Tenemos una manera especial de pensar acerca de los objetos por la que les adscribimos una naturaleza que trasciende su apariencia. Fue John Locke el que describió esta manera de pensar denominada esencialismo: “Lo interno verdadero...la constitución desconocida de las cosas de la que dependen sus cualidades observables, puede ser llamado su esencia”. Aunque la gente no sepa cuáles son las esencias, cree que existen. Algunos antropólogos creen que la existencia de esencias- el esencialismo- es un producto de la cultura occidental y que es consecuencia de la ciencia moderna, pero los psicólogos del desarrollo argumentan que el modo esencialista de pensar es un universal humano, presente incluso en los niños. Los niños son esencialistas y existen datos que apoyan esta afirmación.
Incluso niños de nueve meses de edad entienden que los objetos de la misma categoría comparten propiedades ocultas. Si descubren que una caja produce un sonido cuando se la toca en determinado lugar, esperan que otras cajas parecidas produzcan el mismo sonido. Niños más mayores sacan conclusiones acerca de propiedades compartidas incluso si los objetos tienen una apariencia diferente. En un estudio se les mostraba a unos niños de tres años una fotografía de un animal -un petirrojo- y se les decía que tenía una propiedad oculta como una determinada sustancia química en la sangre. Entonces tenían que decidir si esta cualidad era compartida por un animal que tenía un aspecto parecido pero que pertenece a una categoría diferente -como un murciélago- , o por un animal de aspecto diferentes pero que pertenece a la misma categoría, como un pelícano. Los niños escogían correctamente, para ellos, igual que para los adultos, pertenecer a la misma categoría es más importante que la similitud en la apariencia.
Al igual que los adultos, los niños creen que si quitamos el interior de un perro ( su sangre y huesos) deja de ser realmente un perro y no puede hacer las cosas que hace un perro, como ladrar o comer, mientras que si se le quita el exterior ( la piel) sigue manteniendo las propiedades típicas de un perro. También tienden a darle el mismo nombre a los objetos que tienen las mismas propiedades internas y no a los que comparten propiedades externas. En general, cuando se trata de categorías, los niños dan más valor a las propiedades internas escondidas que a las características externas observables.
En otro estudio, a los niños se les enseñaba fotografías de una serie de transformaciones en las que unos animales eran modificados gradualmente en su apariencia, por ejemplo un puercoespin se transformaba hasta que parecía un cactus. Pues bien, los niños seguían diciendo que era un puercoespin. Para la mente infantil, ser un animal específico es algo más que tener una cierta apariencia, es tener una estructura interna concreta. Solamente cuando las transformaciones cambian el interior del animal -presumiblemente su esencia- es cuando los niños, al igual que los adultos, aceptan que hay un cambio en el tipo de animal.
¿Por qué creen los niños en esencias? No es el resultado de la educación ( estos estudios están hechos en niños en edad preescolar) ni es algo aprendido ( ni siquiera padres muy cultos hablan a sus hijos de interioridades y de esencias). Además, este sesgo esencialista parece ser universal: el esencialismo se ha observado en toda sociedad en la que ha sido estudiado. Otra cosa es que las diferencias culturales se manifiestan en la forma en que la esencia es entendida, y los americanos hablan de genes y los yoruba hablan de “estructura interna procedente del cielo”, pero parece claro que el esencialismo es un componente básico de la manera en que pensamos acerca del mundo. Un ejemplo de esta tendencia a buscar lo interno lo podemos ver en la Medicina. El diagnóstico de una enfermedad consiste en alejarse de la descripción superficial para ir a buscar clasificaciones basadas en propiedades internas. Si tienes una erupción no te gustaría que el médico te dijera que “ se parece a una quemadura solar”. Quieres saber lo que es, por medio de análisis de sangre o biopsias. En Oncología se han clasificado los tumores según el órgano al que afectaban ( de mama, de hígado...) pero ahora se están buscando mejores clasificaciones basadas en los genes y las proteínas que son las responsables del origen del tumor. Como esta clasificación es “más profunda” conduce a un mejor pronóstico y tratamiento: profundo es mejor. Pues bien, el esencialismo es lo que nos mueve a buscar la naturaleza profunda de las cosas.
Para Ernst Mayr, el esencialismo es una de las razones principales de que la teoría de la evolución tenga tantos problemas para ser aceptada. Lo intuitivo es pensar que las especies tienen esencias inmutables, que un caballo es un caballo, un perro es un perro, un chimpancé es un chimpancé, y un hombre es un hombre. Sin embargo la teoría de la evolución nos dice que no hay esencias inmutables sino que las especies evolucionan, cambian y se convierten en otras y que hay una continuidad del chimpancé al australopiteco y de este al homo habilis. Como dice Dawkins en un documental, si cada uno de nosotros diéramos la mano a nuestra madre, en una cadena humana hacia atrás en el tiempo, estaríamos dando la mano a individuos clasificados como homo sapiens, homo erectus, homo habilis, australopiteco... y llegaríamos así hasta el ancestro común de los chimpancés y homínidos. Pero en ningún momento se rompería esa cadena y el hijo pasaría a ser de una especie diferente a la de la madre. Siempre el hijo sería de la misma especie que la madre. Sin embargo, la especie inicial y la final (y las intermedias) son diferentes. Y lo mismo ocurre en cualquier otra transición entre especies, sea entre un lagarto y una serpiente, o un lagarto y un pájaro. Esto es profundamente contraintuitivo. Intelectualmente lo podemos llegar a entender, pero intuitivamente nos sentimos incómodos con esta idea, sentimos que algo no está bien, y al menor descuido volvemos a sorprendernos a nosotros mismos pensando en esencias. Como dice Dawkins, parece que la mente humana esta específicamente diseñada para no entender el darwinismo, y para encontrarlo difícil de creer.
Referencia:
No hay comentarios:
Publicar un comentario