sábado, 22 de septiembre de 2018

Los Celos y la Psicología Evolucionista


Grata es la amistad con Platón, pero aún más grata es la verdad
-Aristóteles



Esta entrada es un recorrido por una hipótesis evolucionista que ha tenido mucho éxito y se ha difundido incluso a la cultura popular pero que con el paso del tiempo se ha ido descubriendo que no es apoyada de forma concluyente por los hechos. Es la idea de Buss de que los hombres deberían verse más afectados por los celos sexuales y las mujeres por los celos emocionales. Vamos a verlo.

     I

La hipótesis original de Buss y cols de 1992 planteaba lo siguiente. En especies con fertilización y gestación interna (todos los mamíferos y entre ellos los humanos) los machos se enfrentan a un problema adaptativo que no tienen las hembras: la incertidumbre de la paternidad de sus hijos. La infidelidad de la hembra supone unos costes muy altos para el macho, todo el tiempo y esfuerzo dedicado a la crianza de sus hijos iría en realidad para sacar adelante los genes de otro macho y todo el esfuerzo de crianza de la hembra tampoco sería para su hijo sino para el de otro. En muchas especies esta falta de certeza de la paternidad no es importante porque los machos contribuyen muy poco a la crianza de los hijos, en algunos casos sólo contribuyen con sus genes y la inversión temporal que supone el acto sexual. Pero este no es el caso de los humanos donde los hombres aportan de forma considerable aunque siempre menos que las mujeres.

Estos costes tan grandes de la infidelidad deberían haber supuesto una presión evolutiva importante para que los machos se defendieran de la misma. El que no lo hiciera, quedaría fuera de la competición por dejar copias de los genes que es la vida. Y, efectivamente, la literatura está llena de ejemplos de mecanismos anti-engaño en leones, pájaros, insectos y primates no humanos. En humanos, Wilson y Daly hipotetizaron que los celos sexuales fueron la solución a este problema adaptativo. Los hombres que fueron indiferentes al contacto sexual de sus parejas con otros hombres tuvieron menos hijos que los que estuvieron motivados para buscar pistas de infidelidad y desarrollaron celos, y en tiempo evolutivo estos hombres indiferentes fueron desplazados.

Las mujeres no tienen el problema de la certeza de paternidad, porque de la maternidad no hay dudas, pero si el hombre deserta para irse con otra mujer perderían todos los recursos y esfuerzo paternal del hombre con el riesgo de no poder sacar los hijos adelante. Buss y cols hipotetizaron que las mujeres habrían desarrollado mecanismos para estar atentas a pistas que indicaran un vínculo emocional que pudiera conducir a ser abandonadas por el hombre. Que el hombre tuviera relaciones sexuales con otras mujeres debería importarles menos porque eso no pondría en riesgo  el futuro de sus hijos mientras el hombre mantuviera la inversión parental.

La definición de celos que vamos a manejar es la siguiente: “estado emocional que es suscitado por una amenaza percibida a una relación valorada, el cual motiva conducta dirigida a contrarrestar la amenaza”. Como estado emocional que es, es razonable suponer que implica una serie de reacciones fisiológicas, un estado de excitación del sistema nervioso autónomo. Hay que decir que ninguna otra teoría ni trabajo científico había planteado esta distinción de celos anteriormente. Buss y cols., así como otros, hicieron estudios en los que preguntaban a hombres y mujeres qué tipo de situaciones les afectaban más y las predicciones se confirmaron, los hombres estaban más preocupados por los celos sexuales y las mujeres por los emocionales. Resultado: éxito de la hipótesis y de la psicología evolucionista. Pero las cosas en la ciencia y en la vida nunca son tan sencillas. Empezaron a llegar las críticas.

Algunos señalaron que si a una mujer se le dice que imagine que su pareja está emocionalmente implicada con otra mujer, va a asumir que ya han tenido sexo. La mayoría de mujeres suponen, de forma bastante razonable probablemente, que los hombres son capaces de tener sexo sin implicación emocional  con distintas mujeres pero que a veces un hombre empieza a formar un vínculo con una de esas mujeres. Por lo tanto, la mujer a la que se le pregunta elegirá este escenario de relación emocional como el más perturbador porque representa en realidad un “doble disparo”, una suma de los dos tipos de celos. Por el lado de los hombres, éstos tienden a creer , de forma equivocada probablemente si esto es cierto, que las mujeres sólo tienen sexo con hombres cuando hay una relación emocional y, por lo tanto, la infidelidad sexual implica también un “doble disparo”, es decir, que ha habido infidelidad emocional también. 

Buss y cols. trataron este problema en sus siguientes estudios variando las instrucciones. Esta vez se les preguntaba: “imagina que tu pareja forma una relación emocional (pero no sexual) con otra persona…” o “imagina que tu pareja disfruta de sexo (pero sin implicación emocional) con otra persona…”. Los resultados fueron los mismos que en el estudio original: a los hombres les trastornaba más el sexo y a las mujeres más la relación emocional. En otro estudio preguntaron a hombres y mujeres que imaginaran que su pareja estaba implicada sexual y emocionalmente con otra persona y que indicaran qué era lo que les molestaba más. De nuevo, se repitieron los resultados originales.

Sin embargo, en todos estos estudios se obliga a los sujetos a elegir entre dos opciones. Cuando a hombres y mujeres se les ofrece una tercera opción -que las dos formas de infidelidad trastornan por igual- la mayoría de la gente escogía esta tercera opción. Y cuando a hombres y mujeres se les presentaban los dos escenarios de forma independiente y se les pedía que los puntuaran no hubo diferencias entre hombres y mujeres. Ambos sexos puntuaron entre 6 y 7, en una escala de 7 puntos, ambos escenarios. Parece que en el mundo real la traición emocional y la sexual están tan ligadas que su impacto es muy similar. Ningún sexo tolera ninguna infidelidad de ningún tipo.

     II

Pero hay un estudio muy completo e interesante que desmonta en buena medida la hipótesis evolucionista y que merece la pena comentar porque nos enseña también muchas cosas sobre los celos tanto de hombres como de mujeres. Es un artículo de Christine Harris de 2003 que vamos a ver con un poco de detenimiento. Harris revisa 5 tipos de datos que se han aportado para defender la hipótesis evolucionista y, a mi modo de ver, de una forma muy sólida cuestiona la evidencia que todos ellos aportan. Las áreas revisadas son: los datos de auto-informes, los datos psicofisiológicos, las estadísticas de homicidios, la violencia de pareja y los celos patológicos.

Auto-informes

Harris realiza primero un metaanálisis de los estudios de elección forzada que ya hemos comentado previamente. La mayoría se han llevado a cabo en estudiantes jóvenes y se les pregunta qué les parece más perturbador, que su pareja se enamore de otra persona o que tenga relaciones sexuales con alguien. Los resultados apoyan la hipótesis evolucionista dado que los hombres eligen las relaciones sexuales con más frecuencia y las mujeres la relación emocional.

Pero luego revisa Harris otros estudios también de elección forzada así como otros en escalas de puntuación continua y hay de todo. No voy a ir uno por uno pero hay estudios en los que tanto hombres como mujeres valoran como peor la infidelidad emocional, otros en los que valoran ambos como peor la infidelidad sexual; en estudios fuera de USA (China, Austria, Holanda, Alemania…) hasta un 70-80% de hombres valoran como peor la infidelidad emocional…Pero, lo que es peor, estudios de autoinformes sobre experiencias reales (no imaginadas) de infidelidad no encuentran diferencias entre los sexos.

Estudios Psicofisiológicos

En estos estudios se pide a los sujetos que imaginen una infidelidad emocional o sexual y se mide su frecuencia cardíaca y la actividad electrodérmica. En el estudio original de Buss y cols los hombres muestran más alteración en las medidas con la infidelidad sexual. Pero hay luego cinco replicaciones y los resultados son dispares y no confirman la hipótesis evolucionista.

Homicidios

Los datos de los estudios de papel y bolígrafo (autoinformes) y los datos psicofisiológicos no aportan una evidencia favorable a la hipótesis evolucionista pero Margo Wilson y Martin Daly plantean que lo importante son los datos de infidelidad en la vida real y que fenómenos como los homicidios, la violencia de pareja o los casos psiquiátricos de celos patológicos indican claramente que los hombres son más celosos y más violentos en su respuesta a la infidelidad. Pues bien, Harris va a revisar estas afirmaciones punto por punto y las va a refutar también.

Empezando por los homicidios, Daly y Wilson plantean que los hombres matan más por celos que las mujeres pero sus datos son erróneos porque no tienen en cuenta la tasa base, es decir, que los hombres matan más que las mujeres por todas las razones. Según las estadísticas las cifras varían pero los hombres son el 95% de los homicidas y también el 80% de las víctimas de homicidio. Para ver si los hombres matan más por celos que las mujeres habría que coger todos los asesinatos cometidos por hombres y los cometidos por mujeres y luego ver la proporción de ellos que se deben a celos en cada caso. Y esto es lo que hace precisamente Harris, realiza un metaanálisis de estudios en los que aparecen estos datos y encuentra que la proporción en la que los hombres y las mujeres matan por celos es la misma. Los datos existentes no apoyan que los  hombres están desproporcionadamente motivados a matar por los celos.

Cantidad de estudios informan de que las mujeres sienten igual ira que los hombres ante una infidelidad y algunos informan de que las mujeres sienten incluso más. En este estudio de De Weerth y Kalma de 1993 la mayoría de las mujeres (94,9%) dicen que atacarían a su pareja infiel frente a un 67,3% de los hombres. En este estudio de Mullen y Martin (1994), en Nueva Zelanda, en adultos de diversas edades, encuentran que hombres y mujeres informan de igual número de experiencias de haber sido atacados por una pareja celosa.


Violencia de Pareja

En este apartado Harris aporta los datos de múltiples estudios que encuentran que las mujeres perpetran violencia de pareja en proporciones similares a los hombres. Hemos hablado de ellos antes. Pero además de esos datos y los que acabo de comentar en el apartado anterior, hay datos claros de que cuando las mujeres matan (cosa que como hemos comentado hacen con menos frecuencia que los hombres) es más probable que maten a su pareja o a un familiar cercano, mientras que los hombres es más probable que maten a un extraño. De 60.000 homicidios cometidos por mujeres en 1976-1997(USA) un 60% fueron de la pareja/familiar. De los 400.000 cometidos por hombres un 20% fueron de pareja/familiar. 


Celos Patológicos

Daly comenta que predominan los pacientes varones en el caso de los celos patológicos. Pero también reconocen que los datos no son muy buenos. Una revisión de algunos estudios muestra que serían 64% los hombres y 36% las mujeres pero estos datos no son fiables, es posible que las mujeres sean referidas con menos frecuencia a los servicios de salud mental. Tampoco hay datos de que en los celos patológicos haya diferencias entre los sexos y a los hombres les importen más los celos sexuales y a las mujeres los emocionales.

Por otro lado, Harris pone en duda las conclusiones que pudiéramos sacar aunque los celos patológicos fueran más frecuentes en hombres. No está claro que lo patológico diga algo sobre la normalidad. En muchos trastornos mentales no hay una proporción 1:1 entre los sexos. Por ejemplo, el autismo y el consumo de sustancias es más frecuente en hombres. Hay opiniones en psiquiatría que ven los celos patológicos como un tipo de Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) y de hecho hay artículos que muestran una buena respuesta a inhibidores selectivos de recaptación de serotonina, como en el TOC. La incidencia global en el TOC parece ser similar en hombres y mujeres pero algunos estudios indican que los hombres tienen más obsesiones sexuales. En definitiva, que si los celos patológicos son un trastorno psiquiátrico, una forma de TOC, y los hombres son más propensos a sufrir TOC con obsesiones sexuales no están muy claras las conclusiones que podemos sacar sobre la psicología masculina basándonos en la frecuencia de este trastorno.

Como resumen de estas cinco líneas de evidencia podemos decir que los resultados dan muy poco apoyo a la afirmación de que hombres y mujeres estén cableados de forma diferente de manera innata para verse más afectados por un tipo de celos que por otro.

     III

Pero en ciencia los resultados de los estudios sirven para contestar unas preguntas pero producen, a su vez, muchas otras. La historia que cuenta la psicología  evolucionista (que los hombres se tienen que enfrentar a un problema adaptativo -la incertidumbre en cuanto a su paternidad- que no afecta a las mujeres) es muy creíble y lógica y por ello cabe preguntarse por qué esa presión evolutiva no ha dado lugar a mecanismos de celos que sean específicos para cada sexo. ¿Cómo podemos explicar que los datos no apoyen la hipótesis evolucionista? Harris plantea dos posibilidades:

1- nuestro ambiente ancestral fue diferente del que la hipótesis de Buss imagina.
2- aunque el ambiente ancestral fuera como el imaginado realmente y la presión evolutiva existiera, la selección natural habría seleccionado otros mecanismos de celos más generales.

Con respecto al primer punto, han aparecido estudios con posterioridad al artículo de Harris (2013) que dicen que el porcentaje de niños que no son hijos de su supuesto padre biológico es más bajo de lo que se pensaba anteriormente. Es decir, los padres engañados habrían sido raros en las poblaciones humanas. Si esto es así, está claro que la selección natural no necesitaría seleccionar ninguna adaptación contra un problema que no existe. Según este artículo de Larmuseau y cols que combina datos genealógicos y genéticos del cromosoma Y, la tasa de paternidad fuera del matrimonio habría sido de 1-2% por generación y no de un 8-30% como se decía anteriormente. El estudio se ha hecho en Bélgica y estos datos valen para los últimos 4 siglos. Pero estos datos necesitan replicación por varias razones. 

Por un lado la tasa de relaciones extramatrimoniales en las sociedades occidentales se calcula en 15-50% y suponiendo que fueran así en tiempos ancestrales y sin medias anticonceptivas es difícil de casar con la tasa de hijos fuera del matrimonio de Larmuseau y cols. También, suponiendo que el engaño en los últimos siglos haya sido raro, tampoco sabemos si esto era así en poblaciones ancestrales. No sabemos si las medidas culturales, sociales, religiosas y legales en vigor en Europa estos últimos siglos han podido hacer que esta tasa sea tan baja cosa que no habría ocurrido en poblaciones ancestrales donde las mujeres no habrían estado sometidas a esas limitaciones. 

Harris plantea también que tal vez los hombres experimentaron un vínculo emocional más intenso con su pareja de lo que suponemos porque los hombres que se vincularon más dejaron más descendencia que los que fueron más promiscuos pero no ayudaron a la crianza de sus hijos y éstos no prosperaron. Algunos autores han propuesto que la mortalidad femenina era alta y que el hombre que fuera infiel podría perder a su pareja (un recurso escaso) por lo que la mejor estrategia era permanecer monógamo. También cabe la posibilidad de que la aportación del marido a nivel de recursos e inversión no fuera tan importante por lo que el coste de la infidelidad fuera muy bajo y así no habría necesidad de adaptación alguna. Sea como sea, es una posibilidad que la presión evolutiva no haya sido como pensábamos.

En cuanto a la segunda posibilidad, es posible que la predicción de que los hombres se iban a centrar en el acto sexual en sí mismo no sea cierta. Un hombre que espera a que haya claros signos de traición sexual se está poniendo en peligro de ser engañado. Una mejor estrategia sería estar pendiente de signos de una infidelidad inminente. La infidelidad no suele ocurrir de golpe y los signos sexuales y no sexuales se solapan como hemos visto, son muy difíciles de separar. Es posible que  la selección natural haya moldeado mecanismos de celos que contemplen una gran variedad de inputs que amenacen la relación de pareja. Por otro lado, los celos es un fenómeno muy general que no se limita a las relaciones de pareja, hay celos entre amigos y por supuesto los hay entre hermanos y familiares.

La propia Harris propone una teoría social-cognitiva sobre los celos alternativa a la de la psicología evolucionista. Muy resumida viene a decir que los celos surgen cuando se percibe una amenaza para algo que uno percibe como valioso para el yo o para la relación, o incluso en otras relaciones como las familiares o las laborales. Toda atención, recursos o privilegios que se dan a otros pueden suponer una merma para nuestros intereses. Es una teoría lógica y muy general que no asume que estos mecanismos de celos tenga que ser diferentes en hombres y en mujeres. Tanto hombres como mujeres tienen que estar pendientes de todas las amenazas a su yo y a sus relaciones, entre ellas las de pareja. Todo esto coincide con lo que hemos hablado en entradas anteriores en referencia a que toda persona es controladora de su relación de pareja y que esto no es una cuestión de sexo. 

Bueno, queda mucho por investigar y aprender pero tampoco es incompatible una visión tan general como la de Harris con mecanismos particulares más concretos y es muy probable que exista una integración entre elementos más innatos, como una tendencia a compararnos y a detectar pistas de que recibimos menos atención y recursos (algo que ocurre ya en niños de temprana edad), junto con mecanismos cognitivos culturales o aprendidos. Ha habido réplicas al artículo de Harris, como ésta de Sagarin, pero yo creo que lo esencial que plantea Harris se sostiene y que es muy robusta la argumentación que defiende en este artículo.

En definitiva, hemos visto en esta entrada que una interesante y atractiva hipótesis evolucionista no cuenta con la suficiente evidencia que la sostenga, aunque en ciencia no se puede decir la última palabra y todo queda abierto al resultado de investigaciones futuras. El caso es que ha estimulado la investigación y el debate y ha ampliado nuestro conocimiento de una emoción tan compleja e interesante como son los celos. La realidad tiene la mala costumbre de estropear las historias bonitas.  

@pitiklinov


Referencias:

Buss DM, Larsen, Westen D, Semmelroth J (1992) Sex differences in jealousy: evolution, physiology, and psychology. Psychological Science 3: 251-255



Anne Campbell. A mind of her own. (FIdelity who cares, página 247). Oxford Univesit Press 2013.




1 comentario:

Tara Omar dijo...

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