lunes, 26 de mayo de 2014

Juntos pero no revueltos. Fronteras para vivir en paz.

Acaba de salir en la revista PLOS ONE un artículo que expone la teoría (denominada Teoría de la Distribución Geográfica) de que lo más importante para que se de una coexistencia pacífica entre grupos étnicos diferentes es establecer unas buenas barreras y fronteras (geográficas o políticas) entre ellos. La teoría es atrevida porque abandona todos los conceptos usualmente sostenidos de que los conflictos y la paz se basan en las relaciones interpersonales e intergrupales, así como en contextos históricos, sociales, económicos y políticos. Para esta teoría la clave es la distribución geográfica de las poblaciones.

De forma significativa, lo que estos autores plantean es que hay dos condiciones que conducen a la paz: o estar muy mezclados o estar muy separados. Lo primero es lo que se suele buscar habitualmente, una sociedad integrada en la que convivan ciudadanos de diferentes creencias y opiniones. Lo segundo corresponde a la separación espacial, a la división y a la autodeterminación. Lo que estos autores proponen es una tercera vía, que es establecer fronteras internas dentro de un estado, correspondientes a diferencias de lengua y religión, pero en las que hay cooperación entre los grupos a la vez que autonomía.

En el artículo estudian el caso de Suiza, un país pacífico, estable y próspero en el que hay diversidad lingüística y religiosa, circunstancias que en otros países llevan a conflictos. El análisis muestra que la paz no se debe a una coexistencia integrada, sino que se debe a barreras topográficas y políticas que separan a los grupos, permitiendo una autonomía parcial dentro de un mismo país. En Suiza, las montañas y los lagos constituyen una buena parte de las fronteras que separan zonas lingüísticas (alemán, francés e italiano, principalmente) . Los cantones políticos y subcantones separan los grupos religiosos (principalmente católicos y protestantes). Justamente en una región donde la cordillera montañosa es porosa y se da mezcla entre grupos lingüísticos, es el único lugar en que ha habido problemas en Suiza y eso ha llevado a la creación del cantón de Jura. Según los autores, la violencia entre grupos puede ser inhibida por límites físicos y políticos. Un análisis similar que realizan de Yugoslavia, es también congruente con su modelo: los conflictos aparecieron donde los límites políticos existentes no coincidían con los límites de los distintos grupos, pero sí había paz donde coincidían. Según los autores, el caso suizo puede servir de modelo para resolver conflictos en otros lugares y regiones del mundo.

La Teoría de la Distribución Geográfica dice que la violencia  surge por la estructura de las fronteras más que por conflictos inherentes entre los grupos. Aunque factores sociales o económicos pueden desatar la violencia, ésta ocurre cuando la estructura espacial de la población crea una propensión al conflicto. Por lo tanto, la heterogeneidad espacial predice por sí misma la violencia. Como decíamos más arriba, si los grupos están muy mezclados en una región, no persisten grupos lo suficientemente grandes que desarrollen una fuerte identidad colectiva, y entonces no hay conflicto. Por el otro lado, si dos grupos más grandes de un determinado tamaño crítico, están separados, suelen formar entidades autosuficientes con soberanía propia. El problema aparece cuando  hay separación parcial con límites mal definidos. La violencia aparece cuando los grupos tienen un tamaño geográfico intermedio, suficiente para imponer unas normales culturales pero no de forma total porque se solapa con otro grupo cultural. Insisten en que el modelo depende exclusivamente de la geografía de la población y es independiente de las razones por las que se ha llegado a esa geografía, sea por elección individual, o por migraciones internas o externas. La conclusión de los autores es que cuando la partición dentro de un país es vista como una forma aceptable de mitigar los conflictos, dicha partición puede dar lugar a una coexistencia altamente estable y pacífica.

Lo que esto me sugiere es que, si miramos macroscópicamente este asunto, si observamos a vuelo de pájaro las poblaciones humanas, es asombroso su parecido con las poblaciones bacterianas. La lengua o la religión parecen jugar en humanos el mismo papel que los fagos o virus de bacterias cumplen en las bacterias. Cuando una bacteria es infectada por un fago eso le confiere una identidad, ese fago suele producir una toxina, y una bacteria infectada no se deja infectar por ningún otro virus, se crean especies diferentes. Es llamativo que la lengua o la religión, o, en general, las creencias, parecen actuar de forma similar a estos virus productores de toxinas. Hablamos de ello en esta entrada sobre creencias e identidad. Personalmente lo encuentro decepcionante. Toda nuestra filosofía, metafísica, política, ciencia y cultura, de la que tan orgullosos estamos, nos conducen a una solución que las bacterias ya habían encontrado. ¡3.500 millones de años de evolución para nada! Pero bueno, a los que seguís este blog probablemente tampoco os sorprenda porque uno de los hilos conductores del mismo es la idea de que los informes acerca de la racionalidad humana han sido grandemente exagerados.

@pitiklinov

Referencia


Nota: la Txori-Herri Medial Association ya había realizado en broma una propuesta similar a esta en 1999. Ver la carta abierta de Milosevic 

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