viernes, 9 de mayo de 2014

El Puzle de la Monogamia

(Publicado originalmente en la Nueva Ilustración Evolucionista el 04-01-2014)

La emergencia y extensión del matrimonio monogámico plantea una serie de preguntas muy interesantes. El problema es el siguiente. Aproximadamente el 85% de las sociedades recogidas en el registro antropológico permite el matrimonio con más de una mujer. Tomar más de una mujer se asocia con el estatus, la riqueza, o la nobleza, incluso en sociedades altamente igualitarias. Después de los orígenes de la agricultura, las sociedades crecieron en tamaño y complejidad y los niveles de poliginia aumentaron alcanzando su punto más alto en los primeros imperios, donde los gobernantes acumularon harenes enormes. Sin embargo, hoy, con unas diferencias de riqueza que son probablemente las más grandes de la historia, el matrimonio monogámico es lo normal y lo legal en la mayoría de los países del mundo. Aunque las raíces del matrimonio monogámico se pueden seguir hasta Grecia y Roma, la difusión de la monogamia ha ocurrido sobre todo en los últimos siglos, y otras sociedades han emulado a Occidente con leyes prohibiendo la poliginia que datan de 1880 en Japón, 1953 en China, 1955 en la India y 1963 en Nepal. La cuestión entonces es: dada su rareza histórica y su aparente mal encaje con nuestra psicología evolucionada, ¿por qué se ha extendido la monogamia de manera tan exitosa? Históricamente, además, la emergencia del matrimonio monogámico es particularmente difícil de entender porque los hombres que más podrían beneficiarse de la poliginia -los aristócratas ricos - son los que han tenido el poder de hacer las leyes, podrían haber usado su influencia para legalizar la poliginia, pero resulta que no lo han hecho. Este es el puzle.

Joseph Henrich y los mundialmente famosos expertos en evolución cultural Robert Boyd y Peter J. Richerson proponen una respuesta a este problema en un artículo muy completo y documentado. Su hipótesis es que el matrimonio monógamo ha sido favorecido por la evolución cultural por los beneficios para el grupo en la competición entre grupos, es decir, que su propuesta se basa en la selección de grupo cultural. La idea es que la competición entre comunidades -naciones, organizaciones religiosas, etc.- favorece aquellas normas, valores, ideas, instituciones o prácticas que mejor aprovechan nuestras motivaciones y refuerzan y dirigen nuestras motivaciones y conductas de manera que llevan al éxito en la competición entre grupos. A lo largo de los siglos, estos procesos llevan a la extensión de las normas e instituciones sociales que crean beneficios a nivel de la sociedad.

Los autores distinguen primero las estrategias de emparejamiento de los humanos de sus sistemas de matrimonio y explican qué aspectos de nuestra psicología tienen que ser frenados y cuáles potenciados por la selección grupal cultural. Luego desarrollan una serie de hipótesis testables y revisan la evidencia disponible para ver si es congruente o no con su desarrollo teórico. Lo que ellos predicen es que la imposición de la monogamia reduce la competición por la reproducción entre los hombres, suprime la competición intra-sexual, de manera que se reduce el número de hombres de bajo estatus que se quedan solteros. Este efecto reduce las tasas de crimen, de abuso personal, de conflicto dentro de los hogares, de fertilidad, y aumenta la inversión parental y la productividad económica, el PIB, y la igualdad de la mujer.

Con respecto a las estrategias de emparejamiento, existe mucha evidencia de que las estrategias de hombres y mujeres difieren. Al igual que la mayoría de los mamíferos, las mujeres invierten en la descendencia en mayor medida que los hombres. Los humanos hacen vínculo de pareja, bien en monogamia o poligamia, y los hombres colaboran en el cuidado de la prole, y existe una división del trabajo. Esto significa que los hombres tienen más variación en el éxito reproductivo que las mujeres. Si la competencia por parejas es fuerte, los hombres menos atractivos de bajo estatus se pueden quedar sin reproducir. Dado que la diferencia entre tener una pareja a largo plazo y tener cero pareja supone la muerte genética ( la no reproducción) a estos hombres de bajo estatus les compensa seguir estrategias de riesgo, estrategias cortoplacistas que les permitan evitar el olvido genético. Si hay poca competencia intra-sexual, entonces eso significa que casi todos los hombres podrán conseguir una pareja, y entonces a los hombres les compensa seguir estrategias a más largo plazo, serán más pacientes y mostrarán más aversión al riesgo.

Las mujeres también tienen estrategias de emparejamiento flexibles. Cuando los hombres varían en estatus, las mujeres prefieren a los hombres de más estatus como parejas a largo plazo aunque puedan buscar buenos genes en relaciones a corto plazo fuera de la pareja. La poliginia es más aceptable para las mujeres que la poliandria para los hombres. En la poliandria el hombre no tiene certeza de su paternidad y debe competir por las capacidades reproductivas limitadas de su pareja ( gestación, lactancia…). Las mujeres en relaciones poligínicas no tienen el problema de la certeza de maternidad y tampoco tienen que competir por las capacidades reproductivas de sus maridos (semen), que en principio es ilimitado. Esto implica que en condiciones en las que los hombres varian sustancialmente en estatus el vínculo polifónico es un resultado muy probable tanto de las elecciones de los hombres como de las mujeres.

El matrimonio es otra cosa. Al contrario que otras especies, los humanos dependemos de la cultura para aprender todo tipo de conductas y prácticas, entre ellas las normas sociales. El fracaso en someterse a ellas puede suponer algún tipo de castigo y de pérdida de estatus. Casarse no ha sido tradicionalmente una cuestión individual sino comunitaria y todas las sociedades han regulado quién se puede casar con quién, quién se queda con los niños en caso de muerte o separación, cómo se reparten las herencias, etc. Las normas de matrimonio ciertamente no son independientes de nuestra psicología de emparejamiento y no pueden ignorarla por completo o subvertirla, pero la mayoría de sistemas han reforzado la formación de vínculos buscando una colaboración más duradera y estable entre hombre y mujer, aunque existen alternativas en las que se prescinde incluso por completo de las relaciones a largo plazo (los Na en China).Por supuesto, una cosa es lo que dice la norma y otra lo que se hace. Que un sistema sea monogámico no quiere decir que no existan infidelidades, prostitución , etc. Pero hay pocas dudas de que el tipo de matrimonio modela e influencia los patrones de emparejamiento.

Henrich y cols. plantean que cuando aumentaron las desigualdades sociales y las sociedades se hicieron más complejas es cuando aumentaron las ventajas a nivel de grupo de la monogamia. En sociedades relativamente igualitarias (cazadores-recolectores), las consecuencias sociales de la poliginia son menores porque pocos hombres pueden conseguir más de una mujer y, si lo hacen, la mayoría de las veces suela ser sólo una más. Además, como suele haber menos hombres que mujeres por mayor mortalidad masculina por accidentes de caza o conflictos violentos, la poliginia igualaría esas diferencias. En sociedades más complejas la poliginia puede llegar a cotas más altas (harenes de cientos de mujeres) y tener consecuencias mucho más graves, reduciendo la competitividad de esa sociedad. La monogamia aumenta la competitividad por su influencia en las tasas de crímenes, motivaciones masculinas, inversión parental, fertilidad y producción económica. Las menores tasas de crimen favorecen el comercio, las inversiones económicas, el flujo libre de información, y una mejor división del trabajo. La mayor inversión parental y la menor fertilidad favorece la mayor calidad de la descendencia. Todo ello lleva a mayor innovación y crecimiento económico.

Una implicación muy importante de reducir la competencia intra-sexual es la reducción del crimen. Como decíamos antes, los hombres que ven que no pueden encontrar pareja descuentan el futuro (porque no  lo tienen) y pueden recurrir a conductas delictivas (robo,asesinato, violación secuestro, etc.) como forma de conseguir unos recursos con los que atraer pareja. Como subproducto, los hombres tendrán un mayor abuso de sustancias, que también está ligado a la criminalidad. Los autores revisan los datos de que efectivamente la monogamia reduce el crimen y, aunque no los voy a detallar de forma exhaustiva, creo que la evidencia les da la razón. Los hombres solteros se agrupan en bandas, consumen alcohol y cometen más crímenes que los casados. Podemos pensar que la causalidad podría ir al revés y pensar que los individuos menos proclives a cometer crímenes tienen más tendencia al matrimonio y más deseos de casarse y estabilidad, pero hay datos en los que se siguen a los mismos individuos en periodos diferentes de su vida y se ve que el matrimonio reduce la criminalidad de un 35-50%. El mecanismo por el que ocurre esto es discutible. Por un lado, las obligaciones matrimoniales y el trabajo reduce el tiempo que el hombre pasa con su cuadrilla de amigos, el consumo de drogas, etc. Pero además de ello, otro factor importante puede ser la testosterona, El matrimonio reduce la testosterona y tener un hijo la reduce aún más. Curiosamente, el matrimonio no reduce la testosterona en sociedades poligínicas (lógico, porque el hombre sigue en el “mercado de parejas”). Los datos de diferentes países muestran claramente que cuanto mayor es el porcentaje de hombres solteros mayores son las tasas de violación, asesinato, robo y fraude, y que la poliginia aumenta el porcentaje de hombres solteros.

Una línea de evidencia a este respecto son los datos  de la India y China modernas y del Oeste americano. En la India y en China, debido a políticas de hijo único o a preferencias parentelas se ha producido una alteración del cociente entre sexos de manera que las mujeres han disminuido. Los datos muestran que la criminalidad ha aumentado. Hay datos por provincias ( que por diversas razones tienen diferentes cocientes de sexo) y todos convergen: por cada aumento en el cociente de 0,01 puntos aumenta la criminalidad un 35% en delitos sobre la propiedad y crímenes violentos. En el antiguo Oeste americano, se ha propuesto también que la alta criminalidad se debió al alto porcentaje de hombres solteros y algo similar se ha observado en la frontera australiana o en la pampa argentina. Las sociedades poligínicas son más violentas, y muchas veces el objetivo de las guerras es conseguir mujeres.

Otras consecuencias negativas de la poliginia es que disminuye la edad a la que se casan las mujeres (ver tabla superior). Al no haber mujeres se acuerdan matrimonios con padres y hermanos desde edad temprana. También, al ser la mujer un bien cotizado, aumenta la motivación de los hombres (padres y hermanos) para controlarlas. Esto reduce la libertad de las mujeres, su poder, aumenta la violencia doméstica, y ese menor poder e influencia de las mujeres en las decisiones del hogar resulta en mayor fertilidad. Por contra, la monogamia disminuye la presión para llevar mujeres al mercado matrimonial, no es tan grande la diferencia de edad entre marido y mujer, no hay tanto control masculino y se reduce la desigualdad de la mujer y la fertilidad. Algunos estudios en sociedades poligínicas encuentran también que no hay ningún caso en el que las relaciones entre co-esposas sean armoniosas. La competencia entre ellas es grande y al haber mayor número de parejas adulto-niño sin relación genética eso aumenta el conflicto a todos los niveles: vivir con adultos no emparentados genéticamente es el factor de riesgo más potente para abuso, negligencia y homicidio de niños. Por otro lado, los niños de hogares polifónicos son los que tienen los niveles más elevados de cortisol, lo que indica un mayor nivel de estrés. La monogamia aumenta también la inversión parental en los hijos y la supervivencia y calidad de los mismos (algunos padres poligínicos no se saben ni el nombre de todos sus hijos). Los padres poligínicos siguen buscando mujeres y gastan recursos en ello en vez de en sus hijos.

Por último, los autores plantean (y esto ya es especulación) que el matrimonio monogámico es una forma de igualitarismo y que ha podido contribuir a crear las condiciones para la emergencia de la democracia y de la igualdad política a todos los niveles de gobierno. En el registro antropológico hay relación entre monogamia y democracia. Históricamente, la monogamia precede la emergencia de las instituciones democráticas. La peculiar institución del matrimonio monogámico puede ayudar a explicar por qué los ideales democráticos y las nociones de igualdad y derechos humanos emergieron por primera vez en Occidente.

@pitiklinov

Referencia


El estudio se acompaña de material on-line añadido al artículo original




1 comentario:

ARTURO GRANADOS REDONDO dijo...

Excelente enfoque desde el punto de vista de la antropología y la biología evolutiva.
Le envío este enlace
http://despuesdedarwin.blogspot.com.co/?m=1