domingo, 10 de noviembre de 2019

El Ateísmo, los medios de comunicación y el aceleramiento moral


Las religiones presumen de valores éticos eternos, lo que explica por qué han contribuido tan poco al progreso moral  de la humanidad.
-Jorge Wagensberg

"Aunque la nuestra es una época sin Dios, es justo lo opuesto a no religiosa.”
-Eric Hoffer


En la última entrada, y en alguna otra, he comentado que estamos viviendo una epidemia de moralidad que está afectando a todas las esferas de la vida, no sólo a la política sino a la ciencia, al arte, al mundo laboral y, por supuesto, a las redes sociales y a los medios de masas en general, como ocurre con la publicidad en televisión. Las empresas no se limitan a alabar las cualidades de sus productos sino que tienen que demostrar que son buenas y que se alinean con los nuevos valores. Todo el mundo está señalando virtud constantemente -especialmente en las redes sociales-  y surgen nuevos valores sin interrupción. Todo se está moralizando, desde comer carne hasta ir en coche y cosas que antes eran neutras moralmente van adquiriendo la cualidad o valor moral de ser malas y condenables. Esta aceleración moral hace complicado mantenerse al día y cada vez más gente tiene miedo a tratar cualquier tema por miedo a meter la pata y encontrarse en el lado equivocado de la moral. Es como el juego de la silla, si no estás atento te quedas con el culo al aire.

Sería interesante entender las razones o las causas de este fenómeno de aceleración moral. En esta entrada voy a proponer que una de estas razones es el abandono de la religión tradicional y lo voy a hacer siguiendo en esencia el planteamiento de Hans-Georg Moeller en uno de los capítulos de su libro The Moral Fool. Junto con el abandono de la religión tradicional, destacaría en la generación de este fenómeno el papel de los nuevos medios de comunicación. 

Hemos asistido a un cambio en la sociología de la moralidad. En épocas anteriores, nuestra moralidad venía marcada por la Iglesia y, en conexión con la Iglesia, por la familia. La Biblia y otros textos religiosos eran las principales fuentes de los valores morales. Esta situación conducía necesariamente a una relativa estabilidad moral. La Biblia ha sido más o menos la misma durante siglos y, aunque las interpretaciones diferían de forma importante, existían limitaciones al alcance y la velocidad de la variación moral. Era muy difícil producir y distribuir un gran número de textos y los medios para diseminar valores morales de forma universal -veinticuatro horas al día, siete días a la semana- sencillamente no existían. Además, existía una autoridad centralizada en el Vaticano, con sus concilios de vez en cuando para tratar estas diferentes interpretaciones o las nuevas visiones, y lo que dictaminaba esta autoridad era reconocido a todos los niveles.

Todo esto empezó a cambiar con la aparición de la imprenta -y ahí tenemos la Reforma de Lutero- pero seguía siendo la iglesia y la religión la autoridad en materia moral. En el siglo pasado se producen los dos acontecimientos a los que hacía referencia más arriba: el abandono de la religión tradicional con el avance del ateísmo y la llegada de los medios de comunicación de masas a un nivel desconocido previamente: libros, periódicos, radio, TV, películas y ya por fin Internet. Estos medios de masas distribuyen noticias, programas de entretenimiento, publicidad, etc., y todo ello aparece y desaparece sin parar, todo se renueva constantemente. Pero, además de noticias y entretenimiento, los medios distribuyen y diseminan los valores morales. Los medios de comunicación son ahora la fuente de moralidad en la sociedad y el contenido moral sufre la misma aceleración que el resto del contenido de estos medios. Antes, el cura del pueblo daba un sermón los domingos o el papa publicaba la posición de la Iglesia de vez en cuando, pero ahora el cambio es constante.

El Papa y la Iglesia Católica, y otras iglesias y religiones también, tienen grandes dificultades para cambiar su posición en temas morales (ahí tenemos los ejemplos del aborto, la contracepción o la homosexualidad). Es muy difícil para ellos seguir el ritmo de los medios de masas incluso aunque, como por ejemplo en EEUU, aparecen continuamente en TV (telepredicadores) y en Internet. Si siguieran la velocidad de los medios, tendrían que negar básicamente la autoridad de sus escrituras y de sus tradiciones teológicas. Las iglesias tienden a afirmar que sus valores derivan de fuentes muy elevadas y eternas, de Dios básicamente, y Dios no se presta mucho a estar cambiando de criterio ininterrumpidamente. Dadas las diferentes características de estas dos moralidades (la de la religión y la de los medios de masas) no es ninguna sorpresa que no estén sincronizadas. Las iglesias no pueden adaptarse a la velocidad de los medios y los medios no pueden esperar a que las religiones se muevan. 

Pero tenemos que matizar una cosa. Que los medios de comunicación se hayan convertido en los distribuidores principales de la moralidad no quiere decir que ellos sean la fuente de los valores morales que distribuyen. Creo que éste es un asunto complejo y no del todo aclarado. No parece ocurrir que los medios sean los que impongan unos determinados valores directamente, ni tampoco que simplemente den voz a los valores que provienen de determinados grupos de la sociedad. Parece tratarse de un proceso de feedback en el que algún grupo con unos intereses o estilo de vida empuja por extender unos valores y los medios empiezan a hacerse eco de ellos con lo que cada vez más gente los va aceptando y así progresivamente. Pero no está muy claro la razón por la que unos valores se extienden y llegan a predominar mientras que otros no consiguen llegar a la mayoría de la población. Y, por supuesto, todo este proceso no es inocente o aleatorio y los medios (y los que los controlan) tienen sus propios intereses. Pero sí parece que las masas (la sociedad, o grupos dentro de ella) abrazan unos valores, los trasladan a la práctica y entonces alimentan a los medios sociales que los devuelven a las masas y esto se repite una y otra vez en una espiral sin fin.

Así que los medios “muestran” lo que es considerado en la actualidad moralmente bueno o malo en la sociedad pero resulta que de esta manera están “contaminando” o “infectando” con moralidad a todos los sistemas de la sociedad: política, religión, deportes, economía, arte, literatura, medicina, etc. Decía el sociólogo Niklas Luhmann: “todo lo que conocemos acerca de la sociedad, o acerca del mundo en el que vivimos, lo conocemos por los medios de comunicación”. Por supuesto, esto no es cierto literalmente, no conocemos a nuestros padres por los medios, por ejemplo. Pero Luhmann no se refiere a nosotros como individuos sino como sociedad: todo lo que nosotros conocemos acerca del mundo que todos compartimos lo conocemos por medio de los medios de masas. Esto es más verdad, lo que conocemos acerca de la política, los deportes, productos y marcas, etc., lo conocemos por medio de los medios de comunicación. Así que la Iglesia “conoce” por los medios que las relaciones prematrimoniales ya no están mal vistas, o ve en series que las madres solteras o los homosexuales ya no aparecen reflejados como deficientes morales. Y reacciona a ello. De la misma manera, los políticos ven qué valores empiezan a extenderse en los medios y corren a incorporarlos en sus discursos y programas (los partidos políticos también son agentes en la creación y distribución de valores). El resultado final es que la moralidad contamina o resuena en todos los sistemas y sectores de la sociedad.

Pero hay más derivaciones. Una de ellas es que el conflicto tienen un interés especial para los medios de comunicación. Por ejemplo, es más noticioso que dos países están en guerra que el hecho de que tenga unas relaciones pacíficas. En las series es más interesante presentar conflictos entre parejas, entre ladrones y policías, entre partidos, entre equipos de fútbol, que hablar de que todo el mundo se lleva bien. Y en ese sentido los medios están más interesados en el conflicto moral que en el consenso moral, la indignación moral vende. Las redes sociales hacen negocio con la moralidad, la indignación moral es un negocio para ellas como el sexo lo es para las webs porno. Les consigue usuarios y clics y todo esto funciona porque el contenido moral toca una tecla de la naturaleza humana: la necesidad de señalar virtud a los miembros de nuestro grupo. En resumen, un mundo sin conflictos y sin escándalos no interesa a los medios porque tendrían menos material para sus programas.

Volviendo al planteamiento inicial, vivimos una época de aceleramiento moral y es muy probable que una de las causas haya sido el abandono de la religión que ha actuado de freno para un instinto humano que es el de señalar virtud a los demás, el de transmitir que uno es un buen compañero o colaborador con el que se puede contar. La religión establecía un cauce para que la gente señalara virtud y luego la gente podía dedicarse a hacer otras cosas…a vivir. La vida es muy compleja para reducirla a la moralidad y, si tienen razón los argumentos que di en la entrada anterior, no es bueno reducir la realidad a la moralidad. Ya no hay tampoco una fuente de valores morales centralizada, la Biblia o las sagradas escrituras, la cual ha sido reemplazada por algo mucho más cambiante, los medios de masas.

Decía también Luhmann que uno debería ser muy cauto con la moralidad y “tocarla sólo con los instrumentos más estériles y con los guantes puestos porque es una sustancia altamente contagiosa”. La moralidad es como un monstruo con mil cabezas, una Hidra que genera dos cabezas por cada una que le cortas. 

Termino con una propuesta que hace Moeller para concluir su libro. Propone que los programas de TV, las películas, noticias, debates, etc., que contienen una alta dosis de moralidad que incluyan una advertencia similar a la de los paquetes de tabaco: “Este producto está lleno de moralidad y por tanto puede conducir a una implicación comunicativa no deseada y resultar en un posible daño a la salud personal y social”. Dice que, aunque sólo sea para proteger a los menores, debería haber un sistema similar al que antes controlaba los contenidos violentos y sexuales que advierta de lo contaminado moralmente que está cada programa. Mientras tanto, como decía en la entrada anterior, tened cuidado ahí fuera con la moralidad. 


@pitiklinov

4 comentarios:

MANU dijo...

Hola Pablo. Gusto en saludarte. Primero que nada, agradecerte tu trabajo. Me sirvio un monton. Soy malo escribiendo cartas y esas cosas. Seria algo larga al tener que nombrar a tantas personas con las cuales uno se encuentra. Seria interminable ademas de poco practico, porque ademas, deberia incluir a las personas que uno conocera. Algo, estadisticamente poco probable. O no?
Un saludo cordial

Manuel León López dijo...

Hoy quien marca la Agenda de la "moralidad" es la Izquierda, que han venido a imponer su Catecismo de la forma en la que se describe en el artículo.

Anónimo dijo...

Muy buen articulo Pablo, en el momento que mencionas el CONFLICTO asocie aunque descontextualizando lo que te voy a mencionar el AGON griego...determinadas personas con poder en su momento segun su cosmovision y por beneficio propio tenian ciertos VALORES considerados los mas adecuados para subsistir en su "medio".
Saludos, a la espera de mas entradas.

hernan dijo...

Objeción muy menor: "existía una autoridad centralizada en el Vaticano" es medio un anacronismo. El Vaticano como sede oficial del iglesia católica es asunto reciente. https://en.wikipedia.org/wiki/Vatican_City