domingo, 20 de septiembre de 2020

Las opciones que parece que tenemos

Los que seguís este blog ya sabéis que no creo que exista eso de una voluntad libre y aquí he explicado mis razones para no creer en el libre albedrío. En esta entrada voy a hablar de un tema muy relacionado con el del libre albedrío, un fenómeno psicológico que consiste en que normalmente no somos conscientes de nuestras barreras y limitaciones psicológicas y tampoco lo somos de las barreras y limitaciones psicológicas que tienen los demás. Este fenómeno tiene muchas implicaciones prácticas, tanto a nivel individual y clínico como también social, y al final me voy a referir en este contexto a la culpabilización que están haciendo las autoridades de la ciudadanía por su irresponsable conducta, se argumenta, respecto a la COVID. Dado que la mayoría de las personas creen en el libre albedrío y en la existencia de una voluntad libre, sospecho que muchos no vais a estar de acuerdo conmigo, incluyendo psicólogos y psiquiatras. Aún así, creo que, probablemente, muchas personas no se han parado a pensar en esto con detenimiento y mi comentario puede interesarles.


Para empezar a conocer el terreno en el que nos vamos a adentrar, os propongo una especie de experimento mental, del que os tenéis que quedar con la idea que intento transmitir y no con la literalidad de lo que digo. Es un ejemplo que los amigos con los que he discutido acerca del libre albedrío me han oído muchas veces.


En teoría, mañana lunes a la mañana, cuando yo llegue a la estación de metro donde cojo el metro para ir a trabajar, podría cogerlo en dos direcciones. Podría cogerlo en dirección a Bilbao y efectivamente ir a trabajar o podría cogerlo en la otra dirección, hacia una bonita localidad de la costa vizcaína, la villa de Plentzia, por ejemplo. Podría dar un paseo, tomar un café y hasta bañarme. Podría desconectar el móvil para que mis compañeros -al ver que no llego a trabajar y que no hay nadie para ver a los pacientes que tengo citados- no puedan localizarme. O les podría coger el teléfono y explicarles que me apetecía mucho darme un baño en lugar de ir a trabajar. Lo esencial de este planteamiento es que, aparentemente repito, yo tengo esas dos opciones. No estoy cojo ni ciego, puedo ponerme en un andén u otro y no hay tampoco una fuerza externa (pongamos la policía) que me lo impida. Parece que yo estoy eligiendo entre dos opciones abiertas ante mí y que mi voluntad libre está decidiendo.


Pues nada más lejos de la realidad. La opción de ir a Plentzia es una pseudo-opción, no es una opción real, y en realidad yo no tengo otra opción que ir a trabajar, dadas mis circunstancias, puesto que, como decía Ortega, yo soy yo y mis circunstancias. Me explico. Dado que soy una persona responsable, que cumple razonablemente sus compromisos, dado que no quiero que me abran un expediente por falta de asistencia laboral, dado que me preocupa mi familia y quiero tener un trabajo para que coman mis hijos, etc, etc., dadas todas esas circunstancias, yo no puedo irme a Plentzia. Yo estaría en realidad eligiendo entre una opción que tengo y una opción que parece que tengo. Sostengo que nuestra creencia en el libre albedrío proviene en parte de la ilusión de que elegimos entre opciones reales cuando muchas de las opciones no son reales. Nos parece que llegamos continuamente en la vida a bifurcaciones donde hay dos opciones abiertas ante nosotros, igual de probables, igual de ejecutables. Mi tesis es que nos engañan las opciones que parece que tenemos y que esas pseudo-opciones crean las redes de bifurcaciones disponibles ante nosotros por las que creemos que circulamos.


Mis características psicológicas, mi nivel de responsabilidad, autocontrol, inteligencia,  impulsividad, empatía con mis pacientes, etc., suponen un auténtico muro que inhabilitan el andén en dirección a Plentzia y lo convierten en inexistente para mí. Si yo fuera otra persona, pongamos un psicópata, lo que no podría hacer sería justo lo contrario: ir a trabajar y aguantar ocho horas trabajando en una cadena de montaje o donde sea. Volvemos a lo mismo, el psicópata puede físicamente ir a una empresa y manejar las máquinas -no está incapacitado físicamente para ello- pero no tiene la constitución psicológica necesaria (responsabilidad, autocontrol, motivación, etc.) para realizar una actividad laboral reglada. El psicópata no puede hacer lo que yo, o un trabajador normal, haría, y yo no puedo hacer  lo que haría un psicópata. Por ejemplo, yo no puedo ahora mismo ir a comprar un arma para atracar un banco o para robar a una persona, o en una vivienda. Con mi voluntad no puedo torcer una serie de valores morales y una conformación psicológica que no me llevan en esa dirección. Tal vez algún día, si hay una guerra y mis hijos no tienen para comer, pongamos por caso, podría robar o hacer cualquier cosa, pero no lo haría por el ejercicio de mi voluntad sino porque las circunstancias han cambiado y hay razones de mucho peso que me llevan a una situación límite.


Nos puede ayudar a entender la idea que intento transmitir el concepto del Posible Adyacente, del que ya he hablado en el blog. Hay cosas que están en nuestro posible adyacente, cosas que podemos hacer y cosas que no están en nuestro posible adyacente y, de momento, no podemos hacer. Y el Posible Adyacente de todas las personas no es igual. Esto parece algo obvio y de perogrullo pero a mucha gente le cuesta entenderlo. Vemos continuamente en anuncios y en conversaciones que si Fulano ha adelgazado, tú también puedes; o que si Mengano hizo deporte y se curó su depresión, tú también puedes. Es un error muy frecuente en el trato con las personas depresivas decirles que “tienen que” salir o que “tienen que” ir al cine o que “tienen que” hacer ejercicio. A muchos de los pacientes depresivos que trato lo último que les apetece es ponerse zapatillas y pantalón deportivo y salir a correr, les falta sencillamente la motivación para hacerlo. Les interesa tanto eso como la vida del escarabajo pelotero.


Cuando un médico tiene delante a una persona con obesidad, le dará una serie de consejos y pautas sobre como realizar dieta, organizar las comidas, realización de actividad física, etc. Pero luego, según lo que haya en el Posible Adyacente de esos pacientes, unos cumplirán buena parte del programa y otros prácticamente nada. Consignas como “si quieres, puedes”, o “si yo lo he hecho, tú también puedes”, son totalmente irreales. Si fuera tan sencillo, no existiríamos los psicólogos y los psiquiatras porque no seríamos necesarios. la gente usaría su voluntad libre para hacer ejercicio, controlar la dieta, dejar de beber, dejar el tabaco, o lo que fuera.


Como decía, no sólo somos ciegos a las limitaciones y barreras psicológicas que nosotros tenemos sino que también lo somos ante las limitaciones y barreras psicológicas de los demás. Vemos continuamente en conversaciones cómo la gente arregla en dos patadas la vida de los demás: “si ese chaval fuera hijo mío, ya le iba a enseñar yo esto y lo otro…” “yo prohibía las armas en USA y así descenderían los suicidios y los homicidios”. Como dicen en este artículo, los problemas de los demás no son sólo solucionables, sino fácilmente solucionables. El autor lo llama la “seducción reduccionista de los problemas de los demás”. Por supuesto no hace falta explicar que el problema de las armas en USA o el de los trastornos de conducta del hijo de la vecina son de una complejidad enorme y que si nosotros estuviéramos exactamente en las mismas circunstancias, nos veríamos con las mismas dificultades para solucionarlos.


Algo de todo esto está pasando con la actitud del gobierno, profesionales y medios de comunicación culpando de la segunda ola por COVID a la ciudadanía (vamos a aceptar para los efectos de esta entrada que tengan razón). Lo único que hace falta para acabar con el COVID es responsabilidad individual. De nuevo, nos encontramos en una bifurcación ilusoria con opciones que parece que tenemos: a) que la gente sea responsable y aplique las medidas de protección b) que la gente no sea responsable. Todo lo que tiene que ocurrir es que los irresponsables decidan ser responsables…¿Y cómo se consigue esto? La respuesta más habitual es que con educación. La educación es una cosa mágica, una especie de superpoder. Le explicas a la gente que para adelgazar hay que hacer dieta y ejercicio y la gente te dice: “anda doctor, no me había yo dado cuenta de eso, tiene usted razón, ahora mismo me pongo a hacerlo”. Por mucho que repitamos el mensaje por televisión, estaremos perdiendo el tiempo: la gente que ya sigue las medidas no necesita los mensajes y la gente que no las sigue será impermeable a ese tipo de mensajes. El Posible Adyacente de la ciudadanía española es el que es y habrá que aceptarlo; si hemos repetido trescientas mil veces una cosa no es de esperar que al repetirlo una vez más se vaya a producir ningún cambio. 


En resumen, todas las personas  tenemos unas limitaciones psicológicas al igual que las tenemos físicas y estas limitaciones psicológicas son tan reales como las físicas, aunque no se vean de la misma manera que se ve una pierna rota. Son muros muy altos que no se saltan con un acto de la voluntad. Ser conscientes de ello nos ayudaría a enfocar mejor tanto muchos problemas psicológicos como sociales.


@ptiklinov





16 comentarios:

Germánico dijo...

He pensado muchas veces en ello en el tren de cercanías.

Elena R.S. dijo...

Buenísima reflexión. Es verdad. La gente respondemos (ya sea dejando de fumar o siguiendo una dieta), cuando tenemos plena consciencia y conciencia del problema y para ello cada cual tiene o tenemos "nuestro momento". Mi pregunta sería...¿No hay esperanza entonces?

Quéperezaelregistro dijo...

Ciertamente las opción de elección es como la idea de control: una ilusión frecuente (pero no absoluta o permanente, sino frecuente). Acabo de elegir escribir este comentario y eso que siempre leo este blog y nunca comento.
Pero denostar la educación (que no es un superpoder sino una herramienta poderosa y muy compleja de activar correctamente) no lo veo: sobre todo porque educación no es explicar ni decir ni contar; educación etimolôgicamente es guiar, conducir. Ni siquiera es un acto necesariamente verbal. Es el arte de influir de forma no coercitiva sobre otros, digamos. Y si renunciamos a influir unos sobre otros, bien podríamos por ejemplo cerrar los blogs por inútiles. Que no es el caso, evidentemente.

Insu dijo...

Hola, quería preguntar: tenemos limitaciones. ¿Cree que hay terapia, aparte de la farmacoterapia, que ayude a superarlas?
Igual que fisioterapia puede ayudar a superar limitaciones físicas con sus técnicas, ¿hay técnicas en psicología que se hayan probado efectivas, aparte de los fármacos?
Gracias

El Baron Lagourde dijo...

Gracias.

Agus Salva dijo...

Buen artículo para el debate. En términos generales yo también suscribo que el libre albedrío… En fin… Menos lobos. Hay cuestiones menores en las que sí podemos o podríamos decidir. Pero en las cuestiones mayores de la vida, más bien decide ésta por nosotros. Quiero decir que solemos rodar por unos carriles (físicos y psíquicos, o ambos a la vez) que no dejan mucha opción o ninguna al “escoger” que nos venden los modernos neoliberales. Un señor como yo con 71 años, puede mirar hacia atrás y analizar cada “decisión” de importancia en su vida y algunas supuestas “bifurcaciones” que “tuvo” ante sí. Desde niños nos van y nos vamos haciendo en una estructura social y material determinada y limitada, no lo descartaría del todo pero hay poco espacio para “libres albedríos” en la vida real de todos los días. Solo en el campo de la fantasía y de los sueños parece que sí, pero es un mundo de ficción, soñemos despiertos o dormidos. O podemos hacer metafísica con inflación de pensamientos y palabras. Cabe un interesante debate.

Unknown dijo...

En mi opinión con los ejemplos que pones justamente se comprueba la debilidad de tu argumentación en contra del libre albedrío. De los dos sujetos que hablas: tú y el psicópata el que goza de menos libre albedrío es el psicópata por su propia enfermedad, en cambio tú si puedes ir a un lado u otro según desees, el hecho de que con casi toda probabilidad optes por ir al trabajo y atender tus obligaciones de lo que habla es de que la libertad tiene un precio, el de la asunción de responsabilidad de tus actos.
No decidimos en vacío, nuestros actos están concatenados y los condicionantes de todo tipo existen, pero la libertad de elegir también. Siempre no. Para todos los casos y situaciones no. Porque el libre albedrío, la libertad, la racionalidad y tantas cosas que son propias de humanos tienen límites: las leyes físico-químicas, la biología y como no nuestra propia biografía que va diseñando un camino con cada decisión que tomamos, algunas reversibles, otras no tanto. El libre albedrío, al menos tal como yo lo entiendo, no quiere decir que tenga todas las opciones en todo momento, sino que tengo algunas opciones y elijo o dejo que las circunstancias lo hagan por mí, algunas de entre ellas.

Anónimo dijo...

¿Podría ir en bici al trabajo? ¿Autoeducarse, acostumbrarse a ir así?

Anónimo dijo...

El libre el albedrío no existe por la sencilla razón de que nuestro comportamiento se basa en nuestros genes y nuestra experiencia pasada. Puesto que no podemos cambiar ninguno de ellos, ante una decisión solo podemos tomar un camino.

Anónimo dijo...

Anónimo dijo: "El libre el albedrío no existe por la sencilla razón de que nuestro comportamiento se basa en nuestros genes y nuestra experiencia pasada".
Es una forma demasiado simple de entender la genética y la experiencia. Más bien parece todo lo contrario. Desde un organismo determinado (genética y experiencialmente) estamos eligiendo contínuamente entre diversas opciones, la mayoría de las veces inconscientemente (por la necesidad de una respuesta rápida) y otras, conscientemente, cuando se trata de elecciones importantes.
El error del artículo es que entiende el libre albedrío como un concepto religioso cuando sería más apropiado entenderlo en términos del comportamiento que tienen los seres humanos en ausencia de trastorno mental.
Sin el concepto de "elección" (o voluntad) no puede entenderse la evolución social humana. ¿O es que hay que entender que hay una fuerza misteriosa que guía dicha evolución?

Pitiklinov dijo...

Anónimo,
Es muy importante no confundir el concepto de elección con el concepto de voluntad, este es un error muy frecuente al hablar del libre albedrío
Claro que las personas (y los animales) realizan elecciones, pero otra cosa muy diferente es que esas elecciones se deban a una voluntad libre.
Mi posición es que esas elecciones se deben a razones, no a una voluntad libre y que nosotros no elegimos las razones ( ni las creencias, ni las preferencias, ni los deseos, etc.) que nos guían y mueven a la hora de realizar elecciones.

Ejemplo. Imagina que te dan a elegir entre uva y manzana. Si te gusta más la uva, elegirás uva, si te gusta más la manzana, elegirás manzana. Pero tú no has elegido que te guste más la uva o la manzana. Yo por ejemplo no he elegido que me guste más una fruta que otra, no sé tú. Y así absolutamente con todo.

La voluntad es el secretario que firma una decisión que no es suya.

"No hay en la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito."
-Baruch Spinoza

"Los Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza."
-Baruch Spinoza

Puedo hacer lo que deseo: Si puedo, si lo deseo, dar todo lo que tengo a los pobres y por lo tanto hacerme pobre yo mismo -si lo deseo. Pero yo no puedo desear esto, porque los motivos opuestos tienen demasiado poder sobre mí para poder hacerlo. Por otro lado, si tuviera un carácter distinto, al extremo de que yo fuera un santo, podría desearlo. Pero entonces no podría dejar de desearlo por lo que tendría que hacerlo... tampoco como una bola en una mesa de billar no se puede mover antes de recibir un impacto, tampoco puede un hombre levantarse de su silla antes de ser jalado o impulsado por un motivo. Pero el pararse es tan necesario e inevitable como el rodar de una bola después del golpe. Y esperar que alguien haga algo a lo que absolutamente ningún interés lo impulsa... Es lo mismo que esperar que un trozo de madera se mueva hacia mí sin ser jalado por una cuerda...
-Schopenhauer

Anónimo dijo...

Pitiklinov: "La voluntad es el secretario que firma una decisión que no es suya". ¿Cómo que la voluntad no tiene qué ver con la libertad de elección? Claro que sí.
Tengo la impresión de que entiende el mundo en un sentido absolutamente mecanicista (en sentido laplaciano). La nueva física nos muestra que lo que hay son probabilidades, no certezas absolutas.
Por supuesto, para que una persona se levante de una silla, es necesario que haya un motivo, pero no es tan sencillo como un mecanismo inanimado al que se le han aplicado unas reglas causales: un ser humano puede quedarse sentado y no moverse en lugar de levantarse y, además, si decide levantarse lo puede hacer de infinitas maneras. Los seres vivos con metabolismo se autorregulan (se adaptan a su entorno) eligiendo, con mayor o menor acierto, entre varias opciones.
Creer que los seres vivos funcionan como robots biológicos es un error que no comparto.

Anónimo dijo...

Desde el momento que eliges estás ejerciendo el libre albedrío. Nadie dice que el libre albedrío se produzca en el vacío. El libre albedrío se produce en el contexto de limitaciones que nos son propias, pero no por eso es menos libre albedrío.
Suponer un ser liberado de cualquier condicionante si es situarse en un mundo que no existe.

Emilio dijo...

Negar el libre albedrío por sus limitaciones es como negar la racionalidad, porque no todos nuestros actos son racionales. Tanto del uno como de la otra podemos preguntar cuánto y cuánta libre albedrío y racionalidad hacen falta para poder hablar del uno y la otra. Lo demás es puro determinismo y eso si parece más difícil probarlo que negar el libre albedrío.

Anónimo dijo...

Lo único que no puedo decidir es mi concepción o existencia...a partir de ahí desde que me nacen un poco y cuando Más tarde, nazco con mi consciencia de mi existencia...tengo la libertad de hasta decidir si sigo viviendo o no...
Jmgsc.

Anónimo dijo...

Porque siento y sé que siento..decido.
Jmgsc.