Virtous Violence es un libro de Alan Page Fiske y Tage Shakti Rai donde exponen una tesis que a muchos lectores les puede parecer insólita; el libro muestra que la gente, la mayoría de las veces, es violenta porque siente genuinamente que la violencia es lo correcto, lo que deben hacer. Según los perpetradores de la violencia, la violencia es moralmente necesaria y es la manera correcta de regular unas relaciones sociales según lo que mandan los preceptos y normas culturales. Detrás de la violencia habría ideales culturales que la motivan. Probablemente me voy a repetir en este comentario dandole vueltas a la misma idea pero creo que el tema lo merece: la mayoría de los actores violentos no son patológicos o ni siquiera actúan en su propio interés, sino que están convencidos de que actúan al servicio de un bien moral más alto.
Ya sé que esto suena totalmente contraintuitivo. El modelo predominante de entender la violencia es el modelo del mal: la gente buena hace cosas buenas y la gente mala hace cosas malas. Pero son muchos autores los que nos vienen avisando ya hace tiempo (como Baumeister en el enlace anterior) de que es la gente buena la que comete las mayores barbaridades. La gente cree que la violencia es una expresión de nuestra naturaleza animal y que aparece cuando las normas morales culturales fallan. Según la visión al uso, la violencia es mala, sería la esencia de la inmoralidad. Pero cuando analizamos los actos violentos lo que vemos es justo lo contrario. Cuando la gente hace daño o mata a alguien lo hacen porque creen que es lo correcto moralmente y que es obligatorio incluso ser violento. La violencia, además, surge de las relaciones entre perpetrador y víctima o entre perpetrador y otras personas y la persona que comete actos violentos busca corregir una relación personal, hacer que sea correcta. Según Fiske y Rai la mayor parte de la violencia es motivada por razones morales. La moralidad trata de regular las relaciones sociales y la violencia es una forma de regular esas relaciones.
Fiske y Rai definen violencia para los efectos del libro como acciones en las que el actor considera que infligir dolor, sufrimiento, miedo, heridas, o la muerte es un medio necesario y deseable para los fines que se buscan. Son muchos los autores que han señalado que el ser humano tiene una aversión a ser violento en circunstancias normales. La violencia es virtuosa cuando el sujeto, su grupo de referencia, o la audiencia, consideran que el acto es lo que hay que hacer aunque sea difícil y duro llevarlo a cabo. La moralidad consiste en la regulación de las relaciones, en la realización de unos ideales de lo que deben ser las relaciones. Por ejemplo, si un padre castiga a a un hijo por no hacer lo que debe, o por alguna mala acción que haya cometido, el padre cree que está haciendo lo que debe hacer según sus normas morales. Lo mismo ocurre en el caso de los asesinatos por honor en muchos países del mundo.
Es conocido y aceptado que las normas morales son relativas y diferentes en cada lugar del mundo o en cada cultura. Por eso, cuando estamos diciendo que la persona violenta actúa moralmente lo estamos afirmando desde su visión moral. Por supuesto que personas de otra cultura pueden no estar de acuerdo. Aquí tendríamos el problema -que Fiske y Rai no explican explícitamente- de que nos encontramos con el choque de dos círculos morales diferentes, según la terminología de Peter Singer. Un padre de determinada cultura que mata a su hija porque ha tenido una relación sexual y eso supone la deshonra de toda su familia está actuando moralmente, aunque desde nuestra cultura nos parezca que es un acto inmoral. Ese padre y nosotros estamos en círculos morales diferentes. Es fuerte pero la gente mata porque cree que la víctima merece morir.
Como decíamos, la gente mata para regular las relaciones y Fiske y Rai tienen un modelo de cuáles son las relaciones sociales básicas, la Teoría de los Modelos de Relación. Según este modelo, hay cuatro relaciones básicas: unidad, jerarquía o autoridad, igualdad y proporcionalidad; estos son los cuatro motivos fundamentales que subyace en todo juicio, emoción y conducta moral:
1- Unidad, compartir comunalmente. Usamos este modelo de relación cuando percibimos a determinadas personas dentro de nuestro mismo grupo y a otras fuera: familias, equipos, hermandades, nacionalidades, etnias, etc. El motivo moral en esta relación es la unidad, mantener la integridad del grupo. Es evidente que mandamientos como el “No matarás” quiere en realidad decir “No matarás a alguien de tu grupo” o “No matarás a alguien con el que tienes relaciones importantes”, es decir al que pertenece al “Nosotros” . Pero este mandamiento no incluye al enemigo, al otro, al que forma parte de “Ellos” (recordad lo de grupos morales diferentes). En las guerras no sólo es lícito matar sino que es alabado y está incluso premiado. De esto hablan Fiske y Rai cuando dicen que la mayoría de la violencia es moral, la de las guerras o los genocidios, por ejemplo. Cuando nuestro grupo ha sido amenazado o agredido es lícito actuar violentamente.
2- Jerarquía, la autoridad. Cuando colocamos a las personas según una dimensión estamos usando un modelo de autoridad: adultos y niños, militares y subordinados, jefes y empleados, maestros y alumnos, etc. Según este modelo, se considera legítimo que un superior cometa violencia contra un subordinado para instruir o castigar (caso de los padres o de los profesores).
3- Igualdad. Usamos este modelo cuando llevamos la cuenta de lo que uno debe a otro, lo usamos cuando repartimos turnos, en colas, en decisiones lanzando una moneda, etc. Este motivo moral de la igualdad es el que nos mueve a reciprocar, a invitar a nuestra casa a alguien que nos ha invitado, pero también a pagar ojo por ojo y diente por diente al que nos ha hecho daño.
4- Proporcionalidad, el precio de mercado. Usamos este modelo en las relaciones económicas en un mercado, costes y beneficios de las decisiones sociales, o cuando nos guiamos por la utilidad en un asunto moral. El motivo guía es la proporcionalidad. La violación fundamental de la proporcionalidad es la que comete el aprovechado, el que engaña, el que recoge los beneficios pero no da un palo al agua. Dentro de este esquema de la proporcionalidad es correcto infligir daño cuando los beneficios superan los costes (visión utilitarista). Por ejemplo, En la II Guerra Mundial el presidente Truman habría usado este principio cuando le aconsejaron que lanzar bombas sobre Hiroshima y Nagasaki era moralmente necesario según el análisis coste-beneficio que decía que así se ganaría la guerra con el menor número de víctimas norteamericanas.
Habría que señalar otro aspecto dentro de este esquema, que ya he mencionado de pasada. La violencia tiene que ver no sólo con la relación entre el actor y la víctima sino con las relaciones del actor con otras personas o miembros de su grupo. Por ejemplo, la violencia de un combatiente refuerza la relación del combatiente con sus amigos, amantes, fans, compañeros, etc. El combatiente está motivado pro su afán de gloria, de amor y de lealtad. Si lucha bien atraerá amantes, será admirado y envidiado y será honrado. Nada de esto tiene que ver directamente con la víctima, es decir, las relaciones que trata de regular la violencia en este caso no es la relación perpetrador-víctima sino la relación del perpetrador con otras personas.
![]() |
Alan Fiske y Tage Rai |
Con esta base teórica que he intentado resumir el resto del libro se dedica a analizar diferentes tipos de violencia y a demostrar que la base de esa violencia es moral y analiza también cuál es el tipo de relación que intentar regular. Se analiza la violencia étnica y el genocidio, los asesinatos por honor, la guerra, la venganza, el castigo, el castigo corporal de los niños, la violencia dentro del mundo militar, la violencia religiosa, la violencia ordenada por los dioses, los caballeros en la edad media, las bandas callejeras, los deportes, el terrorismo, los ritos de iniciación como la circuncisión o las mutilaciones de los genitales de las niñas, la tortura, el homicidio, e incluso la violencia de las relaciones íntimas o la violación. En todos ellos, la argumentación de Fiske y Rai es muy sólida y convincente y creo que defienden muy bien su tesis.
En los últimos capítulos analizan las repercusiones legales, filosóficas, evolucionistas y psicológicas de esta nueva visión de la violencia dejando en el aire importantes preguntas. Por ejemplo, muchos sistemas legales consideran que para condenar a una persona el acusado debe tener la capacidad, en el momento del acto, de conocer que lo que hace está mal…¿pero que ocurre si el sujeto cree que está haciendo el bien? No podemos esperar que se arrepienta o sienta culpa si cree que está obrando correctamente. Dicho de otra manera, el criminal según nuestro sistema actual pensaría algo así: “esto está mal, pero lo voy a hacer de todas las maneras”. Si las cosas son como venimos comentando en esta entrada, esto no es lo que hay en la mente de la mayoría de las personas que cometen actos violentos, así que ya podemos ir llamando a Houston porque tenemos un problema…Si una persona sana cree firmemente que el acto violento es lo que debía hacer, ¿eso es exculpatorio? A nivel filosófico más fundamental: ¿cuál es el propósito de castigar legalmente a una persona que cree que hace sinceramente lo que debe? ¿tiene sentido castigar a las personas por actuar según sus convicciones morales?
Dejando todos estos interrogantes a un lado, nos interesaría poder responder a la pregunta más importante de todas: ¿Cómo terminamos con la violencia? Y aquí una enseñanza muy clara de este libro es ésta: para reducir la violencia debemos conseguir convertirla en inmoral. Si la gente viera la violencia a todos los niveles como algo inmoral sería muy difícil que la llevara a cabo. Siempre quedarían psicópatas (obviamente la violencia de los psicópatas no está motivada moralmente) o gente que tuviera que matar para comer o cosas por el estilo, pero sería una minoría. El problema es cómo conseguimos hacer que gente de diferentes culturas y círculos morales llegue a consensuar una moral común y ese problema no lo tenemos resuelto. Pero hay motivos para el optimismo. La violencia sirve para regular las relaciones pero no es la única manera. Si buscamos alternativas, ésta no será necesaria.
Por último, hay otra enseñanza muy importante de este libro: lo profundamente importante que son las relaciones sociales para las personas. La moralidad consiste en la regulación de las relaciones sociales, en una especie de código de circulación de las relaciones personales. La gente mata o muere para hacer que sus relaciones sociales sean como deben ser. Las relaciones de la gente son muchas veces más importantes para ellos que su cuerpo o que su propia vida. Muchas veces, para que sus relaciones sean como ellos creen que deben ser las persona sacrifican sus cuerpos o sus propias vidas, o las vidas de sus esposas/os, amigos o vecinos. Algo que debemos tener muy en cuenta.
@pitiklinov
Referencia: