El testamento vital o documento de voluntades anticipadas es un documento donde el individuo indica cuáles son sus preferencias en cuanto a la atención y cuidados médicos que quiere recibir en caso de que no estuviera consciente en el futuro, o no pudiera expresarse adecuadamente. Este documento tiene varios tipos de problemas y aquí voy a comentar algunos. Uno de estos problemas es si las decisiones médicas que tomó el individuo en su momento todavía reflejan sus preferencias actuales. Numerosos estudios han mostrado que mucha gente cambia sus preferencias en cuantos a las medidas de tratamiento que quiere recibir en los meses siguientes o dos años de realizar el testamento vital. Aunque podríamos suponer que si hay un cambio de preferencias la gente lo va a reflejar y va a actualizar su testamento vital, existe el peligro de que muchas personas no se den cuenta de que sus preferencias han cambiado y, por lo tanto, no vea necesidad de hacer cambios en el documento.
La realidad es que la gente no se da cuenta del cambio de preferencias. En un estudio, realizado por Gready y cols., se preguntó a personas de 65 años de edad en adelante que consideraran varios escenarios habituales (como una enfermedad de Alzheimer) y que manifestaran sus preferencias en cuanto a los tratamientos que deseaban recibir en caso necesario (por ejemplo si deseaban recibir antibióticos en caso de sufrir una neumonía). Dos años después se volvió a preguntar a estas personas y el 25% había cambiado de opinión, como de no querer tratamiento a sí quererlo. Pero esto no es lo más importante. Lo más llamativo es que el 80% de las veces estos sujetos no eran conscientes de que habían cambiado de opinión, ellos pensaban que la vez anterior habían tenido las mismas preferencias.
Como este estudio se había realizado en personas “mayores”, Sharman y cols (con Elisabeth F. Loftus, la experta en memoria) realizaron un par de estudios, con un diseño muy similar, pero uno de ellos en gente joven, y preguntando a los tutores o a las personas encargadas del sujeto, por este tipo de preferencias en cuanto a cuidados médicos. El plazo en el que se les volvió a preguntar fue al de un año. Los resultados a grandes rasgos son muy parecidos. Una cuarta parte de los sujetos cambian las preferencias, pero el 75% de los que han cambiado creen que sus presencias en el momento T2 ( un año después) son las mismas que en el momento T1 ( un año antes). También hubo falsos recuerdos de que sus preferencias habían cambiado, y no era cierto, pero esto era menos frecuente: 11%. Los tutores lo hicieron tocaría peor, un 86% pensaban que sus preferencias eran las mismas.
Un hallazgo importante es que los jóvenes cambiaron de opinión en un 23% pero el 69% pensaban que no habían cambiado, un porcentaje parecido a las personas de edad, lo que nos indica que este problema no se debe al deterioro cognitivo asociado a la edad. Más parece un problema de cómo funciona nuestra memoria y nuestra mente. Estas distorsiones de la memoria tienen repercusiones legales porque aunque las guías bioéticas para el testamento vital dicen que hay que cambiar el testamento y actualizarlo, la realidad es que mucha gente no lo va a hacer. Estos autores recomiendan que los testamentos vitales se actualicen periódicamente, cada año o cada vez que ocurra un cambio importante en la salud del sujeto, porque lo que nos dijo hace un par de años puede ya no tener ningún valor. Otra medida podría ser chequear al ingresar, si el paciente todavía está en condiciones, todas sus presencias de nuevo para estar seguros, o incluso poner fechas de caducidad.
Pero el problema de la memoria no es el único. Ya hemos tratado el tema de si realmente tenemos preferencias y de si existe un Yo único capaz de sustentar esas preferencias. Y ya hemos visto que esa idea tiene muchos problemas y que nuestras preferencias dependen en muchas ocasiones del entorno.
A todo esto podríamos añadir otro sesgo o trampa cognitiva, la llamada ilusión del fin de la historia (The end of history illusion), que consiste en creer que hemos cambiado mucho en el pasado pero que cambiaremos poco en el futuro. Creemos que el presente es el fin de la historia, que en nuestro presente actual no hemos convertido ya en la persona que vamos a ser el resto de nuestra vida (e incluso en la otra vida o en el cielo, para los que crean en él). Evidentemente, esto no es así y es muy importante conocer estos sesgos de la mente humana a la hora de tomar medidas legales.
@pitiklinov
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