miércoles, 27 de julio de 2016

Schopenhauer y la crisis de la mediana edad

En esta entrada voy a comentar el análisis de la crisis de la mediana edad que hace el filósofo Kieran Setiya y de la solución que propone para la misma. La crisis de la mediana edad es un punto en la vida de muchas personas (hacia la mitad de lo que se espera que dure la vida: los 30-40) en el que, aunque han completado muchas de las cosas que se propusieron conseguir en la vida y que pensaban que eran valiosas, estas personas sienten un vacío existencial y que no han conseguido dar sentido a su vida.

El enfoque de Setiya, que se basa en lo que le ocurrió en su propia crisis personal,  parte de una paradoja que señalaba el filósofo Arthur Schopenhauer: “si quieres cosas entonces te encuentras en un estado en el que no tienes lo que quieres y esto es muy doloroso, por lo que tal vez desearía evitarlo. Pero si  no tienes deseos entonces no tienes un objetivo en la vida, no tienes nada que hacer y entonces te encuentras en un estado de aburrimiento terrible. O sea, que estás en un dilema: o aburrirte o tener deseos, pero entonces tienes que sufrir el hecho de no tener las cosas que deseas.

Si tienes un deseo por algo y tu vida se guía por él esto es lo que da sentido a tu vida porque tu vida se dirige a cumplir ese objetivo. Pero si finalizas ese proyecto lo que ocurre es que eliminas ese proyecto de tu vida. Ya lo has conseguido y por lo tanto eliminas la fuente del sentido de tu vida. De manera que, paradójicamente, perseguir proyectos tiene una cualidad autodestructiva que consiste en que las cosas que dan sentido a nuestra existencia  son precisamente las mismas cosas que al perseguirlas y conseguirlas se extinguen, destruyendo así el sentido de nuestra vida. 

Es incluso peor que esto porque lo malo no es sólo cuando llegamos al final y conseguimos lo que queremos sino que todo el proceso va eliminado lentamente, una a una, las fuentes de sentido en nuestra vida. No es que al llegar al final aparezca lo malo sino que lo que estamos haciendo ya ahora mismo, en el presente, es antagónico con el deseo de llevar una vida con sentido.

Una de las formas que toma la crisis de la mediana edad es la de la persona conseguidora, que persigue proyectos que parecen valiosos y con sentido vaciando así su vida poco a poco de sentido. De acuerdo, a veces puedes inventar o pueden aparecer nuevos proyectos pero esto no cambia el hecho de que nuestra forma de querer llevar una vida valiosa es una forma destructiva que quita valor a la vida.

¿Existe una solución? Setiya cree que sí. La solución pasa por distinguir entre actividades télicas y atélicas. Las actividades télicas son las que tienen un punto final claro en el que se realizan y son completadas, como volver a casa o realizar una entrevista; estas actividades se completan cuando llego a casa o se termina la entrevista. Las actividades atélicas son cosas que puedes hacer pero que no tienen un punto final en el que se completan, como hablar con filósofos o salir a pasear. Entonces, el problema sería centrarse en actividades télicas y la solución invertir en actividades atélicas. De esta manera lo que consigues es que lo que tú quieres no es algo que se encuentre más adelante, a una distancia en el futuro de donde te encuentras ahora porque, como decimos, las actividades atélicas se realizan en el presente tanto como se van a poder realizar en el futuro o, dado la vuelta, no se realizan en el futuro más que en el presente…ahora mismo ya las estás completando todo lo que se pueden realizar…Por ello, no inspiran ese sentimiento de que su capacidad de dar sentido se extinguirá.

Bueno, tampoco hay que creer que esta solución es la bomba pero si tienes la suerte de no haber llegado todavía a esa peligrosa edad de la vida y quieres tomar medidas preventivas para evitar la crisis que puede acompañarla igual te sirve de algo darle una vuelta a esta enseñanza de Kieran Setiya.

@pitiklinov






5 comentarios:

Aaron dijo...

O tomar antidepresivos que es más fácil...

Anónimo dijo...

. “Las actividades atélicas son cosas que puedes hacer pero que no tienen un punto final en el que se completan”

Pues me parece que el hombre se encuentra siempre en situación atélica. Desea «desear», más que cumplir los deseos. El deseo en sí mismo se autojustifica, al margen de su cumplimiento. Pongo un texto de «El deseo según Deleuze» de Maite Larrauri, que creo que muestra muy bien esa idea de máquinas deseantes de Deleuze:

“Lo verdaderamente difícil es desear, porque desear implica la construcción misma del deseo: formular qué disposición se desea, qué mundo se desea, para que sea el mundo que te conviene, el mundo que aumenta tu potencia, el mundo en el cual tu deseo discurra. El deseo se convierte de esta manera en el objetivo del desear, es un resultado, es en sí mismo virtuoso. Y así ha conseguido Deleuze anular del todo la necesidad de un juicio exterior a la vida y al deseo: lo que está bien es desear, el deseo lleva en sí su propio juicio, su juicio inmanente. Tan difícil es desear que incluso resulta fácil conseguir lo que se quiere. Desde esta concepción el deseo es como una plenitud, como una alegría, como una potencia de crecimiento, si algo falta, sin duda se conquista.”

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Por otro lado, hay en el hombre una especie de deseo que apunta a algo que tranciende a todo lo que de mundanal podamos conseguir o entrever, que me resulta paradójico. Es como una muestra de que el hombre se halla siempre en un “transfondo atélico absoluto y radical ”. No me resisto a poner una cita del escritor cristiano C. S. Lewis extraida del libro «Mero cristianismo» y que se ha erigido entre las citas que más me han hecho reflexionar, en ya casi mi acabada vida sobre ese ámbito atélico absoluto y existencial humano:

“Las creaturas no nacen con deseos al menos que exista satisfacción para ellos. Un bebé tiene hambre: bueno, existe tal cosa llamada comida. Un pato quiere nadar: bueno, existe tal cosa llamada agua. Los hombres tienen deseo sexual: bueno, existe tal cosa llamada sexo. Si encuentro en mí un deseo que ninguna experiencia en este mundo pueda satisfacer; la explicación más probable es que fui creado para otro mundo. Si ninguno de mis deseos terrenales satisface, eso no prueba que el universo sea un fraude. Probablemente el mundo nunca fue destinado a satisfacerlos, sino tan sólo a despertarlos, a sugerir lo que en verdad es real.”

Un saludo.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
J. Camilo dijo...

Una de las variedades de Terapia Cognitiva de 3ª generación o contextuales, la Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes y Strohsal), precisamente plantea esta distinción pero con otros términos: objetivos y valores. Los primeros se agotan y quedan atrás, mientras que los valores permiten que cada día los actualicemos actuando acorde con la clase de persona que queremos ser. Se trata de algo sencillo, pero bastante útil en la práctica. Me recuerda a aquello de que en la virtud está la propia recompensa.

Y dos pensamientos al aire:
En una época en que la precariedad va a ser la norma y no es fácil alcanzar ni los objetivos básicos (casa, pareja, hijos), ¿se postergará la aparición de esta crisis?
Y por otro lado, siempre atribuí esta crisis a la percepción del propio envejecimiento, pero me ha sorprendido este punto de vista de los hitos.
Un saludo

Pitiklinov dijo...

Gracias por la información y el comentario

Yo también creo que la edad tiene que influir, el ver que te quedan más ayeres que mañanas como decía Clinton.

También veo muy difícil aplicar estas sabias hipótesis, que me parecen muy bien, por la tendencia humana a la comparación que me parece muy difícil de soslayar