sábado, 11 de abril de 2015

La metáfora de la Pirámide de la Elección

Del libro Mistakes were made (but not by me) ya hablamos en la entrada sobre el efecto Benjamin Franklin. Como decíamos, el libro gira alrededor del fenómeno de la Disonancia Cognitiva y del gran poder de la auto-justificación. Creo que es un libro muy recomendable para psicólogos y psiquiatras, médicos, policías y jueces, sociólogos e incluso para cualquiera que esté interesado en la psicología de los errores y en su prevención. En esta entrada voy a explicar una metáfora que los autores, Carol Tavris y Elliot Aronson utilizan continuamente a lo largo del libro y que puede ser aplicada a muchas cosas en la vida, es la Pirámide de la elección.

Imaginad dos jóvenes que son idénticos en términos de actitudes, capacidades y salud psicológica. Son razonablemente honestos y tienen la misma actitud media hacia el tema de engañar: piensan que no es una cosa buena pero que hay cosas mucho peores en el mundo. Ahora resulta que ambos tienen que pasar un examen importante (entrar en la Universidad o conseguir un título) y tienen la posibilidad de copiar leyendo las respuestas de otro estudiante. Los dos luchan contra la tentación. Tras un largo momento de angustia uno copia y el otro resiste. Sus decisiones son diferentes por el canto de un duro, es decir que podría muy bien haber sido al revés. El caso es que los dos ganan algo importante, pero con un coste: uno pierde su integridad a cambio de un buen título y el otro pierde un buen título a cambio de preservar su integridad.

La cuestión ahora es: ¿Cómo consideran el hecho de engañar o hacer trampa una semana después? (decíamos que al principio eran muy parecidos en eso). Pues ahora resulta que cada estudiante ha tendido tiempo para justificar la acción que tomó. El que hizo trampa decidirá que engañar no es un crimen, se dirá a sí mismo: “hey, todo el mundo engaña, tampoco es para tanto. Y necesitaba hacer eso para mi carrera futura”. Pero el que resistió la tentación decidirá que hacer trampa es más inmoral de lo que creía al principio: “realmente la gente que hace trampa son una vergüenza y deberían ser expulsados de la escuela, tenemos que darles un escarmiento”. 

Cuando los estudiantes han tenido tiempo de llegar a un alto nivel de auto-justificación han ocurrido dos cosas. Una, que ahora están el uno muy lejos del otro; y dos, que han internalizado sus creencias y están convencidos de que siempre han pensado así. Es como si hubieran comenzado ambos en la punta de la pirámide, separados sólo por un milímetro, pero para el momento en que han acabado de justificar sus acciones, se han ido deslizando hacia la base y ahora se encuentran en esquinas opuestas de la pirámide. El que no hizo trampa considera al otro inmoral y el que hizo trampa cree que el otro es un puritano sin remedio. Este proceso ilustra cómo la gente que ha sido tentada y ha luchado contra la tentación y casi cede (pero al final resiste) llega a despreciar a los que no tuvieron éxito en ese mismo esfuerzo. Es la gente que casi decide vivir en casas de cristal la que tira la primera piedra, los que estuvieron a punto de cometer el “pecado” los que menos lo disculpan.

La metáfora de la pirámide se aplica a las decisiones más importantes que implican elecciones morales u opciones en la vida. Podemos sustituir lo de engañar en un examen por cualquier otra cosa: decidir empezar una aventura extramatrimonial (o no), probar una droga (o no), tomar esteroides para mejorar el rendimiento atlético (o no), seguir en un matrimonio tormentoso (o no), tener hijos (o no), mentir para mantener el trabajo (o no), seguir con una carrera exigente (o quedarse en casa con los hijos). Cuando la persona en el vértice de la pirámide tiene dudas, cuando hay beneficios y costes para ambas elecciones, entonces sentirá la urgencia de justificar la elección realizada. Para el momento en que la persona llega a la base de la pirámide, la ambivalencia se ha transformado en certeza y, en ese momento, esa persona está ya a kilómetros de distancia de la que tomó la otra ruta.

Este proceso borra la distinción entre “buenos” y “malos”. A menudo, en la cima de la pirámide nos enfrentamos a decisiones que no son blanco-y-negro hazlo/no lo hagas, sino con una elección gris cuyas consecuencias no son claras o no conocemos del todo. Los primeros pasos  por el camino son moralmente ambiguos y la decisión correcta no está siempre clara. Entonces realizamos una primera y aparentemente inconsecuente decisión y entonces la justificamos para reducir la ambigüedad. Esto inicia un proceso de atrapamiento -acción, justificación, nueva acción- que aumenta nuestra intensidad y nuestro compromiso, y acaba llevándonos muy lejos de nuestros principios e intenciones originales.

¿Cómo se comete el mal o se cae en la corrupción? Pues paso a paso. El famoso experimento de Milgram ha sido descrito como un estudio sobre la obediencia, pero también es un estudio sobre el poder de la auto-justificación. Si nos viene un científico con una bata y nos dice que le demos una corriente dolorosa de 500 volt a una persona para estudiar el poder del castigo en el aprendizaje lo más probable es que digamos que no. Pero si nos lo plantea gradualmente, que le demos una leve corriente de 10 volt a cambio de 20 dólares para estudiar el poder del castigo en el aprendizaje, pues igual aceptamos y empezamos el descenso de la pirámide. Como has dado 10 y no ha pasado nada no ves problema para dar 20 y así sucesivamente. Para cuando los choques son graves es difícil encontrar una razón para dejarlo si lo has hecho antes. Es más fácil no quedar atrapado si cuestionas todo el procedimiento al principio.

Otro ejemplo. Eres un policía y estás persiguiendo a sujetos que trafican con cocaína en un local determinado. Tras meses de investigación y esfuerzo sigues a un tipo hasta el baño y cuando llegas el hombre le ha dado a la cadena y la droga ha desparecido. Allí estás tú con la adrenalina a tope y el “bastardo” ese se va a ir de rositas. Todo el trabajo, todo el riesgo, todo el peligro…¿para nada? ¿Por qué no coger un poco de cocaína del bolsillo y ponerla por el suelo y decir que el tipo tiró de la cadena pero que no pudo hacer desaparecer toda la droga? Sabes que es ilegal pero es justificable. La primera vez que lo haces te dices “el tipo es culpable”. Pero esta experiencia hará más posible que lo repitas. De hecho, estás fuertemente motivado para repetirlo porque si no, sería admitir que estabas equivocado cuando lo hiciste la primera vez. Dentro de poco estarás rompiendo la ley en situaciones más ambiguas, descendiendo por la pirámide, y acabarás mandando a un inocente a la cárcel.

El experimento de Milgram demuestra cómo gente normal puede acabar haciendo cosas inmorales y crueles a través de una reacción en cadena de conducta y subsiguiente auto-justificación. Jeb Stuart Magruder, implicado en el caso Watergate, era una persona decente cuando entró en la Casa Blanca. Cuando se le sentenció reconoció ante el juez John Sirica: “sé lo que he hecho y su señoría sabe lo que he hecho. En algún lugar entre mi ambición y mis ideales perdí mi brújula moral”. ¿Y cómo puede un hombre honrado perder su brújula moral? Haz que de un pasito cada vez, y la auto-justificación hará del resto.

@pitiklinov

Referencia:




7 comentarios:

Unknown dijo...

Muy interesante. Voy a intentar escalar la pirámide de vuelta al ápice.

Muchas gracias!

Pitiklinov dijo...

ja, ja, pues que tengas mucha suerte! :)

Ana di Zacco dijo...

Como dice Iñigo, es realmente interesante este tema, casi filosófico.
Yo creo que se complicaría aún más si añadiéramos el elemento de lo variables que somos: el mismo estudiante del ejemplo que optó por copiar (o el policía que opta por añadir unos polvos donde no los halló), en otro momento de su vida y en otras circunstancias tal vez optaría por la alternativa opuesta, pues dicen que todos contenemos -potencialmente- dentro un santo y un asesino y que aparezca y tome la decisión uno u otro no depende tanto de la propia voluntad (me remito a otras entradas sobre no-free will).
El comentario de Iñigo me ha traido automáticamente a la memoria una de las últimas escenas de 2001:Una odisea en el espacio, donde Dave anciano se queda mirando con mucha atención la copa rota que se ha caído al suelo. Mi interpretación desde que ví esa escena por primera vez es que, por más que el tiempo se contraiga o se expanda, es implacablemente monodireccional: la copa rota nunca más puede volver a estar entera. Aún en el supuesto de que pudiéramos remontar la pendiente bajada, quienes la remontemos tampoco seremos nunca los mismos que los que la bajamos.
Un saludo!

Anónimo dijo...

De hecho (ojo Iñigo) la pirámide que escalas de vuelta no es la misma que has bajado, es otra. Ya lo dijo el poeta
"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
(Antonio Machado)

Arturo

Unknown dijo...

Es verdad! De vuelta 'pabajo'.

Y lo cantó Serrat. Me encanta el disco dedicado a Antonio Machado.
Justo la semana pasada lo escuché. Y lo tengo que volver a escuchar.
Pero hoy no, mañana!

Buenas noches!

Anónimo dijo...

Esto explica pq los ex-fumadores son los mas intolerantes con los fumadores. :P

Ivan de Entusiasmado.com dijo...

Fascinante. No conocía esta metáfora pero tiene muchísimas aplicaciones. Cada paso que das está determinando quién vas a ser en el futuro. Por eso hay que ser muy cuidadoso. Enhorabuena por la entrada.