martes, 26 de julio de 2016

¿Quién reprime la sexualidad de las mujeres? Segunda Parte, las diferencias de poder



Si no existieran las mujeres todo el dinero del mundo no tendría ningún sentido 
-Alexander Onassis

Vamos a empezar la confrontación de las cuatro hipótesis presentadas en la primera parte analizando las diferencias de poder entre los sexos y cómo repercuten en la sexualidad femenina. Y vamos a empezar con el estudio clásico de Reiss de 1986. Weiss usó una muestra de 186 culturas y en todas ellas encontró una correlación entre indices de mayor poder masculino y supresión de la sexualidad femenina. Cuanto mayor el desequilibrio de poder, mayor supresión de la sexualidad femenina. Estos hallazgos fueron interpretados por Reiss como favorables a la teoría del control masculino de la sexualidad femenina: cuando los hombres tienen el poder no dejan a las mujeres disfrutar de la sexualidad. Y como estas diferencias culturales no afectan al nivel de deseo sexual innato las hipótesis nulas no quedan apoyadas por estos datos.

Pero correlación no implica causalidad como nos olvidamos frecuentemente. Los datos de Reiss pueden ser explicados tan bien por la teoría del control femenino como por la teoría del control masculino. Cuando las mujeres no tienen poder político  y económico necesitan utilizar el sexo para controlar a los hombres y los recursos y por ello restringirían su sexualidad en gran medida. Por contra, cuando las mujeres tienen otras fuentes alternativas de poder que no sea el sexo entonces tienen menos necesidad de restringir el acceso de los hombres al sexo y por ello pueden relajar los controles sobre la sexualidad femenina. El propio Reiss reconoció en comunicación personal a Baumeister y Twenge que esta interpretación es también viable para explicar sus hallazgos pero que no propuso la teoría del control femenino de la sexualidad en la discusión en 1986 porque no había sido propuesta en aquel tiempo.

Es decir, nos falta aclarar en qué sentido va la flecha de la causalidad en esta correlación. Igual es que a los hombres no les queda otro remedio que conseguir poder y dinero si quieren tener relaciones sexuales. La evidencia intercultural no nos aclara si la sexualidad la inhiben los hombres o las mujeres. Para aclarar la dirección de la causalidad tenemos otros datos. Uno muy interesante es el estudio de lo que ocurren en las sociedades cuando hay desequilibrios en el cociente de sexos, es decir, cuando en una sociedad hay más hombre que mujeres o viceversa. Este estudio lo hicieron Guttentag y Secord en 1983.  Por ejemplo, si hay el doble de hombres que de mujeres los hombres deben competir duramente por las mujeres y las mujeres dictan los términos de la interacción. Si hay un exceso de mujeres entonces los hombres dictan las normas. Petersen informa de lo que pasó durante la II Guerra Mundial en EEUU y comenta cómo al no haber hombres en las universidades americanas llegaron a aparecer anuncios en los que las chicas ofrecían lavar el coche y pagar los gastos de las citas a los hombres.

Pues bien, el patrón que aparece en la investigación de Guttentag y Secord es muy claro: hay más  actividad sexual cuando los hombres (no las mujeres) están en minoría. Cuando hay pocas mujeres y muchos hombres los hombres tienen que proveer compromiso y recursos si quieren tener sexo. El sexo prematrimonial y extramarital disminuye. Por contra, cuando hay muchas mujeres y pocos hombres el sexo aumenta. Es decir, cuando los hombres ponen las reglas el sexo es libre y fácil , cuando mandan las mujeres el sexo es escaso y caro. 

Estos hallazgos encajan mejor con la teoría del control femenino. Si las mujeres no dan sexo el hombre lo puede encontrar fácilmente en otro sitio, el precio baja por así decir. El peligro de embarazo no varía por la diferencia de cociente de sexos así que la segunda hipótesis nula ( la 4) no queda confirmada. Sin embargo, la hipótesis 3, la de que las mujeres tienen un menor deseo sexual innato sí explica los hechos y no necesitaríamos una represión cultural. La teoría del control masculino no encaja con los hechos porque predice que si los hombres cortan el bacalao reprimirían la sexualidad femenina y los datos lo contradicen directamente. En particular la versión de la teoría feminista que enfatiza el caos social secundario a un sexo excesivo es la que peor parada sale. Es interesante que Guttentag y Secord encuentran que los movimientos feministas son más fuertes cuando los hombres son minoría. Resumiendo, ser minoría les da los hombres poder sexual pero les quita poder en la esfera política, y no parece que les importe tanto.

Hay un trabajo también llevado a cabo en diferentes culturas (N. Barber 200) que encuentra que los embarazos en adolescentes están correlacionados con el cociente sexual, es decir, irónicamente los embarazos aumentan cuando hay menos hombres. La posible explicación es que  la conducta de las chicas cambia. Como hay pocos hombres, cada chica debe competir duramente por ellos y bajar el precio del sexo (requerir menos compromiso, menos inversión en afecto, tiempo, etc). De nuevo, cuando los hombres mandan en el mercado de parejas la sexualidad femenina se libera contrariamente a lo que dice la teoría del control masculino.

Otro estudio que investiga el patrón de relaciones sexuales en parejas conflictivas (DeMaris 1997) encuentra que en estas parejas las relaciones sexuales están disminuidas, el conflicto es contrario al sexo, pero cuando la violencia física la ejerce el hombre hay más actividad sexual. La explicación de DeMaris es que las mujeres tienen sexo para aplacar al hombre y evitar la violencia. Cuando la violencia la ejerce la mujer no aumenta el sexo. Esto sugiere de nuevo que más poder masculino lleva a más sexo  y no a menos.

La violencia en las relaciones íntimas suele ser debida a la sospecha de celos e infidelidad. En este sentido esta violencia parece consistente con la teoría del control masculino pero el castigo de la infidelidad es un patrón muy amplio que se encuentra incluso en las relaciones entre lesbianas (Renzetti 1992: Violent betrayal: partner abuse in lesbian relationships)  así que no parece especial del control masculino de la sexualidad femenina. La posesividad sexual parece ser universal y tanto hombres como mujeres quieren que su parejas les sean fieles. Los hombres no restringen la sexualidad de la mujer en general sino que quieren que el sexo sea con ellos. En esto no se diferencian de las mujeres en parejas hetero u homosexuales.

Resumiendo este apartado hemos visto diferentes situaciones en las que los hombres tienen el poder y vemos que el sexo aumenta, no disminuye. La teoría del control femenino explica bastante bien todas ellas pero la teoría del control masculino y la del control racional por el autointerés (4) tiene problemas para acomodar los datos. También explicaría los datos la teoría del menor deseo sexual innato de las mujeres según la cual las mujeres restringen el sexo siempre que pueden.

@pitiklinov

Posdata: creo que es relevante para el tema de la entrada esta gráfica que recoge las diferencias sexuales en los ingresos mínimos aceptables en una pareja romántica a lo largo de la relación. Procede de este artículo:





Referencia:




5 comentarios:

idea21 dijo...

Aquí se publicó algo sobre experimentos que demostrarían (se dice que fueron replicados) el menor deseo sexual de la mujer por el varón comparado con el deseo del varón por la mujer

https://evolucionyneurociencias.blogspot.com.es/2013/07/los-misterios-de-la-sexualidad-femenina.html

Encuentro incompleto que se hable de que las mujeres utilizan el sexo para obtener ventajas, cuando en todas las culturas el sexo de las mujeres ha sido utilizado para beneficio de la unidad familiar. La mujer es vendida, ofrecida, incitada por la unidad familiar en base a los intereses familiares, y no propiamente los intereses de la mujer. La cuestión de que las familias pobres invierten preferentemente en sus hijas (por tener más posibilidades de subir de estatus por su atractivo sexual que los varones) es bastante conocida.

https://www.sciencedaily.com/releases/2012/06/120621113339.htm

Así que quizá no sería correcto hablar de lo que las mujeres quieren o las mujeres hacen, sino de cómo son utilizadas las mujeres por los intereses familiares.

Por supuesto, eso no tiene mucho que ver con la situación de las mujeres hoy en las sociedades liberales, donde el fenómeno de la libertad de las mujeres es todavía reciente.

En los experimentos de Chivers y Meana ya referidos parece que las mujeres libres de hoy (esos experimentos suelen hacerse con estudiantes) sienten menos deseo por los varones del que ellos sienten por ellas, y sin embargo suelen mentir (o mentirse a si mismas) al respecto, tratando de adaptarse a lo que el patrón cultural del momento espera de ellas (que les gusten tanto los hombres como a los hombres les gusten las mujeres). Queda mucho futuro por delante para saber lo que de verdad quieren las mujeres, ahora que solo muy recientemente son capaces de hacer lo que quieren.

Pitiklinov dijo...

Me parece importante ese detalle de ampliar el nivel de análisis al grupo. Aquí en Occidente tenemos una visión muy individualista de todo (de las relaciones, de los derechos, etc.) y no nos damos cuenta de que hay culturas mucho más colectivistas en muchas partes del mundo con otras visiones de los problemas.
La conducta del individuo tiene repercusiones efectivamente para toda la familia y para toda la tribu o grupo. Si ponemos el foco en los individuos podemos dedicarnos a buscar como agentes a los hombres o a las mujeres cuando el agente puede ser el grupo. Por ejemplo la conducta de una adolescente en las culturas de honor tiene repercusiones para toda la familia y esta cultura es compartida por hombres y mujeres.
En cuanto a si las familias invierten más en hombres o mujeres depende de muchas contextos y situaciones. En China o India están invirtiendo más en los hijos y están realizando feminicidios, que principalmente, por lo menos en India realizan las mujeres, pero que creo que tenemos que analizar de una manera colectivista.
Un enfoque evolucionista explica bastante bien que se inviertan en hijos o hijas según el contexto.

idea21 dijo...

Otro texto más que menciona el tema

https://books.google.es/books?id=JaSFvJtnN50C&pg=PA3766&lpg=PA3766&dq=daughters+sons+investment+poor+families+anthropology&source=bl&ots=eqvh-pNzmA&sig=tPi-Kg66xL70P0_ca46xKprqxDs&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjys8H8uJTOAhWKvBoKHYhLBlQQ6AEIYjAI#v=onepage&q=daughters%20sons%20investment%20poor%20families%20anthropology&f=false

Jung Chang, en su famoso libro "Cisnes salvajes", en el que narra la historia de su familia en China, relata como hace un siglo su abuela, adolescente, hija de un pequeño funcionario de provincias, fue ofrecida como concubina a un "señor de la guerra", gracias a lo cual el padre pudo disfrutar de un ascenso. Algunos podrían interpretar esto en el sentido mencionado de que, de esta forma, la mujer utilizó su atractivo sexual para prosperar socialmente, pero en realidad fue la familia la que hizo un uso determinado de una de sus posesiones (una hija agraciada).

Paco traver dijo...

En realidad los fenomenos complejos no admiten una unica teoria para explicar todo el repertorio de fenomenos posibles. Cada una de esas teorias en mi opinión explica un aspecto del fenomeno que es sistémico. Lo explica muy bien Dawkins en el gen egoista: las mujeres no son todas iguales , hay quienes tienen muy poca necesidad de sexo (esquivas) y hay quienes tienen mucha (fáciles). En este post se encuentra la solucion matematica al dilema https://pacotraver.wordpress.com/2013/08/20/una-simulacion-antropologica/

Anónimo dijo...

Enlace: http://www69.zippyshare.com/v/Wn8AcNGU/file.html . Mujeres. La sexualidad secreta, La Sexualidad secreta – Patricia Politzer