(Publicado originalmente en la Nueva Ilustración Evolucionista el 08-03-2014)
En el último capítulo de su libro The Science of Love and Betrayal, Robin Dunbar analiza el origen del vínculo de pareja en humanos, la monogamia. En mamíferos la monogamia es rara: alrededor del 5%, y en primates sigue siendo rara ya que sólo el 15% de especies son monógamas. Vamos a ver los argumentos y conclusiones de Dunbar.
En el último capítulo de su libro The Science of Love and Betrayal, Robin Dunbar analiza el origen del vínculo de pareja en humanos, la monogamia. En mamíferos la monogamia es rara: alrededor del 5%, y en primates sigue siendo rara ya que sólo el 15% de especies son monógamas. Vamos a ver los argumentos y conclusiones de Dunbar.
En la Naturaleza los vínculos de pareja evolucionan por cuatro razones:
1- Permitir que el macho monopolice el acceso sexual a la hembra, para asegurarse así que él es el padre (hipótesis de la vigilancia de pareja)
2- Reducir el riesgo de que la descendencia sea eliminada por depredadores
3- Reducir el riesgo de que la descendencia sea eliminada por machos infanticidas de la misma especie (hipótesis del guardaespaldas).
4- Permitir que el macho contribuya a la crianza de la prole.
En el primer caso, el vínculo de pareja sirve a los intereses del macho y esperaríamos que sea el macho el que trabaja más duro para mantener la relación, porque es el que más tiene que perder. Por eso se le le llama a esta hipótesis la de la vigilancia de pareja (mate guarding). Un ejemplo de este modelo es el pequeño antílope klipspringer del este de África. Casi nunca se separan más de unos metros y si ves uno puedes estar seguro de que el otro miembro de la pareja está muy cerca. No suelen alimentarse a la vez y cuando uno come el otro vigila.
La segunda y tercera posibilidades son muy parecidas, sólo se diferencian en quién es el asesino o depredador de la prole, un animal de otra especie, o uno de la propia. En estas hipótesis los dos miembros de la pareja estarían igual de interesados en mantener el vínculo porque ambos pierden sus genes si pierden la prole. El infanticidio por otros machos en monos y simios es un riesgo perenne debido a la duración del embarazo y la lactancia. En mamíferos, incluidos humanos, la hembra no vuelve a entrar en una condición reproductiva hasta que desteta a la cría previa. Mientras la cría chupa de los pezones se liberan unas hormonas que impiden que los ovarios pongan en marcha el ciclo menstrual. Este sistema es muy sensible a la tasa de succión (una vez cada cuatro horas) más que al tiempo que el bebé está chupando del pezón. Cuando la cría deja de chupar por debajo de un umbral de frecuencia, la maquinaria hormonal despierta y se pone en marcha. Por lo tanto, deshacerse del bebé es una buena estrategia, desde el punto de vista del macho, para que la hembra vuelva a ser fértil. Son especialmente peligrosos los machos jóvenes que se acaban de incorporar a un grupo y se han hecho dominantes, porque tienen prisa por reproducirse todo lo posible antes de que pierdan la condición de dominantes.
Por esto, unirse a un macho concreto que actúe como guardaespaldas y la defienda de depredadores, y especialmente de otros machos, es una opción atractiva para una hembra. Ella intercambiaría acceso sexual exclusivo a cambio de protección. Para el macho esta opción es menos atractiva porque podría seguir reproduciendo siendo infanticida. Esta explicación se llama la hipótesis del guardaespaldas. En este caso, entonces, la hembra es la que más tiene que ganar formando la relación y esperaríamos que fuera la que más hiciera por mantenerla. Esta sería la solución adoptada por los gorilas.
La cuarta explicación asume que los vínculos de pareja existen para que el cuidado biparental sea posible. Dentro de ella hay dos variantes:
a) que ambos sexos puedan proveer el cuidado paterno con la misma facilidad. Este es el caso de los pájaros donde ambos pueden incubar y ambos pueden traer comida. Por ello el 85% de lo pájaros son monógamos sociales. Pero en mamíferos la “incubación” se hace en el útero y sólo la puede hacer la hembra, igual que la alimentación posterior que es principalmente la leche y los machos no lactan.
b) una división del trabajo según la que un miembro de la pareja provee el cuidado de la cría y el otro aporta comida que mantiene a la madre y al hijo. El mejor ejemplo conocido de esta variante es el de los cánidos (lobos, zorros, coyotes…). Esta familia es única entre los mamíferos porque es monógama sin excepción. La razón es que el macho puede alimentar tanto a la hembra como a las crías por medio de comida semidigerida, mientras la hembra atiende a la prole. El macho lleva la comida en el estómago y la regurgita al llegar a la madriguera y esa comida es perfectamente comestible por las crías. Esta conducta no la podría ejecutar un herbívoro porque la hierba semidigerida no es tan eficaz como la carne semidigerida. En primates hay ejemplos también de esta división del trabajo, como los monos titís y el tamarindo en los que las hembras tienen gemelos y el macho hace todo el cuidado de las crías.
La pregunta ahora es: ¿dónde encaja la pareja humana dentro de estas cuatro posibilidades? Bien, la visión tradicional es que la pareja humana está dentro de la cuarta posibilidad, la del reparto de trabajo. Pero Dunbar no está de acuerdo con esto. Argumenta que los cálculos que se han hecho de los costes energéticos de un cerebro tan grande como el nuestro no se pueden cubrir con la participación del macho en la crianza, ni pasando a consumir carne, sino que la única solución era disminuir la tasa de crecimiento y prolongar el periodo de cuidado parental. También cita a Kristen Hawkes que ha planteado que el objetivo de la caza no es en realidad aportar comida a la familia sino que es una competición donde los machos demuestran los buenos genes que tienen, es decir, que es más una estrategia para ligar que para alimentar a la prole. De hecho, hay estudios que encuentran que la mayoría de las calorías de la dieta de los cazadores recolectores las aporta la recolección (realizada por mujeres) y no la caza. Por último argumenta que el macho no tenía que ser necesariamente la mejor opción para ayudar a la mujer en el cuidado infantil. Kristen Hawkes es la autora de la hipótesis de la abuela de la menopausia y está claro que tanto la abuela como las hermanas podrían ayudar a la madre seguramente mejor que el padre.
Admitiendo que los machos no colaboran mucho en la crianza, que abuelas y hermanas lo harían mejor, y que encima no aporta apenas carne, ¿por qué iban a querer las mujeres vincularse a los hombres? De las otras posibilidades podemos descartar rápidamente la hipótesis de que sea para defender a las mujeres de depredadores. La mayoría de primates se defienden de depredadores aumentando el tamaño del grupo, pero ese grupo no tiene que estar formado de un determinado tipo de individuos, es decir, un grupo grande de hembras funciona igual de bien que uno de machos. También podemos descartar la hipótesis de la vigilancia de pareja. En primates, como chimpancés y mandriles, la vigilancia de pareja no dura más de unos días, mientras la hembra es fértil, y luego los machos desaparecen a buscar otra hembra fértil. Ninguna de estas especies tiene vínculos duraderos de pareja…así que sólo nos queda la hipótesis del guardaespaldas.
Los cazadores recolectores han vivido en grupos de 150 individuos repartidos en 3-4 bandas de entre 30 y 50 personas. En estos grupos podría haber 10-12 hombres y un problema de acoso sexual permanente para las mujeres. Orangutanes y chimpancés frecuentemente acosan a las hembras cuando están en celo para forzarlas a tener relaciones sexuales. Estos ataques impiden que las hembras se alimenten con normalidad, las estresan (elevan el cortisol) y muchas veces provocan heridas. El estrés puede asociarse a infertilidad así que las hembras enfrentan riesgos importantes por este acoso. En el caso humano, un poderoso argumento son las estadísticas de actos criminales y violaciones. Sin ir más lejos, esta semana hemos conocido un informe de la UE sobre el acoso y la violencia contra la mujer en Europa que encaja perfectamente con este tema del acoso en primates que estamos comentando (hasta 9 millones de violaciones en Europa…,aunque habría que matizar muchas cosas de este informe). Si esto ocurre en tiempos modernos podemos suponer que en la prehistoria sería peor todavía. Hay también estudios (de Margo Wilson y Susan Mesnick) donde el riesgo de acoso sexual es 4-5 veces más alto en mujeres solas que en pareja y es ilustrativo que cuando investigadoras mujeres han ido a clubs y salas de baile a estudiar el cortejo al final fue necesario que fueran acompañadas por hombres de forma clara y evidente para todos, porque en caso contrario los hombres las molestaban tanto que no podían recoger datos. Así que creo que podemos conceder que los machos suponen un riesgo de depredación sexual para la mujer. Lo que no sé cómo encajar en esta hipótesis del guardaespaldas es cuando el depredador lo tienes en casa y no en la calle, cuando el acosador y maltratador es precisamente la pareja que se supone, según Dunbar, que debería protegerte (aunque estadísticamente hablando se supone que estos casos son minoría).
Queda por dilucidar un asunto controvertido: ¿quién pone más interés en el mantenimiento de la pareja? ¿los hombres o las mujeres? Si la hipótesis que explica mejor el vínculo de pareja humano es la del guardaespaldas, se supone que debería ser la mujer la más interesada en mantener la relación. Sobre esto hay muy poca investigación y Dunbar cita algunas encuestas donde son los hombres los que tienen menos apego a la relación, así como otros estudios donde las rupturas parecen afectar más a las mujeres, pero desde luego la evidencia aquí es muy débil.
Resumiendo, Dunbar propone que el vínculo de pareja evolucionó en humanos para resolver el problema del acoso hacia ellas por parte de los hombres, y del riesgo de infanticidio. Las mujeres “alquilaron” un guardaespaldas para defenderse del acoso sexual de otros hombres pagando con sexo esa protección. Esto ocurrió relativamente tarde en nuestra evolución probablemente con el humano moderno, hace unos 200.000 años. No sé qué pensaréis los hombres que estáis leyendo esto pero como que no nos deja en muy buen lugar, ¿no? En el de mafiosos para ser exactos.
@pitiklinov
Referencias
7 comentarios:
actualmente se discute bastante si realmente los humanos somos monógamos o no....algunos autores hablan que en esos grupos lo que se daba mas eran relaciones abiertas, al estilo bonobos....
por lo que yo leo, creo que la opinión más extendida es que somos monógamos en serie, que la unión monógama dura un tiempo ( 4 años de media, Helen Fisher) y luego se cambiaba de pareja. Parece que ese era el patrón en cazadores-recolectores
Excelente articulo, creo que hoy día muchas mujeres están al tanto de que no es tan necesaria la presencia del hombre y están decidiendo estar solas, puede que sea hacía donde vamos como civilización...
Hola hace poco conoci este blog, me parece buenisimo, en relacion a este articulo encuentro que Dumbar pasa por alto aspectos importante, por ejemplo, la mujer evoluciono ocultando su ovulacion y haciendose receptiva sexualmente de manera constante (esto no ocurre en otros primates, en el chimpance por ejemplo la ovulacion de la hembra se anuncia notoriamente y es receptiva sexualmente por un lapso determinado denominado estro), esto es lo primero que debe responder Dumbar ,ya que este es uno de los ladrillos fundamentales de la pareja humana, la pregunta aqui es por que la hembra humana evoluciono para hacerse receptica sexualmente de manera constante, siguiendo a Dumbar en su planteamiento ¿este cambio busco atraer un macho protector?si asi fue ¿el remedio no fue peor que la enfermedad?.
Hola Ruben,
tienes razón en que la ocultación de la ovulación de la mujer es un hecho clave de nuestra evolución pero Dunbar lo conoce bien, aunque no lo utilice en esta hipótesis. Lo que no entiendo es por qué dices que el vínculo de pareja es algo malo, creo que respondió a presiones evolutivas y fue una solución para ellas (aunque como todo tenga sus pegas)
Un saludo
Hola, Pitiklinov.
Quería preguntarte si has leído "El mito de la monogamia", de Barash y Lipton. Muy interesante, con decenas de ejemplos en todo tipo de especies animales sobre situaciones típicamente consideradas humanas como violaciones en grupo a hembras; padres feos que se implican más en la crianza en comparación con los guapos, que prefieren irse de picos pardos; semen taponando vaginas en plan cinturón de castidad; machos exhaustos que retoman las ganas de fornicio ante una hembra nueva; celos y violencia por celos, por ambos sexos... ¿Por qué nos interesan, tanto a los hombres como a las mujeres, las cópulas fuera de la pareja?, es la pregunta en torno a la cual gira gran parte del libro, desde el punto de vista evolucionista.
Me encanta tu blog. Me lo estoy leyendo entero.
Muchas gracias por tus palabras Olivia. No he leído ese libro, me lo apunto, por supuesto.
Saludos
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