A la hora de entender la depresión desde el punto de vista evolucionista hay dos posturas entre los autores. Unos creen que la depresión clínica es un estado patológico que no tiene un valor adaptativo. Aceptan que el bajo ánimo y la tristeza sí pueden ser adaptativos pero opinan que la depresión es un mal funcionamiento de esos mecanismos adaptativos diseñados por la evolución, que se mostrarían crónicamente hiperactivos, estarían mal regulados o se dispararían cuando no deben. Es decir, la tristeza sí sería adaptación pero la depresión sería tristeza mal regulada o patológica.
Una hipótesis dentro de las no adaptativas es que la depresión es una forma de ahorrar energía. Otra hipótesis bastante coherente de la tristeza o depresión leve es la llamada del “dolor psicológico”. Igual que el dolor físico nos avisa de que estamos sufriendo una herida física y nos motiva a dejar de hacer las actividades que están causando ese dolor y a evitar dichas actividades en el futuro, el dolor psicológico nos informa de que nuestra estrategia social actual no está dando resultado, nos está imponiendo un coste a nuestras posibilidades reproductivas (fitness) y nos motiva a cesar esas actividades y a evitarlas en el futuro. Ante un fracaso social tiene sentido pararse y pensar, hacer una pausa y evaluar lo que estamos haciendo.
Pero una cosa es hacer una pausa y otra es el grave deterioro del funcionamiento que supone una depresión grave: no comer, no dormir, riesgo de suicidio…por lo que algunos autores no están de acuerdo con estas hipótesis previas. Uno de ellos es Edward Hagen y en esta entrada vamos a ver su hipótesis de la negociación o de la huelga.
En una especie social como la nuestra los conflictos interpersonales son inevitables. Para solucionarlos una estrategia es usar la agresividad, estrategia que está identificada con la emoción de la ira. Pero si nuestro enemigo es el grupo o individuos más poderosos físicamente (y en esta situación se verían especialmente las mujeres) la vía de la agresividad no es muy prometedora. Otra posibilidad es la persuasión pero cuando la gente tiene intereses muy definidos no es fácil convencerles y que cedan por las buenas. La solución que Hagen propone es que podemos imponer costes a los demás retirando los beneficios o el trabajo que hacemos para los demás hasta que ellos cedan y hagan los cambios que deseamos. Sería un mecanismo similar al de la huelga laboral pero en el plano afectivo; en definitiva, una negociación.
Hagen propone que los graves y costosos síntomas de la depresión tienen una función que es retirar beneficios a otros miembros del grupo y así les señalamos de una forma creíble que nosotros estamos sufriendo unos costes y les presionamos así para que nos asistan o hagan los cambios que necesitamos. Según esta visión, la depresión es una manipulación social (inconsciente) que se dispara cuando el individuo percibe que está sufriendo unos costes que solo pueden ser aliviados por acciones de los otros miembros del grupo. Igual que los trabajadores en huelga imponen unos costes y pérdidas a los jefes al no trabajar, el individuo depresivo reduce su productividad para imponer unos costes a otros miembros del grupo esperando que eso sea beneficioso a la larga para él cuando sea ayudado.
Los síntomas de la depresión están diseñados para no poder funcionar y hacer las actividades de la vida normal: perdida de interés, pérdida de peso, inhibición motora, fatiga y falta de energía, abandono del cuidado y la higiene personal e incluso ideación suicida. Todo esto impediría al sujeto realizar sus actividades de búsqueda de alimentos o - en nuestra sociedad actual- trabajar con normalidad. Es decir, la depresión estaría diseñada para producir un impacto negativo en la productividad de la persona.
Un caso al que aparentemente se aplica muy bien la hipótesis de la negociación es la depresión postparto (DPP). Numerosos estudios señalan una relación entre DPP y falta de apoyo social en general (y del padre en particular) y enfermedad del niño. La DPP sería una adaptación para informar a las madres de que están sufriendo un coste reproductor excesivo y les motivaría a reducir o eliminar la inversión en el hijo bajo esas circunstancias. Aunque suene cruel, el planteamiento evolucionista (basado en la teoría de la inversión parental de Trivers) es que los padres no invierten sus recursos automáticamente en los hijos sino que lo harán si los beneficios superan los costes. Por ejemplo, si una madre cazadora-recolectora se encuentra con que no hay alimentos por una sequía enorme o por falta de pareja o por enfermedad del hijo puede llegar a la conclusión de que no es viable ese hijo, que no es productivo invertir esfuerzo en él y que es mejor reservarse para un futuro hijo. Por tanto, por medio de la DPP la madre está dando a entender al padre y a la familia en general que el hijo peligra (lo que es un coste genético para ellos) de manera que tienen que ayudarla y cambiar las circunstancias.
En definitiva, ante una adversidad grave el sujeto se vería indefenso. La depresión serviría para señalar por medio de un dolor psicológico a la persona que no controla la situación, que no puede seguir así y que necesita ayuda externa. La falta total de productividad señalaría a su pareja o familia que no es una broma, que la cosa va en serio y que tienen que ayudarla. Todos podemos decir que no podemos más y pedir ayuda pero los demás también se están esforzando y pueden pensar que queremos beneficiarnos de su esfuerzo por lo que sólo con palabras no nos harían caso. La gravedad de un cuadro depresivo haría que nos tomaran en serio y que nos ayudaran a salir de la situación.
Esta hipótesis tiene aplicaciones prácticas porque puede servir a los profesionales que atienden a la persona deprimida para orientarles a examinar su ambiente social, laboral y familiar y a ayudarla en esa negociación con su entorno. En definitiva, ayudar a la persona a navegar su mundo social.
@pitiklinov
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1 comentario:
Muy buen artículo.
Un saludo.
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