sábado, 18 de septiembre de 2021

El Conflicto entre la Compasión y la Justicia en nuestra sociedad

Vuelvo, por lo menos parcialmente, a las ideas de Josua Mitchell y su planteamiento sobre la diferencia entre suplementar y sustituir. Un ejemplo que él pone en su libro es el del conflicto entre la compasión (mercy) y la justicia pero no lo mencioné entre los que cité en la entrada anterior porque me pareció que merecía ser tratado con algo más de profundidad. 

Mitchell habla de ello en el contexto de la emigración. Se nos plantea un conflicto entre nuestros deseos de que las personas que han tenido que abandonar sus países por persecución política o por unas condiciones deplorables de vida puedan tener acceso a una vida digna y por otro lado la necesidad de los países de tener fronteras y unas leyes con respecto a la emigración. Pero podemos encontrar ejemplos de este conflicto en muchos sitios. Un ejemplo podría ser las políticas relacionadas con la ley de violencia de género. Queremos ayudar a las mujeres que son víctimas de violencia pero estamos saltándonos principios de la justicia que hasta ahora habían sido esenciales, como la presunción de inocencia o la igualdad ante la ley. Es famosa la frase de Carmen Calvo “a las mujeres hay que creerlas sí o sí”. Otro ejemplo podría ser el que se plantea con las mujeres trans en el deporte. Por un lado, queremos que esas personas no sufran, queremos integrarlas a todos los niveles en la sociedad, incluido el deporte, y que vivan una vida lo más acorde con su deseos e intereses. Pero por otro lado surgen dudas sobre la justicia de que compitan en la categoría femenina dadas las ventajas biológicas que tienen. Este artículo aborda los aspectos científicos y éticos de esta difícil cuestión.

La postura de Mitchell es que la justicia es el plato principal y la compasión el suplemento, que la compasión no puede ser un sustituto de la justicia. Si no hay justicia, si la destruimos, no puede haber compasión. En definitiva, la compasión debe suplementar a la justicia  pero no sustituirla. Un mundo sin la justicia de la ley nos devolvería a un estado sin derechos y libertades en el que la convivencia no es posible.


Desde el punto de vista de la psicología moral hay otra manera de enfocar el problema. En su libro la Mente de los Justos, Jonathan Haidt compara la moralidad con el sentido del gusto. Lo mismo que existen cinco sabores básicos (amargo, ácido, dulce, salado y umami o cárnico), nuestra moral sería también múltiple, un sentido con varios pilares o fundamentos, seis en concreto (en un inicio eran cinco pero luego añadió el fundamento de la Libertad/Opresión), y dos de ellos son el del cuidado/daño y el de la justicia. El principio del cuidado/daño se corresponde aproximadamente con la compasión: la capacidad de sentir empatía ante el sufrimiento de otros, el no hacer daño y el de cuidar a los demás y no querer que la gente sufra. El principio de la justicia tiene que ver con el altruismo recíproco, la igualdad y la imparcialidad, los derechos individuales y la autonomía. Otros autores como Oliver Scott Curry con su Teoría de la Moral como Cooperación, o Michael Tomasello, tienen teorías un poco diferentes pero coincidentes en muchos aspectos.


Si estas teorías evolucionistas tienen razón, se desprende de ellas una consecuencia muy importante con implicaciones prácticas. Lo que estas teorías nos dicen es que la moral es múltiple y consistiría en un racimo de módulos con entradas y salidas diferentes que pueden entrar en conflicto entre ellas. Según ellas, las decisiones morales humanas son tomadas por diferentes “voces morales” dentro de nosotros o por diferentes mecanismos psicológicos que responden a diferentes tipos de problemas de cooperación y en un momento dado el principio de ayudar a la familia puede chocar con el de la justicia o el de respetar la propiedad. ¿Debo robar o perjudicar a otros para salvar a mi amigo, a mi hermano o a un compañero que lo necesita? Tenemos normas y predisposiciones para no robar comida a los otros, pero ¿qué pasa si mi hijo o mi amigo se están muriendo de hambre? Muchas situaciones morales en el mundo real contienen complejas combinaciones de todos estos intereses o preocupaciones y a veces crean dilemas morales. Esta situación es la que describe precisamente el dilema de Heinz, utilizado por Kohlberg que dice, de forma muy simplificada, que una mujer se está muriendo de cáncer pero una farmacia tiene un medicamento que la puede salvar. Su marido, Heinz, no tiene suficiente dinero para pagarlo, ¿deber robar el medicamento o no debe hacerlo?


El resultado de este conflicto entre los diversos principios que componen nuestra moralidad sería que, escojamos la respuesta que escojamos, una mitad de nosotros no queda satisfecha, por lo que básicamente no tienen solución porque la complejidad de la moralidad humana genera unas contradicciones que seguramente son inevitables. Sus múltiples fundamentos y capas nunca van a a ser aplicados de forma consistente en todas las situaciones debido a la complejidad e imprevisibilidad de la vida social humana, que además va cambiando con el tiempo en las diferentes épocas. Fenómenos como la globalización o el desarrollo tecnológico, y otros, cambian nuestra vida social y hacen que las estrategias de cooperación que teníamos previamente no sean adecuadas ya para los nuevos tiempos. Como dice Tomasello, “la moralidad humana no es un monolito sino una miscelánea que se ha ido uniendo a retazos a partir de una variedad de fuentes diferentes, bajo condiciones ecológicas diferentes, en diferentes periodos, durante los varios millones de años de evolución humana”.


Sea como sea, y lo enfoquemos el problema desde la posición teórica que lo enfoquemos, creo que tiene toda la razón Mitchell en que uno de los retos más importantes que tenemos en estos tiempos en nuestras sociedades es encontrar una relación sana y eficaz entre la compasión y la justicia. Está por ver cómo va a resolver la sociedad este problema.


@pitiklinov

viernes, 10 de septiembre de 2021

El Mundo Post-Pandémico: cuando los suplementos se convierten en sustitutos.



De Josua Mitchell ya he hablado en el blog cuando tratamos el tema de que la ideología de la Justicia Social Crítica es considerada por muchos autores como un movimiento religioso. Mitchell es uno de ellos y mencioné su libro American Awakening. Pues bien, este libro tiene una segunda parte donde habla de otro tema que es el que traigo ahora aquí. Me parece que es un esquema o encuadre que puede ser interesante para pensar acerca de las cosas. Creo que se le pueden buscar mucha pegas pero me parece que hace pensar. Voy a intentar resumirlo lo mejor que pueda y vosotros decidiréis si tiene algún mérito o no. El título del apartado donde trata el tema del que voy a hablar se titula: Adicción: cuando los suplementos se convierten en sustitutos. Es conocido el grave problema de la epidemia de sobredosis de opiáceos en EEUU pero Mitchell plantea que existe un problema de sobredosis y dependencia a mayor escala en la sociedad. Vamos a ver cómo lo encuadra.


La idea de que una sustancia puede salvar vidas a una dosis y producir daño a otra dosis diferente es muy antigua. En la República de Platon, Sócrates distingue entre dos tipos de médicos: los que administran una dosis reducida de medicina para ayudar a sus pacientes a restablecer la salud que tenían antes de caer enfermos y aquellos otros doctores cuya cura requiere que sus pacientes tomen una medicina indefinidamente porque dicen que volver a una situación de salud libre de medicina es imposible. Estos médicos entenderían mal el uso adecuado de la medicina que sería el de un suplemento que se toma para curar una enfermedad tras lo cual el paciente recupera su salud y su vida. Si se usa como sustituto -siempre siguiendo a Mitchell- la medicina ya no funciona como un tratamiento porque los pacientes dependen de una dosis regular (y a veces creciente) para seguir vivos. En este caso la medicina es un sustituto de la salud. Los pacientes siguen vivos pero no recuperan su vida normal porque la muerte está siempre esperando a la vuelta de la esquina si dejan su medicación. Sócrates se refiere a esos pacientes como que llevan una vida de “muerte lenta” (lingering death). El uso adecuado de la medicina (como suplemento) debería llevarnos de vuelta a una vida sin medicina; el uso inapropiado de la medicina conduce a una “muerte lenta”. El paciente que vive a base de sustitutos vive siempre de prestado.


Mitchell pone otro ejemplo sacado del Discurso sobre las ciencias y las artes de Rousseau. Rousseau compara a los antiguos guerreros con los “soldados modernos científicamente entrenados” (supongo que hoy en día Rousseau todavía tendría más argumentos que los que tuvo en su época para utilizar esta expresión). Los antiguos eran valientes, dice Rousseau. Sus armas eran prótesis que complementaban su valor y esto es lo que les hacía fieros. Los soldados modernos, dice, tienen armas más poderosas pero, faltándoles el valor, no saben usar sus armas bien. En muchos sentidos, los soldados modernos son mejores que los antiguos porque tienen mejores armas. Pero el punto de Rousseau es que las armas son un suplemento al valor pero que en la época moderna se han convertido en un sustituto del valor. Si las armas se convierten en sustituto del valor los soldados vivirían de prestado. En un momento dado, los soldados que conocen el uso adecuado de las armas (como suplementos del valor) derrotarán a los soldados que no lo conocen. Al igual que los médicos de Platón, los soldados deben entender que no pueden convertir los suplementos en sustitutos sin pagar un precio. Cuando los complementos se convierten en sustitutos nos volvemos adictos. Tendemos a limitar la categoría de adicción para sustancias como drogas, alcohol, etc.,  aunque también hablamos de adicciones sin sustancia como el juego, sexo, videojuegos, etc. Aquí Mitchell considera estas adicciones de las que hablamos normalmente como ejemplos específicos de suplementos que se han convertido en sustitutos y expande la categoría de adicción a todos los casos de suplementos que se convierten en sustitutos. 


Otra forma de entender esta idea es fijarnos en el tema de la comida y las vitaminas. Se supone que la comida es lo importante y que tomar unas vitaminas en un momento dado es un suplemento. Cuando Rousseau hablaba del valor y de las armas, el valor sería la comida y las armas las vitaminas o el suplemento a la comida. La comida sería el “orden natural de las cosas” y a suplantar ese orden - es decir convertir a los suplementos en sustitutos o a las vitaminas en el plato principal- Mitchell lo llama “Sustituismo”. Es como cuando el adicto a los opioides sustituye el orden natural de las cosas por sus dosis continuas del opiáceo. La tesis de Mitchell es que el “Sustituismo” es una patología debilitadora de la vida americana, una enfermedad y el proceso pasa por tres fases: la vida sin el suplemento, la vida con suplemento y la vida con el suplemento convertido en sustituto. Bueno, espero haber explicado fielmente la idea de Mitchell, su plantilla de pensamiento, y ahora vamos a ver cómo aplica este esquema a diferentes temas y aspectos de la vida moderna. Ahí van algunos de los ejemplos de Sustituismo que pone Mitchell:


  • El consumo de agua de botella, los cientos de millones de botellas de plástico de agua que consumimos al año en lugar del agua de grifo.
  • La comida basura. La comida basura en su origen era un sustituto de la comida principal. Se consumía cuando la familia estaba fuera de casa, en el cine o de viaje, pero cuando se regresaba a casa la familia volvía a la comida conjunta en la mesa. En muchos lugares la comida a la mesa ha desaparecido y se ha sustituido por la comida basura.
  • Facebook tiene unos 3.000 millones de usuarios pero la gente cada vez se siente más aislada y hay una epidemia de soledad. Las relaciones cara a cara serían la comida y Facebook sería el suplemento. De la misma manera que el referente de la comida basura era la comida todos juntos al a mesa, el referente de los amigos de Facebook eran los amigos de la vida real. Pero ahora los amigos on-line han sustituido a los reales a los cuales vemos menos o no les vemos en absoluto. La soledad y el aislamiento ha aumentado. Las redes sociales en general están sustituyendo nuestro mundo social real. 
  • Comercio electrónico frente a comercio de barrio. Las tiendas de “ladrillo” serían la comida real y el comercio on-line serían en principio un suplemento o complemento a las tiendas tradicionales. Lo que está ocurriendo es que Amazon y otras empresas están sustituyendo a las tiendas de toda la vida.
  • La educación on-line está sustituyendo a la educación presencial. Todo esto se ha agravado, por supuesto, con la pandemia, de lo que hablaremos al final.
  • El GPS y los coches autónomos. Ya no somos capaces de ir a ningún sitio sin el GPS y estamos perdiendo competencias que antes teníamos. De nuevo, una cosa es utilizarlos como suplemento mientras que otra cosa es que al final dependamos de estas aplicaciones y sepamos incapaces de funcionar por nosotros mismos. Podríamos poner más ejemplo similares a los últimos que he mencionado pero todos ellos caen bajo un paraguas común que es que estamos sustituyendo el mundo real por una pantalla, la sustitución del mundo analógico por el digital o virtual, el tremendo impacto que está teniendo la tecnología en nuestras vidas. Me parece que esto es algo evidente. Por supuesto que tiene muchos aspectos positivos pero estamos hablando del lado negativo que Mitchell le encuentra. Podríamos hablar del mundo de la música moderna y digital donde muchos productores ya no utilizan una ejecución con instrumentos reales sino que se basan en samples y otras tecnologías que sustituyen a los músicos. 
  • El papel del gobierno cada vez es mayor, en opinión de Mitchell y se refiere a Estados Unidos. Cada vez el gobierno se mete en esferas de nuestra vida donde antes no se metía y nos dice lo que tenemos que hacer o lo hace por nosotros. Cosas que antes hacían las propias sociedades o comunidades, las familias, las asociaciones de vecinos o las instituciones religiosas ahora las está sumiendo el gobierno y muchas veces tratando a los ciudadanos como niños. Antes el estado suplementaba a esas instituciones pero ahora las está sustituyendo.


Antes he hablado de la pandemia Covid y Mitchell la aborda al final del libro porque es evidente que la pandemia ha acelerado este proceso de Sustituismo: el teletrabajo ha sustituido al trabajo, las entrevistas por Zoom a las entrevistas caras a cara, los congresos virtuales a  los presenciales, el comercio electrónico al tradicional, la atención médica cara a cara por la atención telefónica, la gestión en oficinas de ladrillo ha sido sustituida  por gestiones en la web a todos los niveles, se ha agrandado el papel del gobierno decidiendo acerca de cosas sobre las que nunca antes había decidido, etc. Incluso, volviendo al punto de partida con Sócrates y los dos tipos de médicos y el problema de la dependencia- y esto es un desarrollo mío, no de Mitchell-, hemos visto un fenómeno de sustitución de la inmunidad natural por la inmunidad por medio de las vacunas que se ha manifestado en las dudas desde un principio sobre la eficacia y duración de dicha inmunidad natural, en la presión para vacunar a todo el mundo incluías las personas que ya habían pasado la enfermedad y en el desprecio de esta inmunidad en algunos tipos de pases y pasaportes, etc. Por último se está produciendo el paso de suplemento a sustituto con la administración regular y periódica de la vacuna. Israel ya está administrando la tercera vacuna y está preparando a los ciudadanos para una cuarta, y no sabemos cuántas más serán necesarias. 


Hay muchos puntos débiles en el planteamiento de Mitchell. Lo natural no tiene por qué ser bueno y gran parte del progreso tecnológico, médico y social consiste precisamente en esa sustitución de “lo natural” por elementos artificiales. Ya sustituimos válvulas cardiacas, caderas y rodillas y con el avance de la ciencia podemos pensar en escenarios transhumanistas en los que órganos de nuestro cuerpo sean sustituidos por prótesis biónicas, etc. Pero tal vez debemos preguntarnos si corremos el peligro de renunciar a vivir para seguir vivos.


Mitchell plantea que detrás de este afán por sustituir está nuestro miedo a la muerte. Tenemos tanto miedo a la muerte que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de mantenerla lejos. Históricamente habíamos aceptado que no existía un lugar seguro a salvo de la muerte pero en esta pandemia hemos llegado a pensar por primera vez que podemos evitar la muerte, que podemos mantenerla a raya…Si nos encerramos, si nos aislamos socialmente, si nos vacunamos continuamente estaremos a salvo y no moriremos nunca. Dice Mitchell: "Hay más de una forma de morir. La muerte física es una de ellas. Un futuro distópico es otra”…"Lo que está ocurriendo a nuestro alrededor en estos momentos excede ampliamente el prudente deseo de proteger. Se trata nada menos que de un esfuerzo por encender la brasa del miedo a la muerte y convertirla en un infierno furioso que lo consuma todo, en una búsqueda inútil por crear un mundo sin mancha ni defecto, un mundo liberado de la maldición de la muerte"




@pitiklinov