domingo, 20 de marzo de 2016

Dopamina e impulsividad

Ya hemos hablado en varias ocasiones en el blog de la dopamina en relación a la motivación , la soledad, o la saliencia en las Psicosis, pero hoy vamos a comentar algunas cosas sobre su relación con la impulsividad.

Una primera prueba de la relación de la dopamina con la impulsividad es que los pacientes de Parkinson que son tratados con medicamentos que liberan o aumentan la función de la dopamina (porque ellos padecen un déficit de dopamina) pueden sufrir trastornos del control de impulsos como juego patológico, compras patológicas, una sexualidad desinhibida o trastornos de alimentación. También las personas que consumen alcohol y cocaína (que temporalmente aumentan la liberación de dopamina) se comportan de forma impulsiva.

Parece que la dopamina interviene cuando vamos a tomar decisiones y favorece la tendencia a realizar elecciones impulsivas. No sabemos cómo tomamos decisiones y no sabemos cómo representa el cerebro el tiempo, que es un factor esencial en toda decisión. Pero sí sabemos que la liberación de dopamina en el área  ventral tegmental es fundamental para que el cerebro aprenda acerca de situaciones en la que el animal puede obtener una recompensa en el futuro. La importancia subjetiva de una recompensa se reduce, o sufre un descuento, según el tiempo que haya que esperar para conseguirla. Este fenómeno es lo que se llama descuento temporal y se ha estudiado en el laboratorio en todo tipo de animales y en humanos donde se les da a elegir entre una recompensa pequeña ahora y otra más grande en el futuro. Lo que se ha observado es que cuando hay que retrasar  una satisfacción las neuronas dopaminérgicas no se excitan tanto como cuando la recompensa va a ser inmediata. 
Figura 1

En estos experimentos se observa que no todas las personas responden igual o deciden de la misma manera sino que hay una gran variabilidad entre individuos. En líneas generales se observan tres tipos de personalidad como podéis ver en la Figura 1. Hay unas personas muy pacientes, otras muy impulsivas y luego unas que están en la zona media. ¿Y qué ocurre si alteramos el sistema dopaminérgico, se favorece la toma de decisiones impulsivas? Pues en experimentos en los que se ha usado L-DOPA, un fármaco para potenciar la función dopaminérgica que se utiliza para tratar la enfermedad de Parkinson, se observó que durante varias horas después de la administración de L-DOPA los sujetos viraban sus preferencias hacia las recompensas a corto plazo. El dinero futuro sufría un descuento mayor, perdía su valor, y los sujetos se decantaban por el pájaro en mano como vemos en la Figura 2.
Figura 2

Es importante señalar que los participantes no tomaban sus decisiones más rápido de lo normal. Es decir, no es que los sujetos no pensaran de forma adecuada debido a la impulsividad antes de decidir, no. Los sujetos pensaban pero aún así encontraban que la recompensa inmediata era más apetecible. Estos hallazgos nos dicen que los medicamentos que potencian la dopamina puede hacer que actuemos con muy poca previsión y que no queramos esperar por las recompensas que necesitan tiempo.

Pero estos experimentos nos dicen que no somos todos iguales, que tenemos diferencias en la impulsividad y que estas diferencias se deben a variaciones en distintos elementos del sistema dopaminérgico. Un componente muy importante de este sistema parecen ser los receptores D2. Estos receptores se encuentran en las neuronas presinápticas y detectan las concentraciones de dopamina de manera que detienen su liberación. Los investigadores han encontrado que los cerebros de las persona impulsivas tienen menos receptores D2, o receptores que funcionan peor, lo que viene a significar que no hay freno a la liberación de dopamina. Los cerebros impulsivos liberan unas cantidades desproporcionadas de dopamina en respuesta a drogas como cocaína o anfetamina y esto mismo se observa en el cerebro de ratas impulsivas.

Es muy interesante ver lo que ocurre en la psicopatía, un trastorno de personalidad caracterizado por la impulsividad y por la dominancia de estrategias a corto plazo. Parece haber razones para pensar que la conducta patológicamente impulsiva de los psicópatas puede tener su origen en una sistema dopaminérgico hipersensible. Es muy posible que  las conductas impulsivas de estos sujetos se deban a que la enorme liberación de dopamina en respuesta a recompensas instantáneas es tan grande que ninguna recompensa diferida, por grande que sea, puede competir con ella.

Puede parecer chocante que la dopamina esté implicada en tantas funciones diferentes (y todavía seguro que la veremos implicada en muchas más). Tenemos una tendencia a pensar en el “gen para” o en el “centro cerebral” o la “sustancia” para… Parece que las estructuras y sustancias cerebrales son polivalentes y están implicadas en muchas funciones a la vez dependiendo de regiones, conexiones y otros factores. Esto tiene mucho sentido evolutivo. A lo largo de la evolución vemos cómo ciertos genes, estructuras o sustancias son reclutadas para realizar nuevas funciones. Un ejemplo puede ser la boca. ¿Podemos decir cuál es la función que cumple la boca? Pues sirve para comer, respirar, hablar, cantar, besar y cientos de cosas más…Evolutivamente hablando su función primordial, la más antigua filogenéticamente, es la de ingerir alimento, ser parte del sistema digestivo. Pero cuando el sistema respiratorio se origina a partir del digestivo pasa a tener una función respiratoria y así sucesivamente.

Recientemente ha habido una polémica entre Tal Yarkoni y Matt Lieberman y su esposa Naomi Eisenberger porque los últimos dijeron que la corteza cingulada anterior era selectiva para el dolor, con lo que Yarkoni no está de acuerdo. Lo más probable es que la corteza cingulada anterior, como la boca, participe en diferentes circuitos y funciones y no en una sola; y también es probable que otras regiones que no son la corteza cingulada anterior intervengan y se activen durante la experiencia del dolor. En fin, que nos gusta tener las cosas bien clasificadas y ordenadas pero parece que en el cerebro está todo un poco más mezclado de lo que nos gustaría.

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