-Colaboración de Juan Medrano
A lo largo de la
Evolución, uno de los escalones más llamativos que ha subido la vida es el paso
de las formas unicelulares a las multicelulares. Es un fenómeno relativamente
tardío, que tuvo lugar cuando las formas unicelulares venían existiendo en el
planeta desde miles de años antes, y necesita una explicación.
Un primer paso sería
el de la capacidad de los organismos unicelulares para utilizar agregados. Un reciente artículo ha descubierto que las bacterias de la especie Bacillus subtilis
se organizan en estructuras tridimensionales, denominadas biocapas o biofilms
que tienen una rugosidad muy pronunciada que las impermeables a líquidos y
gases y, por lo tanto, impermeables también a los antibióticos y otros
bactericidas. De hecho, las rugosidades que forman en su superficie, a partir
de cúmulos de células muertas, tienen una llamativa estructura tridimensional
que les dota de mucha más antiadherencia que a materiales como el Teflon y que
proviene del agrupamiento de células muertas que siguen así rindiendo un
servicio a la colectividad células vivas.
Así pues, el
agrupamiento celular (y en este caso, la utilización de células muertas) tendría
una utilidad defensiva o sería un mecanismo de defensa frente a agresiones o
amenazas. En esta misma línea, hace cerca de 15 años, Booras y colaboradores
realizaron un experimento ilustrativo.
Tras trabajar con un alga (eucariota) unicelular, Chlorella vulgaris, durante miles de
generaciones del alga, introdujeron un depredador flagelado, Ochromonas vallescia. En menos de 100
generaciones, la Chlorella
reaccionó de modo que predominaron las
formas multicelulares, que representaban una manera de evitar ser fagocitadas
por el depredador. Estas colonias multicelulares eran variables, pero acabaron
predominando las integradas por ocho células, que eran el número adecuado para
defenderse del flagelado, manteniendo al mismo tiempo todas las células de
grupo acceso adecuado a nutrientes. Las colonias de ocho células eran, además,
autorreplicantes. Por lo tanto, Boraas y asociados pudieron comprobar que la
multicelularidad era una respuesta defensiva ante depredadores y que, además,
una vez había alcanzado un número óptimo de células, se perpetuaba al
replicarse las colonias.
Chlorella Vulgaris |
Agregados multicelulares de C. Vulgaris en presencia de O. vallescia |
Colonias de 8 células de C. Vulgaris, autorreplicables |
Por lo tanto, los
organismos unicelulares pueden agruparse en colonias como mecanismo de defensa
frente a tóxicos ambientales (como ciertas bacterias ante los antibióticos) o
frente a depredadores (como al menos un eucariota frente a un flagelado). En
este último caso podríamos pensar que la defensa frente a depredadores
evolucionó desde las colonias pasando al
escalón ulterior de los organismos complejos integrados por células eucariotas.
La pregunta sería por qué este escalón se subió con un relativo retraso y hubo
que esperar más de dos mil millones de años en la historia de la vida sobre la
tierra para que aparecieran formas de vida multicelulares. Shubin, en “YourInner Fish” atribuye este hecho
a que la multicelularidad entraña un metabolismo más complejo y por lo
tanto una demanda energética muy
superior. La aparición de la vida multicelular, precisamente hace mil millones
de años, coincidió con el momento en que la atmósfera alcanzó altos niveles de
oxígeno, que se han mantenido estables desde entonces. Por lo tanto, la vida
multicelular es un mecanismo de defensa presente ya en eucariotas y dio paso a
un nivel de organización independiente de la necesidad de defenderse cuando las
condiciones atmosféricas fueron tales que permitieron satisfacer sus elevados
requerimientos metabólicos.
Asally M, Kittisopikul M, Rué P, Du Y, Hu Z, Cagatay
T, et al. Localizedcell death focuses mechanical forces during 3D patterning ina biofilm. Proc
Natl Acad Sci U S A. 2012 Sep 24. [Epub ahead of print]
Boraas ME, Seale DB,
Boxhorn JE. Phagotrophy by a flagellate selects
for colonial prey: A possible origin of multicellularity. EvolEcol 1998; 12: 153-64
Shubin N. Yourinner fish. London: Penguin, 2009.
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