jueves, 7 de noviembre de 2013

El Yo es un Caballo de Troya del grupo


El Yo es la estratagema más oculta de la evolución para asegurar el éxito de la vida en grupo
-Matthew Lieberman


El libro de Matthew Lieberman Social. Why our brains are wired to connect gira alrededor del hecho de que los seres humanos estamos cableados para ser sociales. Hay cosas interesantes a lo largo del libro como sus estudios, y los de otros autores, demostrando que el dolor social ( p. ej. la exclusión social, el aislamiento, la soledad) utiliza los mismos circuitos cerebrales que el dolor físico. Pero no vamos a hablar de eso ahora sino del capítulo 8 de este libro que lo dedica a una idea bastante contraintuitiva: que el Yo, algo que creemos muy íntimo y personal, es en realidad un Caballo de Troya del grupo, un programa cargado en nuestro cerebro que en realidad no trabaja para nosotros, sino para los demás.
Matt Lieberman

En Occidente tendemos a pensar que el yo es lo que nos hace especiales, que nos provee con un único destino para alcanzar nuestros fines personales y conseguir la autorealización. Nos imaginamos el yo - nuestro sentido de lo que somos- como un tesoro herméticamente cerrado, una fortaleza impenetrable a la que tan solo nosotros tenemos acceso. Pero Lieberman nos cuenta en este capítulo que el Yo es similar en muchos aspectos al software, o aplicaciones, que se cargan a un terminal de ordenador para que pueda funcionar en red con otros ordenadores y con un servidor. Como señala en la frase que he destacado como cita que el Yo es la estratagema más oculta de la evolución para asegurar la vida en grupo. Para Lieberman el Yo es un engaño que permite al mundo social entrar dentro de nosotros y tomar posesión de nuestras mentes sin que nos enteremos.

Esta idea no es nueva, no hay nada nuevo bajo el sol, y ya se le había ocurrido, entre otros, a Nietzsche, pero Lieberman nos va a aportar algunos datos (por supuesto no definitivos, pero sí sugerentes) desde la neurociencia. He aquí lo que decía Nietzsche:

“Pensemos lo que pensemos y digamos lo que digamos acerca de su “egoísmo”, la gran mayoría no hace nada por su ego a lo largo de su vida: lo que hacen lo hacen por el fantasma de su ego formado en las cabezas de los que les rodean y que les ha sido comunicado a ellos”

Nietzsche creía que nuestro sentido del yo no era algo interno a nosotros, un núcleo verdadero dentro de nosotros al que vamos ganando acceso a lo largo de nuestra vida. Para él el sentido del yo es algo construido primariamente por las personas de nuestra vida, y que el yo es un agente secreto trabajando más para ellos que para nosotros.

Es claro cómo cambian las costumbres y las modas y cómo nuestro gusto se conforma al de la mayoría de la gente, desde ropas a gustos estéticos y demás. Inyectar nuestros gustos desde fuera dentro de nosotros en una “operación clandestina”  lleva a una armonización y mejor funcionamiento social. Cada uno de nosotros tiene una variedad de impulsos y si los actuara cuando no es adecuado, o con la gente inadecuada, la sociedad se hundiría. Según Lieberman,  el Yo existe para que el grupo social ( familia, escuela, país…) suplemente nuestros impulsos naturales con unos impulsos sociales. El mundo social imparte una colección de creencias acerca de nosotros mismos, de la moralidad, y de lo que es una vida con sentido. Debido a cómo funcionamos, nos enganchamos a estas creencias como si fueran ideas a las que hemos llegado por nosotros mismos, el auténtico producto de nuestra voz interior. No es suficiente para nosotros reconocer los valores y creencias del grupo. Tenemos que adoptarlos como propios para que sirvan de guía a nuestra conducta. En otras palabras, igual que pasó con el Caballo de Troya, mucho de lo que constituye nuestro sentido del yo llega desde fuera al abrigo de la noche. Nuestro cerebro utiliza estas fuerzas externas para construir y actualizar el Yo.

Imaginaos el siguiente juego. Estamos sentados en una habitación unas 20 personas y cada uno tenemos una carta con nuestro valor en la frente, nosotros no podemos verla , pero sí vemos el valor escrito en la frente de los demás. Se nos pide que nos emparejemos con la persona que tenga la carta de más valor que quiera emparejarse con nosotros. Al principio no tenemos una idea de nuestro valor, pero eso tiene fácil arreglo: enseguida la mujer con el as de oros va a tener un grupo de admiradores alrededor, mientras que al hombre con el dos de espadas nadie le hará ni caso. George Herbert Mead y Charles Cooley  plantean que la forma en que aprendemos acerca de nosotros mismos en el mundo real no es muy diferente de lo que ocurre en este juego de cartas. A este proceso lo llaman generación de una valoración reflejada ( reflected appraisal generation). Una valoración reflejada sería lo que yo pienso que tú piensas de mí. Se nos bombardea desde pequeños con feedback acerca de nosotros mismos, sea con palabras, pero también con conducta no verbal y con el tono de voz. Y usamos esta información para descubrir quiénes somos. Más que mirar hacia adentro, miramos a los otros para aprender acerca de nosotros mismos. 

Lieberman y Jennifer Pfeifer llevaron a cabo un estudio con adolescentes y Resonancia magnética cerebral. Lo voy a resumir brevemente. Un gran número de estudios de los que Lieberman ha hablado en capítulos anteriores relacionan un área del cerebro en concreto con el sentido del Yo: el cortex medial prefrontal (CMPF). Y existe otras zonas cerebrales, el llamado Sistema de Mentalización, que tiene que ver con adivinar las intenciones, creencias y motivaciones de los demás. Esas áreas incluyen el córtex prefrontal dorsomedial, la unión témporo-parietal,el precúneo, el cortex cingulado posterior y los polos temporales. Entonces se pide a los adolescentes que realicen valoraciones directas  (pienso que soy muy inteligente) y reflejas (mis amigos piensan que soy muy inteligente) acerca de ellos mismos. Lo primero que se observa es lo esperado: cuando hacen valoraciones directas se activa el CMPF y cuando realizan valoraciones reflejas el Sistema de mentalización. Pero lo que ya era más sorprendente es que los adolescentes mostraban una fuerte activación del Sistema de Mentalización cuando estaban haciendo valoraciones directas. Los adultos no hacen esto. Recordad que el Sistema de Mentalización se asocia típicamente con pensar acerca de los estados mentales de los demás. Estos resultados sugieren que, incluso cuando se pregunta a los adolescentes qué piensan de sí mismos, podrían haber traído a su mente en realidad valoraciones reflejadas…lo que ellos creen que otros creen acerca de ellos mismos. es como si el CMPF tomara nuestra valoración de lo que otros piensan de nosotros como un poder o sucedáneo (proxy) de lo que nosotros deberíamos pensar acerca de nosotros mismos.

Este y otros estudios sugieren que el CMPF está implicado en la construcción del Yo y que esta región está menos herméticamente cerrada de lo que solemos pensar. Si el CMPF es en realidad un conducto por el que asimilar los valores y creencias de los que tenemos alrededor, entonces el Yo puede ser un mecanismo por y para el mundo social. La existencia del CMPF asegura que un sistema común de valores sea compartido por los miembros de una comunidad. Aunque creemos -volviendo a los adolescentes- que en esta época se vuelven hacia sí mismos en busca de su yo interior, la mayoría lo que hacen es abrazar la identidad de los que tienen alrededor (amigos, amantes , o los diversos grupos en los que se integran en esa época) Lejos de ser ellos mismos, lo que están haciendo es cargar en su mente los programas, las aplicaciones que ven a su alrededor, las cuales, una vez cargadas, se convertirán en su identidad. Nuestro yo trabaja para el grupo, para asegurar que encajemos en el grupo. Tenemos impulsos egoístas y tenemos impulsos sociales internalizados como parte de nuestro Yo.

Resumiendo, experimentamos la autoconciencia como un proceso privado interno pero según psicólogos como George Herbert Mead, Charles Cooley o Matt Lieberman, la autoconciencia es en realidad un proceso altamente social durante el cual se nos recuerda lo que la sociedad espera de nosotros y entonces nos empujamos a nosotros  mismos en esa dirección.

@pitiklinov en Twitter

Referencia



10 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
lyuti dijo...

La verdad, qué lioso analizar todo hasta tal punto.
En mi opinión, Nietzsche era muy clarividente pero también estaba muy resentido. En todo lo que he leído de él, ambas facetas están totalmente entrelazadas.
El yo como el reflejo de la opinión de los demás es un concepto muy antiguo. Aquí se mezcla, según me parece, con el yo como una herramienta de conexión con los demás, y se le da a lo segundo parte de la connotación negativa que tiene lo primero.
Si hay un yo inherente a la persona, original y propio...yo opino que sí. Por eso me interesa mucho -últimamente- el mundo de la primera educación, de lo que se le enseña a los niños más pequeños, para ver si se les puede estimular a desarrollar ese yo, sin imponerselo, ni desviarlo según el gusto de los demás. Siempre que no sea un aspecto perjudicial de ese yo, lógicamente.
Un saludo

Pitiklinov dijo...

bueno a esos dos yos Kahneman los llama sistema 1 y sistema 2, y Haidt el elefante y el conductor. Es muy interesante lo que comentas y confirma lo que dice Lieberman que estamos cableados para vivir en grupo.
gracias por compartir tu experiencia

Pitiklinov dijo...

Es muy discutible todo esto, claro, pero a mí sí me convence esa idea de que la existencia del individuo es en realidad una necesidad del grupo. Cuanto más leo de evolución más claro voy viendo que, tanto el yo, como la individualidad, como la moral y la conciencia, son producto de nuestra naturaleza social

lyuti dijo...

Y el grupo es la necesidad de los individuos. Ahí es donde yo veo el lío.

Pitiklinov dijo...

claro que el grupo es una necesidad ineludible de los individuos.No podemos vivir fuera del grupo.
Pero es que fuera del grupo tampoco existe yo, ni individuo. Imagínate un niño salvaje de esos que se crían con lobos...mi hipótesis es que no tiene un Yo, porque no se lo ha cargado el grupo, el Yo es social...
Pero creo que sí tienes un punto de razón en que cada niño o persona trae unas preferencias de fábrica para coger unas cosas u otras o para cargar una aplicación o proigram en lugar de otra. Hay estudios, por ejemplo, que hablan de que la inclinación política a derechas o izquierdas es constitucional y tiene un componente genético...Y un adolescente dentro de los programas que encuentra en su entorno puede que tenga predilección por unos u otros, o que se acerque más a unos grupos que a otros, pero en ningún caso un individuo solo puede cargarse él el Yo.
Bueno, es como lo veo, evidentemente estamos hablando de cosas muy complejas

Unknown dijo...

Gracias por las referencias Pitiklinov.
Sobre lo del "yo" inherente; cada persona nace con capacidades diferentes, no todos pueden asimilar el yo grupal de la misma manera y tampoco todos reciben los mismos estímulos de los demás. El proceso es el mismo, los materiales son diferentes, el resultado es diferente. De un input social sólo sale output social. Sin input, no hay "yo".

Antonio Bello dijo...

Me pregunto si estudiando a los psicópatas se podría arrojar luz sobre estas teorías. Si su nivel de empatía es bajo y lo social no pesa en ellos tanto como en los sujetos normales tal vez se podrían sacar conclusiones de ello.

lyuti dijo...

Pitiklinov: parto de la base de que no se ha definido el Yo, sólo lo intuimos. El yo inherente y el yo social son en ese Yo que no delimitamos unos siameses, no hay uno sin el otro, por mucho que nos fijemos en el poder del uno sobre el otro.
La sociedad en la que crecemos tiene el poder de establecer un programa en la autoimagen de una persona, y el principal vehículo es el lenguaje, desde fuera y desde dentro todo lo consciente lo queremos describir con palabras; por eso te parece que ese patrón no está establecido en los niños "salvajes". Yo no sé que pensar al respecto, sobre todo porque nunca he tratado con ninguno. Si acaso les doy la dirección de mi blog y ya veré qué pienso si llego a conocer alguno :).
Pero hay multitud de especies sociales muy encefealizadas que funcionan requetebien sin un Yo. Leáse abejas -interdependientes- y gacelas -sociales y independientes-. Total, vale que hay un input social, pero que el yo evolucione por la necesidad de la sociedad y ese input, no me cuadra. Puede que sea una evolución paralela de un tipo de interacción, una sociedad y un yo lo que haya ocurrido.

lyuti dijo...

Corrijo, encefalizadas y no encefalizadas. Ahora otro catcha, leches.