Hablábamos en la entrada anterior de la epidemia moralista que recorre Occidente, de esa especie de Olimpiada moral en la que cada día hay que batir los récords morales del día anterior y decíamos que era un fenómeno digno de estudio. El artículo que voy a comentar en esta entrada creo que nos da cuando menos una explicación parcial de este fenómeno. Se trata de un artículo de Molly Crockett, una investigadora especializada en temas relacionados con la moralidad, que se titula como esta entrada. La indignación moral es una poderosa emoción que motiva a la gente para avergonzar y castigar a los que se portan mal. Tiene un lado positivo: aumentar la cooperación y controlar a los malos. Pero el castigo tiene también un lado negativo: empeora el conflicto social al deshumanizar a los otros y lleva a una escalada en las contiendas. La indignación moral es tan antigua como la civilización pero lo que Crockett plantea es que los medios digitales, Internet y las redes sociales, han cambiado por completo la expresión de la indignación moral de tres maneras principales: a) exacerban la expresión de la indignación moral al inflar los estímulos que la desencadenan, b) reducen los costes de la expresión de la indignación moral, y c) amplifican los beneficios personales
Disparadores de la indignación moral
La gente se indigna cuando piensa que una norma moral ha sido violada. Pero en la vida diaria no se observan muchas violaciones de las normas. Un estudio en EEUU y Canadá encuentra que en menos del 5% de las experiencias de la vida diaria se experimenta o presencia un acto inmoral. Pero Internet nos expone a grandes cantidades de actos inmorales, desde las prácticas corruptas de Wall Street, al tráfico de niños en Asia o al genocidio en Africa y la lista sería interminable. El bombardeo de actos inmorales es continuo. Antes de Internet era el cotilleo el que extendía las noticias de las malas acciones pero su alcance era limitado. Hay estudios de que en Internet se comparten más las noticias que disparan emociones morales como la ira por lo que compartir ese tipo de material genera beneficios en el sentido de likes y retuits.
Me voy a detener en un tema que toca Molly en este punto porque creo que es muy interesante, el de los estímulos supernormales porque es un concepto evolucionista muy potente que nos ayuda a entender muchas cosas de nuestra cultura. Está explicado en esta entrada pero lo resumo brevemente. Un estímulo supernormal es un estímulo artificial que exagera las características del estímulo natural haciéndolo irresistible y mucho más atractivo para el animal que el estímulo natural. Por ejemplo, a un ave que incuba huevos azules se le pone un huevo más grande y más azul y el ave se esfuerza por incubar el huevo artificial abandonando su propio huevo y sus crías. Un donuts de chocolate es un estímulo supernormal que exagera los rasgos dulces por los que nos sentimos atraídos de forma natural. Unos pechos de silicona son un estímulo supernormal y el programa Gran Hermano es un estímulo supernormal que sacia nuestro gran apetito por la información social.
Lo que Molly plantea es que las redes sociales son estímulos supernormales para la indignación moral y disparan una indignación moral mayor de la que dispararían los estímulos de la vida diaria. No uso otras redes sociales aparte de Twitter pero está claro que a Twitter esta consideración de estímulo supernormal para la indignación moral le viene como anillo al dedo. Resumiendo, los medios digitales transforman la indignación moral al cambiar tanto la naturaleza como la prevalencia de los estímulos que la disparan
La experiencia y expresión de la indignación moral
La violación de las normas morales hace que la gente experimente indignación moral y la exprese vía cotilleo, culpabilización y castigo. Los medios digitales pueden alterar esta expresión de maneras contrapuestas. Por un lado, es posible que se produzca una fatiga al estar expuesto continuamente a los estímulos de actos inmorales pero por otro lado, hay estudios de que dar rienda suelta a la ira engendra más ira, es decir, la expresión de indignación moral favorece la subsiguiente expresión de más indignación moral. Hacen falta más estudios para saber cuál de estas dos posibilidades predomina.
La gente exprese su indignación moral de diversas maneras según el esfuerzo que se requiera y las limitaciones que existan. En la vida real hay que cotillear o enfrentarse a los malos o incluso llegar a la agresión física, lo que implica riesgos. Pero en el mundo digital se puede expresar la ira tecleando una frases en un momento desde la comodidad de nuestra habitación. Por tanto, el umbral para expresar la ira es seguramente mucho más bajo que en el mundo real. Por otro lado, expresar la indignación en persona requiere una proximidad física, pero en Internet la expresión de la indignación no está limitada por la ubicación geográfica, la hora ni otras consideraciones. Un caso paradigmático es el de Justine Sacco.
Esta facilidad plantea la intrigante posibilidad de que la gente pueda expresar indignación moral incluso sin sentirla, es decir, sin que experimenten realmente la indignación que su conducta en la red implica. Por supuesto, es también posible que la gente busque simplemente señalar virtud ante los demás de forma interesada. Igual que hay gente que picotea continuamente sin tener hambre se podría expresar indignación moral sin sentirla. También se da otra circunstancia interesante y es que las recompensas en las redes (en forma de likes, retuits, etc.) ocurren de forma impredecible y es conocido que ese patrón de refuerzo promueve las conductas adictivas.
Costes y beneficios de la indignación moral
Como decíamos, la expresión de la indignación moral implica riesgos. En la vida real al castigar puede haber una retaliación pero en el mundo digital es diferente. La gente suele estar aislada en cámaras donde intercambia información principalmente con gente de su misma cuerda y además uno se pierde en la masa cuando son muchos los que muestran la indignación.
Otro coste de la expresión de la indignación es el malestar empático: culpar y castigar a los demás implica hacer daño a otro ser humano lo que es desagradable para nosotros de forma natural. El mundo digital reduce este estrés al presentar a las personas por iconos bidimensionales y así su sufrimiento es menos visible. Es más fácil castiga a un avatar que a alguien cuya cara y dolor estamos viendo personalmente.
A pesar de los costes, la gente está motivada para castigar. Una razón es que expresar indignación beneficia al sujeto ya que señala su calidad moral a los demás. El hecho de que uno está más dispuesto a castigar cuando otros están mirando indica una preocupación por la reputación que alimenta nuestro apetito por la indignación moral. Obviamente, las redes amplifican enormemente el efecto sobre la reputación porque en el mundo real sólo van a observar nuestra virtud unas pocas personas mientras que en Internet será toda la red social e incluso más allá. Un simple tuit puede llegar a millones de personas.
Expresar indignación moral no sólo beneficia a los individuos sino que puede beneficiar a toda la sociedad al señalar a todo el mundo las conductas que son inaceptables. Pero los medios digitales limitan los beneficios potenciales de la indignación moral de varias maneras. Primero, la separación en cámaras que decíamos hace que el mensaje no llegue a las dianas deseadas y que cambien su conducta porque ellos están en otro submundo digital. Segundo, al bajar el umbral para la expresión de la indignación se puede perder la distinción entre lo meramente desagradable y lo realmente odioso. Tercero, expresar indignación on-line puede hacer que la gente se implique menos en las causas sociales en el mundo real, por ejemplo con donaciones o con voluntariados.
Por último, existe el serio riesgo de que la indignación en la era digital profundice las divisiones. Un reciente estudio encuesta que el deseo de castigar a otros les hace menos que humanos, los deshumaniza. Por ello, si los medios digitales exacerban la indignación moral pueden aumentar la polarización social al deshumanizar a los del otro bando, a las dianas de nuestra indignación. La polarización está aumentando a un ritmo alarmante en EEUU y en muchos otros lugares con una disminución asociada en la confianza. Si los medios digitales aceleran este proceso, corremos un gran riesgo si lo ignoramos.
A modo de conclusión es muy probable que la indignación moral sea un fuego e Internet su gasolina. Creo que el análisis de Crockett es muy acertado y que los medios digitales nos explican en parte la gran explosión moral que estamos presenciando y de la que hablábamos en la entrada anterior. Evidentemente, no explica el fenómeno en su totalidad pero no olvidemos que aunque toda esta explicación se refiera al mundo digital, el mundo real es cada vez más una extensión del mundo digital y no al revés. Lo que ocurre en el mundo real se ha cocinado antes en Internet, se retransmite mientras ocurre y se cuenta y analiza después de que ha ocurrido en las redes. Cada vez vivimos más en y para el mundo digital. Todos estos datos que hemos comentado deberíamos utilizarlos para entender que las nuevas tecnologías pueden transformar las ancestrales emociones sociales de ser fuerzas para el bien común a convertirse en herramientas para la autodestrucción colectiva.
@pitiklinov
Referencia:
6 comentarios:
Yo creo que la primera pregunta sería por qué la internet nos expone a más actos inmorales. Y tengo dudas de que este enfoque sea correcto:
- Pero Internet nos expone a grandes cantidades de actos inmorales, desde las prácticas corruptas de Wall Street, al tráfico de niños en Asia o al genocidio en Africa y la lista sería interminable.
No veo que la internet proporcione eso en mayor medida que, por ejemplo, la televisión o la radio. Pero sí creo que pone en mucho mayor contacto con "el inmoral" en vez de con "la inmoralidad". Vaya, con la persona, no con el acto.
Pero hay que ahondar un poco. Los ejemplos de arriba no me parecen muy adecuados. Nadie defiende las prácticas corruptas de Wall Street, el tráfico de niños en Asia o el genocidio en Africa. Ahí vemos el acto, pero no comunicamos con el inmoral. La diferencia de la internet es que produce el contacto de moralidades en conflicto.
Puedo poner un ejemplo perfecto porque yo soy un inmoral destacado. Sostengo (junto a científicos muy muy prestigiosos) que el cuento del clima es un cuento teórico muy bonito que tiene la pega de no tener la menor evidencia empírica. Discusión en la que no vamos a entrar, pero que choca con un dogma muy extendido, y provoca una reacción moral. Vaya, una reacción que tiene todas las características de las reacciones ante la inmoralidad. Y me encuentro con gente sumamente ofendida ... ¡por estar interactuando con un inmoral! Esa es una diferencia enorme respecto a la tele.
Ahora fijémonos en dos detalles. Por una parte la pérdida de distancia geográfica, que facilita el choque con moralidades diferentes, y la pérdida de "distancia social" que tiene el mismo efecto. Los deplorables y los caviar ya no están cada uno en su espacio, sino en un espacio común. Sólo eso ya te garantiza un gallinero alborotado a un nivel espectacular.
Posibilidades futuras que veo:
- El gallinero termonuclear continúa como está.
- Se impone a la brava una moralidad única. Por ahí apuntan las empresas implicadas. Kindergarten posmoderno al canto. Y tal vez la creación de nichos marginales perfectamente aislados.
- Se llega a una moralidad mínima común, con los elementos más universales. Esta es una forma como otra cualquiera de ser irrealmente optimista.
La indignacion y la moralizacion de Internet puede ser leida, estimo, a la luz del mito de la caverna que hace 2500 fornulase Platon
Los ejemplos que he puesto los he cogido directamente del artículo de Crockett y estoy de acuerdo en que no son muy buenos pero podemos pensar o poner muchos más.
Como tú mismo apuntas creo que sí hay claras diferencias con la TV o la radio. En la TV la gente se indigna contra las celebrities pero en las redes cualquiera que publica algo se convierte en una diana moral y eso hace que haya muchas más dianas que antes. Y más accesibles, eso está claro. Ahora, por ejemplo, tú o yo somos diana morales y ha habido gente que se ha indignado con nosotros y ninguno de los dos salimos en la TV, creo.
En cuanto al futuro es muy difícil predecir. Pero en lo más inmediato yo creo que la tendencia es hacer leyes con las nuevas normas morales y que sea el Estado el que cumpla el papel que antes cumplía la Iglesia. Cada vez estamos más cerca de una policía del pensamiento y desde luego una policía de la expresión de ese pensamiento ya lo estamos viviendo. Pero siempre que ha habido una ortodoxia ha habido una heterodoxia y unos fuera de la ley. Intuyo que se creará un mundo subterráneo que no acepte esa ortodoxia, unas catacumbas morales donde se exprese esa moral paralela…No sé…
Se ve que no oyes mucho la radio ni ves los telediarios. Son un semillero constante de indignación. Y cuanto más "indignante" sea la información, más se recrean en los detalles y más la repiten
Arturo
¿Qué te parece? https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S002210311730046X
Estoy por completo de acuerdo en la valoración de este artículo, también en lo del "Calentamiento Global". En mi opinión lo que pasa es que Internet está consiguiendo democratizar los flujos y los contenidos de la información. De la misma manera que Wikipedia desplazó a la autoridad de las Enciclopedias, la información está sometida a un refrendo por parte del lector que aporta sustanciosas críticas y abre foros de discusión, por lo que el "Principio de Autoridad" se resiente considerablemente. Es verdad que las "verdades democráticas" son consideradas muy mal por los especialistas cargados de "autoridad" y tienen su razón, lo que pasa es que no es lo mismo hablar de verdades matemáticas o físicas que de verdades sociales o políticas. Para bien o para mal Internet ha mejorado nuestra inter-comunicación, los que están perdiendo terreno son los que dominaban la comunicación y se ponían en la cabecera de un periódico o se subían a una tribuna pública en el foco.
Publicar un comentario