sábado, 30 de marzo de 2019

La Genética del Ambiente


Somos como somos porque nos pasa lo que nos pasa, pero también nos pasa lo que nos pasa porque somos como somos
-Pitiklinov

El libro Blueprint, de Robert Plomin, es una buena introducción al campo de las influencias genéticas en la conducta, lo que se llama Genética de Conducta. Este campo ha consistido tradicionalmente en los estudios familiares de gemelos comparando gemelos y mellizos así como gemelos que viven juntos y los que fueron criados por separado para determinar de esa manera la influencia relativa que tienen los genes y el ambiente. Sin embargo, actualmente se ha dado un gran salto porque ya se están buscando los genes que influencian la conducta directamente en el ADN por medio de lo que se llama estudios de GWAS (genome-wide association studies) traducido al castellano como Estudios de Asociación de Genoma Completo. La segunda parte del libro trata de esos estudios del ADN y de lo que se llaman puntuaciones poligénicas y la utilidad que pueden tener.

Los estudios de GWAS lo que buscan es la posible asociación entre lo que se llama polimorfismos de nucleótido único (SNP) y rasgos físicos (altura, peso), psicológicos (inteligencia) o enfermedades (diabetes, etc). Un SNP es una variación en la secuencia del genoma que afecta a una sola base (Adenina, Timina, Citosina, Guanina) de una secuencia del genoma y cada uno de nosotros tenemos unos 4 millones. Pero no tenemos los mismos y se calcula que hay unos 80 millones de SNP en el mundo. Los SNPs no informan de genes específicos sino de localizaciones en los cromosomas que se asocian a rasgos o enfermedades. Lo que se ha descubierto en estos estudios es que la mayoría de los rasgos psicológicos y físicos y la mayoría de enfermedades no están influenciadas por unas pocas variantes genéticas sino por cientos o miles y que la influencia de cada variante genética es minúscula. No se han encontrado genes que expliquen ni el 5% de la variación en esos rasgos ni siquiera el 0,5%. El tamaño de efecto medio es de 0,01 de la variación, así que ahora tenemos miles de SNPs asociados a característica psicológicas y enfermedades. 

Los estudios de GWAS se han centrado hasta ahora en las llamadas variantes comunes. Un SNP común es aquel con una frecuencia en la población mayor de 1%. Y se han encontrado con un problema que se ha llamado la heredabilidad perdida (missing heredability). Como decía, la forma de estimar la heredabilidad (es decir la proporción en la variación de un rasgo en una población que se debe a los genes) ha sido hasta ahora los estudios de gemelos. Estos estudios atribuyen una heredabilidad a cualquier rasgo psicológico de un 50% de media (40-60%). Pero resulta que cuando se estudia directamente el genoma la heredabilidad, basada en los SNPs, que se encuentra es mucho menor (5-10%). A esta diferencia es a la que se llama heredabilidad perdida y la explicación podría ser que los estudios de gemelos están mal o que los estudios de GWAS son imperfectos todavía.

Esta misma semana han salido nuevos estudios que empiezan a explicar la heredabilidad perdida y que confirman que los estudios de gemelos están bien. Uno de ellos es éste.Lo que han hecho en este estudio ha sido analizar no solo variantes genéticas comunes sino también variantes raras y entonces han encontrado una heredabilidad del 79% para la altura y del 40% para el peso lo que se acerca mucho a lo que dicen los estudios de gemelos. En este otro estudio, además de variantes raras miran otro fenómeno que ocurre en el ADN que se llama variaciones en el número de copias (CNV o copy number variants) que se refiere a segmentos de ADN que se repiten de forma diferente en las personas y esos trozos pueden incluso incluir genes enteros. El caso es que teniendo en cuenta estas otras variantes genéticas la heredabilidad del neuroticismo y de los años de estudios que realiza una persona se acercan también mucho a lo que dicen los estudios de gemelos.

La utilidad práctica final de todo esto se encuentra en lo que se llaman puntuaciones poligénicas de riesgo que permiten predecir el riesgo que tenemos, por ejemplo, de desarrollar una enfermedad. Es decir, se analiza nuestro genoma y se suman los riesgos asociados a una enfermedad que tienen los SNPs que tenemos cada uno y eso arroja una cifra final. Por ejemplo, si yo tengo una variante A que da un riesgo de 0,05 más otra variante B que da un riesgo del 0,03, etc, etc., se va sumando todo y llegamos a que tenemos, digamos, un riesgo del 75% de padecer diabetes o infarto o lo que sea. Estas puntuaciones de riesgo poligénicas son muy imperfectas todavía pero ya son capaces de predecir cantidad de cosas mejor que todo lo que teníamos antes. Y, además, tienen una particularidad muy especial y es que se pueden hacer en cualquier momento, incluso en el momento de nacer porque los genes de una persona no cambian. Es decir, desde la cuna y antes de saber el estilo de vida o alimentación de una persona se puede estimar su altura, su peso o los años que estudiará, si llegará a la universidad, su probabilidad de desarrollar Alzheimer, etc., etc.,

Bien, ya tenéis una idea de lo que trata el libro pero yo os quería hablar de un aspecto que se trata en el capítulo 3 y que Plomin llama la genética del ambiente que creo que es poco conocido y merece mucho la pena que lo sea. En primer lugar, decir que he traducido como genética del ambiente lo que Plomin llamó en los años 80 “the nature of nurture”. La mayoría de nosotros pensamos que los genes van por un lado y el ambiente por otro. Por ejemplo, lo que se llama sucesos estresantes vitales (rupturas sentimentales, problemas financieros, problemas de trabajo, enfermedades, que te roben o asalten o ser objeto de bullying o de agresiones, etc.) se consideran como accidentes de la vida y cosas ante las que cada uno reacciona de una manera diferente. Pero a Plomin se le ocurrió mirar a ver si las diferencias individuales en este tipo de experiencias tenían un componente genético. Si estos sucesos vitales fueran simplemente cuestión de mala suerte no deberían tenerla. Y efectivamente resulta que estas experiencias tiene influencia genética. En estudios de gemelos criados por separado los gemelos tenían mayor correlación para este tipo de sucesos que los mellizos (0,30 frente a 0,15). Es decir, siempre habíamos asumido que los sucesos estresantes vitales eran completamente ambientales pero resulta que un tercio de la variación es de origen genético.

Un ejemplo de lo que estamos hablando es el divorcio. El divorcio se ha visto que es heredable, la concordancia para el divorcio en gemelos es del 55% frente al 16% en mellizos. Lógicamente, esto no quiere decir que existan genes para el divorcio sino que determinados rasgos de personalidad predisponen al divorcio (impulsividad, alegría y compromiso con la vida, predisposición al alcoholismo…) y esos rasgos de personalidad tienen un componente de influencia genética. La heredabilidad del divorcio es de un 40%. El divorcio no ocurre al azar. Y otras muchas cosas que consideramos ambientales tienen una influencia genética desde el apoyo social que tiene una persona hasta las horas de TV que ven los niños (sí, las diferencias genéticas dan cuenta del 50% de las diferencias entre niños en las horas de TV que ven). 

La heredabilidad media de todas estas cosas que consideramos ambientales es del 25%. Evidentemente, es un porcentaje bajo pero tenéis que tener en cuenta que explicar el 25% de una variación con los genes está por encima de cualquier otra explicación en psicología donde es raro que se pueda explicar el 5% de la variación en lo que sea. Plomin publicó en 1992 un artículo titulado precisamente The Nature of Nurture (influencias genéticas en medidas ambientales) y a pesar de que han pasado décadas creo que este fenómeno sigue siendo desconocido. Influencias genéticas  se han encontrado en la existencia de ambientes familiares caóticos, en ser objeto de bullying, en la exposición a las drogas, en el apoyo social que uno recibe o en la calidad del matrimonio. Las características de los grupos de amigos de los adolescentes se ha visto que son altamente heredables, por ejemplo su tendencia a la delincuencia. La razón de ello podría ser que puedes elegir tus amigos pero no puedes elegir tu familia y sabemos que tanto a la hora de buscar pareja como amigos buscamos gente que se nos asemeja genéticamente. Un estudio reciente encuentra una heredabilidad del 25% en el uso de Facebook en jóvenes. 

Es decir, las experiencias no son cosas que nos pasan. Debido a nuestras diferencias en personalidad, inteligencia y demás diferimos en nuestra propensión a experimentar sucesos vitales como el apoyo social, la TV que vemos o el divorcio, nada de eso es sólo cuestión de suerte. Los accidentes no son casualidad. Algunos niños tienen más accidentes que otros y esto tiene una influencia genética. Los accidentes de tráfico, por ejemplo, tienen que ver con rasgos como impulsividad, consumo de alcohol, responsabilidad, etc. y todos ellos tienen influencia genética. 

A pesar de todo lo anterior, muchos psicólogos asumen que el ambiente es algo que nos ocurre pasivamente. Por ejemplo, no hace mucho han salido estudios que dicen que los niños de familias que tienen libros en casa van mejor luego en la escuela y cosas de ese tipo. O que si los padres leen a los niños luego van a tener mejor rendimiento escolar. Estos estudios se olvidan de los genes. Los padres pasan a sus hijos dos cosas: un ambiente y unos genes y, de media, padres e hijos están relacionados genéticamente en un 50%. Dicho de una manera que se ve más fácil: padres a los que les gusta leer tienen hijos a los que les gusta leer. Y los padres responden a las diferencias genéticas entre los niños y a cuánto disfrutan éstos de la lectura.

Resumiendo, los ambientes psicológicos no están “ ahí afuera” y se nos imponen pasivamente sino que en parte están también “ahí dentro”, dentro de nosotros, y los experimentamos activamente porque activamente percibimos, interpretamos, seleccionamos, modificamos e incluso creamos ambientes correlacionados con nuestras predisposiciones genéticas.





3 comentarios:

Darío dijo...

No se ha mencionado y creo que es muy importante el número de orden que se tiene entre los hermanos, por ejemplo la mayoría de los primogénitos tienen unos rasgos de comportamiento típicos, al igual que los intermedios y también los benjamines.
Me imagino que esta modulación de comportamientos se debe a la epigenética, campo cuya investigación parece que está todavía muy en pañales.

anónimo dijo...

¿No sería mejor afirmar que el ambiente psicológico está afuera y el individuo lo elabora según sus características en lugar de "los ambientes psicológicos no están “ ahí afuera”? "Afuera" no creo que quiera decir algo misterioso sino que es el producto de la relación de otros individuos con el propio individuo (cada uno con su correspondiente carga genética, por supuesto). El ambiente produce una información muy difícil de medir y quizás más débil porque es mucho más sutil pero es tan "real" como la genética que apenas se comienza a entender a través de la nueva ciencia de la epigenética. La solución no es elegir entre "nature" y "nurture" porque son elementos complementarios.

Emilio dijo...

No sé qué pensará el autor de lo que fue una, y ahora son dos sociedades en Corea. No sé cómo lo explicaría desde su punto de vista, pero parece evidente que desde un punto de vista genético duro sería imposible explicar la evolución de dos sociedades que con una base común en pocas décadas un conseguido diferencias tan notables como que la esperanza de vida de los ciudadanos del sur es más de 10 años mayor y la altura media también se ha distanciado varios centímetros. De las otras, una es una potencia tecnológica mundial y tiene uno de los sistemas educativos más exigentes, pero también más exitosos del mundo y la otra destaca sobre todo por su fuerza militar.

Pero vengamos a nuestro país. Qué ha cambiado genéticamente en nuestro país que nos permita entender como en apenas una década los conceptos de igualdad y no discriminación por razón de sexo hayan cambiado de manera tan radical de tal modo que, lo que en aquel momento se pensaba imposible hoy es una realidad cotidiana. Cómo es posible que tantas cosas hayan cambiado para que hoy sea moneda corriente la tipificación jurídica distinta de determinados delitos según sean cometidos por un hombre o una mujer para llegar al absurdo de tipificar en aplicación de la Ley y la jurisprudencia del Supremo como delito de violencia de género que Ángel Carrasco haya ayudado a morir a su mujer después de 30 años de cuidarla y atendiendo a su voluntad.

Y que no nos venga Pedro Sánchez con que para este caso recurrirá al indulto. El y su partido han capitaneado esta deriva y la incongruencia no se puede tapar con una medida de gracia. Despreciar lo que tenemos de seres culturales no es menos erróneo que considerar que venimos al mundo como una tabla rasa. Estamos viajando hacia atrás en infinidad de conquistas culturales, casi todos ellas derivadas de la Ilustración y la modernidad, y parece que si no fuéramos capaces de establecer que genes o que epigenética está propiciando estos cambios deberíamos permanecer con los brazos cruzados que es básicamente lo que está pasando. Si no somos capaces de entender la potencia y la relativa autonomía de la cultura nos estaremos incapacitando para intervenir en estos asuntos en un sentido distinto al que ahora mismo parece se nos ha impuesto.