sábado, 20 de enero de 2018

Dominancia y Prestigio, dos formas de subir en la jerarquía.

La jerarquía es ubicua en todos los grupos humanos. A lo largo de la historia, un número pequeño de gente en la cima de la misma ha disfrutado de los beneficios que conlleva un alto rango social (más recursos, autonomía, salud, felicidad y bienestar) mientras un gran número de gente se ha visto privada de esos beneficios. Consecuentemente, se ha igualado el deseo por un alto rango social a otras necesidades fundamentales como la necesidad de pertenencia social.

Un tema de investigación reciente que han trabajado fundamentalmente los psicólogos evolucionistas es la distinción entre dos tipos de estrategias diferentes para navegar las jerarquías sociales: la dominancia y el prestigio. Aunque las dos estrategias buscan conseguir un mayor rango social, hay claras diferencias entre ellas. En psicología social se ha hablado de liderazgo y de jerarquía pero son las teorías evolucionistas las que han distinguido estas dos estrategias lo que nos ayuda a entender mejor cómo regula la gente su lugar en la jerarquía y cuáles son las raíces ancestrales de las mismas. Este tema ya lo tocamos lateralmente cuando hablamos de la evolución del orgullo.

La dominancia y el prestigio reflejan distintos patrones de conducta cuyo fin es ayudar a la gente a ascender de rango social, definido éste como una elevada capacidad de influencia social. La dominancia es filogenéticamente una estrategia más antigua que compartimos con otras muchas especies. La mayoría de las jerarquías animales se regulan por la dominancia, de manera que los individuos alcanzan rango social en base a su tamaño, fuerza y capacidad para intimidar. Los más grandes y fuertes utilizan la conducta agonística, competitiva, para ascender de rango mientras los débiles y menos asertivos se quedan en los escalones inferiores. Entre chimpancés, por ejemplo, hay una marcada jerarquía y el macho alfa domina a sus subordinados por el miedo, la intimidación y la agresión directa. La dominancia a veces implica crear coaliciones para vencer al individuo en el poder pero estas coaliciones son cambiantes según las circunstancias e intereses. En la dominancia el rango social no lo conceden los demás libremente sino que se toma y se mantiene por el uso de la fuerza y la coerción.

En el caso del prestigio, por contra, el rango social es otorgado libremente. El prestigio implica mostrar cualidades y conocimiento que el grupo valora  lo que lleva a ser admirado y respetado y, en última instancia, a alto rango social. Comparado con la dominancia, el prestigio es más maleable porque las cualidades y conocimientos que los demás valoran  varían entre grupos y culturas. Por ejemplo, la inteligencia puede conferir prestigio en el mundo de la academia mientras que la fuerza o habilidad física puede darnos también prestigio en el mundo del deporte. Los individuos que tiran por la vía del prestigio suelen ser más amables y se preocupan más por el bienestar del grupo y de sus miembros. El prestigio es una estrategia filogenéticamente más reciente y, aunque se puede discutir si existe en animales, podemos afirmar que es propiamente humana porque aparece tras la llegada de la cultura. 

Aunque las dos estrategias sirven para conseguir rango social, la propensión a usar una u otra varía entre los individuos y también es posible usar las dos según las circunstancias. Pero hay datos de que las dos estrategias se caracterizan por diferentes rasgos de personalidad. Las personas que usan la dominancia son relativamente agresivos, desagradables, manipuladores y puntúan alto en la tríada oscura (maquiavelismo, narcisismo y psicopatía). Los que utilizan el prestigio puntúan más alto en autoestima, agradabilidad, necesidad de afiliación, monitorización social, responsabilidad y miedo a una evaluación social negativa. La dominancia y el prestigio también se corresponden con diferentes tipos de emociones. La dominancia se asocia con sentimientos de arrogancia, superioridad y vanidad mientras que el prestigio se asocia a sentimientos de orgullo por lo conseguido pero sin sentido de superioridad o arrogancia. Otra emoción que las distingue es la humildad, el prestigio se asocia con humildad. Por todo ello, no sorprende que la gente con prestigio es más querida que la gente dominante.

En cuanto a los correlatos fisiológicos de la dominancia y el prestigio los datos son muy limitados. Algunos hallazgos ligan la dominancia a la testosterona, aunque no siempre se ha encontrado relación entre ambas. Lo que también parece encontrarse es una relación negativa entre testosterona y prestigio lo que es consistente con la hipótesis de que el prestigio se asocia a restar importancia a la agresividad y la competitividad. Se ha hablado de que la testosterona está ligada al uso de dominancia pero no al lugar en la jerarquía, de que  ciertos rasgos faciales -como una cara más ancha- se asocian a dominancia, de que la dominancia se asocia a bajar el tono de voz y a poses expansivas, pero la verdad es que la literatura sobre los aspectos fisiológicos de la dominancia y el prestigio es muy pobre.

La gente dominante tiende a ser calculadora y ver a los demás como aliados o como enemigos, como gente que les va a ayudar o estorbar para conseguir sus fines. Tienen sed de poder porque eso les da el control de los recursos y así pueden coaccionar a otros con castigos o recompensas. Cuando se les pone en posición de liderazgo, buscan asegurar su poder aunque ello signifique sacrificar el bienestar del grupo. Por ejemplo, si les sirve para proteger su poder no compartirán información con otros miembros del grupo y se la guardarán para ellos mismos. Estos líderes dominantes ven a los individuos con talento como potenciales amenazas y les degradarán o les controlarán. En un experimento, los líderes dominantes rebajaron de categoría a un grupo con talento y eligieron en su lugar a un grupo incompetente que no suponía una amenaza para ellos. También tienden a aislar a sus subordinados y a impedir vínculos entre ellos porque las alianzas entres subordinados son vistas como potenciales amenazas. Los líderes con prestigio no muestran estas conductas que dañan al grupo sino que, al contrario, tienden a priorizar el bien del grupo y aumentan las relaciones entre subordinados. También mantienen buenas relaciones con los demás porque esas relaciones son la base de su respeto y su admiración. 

La conducta negativa y antisocial de los líderes dominantes es moderada por dos tipos de situaciones. Cuando se les garantiza la seguridad del poder entonces sí tienden a priorizar el bienestar del grupo. Y también disminuye esta conducta negativa cuando hay competición con otros grupos. Cuando su grupo compite con otro grupo externo hasta los líderes dominantes prefieren el éxito del grupo que su propio poder personal. De hecho, en tiempos de conflicto con otros grupos la gente prefiere líderes dominantes porque se les ve como apropiados para resolver esos conflictos competitivos. A lo largo de la historia, la competición con otros grupos ha implicado lucha física y necesidad de agresividad y dominancia y en estas situaciones el prestigio se ve incluso como algo negativo, lo de ser altruista por ejemplo podría minar los intereses del grupo. 

Más allá de estas distinciones que hemos señalado hay mucho que investigar con respecto a estas dos estrategias, como los diferentes mecanismos cognitivos implicados, qué factores hacen que una persona elija una u otra, las relaciones entre ambas (por ejemplo, alguien podría usar dominancia para ascender y esto podría ganarle respeto, y al revés) o la diferente orientación en el tipo de estrategia de ascensión en la jerarquía que usan hombre y mujeres. También sería muy interesante estudiar la psicología de los seguidores.  Mientras que el prestigio da lugar a aprobación social, la dominancia da lugar a sumisión. Habría que estudiar sistemáticamente a los seguidores tanto de líderes dominantes como con prestigio. 

En cualquier caso, es interesante distinguir entre dominancia y prestigio para entender los motivos, cogniciones y conductas implicadas en las jerarquías sociales. Aquí tenéis una tabla con un resumen de las características de ambas:



@pitiklinov

Referencia:






2 comentarios:

Miguel Figueroa Ingunza dijo...

Varias cosas se me vienen a la mente, ¿Cuál sería la razón para que el prestigio sea valorado en el comportamiento animal? Y creo que tiene que ver con la previsibilidad, con poder intuir lo que hará, habilidad muy desarrollada en el cerebro humano pero no ausente en otras especies que entienden con claridad el efecto acción y reacción. El no poder predecir hace todo más complicado e incierto. Tener en el grupo individuos predecibles, facilita la convivencia, pero más como un beta que como un alfa. A no ser que el medio sea tan benigno y amistoso, que se pueda dar oportunidad a un alfa amable. En la humanidad esto es lo que se da en culturas donde la paz está instituida y el dominio de la testosterona no es tan necesario.
La mejor forma, dicen algunos, para unir a un grupo, es ponerlo en contra de otro, creo que también la mejor oportunidad que tendrá un dominante para llegar al poder será en la presencia, real o supuesta, de un grupo adversario.

antonioesquivias dijo...

Leo la entrada y me recuerda la visión de la autoridad de los romanos. Decían que tiene dos dimensiones auctoritas y potestas. Se parecen mucho a las formas de subir en la jerarquía, y evidentemente buscaban dar una respuesta precisamente a eso. La auctoritas, autoridad moral es lo que llamas prestigio. Para los romanos era un integrante de cualquier cargo y de cualquier liderazgo, la tienen principalmente las personas. La potestas es el poder anexo al cargo. El presidente americano según toma el cargo, tiene una cantidad enorme de potestas. SE parece enormemente a la dominancia de tu entrada.