En el post anterior ya hemos comentado el problema de que muchos padres no se creen los datos científicos que demuestran que no hay relación entre las vacunas y el autismo. Tratábamos de entenderlo y comentábamos posibles explicaciones. En su libro The Invisible Gorilla, Christopher Chabris y Daniel Simons tratan también esta grave e inquietante cuestión y, aunque repitamos algunas cosas, creo que merece la pena conocer su punto de vista. Básicamente plantean que en este caso de las vacunas coinciden tres elementos que en la mente humana disparan la ilusión de causalidad, la ilusión de que hay una relación de causa y efecto entre dos cosas. Estos tres sesgos son: que nuestra mente está diseñada para detectar patrones y significados en los patrones, que deducimos relaciones causales de coincidencias y que creemos que los sucesos que ocurren antes causan los que vienen después.
Que nuestra mente está diseñada para percibir patrones es algo en lo que han coincidido múltiples autores y está ampliamente aceptado así que no nos extenderemos mucho en ello. Nuestro conocimiento del mundo está sistemáticamente sesgado para percibir significado en vez de azar y para inferir causa en vez de coincidencia. Lo vemos desde la forma de diagnosticar los médicos, que se basa en buscar unos determinados patrones hasta las comunes pareidolias, la capacidad de percibir caras y figuras en las nubes o en cualquier otro objeto. Y esto ocurre también con otros sentidos, no solo con la vista. Si pones “Stairway to Heaven de Led Zeppelin al revés se puede escuchar “Satan” “666” y otras extrañas palabras. Y si pones “Another one bites the dust” de Queen parece que Freddie Mercury dice “ es divertido fumar marihuana”. La explicación también aceptada es que detectar patrones es adaptativo desde el punto de vista evolucionista.
Otro ejemplo de este problema de ver patrones donde no los hay es el de los pacientes que padecen artritis cuando dicen que le duele más los días que hace frío y llueve. En un estudio, el 80-90% de los pacientes artríticos decía que les duele más cuando baja la temperatura y sube la humedad. Sin embargo, los investigadores Redelmeir y Tversky siguieron a 18 pacientes durante 15 meses registrando sus dolores y los cruzaron con los informes meteorológicos. A pesar de las creencias de los pacientes, los cambios de tiempo no guardaban relación con el dolor. La explicación se llama “encaje selectivo” (selective matching), es decir, los pacientes recuerdan mejor los días en los que coinciden bajas temperaturas y dolor que aquellos en los que hizo sol y tuvieron dolor, o aquellos otros fríos y húmedos en los que no tuvieron dolor.
El segundo sesgo que nos lleva a una ilusión de causalidad es que cuando dos sucesos ocurren a la vez inferimos que uno de ellos es la causa del otro. Este sesgo está tan grabado en nuestro cerebro que lo vemos continuamente, incluso en artículos científicos publicados en revistas serias, a pesar de que se insista continuamente en que correlación no implica causalidad. En algunos textos de Psicología se suele poner el ejemplo de la relación entre consumo de helados y ahogamientos. Los días que se consumen más helados hay más ahogamientos y los días que se consumen menos helados hay menos ahogamientos. Evidentemente esta correlación no implica causalidad. Lo que ocurre es que existe un tercer factor ( el calor veraniego) que explica ambos. Este ejemplo es muy fácil pero este problema no es tan fácil de identificar y ejemplos de ello los vemos continuamente en las noticias científicas del día. Por ejemplo, veremos decir cosas como que la gente que hace más ejercicio vive más tiempo y con ello se nos está transmitiendo la idea de que si queremos vivir más hagamos más ejercicio. Pero igual también aquí existe un tercer factor subyacente que explica las dos cosas, por ejemplo, que la gente que hace ejercicio fuma menos y es el consumo de tabaco el que influye en la longevidad y no el ejercicio.
Chabris y Simons comentan un artículo de la BBC que decía que “El sexo te mantiene joven” en el que hablaban de un estudio en el que se decía que las parejas que practicaban sexo tres veces a la semana parecían 10 años más jóvenes que los que sólo lo hacían dos veces a la semana. Pero es posible que la causalidad vaya al revés, que una apariencia joven lleva a más posibilidades de sexo, o que una apariencia joven es un signo de salud física lo que hace que el sexo pueda ser más frecuente, o que la gente con aspecto joven es más posible que mantenga a su pareja interesada en tener relaciones o….
¿Cuál es la solución a este sesgo? Realizar un experimento, un estudio en el que se comparen dos grupos, uno al que se le aplica una intervención y un grupo control, pero es esencial que los sujetos sean adjudicados a cada grupo de forma aleatoria, tirando una moneda al aire (o cualquier otro procedimiento similar). Hay que tener en cuenta que los estudios epidemiológicos no cumplen estos requisitos. Cuando un estudio epidemiológico encuentra que consumir vegetales se asocia a buena salud no podemos nunca concluir que los vegetales son la causa de la buena salud. Los estudios epidemiológicos no son experimentos, aunque es verdad que muchas veces es todo lo que tenemos, o no tenemos otra forma de determinar si dos factores están asociados. Sugieren relación causal pero tenemos que tener mucho cuidado con saltar precipitadamente a las conclusiones. Chabris y Simons nos dan también una regla muy simple para saber si estamos ante correlación o causalidad. Cuando oigas o leas un trabajo que relaciona dos factores, plantéate si la gente del estudio pudo ser asignada aleatoriamente a cada grupo. Si asignar aleatoriamente a la gente a uno de los dos grupos era imposible, demasiado caro o éticamente dudoso, puedes estar seguro de que no estás ante un experimento y que la relación causal es dudosa. Vamos a ilustrar esta idea, con unos ejemplos sacados de las noticias.
¿Causa tu barrio esquizofrenia? En un trabajo se decía que las tasas de esquizofrenia eran mayores en un barrio que en otro, pero ¿pudieron los investigadores asignar al azar a los pacientes a un barrio o a otro? Otro estudio decía que las mujeres que hacen más trabajo doméstico tenían menos cáncer de mama que las que hacían menos, pero es muy dudoso que los experimentadores pudieran asignar a las mujeres a un grupo en el que hicieran más trabajo casero y a otro de menos. Por lo tanto, pude haber mil razones por las que estos dos grupos de mujeres sean diferentes entre ellas ya de entrada y eso influya en su tasa de cáncer. Un último ejemplo: un estudio afirmaba que el bullying o acoso dañaba la salud mental de los niños pero, ¿pudieron los investigadores asignar a algunos niños a ser acosados y a otros no? Lógicamente esto no es posible por razones éticas, por lo que el estudio lo que mide es una asociación entre ser acosado y sufrir problemas mentales, pero la relación causal podría estar invertida, es decir, los niños con problemas mentales es más probable que sean acosados. O también otros factores, quizás graves problemas familiares, podrían ser la causa de que el niño sea acosado y tenga problemas mentales. Como vemos en estos ejemplos, nunca estaremos demasiado en guardia antes este problema de confundir correlación con causalidad.
El tercer sesgo es el de utilizar la cronología, una asociación temporal, como explicación causal. Lo vemos, caricaturizado, en este diálogo entre Homer Simpson y su hija Lisa. Se ha avistado un oso en Springfield y entonces se monta una patrulla oficial “Bear Patrol”, con helicópteros y camiones con sirenas para asegurarse de que no hay osos en la ciudad:
Homer: Ahhh…ningún oso a la vista. La “Bear Patrol” está funcionando como la seda.
Lisa: eso es un razonamiento falso, papá
Homer: gracias, cielo
Lisa (cogiendo una piedra del suelo): según esa lógica, yo podría decir que esta roca mantiene a los tigres a distancia.
Homer: ohh…¿cómo funciona?
Lisa: no funciona, es sólo una estúpida roca, pero no veo ningún tigre alrededor ¿tú los ves?
Homer: Lisa, quiero comprar tu roca.
Unido a este sesgo está el hecho de que la secuencia temporal lleva a la gente a pensar que decisiones complejas tienen una única causa. Sin embargo, cualquier decisión compleja, y cualquier hecho o acontecimiento, tiene múltiples causas. Basta que una de ellas no se hubiera presentado para que el hecho no hubiera ocurrido, pero es imposible aislar una de ellas como “la causa” o “la razón”. Sin embargo, hay que insistir en el hecho de la ventaja adaptativa de esta forma de pensar. Si mi hermano come una fruta con unas manchas negras y al de un rato empieza a vomitar, conviene errar por exceso y hacer una relación causal entre las dos cosas.
Aplicando todo esto al problema del autismo y las vacunas, vemos que los tres sesgos de la ilusión de causalidad ( la excesiva detección de patrones, el salto de correlación a causalidad y la aplicación de una narrativa cronológica) ocurren a la vez, y empezamos a entender que algunos padres encuentren un patrón y crean que una coincidencia es una relación causal. Y aquí conviene repetir lo que mencionábamos en el post anterior: el poder del caso único. Nuestra mente evolucionó bajo condiciones en las que la única evidencia disponible era lo que experimentábamos nosotros mismos o lo que que oíamos de personas de confianza. No había metaanálisis en el Paleolítico. El neurocientífico V. S. Ramachandran pone este ejemplo: Imagínate que yo llevo un cerdo a tu habitación y te digo que puede hablar. Tú podrías decir: “¿de verdad? muéstrame”. Entonces yo muevo una mano y el cerdo empieza a hablar. Probablemente tu reacción sería “¡Dios mío, es alucinante!” No es probable que dijeras: “bueno, es sólo un cerdo, muéstrame unos cuantos más y entonces te digo lo que pienso…”. El caso de un padre que ve que su hijo se deteriora mentalmente después de recibir la vacuna es igual de fuerte y de contundente.
Yo añadiría a todo este estupendo análisis una cosa más, que es la necesidad que tenemos ante el sufrimiento y lo inexplicable de agarrarnos a un clavo ardiendo. Creo que este hecho ayuda a explicar que la gente no acepte los resultados científicos, aunque sean apabullantes. Una de las primeras cosas que se dijo que funcionaba en el autismo fue la hormona secretina, que juega un papel en el aparato digestivo. Se hicieron estudios y no funcionaba y los propios padres no podían decir si su hijo la tomaba o no, porque en realidad no hacía nada. Pero lo llamativo es que de esos mismo padres, después de ver por sí mismos y conocer los resultados de ineficacia del estudio, el 69% seguía interesado en que se le administrara la inyección a su hijo. Mejor algo que nada, mejor una explicación errónea que ninguna…
@pitiklinov
Referencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario