sábado, 26 de marzo de 2016

Informe caso Germanwings

La comisión francesa de investigación de accidentes aéreos (BEA) acaba de dar a conocer el informe sobre el accidente del avión de Germanwings que pilotaba Andreas Lubitz. No he leído el informe sino los comentarios que han aparecido en prensa, que no parecen haber tenido mucha repercusión en la ciudadanía. La conclusión principal, en el aspecto médico, es que hay que poner la seguridad de las personas por encima del secreto profesional y de la confidencialidad de los datos médicos.

Según informa el País, los investigadores sostienen que debe haber un equilibrio entre la confidencialidad y la seguridad aérea. Por eso recomiendan romper el secreto profesional en casos graves de  desequilibrios psicológicos de los pilotos, si bien exigen “reglas claras” para determinar el comportamiento de los médicos en estos casos. Estas reglas no existen en Alemania, donde vivía el piloto, ni en casi ningún lugar del mundo, por lo que los expertos piden nuevas normas para aclarar qué hacer cuando chocan el secreto médico profesional  y la necesidad de proteger a los viajeros. Los expertos sostienen que hay que definir las condiciones de seguimiento de los pilotos con antecedentes de problemas psicológicos aunque también destacan que los propios pilotos son reticentes a la hora de admitir posibles problemas psiquiátricos por miedo a perder el empleo. Por eso, recomiendan también programas y planes de ayuda y apoyo a los profesionales de la aviación.

Bien, creo que esas “reglas claras” no van a existir porque no se pueden dar. El suicido y el homicidio realizado por pacientes mentales son sucesos muy raros que no se pueden predecir precisamente por su rareza. Y un suicidio ampliado como el realizado por Lubitz es un auténtico cisne negro, algo todavía más raro dentro de lo raro. Ahora que ha ocurrido nos parece, por la falacia retrospectiva o del historiador, que era claramente previsible que ocurriera. Pero realmente no lo era. Por eso, creo que tomar medidas contra cisnes negros no va a impedir que ocurran y va a complicar el tratamiento de la mayoría de los casos normales que podemos ver a diario (que incluyen muchos otros casos además de los de pilotos de aviación).

Decía en la entrada sobre antipsiquiatria y antipsicología que vivimos en una sociedad que se caracteriza por dos elementos irreconciliables: tratar y cuidar al paciente con un trastornos mental y ocuparse de la seguridad de la comunidad en la que vive, las dos cosas a la vez. El viejo dilema entre libertad y seguridad. No queremos estigmatizar a los pacientes mentales pero a la vez no queremos que conduzcan (lo que les impide acceder aun trabajo) y se van a realizar, por ejemplo, controles sorpresa para ver si los pilotos toman drogas o antidepresivos. Un deseo es que todo tiene que estar previsto, todo tiene que ser perfecto y no se tolera la incertidumbre ni el error. Pero a la vez queremos que las personas sean libres y no tengan limitaciones de ningún tipo. Y por si fuera poco, se espera que los juicios sean de blanco o negro: no sólo hay que pensar en que un aviador deprimido vaya a estrellar su nave llena de pasajeros, sino que además hay que estar seguro de si lo va a hacer o no. En este tema del riesgo de actuación de una persona con un trastorno mental ocurre que actuar antes de un hecho es actuar demasiado pronto (porque no se sabe si realmente va a ocurrir) pero actuar después es actuar demasiado tarde.

La sociedad debería escoger un camino u otro, no se pueden cubrir a la vez los errores de tipo positivo y los de tipo negativo. Si yo un detector de humos lo regulo para que salte a la mínima me va a avisar de incendios que no son tales, tendré muchos falsos positivos. Pero si pongo el umbral para que salte my alto igual no se dispara cuando hay un incendio de verdad (falso negativo). Las dos cosas son imposibles. La sociedad debería elegir entre la seguridad y tomar medidas que van a limitar la libertad de la gente de manera que se actuará y se perjudicará a pacientes que nunca harían nada (es decir aceptar muchos falsos positivos). O, en el caso contrario, la sociedad debería mantener las libertades de las personas y aceptar que de vez en cuando pueden ocurrir casos como este. Pedir las dos cosas es pedir lo imposible, pero es lo que hay. 

Veremos a ver qué normas se legislan pero lo que seguramente va a ocurrir es que las contradicciones de la sociedad recaerán una vez más sobre los psiquiatras y los psicólogos que evalúen a los pacientes, que tendrán que lidiar con la incertidumbre y la indefinición y responder después, a toro pasado, ante la ley.


@pitiklinov

domingo, 20 de marzo de 2016

Heredable no es igual a inmutable

Dorothy Bishop publicó un artículo el año pasado sobre la relación entre genética y psicología que creo que es muy interesante. Se centra en la dislexia pero todo lo que comenta es igualmente aplicable a la mayoría de los trastornos mentales. La dislexia es un trastorno que corre en familias y se ha estimado que su heredabilidad es del 60%. Sin embargo, esto no quiere decir que en cualquier momento se vayan a descubrir genes que nos puedan servir para hacer screening a nivel de la población porque la genética de la dislexia no es de tipo mendeliano, como el Huntington por ejemplo, que se debe a una alteración en un solo gen. Como muchos otros trastornos, la dislexia se debe a los efectos combinados de muchos genes, y a factores ambientales, cada uno de los cuales tiene una pequeña influencia, aunque algunas variantes raras se pueden deber a pocos genes con gran efecto.

Como decía, el artículo es muy recomendable pero lo que me ha llamado la atención especialmente es el último apartado con el que acaba el artículo donde explica que el hecho de que algo sea heredable no quiere decir que sea inmutable, idea que está muy extendida entre la población. Como me ha parecido que lo explica muy bien voy a transcribir aquí ese apartado final entero:

“Una etiología genética no significa que una condición no sea tratable

¿Pueden los hallazgos genéticos ser útiles en una intervención? A menudo se asume que si se encuentran efectos genéticos el niño no podemos tratar al niño. Sin embargo, alta heredabilidad no implica inmutabilidad: implica que el rango de experiencias ambientales que se encuentran habitualmente en la vida diaria no tienen prácticamente impacto en ese rasgo, pero no dice nada acerca del impacto de experiencias ambientales nuevas. Cuando, por ejemplo, un niño tiene una miopía heredable no le tratamos como una víctima pasiva de su destino genético. Por contra, les ponemos gafas: una intervención que está fuera del rango de experiencias normales, pero que está diseñada para contrarrestar el efecto genético. Una lógica puede aplicarse al caso de la dislexia: si hay variantes genéticas que afectan cómo aprende el niño, necesitamos encontrar la vía por la que afectan al desarrollo y función del cerebro. Esto nos permitirá encontrar vías de intervención para mejorar el problema, intervenciones que deben ser diferentes de las experiencias normales de enseñanza. Nos falta mucho para saber cono hacer esto, pero la información genético nos lleva hacia el buen camino. No es útil asumir que todos los malos lectores lo son por una mala enseñanza y que más enseñanza o una enseñanza temprana resolverá el problema. Necesitamos estudios que examinen qué tipo de instrucciones de enseñanza son más efectivas para niños con un riesgo genético alto que con frecuencia tienen problemas desproporcionados con aspectos del análisis de sonidos del habla  y con el aprendizaje asociativo que otros niños encuentran muy fácil. La investigación genética no no lleva a dar por perdidos a los niños que son malos lectores sino a reconocer que pueden necesitar una instrucción individualizada especialmente adaptada a sus necesidades específicas”.

Otro ejemplo muy conocido que ilustra este punto es el caso de la fenilcetonuria, una enfermedad congénita del metabolismo causada por la carencia de una enzima que puede llevar a un daño cerebral y un retraso mental. Sin embargo esta enfermedad se puede tratar con una intervención ambiental, que está fuera de las experiencias de la vida diaria como dice Dorothy, que no es otra que reducir el aminoácido fenilalanina en la dieta. En definitiva, esta visión bastante generalizada que supone que la heredabilidad de una condición implica su inmutabilidad es una visión errónea que merece la pena corregir.

Referencia:



Dopamina e impulsividad

Ya hemos hablado en varias ocasiones en el blog de la dopamina en relación a la motivación , la soledad, o la saliencia en las Psicosis, pero hoy vamos a comentar algunas cosas sobre su relación con la impulsividad.

Una primera prueba de la relación de la dopamina con la impulsividad es que los pacientes de Parkinson que son tratados con medicamentos que liberan o aumentan la función de la dopamina (porque ellos padecen un déficit de dopamina) pueden sufrir trastornos del control de impulsos como juego patológico, compras patológicas, una sexualidad desinhibida o trastornos de alimentación. También las personas que consumen alcohol y cocaína (que temporalmente aumentan la liberación de dopamina) se comportan de forma impulsiva.

Parece que la dopamina interviene cuando vamos a tomar decisiones y favorece la tendencia a realizar elecciones impulsivas. No sabemos cómo tomamos decisiones y no sabemos cómo representa el cerebro el tiempo, que es un factor esencial en toda decisión. Pero sí sabemos que la liberación de dopamina en el área  ventral tegmental es fundamental para que el cerebro aprenda acerca de situaciones en la que el animal puede obtener una recompensa en el futuro. La importancia subjetiva de una recompensa se reduce, o sufre un descuento, según el tiempo que haya que esperar para conseguirla. Este fenómeno es lo que se llama descuento temporal y se ha estudiado en el laboratorio en todo tipo de animales y en humanos donde se les da a elegir entre una recompensa pequeña ahora y otra más grande en el futuro. Lo que se ha observado es que cuando hay que retrasar  una satisfacción las neuronas dopaminérgicas no se excitan tanto como cuando la recompensa va a ser inmediata. 
Figura 1

En estos experimentos se observa que no todas las personas responden igual o deciden de la misma manera sino que hay una gran variabilidad entre individuos. En líneas generales se observan tres tipos de personalidad como podéis ver en la Figura 1. Hay unas personas muy pacientes, otras muy impulsivas y luego unas que están en la zona media. ¿Y qué ocurre si alteramos el sistema dopaminérgico, se favorece la toma de decisiones impulsivas? Pues en experimentos en los que se ha usado L-DOPA, un fármaco para potenciar la función dopaminérgica que se utiliza para tratar la enfermedad de Parkinson, se observó que durante varias horas después de la administración de L-DOPA los sujetos viraban sus preferencias hacia las recompensas a corto plazo. El dinero futuro sufría un descuento mayor, perdía su valor, y los sujetos se decantaban por el pájaro en mano como vemos en la Figura 2.
Figura 2

Es importante señalar que los participantes no tomaban sus decisiones más rápido de lo normal. Es decir, no es que los sujetos no pensaran de forma adecuada debido a la impulsividad antes de decidir, no. Los sujetos pensaban pero aún así encontraban que la recompensa inmediata era más apetecible. Estos hallazgos nos dicen que los medicamentos que potencian la dopamina puede hacer que actuemos con muy poca previsión y que no queramos esperar por las recompensas que necesitan tiempo.

Pero estos experimentos nos dicen que no somos todos iguales, que tenemos diferencias en la impulsividad y que estas diferencias se deben a variaciones en distintos elementos del sistema dopaminérgico. Un componente muy importante de este sistema parecen ser los receptores D2. Estos receptores se encuentran en las neuronas presinápticas y detectan las concentraciones de dopamina de manera que detienen su liberación. Los investigadores han encontrado que los cerebros de las persona impulsivas tienen menos receptores D2, o receptores que funcionan peor, lo que viene a significar que no hay freno a la liberación de dopamina. Los cerebros impulsivos liberan unas cantidades desproporcionadas de dopamina en respuesta a drogas como cocaína o anfetamina y esto mismo se observa en el cerebro de ratas impulsivas.

Es muy interesante ver lo que ocurre en la psicopatía, un trastorno de personalidad caracterizado por la impulsividad y por la dominancia de estrategias a corto plazo. Parece haber razones para pensar que la conducta patológicamente impulsiva de los psicópatas puede tener su origen en una sistema dopaminérgico hipersensible. Es muy posible que  las conductas impulsivas de estos sujetos se deban a que la enorme liberación de dopamina en respuesta a recompensas instantáneas es tan grande que ninguna recompensa diferida, por grande que sea, puede competir con ella.

Puede parecer chocante que la dopamina esté implicada en tantas funciones diferentes (y todavía seguro que la veremos implicada en muchas más). Tenemos una tendencia a pensar en el “gen para” o en el “centro cerebral” o la “sustancia” para… Parece que las estructuras y sustancias cerebrales son polivalentes y están implicadas en muchas funciones a la vez dependiendo de regiones, conexiones y otros factores. Esto tiene mucho sentido evolutivo. A lo largo de la evolución vemos cómo ciertos genes, estructuras o sustancias son reclutadas para realizar nuevas funciones. Un ejemplo puede ser la boca. ¿Podemos decir cuál es la función que cumple la boca? Pues sirve para comer, respirar, hablar, cantar, besar y cientos de cosas más…Evolutivamente hablando su función primordial, la más antigua filogenéticamente, es la de ingerir alimento, ser parte del sistema digestivo. Pero cuando el sistema respiratorio se origina a partir del digestivo pasa a tener una función respiratoria y así sucesivamente.

Recientemente ha habido una polémica entre Tal Yarkoni y Matt Lieberman y su esposa Naomi Eisenberger porque los últimos dijeron que la corteza cingulada anterior era selectiva para el dolor, con lo que Yarkoni no está de acuerdo. Lo más probable es que la corteza cingulada anterior, como la boca, participe en diferentes circuitos y funciones y no en una sola; y también es probable que otras regiones que no son la corteza cingulada anterior intervengan y se activen durante la experiencia del dolor. En fin, que nos gusta tener las cosas bien clasificadas y ordenadas pero parece que en el cerebro está todo un poco más mezclado de lo que nos gustaría.

Referencia:







sábado, 12 de marzo de 2016

¿Deberíamos legalizar el Placebo?

Para los objetivos de esta entrada voy a dar por supuesto que el efecto placebo existe. Hay una revisión Cochrane sobre las intervenciones con placebo en todo tipo de condiciones clínicas, en la que participa un conocido de este blog, Peter Gøtzsche, que no encuentra que las intervenciones con placebo tengan efectos clínicos significativos. Y no descarto que tenga razón. A fin de cuentas, cuando examinamos el efecto Hawthorne vimos que es muy dudoso que exista y bien pudiera ocurrir que el efecto placebo también sea un mito. 

Entendemos el efecto placebo como un fenómeno psicobiológico  que ocurre en el cerebro del paciente tras la administración de una sustancia inerte, o de un tratamiento físico fingido, junto con sugestiones verbales (o de otro tipo) de beneficio clínico. Es decir, que el efecto placebo no se debe  a la sustancia o procedimiento utilizado sino al contexto psicosocial que rodea al paciente y al procedimiento utilizado. Es importante no confundir el efecto placebo con el no-tratamiento: la evolución espontánea de la enfermedad, la regresión a la media, etc. Una mejoría espontánea no tiene por qué ser debida a un efecto placebo. Si yo tomo gominolas y al de una semana se me cura la gripe eso no es efecto placebo sino evolución espontánea de la enfermedad. En buena lógica para atribuir la mejoría de un grupo de pacientes que tomen una sustancia inerte a un efecto placebo tendríamos que tener un grupo control de similares características que no tomara tratamiento (luego veremos un caso de ello). Pero la visión mayoritaria actual es que el efecto placebo existe y sobre esa premisa voy a continuar. 

Bien, estamos asistiendo estos días a un ataque muy fuerte contra la homeopatía, que ha empezado a batirse en retirada, y mucha gente se pregunta cómo es posible que si la homeopatía no es eficaz siga existiendo. Creo que ese planteamiento es erróneo. Los estudios que se han realizado lo que dicen es que la homeopatía no es más eficaz que el placebo, no que no sea eficaz. Lo correcto es decir que el modo de acción de la homeopatía es por medio de un efecto placebo y que tiene la eficacia propia de un placebo. Dicho de otra manera, lo que la homeopatía hace es movilizar el efecto placebo.

Quiero pensar que los pacientes y los médicos que creen y utilizan la homeopatía no son estúpidos. Si los médicos que prescriben estos productos los siguen utilizando es muy probable que sea porque cuando prescriben sus productos ven que el paciente mejora; y los propios pacientes ven también que mejoran y se los recomiendan a sus vecinos y amigos. Si no funcionara creo que no la recomendarían ni la seguirían usando. Lo que ocurre es que ni estos pacientes ni estos médicos tienen la suficiente mentalidad científica para darse cuenta de que esa acción es fruto de un efecto placebo. Existen muchas condiciones que responden al placebo (dolor, ansiedad, depresión, colon irritable…) y es ahí donde podemos observar el efecto de la homeopatía pero, como se ha comentado de forma muy inteligente en Twitter: “Si la homeopatía es eficaz, ¿por qué no hay píldoras anticonceptivas homeopáticas?”

Volviendo a la eficacia del placebo. Por poner un ejemplo, en este discutido estudio sobre la Paroxetina (eso no nos interesa ahora) vemos que el fármaco a estudio, la paroxetina, baja la puntuación en la escala de Hamilton (una escala de depresión) en 10,7 puntos y el placebo la baja en 9,1. La diferencia no es significativa. Uno ve esto y dice: “pues yo daría placebo, es prácticamente igual de eficaz y es más barato y con menos efectos secundarios”. ¿Pero qué ocurre? Que el placebo no está comercializado y, además, actualmente no es ético engañar al paciente como se hacía en otros tiempos, en los que se practicaba una medicina paternalista y se engañaba a los pacientes por su bien. 

El resultado de este estado de cosas es que tenemos un procedimiento curativo “natural”, bastante eficaz y económico y no lo podemos usar. ¿No sería una buen idea aprovechar este potencial que la naturaleza pone a nuestra disposición? Pues sí, ¿pero cómo? ¿Y si les decimos a los pacientes la verdad, que les vamos a dar un placebo? Pues aunque parezca sorprendente esto se ha hecho y ha funcionado. 

Conozco sólo dos estudios que hayan hecho esto. Uno de los estudios es muy antiguo, Park y Covi 1965, con muy pocos pacientes y con una metodología que no pasaría los controles de calidad actuales. Los pacientes sufrían trastornos “neuróticos” de poca gravedad y lo que los investigadores les dijeron fue más o menos esto:

“Mr/s X, en la reunión que hemos tenido hemos discutido sus problemas y hemos decidido considerar la posibilidad de un tratamiento para usted antes de que le hagamos las recomendaciones finales dentro de una semana. Mientras tanto, como queda una semana hasta la próxima cita queremos hacer algo para aliviarle. Se han usado muchos tranquilizantes en trastornos como el suyo y muchos de ellos ayudan. A muchas personas con su problema les ha ido muy bien lo que se suelen llamar “patillas de azúcar” y creemos que una pastilla de azúcar podría ayudarle. ¿Sabe lo que es una pastilla de azúcar? Una pastilla de azúcar es una pastilla que no contiene ninguna medicina. Creo que esta pastilla le ayudará como ha ayudado a muchos otros. ¿Quiere usted probarla?”

Las píldoras eran de color rosa y se recetaron tres veces al día pero se les indicó continuar con cualquier otro tratamiento que estuvieran tomando. Esto se hizo con 15 pacientes y sólo uno se negó a tomar las pastillas de azúcar (una mujer, porque a su marido le dio un ataque de risa, pero luego se arrepintió de haberle hecho caso al marido). Cuando se evaluó a los otros 14 la reducción de síntomas fue del 41%. La interpretación de los resultados es complicada porque cuando se habló con los pacientes seis de ellos creían que las pastillas rosas sí tenían un medicamento y que los doctores les estaban engañando por algún tipo de experimento. Pero lo interesante es que pacientes convencidos de que era placebo respondieron y querían continuar con el tratamiento.

El segundo experimento es más reciente, de 2010 y se llevó a cabo en pacientes con colon irritable durante tres semanas y contiene el interesante elemento de que había un grupo control de no-tratamiento. A los pacientes se les dijo que eran pastillas inertes, sin ningún medicamento, pero se les aleccionó también diciéndoles lo siguiente:
  • que el efecto placebo es poderoso
  • que el cuerpo puede responder al placebo como los perros de Pavlov responden a la campana.
  • que no es necesaria una actitud positiva
  • que las pastillas había que tomarlas fielmente.

Las pastillas en este caso eran azules y granates y se les prescribió dos pastillas dos veces al día; en el bote ponía claramente placebo. Los sujetos del grupo control recibieron la misma atención en tiempo y cuidados que el grupo que tomó placebo. El resultado fue que los pacientes que tomaron placebo mejoraron de forma significativa.

Son sólo dos estudios pero tal vez esta línea de investigación debería ser más explorada. La situación que tenemos actualmente es totalmente insatisfactoria. En muchos trastornos o enfermedades relativamente menores tenemos que recurrir a medicinas que aportan poco más que el placebo y son mucho más caras. Y la otra alternativa es el mundo de la homeopatía y del resto de medicinas alternativas que en el fondo es un engaño que se aprovecha de la existencia del efecto placebo. La cuestión clave es:  ¿Podría la medicina oficial encontrar una manera de movilizar el efecto placebo de una forma que fuera éticamente aceptable?

Postscript: si al final se demostrara en nuevos estudios que los placebos sin engaño funcionan y se decidiera legalizarlos, yo voto porque se adjudique su fabricación a Apple en lugar de a ningún laboratorio farmacéutico. Dado lo genios que son con el diseño de las cajas, botes y el esmerado cuidado que ponen en la presentación de su productos, creo que la eficacia sería mucho mayor. Lo podíamos llamar iPlacebo y seguro que sería un bombazo :)

Mientras se legaliza o no el placebo puedes tomar un placebo musical escuchando esta cancioncillla del Profesor Pitiklinov: Dame Placebo.


@pitiklinov

Referencias:









lunes, 7 de marzo de 2016

¿Se derrumba la Psicología?

Si hay algo que los psicólogos sociales saben hacer es cómo hacer experimentos y cómo comprobar si una intervención funciona, y, con buenos grupos control y análisis estadísticos, ver si algo funciona o no.
-Timothy Wilson en Edge.org 

Brian Nosek
Como suelen decir, no hay dos sin tres. Ya hablamos del tema de la crisis de replicación en Psicología en dos ocasiones en el año 2013 pero creo que hay novedades importantes que merece la pena comentar. Antes de nada, recomiendo leer aquellas entradas para entender mejor la situación en la que nos encontramos ahora. Las tienes aquí: la Polémica del priming (primado) y la crisis de la investigación en Psicología. Hablábamos entonces de que el psicólogo social Brian Nosek había puesto en marcha el Reproducibility Project: Psychology (RPP) para replicar 100 estudios de psicología publicados en 2008. En Agosto de 2015 se publicaron los resultados en Science y hubo una conmoción generalizada porque sólo se replicaron el 39%. 

Pero lo que ha ocurrido ahora es que cuatro psicólogos, Dan Gilbert, Gary King, Stephen Pettigrew y Timothy Wilson, han publicado un artículo en Science criticando el trabajo de Nosek de 2015 (en realidad de su grupo Open Science Collaboration) diciendo que tiene fallos estadísticos y de diseño y ejecución. Estos cuatro psicólogos son auténticos pesos pesados de la profesión, Gilbert (de Harvard) y Wilson son los más conocidos y han publicado cantidad de artículos y libros, y King y Wilson son editores de Science para que nos hagamos una idea de su nivel. El grupo de Nosek ha contestado ese artículo y el grupo de Gilbert ha contrareplicado con lo que estamos viviendo una situación de enfrentamiento y confusión donde uno ya no sabe qué creer. Hoy mismo, Gilbert y cols han dado a conocer otro escrito más. Están corriendo ríos de tinta en Internet y en Twitter con comentarios en todo tipo de revistas y blogs y es imposible resumirlos todos pero sí quería recoger algunas de la ideas que me han parecido más interesantes de todos esos comentarios.

  • En primer lugar llama la atención que vemos a dos grupos de investigadores muy inteligentes que manejan los mismos datos y sin embargo ven cosas diferentes. Podemos ser generosos y decir que siempre hay debates en ciencia y que eso es muy sano pero realmente me parece preocupante que gente con un espíritu científico e inmejorable formación en su disciplina no saque las mismas conclusiones y que lo que a unos les parece correcto a los otros les parezca erróneo.

  • En los aspectos técnicos no se ponen de acuerdo ni en lo que hay que medir ni en cómo medirlo. Para una crítica de la estadística que proponen Gilbert y cols ver el blog de Daniel Lakens. Pero lo que desde luego me parece exagerada es la afirmación de Gilbert y cols de que aplicando sus medidas la replicabilidad es prácticamente del 100%. Cuando se estima que el típico estudio de psicología tiene < 50% de poder estadístico, unos resultados tan buenos serían extremadamente sospechosos. Pero claro, la realidad es que todos los estudios que se publican consiguen encontrar efectos todo el rato, así que algo no encaja…Bones estima que un 97% de los estudios de psicología encuentran exactamente lo que predicen así que parece que los psicólogos tienen poderes extrasensoriales para predecir el futuro…

  • Como curiosidad, Sanjay Srivastava comenta que utilizando la métrica de intervalos de confianza que proponen Gilbert y cols el efecto anchoring ¡de Kahneman y Tversky! “no consigue ser replicado” en tres de cada cuatro ocasiones.

  • Hay gente que dice que los fenómenos psicológicos que producen un gran efecto ya están estudiados (por así decirlo la fruta que estaba más baja, más a mano, ya ha sido cogida) y que ahora hay fenómenos que tienen un efecto pequeño y que si no se replican las circunstancias exactas entonces no se obtienen resultados, que lo que se estudia es algo frágil y sutil… Pero claro, si resulta que ni en el laboratorio se pueden reproducir esos efectos la utilidad de esos estudios para el mundo real es prácticamente nula. Además, la ciencia va de cosas que se repiten con regularidad; si algo ocurre sólo a las 5 de la tarde, cuando el que lo hace tiene barba y a una temperatura de 26º, pues no nos va a ser muy útil. Y si hace falta muestras más grandes porque el efecto es pequeño que trabajen los psicólogos en equipo.

  • Creo que hay puntos en los que Gilbert y cols tienen razón. La reproducción de algunos estudios no ha sido muy fiel y la elección de los trabajos que se iban a replicar no ha sido aleatoria , cosas ambas que pueden introducir sesgos. La potencia de algunos estudios de replicación también ha sido muy baja. Pero es que la actitud de Gilbert y cols, de que no pasa nada, es muy sospechosa, pretenden dejar las cosas como están: el estudio de replicación de Nosek y cols ha fallado así que dejémonos de hacer replicaciones y sigamos como antes, vienen a decir. Suena a que tienen algo que ocultar.

Dan Gilbert
Pero es que no se trata sólo de este debate que estamos comentando, a la Psicología se le acumulan los enanos. Acaba de ser refutado, o de ponerse en entredicho, el efecto de “ego depletion” , de que la fuerza de voluntad es un recurso que se agota, sobre el que nada menos que Baumeister lleva dos décadas escribiendo artículos y libros. Parece que no existe. También acaba de publicarse un estudio que tampoco encuentra el “efecto final de la experiencia”, eso de que el final de una experiencia se nos queda más grabado e influye en el recuerdo que tenemos de ella; y en este caso hablamos nada menos que de Kahneman, un premio Nobel.

Como dice Steve Lindsay, editor del Psychological Science, “tenemos muchas razones para creer que un montón de psicólogos han tendido durante mucho tiempo a exagerar los efectos de lo que publicaban”. Pero esto no lo han hecho sólo los psicólogos sociales y cognitivos (los estudios que escogieron para replicar Nosek y cols eran de solo tres revistas y pertenecían fundamentalmente a las sub-disciplinas de la psicología social y la psicología cognitiva) sino que es un problema general de la ciencia. Otras disciplinas también tienen problemas de replicación. Las causas, como señala David Funder, son profundas y muy extendidas:

  • un mercado saturado de investigadores muy inteligentes que quieren encontrar o mantener un trabajo o conseguir una plaza en propiedad. Y la vía para ello es “publica o perece”.

  • Un sistema de publicación en el que las revistas que te pueden hacer famoso y hacer que consigas un trabajo piden hallazgos “rompedores”. No les vale el trabajo de hormiguita de ir construyendo ladrillo a ladrillo el muro de la ciencia. Incluso revistas de menos nivel piden resultados significativos. Y no digamos ya si quieres publicar en Nature o Science…

  • Un sistema académico que recompensa a los investigadores que deslumbran no sólo en las revistas científicas sino a los que llegan a los medios  con temas “sexys” de gran repercusión social. Las recompensas son puestos en las mejores universidades, charlas TED, apariciones en TV, etc.

Esta es la realidad y cambiarla no es nada fácil. Hay nuevas replicaciones en camino, tanto en Psicología como en otras ramas de la ciencia y pronto iremos teniendo una visión más completa de la situación general de la ciencia. Pero parece claro que la crisis de replicación no es exclusiva de la psicología social. Las causas no son puramente científicas sino culturales e institucionales y las soluciones también tienen que serlo.

@pitiklinov



sábado, 5 de marzo de 2016

El Poder de la Situación


Tú eres la media de las cinco personas con las que pasas más tiempo
-Jim Rohn

Richard Nisbett en su libro Mindware nos recuerda continuamente que hay más cosas ocurriendo en nuestra cabeza que aquellas de las que somos conscientes. En particular, solemos subestimar (o no ver en absoluto) las influencias que las situaciones tienen en nuestras creencias y conductas. Una consecuencia directa de esta ceguera al contexto es que exageramos la influencia de los factores o “disposiciones” personales -como preferencias, rasgos de personalidad, capacidades, planes,motivos…- en la conducta de una persona en una situación determinada.

La tendencia a quitar peso a la situación y adjudicárselo a factores internos se da cuando analizamos nuestra propia conducta pero el problema es mucho más grande cuando intentamos averiguar las causas de la conducta de otra persona. Yo tengo que atender a los aspectos del contexto y de la situación si quiero formarme un juicio o realizar una conducta, pero la situación que vive otra persona es mucho más difícil para mí de ver. Por ello, es muy probable que subestime la importancia de la situación en la conducta de otra persona y sobreestime los factores internos.

Este fallo en reconocer la importancia del contexto y sobreestimar los factores internos es probablemente el error deductivo más grave, según Nisbett, que cometemos. El psicólogo social Lee Ross lo llamó Error fundamental de atribución. Pero vamos a ver que hay diferencias culturales a la hora de cometerlo.

A modo de ejemplo, Nisbett nos pone el caso de Bill Gates, el hombre más rico de mundo, que a los 19 años dejó Harvard para poner en marcha Microsoft y convertirla en la compañía más importante del mundo. Es tentador explicar su éxito en base a que probablemente es una de las personas más inteligentes que ha existido. Bien, Gates es indudablemente muy inteligente, pero poca gente sabe que tuvo también mucha suerte en relación al tema de los ordenadores. Cuando se aburría en la escuela pública de Seattle sus padres le metieron en un colegio privado que tenía un terminal conectado a un superordenador (para la época) por lo que Gates se convirtió en una de las pocas personas que tenía acceso a lo que entonces era un ordenador superpotente. Y su suerte continuó en los seis años siguientes en los que se le permitió tiempo libre de programación a cambio de probar software para una compañía local y también iba al centro de ordenadores de la universidad de Washington a las tres de la mañana, hora en que se dejaba usar las máquinas al público. Está claro que tenía motivación y se lo curro pero, probablemente, no había en ese momento en el mundo otro adolescente que tuviera el acceso a ordenadores que Bill Gates tuvo.

Más allá de casos concretos, lo importante es que detrás de personas exitosa existen circunstancias afortunadas de las que no tenemos ni idea, y no consideramos, atribuyendo todo el mérito del éxito a la persona. Mucho padres pueden preguntarse qué fue mal con Pedro, que se graduó de la Universidad en 2009 y está en paro cuando le ha ido tan bien a Carlos que se graduó en 2004. Evidentemente no tienen en cuanto la situación de paro y recesión económica en la que nos encontramos.

Algunas influencias ambientales pueden estar ocultas y ser difíciles de ver pero es que otras influencias las tenemos delante de las narices y ni así las vemos. Hay un clásico estudio de los años 60 en los que se pide a unos estudiantes que hagan una redacción favorable a Cuba y a otros se les pide que la hagan en contra. Tanto unos como otros escriben la redacción por orden de los profesores y no podemos saber nada de las actitudes personales de cada alumno hacia Cuba. Sin embargo, cuando se pide a otros participantes en el estudio que valoren si los estudiantes son favorables a Cuba estos observadores coinciden en que los que escriben el ensayo positivo son ellos mismos más favorables que los que escriben el ensayo negativo.

Tenemos también los estudios de John Darley y Bibb Latané acerca de la influencia de la presencia de espectadores para que alguien ayude a un persona: cuanta más gente hay presente menos probable es que el sujeto ayude a la persona necesitada. También están los del “buen samaritano” en los que dos tercios de los seminaristas que no tienen prisa ayudan a un herido mientras que de los que tienen prisa sólo se paran a ayudar un 10%. Cuando preguntas a la gente si creen que andar con prisa influyó en que los seminaristas ayudaran o no al herido la mayoría de las personas no cree que la situación (ir tarde) tuviera un efecto y atribuyen el no ser capaces de ayudar al herido a un mal carácter, a ser malas personas. En otros estudios se aprecia que los estudiantes que comparten habitación con un compañero que bebe sacan peores notas que los que conviven con compañeros que no beben. 
Figura 1

Nisbett cuenta también algunos ejemplos personales. Dice que un día vio por la ventana a su hijo de 15 años fumando con un amigo y cuando llegó a casa le dijo que se se sentía decepcionado de haberle visto fumar. Dice que su hijo se le enfrentó desafiante y le dijo que sí, que había fumado pero que no se debía a la influencia de sus amigos. Por supuesto que sí. También habla de cómo él se compró un coche modelo Saab y se apuntó con su mujer a un club de tenis precisamente en la época en que sus amigos se compraban coches Saab y también practicaban tenis. Y dejó el tenis también cuando la mayoría de ellos lo estaban dejando. Pero claro, siempre se puede uno engañar y decir que el Saab lo compró por un informe favorable que vio en una revista y que su mujer y él querían hacer tenis y había un club cerca y decidieron apuntarse. Siempre hay explicaciones que no incluyen la influencia social. La verdad es que nos influyen mucho los amigos y conocidos y más cuando somos jóvenes. Uno de los desafíos más grandes que tienen los padres es poder controlar que los amigos de sus hijos tengan una buen influencia en ellos.

Sin embargo, en este problema del error de atribución existen diferencias culturales y ese es un tema que Nisbett y algunos de sus discípulos, como Takahiko Masuda, han estudiado. En Occidente somos más individualistas  y con un fuerte sentido de la autonomía personal mientras que en Oriente son más colectivistas y atentos al entorno social. En su libro The Geography of Thought, Nisbett propone que estas diferencias sociales fueron económicas en origen. Los griegos  basaban su estilo de vida en ocupaciones individualistas como el comercio, la pesca, la ganadería o en una agricultura a pequeña escala. Los chinos basaban su economía en un tipo de agricultura, el cultivo del arroz, que requiere más cooperación.

Estas diferencias en atención se han demostrado en algunos experimentos. Masuda pidió a estudiantes japoneses y norteamericanos que valoraran la expresión del niño central de la figura 1. Los estudiantes japoneses valoraban como menos feliz al personaje principal cuando los que estaban en segundo plano estaban tristes que si estaban también alegres. Los estudiantes americanos se veían mucho menos afectados por los personajes secundarios.
Figura2

La atención al contexto incluye el entorno físico. En otro experimento, a los sujetos se les ponía un video del que la figura 2 es un fotograma. Los norteamericanos dirían algo del tipo: “ veo tres grandes peces nadando hacia la izquierda; tienen aletas rosas, vientres blancos y rayas verticales en la espalda”…Por contra, los estudiantes japoneses dirían algo como: “Veo lo que parece una corriente, el agua es verde, hay rocas y conchas en el fondo y tres grandes peces que nadan hacia la izquierda”. Es decir, sólo después de que han establecido el contexto hacen zoom los japoneses hacia los peces. Además veían un 60% más de objetos en el fondo que los norteamericanos. Y esto mismo ocurre en el plano psicológico. En otro estudio realizado por psicólogos coreanos,  encontraban que si se le decía a alguien que una persona concreta se había comportado de la misma manera que otras en una determinada situación,  los  coreanos deducían que algún componente de la situación era el factor primario que motivaba la conducta de la persona. Los norteamericanos explicaban la conducta en base a disposiciones personales sin tener en cuenta que todos los demás se habían comportado igual en esa situación. Los orientales también cometen el error fundamental de atribución, pero en general tienen una visión más holística del mundo; ven los objetos en su contexto, tienen inclinación a atribuir al conducta a la situación  y están más atentos a las relaciones entre las personas y entre los objetos.

Conclusiones:

  • Presta más atención al contexto. Esto aumentará las probabilidades de que identifiques correctamente factores que están influyendo tu conducta y la de los demás. En particular presta atención a las influencias sociales.
  • Date cuenta de que  los factores situaciones afectan más tu conducta y la de los demás de lo que parece y que los factores internos influyen menos de lo que parece. No asumas que la conducta de una persona en dos o tres situaciones parecidas es predictiva de su conducta futura. La conducta pasada predice muy bien la conducta futura pero cuando la hemos observado por mucho tiempo y en situaciones diferentes y no cuando la hemos observado en pocas situaciones y todas muy parecidas.
  • Otras personas piensan que su conducta responde a factores situacionales  más de lo que tú te crees y es muy probable que esas personas tengan razón porque conocen su situación mejor que tú.
  • La gente puede cambiar. Los orientales dicen que el cambio es lo único constante: si cambias el entorno puedes cambiar a la persona.


@pitiklinov

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