domingo, 4 de marzo de 2018

Creencias súper-replicadoras y suicidio.

En esta entrada voy a comentar un concepto que Dan Gilbert explica en su libro Stumbling on Happiness. No he leído el libro pero la idea me ha llegado de forma indirecta y creo que es interesante. Es sabido que los parásitos no son unos meros espectadores de su propia transmisión sino que participan activamente en ella. Muchos agentes infecciosos consiguen aumentar las probabilidades de su propia transmisión porque han desarrollado mecanismos que alteran la fisiología o la conducta de sus huéspedes de modo que la favorecen. Las diarreas, los estornudos y otros síntomas similares -dependiendo de su vía de transmisión- que ocurren en algunas infecciones, parece que han sido seleccionados en algunas especies porque se convierten en útiles mecanismos para favorecer la diseminación del parásito. El caso más llamativo es el de los parásitos multi-huésped como el toxoplasma y otros de los que ya hemos hablado.

En esta línea, el concepto de súper-replicador es simplemente que “cualquier gen, idea o creencia que promueva su propia forma de transmisión estará representado cada vez en mayor proporción en la población a lo largo del tiempo”. Hasta llegar a ser universal seguramente. En el caso de las creencias, que es de lo que vamos a hablar, tener una creencia súper-replicadora implica implicarnos en las actividades que la perpetúan. Hay que señalar que el éxito de una creencia súper-replicadora no tiene nada que ver con que sea cierta o no sino con su capacidad de transmisión.

Uno de los ejemplos que pone Gilbert es la creencia ampliamente difundida en nuestra sociedad (A) de que tener hijos nos hace felices. Algunas investigaciones sugieren que la realidad es más bien la contraria (B), que la gente que no está criando hijos es más feliz. Pero una sociedad que creyera B, que no tener hijos da más felicidad (o que tener hijos es malo moralmente como parece que está empezando a ocurrir con los antinatalistas), y actuara en consecuencia, sería superada por una sociedad que creyera A. La sociedad que creyera B desaparecería.

Como decíamos, las falsas creencias pueden triunfar  dependiendo de las circunstancias y un experimento mental nos puede ayudar a verlo. Imaginad un juego que se juega entre dos equipos de 1.000 jugadores que pueden comunicarse entre sí por teléfono. El objetivo del juego es conseguir que el equipo propio transmita el mayor número posible de creencias ciertas. Cuando los jugadores reciben un mensaje que consideran cierto cogen el teléfono y llaman a un compañero y lo transmiten. Al final del juego el árbitro da un punto a cada equipo por cada creencia cierta transmitida y quita un punto por cada creencia falsa. Bien, pues ahora imaginad que se juega una partida de este juego un día soleado entre dos equipos llamados los Perfectos (un equipo que siempre transmite creencias ciertas) y los Imperfectos (equipo cuyos miembros ocasionalmente transmiten creencias falsas). Lo lógico sería que ganaran los Perfectos, ¿no? Pues igual no, hay circunstancias en las que podrían ganar los Imperfectos. Supongamos que los Imperfectos transmiten la creencia de que hablar por teléfono día y noche te hará feliz y que se la creen y la practican. Es una creencia falsa y les costará un punto al final del torneo pero puede tener el efecto compensatorio de que tendrá al teléfono todo el día a los miembros del grupo de los Imperfectos y así transmitirán también más creencias correctas mientras que los Perfectos estarán en la playa y transmitirán menos creencias, aunque, eso sí, todas ciertas. Bajo ciertas circunstancias, los costes de las creencias falsas pueden ser superados por sus ventajas, como en este caso en el que una creencia falsa favorece la comunicación entre los miembros del equipo.

Con respecto al suicidio existen una serie de ideas culturales en la mayoría de las sociedades que  pueden tener que ver con el hecho de que mantener las ideas contrarias sería perjudicial para la sociedad en su conjunto. En la mayoría de las culturales existe un tabú con respecto al suicidio en el sentido de considerarlo malo moralmente y la mayoría de las religiones lo condenan. Creo que la religión católica predicaba que el suicida iba al infierno y algo parecido ocurre en otras religiones. Estas creencias serían súper-replicadores y se habrían transmitido en la forma que hemos comentado. Las sociedades que hubieran considerado que el suicido es un medio admirable de escapar del dolor y el sufrimiento se habrían auto-destruido acabando así con la creencia que acabó con ellas. Sobre esta base, un grupo que tenga creencias autodestructivas (no tener sexo, no tener niños, facilitar el suicidio, etc.) sería superado por grupos que tengan otras creencias más fértiles, como pensar que los hijos dan la felicidad, que se nos recompensará el sufrimiento en otra vida y otras ideas religiosas similares. Tal vez eso explique la persistencia en la mayoría de la sociedades de una aversión al suicidio, de un tabú hacia el mero hecho de hablar de él y de un estigma.

Hay algunos datos de que este modelo puede ser cierto. Es sabido que el suicido se contagia, los llamados suicidios copycat, o el efecto Werther. Por ejemplo, acaba de salir un estudio que dice que la cifra de suicidios idénticos al de Robin Williams aumentó un 32% tras su muerte. De hecho, existen unas normas periodísticas para informar de los suicidios. En Micronesia ha habido una epidemia de suicidios por ahorcamiento en jóvenes en lugares en los que se ha convertido en normal hablar del suicido como un hecho y una opción en la vida. Rubinstein (ver referencias) dice que se trata de un contagio y que al haberse convertido el suicido en algo familiar entre los jóvenes ha ganado en aceptación, e incluso es algo esperado. Y parece que ahora está costando dar la vuelta a la situación.

Alvarez se preguntaba por qué el hecho del suicido, que es un acto tan privado, despertaba tanta hostilidad por parte del público y de la sociedad en su conjunto. Si todo esto que estamos hablando es acertado, el tabú del suicidio puede tener un efecto protector, especialmente entre los más vulnerables. Lo cual nos coloca en una situación paradójica y contradictoria. Por un lado, el tabú del suicidio tan extendido en todas las culturas puede impedir que algunas personas hablen de sus ideas de suicidio y busquen ayuda lo cual impediría conversaciones entre esas personas y sus cuidadores o asistentes que podrían salvar su vida. Esto es claramente perjudicial. Por ello, algunos clínicos razonan que deberíamos facilitar la discusión del suicidio y tener una visión más empática acerca de aceptar la suicidalidad como problema. Pero, por otro lado, estamos comentando que tomar medidas que disminuyeran el tabú del suicidio podrían ser también contraproducentes.

Es posible que promover una mayor franqueza  y levantar la desaprobación “oficial” o tradicional acerca del suicidio no aumente necesariamente su frecuencia, pero parece claro que necesitamos más investigaciones que nos aclaren lo más posible este problema.



Referencias:

Alvarez, A. (1971). The savage god: A study of suicide. London: Weidenfeld & Nicholson. 
Rubinstein, D. H. (1983). Epidemic suicide among micronesian adolescents. Social Science & Medicine, 17(10), 657-665. doi:http://dx.doi.org/10.1016/0277-9536(83)90372-6 
Rubinstein, D. H. (2002). Youth suicide and social change in Micronesia. In S. Noda (Ed.), Health and medical issues in island areas (Vol. 36, pp. 33-41). Kagoshima, Japan: Kagoshima University Research Center for the Pacific Islands. 






14 comentarios:

Tay dijo...

Una vez discutíamos sobre la posibilidad de que determinado conocimiento tuviese un resultado negativo sobre una sociedad no preparada, hablábamos de diferencias raciales, pero este podría ser otro ejemplo. Ahora me sentiré responsable al twittearlo : P

Me pregunto si (en el ejemplo entre los dos equipos que compiten) es necesario que el equipo de los adictos al teléfono siquiera puntue positivo alguna vez. Solo tienen que llamar por la noche a los del equipo “bueno” e impedirles desarrollarse. Básicamente lo que ha hecho la cultura anticientífica durante tanto tiempo.

Pitiklinov dijo...

Nos metemos aquí en un tema de un calado enorme que sería el de que hasta qué punto una élite (religiosa, política, científica...), que conoce las dos caras de la moneda, decide ocultar una de ellas al resto de la sociedad por el supuesto bien de la misma. Y entiendo que hay argumentos para defender esa posición. Soper la defiende respecto al suicidio, la de no desmontar los tabúes respecto al suicidio...
Yo en principio me inclino por luz y taquígrafos o que, en todo caso, esa decisión la tome la sociedad en su conjunto, informada de las dos opciones, de una manera provisional y dejando abierta la investigación del asunto.
Aunque no se me escapa que esto es muy discutible y complicado...

Rober dijo...

Hay unos conceptos dando vueltas que se refieren al contagio de una creencia dependiendo del valor emocional de la misma y a como construir una realidad dominante. Esta realidad no depende de la verdad o racionalidad de la idea, sino del anclaje emocional, de su funcionalidad psicológica y social, y también del grado de efectividad a la hora de comunicar esa idea por un grupo.

Lo de una élite que supiera la verdad, y valorará la conveniencia de transmitirla, creo que se ve en lo político cuando se asume que una sociedad religiosa es preferible a una atea. Algunos piensan que es una barrera, y que es mejor estás fantasías a una moralidad " menos sólidas".

Emilio dijo...

Me parece de interés porque en repetidas ocasiones se tocó el tema de la enfermedad mental y el género, esta entrada de Tercera cultura
http://www.terceracultura.net/tc/genero-y-salud-mental-importan-tambien-los-hombres/comment-page-1/#comment-43109

Emilio dijo...

Reenvío el enlace
http://www.terceracultura.net/tc/genero-y-salud-mental-importan-tambien-los-hombres/comment-page-1/#comment-43109

Snorkel dijo...

4000 suicidios por año en España es una cifra lo suficientemente alarmante como para plantearse otra estrategia: no ignorar el problema y abordarlo de frente.

Rober dijo...

Muy interesante la página. Slds

Anónimo dijo...

Hola Pablo Malo , quería pedirte o sugerirte que trates en un artículo próximo el tema de la esquizofrenia en profundidad. Me ha tocado tener conocidos esquizofrénicos y los estoy viendo caer a un pozo sin salida .

Se supone que la medicación funciona bien para los delirios y paranoias, pero una gran parte no la quiere tomar ni admitir la enfermedad y cualquier intento de ayuda lo pueden ver con suspicacia , así que me parece muy grave , porque vas viendo como empeoran sin poder hacer nada .

Unknown dijo...

Gracias por el post Pitiklinov!
Tengo algunas preguntas:
¿Qué diferencia le ve usted a esta idea respecto a la memética?
¿Cree que se puede ver el tabú al suicidio como una institución testeada por el tiempo y en diferentes contextos y, por tanto, de alguna menera funcional?(otra justificación más para las barreras de Chesterton https://en.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Chesterton%27s_fence )

Unknown dijo...

Pablo:¿Sabes que ha sido del blog de Samu QUE VIDA ESTA?El pasado viernes,desaparecio mientras leia su ultima entrada.Por supuesto que te sigo a ti aqui y en la nueva ilustracion .Enhorabuena.

Pitiklinov dijo...

Pues no sé nada, espero que sea algo temporal. Saludos

Pitiklinov dijo...

tomo nota

Pitiklinov dijo...

Hola Ricardo, creo que es muy parecido y que desde la mimética se puede teorizar prácticamente lo mismo. Los memes que triunfan son también los que favorecen su propia reproducción como los memes religiosos por citar uno o todos los que supongan adoctrinamiento o proselitismo.
Gracias por la idea de las barreras de Chesterton, no la conocía
Un saludo

Unknown dijo...

Muchas gracias.He aprendido mucho de los dos y de tu colega Paco Traver,que me llevo a ti porque te cito hace ya 5 o 6 años en uno de los suyos,sobre el tema del libre albedrio y que poder tiene el yo consciente,si tiene alguno..tambien me he comprado libros que tu comentas.Salud..MENTAL.!