miércoles, 12 de diciembre de 2012

La Elevación, ¿una nueva emoción?


Hoy vamos a volver a nuestro psicólogo-filósofo de cabecera en cuestiones morales, Jonathan Haidt, que tanto en libros como en artículos ha estudiado lo que él llama Elevación, una nueva emoción. Sospecho que no va a ser admitida fácilmente en el panteón de las seis emociones clásicas, al lado de la ira, el miedo, la alegría, la tristeza, el asco y la sorpresa, pero, aún así, me ha parecido que lo que plantea Haidt es muy interesante y que merecía la pena hacerme eco de ello.

Todas las religiones conciben la divinidad en una dimensión vertical, arriba-abajo, colocando lo más valioso (Dios, los ángeles ) arriba y lo menos valioso ( las bestias, el demonio) abajo. El hombre se situaría en un lugar intermedio y si su conducta moral es ruin se rebaja, desciende en el escalafón, mientras que si se comporta de forma virtuosa se eleva, asciende. Ya hemos comentado que Haidt se ha dedicado al estudio de las emociones, y en especial la emoción del asco, en compañía de Paul Rozin, probablemente la mayor autoridad mundial en esta emoción. Se encontraba un día escribiendo sobre cómo el asco social se dispara cuando vemos a alguien moverse hacia abajo en la dimensión vertical de la divinidad, cuando se le ocurrió que también deberíamos experimentar una reacción emocional opuesta cuando vemos a alguien moverse hacia arriba en esta dimensión, un sentimiento de sentirnos nosotros también elevados. Así que empezó a interrogar a amigos, familiares y a sus estudiantes: “¿cuando ves a alguien hacer algo bueno, sientes algo?, ¿qué exactamente?, ¿en qué parte del cuerpo lo sientes? ¿te entran ganas de hacer algo?” Encontró que la mayoría de la gente tenía los mismos sentimientos, aunque no eran capaces de expresarlos con claridad. Hablaban de una sensación cálida, abierta, ardiente, y muchos mencionaban el corazón o la zona del pecho a la hora de situarla. Algunos hablaban de la sensación de escalofríos, de ahogo, de ganas de llorar. La mayoría decía que ese sentimiento les hacía tener ganas de hacer buenas acciones ellos también, o de mejorar de alguna manera. A Haidt le pareció que todo ello cumplía los requisitos para ser una emoción y, como no había ninguna investigación de ningún tipo sobre esta emoción en la literatura psicológica, decidió investigarla por su cuenta.

Desde 1995, Haidt trabaja en la Universidad de Virginia, cuyo fundador fue Thomas Jefferson, el hombre que escribió la Constitución Americana, cuya casa es como un templo situada a unos kilómetros de la Universidad , en una colina. Leyendo las miles de cartas que Jefferson escribió, Haidt encontró una buena y completa descripción de esta emoción. En 1771, Jefferson le daba consejos a un familiar, Robert Skipwitch sobre qué libros comprarse para completar una biblioteca personal y le recomendaba, además de libros de historia y filosofía, obras de ficción. Hay que decir que en aquellos tiempos el teatro y la novela  no se consideraban dignas del tiempo de un hombre íntegro de la época, pero Jefferson no era muy ortodoxo en esto, y le explicaba que la buena literatura puede activar emociones beneficiosas: “Cuando cualquier acto de caridad o de gratitud se presenta a nuestra vista o imaginación, nos impresiona profundamente su belleza y sentimos un fuerte deseo de realizar también nosotros actos caritativos o de agradecimiento. Por contra, cuando leemos o vemos una atrocidad nos asquea su deformidad y vicio. Cualquier emoción de este tipo es un ejercicio de nuestras inclinaciones virtuosas, y las disposiciones de la mente, como las extremidades del cuerpo, adquieren vigor con el ejercicio”.
Thomas Jefferson

Jefferson decía incluso que los sentimientos físicos y los efectos motivacionales de la buena literatura eran tan poderosos como los de los sucesos reales. Mencionaba el ejemplo de una obra de teatro francesa de la época y se preguntaba si la fidelidad y generosidad de su héroe no dilataba el pecho del lector, y no elevaba sus sentimientos de la misma manera que podía hacerlo una historia real. “¿No se siente de hecho el lector una mejor persona mientras lo lee y estimulado a copiar su ejemplo?”. Según Haidt, Jefferson realiza aquí una precisa definición científica de una emoción ya que nos da la mayoría de los componentes que se buscan al estudiar las emociones: una causa desencadenante ( muestras de caridad, gratitud u otras virtudes), cambios físicos en el cuerpo ( dilatación del pecho), una motivación ( deseo de realizar actos virtuosos) , así como  sentimientos característicos, más allá de las sensaciones físicas ( sentimientos elevados). Jefferson había descrito la emoción que Haidt había “descubierto” y encima decía que era lo contrario al asco, justo lo que Haidt había pensado. Tras algunas vacilaciones, Haidt decidió llamar a esta emoción Elevación.

Durante años se ha dedicado a estudiarla en el laboratorio. Junto con sus estudiantes, buscó maneras de desencadenar esta emoción, y lo que mejor funcionaba eran vídeos acerca de héroes y altruistas, y los programas del show de Oprah Winfrey. A grupos control les ponían vídeos de héroes deportivos como Michael Jordan, o vídeos de entretenimiento sin más, para diferenciar la elevación de la felicidad, o de la admiración por habilidades físicas, o de otro tipo. Los resultados mostraban que la gente responde emocionalmente a actos de belleza moral, que estas reacciones emocionales implican sentimientos cálidos y agradables en el pecho, así como deseos conscientes de ayudar a otros, o de convertirse en una mejor persona.

Pero Haidt y sus estudiantes se encontraron con una paradoja. Mientras que las personas que mostraban la emoción de la Elevación decían que querían realizar buenas acciones, en dos estudios en los que se les dio la oportunidad de llevarlas a cabo , los investigadores encontraron que la Elevación no hacía que la gente se comportara de manera diferente. ¿Cómo es posible que una emoción que hace a la gente ascender en la dimensión de divinidad no hace que se comporten de modo más altruista? La respuesta parece estar en el amor. Veamos. Como hemos dicho, la mayoría de los encuestados señalaban la zona del corazón y el pecho, y dos estudiantes de Haidt que investigaban el asunto encontraron pistas de que el Nervio Vago se activaba durante la Elevación. El Vago es el principal nervio del Sistema nervioso vegetativo parasimpático, que calma a la pesona, y se opone al Sistema simpático que nos prepara para la lucha-huída. El Vago controla el ritmo cardíaco y tiene otros efectos en corazón y pulmones que le convierten en el principal sospechoso y, de hecho, se le ha relacionado en algunos estudios con los sentimientos de gratitud y de aprecio. Por cierto, un tema que no está tampoco muy estudiado es si el agradecimiento se puede considerar una emoción en sí mismo, o la relación que pueda tener con la Elevación, que parece ser estrecha dadas las referencias que se hacen al agradecimiento en este contexto de la Elevación ( Ana di Zacco, comunicación personal, vía Twitter). 
Jonathan Haidt

Como estudiar el Nervio Vago directamente es bastante complicado, Haidt y sus alumnos eligieron un atajo: la oxitocina. El Nervio Vago trabaja en sincronía con la oxitocina para crear sentimientos de calma, de amor y de deseo de contacto, que refuerzan el vínculo. Y para medir la implicación de la oxitocina en la Elevación eligieron un efecto de la oxitocina: la lactación. Así que tomaron a 45 madres lactantes y las dividieron en dos grupos. A uno le pusieron las típicas películas de héroes y el show de Oprah Winfrey y al otro unas comedias y midieron las veces que las madres acariciaban y daban de mamar a sus hijos durante la proyección. La mitad de las madres que vieron películas con virtudes morales dieron de mamar a sus hijos, mientras que solo unas pocas de las que vieron comedias lo hicieron. Todo esto sugiere que se podría segregar oxitocina durante la Elevación, y , si esto es verdad, nos explicaría por qué las personas que sienten la emoción de la Elevación no ayudan a extraños. La oxitocina es la hormona del vínculo, no de la acción. Nos origina sentimientos de amor, confianza, receptividad, pero en un contexto de relajación y de pasividad, y además nos vincula con los de nuestro propio grupo, los más cercanos, pero no con extraños. 

Resumiendo, independientemente de cómo lo cataloguemos, parece evidente que nos sentimos impactados por la belleza moral, y que la contemplación de actos virtuosos despierta en nosotros el deseo de imitación de esos actos, así como de ser mejores personas. Haidt llama a esta emoción Elevación, y faltaría por determinar con mayor precisión el sustrato biológico de la misma en el que parecen estar implicados el Nervio Vago y la oxitocina.

Referencia:


Ana di Zacco en Twitter @anazacco

Pitiklinov en Twitter @pitiklinov

1 comentario:

Ana di Zacco dijo...

Si lo "bueno" ("+") nos produce deseos de emularlo ("+") y lo "malo" ("-") nos produce repugnancia ("-"), entonces en contra de lo que a primera vista parecería de Haidt, dado que el resultado de "+" más "+" es el mismo que "-" más "-" (o sea, ambos "+"), se concluye que somos, por tendencia, buenos ("+").
Gracias por la mención.