(Publicado originalmente en la Nueva Ilustración Evolucionista el 25-01-2014)
El norteamericano medio pasa cada noche 7,5 horas en la cama pero sólo duerme 6,1 horas, lo cual es una hora menos que en 1970 y entre dos y tres horas menos que en 1900. Además, los norteamericanos no suelen dar cabezadas o dormir la siesta. La mayoría de nosotros dormimos solos, o con un solo compañero/a, en camas blandas, elevadas sobre el suelo y forzamos a los niños y bebes a dormir como adultos en sus habitaciones aislados, o casi aislados, con muy pocos estímulos sensoriales: poca o ninguna luz, sin ruidos, sin olores y sin actividad social.
El norteamericano medio pasa cada noche 7,5 horas en la cama pero sólo duerme 6,1 horas, lo cual es una hora menos que en 1970 y entre dos y tres horas menos que en 1900. Además, los norteamericanos no suelen dar cabezadas o dormir la siesta. La mayoría de nosotros dormimos solos, o con un solo compañero/a, en camas blandas, elevadas sobre el suelo y forzamos a los niños y bebes a dormir como adultos en sus habitaciones aislados, o casi aislados, con muy pocos estímulos sensoriales: poca o ninguna luz, sin ruidos, sin olores y sin actividad social.
Somos libres de preferir estas costumbres, pero desde un punto de vista histórico y evolucionista son costumbres modernas, y extrañas, si las comparamos con la forma en que se ha dormido en el pasado en el mundo e incluso en la actualidad en la mayor parte del planeta. Una recopilación de estudios acerca de cómo dormían los cazadores recolectores, los pueblos de pastores e incluso los agricultores de subsistencia, sugiere que, hasta tiempos muy recientes, los humanos rara vez dormían solos, en condiciones de aislamiento, sin compartir la cama con niños y otros miembros de la familia; la gente pegaba cabezadas durante el día, y, normalmente, dormían más de lo que lo hacemos nosotros.
Un cazador recolector Hazda típico se levanta al amanecer (siempre entre las 6:30 y las 7:00 en el ecuador), disfruta de una cabezada (o más bien siesta) de 1-2 horas al mediodía y se va a la cama a las 21:00. Además, esta gente no suele dormir de un golpe toda la noche, sino que consideran normal despertarse a mitad de la noche y dormir luego un “segundo sueño”. En las culturas tradicionales las camas suelen ser duras y la ropa de cama es mínima, para evitar piojos, pulgas y demás. Estos pueblos también están acostumbrados a dormir en un ambiente mucho más complejo sensorialmente, normalmente con un fuego cerca, escuchando los sonidos del mundo exterior, y tolerando los ruidos que hacen los demás, sus movimientos, y ocasionalmente las actividades sexuales de los mismos.
Hay muchas razones que dan cuenta de la razón de que nosotros durmamos de una manera tan diferente. Una de ellas es que la Revolución Industrial nos trajo cosas como la luz eléctrica, la radio, televisión y otras fuentes de entretenimiento, que nos entretienen y estimulan más allá de la hora evolucionistamente normal de acostarse. Por primera vez en millones de años, buena parte del mundo puede quedarse despierta hasta tarde y sufrir en mayor o menor medida deprivación de sueño. Además de esto, mucha gente sufre insomnio porque experimenta estrés por una mezcla de razones físicas y psicológicas: demasiado alcohol, malas dietas, falta de ejercicio, ansiedad, depresión y preocupaciones diversas. Es posible incluso que el inusual ambiente libre de estímulos en el que nos gusta dormir promueva el insomnio.
Dormirnos es un proceso gradual en el que el cuerpo pasa por varios estadíos de sueño ligero y el cerebro se va haciendo progresivamente menos consciente de los estímulos exteriores entrando por fin en un sueño profundo en el que ya no somos conscientes del mundo exterior. Durante la mayor parte de la evolución humana, este lento proceso puede haber sido una adaptación para evitar caer de golpe en un sueño profundo en circunstancias peligrosas, tales como que hubiera leones en la proximidad. Tener un primer sueño y un segundo sueño puede también haber sido adaptativo. Quizás el insomnio ocurra a veces porque al aislarnos en dormitorios individuales no oímos ruidos que han sido normales desde el punto de vista evolucionista, como el crepitar del fuego, la respiración y voces de otra gente, las hienas aullando en la distancia, ruidos que aseguraban a nuestro cerebro subconsciente que todo marchaba bien (igual es por esto que a mucha gente le gusta quedarse dormido con la televisión o la radio, que proporcionan una mayor riqueza sensorial con voces de gente, etc. y simularían ese mundo exterior de la sabana).
Sea como sea, la realidad es que cada vez dormimos menos, y menos bien, que nuestros ancestros, y al menos un 10% de la población padece de insomnio. La falta de sueño no nos va a matar pero una deprivación continuada de sueño impide al cerebro trabajar de forma apropiada y no es buena para la salud. Algunos estudios sugieren incluso que el efecto de una deprivación crónica de sueño es similar a la del envejecimiento. Durante el sueño el organismo secreta hormona del crecimiento, que estimula el crecimiento global, la reparación celular y la función inmune. La deprivación de sueño impide este aumento de hormona del crecimiento y promueve, por contra, la secreción de cortisol, que es la hormona del estrés y pone al organismo en un estado de alerta. Los niveles crónicamente elevados de cortisol deprimen la inmunidad, interfieren con el crecimiento, y aumentan el riesgo de diabetes de tipo II. La falta crónica de sueño también promueve la obesidad. Durante el sueño normal los niveles de la hormona leptina suben y los de otra, la ghrelina bajan. La leptina suprime el apetito y la ghrelina lo estimula, de manera que estos cambios evitan que tengas hambre mientras duermes. Sin embargo, cuando no duermes de forma persistente, la leptina cae y la ghrelina sube señalando un estado de hambre al cerebro, independientemente de lo bien alimentado que estés. La gente con falta de sueño tiene más apetencia por comidas, especialmente carbohidratos.
También puede influir que en el mundo occidental hemos ido adoptando progresivamente una visión más individualista del ser humano. Con la invención de las paredes y la vida privada nos hemos ido encerrando cada uno en cápsulas ambientales individuales, olvidándonos de nuestra naturaleza social y grupal. Y esta visión del mundo es la que trasmitimos a nuestros bebés enseñándoles a dormir solos desde tempranas edades. Evidentemente, no podemos negar que la vida moderna tiene sus ventajas, pero tal vez también sus inconvenientes, y la calidad del sueño puede ser uno de ellos.
@pitiklinov
Referencia
1 comentario:
Muy buen Artículo, Gracias por compartir.
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