domingo, 26 de mayo de 2019

La Violencia y el Crimen como control social

Vuelvo en esta entrada a las ideas de Donald Black que ya traté en una entrada anterior. Como veíamos, Black plantea que el espacio social tiene varias dimensiones: la horizontal (el grado de intimidad en las relaciones y de integración), la vertical (la desigualdad, el estatus, la estratificación), la organización (el grado en que hay corporaciones u organizaciones implicadas), la cultural (las diferencias en lenguaje, religión, cultura…). Y por último la dimensión normativa, lo que Black llama control social. De eso nos vamos a ocupar aquí.

Black tiene una tipología de la violencia y una concepción heterodoxa del crimen que se aleja de forma radical de la de la criminología tradicional. Para Black, la mayor parte de la conducta que se clasifica en las sociedades modernas como crimen o delito es control social, una violencia moralista. Más que una violación intencional de la ley, de una prohibición, la mayor parte del crimen es moralista y en realidad implica la búsqueda de justicia. Black define control social como : “cualquier proceso por el que la gente define y responde a la conducta desviada”. Se trata de una categoría muy amplia que incluye desde fruncir el ceño, a dar un azote a un niño porque se ha portado mal, a la expulsión de una organización, al ingreso en un hospital psiquiátrico, a la propia ley con sus arrestos, condenas, etc., a una revuelta social o al cotilleo. En este sentido gran parte de los delitos o crímenes responden a una conducta previa que el perpetrador considera desviada o injusta y su crimen es una forma de respuesta a esa conducta, una forma de control social. (Black utiliza también como sinónimo de control social la expresión manejo de conflicto -conflict management-). 

Hay que decir que Black divide la violencia en dos tipos principales: violencia moralista y violencia predatoria. En la violencia moralista hay una conducta previa desviada del que luego va a ser la víctima: un acto de infidelidad, no pagar una deuda, una afrenta al honor, una acusación falsa, un acto previo de violencia, etc. O sea, la raíz de la violencia moralista es un conflicto. Por  contra, la raíz de la violencia predatoria es la explotación, el interés. Ejemplos de violencia predatoria serían robos, allanamientos de morada, violaciones, etc. Normalmente, la violencia moralista se da entre gente que tiene una relación más intima o que se conocen y la violencia predatoria entre extraños. Por supuesto, puede haber casos mixtos como alguien que mate para robar o alguien que robe a otro como venganza por algo que le haya hecho previamente.

Si estudiamos sociedades primitivas o tradicionales, sin un sistema judicial desarrollado como el nuestro, vemos que gran parte de lo que ahora consideramos crímenes se considera autodefensa en esas sociedades. Black utiliza self-help, que yo voy a traducir más por autodefensa que autoayuda, para referirse a la expresión de una afrenta por medio de violencia unilateral. Por ejemplo, la mayoría de homicidios se consideran una reacción a un crimen, no un crimen. Casi siempre hay una pelea o un conflicto, o la persona asesinada había cometido alguna afrenta a la que responde el asesino y en muchas culturas esto está aceptado como la forma correcta de manejar los conflictos, por ejemplo como respuesta ante un adulterio. 

Pero gran parte del crimen de sociedades modernas se parece mucho a esa forma de manejar los conflictos de las sociedades primitivas, es decir, a tomar la ley en sus propias manos. Mucha de esta violencia lo que busca es castigar algo que el homicida considera injusto y, de hecho, en la mayoría de homicidios hay algún conflicto o disputa o agravio: afrentas al honor, insultos, deudas, y cuestiones que tiene que ver con el bien y el mal. Son formas de autodefensa y el autor del crimen cree estar haciendo lo justo o lo correcto y que la víctima  es la que ha cometido algo malo que necesita ser corregido y castigado. 

Cuando un crimen moralista es juzgado en un tribunal la definición del tribunal es radicalmente diferente de la que da el acusado. En el caso de un marido que ha disparado al amante de su mujer, por ejemplo, la definición de quién es el perpetrador y quién es la víctima es inversa. El sistema judicial considera al amante de la mujer como víctima pero el marido se considera a sí mismo como víctima y que su conducta es vengar una ofensa que el amante había cometido contra él. En muchas sociedades tradicionales esto habría sido visto como aceptable y apropiado. Lo que se deduce de estos crímenes que siguen ocurriendo en nuestro sociedad es que el estado ha conseguido sólo teóricamente el monopolio sobre el ejercicio de la violencia y que mucha gente la sigue ejerciendo como en otros tiempos. Es decir, que la lucha entre la ley y la autodefensa o justicia por cuenta propia no ha terminado. 

Es más, en las sociedades modernas con estado hay lugares en los que virtualmente no hay estado. La gente integrada, de alto estatus, ricos, educados, convencionales, de mayorías culturales, tienden a estar protegidos por la ley y a utilizarla. Pero la gente que se mueve en ambientes marginales como mafias, prostitución ilegal, etc., no pueden recurrir a la ley. En esos ambientes lo que sigue funcionando es la autodefensa. Pero mucha gente que no pertenece a estos ambientes marginales cree que es su obligación manejar sus propios problemas y no recurrir a la policía o la ley y aplican la justicia con sus propias manos. Están determinados a conseguir justicia, aunque esto implique que sean considerados criminales. Observamos claramente esto cuando muchos homicidas se muestran totalmente resignados a ser detenidos y aceptar lo que la ley haga con ellos. Muchos no intentan escapar siquiera y esperan a que llegue la policía, o son ellos mismos los que van a denunciar su crimen. Hacen lo que creen que está bien y aceptan las consecuencias. Parece, por tanto, que en la medida en que la gente se cree moralmente obligada a cometer sus crímenes es más difícil poder prevenirlos o evitarlos. Parece que los homicidios cometidos como una forma de pena capital serían más difíciles de impedir que los que se comenten persiguiendo un beneficio personal. Aunque esto no quiere decir que no puedan ser reducidos.

Terrorismo y control social

Hasta ahora hemos estado hablando de la violencia individual como una forma de control social pero también la violencia colectiva puede ser una forma de control social, por ejemplo un linchamiento (tanto los clásicos como los modernos vía redes sociales). Una turba de gente se toma la justicia por su mano y castiga la conducta desviada de un individuo o individuos. Un tipo concreto de violencia colectiva que Black ha estudiado (en su artículo la Geometría del Terrorismo)  es el caso del terrorismo.

La definición de terrorismo de Black es autodefensa ejercida por civiles organizados que infligen violencia en masa contra otros civiles. El terrorismo es control social (una respuesta a una conducta desviada), es autodefensa (el manejo de un agravio con violencia)  y conlleva una responsabilidad colectiva. Esto no lo hemos mencionado más arriba pero en muchas sociedades primitivas en los crímenes individuales existe una responsabilidad colectiva en el sentido, por ejemplo, de que toda la familia de un individuo es responsable de la conducta de ese individuo y las vendettas se amplían a los familiares y se eternizan a través de generaciones. En el caso del terrorismo todo el grupo étnico, religioso o nacional es considerado responsable y, por lo tanto, objetivo o diana de los ataques. Es también una forma de casi-guerra por su organización pero sus objetivos son civiles más que militares. Tampoco hay reglas, como ocurre en la guerra: todo vale.

Así que Black plantea que el terrorismo es altamente moralista, que pertenece a la misma familia que la ley y el control social, son civiles que se organizan ante un agravio para cometer violencia en masa contra otros civiles. Típicamente demandan la restauración de una situación previa como la independencia política, un territorio perdido, etc. Una vez iniciado suele atraer otro tipo de control social que es el contraterrorismo y se suele iniciar una escalada entre ambos en la que se responde a la agresión con más agresión y el proceso se cronifica durante años. Los terroristas representan a una colectividad agraviada (como una etnia o religión) y atacan civiles asociados con otra colectividad (otra etnia, religión o nación-estado). El terrorismo tiene una dirección ascendente contra un superior social y sería una forma de control social desde abajo.

Black analiza la geometría social del terrorismo de la que voy a decir sólo algunas cosas generales para mencionar la importancia de la tecnología y los cambios sociales para que el terrorismo haya aparecido en tiempos recientes y no antes y os remito para más detalles a su artículo . El terrorismo surgiría cuando hay un alto grado de distancia cultural, desigualdad e independencia funcional. Por ejemplo, una excelente “localización social” (terminología de Black) para el terrorismo sería un agravio de un estado-nación poderoso contra un pueblo indígena en una situación colonial. Pero en estas situaciones no había una proximidad física para que el pueblo agraviado pudiera infligir violencia en masa contra civiles de la nación opresora, el terrorismo precisa contacto, si no hay contacto no hay terrorismo. Por poner un ejemplo, los ciudadanos indígenas de imperios coloniales (Gran Bretaña, Francia Holanda…) no podían atacar de forma masiva a civiles europeos porque pocos civiles vivían en las colonias, sólo podían atacar al ejército, policía o a la administración del estado colonial.

Para el terrorismo se necesitaría proximidad física pero distancia cultural. Por eso, el terrorismo ha sido raro en la historia y es un fenómeno reciente, porque los civiles agraviados no han tenido acceso a los civiles enemigos. Dicho en terminología de Black: el terrorismo sólo surge cuando el agravio tiene una geometría social lo suficientemente distante y una geometría física lo bastante cercana como para permitir violencia en masa contra civiles. Pero en el siglo XX esto cambia y ahora es posible coger aviones e ir a atacar a los civiles enemigos. Pero también predice Black que esta misma tecnología que crea las condiciones para el terrorismo, a la larga (y no sabemos a la larga cuanto tiempo quiere decir) también crea las condiciones para acabar con la posibilidad del terrorismo porque hace que nos mezclemos culturalmente y que la distancia social y cultural disminuya. 



Conclusiones

Black nos plantea una visión del crimen bastante alejada de la tradicional y en cierta medida inquietante. La violencia como control social es muy parecida a la violencia de la ley (bueno, la ley es control social) y, en cierto sentido, las dos son formas de justicia. El crimen a menudo expresa una afrenta y esto implica que muchos crímenes pertenecen a la misma familia que el cotilleo, el ridículo, la venganza, el castigo y la propia ley. En todo esto coincide con otro libro que ya hemos comentado aquí, el de la Violencia Virtuosa en que gran parte de la violencia que ocurre en el mundo es violencia moralista, es decir, que la comete gente que cree que esta haciendo lo correcto, que está haciendo lo que debe hacer.


@pitiklinov

Sobre este tema ver también:




Referencias:











1 comentario:

chifus dijo...

solo decir que incluso en ls animes japoneses qe hablan de buda ponen a samurais luchando por buda contra demonios ,
cuando buda segun la Hª , aplaco demonios sin violencia : se hace una apologia d la violencia brrutal en esta sociedad
nada d dialogo filosiofia empatia pedagogia compasion etc