sábado, 11 de mayo de 2013

El Control de Impulsos en los Animales


Decía en la anterior entrada que de Frans de Waal siempre se aprenden cosas. Esta que voy a comentar ahora puede ser una. Existe la imagen popular de que los animales hacen lo que quieren, que no tienen ningún tipo de control. Esto es muy importante en el tema de la evolución de la moral, porque se suele considerar que lo contrario de la moralidad es precisamente hacer lo que queremos, lo cual lleva implícita la interesante asunción de que lo que queremos no es bueno. Tal es así que el filósofo Philip Kitcher llamó una vez a los chimpancés “wantons” (de want to), es decir, criaturas vulnerables a cualquier impulso que tuvieran. El mensaje, en general, es que los animales no tienen ningún tipo de control emocional. Kitcher llegó a especular que en algún momento de nuestra evolución superamos esa “wantonnes” (hacer lo que se quiere), y eso es lo que nos hizo humanos. El proceso empezó con una conciencia de que ciertas formas de conductas proyectadas podrían tener resultados problemáticos.

¿Quiere decir Kitcher que todo gato que ve un ratón irá ciegamente tras él? ¿No tienen otra opción los gatos que seguir su instinto cazador? ¿Entonces por qué se queda agazapado con las orejas hacia atrás, escondido detrás de una papelera examinando el objeto de su deseo centímetro a centímetro? ¿No será que comprende que es mejor saltar en el momento adecuado que prematuramente? De Waal dice que muchas veces le gustaría animar a los filósofos a que tengan  alguna mascota, porque así no dirían muchas de las tonterías que dicen sobre los animales. De Waal lleva toda su vida observando la conducta de los animales y sabe lo que hacen, no lo que creemos que hacen. Es evidente que las consecuencias aprendidas modelan poderosamente la conducta. Muchos animales no irán a beber a un río o lago si detectan que hay un depredador cerca. Esperarán, e irán cuando el peligro haya pasado. Los animales pueden diferir sus acciones y dejarlas para un mejor momento.

En los chimpancés de los zoos podemos observar también esa barrera entre impulso y acción. De Waal ha observado a veces cómo una hembra adolescente le quita el hijo a una madre y ésta va detrás pidiendo que se lo devuelva pero sin perseguirla furiosamente, intentando mantener la calma porque, si lo hiciera, la adolescente escaparía a un árbol con riesgo de que el bebé se cayera. Pero una vez que recupera al bebé entonces sí que intenta darle caza gritando y corriendo rabiosamente. También ha observado de Waal a machos no dominantes sentarse cerca de una hembra atractiva haciendo señales que solo ella podía ver y abriendo sus piernas para enseñarle su erección. Y una vez, apareció el macho alfa en la escena y el otro se cubrió la erección con las manos ocultando sus intenciones.

Los machos alfa también se benefician de controlar sus impulsos. A veces un macho joven le tira piedras, o hace cargas en su dirección, intentando provocarle, pero el veterano no entra al trapo. Le ignora, y se dedica a despiojar a sus aliados, reforzando sus vínculos con ellos para que estén de su parte y luego, en otro momento del día, lanzará su ataque contra el joven que será derrotado. Una observación que le hizo Christopher Boesch a De Waal es que un chimpancé puede romper un hueso de un semejante de un mordisco si quisiera (para partir nueces emplean fuerzas de 300 libras por pulgada cuadrada), y de hecho cuando pelean con chimpancés extraños lo hacen. esto quiere decir que la mayor parte del tiempo, por lo menos dentro de su grupo, los chimpancés se frenan de emplear todo su potencial violento.

Los instintos se refieren a programas genéticos que dicen a los animales ( o a los humanos) cómo actuar bajo determinadas circunstancias. Pero ya hemos muchas veces que las instrucciones de estos programas son del tipo: “Si...entonces...”: si está el león cerca, espera antes de ir a beber...si hace calor, túmbate debajo de un árbol... Las emociones, por otra parte producen cambios internos en línea con la evaluación de la situación y la contemplación de opciones. Klaus Sherer define a las emociones como “ una interface inteligente que media entre el input y el output sobre la base de lo que es más importante para el organismo en un determinado momento”. Esto parece un poco contraintuitivo porque pinta a las emociones como una forma de inteligencia, pero hay que tener en cuanta que actualmente la distinción entre emoción y cognición está siendo objeto de debate en el sentido de que para muchos la emoción es una forma de cognición.

De Waal da un dato que nos va a sorprender a muchos, porque tendemos a pensar que los humanos somos los únicos que tenemos corteza prefrontral, que es la que ayuda a regular las emociones, o por lo menos, creemos que es muchísimo más grande que en otras especies. Pues bien, De Waal da el dato de que la corteza prefrontal humana contiene el 19% de todas las neuronas del cerebro, exactamente igual que en un mamífero típico. Y aunque fuera más grande, la forma en que se conecta y se relaciona con otras áreas cerebrales es exactamente igual.

Son famosos los experimentos en niños, con vídeos incluidos, en los que se les promete el doble de ración de golosinas si no tocan unas golosinas que se les ponen delante y se observa a los niños mirar para otro lado, comer sólo un poquito, etc. Estos mismo experimentos de “gratificación diferida” se han realizado en monos y los monos son capaces de no tocar una rodaja de plátano si saben que luego les van a dar una ración más grande. también son capaces de esperar en otro tipo de experimentos para conseguir más caramelos. Los chimpancés consiguen resultados parecidos a los de los niños siendo capaces de esperar hasta 18 minutos. Y son capaces de esperar más si tienen juguetes que les distraigan de la máquina de caramelos y les ayudan a superar la tentación. Exactamente igual que hacen los niños: técnicas de distracción. ¿Significa esto que son conscientes de sus propios deseos y de forma deliberada los frenan? Si fuera así, ¡estaríamos muy cerca del libre albedrío!

Entonces, los wantons de Kitcher no existen. Los primates tienen un conocimiento de la vida del grupo que se basa en las emociones y en el control de impulsos; respetan los límites que se ponen a su conducta y se lanzan solo cuando los beneficios superan claramente los riesgos. Nosotros, los humanos, descendemos de una larga línea de ancestros con jerarquías bien desarrolladas para los que la inhibición social formaba parte de su naturaleza. Una prueba de esto sería lo mucho que invertimos en reglas o normas morales con autoridad. A veces la autoridad es personal, como la de un supermacho alfa, como cuando pretendemos que Dios nos dio los mandamientos en una montaña. Otras veces recurrimos ala autoridad del razonamiento, argumentando que algunas leyes son tan lógicas que es estúpido desobedecerlas. Pero la reverencia del ser humano por la ley moral pone al descubierto la mente de una especie que quiere estar a buenas con los superiores.

Pero, en cualquier caso, la conclusión que podemos sacar en este tema, como en otros que hemos tratado antes, es que la Naturaleza no tiró todo a la basura cuando aparecimos nosotros y, de repente, empezó a usar otras leyes biológicas exclusivas para nosotros. Nuestras capacidades tienen una historia. Como dice Lionel Tiger, no somos flores maravillosas, aparecidas en todo su esplendor de la nada. Somos inmigrantes del pasado.

@pitiklinov en Twitter

Referencia


1 comentario:

Ana di Zacco dijo...

Inmigrantes del pasado... muy hermoso!
IF... THEN... El modulable "then" lleva directo a la idea de posible free will, pero, a la vez, me hace pensar una vez más en la programación y en un precálculo que quizá se efectúe a velocidad turbo en algunas ocasiones (beber/esperar a beber IF depredador cerca). Excelente e interesante lo que cuentas.
PS: me encantó la foto de los chimpancés amorosos, es tiernísima!