martes, 19 de noviembre de 2013

Estoy en la Nueva Ilustración Evolucionista



Bueno, este blog empezó con una entrada homenaje a La Nueva Ilustración Evolucionista y va a concluir, por lo menos temporalmente, con otra entrada dedicada a esa revista on-line. Ya sabéis que desde Septiembre estoy publicando en esa web y escribir  en dos  blogs es bastante complicado, así que he decidido dar descanso a este blog y publicar solo en la Ilustración, que lleva una línea perfectamente compatible con los temas que a mí me interesan.

Quiero agradecer a todos los seguidores y a todos los que habéis comentado en el blog vuestro apoyo  en estos años. He aprendido mucho al pensar en compartir las cosas que me parecían interesantes con vosotros. Eso me obligaba a revisar más en profundidad los temas para poder exponerlos con la mayor claridad posible, y espero que vosotros hayáis conocido también cosas interesantes y que os hayan hecho pensar.

En la Ilustración voy a seguir haciendo lo mismo: compartir cosas que creo que merecen la pena que sean conocidas así como preguntas que todavía no tienen respuesta y misterios que todavía desconocemos. Así que os animo a todos a pasar por allí. La Nueva Ilustración pretende ser un foro donde aprender y discutir sobre evolución y sobre todas las disciplinas que tienen relación con ellas, que son todas, porque nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la evolución.


¡Nos vemos en la Nueva Ilustración Evolucionista!

miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿A quién beneficia el Auto-Control?

Después de hablar del Yo como un caballo de Troya, Matt Lieberman se mete con el autocontrol. El autocontrol se puede decir que son los frenos del cerebro. Estudios previos parecen situarlo en el córtex prefrontal ventrolateral, especialmente en el del lado derecho. Es la única región del córtex prefrontal que es más grande en el lado derecho que en el izquierdo, pero curiosamente esta asimetría no aparece hasta el final de la adolescencia, cuando aumentan las capacidades de autocontrol significativamente. Pero la cuestión que se plantea Lieberman es: ¿a quién beneficia el autocontrol? ¿Para qué o para quién existe?

Nos propone un pequeño experimento mental. Imaginemos que nos abducen unos marcianos mientras dormimos y nos llevan a su nave. Estos marcianos han desarrollado unas habilidades neuroquirúrgicas enormes y están deseosos de ejercitarlas. Así que  están decidiendo entre dos posibilidades para ti: la primera sería  alterar tu cerebro de manera que pierdas definitivamente tus impulsos, tus deseos y tus reacciones emocionales, y la segunda sería dejar todo eso en su sitio pero manipular tu cerebro de forma que no puedas controlar esos impulsos, deseos y emociones. Los marcianos no saben por qué opción decidirse y te piden opinión a ti. Es la clásica batalla entre emoción y autocontrol, entre el capitán Kirk y el Sr. Spock. Lieberman ( y probablemente la mayoría de nosotros) dice que elegiría mantener sus impulsos y deseos. Sin impulsos ni emociones no tendría motivación para hacer nada. No tendría la urgencia de besar a su mujer y su hijo, el deseo de ir al monte en bici, etc. Sin todas esas cosas la vida no valdría la pena.

Bien. Pero antes de operarte resulta que los marcianos han perfeccionado su técnica y son capaces de operar a todos los habitantes de una ciudad de golpe, mientras duermen, sin que se enteren. Y van a empezar por tu ciudad. Deciden que no te van a operar a ti -a ti te dejarán con tus emociones y tu autocontrol- pero te piden tu opinión esta vez para decidir qué hacerles a los habitantes de tu ciudad (una nota al margen: tu decisión no afectará a tu familia y amigos, porque están todos de vacaciones). ¿Dónde prefieres vivir, en Kirckville o en Spocktown? La decisión de Lieberman (y probablemente la de la mayoría de nosotros) es diferente en este caso a lo que elegiría para sí mismo. A Lieberman no le gustaría vivir en una ciudad de gente impulsiva que no puede controlarse, porque serían una amenaza constante para su seguridad.

Estas dos hipotéticas decisiones sugieren que valoramos que los demás tengan autocontrol mucho más que lo que valoramos tenerlo nosotros mismos. Pero si asumimos que esto es verdad, la inversa también lo es. Es decir, si yo valoro el autocontrol más en los demás que en mí mismo, también es verdad que a la gente de mi alrededor les importa más que yo tenga autocontrol de lo que me importa a mí. Mi autocontrol les beneficia más a ellos que a mí mismo.

El autocontrol es el precio de admisión en sociedad. Si no frenas tus impulsos acabarás en la cárcel o en un psiquiátrico. Si los frenas, te dejarán que sigas tranquilamente haciendo tus cosas. A la gente con autocontrol se les paga más porque el autocontrol permite a esa gente hacer cosas que son de gran valor para el resto de la sociedad. El punto importante aquí es que la sociedad valora el autocontrol más de lo que valora nuestra calidad de vida. John Lennon contó una vez una historia de cuando iba a la escuela primaria que tiene relación con esto.  Le preguntaron qué quería ser cuando fuera mayor, y él escribió: “feliz”. Los profesores le dijeron que no había entendido la pregunta, y él les contestó que ellos no habían entendido la vida. Para los profesores lo que él quería ser de mayor se refería a qué iba a hacer de beneficio para la sociedad. Su felicidad era una repuesta sin sentido para ellos.

Muchas personas dedican años y años de esfuerzo para ser médicos o abogados, o lo que sea, para darse cuenta luego de que no son felices. Pero la sociedad respeta a los médicos (bueno, cada vez menos) porque dan un servicio importante para todos. Muchas veces, cuando pensamos que estamos valorando la inteligencia u otras cualidades, lo que estamos valorando es el autocontrol. Por ejemplo, en la admisión a una Universidad lo que estamos valorando es el autocontrol: ¿cuánto has sido capaz de contenerte y de no distraerte con todo tipo de impulsos y deseos, durante 13 años y has sido capaz de centrarte en estudiar?

El filósofo Jeremy Bentham propuso una manera de construir todo tipo de edificios, lo que el llamó Panopticon que conseguiría que todo el mundo hiciera lo que debía hacer. El plan de Bentham era que toda la gente de un grupo (fueran estudiantes, presos, pacientes de un hospital, etc) fueran capaces de ser observados continuamente (esto era antes de las cámaras de vídeo). La idea era construir todas las habitaciones o celdas en círculo con las puertas abiertas hacia el centro donde estarían los observadores. Pero la agudeza de Bentham estuvo en que lo importante era no que los presos o estudiantes fueran vistos todo el rato, sino que ellos creyeran que podían ser vistos en todo momento. Para ello, los guardas o tutores no podían ser vistos por los presos o estudiantes. El guarda podía estar mirando para otro lado pero eso el preso no lo sabía. Es decir, la forma de conseguir que la gente se comporte y se frene no es que sean vistos por una autoridad. Es suficiente con que la gente sepa que son visibles.

Hay mucha evidencia experimental que da la razón a Bentham. En un estudio los sujetos engañaban más si las luces de la habitación estaban casi apagadas y no podían ser vistos y hay otros estudios muy famosos donde la gente engaña menos, o dona más para una organización, si hay un poster con unos ojos en la habitación. Pero más ilustrativo es un trabajo con estudiantes donde el mero hecho de que exista un espejo en la habitación, de que el sujeto se vea a sí mismo (y , por lo tanto, deduzca que es visible), disminuía la probabilidad de engañar ( 71% sin espejo, frente a 7% con espejo). Todo recordatorio de que somos criaturas que pueden ser vistas, juzgadas y evaluadas activa nuestro autocontrol para que nos conformemos a las normas del grupo. ¿Y sabéis qué región cerebral se activa cuando vemos una imagen de nosotros mismos? Pues el cortex prefrontal ventrolateral derecho, efectivamente.

De entrada solemos pensar que el autocontrol está al servicio de nuestros intereses y que nos sirve para controlar nuestras vidas. Pero Lieberman nos cuenta que el autocontrol beneficia a la sociedad. Estamos construidos de manera que el recuerdo más ligero de que somos objetos sociales nos mantiene controlados. El autocontrol  refuerza la conexión social porque nos ayuda a priorizar el bien del grupo  por encima de nuestros estrechos intereses.  El autocontrol aumenta nuestro valor para el grupo social y al someternos a las normas grupales reforzamos la identidad del grupo también. El autocontrol es una fuente de cohesión social dentro del grupo poniendo al grupo por encima del individuo. Esa es la esencia de la armonización social. No solemos darnos cuenta del grado en que  la sociedad moldea nuestras mentes, la forma en que construimos nuestras creencias y objetivos y de qué es lo que hace que ejerzamos el autocontrol en diferentes situaciones.

Todas estas nociones son contraintuitivas. La idea de que nuestros valores personales nos son implantados por la sociedad y que nuestro autocontrol existe en parte para frenar, más que para apoyar, al yo es anatema para nuestra forma de pensar acerca de “quiénes somos”. Pero la neurociencia está ayudándonos a ver la realidad de estas afirmaciones, que nuestro sentido del yo más profundamente personal, y nuestra fuerza de voluntad frecuentemente sirven para mantenernos en buena relación con el grupo. Armonizar es un trabajo duro pero, aparentemente, la evolución pensó que merecía la pena alinear nuestras actitudes y creencias con las del grupo más que ponerlas en su contra.

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jueves, 7 de noviembre de 2013

El Yo es un Caballo de Troya del grupo


El Yo es la estratagema más oculta de la evolución para asegurar el éxito de la vida en grupo
-Matthew Lieberman


El libro de Matthew Lieberman Social. Why our brains are wired to connect gira alrededor del hecho de que los seres humanos estamos cableados para ser sociales. Hay cosas interesantes a lo largo del libro como sus estudios, y los de otros autores, demostrando que el dolor social ( p. ej. la exclusión social, el aislamiento, la soledad) utiliza los mismos circuitos cerebrales que el dolor físico. Pero no vamos a hablar de eso ahora sino del capítulo 8 de este libro que lo dedica a una idea bastante contraintuitiva: que el Yo, algo que creemos muy íntimo y personal, es en realidad un Caballo de Troya del grupo, un programa cargado en nuestro cerebro que en realidad no trabaja para nosotros, sino para los demás.
Matt Lieberman

En Occidente tendemos a pensar que el yo es lo que nos hace especiales, que nos provee con un único destino para alcanzar nuestros fines personales y conseguir la autorealización. Nos imaginamos el yo - nuestro sentido de lo que somos- como un tesoro herméticamente cerrado, una fortaleza impenetrable a la que tan solo nosotros tenemos acceso. Pero Lieberman nos cuenta en este capítulo que el Yo es similar en muchos aspectos al software, o aplicaciones, que se cargan a un terminal de ordenador para que pueda funcionar en red con otros ordenadores y con un servidor. Como señala en la frase que he destacado como cita que el Yo es la estratagema más oculta de la evolución para asegurar la vida en grupo. Para Lieberman el Yo es un engaño que permite al mundo social entrar dentro de nosotros y tomar posesión de nuestras mentes sin que nos enteremos.

Esta idea no es nueva, no hay nada nuevo bajo el sol, y ya se le había ocurrido, entre otros, a Nietzsche, pero Lieberman nos va a aportar algunos datos (por supuesto no definitivos, pero sí sugerentes) desde la neurociencia. He aquí lo que decía Nietzsche:

“Pensemos lo que pensemos y digamos lo que digamos acerca de su “egoísmo”, la gran mayoría no hace nada por su ego a lo largo de su vida: lo que hacen lo hacen por el fantasma de su ego formado en las cabezas de los que les rodean y que les ha sido comunicado a ellos”

Nietzsche creía que nuestro sentido del yo no era algo interno a nosotros, un núcleo verdadero dentro de nosotros al que vamos ganando acceso a lo largo de nuestra vida. Para él el sentido del yo es algo construido primariamente por las personas de nuestra vida, y que el yo es un agente secreto trabajando más para ellos que para nosotros.

Es claro cómo cambian las costumbres y las modas y cómo nuestro gusto se conforma al de la mayoría de la gente, desde ropas a gustos estéticos y demás. Inyectar nuestros gustos desde fuera dentro de nosotros en una “operación clandestina”  lleva a una armonización y mejor funcionamiento social. Cada uno de nosotros tiene una variedad de impulsos y si los actuara cuando no es adecuado, o con la gente inadecuada, la sociedad se hundiría. Según Lieberman,  el Yo existe para que el grupo social ( familia, escuela, país…) suplemente nuestros impulsos naturales con unos impulsos sociales. El mundo social imparte una colección de creencias acerca de nosotros mismos, de la moralidad, y de lo que es una vida con sentido. Debido a cómo funcionamos, nos enganchamos a estas creencias como si fueran ideas a las que hemos llegado por nosotros mismos, el auténtico producto de nuestra voz interior. No es suficiente para nosotros reconocer los valores y creencias del grupo. Tenemos que adoptarlos como propios para que sirvan de guía a nuestra conducta. En otras palabras, igual que pasó con el Caballo de Troya, mucho de lo que constituye nuestro sentido del yo llega desde fuera al abrigo de la noche. Nuestro cerebro utiliza estas fuerzas externas para construir y actualizar el Yo.

Imaginaos el siguiente juego. Estamos sentados en una habitación unas 20 personas y cada uno tenemos una carta con nuestro valor en la frente, nosotros no podemos verla , pero sí vemos el valor escrito en la frente de los demás. Se nos pide que nos emparejemos con la persona que tenga la carta de más valor que quiera emparejarse con nosotros. Al principio no tenemos una idea de nuestro valor, pero eso tiene fácil arreglo: enseguida la mujer con el as de oros va a tener un grupo de admiradores alrededor, mientras que al hombre con el dos de espadas nadie le hará ni caso. George Herbert Mead y Charles Cooley  plantean que la forma en que aprendemos acerca de nosotros mismos en el mundo real no es muy diferente de lo que ocurre en este juego de cartas. A este proceso lo llaman generación de una valoración reflejada ( reflected appraisal generation). Una valoración reflejada sería lo que yo pienso que tú piensas de mí. Se nos bombardea desde pequeños con feedback acerca de nosotros mismos, sea con palabras, pero también con conducta no verbal y con el tono de voz. Y usamos esta información para descubrir quiénes somos. Más que mirar hacia adentro, miramos a los otros para aprender acerca de nosotros mismos. 

Lieberman y Jennifer Pfeifer llevaron a cabo un estudio con adolescentes y Resonancia magnética cerebral. Lo voy a resumir brevemente. Un gran número de estudios de los que Lieberman ha hablado en capítulos anteriores relacionan un área del cerebro en concreto con el sentido del Yo: el cortex medial prefrontal (CMPF). Y existe otras zonas cerebrales, el llamado Sistema de Mentalización, que tiene que ver con adivinar las intenciones, creencias y motivaciones de los demás. Esas áreas incluyen el córtex prefrontal dorsomedial, la unión témporo-parietal,el precúneo, el cortex cingulado posterior y los polos temporales. Entonces se pide a los adolescentes que realicen valoraciones directas  (pienso que soy muy inteligente) y reflejas (mis amigos piensan que soy muy inteligente) acerca de ellos mismos. Lo primero que se observa es lo esperado: cuando hacen valoraciones directas se activa el CMPF y cuando realizan valoraciones reflejas el Sistema de mentalización. Pero lo que ya era más sorprendente es que los adolescentes mostraban una fuerte activación del Sistema de Mentalización cuando estaban haciendo valoraciones directas. Los adultos no hacen esto. Recordad que el Sistema de Mentalización se asocia típicamente con pensar acerca de los estados mentales de los demás. Estos resultados sugieren que, incluso cuando se pregunta a los adolescentes qué piensan de sí mismos, podrían haber traído a su mente en realidad valoraciones reflejadas…lo que ellos creen que otros creen acerca de ellos mismos. es como si el CMPF tomara nuestra valoración de lo que otros piensan de nosotros como un poder o sucedáneo (proxy) de lo que nosotros deberíamos pensar acerca de nosotros mismos.

Este y otros estudios sugieren que el CMPF está implicado en la construcción del Yo y que esta región está menos herméticamente cerrada de lo que solemos pensar. Si el CMPF es en realidad un conducto por el que asimilar los valores y creencias de los que tenemos alrededor, entonces el Yo puede ser un mecanismo por y para el mundo social. La existencia del CMPF asegura que un sistema común de valores sea compartido por los miembros de una comunidad. Aunque creemos -volviendo a los adolescentes- que en esta época se vuelven hacia sí mismos en busca de su yo interior, la mayoría lo que hacen es abrazar la identidad de los que tienen alrededor (amigos, amantes , o los diversos grupos en los que se integran en esa época) Lejos de ser ellos mismos, lo que están haciendo es cargar en su mente los programas, las aplicaciones que ven a su alrededor, las cuales, una vez cargadas, se convertirán en su identidad. Nuestro yo trabaja para el grupo, para asegurar que encajemos en el grupo. Tenemos impulsos egoístas y tenemos impulsos sociales internalizados como parte de nuestro Yo.

Resumiendo, experimentamos la autoconciencia como un proceso privado interno pero según psicólogos como George Herbert Mead, Charles Cooley o Matt Lieberman, la autoconciencia es en realidad un proceso altamente social durante el cual se nos recuerda lo que la sociedad espera de nosotros y entonces nos empujamos a nosotros  mismos en esa dirección.

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martes, 29 de octubre de 2013

Teoría de la Reactancia Psicológica

Comentamos en la entrada sobre el libro Influence, de Robert Cialdini, que uno de los principios utilizados por los vendedores para llevarnos a comprar sus productos es el de la escasez, nos atrae especialmente todo lo que es escaso y lo que sentimos que podemos perder para siempre. Cuando el vendedor pone una fecha límite o sabemos que un producto es el ultimo y no quedan más unidades nos sentimos impulsados a comprarlo. Pero hay otra razón por la que funciona el principio de la escasez: a medida que las oportunidades están menos disponibles, nosotros perdemos libertades. Odiamos perder libertades de las que ya disfrutábamos. Este deseo de preservar nuestras prerrogativas establecidas es la piedra angular de la Teoría de la Reactancia Psicológica, desarrollada por el psicólogo Jack Brehm.
Jack Brehm

Según esta teoría, siempre que una elección libre es limitada o amenazada, la necesidad de mantener nuestras libertades nos hace desearlas (así como los bienes y servicios asociados a ellas) mucho más que antes. Por lo tanto, cuando aumentar la escasez -o cualquier otra cosa- interfiere con nuestro anterior acceso a un objeto, “reaccionaremos en contra” de la interferencia deseando y tratando de poseer el objeto más que antes. Aunque es una teoría muy simple, podría ser aplicable a una gran parte de nuestra conducta y sería también interesante saber cuándo empieza la gente a mostrar ese deseo de luchar contra las restricciones de sus libertades.

Los psicólogos infantiles han rastreado esta tendencia hasta la edad de los dos años, una edad que muchos padres llaman “los terribles dos”. Muchos padres dicen que observan esta conducta en sus hijos alrededor de esta edad. Los niños de dos años parecen ser unos maestros en el arte de la resistencia a la presión externa, especialmente la de los padres. Diles una cosa, y harán la contraria. Dales un juguete y quieren otro, cógeles en brazos en contra de su voluntad y se retuercen hasta que les vuelves a dejar en el suelo, ponles en el suelo en contra de su voluntad y lucharán para que les lleves…

Hay un estudio en niños de 24 meses de edad de media que capta muy bien el estilo psicológico de los terribles dos. Se introduce a los niños acompañados de sus madres en una sala que contenía dos juguetes igual de atractivos. Los juguetes se colocaban siempre de la misma manera, uno estaba disponible y el otro detrás de una barrera transparente de plexiglás. En un caso la barrera de plexiglás era baja y no impedía para nada el acceso al juguete, pero en la otra situación la barrera era más alta y lees impedía el acceso, de manera que tenían que dar toda la vuelta a la barrera para acceder a él. Los resultados fueron muy claros. Cuando el juguete estaba disponible, los niños no mostraban una preferencia especial por él, pero cuando la barrera suponía un obstáculo, los niños iban directos hacia ese juguete contactando con él tres veces más rápido que con el juguete sin obstáculos. los niños mostraron la clásica respuesta de los “terribles dos”: desafío abierto. Hay que decir que las niñas no mostraron en este estudio la misma respuesta de resistencia a las barreras que los niños. Otro estudio sugiere que no es que las niñas no se opongan a las limitaciones de sus libertades sino que ellas muestran reactancia cuando las restricciones vienen de personas y no del medio físico.

¿Por qué emerge la reactancia psicológica a los dos años? Quizás la respuesta tenga que ver con un cambio crucial que la mayoría de los niños sufren en este periodo. Es entonces cuando se reconocen a sí mismos como individuos, como seres separados. Este concepto de autonomía, en desarrollo, trae de forma natural con él el de libertad. Un ser independiente es un ser que realiza elecciones. Un niño con esta nueva comprensión de que es un ser independiente quiere explorar el alcance de sus opciones. La tendencia a luchar por sus libertades y en contra de las restricciones podría entenderse como una búsqueda de información. Buscando los límites de sus libertades los niños descubren en qué parte del mundo van a ser controlados y en qué parte de él ellos son los que pueden controlar. Y los padres sabios son los que les van a proporcionar una información consistente.

Aunque los dos años sea una época de mucha reactancia psicológica, mostramos tendencia a reaccionar a las restricciones  de nuestras libertades durante toda nuestra vida. Otra edad que destaca porque la reactancia toma una forma especialmente rebelde es la adolescencia, los teenagers. Cialdini comenta que un vecino le dijo una vez que “si quieres que un adolescente haga algo tienes tres opciones: hacerlo tú mismo, pagarle por que lo haga, o prohibirle que lo haga”. Igual que a los dos años, este periodo se caracteriza por una emergencia del sentido de individualidad. Es el paso desde niño, sometido a control parental, a adulto, con todos los derechos y deberes correspondientes (bueno, ellos se fijan más en los derechos y menos en los deberes). No es sorprendente por tanto que imponer la tradicional autoridad paterna en esta edad se a menudo contraproducente, los adolescentes lucharán y se resistirán a estos intentos de control.

Nada ilustra mejor el efecto boomerang de la presión paterna en la adolescencia que el “Efecto Romero y Julieta”: como en el caso de Romeo y Julieta, cuanto más se oponga la familia a la relación, más apasionamiento van a mostrar los jóvenes. La interferencia paterna provoca una reactancia psicológica, como se pudo observar en un estudio con 140 parejas de Colorado. Cuando la interferencia paterna disminuía, también lo hacían los sentimientos amorosos. Esto no quiere decir que la moraleja del efecto Romeo y Julieta es que hay que aceptar las elecciones de los adolescentes. Este inicio de los mismos en el delicado juego amoroso les puede llevar a cometer graves errores pero el consejo para los padres es que utilicen herramientas de influencia de adulto (preferencia y persuasión) y no las formas tradicionales de control parental (prohibiciones y castigos). Aunque el caso de Romeo y Julieta es una ficción extrema, sí se  puede producir en la realidad el recurso de los jóvenes a la clandestinidad, la mentira y el engaño.

Hay un matiz interesante en este hecho de la reactancia psicológica. Como estamos comentando, cuando por la pérdida de una libertad previa algo -lo que sea- está menos disponible, lo deseamos más. Pero nosotros no somos conscientes de ello. Es decir, no nos damos cuenta de que nuestro deseo aumentando se debe precisamente a su escasez, a la restricción. Entonces, como notamos que lo queremos más, que lo deseamos más, para dar cuenta de ese deseo aumentado lo que hacemos es atribuir cualidades positivas al objeto (lo cual no es real, porque el objeto es el mismo de antes y no ha cambiado en absoluto). Y esto ocurre no solo con objetos, sino también con la información. Es muy interesante lo que ocurre cuando se censura información.

Casi siempre, de forma invariable, nuestra respuesta ante una información prohibida es que queremos recibir esa información a toda costa y, además, somos más favorables a la misma. Lo intrigante no es que la audiencia quiera recibir la información más que antes, esto parece natural. Lo sorprendente (y tiene implicaciones muy importantes) es que la gente cree más en esa información, aunque no la haya recibido todavía. Se ha observado que si prohibes una conferencia sobre cualquier tema, la gente se vuelve más favorable a ese tema, aunque  no haya oído la conferencia. La ironía de este asunto es que para alguna gente (ciertos grupos políticos marginales, teorías pseucientíficas, etc.), la estrategia más efectiva para extender sus opiniones no es , paradójicamente, dar publicidad a sus puntos de vista, sino conseguir que sean censurados y dar publicidad entonces a la censura de los mismos. Hay algunos datos de que la reactancia psicológica es la causa de que algunas personas hayan derivado hacia un tipo de acción o ideas políticas que no habrían tomado de no ser por ella.

Y no son sólo las ideas políticas las que son susceptibles de sufrir este efecto de la restricción, sino por ejemplo las limitaciones de acceso a material sexual. La censura de material educativo sexual tiene efectos contraproducentes también. En un estudio se mostró a estudiantes unos anuncios de una nueva novela, pero a la mitad de ellos se añadió la frase: “Libro sólo para adultos, restringido a mayores de 21 años”. Cuando los investigadores preguntaron a los estudiantes encontrar la reacción que ya hemos comentado frente a otras prohibiciones: los que habían visto la frase de censura tenían más ganas de leer el libro y pensaban que les iba a gustar más. En opinión de Cialdini, prohibiciones oficiales de materia sexual podrían llevar a fines contrarios a los deseados ya que la censura va a aumentar el deseo de los jóvenes por ese material y les va a llevar a verse a sí mismos como el tipo de individuos que desean ese material.

Resumiendo, el fenómeno de la reactancia psicológica ocurre a lo largo de toda la vida, aunque es especialmente llamativo a los dos años y en la adolescencia, y tiene importantes consecuencias prácticas en muchas esferas de nuestra vida.

Referencia

Brehm J.W. A theory of psychological reactance. New York: Academic Press. 1966

Burgoon, M, Alvaro E, Granpre J,& Voulodakis M (2002) Revisiting the theory of psychological reactance. In JP Dillard and M Pfau (Eds) The persuasion handbook:Theory and Practice (pp213-232). Thousan Oaks, CA:Sage


Robert B Cialdini. Influence. Science and Practice. Pearson Education 2009 (páginas 203-213)

miércoles, 23 de octubre de 2013

Los Orígenes del Igualitarismo

Christopher Boehm es profesor de antropología y tiene también formación en primatología ya que estuvo con Jane Goodall en el parque nacional de Gombe, estudiando a los chimpancés. Es autor de numerosos artículos y libros y dirige el centro de investigación Jane Goodall de la Universidad del Sur de California.

En su libro Hierarchy in the forest se plantea la evolución de la conducta igualitaria y trata de responder a la pregunta de si el hombre es por naturaleza jerárquico o igualitario. El problema que trata de responder es el siguiente: si observamos la evolución humana desde nuestros ancestros primates comunes vemos que la evolución del igualitarismo traza una U jerárquica. Es decir, venimos de especies fuertemente jerárquicas, luego aparecen los cazadores recolectores que son considerados igualitarios y luego aparecen reinos, imperios y otros tipos de orden social fuertemente jerárquicos (esclavitud, siervos, etc). Si nuestra naturaleza es jerárquica ¿cómo pudo surgir el igualitarismo?

Primero habría que revisar si esta visión es correcta. Boehm analiza a nuestros primos primates chimpancés, gorilas y bonobos e incluso reconstruye la conducta del ancestro común a todos ellos, hace 7-9 millones de años (humanos incluidos). Su conclusión es que era un animal jerárquico como lo son los primates actuales. En cuanto a las sociedades de cazadores recolectores, aunque no cae en una fantasía hippie de paz y amor sí que es verdad que reconoce que eran sociedades francamente igualitarias, con toma de decisiones en común y con un control por parte del grupo de la conducta de los líderes, que en ningún momento puede actuar tiránicamente a su antojo. Los datos antropológicos y el estudio de cazadores recolectores actuales confirman estas conclusiones. Esto no quiere decir que todos los individuos de estas sociedades fueran  iguales y desde luego había competición y asesinatos, sobre todo por mujeres.

Por eso, Boehm nos plantea que no es que en los cazadores-recolectores desaparezca la jerarquía sino que ocurre lo que el llama una “jerarquía inversa”, es decir, una coalición de los individuos subordinados para controlar a los machos alfa deseosos de mandar y dominar. Las causas de que se produjera esa inversión son diversas. Por un lado está la costumbre de comer carne. La caza siempre se ha compartido entre todos los individuos de un grupo de cazadores-recolectores y esto es algo que se ha observado en todas estas culturas. Tampoco es un compartir amoroso e incondicional, sino un compartir “vigilante” en el sentido de que se llevaban las cuentas de quién compartía y quién no y se castigaba al que no cumplía con las normas. Este hecho de que surgiera una “comunidad moral” es también importante porque el que no cumplía las normas iba sufriendo una serie de castigos “in crescendo” desde cotilleos a exclusión, ostracismo e incluso la ejecución. Las normas se referían a temas como el incesto, el adulterio, el asesinato, etc., y en cierto momento también incluyeron el comportamiento del lider.

Estamos hablando de la formación de coaliciones y esto es algo que ya ocurre en primates. Los chimpancés hacen por un lado coaliciones de dos o varios machos para deponer al macho alfa, pero también se han observado coaliciones más amplias como un caso descrito por De Waal  de coalición de todas las hembras contra un macho alfa que estaba comportándose de manera inadecuada. El macho tuvo que ceder. También los chimpancés forman patrullas para controla el perímetro de su territorio y atacar a bandas rivales.

Otro elemento que pudo llevar a una inversión de la jerarquía es la invención de las armas. Aunque las armas se inventaran para cazar, está claro que desde el principio se usaron contra otros seres humanos. Y las armas cambiaron la relación de poder porque ya no se basaba todo en la fuerza física. Era posible matar a alguien más fuerte en una emboscada o mientras dormía. La invención de las armas habría llevado también a una disminución del dimorfismo sexual, ya que, desde su introducción, los seres humanos ya no necesitarían las armas naturales de lucha (caninos, mandíbulas, etc). El mismo Darwin era de esta opinión y Washburn llega a proponer que las armas son también las responsables de la pérdida del pelo corporal porque ya no tenia sentido hacer las demostraciones de fuerza que hacen los chimpancés poniendo todo el pelo de punta para aumentar su tamaño e intimidar al oponente. A ello se habría unido la selección sexual al preferir las hembras a individuos con menos pelo. A Boehm le parece que esta hipótesis tiene mérito y que es  bastante creíble, progresivamente se redujeron los caninos, la cantidad de pelo y la erección del mismo, de la que nos ha quedado como vestigio la piel de gallina.

Por medio de las armas, y de la unión, los grupos podían dominar a cualquier individuo dominante. ¿Cuando fue esto posible? Boehm dice que las armas pudieron transformar la conducta política hace 500.000 años. Esto son unas 20.000 generaciones, un tiempo suficiente para que la selección natural actúe sobre el tamaño corporal, la dentición, el pelo, e incluso la eficacia de la bipedestación. Pero junto con ello tuvo que ocurrir una evolución cognitiva, es decir un desarrollo de las capacidades cognitivas y de comunicación (lenguaje). Para Boehm estas adaptaciones y mejoras cognitivas deberían haber ocurrido previamente a la inversión de la jerarquía para que esta fuera posible. En la estimación más conservadora, Boehm dice que la conducta igualitaria apareció ya hace 100.000 años con total seguridad. Una vez de que apareciera esta conducta igualitaria en alguna tribu seguro que no pasó desapercibida a sus vecinos y se iría extendiendo por contagio y difusión cultural.

En cuanto a la naturaleza humana, Boehm cree que tenemos un deseo subyacente de dominar y que cuando nos sometemos (o nos someten) siempre queda un resentimiento, dado que preferiríamos dominar. Es decir, que queda un deseo de cambiar esa situación si fuera posible (siempre a la espera de que las cosas cambien), y este resentimiento cree que es universal. Si, además, el sometimiento, o la dominación, es dura o injusta el deseo de revertir la jerarquía - deponer al tirano- va a ser mayor. Hay una ambivalencia entre el deseo de dominar y el miedo a meterte en la pelea equivocada y desaparecer. El poder colectivo de los subordinados resentidos estaría en la base de la sociedad igualitaria, y ya tenemos trazas de estas conductas en chimpancés. Los seres humanos han vivido y viven siempre en algún tipo de jerarquía, pero son sensibles al abuso de poder. Según Boehm, nunca podremos vivir en sociedades igualitarias “relajadas” como las de los monos ardilla porque estos monos tienen disposiciones internas muy diferentes a nuestras tendencias primates inherentemente despóticas.

Para concluir, una cuestión colateral. En este contexto, es muy interesante plantearnos la evolución del trastorno antisocial de la personalidad (los psicópatas), cosa que no parece fácil de entender a primera vista. Si estamos hablando de que las sociedades igualitarias eran capaces de castigar al aprovechado, al asesino, al que no coopera y no devuelve favores, ¿cómo es posible la existencia de psicópatas, de individuos antisociales? Se supone que serían expulsados del grupo, o ejecutados, con lo que su capacidad de dejar descendencia disminuiría. En sociedades grandes como la nuestra es fácil entender la existencia de sujetos parásitos que se aprovechen de los instintos de cooperación de los demás. Si en un sitio son detectados y excluídos siempre pueden emigrar a otro lugar y engañar a otra gente. Pero en los pequeños grupos de cazadores recolectores se conocían todos y esto sería imposible. Me parece muy difícil entender la existencia de psicópatas en bandas de cazadores recolectores. 

Podríamos pensar que estos individuos más violentos fueran buenos cazadores o guerreros y que el grupo les consintiera conductas desviadas a cambio de sus aportaciones en la guerra, por ejemplo. Pero Boehm estudia este asunto con detenimiento y pone muchos ejemplos de pueblos donde hay muchos mecanismos para evitar precisamente que líderes guerreros, o buenos cazadores, se beneficien de esa situación. Otra posibilidad es que la psicopatía sea de origen reciente, que pareciera junto con las ciudades y el crecimiento de los grupos sociales, es decir desde la aparición de la agricultura. No sé cuál es la respuesta pero me inclino por esta última posibilidad como mejor forma de entender la proliferación de individuos parásitos. 

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martes, 15 de octubre de 2013

Ciencia y Práctica de la Influencia (Las distintas formas de influenciar a las personas)



Es más fácil resistir al principio que al final
-Leonardo da Vinci

Robert Cialdini se ha dedicado a estudiar las diversas formas en que se puede influenciar a las personas y conseguir de ellas lo que queremos. Resume sus hallazgos en su libro Influence: Science and Practice, que es un libro serio y práctico a la vez, muy útil desde luego si te dedicas a las ventas o el márketing, pero también para psicólogos o terapeutas porque pueden encontrar ahí trucos para ayudar a sus pacientes a cambiar y mejorar. Vamos a ver por encima lo que nos cuenta Cialdini en este libro.
Robert Cialdini

Aunque hay miles de tácticas para conseguir que una persona te diga sí, la mayoría de ellas se pueden agrupar dentro de seis categorías básicas. El libro está organizado alrededor de esos seis principios que son: reciprocidad, compromiso y consistencia, prueba social, gustar o caer bien, autoridad y escasez. Del primero, la regla de la reciprocidad, ya hemos hablado aquí, así que vamos a ver someramente los demás. Cialdini explica el principio, da ejemplos de cómo se utiliza para engañar a la gente y en cada caso nos dice también cómo podemos defendernos de esta estrategia de influencia.

Compromiso y Consistencia

Estudios de varios tipos han encontrado que una vez que tomamos una decisión, o tomamos una posición, nos vamos a encontrar presiones personales e interpersonales para comportarnos consistentemente con ese compromiso o decisión. Por ejemplo, en un estudio, los que apostaban en las carreras de caballos tenían más confianza, después de apostar, en que ese caballo iba a ganar. También se ha comprobado que la gente valora más los objetos, una vez que los ha comprado y que les cuesta más desprenderse de ellos. Por otro lado, Leon Festinger y otros teóricos han visto que el deseo de consistencia es una motivación central en la conducta humana. El impulso a ser y comportarse de forma consistente es un arma importante de influencia social y a veces nos puede llevar a comportarnos de forma contraria a nuestros intereses. Para ilustrar el principio, para ver hasta qué punto la gente estaba dispuesta a arriesgarse por los demás se hizo un estudio en una playa que consistía en que un sujeto se tumbaba  a tomar el sol y luego dejaba sus objetos personales en la toalla mientras iba a bañarse. Momentos después aparecía otro actor haciendo de ladrón y robaba esos objetos. De 20 ocasiones sólo en cuatro la persona que estaba al lado salió corriendo o se enfrentó al supuesto ladrón. Pero la cosa cambiaba radicalmente cuando el bañista le decía al individuo de al lado si le cuidaba por favor los objetos mientras iba al agua. En ese caso en 19 de 20 ocasiones defendieron las posesiones del bañista. Parece que los compromisos son también más eficaces cuando se hacen en público, delante de los demás.


¿Cómo utilizan este instinto los vendedores? Bueno pues del truco es conseguir que el cliente haga un compromiso o tome una posición, y a partir de ahí tiene que llegar al final. Hay muchos trucos pero uno muy conocido es lo que en inglés se llama “lanzar una bola baja” y que utilizan mucho los vendedores de coches. Se le ofrece al cliente un descuento muy bueno, supongamos de 500€, que en realidad es una trampa. El vendedor no tiene la intención de cumplirlo pero su propósito es que el cliente  realice la decisión de comprarlo. Después, cuando van a formalizar la compra alguien (el propio vendedor, el jefe, el departamento financiero...) le dice al cliente que ha habido un error y que no se puede hacer ese descuento, o algo similar. Otra variante sería decirle que se le va a dar mucho por su coche usado y luego el departamento de tasaciones le dice que ese precio es imposible.

En cuanto a la defensa ya os adelanto que es siempre muy difícil porque estos principios de influencia tocan teclas de nuestra naturaleza humana, que son adaptativas y que es bueno seguir la mayoría de las veces. En este caso concreto Cialdini nos recomienda fijarnos en nuestras sensaciones corporales, cuando nos han atrapado ( cuando nos vienen al final con que no hay descuento) notamos algo en el estómago y “sentimos” que no queremos hacerlo. Cialdini nos propone preguntarnos: “Sabiendo lo que sé ahora sobre el precio del coche -o lo que sea- , si pudiera ir atrás en el tiempo, ¿haría la misma elección? ¿habría elegido este coche?” Si la respuesta es no, deberíamos negarnos.

Me parece que a este principio recurren, de manera intuitiva, los niños cuando nos insisten o bombardean con una petición hasta que les digamos que sí, que se lo vamos a comprar, sabiendo que si lo prometemos no vamos a echarnos atrás.

Prueba Social

El principio de la prueba social dice que determinamos lo que es correcto fijándonos en qué es lo que otra gente piensa que es correcto. Consideramos una conducta correcta en una situación dada según el grado en que otras personas muestran esa conducta en la misma situación. Y cuanto más confusa o poco familiar sea una situación más nos fijaremos en los demás para saber lo que tenemos que hacer. También vamos a imitar más a la gente que es parecida a nosotros. No hace falta dar muchas pruebas de este principio: compramos los libros, discos, ropas, o lo que sea, que todo el mundo compra. Son famosos los experimentos de Milgram en Central Park donde ponía a una persona mirando a un edificio y la gente pasaba sin más, pero si 5-6 personas miraban hacia el edificio, toda la gente se paraba a mirar. Cuanta más gente piense que una idea es correcta más probabilidades hay de que un individuo concreto la perciba como correcta.

¿Cómo utilizan este principio para vendernos cosas? Pues de múltiples maneras. Por ejemplo están las risas enlatadas en la TV. Muchos vendedores piden al cliente nombres de amigos y luego les dicen que su amigos Pedro y María y Carlos y Sonia han comprado también una enciclopedia.. Simplemente publicitar las cifras de ventas de libros, etc. ¿Y cómo podemos defendernos? Pues vuelve a ser difícil porque hacer lo que la gente hace suele ser una buena regla la mayoría de las veces, pero si funcionamos con el piloto automático y nos dejamos llevar nos podemos equivocar. Por un lado, hay casos en lo que la evidencia de apoyo social a una cosa es falsa. Cialdini dice que debemos sospechar siempre que observemos una manipulación. Hemos hablado de las risas enlatadas y ese truco ya se utilizaba en la ópera con aplaudidores profesionales a los que se les pagaba por aplaudir. También vemos en TV testimonios personales que sabemos que son de actores o de profesionales pagados para decir que usan determinados productos. Propone que cada vez que observamos eso que desconectemos el piloto automático. 

Por otro lado, propone algo evidente: que la verdad no es cuestión de número y cuenta el caso de un banco de Singapur que tuvo que cerrar porque la gente se puso a sacar el dinero todos a la vez. Cuando se investigó el asunto resulta que una huelga de autobuses había hecho que se acumulara mucha gente en la parada justo delante del banco y la gente interpretó que la cola eran clientes del banco y se puso a sacar el dinero. Cialdini propone que chequeemos el funcionamiento de nuestro piloto automático pero me temo que eso no es suficiente.

Gustar. Caer bien

Esta es un arma también muy conocida. El típico vendedor que se hace nuestro amigo o que busca puntos de similitud con nuestros gustos o preferencias. Nos pregunta de dónde somos y si le decimos que de León pues resulta que su mujer también es de León, o cosas por el estilo. Si ve que llevamos palos de golf en el maletero nos dice que cuando acabe de trabajar va a ir a hacer unos hoyos, etc. El principio o regla en que se basan estos trucos es que preferimos decir sí a individuos que nos gustan y que conocemos. Nos influencia el atractivo de una persona, su similitud con nosotros y la familiaridad, el contacto repetido con una persona.

La defensa, de nuevo complicada, consiste en captar si nuestra simpatía por una persona es demasiada, dadas las circunstancias. Deberíamos preguntarnos: “en los 25 minutos que conozco a este tipo, ¿me gusta más de lo que sería esperable? Si la respuesta es positiva sería que somos víctimas de una manipulación y deberíamos reconsiderar nuestra decisión de compra o lo que fuera.

Autoridad

El poder de la autoridad para influenciar a las personas es algo también evidente. Cialdini dedica mucho espacio a los famosos experimentos de Milgram y no nos vamos a extender en ello. El instinto de obediencia forma parte de nuestra naturaleza y tendemos a confiar en personas de autoridad. Lo gracioso es que a veces bastan los símbolos de autoridad, como un uniforme, para que cumplamos con lo que nos dicen, o la simple apariencia de autoridad. Ha habido actores que han interpretado a médicos en la pantalla (como Robert Young Sanka que interpretaba al Dr. Marcus Welby) que han realizado anuncios recomendando un producto, y a pesar de que la gente sabe que es un actor y no es verdaderamente médico, los anuncios han resultado un éxito de ventas.

Como defensa, Cialdini nos plantea hacernos dos preguntas: ¿es verdaderamente un experto esta persona? y ¿realmente podemos esperar que este experto sea sincero? Si el experto se está lucrando o beneficiando de ese consejo, hay que dudar de que realmente sea sincero.

Escasez

Según el principio de escasez, la gente asigna más valor a oportunidades u objetos cuando están menos disponibles. El principio de escasez funciona por dos razones. Primero, porque las cosas difíciles de conseguir son típicamente más valiosas, de manera que la disponibilidad de un objeto es un buen atajo para informarnos de su calidad. Segundo, cuando las cosas son más escasas perdemos libertades y la teoría de la reactancia psicológica dice que respondemos a la  pérdida de libertades queriendo esas cosas más que antes. Las estrategias de los vendedores para aprovecharse de esta inclinación psicológica son múltiples, como poner un fecha límite para comprar una cosa, recortar a un número limitado, etc. Cialdini cuenta una anécdota personal. Él vive en Mesa, una ciudad con una gran población mormona que tiene un gran templo mormón. A Cialdini nunca le había interesado el templo hasta que leyó en el periódico que una zona especial del templo que no pueden visitar más que los fieles iba a estar abierta al público. Resulta que cuando se construye un templo mormón durante unos días se puede visitar esa zona. Y si se hacen trabajos de reparación de gran magnitud -como era el caso- se considera que el templo es nuevo y se aplica esa costumbre. Resulta que a Cialdini le entraron unas ganas enormes de ir y se puso a llamar a sus amigos que con buen juicio le pararon los pies. Cuando Cialdini se paró a pensar se dio cuenta de que ese sector especial del templo le interesaba simplemente porque iba a dejar de estar disponible.

La defensa contra este principio es muy difícil porque el atractivo de lo escaso es algo emocional y no es racional. Precisamente esta es la clave que Cialdini nos da para intentar resistirnos: darnos cuenta del alto grado de excitación y de alteración emocional que sufrimos. Una vez conscientes de esto, deberíamos valorar fríamente los méritos y cualidades del objeto en cuestión, independientemente de su disponibilidad.

Conclusiones

Cialdini hace una interesante reflexión al final del libro. Decimos (no es del todo cierto, pero bueno) que los animales inferiores tienen unas capacidades cognitivas limitadas y se guían por reglas fijas para actuar. Por ejemplo, un pájaro dará de comer a una cría si está en su nido sin pararse a mirar que igual esa cría no es suya sino de un cuco. Es evidente que nosotros también nos guiamos por atajos para tomar decisiones, como se demuestra a lo largo del libro. Pero es que, según Cialdini, aunque nosotros tenemos una potencia cognitiva mucho mayor que los animales, hemos usado ese sofisticado aparato mental para crear un mundo  tan complejo, que cambia tan rápido, tan lleno de información que al final tememos que tratar con él de la misma manera que los animales tratan con su mundo más simple. Es como la famosa ley de Moore, pero aplicada a la Biología. Nosotros tenemos más potencia mental que un chimpancé pero el mundo que hemos creado, la información que manejamos, es tan grande que, en proporción, estamos igual de indefensos que ellos.

Vivimos en un mundo en el que la mayor parte de la información tiene menos de 15 años de antigüedad. En algunos campos de la ciencia (en Física, por ejemplo) la información se dobla cada 8 años. Los investigadores bombean información que llena unas 400.000 revistas científicas en todo el mundo. Toda esta avalancha de información es posible por el progreso tecnológico. Pero el resultado es que nuestra capacidad de procesar información  es inadecuada para manejar esa abundancia de datos de la vida moderna. Al contrario que los animales, cuyos poderes cognitivos siempre han sido deficientes (según Cialdini, yo me inclino a pensar que han sido lo que necesitaban), nosotros nos hemos creado nuestra propia deficiencia construyendo un mundo radicalmente más complejo.

La consecuencia de esta nueva deficiencia es que, a la hora de tomar una decisión, cada vez será menos frecuente que podamos realizar un análisis completo de la situación. En respuesta a esta “parálisis de la decisión” nos centraremos en una característica de la situación, relativamente fiable, para valorar toda la situación. Esto deja la puerta abierta a la manipulación.

Para acabar, una anécdota personal. Justo ayer (después de haber leído el libro de Cialdini ya hace un tiempo obviamente) me “limpiaron” dos euros de una manera que me da vergüenza reconocer. Se acercó una chica en la calle que se dirigió a mí por medio de gestos y vi que llevaba unas hojas de esas típicas de recogida de firmas y en el encabezado pedían un centro para sordomudos. Normalmente suelo pasar de esas cosas pero, probablemente por tratarse de un colectivo de minusválidos, me puse a rellenar los datos y firmar la petición, pero resulta que al final había una casilla para aportar una colaboración económica, y figuraba lo que las personas anteriores habían donado. Principio de la coherencia: dado que estaba pidiendo un centro para ellos no podía negarme a colaborar en la empresa, así que le di dos euros. Luego me comentaron que eran unos timadores, que ni eran sordomudos ni nada. Ahora veo muy claro que el principio que utilizaron (entre otros) fue el del compromiso  y la coherencia pero eso no me devuelve los dos euros. Lo que quiero decir es que si buscas conocimiento en el libro de Cialdini lo vas a encontrar, pero si te va a servir en la práctica o no eso ya es otra cuestión. A mí parece que no me ha servido de mucho :-).

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domingo, 13 de octubre de 2013

El problema Micro-Macro y la conducta de masas

Duncan Watts cuenta en su libro Everything is obvious once you know the answer un experimento mental muy interesante. Watts está hablando de lo que en Sociología se conoce como el problema Micro-Macro, que consiste en que los resultados que los sociólogos tratan de explicar son en esencia “macro”, es decir, que implican a gran número de personas, o a grupos de gente. El éxito de un libro , la popularidad de una canción, el comportamiento de los mercados, empresas, gobiernos, etc., todo ello requiere grandes números de individuos. Pero, a la vez, es evidente que todos esos resultados están producidos por acciones “micro” de individuos humanos concretos, que están tomando sus decisiones sobre qué canción oír o qué acciones comprar, o lo que sea.
Duncan Watts

Este problema ocurre en otros campos de la ciencia, donde se le conoce por el nombre de “emergencia”. Un conjunto de átomos da lugar a una molécula, un conjunto de moléculas da lugar a un aminoácido, un conjunto de aminoácidos y otras sustancias químicas da lugar a la célula, y así sucesivamente. Generalmente no es posible derivar las leyes que rigen a una escala a partir de las leyes que rigen en la escala inferior. En genética, se está viendo que los genes interactúan con otros genes en complejas cadenas de activación e inhibición para expresar unos rasgos fenotípicos y que no se puede reducir ese fenotipo a las propiedades de un solo gen. De la misma manera, en temas sociales, los individuos son influídos por lo que otra gente está vistiendo, haciendo o diciendo.

La solución que se suele dar a este problema en el campo social es utilizar “actores sociales”, colectivos, como familias, mercados, partidos políticos, estados-nación, etc. Las familias “deciden” dónde ir de vacaciones, las empresas “deciden” entre diferentes estrategias comerciales o los partidos políticos “persiguen” sus agendas. Pero todo el mundo reconoce que ni las corporaciones, ni los partidos políticos ni incluso las familias  tienen sentimientos, creencias, o imaginan el futuro de la misma manera que lo hacen las personas individuales (sólo hay que pensar lo complicado que es decidir dónde ir de vacaciones en una familia, y que cada individuo tiene fuertes convicciones al respecto :))

En este contexto explica un modelo de Mark Granovetter sobre la producción de disturbios en las ciudades que tiene su gracia, aunque no deja de ser un modelo matemático basado en unos supuestos muy simples, y no hay que tomarlo al pie de la letra. 

Pongamos que tenemos cien estudiantes que se han reunido en la plaza de la ciudad protestando por el incremento de las tasas universitarias por parte del gobierno. Los estudiantes están enfadados y frustrados por su falta de influencia en el proceso político y hay un riesgo de que la situación se descontrole. Pero, a la vez, son gente civilizada y educada que entiende que es preferible el diálogo y la razón a la violencia. Cada individuo de la masa se ve arrastrado por dos instintos diferentes: uno de romper y quemar cosas para que se le escuche, y otro de mantener la calma y protestar pacíficamente. Cada uno tiene que tomar una decisión entre estas dos opciones. Pero no están tomando esa decisión independientemente, sino que la están realizando, por lo menos en parte, en respuesta a lo que otros individuos están, a su vez, haciendo. Cuantos más individuos generen un disturbio, más posibilidades hay  de que el gobierno se de por enterado del descontento y también más riesgo  de que se altere nuestra percepción del riesgo, menos riesgo de que un individuo concreto sea detenido, más posibilidades de que toda la masa se vuelva loca y  se destruyan cosas. En definitiva, cuanta más gente participe más riesgo de que un individuo concreto se sume al tumulto.

Sin embargo, en la masa, como en todo en la vida, cada individuo tiene una tendencia diferente a la violencia. Tal vez los que tienen menos problemas económicos van a verse menos afectados por las medidas, otros pueden pensar que la violencia tiene utilidad política, otros pueden estar en contra de la policía o de los políticos, o lo que sea. Es decir, que podemos ver a cada individuo de la masa como que tiene un umbral, un punto, a partir del cual se uniría a la revuelta. Este umbral representa la susceptibilidad a la influencia por parte de otras personas. Y aquí podemos tener desde un “loco” que provocaría disturbios aunque nadie los provocara hasta un “ghandi” que no provocaría disturbios aunque todo el mundo los provocara. Para ilustrar lo que podría pasar vamos a suponer que cada individuo de la masa tiene un umbral diferente. Un sujeto tiene un umbral de cero, mientras otro tiene un umbral de una persona para añadirse a la revuelta; un tercero tiene un umbral de dos individuos que se sumen previamente para embarcarse él, etc., hasta llegar  a la persona más conservadora que sólo se uniría a la revuelta si los otros 99 lo han hecho.

¿Qué pasaría? Bueno, el señor “loco” - el del umbral cero- empezaría a romper cosas y lanzar objetos a propósito de nada. Entonces se le uniría el del umbral uno y juntos harían que se les sumara una tercera persona, etc. Al final, la masa en su conjunto entraría en la revuelta y se generaría el caos, intervención policial incluida y demás. Pero imaginemos ahora que en la ciudad de al lado se ha convocado una manifestación exactamente igual, del mismo número, cien estudiantes. Pero en este caso no hay ninguna persona que tenga un umbral 3, aunque sí existen dos personas que tienen un umbral 4. Para un observador exterior la diferencia es tan diminuta que sería inobservable. ¿Qué pasaría en esta ciudad? Bien, el señor “loco” empezaría exactamente igual que en la otra a romper cosas, se le uniría un segundo, y luego un tercero. Pero, al no haber nadie con un umbral de 3 la revuelta se pararía ahí justo nada más empezar.

Ahora imaginemos lo que unos observadores exteriores en estas ciudades observarían. En la ciudad A  verían unos disturbios gordísimos, con cristales de establecimientos rotos, coches quemados, etc. En la ciudad B verían una masa ordenada, civilizada. Y se preguntarían que es lo que había de diferente en la gente, o en las circunstancias, para que el resultado fuera tan diferente. Tal vez los estudiantes de la ciudad A estaban más enfadados o desesperados que los de la B. Tal vez las tiendas estaban menos protegidas o la policía fue más agresiva, o tal vez la masa de la ciudad A tuvo un portavoz más convincente que encendió sus ánimos de manera más eficaz. Estas son el tipo de explicaciones que el sentido común generaría, obviamente algo tiene que ser diferente o no  podríamos explicar las divergencias. Pero nosotros sabemos que , aparte del nivel del umbral de un solo individuo, no había ninguna otra circunstancia diferente entre la gente.

Para entender los diferentes resultados tienes que tener en cuenta las interacciones entre los individuos, lo que requiere que sigas la cadena completa de decisiones individuales. Este es el problema Micro-Macro. En el momento que intentas saltarte  esa secuencia micro y la sustituyes por un agente para la conducta de todo el colectivo estamos perdiéndonos la esencia de lo que ha ocurrido realmente, independientemente de lo que asumas acerca del agente colectivo. 

Se trata de un planteamiento simplista y seguro que hasta erróneo, pero ilustra muy bien la dificultad de entender los fenómenos sociales y las diferencias según nos situemos a escala individual o colectiva. La mayoría de las veces va a ser necesario que tengamos en cuenta la configuración de la red total de personas y las interacciones entre todas ellas, más que las características o propiedades de cada individuo concreto.

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