domingo, 18 de enero de 2015

Envidia, Desprecio y Estatus

En esta entrada voy a comentar el libro de Susan Fiske Envy up, Scorn Down. How status divide us. Lo primero que tengo que decir es que no es un buen libro, no está bien escrito, es muy difícil de leer y no está bien organizado. Si eres psicólogo, sociólogo o economista y te interesa el estatus y las emociones que se relacionan con él, como la envidia o el desprecio, probablemente te será beneficioso leerlo, pero si eres una persona inquieta interesada en el tema, no es un buen libro de divulgación. Pero, a pesar de ello, aporta mucha información y estudios y voy a intentar extraer alguna enseñanza. (El esquema teórico que maneja Fiske es el que describí en el post anterior sobre las dos dimensiones básicas calidez y competencia)

Los seres humanos nos estamos comparando continuamente, somos unas máquinas de compararnos. Pero no sólo nosotros, los perros y los chimpancés lo hacen también; hasta los pollos tienen un orden de picoteo. Estas comparaciones nos dividen y nos generan malestar y a veces agresividad y conflictos. A los que tienen más o están más arriba en la jerarquía les envidiamos, y a los que tienen menos les despreciamos o sentimos incluso asco. Es muy difícil que los grupos y organizaciones funcionen sin una jerarquía. Incluso en las compañías más igualitarias los investigadores han encontrado jerarquías. El libro trata de todos los tipos de comparaciones y al final intenta dar algún consejo para superar este rasgo de nuestro diseño biológico.

Primero algunas cifras que reflejan que vivimos en una sociedad desigual. Los datos son de USA pero probablemente son aplicables a otros países, aunque hay que tener en cuenta que USA es el país con mayor desigualdad económica entre todos los países desarrollados. Por ejemplo, los ingresos de los CEOs en los últimos 40 años han pasado de ser 24 veces el sueldo de un trabajador medio a ser 185 veces ese sueldo medio. La riqueza del 1% más rico de USA ha aumentado un 120% en los últimos 30 años y la de la clase baja un 4%. En 2008 el 5% más rico de la población se llevó el 50% de los ingresos mientras  que el 5% más pobres se llevó el 3%. También parece verdad que a nivel global la desigualdad ha disminuido en el mundo. En USA este problema lleva la connotación de que debido a la ética protestante del trabajo la gente cree que tenemos lo que nos merecemos, que si trabajas duro triunfas así que si eres pobre es tu culpa. A los pobres se les ve como incompetentes y se les culpa de su suerte por ser vagos, inmorales y estúpidos. (ver entrada anterior y el lugar que se daba a los pobres en esa dimensión de competencia).

La envidia y el desprecio son emociones que nadie quiere tener, que no nos gusta reconocer, porque nos dejan mal y dan una mala imagen de nosotros mismos. La envidia revela nuestras carencias y el desprecio nuestra catadura moral. Fiske , al igual que otros, habla de dos clases de envidia: la benigna y la maligna. Envidia benigna sería: “Me gustaría tener lo que tú tienes”. En algunos idiomas como holandés, polaco o tailandés, existe una palabra para este tipo de envidia que denota emulación, inspiración y motivación para mejorar. La envidia maligna sería: “Me gustaría que no tuvieras lo que tienes”. Evidentemente son las dos soluciones para igualar una diferencia  cualquiera: o yo subo a tu nivel o te bajo a ti al mío. Luego está la emoción de la schadenfreude que es la alegría por la desgracia ajena y que ocurre cuando a alguien que envidiamos le salen las cosas mal.

El desprecio es más difícil de reconocer. es algo comprobado eu las personas de más estatus reciben mucha más atención que las de bajo. Va en el interés de los subordinados controlar lo que hacen los dominantes por lo que les pueda pasar. Sin embargo los dominantes no necesitan preocuparse de controlar  a los débiles. De hecho, el silencio es la expresión más perfecta de desprecio, como decía George Bernard Shaw. El desprecio es la ausencia de respeto, la falta de atención y la incapacidad de considerar al otro. Normalmente, somos menos conscientes cuando no hacemos caso o ignoramos a los que están por debajo de nosotros y nos duele mucho más la envidia que es más evidente para nosotros. Como los psicólogos son también personas, a ellos les ha interesado más la envidia y el desprecio es, por tanto, una emoción mucho menos estudiada.

Susan Fiske ha estudiado la imagen cerebral de la envidia y el desprecio. Un hallazgo impresionante es el siguiente. Hay una parte de nuestro cerebro que se activa cuando encontramos otra gente, especialmente cuando pensamos en sus sentimientos y pensamientos. Es la corteza prefrontal medial. La corteza prefrontal medial se enciende cuando encontramos a otra gente. Sin embargo, los grupos sociales que producen desprecio y asco (homeless, drogadictos, etc.) no hacen que se nos encienda la corteza prefrontal medial. Es como si no les atribuyéramos una mente y no esperáramos interactuar con ellos; como si los hubiéramos deshumanizado y les negáramos los atributos típicamente humanos.

En sus estudios sobre la neuroenvidia, Fiske ha observado que lo primero que tenemos que notar es la discrepancia entre ellos y nosotros y que ellos son mejores. Luego tenemos que prestarles atención si queremos controlar nuestro propio destino. Pues bien, el detector cerebral de la discrepancia es la corteza cingulada anterior (CCA) y los estudios neurológicos de la envidia detectan activación de la corteza cinglada anterior. Como ya he señalado cuando pensamos en otras personas se activa la corteza prefrontal medial,por ejemplo cuando mujeres observan modelos de buen tipo lo que las pone ansiosas. Estudiantes que observan modelos en los que ellos querrían convertirse (gente de negocios, gente rica) también muestran activación de la corteza prefrontal medial (como ya he dicho no se activa ante gente que despreciamos). 

En cuanto a la firma neurológica del desprecio lo que vemos es una activación de la ínsula, que es una estructura que tiene mucho que ver con el asco. Reaccionamos antes los marginados como si estuvieran contaminados, tanto moral como físicamente. Y en la shadenfreude lo que vemos es una activación del estriado central que es parte del circuito de recompensa. Es decir, la desgracia de una persona envidiada activa nuestro circuito del placer.

La envidia y el desprecio dan lugar a problemas de salud y a conflictos sociales. Los poderosos o envidiados son vistos como fríos (por eso Bill Gates y otros hacen fundaciones humanitarias para añadir un poco de calidez a su alto grado de competencia) y la gente siente animadversión y resentimiento contra ellos. Se les ve como que han sacrificado una parte de su humanidad para triunfar y que son un poco autómatas o androides. También se suele pensar que están conspirando y en general esa envidia contra los privilegiados despierta deseos de hacerles daño.

La envidia es mala para la salud, nos corroe, como se dice. Lo que no soportamos no es estar mal, es estar peor que otros. Nos hace sentir inferiores y nos da un síndrome de bajo estatus que tiene un coste en nuestra salud. Sapolsky ha estudiado la salud en mandriles y ha observado que es peor en los sujetos de menos estatus. Sentir hostilidad es un factor de riesgo para enfermedad cardiovascular. Las desventajas del desprecio a todos niveles son evidentes. Pero a pesar de estos inconvenientes la envidia y el desprecio son ubicuos en nuestra vida.

¿Por qué nos comparamos? Pues por varias razones: para saber quiénes somos y dónde estamos, para proteger nuestra autoestima y para identificarnos con nuestro grupo, con nuestros iguales. Como decía, todos los seres vivos tienen jerarquías y es esencial saber donde está cada uno para que no te caiga un chorreo por no colocarte en tu lugar. La comparación nos aporta información acerca de nosotros mismos y eso nos puede ayudar a mejorar. Se puede decir que la necesidad de compararnos tiene que ver con la necesidad de conocer y de controlar. También necesitamos sentirnos bien con nosotros mismos - por lo menos, lo suficiente para salir de la cama por las mañanas- y para ello nada mejor que compararnos con alguien inferior. 

Por otro lado, es muy importante para una criatura social como nosotros ser aceptados por el grupo. Estudio tras estudio demuestra que nuestra autoestima procede de los sentimientos de sentirse incluido o excluido por el grupo. Tenemos una necesidad básica de pertenencia y para ser nosotros mismos tenemos que identificarnos con algunos grupos. Por lo tanto, tengo que compararme con los otros miembros del grupo para ajustarme a su conducta y sus valores.

Una última cosa antes de llegar a las posibilidades de hacer algo para cambiar las cosas. Fiske trata en un pequeño apartado el tema del populismo en relación al estatus y el desprecio. Habla del populismo  como un eje en la tradición política norteamericana, pero os cuento un poco lo que dice. Habla de grupos que expresan el resentimiento del pueblo hacia las élites. El populismo aparece en tiempos de crisis en los que la gente tiene la sensación de que algo va mal, de inseguridad y en los que el pueblo se siente despreciado, excluido. Todos somos iguales pero se percibe a la gente en el poder como diferente. Aparece cuando la gente cree que no tiene el control y reclama el gobierno del pueblo cuando siente que se lo han arrebatado. La gente siente que el juego económico no es justo y que  está controlada por unos lejanos poderosos que no puede identificar muy bien. La frustración puede llevar a la agresión. Cuando la gente siente que tiene sus objetivos en la vida bloqueados, especialmente por razones ilegítimas, nos volvemos enfadados y agresivos. La rabia del pueblo procede de vivir en un mundo en el que sienten que las élites les miran con desprecio. 

Margaret Canovan explica: “ Se nos ha excluido del poder por políticos corruptos  y una élite que no es representativa y traiciona nuestros intereses, ignora nuestras opiniones, y nos trata con desprecio”. Los grupos envidiados mantienen el poder pero no lo usan para el bien común y nos desprecian. Formisano está de acuerdo en que: “los movimientos populistas obtienen energía del resentimiento contra los privilegiados económicos que manipulan el capital, la ley y la política en su propio beneficio. Al nivel más crudo protestan porque muy pocos  tienen demasiado; o muestran resentimiento contra dianas específicas, los ricos, corporaciones, políticos profesionales, élites profesionales o expertos, ingenieros sociales, burócratas, o como dijo un político populista de Kansas:” los aristócratas, plutócratas y todos demás ratas”. En definitiva, desde el siglo XIX son muchos los autores que han relacionado el populismo con el desprecio. Vosotros decidís si tienen razón.


Y llegamos a la parte de la terapia. Si la envidia y el desprecio tienen tantos problemas, ¿qué podemos hacer parra superarlas? Pues Fiske da algunos buenos consejos que me parece son muy difíciles de seguir: que conozcamos mejor a las otras personas (los envidiados y los despreciados); que no presumamos de nuestros logros para no generar envidia: evitar hablar de lo buenos que son nuestros hijos, nuestro coche, nuestra casa de campo, etc.; que evitemos las comparaciones incluso dentro de la pareja o con los amigos; que alabemos los logros y lo bueno de los demás y cooperemos con ellos…En resumen, la clave para vencer  la envidia y el desprecio es hacer que la gente se sienta más segura y valiosa.

@pitiklinov

Referencia:



7 comentarios:

idea21 dijo...

"El desprecio es la ausencia de respeto, la falta de atención y la incapacidad de considerar al otro. "

A mí me parece que el desprecio tiene más de agresividad que de evaluación y comparación. Primero se pretende hacer daño a otros, y después se opta por exteriorizar el desprecio (basado en cualquier argumento, correctamente motivado o no) o por cualquier otro recurso agresivo.

El que no se preste atención a otro no tiene por qué ser "desprecio". Quien lo interpreta así en realidad es él quien peca de susceptible.

Y la envidia sana está muy bien. Yo envidio la capacidad de Pitiklinov para haber escrito este reseña (y todas las otras cosas que escribe generosamente)

Anónimo dijo...

El problema que le veo a no presumir de nuestros logros es que entonces los demás nos verán de inferior estatus y entonces nos prestarán menos atención y nos despreciarán. Y en el caso de los hombres lo tendrán más complicado para encontrar pareja dada la importancia que le suelen dar las mujeres al estatus de un hombre al valorarlo como potencial pareja.

Vamos, que saliendo de la sartén se cae en el fuego.

idea21 dijo...

"nos prestarán menos atención y nos despreciarán"

Ése es el tema en el que me parece que habría que profundizar

"El desprecio es la ausencia de respeto, la falta de atención y la incapacidad de considerar al otro."

Creo que es un error confundir actitudes agresivas como la "ausencia de respeto" con otras que no tienen por qué serlo, como "el no prestar atención". La agresividad no está solamente en el que hace la evaluación y la comparación, sino también en el que se cree con derecho a que se le asigne un estatus. De ahí la importancia (para mi gusto personal) de la humildad y el rechazo al amor propio.

Creo que en este blog no se ha tratado aún de ese asunto que a lo mejor podríamos llamar también "agresividad pasiva". Pero todo se andará.

Anónimo dijo...

"El desprecio es la ausencia de respeto, la falta de atención y la incapacidad de considerar al otro." . Coincido al 100% por activa y por pasiva. "No hay desprecio que no hacer aprecio" dice el refrán..y, a mi entender, por ahí van los tiros. Mostrar aprecio no es encumbrar al otro, es simplemente reconocerlo como persona.

Anónimo dijo...

"El desprecio es la ausencia de respeto, la falta de atención y la incapacidad de considerar al otro." . Coincido al 100% por activa y por pasiva. "No hay MAYOR desprecio que no hacer aprecio" dice el refrán..y, a mi entender, por ahí van los tiros. Mostrar aprecio no es encumbrar al otro, es simplemente reconocerlo como persona

Edggg dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Edggg dijo...

que piensas de los 5 motivos sociales que propone esta autora? ami como que no me cierra del todo (Susan Fiske)

La influencia de la evolución en los procesos psicosociales. Para poder adaptarse a la vida en grupo, los seres humanos necesitaban desarrollar una motivación que les impulsara a formar parte del grupo y permanecer en él incluso cuando sus intereses individuales se vieran momentáneamente perjudicadas. Susan Fiske propone cinco motivos sociales universales (motivos que impulsan a las personas a vivir con otros y a funcionar de forma adecuada en las relaciones):
1) Pertenencia. Las personas necesitan estar implicadas en alguna relación y pertenecer a algún grupo para poder sobrevivir.
2) Comprensión compartida. Las personas necesitan saber, conocerse a sí mismas, entender a los demás y la realidad que les rodea, y poder predecirla para funcionar en la vida cotidiana, construir esa realidad, y necesitan hacer todo eso de forma que no choque con la construcción de la realidad por parte de los que están a su alrededor. Este motivo les ayuda a adaptarse a la vida en grupo.
3) Control. Impulsa a las personas a sentirse competentes y eficaces al tratar con el ambiente social y consigo mismas. Se refiere a la relación entre lo que hacemos y lo que conseguimos (entre nuestra conducta y los resultados).
4) Potenciación personal. Se refiere a la necesidad que tenemos de sentirnos especiales, como individuos y como miembros de un grupo. Abarca la autoestima, el esfuerzo hacia la mejora personal y la simpatía hacia uno mismo. Implica el interés por desarrollar las propias capacidades y por llegar a ser un miembro respetado dentro del grupo.
5) Confianza. Implica sentirse a gusto con el mundo y tener predisposición a esperar cosas buenas de la mayoría de la gente. Hace a las personas más adaptables, abiertas y cooperativas en la interacción, aunque también hipersensibles a la información negativa procedente de otros.