James Coyne |
Hoy en día, todo el mundo es consciente de que los intereses de la industria farmacéutica, la Big Pharma, están detrás de la mayor parte de la investigación en biomedicina, especialmente en el desarrollo y comercialización de fármacos, y de que esa influencia sesga y tiñe la investigación que cuenta con financiación de los grandes laboratorios farmacéuticos. Nadie se tomaría en serio un trabajo en el que los autores principales fueran investigadores de un gran laboratorio diciéndonos que uno de sus fármacos es muy bueno y eficaz (por eso buena parte de los estudios de eficacia de fármacos llevan la firma de “negros”, autores que se prestan a ello a cambio de dinero, para ocultar que quien en realidad realiza el estudio es la Big Pharma).
Las manipulaciones de la Big Pharma (tanto en la investigación como en las relaciones con los médicos) vienen siendo denunciadas desde hace tiempo desde diversas instancias, libros (como Bad Science o Bad Pharma, de Ben Goldacre), películas (El Jardinero Fiel), y también por los propios profesionales médicos, como el colectivo Médicos sin Marca. La conciencia que todas las instancias, desde la administración a las revistas médicas, han tomado de este problema han dado lugar, por ejemplo, a la medida de que los autores declaren sus conflictos de intereses y a cambios en la normativa que regula la visita médica para impedir la influencia de la industria en los profesionales médicos. Todo este movimiento crítico hay que mantenerlo y potenciarlo, pero creo que hay que ampliarlo también para que incluya al campo de las psicoterapias, que, extrañamente, se mantiene al margen de todas estas nuevas corrientes en el mundo de la investigación, como la irreductible aldea de los conocidos galos.
Por eso os recomiendo un artículo reciente, Salvaging psychotherapy research: a manifesto, de James Coyne, profesor de Psicología en la Universidad de Groningen, que lleva tiempo criticando los sesgos en la investigación en psicoterapias. Cuando John Ioannidis dice que la mayoría de los hallazgos positivos son falsos y que la mayoría de los descubrimientos se exageran y no se pueden replicar, no habla sólo de biomedicina, habla de la investigación en general y , por supuesto, el cuento es aplicable a las psicoterapias. Coyne dice que todavía queda mucho por hacer para asegurar la claridad y transparencia de los estudios de fármacos pero afirma rotundamente que la literatura de investigación en psicoterapias es mucho menos fiable que la literatura de investigación farmacéutica: la investigación en psicoterapias es escandalosamente mala.
Muchos estudios sobre eficacia de psicoterapias no tienen potencia suficiente, son pequeños, y obtienen resultados positivos tras redefinir los resultados después de conocer los datos. Además, los estudios los llevan a cabo investigadores que defienden el método estudiado y que tienen fuertes intereses económicos en la terapia concreta estudiada. Este sesgo de filiación o fidelidad (allegiance, en inglés) me parece fundamental, y creo que no es bastante apreciado por el público en general, así que me referiré principalmente a él, dejando al margen otros errores estadísticos y de investigación de los que se habla en el artículo. Es tan importante que conocer qué tratamiento es el preferido de los investigadores es el mejor predictor del resultado de un trabajo. Y cuando se controla para esta filiación o compromiso con una terapia (allegiance) los resultados positivos disminuyen enormemente o desaparecen.
John Ioannidis |
En los metaanálisis sobre la eficacia de una determinada psicoterapia no se muestran los conflictos de intereses, no se dice que los autores se ven beneficiados económicamente por esos resultados positivos. Rarísima vez encontraremos que la psicoterapia a estudio no es eficaz o es perjudicial, como tampoco encontramos nunca que un estudio financiado por un laboratorio nos diga que el fármaco es dañino o ineficaz. Es increíble que de forma rutinaria admitamos declaraciones sobre la superioridad de una terapia realizadas por gente que se beneficia económicamente de ella y de esas afirmaciones. No nos damos cuenta, tal vez, de que la “Industria Psicoterapéutica”, la “Big Psycho” mueve miles de millones en contratos de instituciones, empresas privadas, cursos de entrenamiento, materiales asociados con ese tratamiento, etc. Todo ello porque se confía en los resultados de esos estudios. No nos damos cuenta de que los promotores de esa terapia la venden a clientes y profesionales igual que la Big Pharma vende sus productos.
Voy a descender, para concluir, del mundo de la investigación al mundo de la práctica clínica. Imaginaos el caso de un paciente que lleva años realizando una psicoterapia de orientación analítica (es por poner un ejemplo que he conocido directamente), con un costo de 700€ mensuales. En determinado momento el paciente le dice al terapeuta que se encuentra mejor y que quiere dejar la terapia. Entonces el terapeuta le contesta que cree que es prematuro y que opina que debe continuar con el tratamiento. ¿Cómo podemos estar seguros de que el terapeuta está pensando más en los intereses del paciente que en lo bien que le vienen esos 700€ para pagar su hipoteca?
James Coyne no sólo critica, sino que propone una serie de medidas en la parte final de su artículo para intentar mejorar y salvar la mala ciencia que es la norma, y no la anomalía, en la evaluación de las psicoterapias.
@pitiklinov
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