Vuelvo, por lo menos parcialmente, a las ideas de Josua Mitchell y su planteamiento sobre la diferencia entre suplementar y sustituir. Un ejemplo que él pone en su libro es el del conflicto entre la compasión (mercy) y la justicia pero no lo mencioné entre los que cité en la entrada anterior porque me pareció que merecía ser tratado con algo más de profundidad.
Mitchell habla de ello en el contexto de la emigración. Se nos plantea un conflicto entre nuestros deseos de que las personas que han tenido que abandonar sus países por persecución política o por unas condiciones deplorables de vida puedan tener acceso a una vida digna y por otro lado la necesidad de los países de tener fronteras y unas leyes con respecto a la emigración. Pero podemos encontrar ejemplos de este conflicto en muchos sitios. Un ejemplo podría ser las políticas relacionadas con la ley de violencia de género. Queremos ayudar a las mujeres que son víctimas de violencia pero estamos saltándonos principios de la justicia que hasta ahora habían sido esenciales, como la presunción de inocencia o la igualdad ante la ley. Es famosa la frase de Carmen Calvo “a las mujeres hay que creerlas sí o sí”. Otro ejemplo podría ser el que se plantea con las mujeres trans en el deporte. Por un lado, queremos que esas personas no sufran, queremos integrarlas a todos los niveles en la sociedad, incluido el deporte, y que vivan una vida lo más acorde con su deseos e intereses. Pero por otro lado surgen dudas sobre la justicia de que compitan en la categoría femenina dadas las ventajas biológicas que tienen. Este artículo aborda los aspectos científicos y éticos de esta difícil cuestión.
La postura de Mitchell es que la justicia es el plato principal y la compasión el suplemento, que la compasión no puede ser un sustituto de la justicia. Si no hay justicia, si la destruimos, no puede haber compasión. En definitiva, la compasión debe suplementar a la justicia pero no sustituirla. Un mundo sin la justicia de la ley nos devolvería a un estado sin derechos y libertades en el que la convivencia no es posible.
Desde el punto de vista de la psicología moral hay otra manera de enfocar el problema. En su libro la Mente de los Justos, Jonathan Haidt compara la moralidad con el sentido del gusto. Lo mismo que existen cinco sabores básicos (amargo, ácido, dulce, salado y umami o cárnico), nuestra moral sería también múltiple, un sentido con varios pilares o fundamentos, seis en concreto (en un inicio eran cinco pero luego añadió el fundamento de la Libertad/Opresión), y dos de ellos son el del cuidado/daño y el de la justicia. El principio del cuidado/daño se corresponde aproximadamente con la compasión: la capacidad de sentir empatía ante el sufrimiento de otros, el no hacer daño y el de cuidar a los demás y no querer que la gente sufra. El principio de la justicia tiene que ver con el altruismo recíproco, la igualdad y la imparcialidad, los derechos individuales y la autonomía. Otros autores como Oliver Scott Curry con su Teoría de la Moral como Cooperación, o Michael Tomasello, tienen teorías un poco diferentes pero coincidentes en muchos aspectos.
Si estas teorías evolucionistas tienen razón, se desprende de ellas una consecuencia muy importante con implicaciones prácticas. Lo que estas teorías nos dicen es que la moral es múltiple y consistiría en un racimo de módulos con entradas y salidas diferentes que pueden entrar en conflicto entre ellas. Según ellas, las decisiones morales humanas son tomadas por diferentes “voces morales” dentro de nosotros o por diferentes mecanismos psicológicos que responden a diferentes tipos de problemas de cooperación y en un momento dado el principio de ayudar a la familia puede chocar con el de la justicia o el de respetar la propiedad. ¿Debo robar o perjudicar a otros para salvar a mi amigo, a mi hermano o a un compañero que lo necesita? Tenemos normas y predisposiciones para no robar comida a los otros, pero ¿qué pasa si mi hijo o mi amigo se están muriendo de hambre? Muchas situaciones morales en el mundo real contienen complejas combinaciones de todos estos intereses o preocupaciones y a veces crean dilemas morales. Esta situación es la que describe precisamente el dilema de Heinz, utilizado por Kohlberg que dice, de forma muy simplificada, que una mujer se está muriendo de cáncer pero una farmacia tiene un medicamento que la puede salvar. Su marido, Heinz, no tiene suficiente dinero para pagarlo, ¿deber robar el medicamento o no debe hacerlo?
El resultado de este conflicto entre los diversos principios que componen nuestra moralidad sería que, escojamos la respuesta que escojamos, una mitad de nosotros no queda satisfecha, por lo que básicamente no tienen solución porque la complejidad de la moralidad humana genera unas contradicciones que seguramente son inevitables. Sus múltiples fundamentos y capas nunca van a a ser aplicados de forma consistente en todas las situaciones debido a la complejidad e imprevisibilidad de la vida social humana, que además va cambiando con el tiempo en las diferentes épocas. Fenómenos como la globalización o el desarrollo tecnológico, y otros, cambian nuestra vida social y hacen que las estrategias de cooperación que teníamos previamente no sean adecuadas ya para los nuevos tiempos. Como dice Tomasello, “la moralidad humana no es un monolito sino una miscelánea que se ha ido uniendo a retazos a partir de una variedad de fuentes diferentes, bajo condiciones ecológicas diferentes, en diferentes periodos, durante los varios millones de años de evolución humana”.
Sea como sea, y lo enfoquemos el problema desde la posición teórica que lo enfoquemos, creo que tiene toda la razón Mitchell en que uno de los retos más importantes que tenemos en estos tiempos en nuestras sociedades es encontrar una relación sana y eficaz entre la compasión y la justicia. Está por ver cómo va a resolver la sociedad este problema.
@pitiklinov
Gracias
ResponderEliminar"uno de los retos más importantes que tenemos en estos tiempos en nuestras sociedades es encontrar una relación sana y eficaz entre la compasión y la justicia"
ResponderEliminarEn realidad el conflicto sería fácil de superar si viviéramos en democracias, o sea, haciendo lo que la mayoría de la sociedad quiere. Pero como no vivimos en democracias sino en sistemas de gobierno representativo, el conflicto en realidad es un teatrillo entre minorías electas a las que la sociedad entrega todo el poder, y que como profesionales que son, tienen sus intereses personales (básicamente seguir viviendo de eso, como todos los profesionales) por encima de cualquier otro.
Los antiguos atenienses se dieron cuenta de que la política profesional no resuelve los problemas de la sociedad sino los problemas de los políticos profesionales, por lo que crearon la democracia. A ver cuándo nos damos cuenta nosotros y la instauramos también.
Muy buen artículo.
ResponderEliminarEn realidad no hay ninguna dicotomía entre justicia y compasión. Ambas son complementarias como razón y emociones. Las emociones son la base sobre la que razonamos pero sin razón puede ser un desastre social y producir lo contrario que se pretende. La emigración puede ser un buen ejemplo: si se conceden más ayudas y privilegios a los emigrantes que a los nativos, es probable que surja un movimiento político contrario y la situación puede volverse en contra de los propios emigrantes.
ResponderEliminarBuenas tardes.
ResponderEliminarCiertamente, como explica Antonio Damasio en El error de Descartes, la emoción está en la base de la racionalidad: el marcador somatico and so on... A mi entender, todo responde a los intereses de supervivencia de la especie (Richard Dawkins, El gen egoista). Esa es la palabra clave: egoista. El egoismo por la supervivencia de la especie es el interés fundamental, y muta en altruismo como estratategia más existosa que el egoismo individual (cuando conviene, claro. Yo lo llamo fascismo social, obediencia, etc...) Todo se mueve por ese interés primordial, y el racimo se desgrana en uvas más pequeñas.
Por otro lado, como somos una especie gregaria, como muy bien se explicó en otros posts, la moral tiene unos elementos universales básicos compartidos en todas las sociedades de homo sapiens sapiens. Existe una moral porque responde a un interés grupal, fruto de una evolución selectiva genética y memética.´Lo describe perfectamente el concepto del Imperativo Moral universal de Kant.
La solidaridad fraternal "misericordiosa", siguiendo la misma línia de argumentación, respondería a un ahondamiento, a una evolución posterior de la moral universal que nos hace más fuertes como grupos. Es decir, primero hubo una moral universal en todo el planeta, y más tarde vino su hija, la misericordia, que seguro quedó porqué suposo una ventaja evolutiva superior.
O tal vez no. Pero si no e vero, e ben trobatto?
Saludos. Muy interesante. ;)
Nada que comentar. El artículo ya lo dice todo. Simplemente decirte -o repetirte, me hago mayor y a veces me falla ya la memoria- que es un placer leerte y que tu blog es una ventana que se abre en cada entrada y me permite acceder a paisajes intelectuales que, de no ser por ti y algunos otros como tú, nunca hubiera podido disfrutar. Así que gracias. Y no voy a repetir este comentario en cada artículo -sería cansino- pero ha sido así hasta ahora y espero que lo siga siendo.
ResponderEliminarEsteve Trías. De acuerdo pero hay algo más. Los humanos tenemos un "regalo" evolutivo, la capacidad de razonar, que nos permite predecir consecuencias con mayor o menor éxito (por ejemplo, cometer injusticias llevados por la emoción). Esta capacidad de razonar es tan natural como la emoción aunque todavía no está bien comprendida ni siquiera por los neurólogos. No creo que sea prudente abandonarnos a la idea de una naturaleza completamente "sentimental", por decirlo de algún modo.
ResponderEliminarBon dia.
ResponderEliminarEn añadidura, me gustaría compartir mis dudas específicas al respecto de la justicia. A menudo aparece la queja de la delegación de la representatividad del poder político en terceros: la falta de democracia directa.
Yo parto de un sesgo muy viciado que no me permite ver con claridad nada, sobretodo si lo comparo con lo que la mayoría de gente defiende. Pero esta sensación de duda sobre mis postulados crece en cuanto a la justicia. La pregunta que yo me hago es la siguiente:
¿Se puede delegar la justicia?
Tiendo a pensar que no. La persona debería de poder paliar la injusticia por su propia mano, y cualquier intervención del grupo (véase, estado) tendría que ir encaminada a proteger su derecho de reparación. De lo contrario, estaríamos aceptando que también en el ámbito de la justicia existe una substitución del original por el sucedáneo. Como reza Mitchel, cuando los suplementos se convierten en los substitutos es que algo se nos ha ido de madre. A cada bugada es perd un llençol (en catalán, en cada colada se pierde una sábana...). Es que es tan bonita la frase original...
Por ejemplo, si x roba a y un lápiz, x lo recupera. Si no puede por propio pie, el resto le deberían acompañar en su empeño. Nadie debería entrometerse en el camino de Y. Hablo en el plano teórico, que nada tiene que ver con la realidad impuesta, claro..
Desgraciadamente, cuando una persona habla de justicia acepta de base sólo el concepto de justicia grupal (mediada, por tanto). ¿Puede ser la justicia ser justa, cuando coarta la posibilitad misma de reparación directa? Yo creo que no. Aunque, ¿ a quién le importa la justicia, mientras el poder y la paz social estén asegurados, verdad?
En cuanto al comentario de la compañera o compañero, creo que estamos de acuerdo en que el "regalo" evolutivo de la razón es primordial. Aunque la base sea emocional, el hecho de razonar nos hace especiales como seres vivos. Por ejemplo, una de mis ideas defiende que somos el único animal capaz de domesticar (de domus) no sólo a otras especies, sino a nosotros mismos. Esta tragedia sólo se consigue con la razón. Las emociones y sentimientos quedan superados como estrategia de supervivencia.
***Por cierto, disculpen que me entrometa, pero es que me interesa tanto, lo explican tan bien y tengo incontinencia oral/escrita autodiagnosticada, que no lo puedo evitar. Si canso mucho o ofendo, por favor díganmelo. Saludos.
Toda la razón Esteve. La justicia delegada no es justicia y no lo es por el motivo que explicabas en tu primer comentario. La base es la emoción y eso sucede también entre los políticos: su fin es mantenerse en el poder y no la justicia. Por eso reparten privilegios entre los que suponen que les van a apoyar aunque a menudo sus previsiones les salen mal (afortunadamente, si no, estarían eternamente en el poder). Claro, con esta forma de actuar la injusticia está asegurada y no tiene nada que ver con reparaciones, solo se mantiene el orden público. La solución sería una mayor participación pero eso tiene dificultades como la falta de conocimientos de mucha gente o la larga historia cultural de mantener una jerarquía social absurda. Por cierto, somos una especie muy jerárquica y eso va en contra de la justicia.
ResponderEliminarPues me parece estamos en un parecer similar, aunque yo no suelo atacar a los políticos. Los políticos actúan como las demás personas: acaparan poder y capital según sus posibilidades reales. Además, si no lo hacen bien, la gente no les vota. Por ejemplo, Aznar no repitió de presidente por mentir sobre la autoría falsa de unos atentados. Y la gente no tragó.
ResponderEliminarHablando de Aznar. Yo estoy totalmente de acuerdo con una de sus frases: "No aceptaremos jamás el chantaje de las armas". Bueno, digo que me gusta la idea, aunque los catalanes llevamos tragándonos el chantaje de las armas más de trescientos años. Y va para largo, muy largo. Pero es que el mundo funciona así, por imposición de jeraquías, constantemente. No conozco ninguna organización humana que no sea jerárquica, desde la família, la escuela, la empresa, el sindicato, la iglesia, la sociedad...
De hecho, esto ha funcionado así antes de que existieran los políticos, el estado y el llamado "capitalismo". Por que, efectivamente, somos una raza, como la mayoría de los mamíferos, extremadamente jerarquizadora. Un ejemplo rápido: dicen que el perro reconoce al líder de un grupo humano por el tamaño del tòrax y la voz. Los humanos lo identificamos por el tamaño de la billetera. O simplemente con el hablar, el vestir, o la lengua que usa: ya se definen las relaciones de poder en instantes. Como diría Wittgenstein: se capta en el aire. En este sentido, pienso en el poco conocido Discurso de la servidumbre voluntaria, de La Boètie:
"Con frecuencia, los hombres pierden su libertad por ser engañados, pero engañados por sí mismos con más frecuencia que seducidos por otro. Así, el pueblo de Siracusa, capital de Sicilia, presionado por las guerras y tomando en cuenta solamente el peligro inmediato, eligió a Dionisio I y le dio el mando de su ejército, sin darse cuenta de que le había hecho tan poderoso que cuando este malvado retornó, triunfal como si hubiera vencido a sus
conciudadanos más que a sus enemigos, se proclamó primero general, luego rey y finalmente rey tirano. Resulta increíble ver como el pueblo, una vez que se encuentra sometido, cae frecuentemente en un olvido tan profundo de su libertad que le resulta imposible despertar para reconquistarla. Sirve tan bien y tan voluntariamente que se diría que no sólo ha perdido su libertad sino que ha ganado su servidumbre."
En fin. Estos franceses...Me gusta pensar que soy un radical. No en las formas, sinó en el sentido de buscar las raíces profundas de las cosas. Por cierto, el perro hace como el lobo, pero como ha pasado por nuestras manos, como nosotros mismos, también usa otras herramientas que el lobo desconoce. Por eso se odian tanto, tal vez, aunque se puedan seguir emparejando...menos con los chihuauas...Es lo que tiene la domesticación, y sus efectos secundarios a largo plazo.
Por eso que soy un poco pesimista: no veo solución alguna a un problema que lleva cuajándose en más de 1 millón de años: el perro jamás podrá volver a ser lobo, como el hombre. La evolución no permite la involución.
Si me permiten una anécdota sintética de todo lo dicho, este verano conocí a una família francesa. Sus hijos, después de 200 años de fiel republicanismo, jugaban a príncipes y princesas. Como mis hijos vasallos todos¡¡¡ Curioso, ¿verdad? No se puede pedir milagros, verdad? Ni peras al olmo. Si La Boètie lo supiese....
Bueno, saludos.
Claro Esteve. Pero lo de menos es que unos niños jueguen a príncipes y princesas porque en este caso son solo símbolos que pueden querer decir otras cosas. Lo peor es cuando políticos adultos que dicen luchar por la igualdad de derechos de todos los seres humanos se otorgan privilegios de auténticos príncipes de tiempos pasados. No hace falta concretar porque hay multitud de ejemplos. Parece que el poder nubla la razón y solo queda la emoción de recibir sus beneficios. La razón y la justicia parece que son los aspectos más débiles de la ecuación.
ResponderEliminarParte I
ResponderEliminarLa justicia define las reglas de juego (la ley), y el estado se encarga de que la gente siga esas reglas (cumplimiento de la ley mediante el monopolio de la violencia), y que las reglas se apliquen a todos por igual (igualdad ante la ley mediante un estado imparcial). Esto no solo asegura la cooperación, ya que las personas conocen cuáles son las reglas de juego, y saben que hay un árbitro imparcial que se encarga de monitorearlas y hacerlas cumplir, sino que también es una primera aproximación a la compasión, ya que la ley protege sobre todo al más débil, que sin la protección de la justicia estaría a merced del más fuerte. Por eso mismo, efectivamente, si se anula la justicia, se anula la compasión, ya que automáticamente el más débil queda a merced del más fuerte.
Una segunda aproximación a la compasión, es reconocer que hay situaciones excepcionales donde, en principio, hay un conjunto de personas que están afectadas por un problema que si bien, en teoría, la justicia tendría los mecanismos necesarios para tratar el mismo, la urgencia del problema requeriría complementar esos mecanismos sin invalidarlos, ya que de lo contrario se estaría anulando la justicia, y por lo tanto siendo compasivos, en el corto plazo con ese subconjunto, y no siendo compasivos en el mediano y largo plazo con la totalidad de la población.
Ahora analicemos los tres ejemplos propuestos:
(1) La emigración, en este caso la urgencia viene por el conflicto en el país de origen, por lo cual si bien el mecanismo inmigratorio estaría en condiciones de resolver el problema, sus plazos normales serían excesivos, y la espera producida por los mismos pondría en peligro a la gente en el país de origen. Aquí un posible complemento al mecanismo inmigratorio, sería crear una especie de zona franca inmigratoria, en donde los refugiados podrían residir sin estar efectivamente dentro del país, y por lo tanto sin violar la leyes de inmigración, todo esto mientras se ayuda a resolver los problemas en el país de origen para que esa gente pueda volver al mismo, porque esa sería la verdadera solución, al zona franca es solo un complemento provisorio.
(2) La violencia de género, aquí la urgencia viene por la potencial amenaza a la vida del que se declara agredido. En este caso también los mecanismos de la justicia estarían en condiciones de resolver el problema, pero nuevamente, los plazos normales de resolución, podrían poner en peligro la vida de la parte que se declara agredida. Aquí un posible complemento sería contar con refugios provisorios, tanto para hombres como mujeres, ambas partes pueden ser los que se declaran agredidos, y esa persona podría residir en el refugio, mientras el mecanismo de la ley sigue los plazos normales y necesarios para aplicar la justicia debida. En el caso de haber hijos de por medio, los mismos pasarían a la tutela del estado hasta que la justicia pueda resolver, nuevamente siguiendo los mecanismos adecuados, qué parte tiene la razón, pudiendo llegar al caso que si ninguna de las partes la tienen, ambos perder la tutela de los hijos, ya que de lo contrario no habría justicia para la parte más débil, los hijos.
Parte II
ResponderEliminar(3) Trans en el deporte, este me parece un caso muy interesante, y esto se debe, a mi modo de ver, que desde el arranque, la justicia se invalidó por la compasión. Esto pasó cuando se declaró a un hombre que se siente mujer, como una mujer en términos legales, ya que se pensó; y bueno, si se siente mujer, qué problema hay en declararlo mujer legalmente? Pero esto significa que un hombre ahora tiene el derecho a ser tratado como mujer, sin excepción, en todos los ámbitos sociales y legales, y eso no tiene en cuenta todas las diferencias biológicas que puede hacer que tenga una ventaja o desventaja en algunos de esos ámbitos, invalidando así la justicia. Aquí la verdadera solución pasa en trabajar para eliminar la discriminación, y si un hombre quiere vestirse como mujer y llamarse Margarita, no habría consecuencias de ningún tipo, incluso el estado puede aceptar el cambio legal de nombre a Margarita, pero el estatus legal sigue ligado al sexo biológico.
En definitiva, no creo que haya un conflicto real entre la justicia y la compasión, más bien hay un conflicto entre las ideologías y la justicia, cuando las primeras usan la compasión como arma para invalidar la justicia y hacerse con el poder, ese sería el verdadero conflicto, no la justicia vs compasión.