Confianza es aquello que convierte los pensamientos en acciones
- Richard Petty
Para triunfar, la confianza importa tanto como la competencia
- Cameron Anderson
En esta entrada voy a intentar resumir un largo pero interesante artículo de las periodistas Katty Kay y Claire Shipman sobre algo que tiene mucha relación con una entrada anterior sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres. Como otra gente, Katty y Claire han observado el gran progreso que han hecho las mujeres en todas las esferas de la sociedad pero en la cima sigue habiendo pocas mujeres, el famoso “techo de cristal”. Una explicación, como veíamos, es la maternidad; otros hablan de barreras culturales e institucionales…Según estas autoras hay algo de verdad en todo ello pero ellas señalan un hecho básico al que no se ha dado la debida importancia: La falta de confianza de las mujeres en sí mismas.
Estas periodistas de élite han entrevistado a lo largo de su vida a ls mujeres más influyentes de la sociedad norteamericana (deportistas, abogadas, políticas, científicas…) y, sin embargo, todas esas brillantes mujeres estaban llenas de dudas acerca de sí mismas. Algunas de ellas decían que se sentían como impostoras y que no deberían estar ahí (el Síndrome del Impostor). La misma Katty tiene un título de una de las mejores universidades, habla tres idiomas, pero se tiene que convencer a sí misma de que puede trabajar en cualquier prestigioso periódico. Y Claire cuando le preguntan cómo consiguió ser corresponsal de la CNN en Moscú con poco más de 20 años dice que por un golpe de suerte, por estar en el lugar adecuado en el momento adecuado.
Voy a exponer a continuación una serie de hechos que sugieren que hay una gran brecha de confianza entre hombres y mujeres, luego veremos a qué puede deberse y qué podemos hacer para eliminarla. Comparadas con los hombres, las mujeres no se consideran a sí mismas preparadas para ser promocionadas, creen que puntuarán peor en los tests y subestiman en general sus capacidades.
1- En 2011 el Institute of Leadership and Management del Reino Unido realizó una encuesta entre gerentes para ver qué confianza tenían en sí mismos como profesionales. La mitad de las mujeres informaron de dudas acerca de su rendimiento en el trabajo y en sus carreras frente a menos de un tercio en los hombres.
2- Los hombres inician negociaciones salariales cuatro veces más a menudo que las mujeres y cuando las mujeres negocian piden un 30% menos que los hombres.
3- En la Manchester Business School la profesora Marilyn Davidson ha realizado encuestas a los estudiantes durante varios años acerca de lo que esperaban ganar, y de lo que se merecían ganar, a los cinco años después de graduarse y, de media, los hombres creen que se merecen 80.000 $ y las mujeres 64.000 $.(20% menos)
4- Dunning (el del efecto Dunning-Kruger del que luego hablaremos: cuanto menos sabemos, más listos nos creemos) y Ehrlinger pasaron unos tests sobre ciencia a estudiantes universitarios y les pidieron que puntuaran antes de hacerlos su confianza en sus capacidades y conocimientos científicos. Las chicas en una escala de 10 se puntuaron 6,5 y los chicos 7,6. Cuando acabaron las pruebas les preguntaron a ver cuántas creían que habían acertado y de 10 preguntas las chicas decían que 5,8 y los chicos 7,1. La realidad fue que el número de aciertos sobre 10 era muy similar: 7,5 las chicas y 7,9 los chicos. A los estudiantes se les invitó entonces a participar en una competición sobre ciencia con premios. Sólo 49% de las mujeres se apuntaron frente a un 71% de los hombres.
5- Hewlett-Packard hizo un estudio hace unos años cuando estaba investigando cómo conseguir que hubiera más mujeres en los puestos de dirección. Revisaron las fichas de los profesionales y descubrieron que las mujeres se presentaban a una promoción sólo cuando creían que cumplían el 100% de los requisitos. Los hombres se presentaban aunque sólo cumplieran el 60%. Mujeres muy preparadas y cualificadas se siguen frenando. Sólo se sienten confiadas cuando son perfectas.
6- La psicóloga Brenda Major ha preguntado a muchos hombres y mujeres que valoren su ejecución en múltiples tareas y se encuentra de forma repetida que los hombres sobreestiman sus capacidades y rendimiento mientras que las mujeres subestiman ambos. Las mujeres tienen la sensación de que no van a conseguir el trabajo y que para qué lo van a intentar. O de que no son lo suficientemente competentes en ese campo por lo que al final abandonan y se van a campos menos competitivos como recursos humanos o marketing y no van a finanzas o inversión bancaria.
Parece que los hombres se lanzan a las cosas pensando que son buenísimos y que “cómo no me van a querer”. ¿No dudan los hombres? Pues sí, pero no tanto como las mujeres y sobre todo no dejan que esas dudas les frenen tanto como a las mujeres. Pero los hombres no intentan engañar a nadie, realmente se creen que son mejores de lo que son. De alguna manera son víctimas del efecto Dunning-Kruger pero tener ese sesgo y ser menos realistas puede ser al final una ventaja. Ernesto Reuben lo ha llamado Sobreconfianza Honesta. En unos estudios en 2011 con problemas de matemáticas los hombres creían que los habían hecho un 30% mejor de la realidad.
Es interesante que Kay y Shipman preguntaron a ejecutivos varones que supervisaban mujeres si no habían observado una brecha de confianza. Y al ser preguntados, estos ejecutivos expresaron su frustración. Dijeron que la falta de confianza estaba frenando a las mujeres en sus compañías pero que ellos se callaban y no decían nada porque estaban aterrorizados de que les tacharan de sexistas.
La realidad es que la confianza es tan importante como la competencia en un campo para triunfar. La gente que tiene autoconfianza es admirada, sus ideas pesan más, tiene un lenguaje corporal más seguro, resultan atractivos para los demás y son admirados, es el llamado poder referente. Tener talento no es sólo ser competente, la confianza es parte del talento. La necesitas para triunfar. Las mujeres son más perfeccionistas, esperan a tenerlo todo perfecto, los hombres se arriesgan más.
Hay también un hecho destacable y es que las mujeres se encuentran atrapadas en un callejón sin salida por algo que sólo les ocurre a ellas. Decimos que cuando las mujeres sufren las consecuencias de su falta de confianza, pero también las sufren si son muy confiadas. Se ha observado que cuando las mujeres hablan las primeras en las reuniones, son muy asertivas y toman un rol vamos a decir autoritario, son muy mal vistas pero tanto por los hombres como por las otras mujeres.
¿Y cual es el origen de esta falta de confianza en si mismas de las mujeres y de esa hiperconfianza de los hombres? Kay y Shipman aceptan factores biológicos como diferencias cerebrales y hormonales así como factores culturales. Entre estos últimos señalan el de enseñar a las mujeres a ser “buenas” en clase, pero la vida laboral no es como un curso escolar muy largo, es algo diferente y lo que vale para la escuela puede no valer para el mundo laboral. Es más fácil para las chicas portarse bien en clase mientras que a los chicos los profesores les reprenden más y se pelean más entre ellos en el recreo. Todo esto aumenta la resiliencia de los chicos mientras que las chicas aprenden a evitar riesgos y evitar cometer errores. Pero tomar riesgos y fracasar es algo que aumenta la confianza a la larga. No lo dicen Katty y Claire pero el exceso de confianza de los hombres también tiene su lado oscuro. Los hombres son más emprendedores pero por eso mismo también fracasan más y no siempre se sale del fracaso triunfador, a veces se puede acabar arruinado y en el fango.
Creo que todo esto que llevamos hablando se entiende muy bien desde un enfoque evolucionista aunque no voy a entrar en él. Los retos a los que han tenido que enfrentarse en la vida hombres y mujeres -y en general machos y hembras- han sido diferentes. Como resultado de presiones evolutivas diferentes, la evolución les ha preparado para llegar al mundo con unos cuerpos adaptados a la tarea que tienen por delante (por ejemplo los machos unos caninos más grandes y un cuerpo más grande para poder competir con otros machos). Es igualmente lógico suponer que la psicología de hombres y mujeres presente unos mecanismo psicológicos adaptativos afinados de forma ligeramente diferente. Está demostrado, por ejemplo, que los machos de muchas especies muestran más conductas de riesgo y son más competitivos.
Bien. ¿Qué pueden hacer las mujeres para superar esa falta de confianza? El consejo que nos dan Kay y Shipman es actuar. La falta de confianza nos evita actuar y si no actuamos no conseguimos confianza. Es un círculo vicioso. Hay unos experimentos muy ilustrativos del psicólogo Zachary Estes en los que este investigador pidió a 500 estudiantes realizar una serie de puzzles con figuras 3-D en un ordenador. Las mujeres lo hicieron peor pero cuando Estes miró los resultados vio que las mujeres no se habían atrevido con algunos de ellos. Así que en otro experimento les dijo que había que hacerlos todos.¿Qué ocurrió en este caso? Pues que las mujeres lo hicieron igual de bien que los hombres.
En otro test, Estes pidió a los estudiantes que hicieran todos los puzzles y tanto hombres como mujeres acertaron un 80%. Entonces les pidió que puntuaran su confianza. Las mujeres arrojaron un 75% y los hombres 93%, así que sigue habiendo una diferencia. Finalmente, animó directamente al azar a unos estudiantes y no a otros. Les dijo que lo habían hecho muy bien en el test anterior y así se observó que mejoraba su rendimiento en el siguiente.
Toco esto nos dice que lo que frena a las mujeres no es su capacidad sino la decisión de no actuar y que actuando se puede mejorar. El consejo es por tanto que las mujeres tienen que pensar menos y actuar más. Como dicen varios lectores del artículo: finge la confianza hasta que llegue (aunque cuando la confianza no es auténtica la gente lo puede notar) y no tengas miedo a cometer errores.
@pitiklinov
Referencias:
10 comentarios:
El elemento hormonal, según Helen Fisher ("El primer sexo", 1999):
"Con la menopausia, descienden los niveles de estrógeno, dejando al descubierto los niveles naturales de andrógenos y otras hormonas sexuales masculinas del organismo femenino. Los andrógenos son potentes sustancias químicas generalmente asociadas con la autoridad y el rango en muchas especies de mamíferos, entre ellas la humana. A medida que la marea de mujeres de la generación del baby boom llegue a la madurez, se encontrarán equipadas no sólo económica y mentalmente sino también hormonalmente para efectuar cambios sustanciales en el mundo."
Eso de que los hombres tengan siempre confianza no es cierto. Habrá algunos hombres que sí la tengan, pero muchos, entre ellos yo, no. No duermo y tengo ansiedad la víspera antes de un acontecimiento importante. Así que, en efecto, la confianza se gana con la experiencia. Es posible que exista una mayor presión sobre el hombre para que aguante la presión, los nervios y la vergüenza, y se enfrente a las circunstancias adversas.
Tanto cuento para algo que la sabiduría popular conoce de siempre "La ignorancia es osada" ;-)
Arturo
Fascinante. Me gustaría llamar la atención sobre el otro aspecto que provoca la lectura de lo expuesto. Y es que sería interesante contrastar con otro tipo de confianza, o sea, la confianza que los otros tienen sobre nosotros. Lo digo, porque una cosa es la confianza en sí mismo y otra es la confianza que los otros puedan tener en nosotros. Y sobre eso, me parece que no son solo los hombres quienes desconfían de las mujeres, sino que son las mismas mujeres las que más desconfían de las otra mujeres. Y lo anterior aplica tanto para la confianza en la otra persona como persona, así como en la confianza en que la otra persona tenga las cualidades para actuar con propiedad o desempeñar adecuadamente un cargo o realizar los proyectos que se proponen. En esto último es determinante en los ambientes de trabajo en equipo, en los cuales la confianza, de ambos tipos, es imprescindible.
A veces me abstengo de comentar trabajos como el de Katty Kay y Claire Shipman porque en otras tantas ocasiones son expresión de una teoría de género que no comparto, y que expresa sorpresa porque hombres y mujeres no damos la misma respuesta a cuestiones como esta de la confianza en uno mismo. Evidentemente si no se partiese del prejuicio de la tabla rasa quizá esa extrañeza por una respuesta diferente sería mucho menor.
Pero también porque de algún modo contribuyen a la victimización permanente de las mujeres, al presentarlas como eternas perdedoras en su relación con los hombres. Lo que no es ni inocente, ni ajeno a la elección del tema y a su tratamiento, y olvidando, como sucede en este caso, una cuestión tan importante como la que Plitinikov con mucho acierto señala en la entrada: “Los hombres son más emprendedores pero por eso mismo también fracasan más y no siempre se sale del fracaso triunfador, a veces se puede acabar arruinado y en el fango.”
Estos rasgos del comportamiento presentan una gran ambivalencia y tan pronto constituyen una ventaja como se pueden transformar en una importante desventaja. La vida del emprendedor como todo el mundo sabe en muchísimos casos no es nada fácil.
Obsérvese lo que sucede en otro campo que tiene que ver con la percepción subjetiva de ambos sexos, en este caso de la salud. Tomo para ello esta cita de Carmen Leal, estudiosa del género y catedrática de Psiquiatría en la Universidad de Valencia quien dice:
"las mujeres poseen una mayor esperanza de vida que los hombres, ponen en marcha mayor número de conductas preventivas, padecen en menor medida enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias adictivas, experimentan menor grado de accidentabilidad y, a pesar de todo ello, la sensación subjetiva percibida por parte de ellas sobre su bienestar, calidad de vida y estado de salud es significativamente peor que la que manifiestan los hombres."
Y se verá fácilmente que lo que en el primer caso parecía una desventaja, en el terreno de la salud esa mayor prevención y aversión al riesgo se convierte en algo claramente positivo para ellas, y muy negativo para los hombres, quienes por esa mayor confianza y una percepción excesivamente positiva de su salud lo acaban pagando con mayor enfermedad y una esperanza de vida menor.
Necesitamos una teoría de los sexos que supere definitivamente la tabla rasa y la victimización de las mujeres, si de verdad queremos entender cabalmente el comportamiento de hombres y mujeres.
Hay todavía otro aspecto que ya señala Angel Luis y yo solo comentaré brevemente para no alargar más el comentario. Todo esto se hace mucho más difícil, si como hace el género se traza una profunda raya entre los sexos, y se olvidan las diferencias intragénero, a veces, tan importantes o más que las que se dan entre los sexos.
Un aspecto importante el que señalas, merece la pena ser estudiado
En este tema nada se deja al azar o la improvisación, no hay puntada sin hilo. Ni las palabras ni los hechos apuntan en la dirección de la igualdad y la reciprocidad. Porque de las palabras de Carmen Leal podría derivarse un estudio en profundidad sobre el gap existente entre percepción subjetiva y hechos, podría incluso derivarse una alerta dirigida a los hombres acerca de la errada percepción sobre su salud y el riesgo derivado de su exceso de confianza. ¿Pero es eso lo que se observa? En absoluto. Más bien al contrario toda la atención sigue centrada en las mujeres, porque eso es lo que impone la perspectiva de género.
Nada en este asunto es casual o neutro, tampoco la elección de las palabras. La palabra brecha remite a algo roto, a herida, a algo por reparar o curar. Por eso cuando se habla de brecha salarial nadie que se acerque al tema piensa en una simple diferencia de valor en una variable estadística, una de tantas como se producen en ese campo: los médicos ganan más que los fontaneros, los extremeños menos que los madrileños o los vascos, los del sector público más que los del privado.
Aunque técnicamente brecha salarial no implique discriminación sino simplemente gap o diferencia salarial, lo cierto es que la inmensa mayoría de quienes no están duchos en el tema identifica brecha con un roto, una injusticia, con discriminación en suma. No por casualidad la inmensa mayoría de las personas cree que las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo, aunque no conozcan ningún caso ni directamente ni en su entorno. Son las verdades “sentidas” de la posverdad, verdades que para serlo no precisan de la concordancia con los hechos.
Conviene no olvidar que el feminismo de género al negar la naturaleza humana lo hace coherentemente, no solo la niega para mujeres y hombres, también para lo que hay de común entre ellos, lo que acaba derivando en una “ciencia de género” a la que solo preocupa uno de los sexos. Así lo vemos en el trabajo de estas periodistas que se olvidan de los riesgos para los hombres del exceso de confianza, como se olvida Carmen Leal en lo relativo a la percepción equivocada de su salud, y en ambas porque no se puede tomar la percepción subjetiva como un valor absoluto, como tantas veces este feminismo hace, a la vista de la discrepancia, del gap, de la brecha (a que no parecen indicar lo mismo cada una de estas palabras) entre esa percepción y los hechos.
Emilio. Me parece absolutamente necesario. Sin esa teoría de los sexos que propones es imposible una sociedad en la que habiten mujeres y hombres en condiciones de dignidad y todo lo demás. Pero, ello será imposible mientras predomine lo político sobre lo científico y la creencia sobre la evidencia. Y mientras los intereses particulares primen por sobre el beneficio común. Nada común.
En cuanto a tus segundas anotaciones. Me parece que siglos de considerar al hombre como la medida de todo, obligó a una reacción total en sentido contrario. Ahora, todo lo correspondiente a la mujer se establece como la medida universal.
Un ejemplo. Hasta no hace mucho tiempo, todo en la medicina estaba diseñado y desarrollado para un humano estandarizado cuya medida era el hombre. Era así como las dosis de los medicamentos y en algunos otros tratamientos se aplicaban a las mujeres como si fueran cuerpos de hombre, pero más pequeños y débiles o como si se tratara de casi niños. Ahora las mujeres exigen que lo relacionado con la salud de la mujer sea una especialización. Y no es lo único.
Por otra parte, en eso de la percepción de la salud y del riesgo que implica, los hombres han sido víctimas de su propio invento, es decir, son el sexo fuerte y por lo tanto ni se quejan ni se enferman.
En fin, la cosa tampoco esta en negar la naturaleza de los sexos, pero, como en todo lo que dices, también eso es un asunto político que se autojustifica por la imposición de unas creencias propias y particulares para uso y beneficio del sexo dominante. La evolución cultural es consecuencia de la evolución biológica.
Así que la cosa no es, de si existen o no las cosas, sino de hacerse de la vista gorda para sacar ventaja. Eso es político y ahora parece que ha llegado la hora de la guerra. El machismo y el fascismo atacan de nuevo y con mayor fortaleza.
Eres biólogo, o quizás químico?
¿Y acaso tienes la ingenuidad de creer que las corrientes ideológicas de 1999 presentan una perspectiva de genero equitativa?.
Aun cuando hablamos de Ciencia se pueden reconocer errores...
En mi experiencia, mi madre fue una emprendedora y me parece un ultraje proclamar y acuñarse en un estereotipo "científicamente refutable": Es como si dicieses que Los andrógenos sirven para despabilar a la mujer. Y te atreves aun en mencionar que debemos llegar a determinada edad para ser consideradas figuras de autoridad, de prestigio y éxito?.
Es muy despectivo y creo que adoptas de forma idónea el complejo de Donning-Kruger.
Tambien aduces a que solo es un problema intrínseco, cuando es y marca toda una Era de esclavitud , subordinación y agresión físico,emocional y sexual.
No es un problema Hormonal es lo que siempre nos venden en la opinión bruta y simplista.
No esperaremos a que nuestros ovarios disipen su función, porque no es el problema, es la educación que recibe nuestra especie, dotada por textos bíblicos pero lo que realmente se necesita es un libro de Bio-antropología .
Woe.
Eres un ser vil, no importando nada de lo que forma parte de tu cuerpo o tu mente retrograda... Eres vil.
Anónimo, te agradecería debatir con argumentos y datos o incluso con opiniones, pero nunca con insultos personales. En ese caso borraré tus comentarios. Te guste o no te guste, Idea21 cita un párrafo de un libro de Helen Fisher, una antropóloga reconocida. Cítale tú otro párrafo de otra antropóloga pero no le llames vil.
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