lunes, 3 de septiembre de 2012

Culturas del Desierto versus Culturas del Bosque




En Monkeyluv Robert Sapolsky tiene un artículo sobre la influencia que tiene el ecosistema en la cultura, por ejemplo cómo se parecen en muchas cosas los pueblos de pescadores o de los que viven en las montañas. Comenta que una de las más notables diferencias se da entre pueblos que viven en selvas o bosques lluviosos y los que viven en el desierto. Pueblos que viven en bosques como los Pigmeos Mbuti, o los amazónicos, comparten muchos elementos culturales, a pesar de estar tan alejados unos de otros; y lo mismo ocurre, por otro lado, con los nómadas del Sahara, o del desierto de Gobi, o los beduinos de Oriente Medio. Voy a plantea una adivinanza al lector: ¿Quiénes son politeístas y quiénes son monoteístas?

El monoteísmo es un invento del desierto. Según Sapolsky, esto tiene sentido, los desiertos enseñan cosas grandes y singulares, lo duro que es el mundo y un mundo reducido a lo más básico. Por contra, en los bosques tropicales existen miles de plantas comestibles, cientos de plantas medicinales y más especies de animales que en cualquier otro lugar. Hay más especies de hormigas en un árbol de  la selva que en toda Inglaterra (es curioso también que los lugares del mundo donde hay más biodiversidad son los que tienen también mayor diversidad lingüística). Dejar que florezcan miles de dioses parece lo más natural en un mundo así. Pero hay más, aunque existan algunos monoteístas en los bosques tropicales están menos inclinados a pensar que Dios mete la nariz en sus asuntos, que es el responsable de enfermedades y demás...Y esto tiene un sentido también. Si un cerdo se escapa a tu flecha tienes otro animal similar que cazar y si una plaga se carga un planta tienes otras muchas de las que comer. Pero en el desierto una plaga de langostas o un oasis que se seca es una sentencia de muerte, no hay alternativas. De ahí el fatalismo y el intervencionismo divino en el desierto.

Otra gran diferencia ha sido estudiada por Melvin Ember. El desierto con sus rebaños de cabras y camellos es el terreno apropiado para las clases y clanes guerreros, y todas las características asociadas de una sociedad militarista: autoridad centralizada, los trofeos guerreros como forma de subir en estatus, la muerte en la batalla como garantía de una vida gloriosa en el más allá, estratificación, esclavitud. Una cosmología en la que un dios todopoderoso domina a un grupo de dioses menores encuentra su paralelo en una rígida jerarquía terrenal.

Otras diferencias que se han estudiado tienen que ver con la situación de la mujer. Si eres mujer mejor que te alejes de esa gente del desierto. La compra de esposas es mucho menos frecuente en las culturas del bosque mientras que son más frecuentes las sociedades matrilocales donde mujeres emparentadas forman el núcleo de la comunidad, en vez de tener que viajar al lugar de residencia y con las familias de sus maridos. Esto aumenta el poder de las mujeres y la protección que se ofrecen entre sí. En las culturas del desierto las mujeres suelen tener las tareas de construir los refugios, ir a buscar agua y leña mientras los hombres contemplan sus rebaños y preparan la próxima incursión guerrera. En las culturas del bosque suele ser el hombre el que hace el trabajo duro y no suelen tener ideas culturales acerca de la inferioridad de la mujer. Por último, las culturas del desierto enseñan a sus hijos a evitar la desnudez y tienen normas más estrictas acerca del sexo premarital.

Resulta sorprendente la cantidad de cosas que pueden verse influídas por la ecología. Cuando nos preguntamos quiénes somos y cómo hemos llegado a ser lo que somos tenemos que incorporar miles de factores sutiles que nos influyen ( genes, neurotransmisores, educación...)Tal vez ha llegado el momento de incluir otra variable biológica en la lista: ¿Cuando nuestros ancestros se plantearon las grandes cuestiones de la vida qué contemplaban alrededor, un paisaje con árboles o un horizonte sin fin?






1 comentario:

Ana di Zacco dijo...

Impresionante. Me recuerda un dicho árabe: "Tres cosas no pueden esconderse: el humo, el amor y un hombre a camello en el desierto".
Y ya de paso recomiendo "Tuáreg" de Vázquez Figueroa. Una novela desértica imperdible.