Colaboración de Juan Medrano
Nick Haslam |
Nick Haslam, profesor de Psicología en Melbourne, Australia,
publicó en 2012 un curioso volumen, titulado “Psychology in the Bathroom” en el que estudia los fenómenos
psicológicos relacionados con las funciones y actuaciones que tienen lugar en
esos lugares a los que eufemísticamente se denomina cuartos de baño. De hecho,
aunque es justo reconocer que no está fuera de lugar llamar cuarto de baño a
los habitáculos que, especialmente en los hogares, están destinados al aseo y
al (efectivamente) baño, lo que a Haslam (precisamente) le interesa en su obra son
en realidad las actividades de eliminación que se ejecutan en esos espacios y
que se reconocen (más fácilmente) si los denominamos con términos más directos
como excusado, la letrina, el retrete, el wáter, el WC; no sé si me explico.
A lo largo de su obra, Haslam analiza cuestiones tan relevantes
como el colon irritable, lo que llama “vejiga nerviosa”, la flatulencia, la
personalidad anal, la coprolalia o la trascendente cuestión de si en el retrete
debe dejarse levantada o bajada, no la tapa (que parece no estar incorporada al
citado trono en Australia), sino el asiento supletorio intermedio, cuestión que
analiza con detalle, aportando sólidos argumentos estadístico – utilitaristas,
pero también sociológicos y éticos, en lo que podría ser un buen ejemplo de
parodia de un artículo científico.
Nos detendremos en un capítulo que atinadamente dedica el autor a
los llamados graffiti de retrete, es decir, a la producción gráfica, a veces
escrita, a veces plástica, que caracteriza a estos lugares. El término técnico
para denominarlos, por cierto, es el de latrinalia, acuñado hace cerca de 50
años por Dundes y que da título a una obra de Bill Foehring que recopila y
muestra toda una selección de producción latrinálica esencialmente plástica.
Los graffiti de excusado, según muestra Haslam, no son un fenómeno
reciente, ya que existen indicios de su existencia nada menos que en la antigüedad
romana. Vestigios más recientes demuestran su existencia en el XVIII inglés, de
lo cual nos da prueba Haslam con un sentido graffiti en verso. Pero
desconocemos cómo se distribuían en aquel entonces los locales en los que se
produce y expone la latrinalia. En nuestros días, Haslam nos recuerda, estos
cubículos tienen dos características muy notables. La primera es que son
espacios en los que se desarrollan actividades de naturaleza tabú desde el
punto de vista del respeto y la convivencia sociales, y se desarrollan, además,
en privado. La segunda es que están por lo general claramente segregados por
sexo (perdón: género). De lo uno y de lo otro se sigue que pueden facilitar la
expresión de contenidos que no se escribirían o dibujarían en cualquier otra
pared.
Latrinalia añeja con alusiones a la guerra de Vietnam, Nixon y el símbolo de Haz el amor y no la guerra |
Sobre esos contenidos existe un cierto cuerpo científico del que
Haslam nos ofrece una visión global. Si bien es cierto que en los últimos años
su producción ha caído en picado, según nos señala nuestro autor, la
latrinología tuvo su época dorada en los años 70 y 80 del pasado siglo. Gracias
a las aportaciones de estudiosos en la materia es posible construir una
taxonomía temática, que abarca cuestiones muy diversas. En primer lugar, la
temática sexual (desde expresiones puramente descriptivas hasta alardes de
potencia, virilidad o dimensiones, pasando por búsquedas de contacto
homosexual), a la que sigue la amorosa (entendiendo como tal la romántica:
declaraciones de amor, petición de consejo u opinión sobre un problema con la
pareja o cómo seducir a una persona de la que se está enamorada, algo, por lo
visto, muy común en excusados femeninos). Otros temas son el insulto puro y
duro (racista, sexista, machista), la política, el humor, la autorreferencia,
es decir, el graffiti que alude al propio hecho de latrinalear, lo que incluye
cadenas en que una primera anotación da pie a respuestas o comentarios.
Finalmente, se distinguen graffiti de contenido puramente escatológico que, nos
aclara Haslam, “se inspiran en los procesos y productos de la eliminación”.
Existen además variantes que combinan las clases previamente descritas; esto
es: pueden existir, por ejemplo, graffiti insultantes de contenido político.
Uno de los dogmas clásicos de la latrinología es la clara
diferencia entre los contenidos de los graffiti de los excusados masculinos y
femeninos. Los primeros, asegura un amplio cuerpo doctrinal y empírico, son más
directos, soeces, humorísticos y demandan contactos sexuales tanto hetero como
homosexuales. Los femeninos son, en cambio, menos expresivos, se centran en el
amor, que no en el sexo, e inician a veces auténticos consultorios sobre
problemas personales. Los graffiti femeninos son, por tanto, más relacionales
que pura expresión (ya se sabe, dicho sea de paso, que el cuarto de baño
femenino suele ser un lugar de encuentro, al que las mujeres acostumbran a ir
en grupo). La tradición latrinológica sostiene también que las mujeres son
mucho menos productivas y que los grafitis de los excusados femeninos son
“escasos y carentes de imaginación”. La creatividad, por lo que se ve, es un
atributo masculino, en materia latrinológica.
Sin embargo, hallazgos más recientes cuestionan mucho este
estereotipo, en la medida que la producción latrinológica bruta de los
excusados femeninos parece estar alcanzando en incluso superando a la de los
masculinos, en tanto que sus contenidos están empezando a coincidir con los
clásicamente asociados a wáteres de caballeros.
La latrinalia, como fenómeno, no solo ha dado lugar a aportaciones
descriptivas, sino que también ha generado interesantes teorías explicativas.
Una lectura directa y superficial nos permite invocar elementos como la
intimidad del espacio, la actividad tabú allí desarrollada y la segregación
sexual socialmente impuesta en la mayor parte de los wáteres, para razonar que
los cuartos de baño favorecen la expresión de contenidos suprimidos y
reprimidos.
La contribución de la escuela psicoanalítica es, como cabía
esperar, la más rica y matizada. Habría que hacer una especial mención a las
teorías de Alan Dundes (1934-2005), aunque solo sea como reconocimiento al
hecho de que fue quien creó el término latrinalia. Para este autor, autor de un
seminal trabajo sobre la
materia, existe un aspecto erótico anal claramente diferenciado en los
graffitis de retrete que puede asimilarse al hecho de pintar o manchar con las
heces (esto, por cierto, y por si a quien lea esto le aparece en algún
crucigrama, se llama escatolia). Las groserías escritas en el excusado son el
equivalente simbólico de los excrementos, y al plasmarlas sus autores dan
rienda suelta a impulsos infantiles hacia los desechos corporales que
habitualmente se mantienen a raya en la edad adulta gracias a la sublimación.
Dundes va más allá y sugiere que esta dinámica anal puede explicar la mayor
tendencia de los varones a desarrollar comportamientos latrinálicos (líneas
arriba hemos puesto en cuestión que los varones sean más productivos que las
mujeres, pero es que Dundes publicó su teoría en 1966, una época en la que los
graffiti de retrete eran una actividad preponderantemente masculina, al menos
en los EEUU). Según nos recuerda este autor, los hombres envidian
inconscientemente a las mujeres por su capacidad de dar a la luz y consideran
(es de imaginar que también inconscientemente) que la defecación es una
alternativa. En la medida en que las mujeres no la precisan, no necesitan
embarcarse en “actividades sustitutorias fecales” como la pintura, la escultura,
tocar instrumentos de viento o, y aquí está el quid de la cuestión,
pintarrajear en las paredes y puertas de los wáteres públicos.
El seminal
trabajo de Dundes
Como decíamos anteriormente, el interés por la latrinalia ha
decaído mucho, según nos dice Haslam. Al interés científico, quiere decirse,
porque no parece que la gente haya dejado de escribir y pintar en los
excusados, como puede verse en las ilustraciones acompañantes. Nuestro autor de
referencia propone varias explicaciones. Algunos contenidos secretos y tabús de
los graffiti de hace 40 o 50 años se exponen hoy en día sin ningún recato, en
forma de páginas de contactos, o simplemente anuncios en la prensa. Por otra
parte, la sociedad es en nuestros días más tolerante con la expresión de ideas,
opciones o tendencias sexuales, que pueden así abandonar espacios secretos y
reservados (en todos los sentidos del término). Finalmente, Internet y las
redes sociales son un vehículo idóneo para los comentarios, chistes,
ocurrencias o cadenas que caracterizan a la latrinalia. Y seguramente, es más
sencillo para los investigadores sondear esos contenidos desde su ordenador que
ir recolectando muestras de graffiti por los excusados públicos.
Latrinalia
artística, puramente plástica, en la el ojo bien entrenado podrá apreciar
contenidos sexuales y escatológicos
Sea como fuere, la latrinalia, es una expresión humana más, y por
ese motivo, al margen de sus peculiaridades y connotaciones, es una vía para
profundizar en el conocimiento de esa especie de primate tan peculiar que es la
nuestra. ¿Alguien se anima a iniciar la escuela española de latrinología?
Fuentes:
Dundes A. Here I sit: A study of American latrinalia. Kroeber Anthropological Society Papers 1966; 34: 91-105
Haslam N. Psychology in the
Barthroom. London: Palgrave Macmillan,
2010.
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