchik ( 1962), Tomkins (1962,1963) o los trabajos más conocidos de Paul Ekman ( 1972,1992). Estos primeros trabajos evolucionistas fueron luego complementados por teorías más actualizadas ( Barrett y Campos,1987; Ekman & Davidson,1994; Tooby & Cosmides, 1990) así como por estudios etológicos ( Eibl-Eibesfeldt,1989; Krebs and Davies,1993) y análisis filosóficos ( Wright,1971) conformándose con todo ello un acercamiento evolucionista a las emociones que vamos a intentar resumir siguiendo principalmente a Keltner y cols. (2006).
Este enfoque evolucionista de las emociones se guía por unos pocos principios generales y creemos que es de especial interés para los psiquiatras si tenemos en cuenta que la mayoría de los trastornos mentales son trastornos de las emociones ( T. de ansiedad, depresión, celotipia…)

Las Emociones tienen funciones
        
         Lo primero que hizo el enfoque evolucionista fue redefinir lo que es una emoción. Las emociones habían sido consideradas hasta entonces como unos estados disruptivos que alteraban el organismo y que debían ser dominadas y controladas por el pensamiento racional. Los evolucionistas, por el contrario, plantean que las emociones cumplen unas funciones que permiten al individuo responder de modo efectivo tanto a los desafíos como a las oportunidades que le plantea el entorno. La ira es un conjunto de respuestas coordinadas que ayuda a restaurar una relaciones justas. La vergüenza, además de conllevar rubor y un deseo de esconderse, es una forma de apaciguamiento de una persona superior en estatus. Las emociones muestran todos los ingredientes de lo que en términos evolucionistas se denomina una adaptación, es decir, un conjunto de respuestas eficaces y coordinadas que ayudan al organismo a reproducirse, proteger su prole, mantener alianzas y evitar amenazas físicas.

         Este énfasis en la función ha permitido dirigir el campo de estudio desde las emociones más básicas ( miedo, ira o cólera, alegría, tristeza, asco y sorpresa) hacia  emociones más sociales como la compasión, la gratitud, el amor, la admiración, etc. Los autores ( p.ej., Tooby & Cosmides, 1990) han analizado la forma en que cada emoción está diseñada para responder a un desafío concreto para la supervivencia o la reproducción que se ha presentado en situaciones específicas que han sido recurrentes a lo largo de la historia evolucionista.
         Podemos decir entonces que las emociones son el software o los programas de la mente. De la misma manera que diferentes programas permiten que un ordenador realice diferentes tareas como escribir, calcular o dibujar, las diversas emociones ajustan el cuerpo y la mente para enfrentarse a las correspondientes situaciones.

Las Emociones aumentan el éxito reproductivo

         El enfoque evolucionista permite responder a preguntas del tipo: “¿Por qué tenemos emociones?” que hace referencia a la causa última de una característica, órgano o conducta. En Medicina, y por lo tanto en Psiquiatría, estamos más interesados en las causas próximas o inmediatas que producen una enfermedad o trastorno, pero el enfoque evolucionista, útil también en Medicina, nos explica por qué existen rasgos o características que nos hacen vulnerables a la enfermedad. Se trata más de vulnerabilidades de la especie y no tanto de individuos o pacientes concretos.
         El cuadro que nos pintan los evolucionista de nuestra especie es el de una criatura ultrasocial en la que las emociones cumplen fundamentalmente una función social. La vida en grupo, que ha sido una característica de nuestra especie durante millones de años, ofrece una serie de ventajas evidentes como mayor eficacia en la provisión de comida, mejor defensa frente a los depredadores y en el crecimiento de la descendencia. Pero, a la vez, la vida en grupo plantea nuevos problemas que requieren la coordinación de los miembros del grupo. Las personas buscan pareja, se reproducen, crían a los hijos, evitan a los depredadores, recogen comida y se mantienen calientes dentro de complejas relaciones a largo plazo. Las emociones son un componente crítico del desarrollo y mantenimiento de estos vínculos. El enfoque funcionalista social reconoce que ciertas emociones como el miedo, la vergüenza, o la culpa, ayudan al individuo a responder de forma adaptativa a las amenazas del medio social. Es importante tener presente que no sólo las amenazas, sino también las oportunidades que ofrecen el entorno son decisivas para modelar las emociones. Aparentemente el coste de perder una oportunidad ( digamos de encontrar pareja) parece muy inferior al de un ataque contra la supervivencia o una agresión física que suponga graves heridas o secuelas. Pero no hay que olvidar que diferencias de un 1% en el éxito reproductivo explican toda la evolución de la historia de la Tierra si nos damos cuenta del impacto que esa pequeña diferencia conlleva al de millones de años.
         Para enfrentarse a estos problemas y oportunidades los humanos hemos desarrollado unos complejos sistemas. Cada sistema está organizado de acuerdo a un objetivo específico ( p.ej., proteger a la prole o mantener una alianza de cooperación) y consta de procesos perceptivos específicos, procesos cognitivos, actividad del sistema nervioso central y autonómico, así como de respuestas conductuales tanto reflejas como intencionales. Por ejemplo, los humanos forman relaciones reproductivas con la ayuda de un sistema de apego ( Bowlby, 1969). Este sistema de apego implica sensibilidades perceptuales hacia potenciales parejas, representaciones de las relaciones, actividad y hormonal correspondiente a una conducta afiliativa, sexual e íntima, rutinas conductuales como flirteo, cortejo y emociones específicas como luego vamos a ver. Conviene tener presente que las emociones no son útiles o inútiles más que en relación a ciertas situaciones. Por ejemplo, los individuos que responden con pánico a una amenaza para la vida tienen una ventaja adaptativa. Sin embargo los individuos que reaccionan ante una oportunidad de emparejamiento con pánico no la tienen…, ¡en esa situación deberían responder con otra emoción totalmente diferente!
         Dentro de cada sistema las emociones cumplen dos funciones generales. Primero, nos señalan que una acción es necesaria, bien porque ha ocurrido una desviación con respecto al estado ideal de relaciones sociales o bien porque ha surgido una oportunidad. Una vez activada, la percepción ligada a la emoción interrumpe nuestros procesos cognitivos y dirige nuestro procesamiento de la información hacia las características del medio social que nos van a permitir restablecer o iniciar una relación deseable. Segundo, las emociones motivan  conductas que establecen ( o restablecen) unas condiciones más ideales de relaciones sociales. Las emociones conllevan actividades hormonales y del sistema nervioso central y autonómico que están ajustadas a determinadas acciones como luchar, copular, confortar o señalar dominancia. Asimismo estas emociones implican comunicación vocal, facial y postural que ofrece información rápida y fiable a los demás, sobre lo que vamos a hacer, nuestras intenciones, etc.
         Las emociones permiten por lo tanto, los compromisos sociales. Las largas relaciones sociales que son fundamentales para nuestra supervivencia- vínculos de pareja, vínculos padres-hijos, alianzas cooperativas, pertenencia a grupos- requieren dedicar costosos recursos a los demás así como evitar conductas egoístas que podrían dañar a los compañeros sociales. Las emociones ayudan a resolver estos problemas de compromiso de dos maneras. Por un lado las emociones promueven cursos de acción que refuerzan los vínculos a largo plazo como el compromiso de pareja o la conducta de altruismo recíproco. Por otro lado, las emociones sirven para señalar a los demás nuestro compromiso a largo plazo. Por ejemplo, manifestaciones de amor y gratitud son indicadores fiables y buscados de compromiso de pareja o de cooperación respectivamente.

Los problemas de la vida en grupo y las Emociones

         Vamos a estudiar ahora, siguiendo a Keltner y Haidt ( 2001) y Keltner y cols ( 2006) los problemas para los que las emociones fueron diseñadas y que pretenden resolver. La Tabla 1 resume la naturaleza de estos problemas, los sistemas funcionales destinados a resolverlos así como las emociones relacionadas con ellos. Estos autores identifican tres clases de problemas relacionados con la vida en grupo a los cuales están íntimamente ligadas las emociones y que según ellos son los problemas que las emociones pretenden resolver. El primer tipo de problemas se refieren al mundo físico, son problemas de supervivencia y los otros dos al mundo social.

Problemas de Supervivencia Física

         Los primeros problemas que el individuo debe resolver son los problemas de supervivencia física incluyendo la muerte a manos de depredadores, la violencia y la enfermedad. El miedo es la emoción básica del sistema de “Lucha-Huida” y ayuda  los individuos a evitar a los depredadores y los ataques físicos. Sabemos bastante acerca de la fisiología del miedo ( Ledoux, 1996). La amígdala escanea la información sensorial en busca de patrones ( por ejemplo, caras amenazantes) que se asocian a peligro. Cuando los encuentra dispara la respuesta del miedo con activación del eje hipótalamo-hipófisis-adrenocortical con liberación de cortisol y demás hormonas que preparan al organismo para la lucha o la huida.
         El asco, por el contrario, es un sistema dirigido a evitar la contaminación por enfermedades. Los objetos evitados por esta emoción son las heces, los fluidos o secreciones corporales, comida podrida, ciertos animales ( ratas, arañas, gusanos…), todos ellos potenciales transmisores de enfermedades.

Problemas de Reproducción

         Los problemas de encontrar y mantener pareja son resueltos por emociones como el amor y el deseo que facilitan la identificación, establecimiento y mantenimiento de relaciones reproductivas. Estas emociones implican percepciones y experiencias que son sensibles a claves como la belleza, la fertilidad, castidad, estatus social y personalidad, así como conductas expresivas de interés y compromiso, acompañado todo ello por un correlato fisiológico hormonal y nervioso que facilita la conducta sexual.
         Proteger a la pareja de potenciales competidores es también crítico. Los celos, una conducta relacionada con el mate guarding que se ve en animales como ciertos primates, se dispara por señales que indican una potencial amenaza para la relación como la implicación emocional o sexual de la pareja con otros sujetos. Los celos provocan conductas posesivas y amenazantes que desaniman a los competidores e impiden y previenen oportunidades sexuales de la pareja.
         Los recién nacidos humanos son extremadamente dependientes y vulnerables a la depredación y lo son durante un periodo de tiempo más largo que en otras especies. Por ello, las especies sociales han evolucionado emociones de cuidado como el amor parental y filial y la simpatía que facilitan las relaciones de protección entre padres e hijos(Bowlby,1969). Este sistema del apego conlleva conductas coordinadas que llevan a los padres hacia los hijos y viceversa ( sonrisas, miradas, etc.) integrado junto con respuestas fisiológicas nerviosas y hormonales ( oxitocina p.ej.) que permiten al cuidador responder a las necesidades del otro.

Problemas de gobierno del grupo

         Los teóricos evolucionistas plantean que las emociones sirven también para resolver dos de los problemas que surgen en la convivencia grupal incluyendo la distribución de recursos y la del trabajo. El primer problema es el del engaño y las trampas y favorecer la cooperación, especialmente entre extraños o personas  que no son familia. La reciprocidad es una norma universal y existen regalos, castigos ojo por ojo y situaciones parecidas incluso en otras especies ( de Waal, 1996). Varias emociones señalan cuando esa reciprocidad ha sido violada y motivan una conducta reparadora. La culpa ocurre tras violar la norma de reciprocidad y se expresa por disculpas y otras conductas reparadoras que restablecen la reciprocidad. La ira o cólera motiva el castigo de las personas que han violado la reciprocidad y se define por sensibilidad a la injusticia. La gratitud del altruismo de los demás es una recompensa por la adherencia al contrato de reciprocidad. La envidia motiva a los individuos a quitar mérito o menoscabar a otros cuyo favorable estatus es injustificado preservando así unas relaciones más equitativas.
         Nesse (2005a) nos presenta un cuadro muy didáctico de las emociones en relación a la colaboración/engaño donde distribuye las emociones según las típicas celdas del problema del prisionero de manera que vemos muy bien la emoción que se corresponde con la posición de colaboración o engaño que adopta cada sujeto ( ver Tabla 2). Por ejemplo, intercambiar favores con alguien durante un largo tiempo da lugar a amistad y confianza. Anticipar que la otra persona nos puede traicionar nos origina suspicacia y desconfianza y si esos miedos se cumplen experimentamos ira o cólera. Cuando somos nosotros los que estamos tentados a engañar probablemente experimentaremos ansiedad. Si seguimos adelante y hacemos algo que enoja a la otra persona nos  sentiremos culpables. Lógicamente los psicópatas no experimentan estas emociones.
         En segundo lugar, los humanos deben resolver cuestiones de organización del grupo. Las jerarquías de estatus proveen soluciones prácticas a los problemas de distribución de recursos, como parejas, comida y atención social así como del trabajo requerido en las tareas colectivas. Las jerarquías son procesos dinámicos y requieren una renegociación y una redefinición permanente. El establecimiento y mantenimiento de jerarquías se consigue por medio de emociones relacionadas con la dominancia y la sumisión. La vergüenza señala sumisión y apacigua a los dominantes. El desprecio se define por sentimientos de superioridad y dominancia frente a inferiores. La admiración se asocia a la experiencia de estar en presencia de alguien más grande que el sujeto, como personas de gran estatus y envuelve a estas personas de respeto y autoridad.
         Hay que tener en cuenta que respondemos también con emociones a las emociones de los demás y que las conductas comunicativas de emisión y de recepción han co-evolucionado ayudando así a estructurar las interacciones sociales. Por ejemplo las conductas de rubor o vergüenza evocan en el observador emociones de diversión o de simpatía y promueven la reconciliación. El amor y el deseo dan lugar también a respuestas coordinadas en los componentes de la pareja.
         La comunicación emocional aporta información también acerca del estado mental, intenciones y disposiciones del sujeto, lo que es crítico para la interacción social. El contagio emocional provee una manera de entender los estados mentales de los demás conduciendo a los participantes a respuestas similares a los objetos o sucesos en el entorno coordinando así las acciones de los individuos.
         Las propias emociones actúan también como incentivos que pueden reforzar o extinguir conductas en los demás. Por ejemplo, emociones positivas en los padres pueden actuar como recompensa de conductas deseables en los hijos mientras que emociones negativas pueden disminuir la frecuencia de conductas indeseables en los mismos.
         En resumen, los seres humanos tienen que enfrentarse a problemas de supervivencia, de reproducción y de organización del grupo y por ello han evolucionado complejos sistemas para ocuparse de esos problemas y oportunidades. Las emociones cumplen funciones importantes dentro de estos sistemas señalando primero la existencia de estos problemas y oportunidades y coordinando las acciones de los individuos.

                  El principio del detector de humo/incendios

         Nesse ( 2005a) aplica a las emociones el principio del detector de humos que es una teoría acerca del manejo de los errores por la Selección Natural de amplia aplicación en cuestiones evolucionistas (Nesse 2005b). En resumen lo que este principio plantea es que cuando la Selección Natural tiene que elegir entre dos tipos de errores (error tipo I o falso positivo y error tipo II o falso negativo) elegirá siempre el que menos coste reproductivo tenga para el individuo. Por ejemplo, el coste del pánico es pequeño, unos cientos de calorías gastadas y unos minutos perdidos, frente al hecho de ser comido por un tigre ( final de la transmisión de genes, fin de la historia). Entonces, si oímos un ruido detrás de un montículo que puede ser un tigre pero también podría ser un ratón ¿qué hacemos? Depende de lo fuerte que sea el ruido. Imaginemos un ruido lo bastante grande como para que exista una probabilidad del 10% de que sea un tigre, ¿qué acción es la óptima? Huir, sin duda, y huir con toda la velocidad que nos permita un ataque de pánico. La huida será innecesaria 9 de cada 10 veces pero aún así eso es lo normal y lo que menos coste tiene para el organismo. Aunque sólo exista una posibilidad entre 10 de que sea un tigre si esperamos a comprobarlo puede ser nuestro fin. Se llama el principio del detector de humos o de incendios porque esta es la manera en que están diseñados estos detectores que dan lugar a muchas falsas alarmas para asegurarse de que no se les escapa ningún fuego. Este principio nos explica entonces por qué sentimos emociones negativas muchas veces sin que ello signifique la presencia de un trastorno mental sino que se trata de una respuesta normal a una situación de riesgo. La Selección Natural no trabaja para hacernos sentir bien ni darnos satisfacciones sino para maximizar el éxito reproductor.
                                   
Conclusiones

         La mayoría de los trastornos mentales son trastornos emocionales. Difícilmente podremos decir si algo es o no un trastorno mental si no sabemos las situaciones que moldearon las emociones y como se regulan. La división entre emociones normales o anormales no depende de si nos sentimos bien o nos sentimos mal. El dolor nos puede hacer sentir mal pero es algo útil y positivo y la prueba es que las personas que no sienten dolor mueren jóvenes. Con la ansiedad o la depresión ocurre lo mismo. Ambas pueden ser respuestas normales ante determinada situación.
         Una cuestión muy interesante es la gradual diferenciación de las emociones a lo largo del tiempo evolutivo. Las emociones son como ramas de un árbol. La primera emoción sería probablemente la de acercarse o alejarse a un objeto, acercarse a la comida y alejarse de los peligros, emoción que ya aparece en organismos unicelulares. Esta emoción primordial se va diferenciando en emociones más específicas lo que aumenta la probabilidad de enfrentarse a muchas situaciones diferentes. En el caso de la ansiedad vemos que los distintos subtipos de ansiedad están moldeados para enfrentarse a tipos particulares de situaciones peligrosas. Por eso la ansiedad social la fobia a las arañas o la fobia a la sangre son diferentes en sus manifestaciones y en sus correlatos fisiológicos, porque cada una sirve para enfrentarse a una situación o peligro diferente.
         En definitiva, lo que vemos es que el enfoque evolucionista de las emociones ha permitido el inicio del estudio científico de las emociones, camino en el que nos queda todavía mucho por recorrer. 


         Tabla 1.Función de las Emociones y problemas a los que responden
                                    (Adaptado de Keltner y Haidt 2001)
PROBLEMA
SISTEMA FUNCIONAL
EMOCION
FUNCIÓN ESPECÏFICA
Problemas de Superviciencia Física



Depredación
Lucha-Huida
Miedo

Rabia
Evitación de la amenaza
Eliminación de la amenaza
Enfermedad
Selección de comida
Asco


Interés


Evitar microbios/parásitos

Aprender acerca de nuevas comidas/recursos


Problemas de Reproducción



Encontrar pareja
Sexo



Apego
Deseo



Amor




Aumentar la probabilidad de contacto sexual

Compromiso para un vínculo a largo plazo


Mantener la pareja
Protección de la pareja
Celos
Proteger la pareja de rivales
Proteger los hijos
Cuidados
Amor filial


Simpatía/Compasión
Aumentar el vínculo entre padres e hijos

Reducir el malestar de individuos vulnerables
Problemas de gobierno del grupo



Cooperación y Engaño
Altruismo Recíproco
Culpa



Ira o Cólera



Gratitud




Envidia

Reparar una transgresión propia en la reciprocidad

Motivar al otro a reparar la transgresión

Señalar y recompensar el vínculo de cooperación

Reducir diferencias excesivas en igualdad
Organización del grupo
Dominancia-Sumisión
Vergüenza



Desprecio


Admiración



Orgullo

Asco Moral

Pacificar a un probable agresor
Mostrar bajo estatus

Reducir el estatus inmerecido de otro

Dar estatus a una entidad más grande que el yo

Mostrar alto estatus

Evitar a los miembros del grupo que violan los valores culturales




           




Tabla 2. Las Emociones según el esquema Colaboración /Engaño
                                    (Adaptado de Nesse 2005)


Otros cooperan

Otros engañan
Tú cooperas
Confianza

Amistad
Suspicacia ( antes)

Ira ( después)
Tú engañas
Ansiedad ( antes)

Culpa ( después)
Asco

Rechazo



 Bibliografia

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